viernes, 7 de febrero de 2020

"Pluriverso, un diccionario del posdesarrollo"


Ashish Kothari, Ariel Salleh, Arturo Escobar, Federico Demaria y Alberto Acosta (coordinadores). Traducción de Angello Ponziano.


Ariadna Julià, Mariona Montalà y Claudia Perucha
15-15-15





Introducción: hallar senderos pluriversales

Pluriverso es un ambicioso diccionario del posdesarrollo que recoge ciento ocho ensayos elaborados por más de ciento veinte autores. En la estela de otro libro imprescindible, aquel Diccionario del desarrollo que coordinó Wolfgang Sachs (prologuista de este nuevo proyecto) hace más de un cuarto de siglo, la obra está coordinada de manera muy solvente por Ashish Kothari, ambientalista indio; Ariel Salleh, socióloga australiana; Arturo Escobar, antropólogo colombiano; Federico Demaria, investigador italiano en ecología política y economía ecológica; y Alberto Acosta, economista y político ecuatoriano. Publicado primero en la India (ya esto manifiesta un deseo de romper la dinámica centro-periferia), Pluriverso ha sido rápidamente traducido a varios idiomas.

La coordinadora y los cuatro coordinadores exponen que la crisis “sistémica, múltiple y asimétrica” (p. 35) que afecta a todo el mundo es el fruto de una sociedad capitalista que ha construido su noción de progreso a partir del crecimiento cuantitativo basado en la métrica del PIB, la acumulación de riqueza, el individualismo y el consumismo desregulado, lo cual nos ha llevado a un neoliberalismo tecnocrático . Como alternativa, los autores proponen avanzar hacia un pluriverso , definido al modo neozapatista como “un mundo en el que caben muchos mundos” (p. 42) y conformado por dos objetivos principales. El primero se refiere a la construcción de “un mundo ecológicamente sabio y socialmente justo” (p. 44), que pretende cuestionar los actuales discursos continuistas o reformistas, superar estructuras de opresión y desigualdad como el racismo o el patriarcado y hallar una nueva forma de relacionarnos con la naturaleza. El segundo objetivo busca eliminar dicotomías integrando a los colectivos discriminados históricamente y promoviendo el cambio desde el universalismo impuesto por Occidente hacia una “pluriversalidad”.
La obra se divide en tres partes. La primera de ellas (“El desarrollo y sus crisis”) plantea un análisis de la situación ecológica, política, económica y social de cada continente. En la segunda (“Universalizar la Tierra”) se exponen distintas propuestas ya planteadas en el panorama moderno cuyo fin era hallar la solución a los conflictos ambientales, pero que en realidad han resultado ser ineficientes o insuficientes, e incluso algunas de ellas han sido configuradas como una tapadera a la verdadera problemática, agravando así el conflicto. Finalmente, el último apartado (“Un pluriverso de los pueblos”) hace hincapié en aquellas alternativas realmente transformadoras, que desplazan el desarrollo como principio organizador de la vida social hacia otro enfoque.

El desarrollo y sus crisis: experiencias globales

La noción moderna de desarrollo (cuya acta de nacimiento cabe fijar en el discurso que el presidente estadounidense Truman pronunció el 20 de enero de 1949), asociada a dinámicas de neocolonialismo, imperialismo y neoliberalismo, es duramente criticada debido a la falta de responsabilidad que supone hacia las personas y el medio ambiente. Los movimientos eco-socio-territoriales y la ambientalización de las luchas cuestionan los modelos monoculturales, patriarcales, instrumentales, antropocéntricos y jerárquicos, que han permitido la acumulación de reservas y beneficios en los países “sobredesarrollados”, acaparando recursos estratégicos en beneficio propio (reduciendo a los países “subdesarrollados” a posibles clientes comerciales). Además, el consumo generalizado por parte de una minoría privilegiada ha acentuado las asimetrías entre el centro y la periferia.

En el ámbito social, natural y humano se denuncia la ausencia de compromiso a nivel global con los límites ecológicos y con valores como la justicia o la equidad, la degradación de los ecosistemas isleños en Oceanía debido a la venta de sus gobiernos a las grandes empresas extranjeras, la explotación masiva de pueblos y el acaparamiento de tierras de tribus indígenas en el Sur global, la colonización y dominación occidental sobre África, el uso devastador de recursos naturales en América del Sur ligado al alto consumo por parte de los países más ricos, y el sistema patriarcal que no condena la desigualdad en Asia y que provoca violentas y crueles guerras. Además, también se ofrece la visión acerca de Europa: la idea de desarrollo se presenta como fallida, dirigiendo al continente a la vía del “maldesarrollo” como consecuencia del capitalismo (p. 75 y ss.).

En materia económica, el enfoque de la economía de libre comercio, la cual merma la producción de proximidad, centra el foco en el fuerte neoextractivismo en América del Sur, la implantación de monocultivos en África destinados a la exportación que beneficia a las empresas transnacionales, una imposición industrial a los agricultores de Asia que les genera una dependencia de la compra de productos químicos de síntesis, el afán de acumulación de beneficio a corto plazo y crecimiento perpetuo y la tendencia egoísta dentro de la lógica de los mercados competitivos y especulativos, orientando el mundo hacia el colapso y la destrucción. También cabe destacar que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han sido utilizados en América del Norte para prestar ayuda a los países más pobres, generando así más subordinación y sometimiento.

Universalizar la Tierra: soluciones reformistas

Dentro de este capítulo encontramos, por un lado, una serie de medidas populares que gozan de una amplia legitimación y aceptación, ya que están arraigadas en la conciencia ciudadana y son muy promovidas por distintas instituciones. Entre ellas se encuentra el desarrollo sostenible , que pretende compatibilizar el desarrollo económico con la conservación del medio ambiente a través de un crecimiento global continuo, hecho que resulta un oxímoron ya que en ningún momento el desarrollo, entendido como crecimiento económico, puede ser sostenible. En la misma línea se encuentra la economía verde , que pretende superar el problema ambiental poniendo precio a la naturaleza, lo cual, además de no acabar con el problema, agrava los conflictos en los países “en desarrollo” que no disponen de leyes ambientales, provocando un comercio de la contaminación. La economía circular, con su eslogan conocido de las tres R , es criticada por la vaga aplicación que tiene en la práctica, donde por ejemplo solo un 6% de los materiales extraídos son reciclados.

Por otro lado, encontramos propuestas con menos reconocimiento global camufladas bajo la apariencia de soluciones eficaces, como serían las reformas implementadas en los países “en desarrollo” como los BRICS , las cuales parecían ser una vía de escape al orden económico mundial pero que sin embargo han terminado inmersas en el sistema capitalista, propiciando la explotación laboral y ambiental. Junto con ello, encontramos las ayudas al desarrollo, que bajo la imagen de solidaridad entre países esconden la perpetuación del colonialismo y la sumisión bajo las grandes potencias, pudiendo desembocar en el caso extremo de la ética del bote salvavidas (aquel invento de Garrett Hardin), que acusa a los países “en desarrollo” de ser culpables de la situación actual.

Finalmente, existen distintas corrientes que proponen la tecnología como solución a todos los problemas. Algunas de ellas son el ecomodernismo, que dibuja un “desacoplamiento” de la naturaleza; y la geoingeniería, que tiene fe absoluta en la tecnología, defendiendo aspectos como la manipulación del clima y la alteración de los ecosistemas. Además, encontramos casos más macabros como la ingeniería reproductiva y el transhumanismo, partidarios de la búsqueda de la perfección humana mediante la clonación y la alteración genética.

Un pluriverso de los pueblos: alternativas transformadoras

Como ya se ha comentado, este apartado presenta un amplio abanico de corrientes que rompen con el sistema actual y buscan la forma de convivir como sociedad en armonía con la naturaleza.
Encontramos una serie de propuestas legales que pretenden institucionalizar la naturaleza y abogar por sus derechos, no asignando una cuantía monetaria, sino reconociendo su valor y su riqueza en sí misma. Un ejemplo de ello sería la reivindicación del Tribunal por los Derechos de la Naturaleza que, mediante la celebración de juicios no vinculantes, lucha por dar voz a esta misma.
Por otro lado, también se exponen diversas corrientes religiosas que han entendido que se trata de luchas afines a sus prácticas (aunque sus propias escrituras sagradas no incluyan esta problemática), por lo que han extendido la aplicación de sus doctrinas a los seres no humanos y a formas de organización social más horizontales. Este sería el caso del ibadismo, o lo que es lo mismo, el islam opuesto a la tiranía y a la dominación basado en un estilo de vida comunitario con la igualdad como valor principal. Otro caso destacable es el uso del hinduismo como institución poderosa para concienciar a sus adeptos sobre la importancia de conservar la riqueza ambiental de los lugares sagrados y extenderlo a todos los parajes naturales; maniobra utilizada también por el budismo, que pretende combatir el problema desde la sabiduría.

Dentro del campo de la política, se defiende la autoorganización de los pueblos, su derecho a decidir mediante democracia directa, la supresión de las jerarquías de poder y la aproximación de la política al ámbito local donde todos los seres, humanos y no humanos, pueden ser escuchados y tenidos en cuenta. Todos ellos abogan por la revolución sin promover el desarrollo, es decir, llevando por bandera un pacifismo real, puesto que hasta el momento la lectura que se ha hecho del desarrollo como “el nuevo nombre de la paz” (p. 373) ha dado lugar a una realidad más desigual e insostenible. La teoría más promovida es el ecosocialismo, que plantea “una política económica alternativa y radical basada en criterios no monetarios: en las necesidades sociales y el equilibrio ecológico” (p. 278), y que apuesta, entre otras medidas, por una reducción de la jornada de trabajo con el fin de tener más tiempo libre para destinarlo a la participación en el debate político y económico y lograr una mejor gestión de la sociedad. Un buen ejemplo de comunidades organizadas con tal sistema serían los caracoles del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas.

En el ámbito económico, existe unanimidad respecto a la necesidad de promover un nuevo paradigma centrado en “el decrecimiento como matriz de alternativas” (p. 206). La producción y los mercados locales deben pasar a ser los ejes organizadores del sistema, “debemos regresar a una economía con una brújula moral” (p. 272) y abandonar la concepción de ésta como esfera autónoma y dominante. Además, se da una fuerte oposición a utilizar el PIB como indicador único y determinante del nivel de desarrollo de una comunidad. Una de las sociedades que ha apostado de forma clara por este sistema es la kurda, planteando una economía no acumuladora que asienta la solidaridad como valor central, promueve la cooperación entre seres humanos y fomenta la desmercantilización de la naturaleza.

Para concluir, el libro nos presenta una infinidad de movimientos sociales y estilos de vida basados en muchos de los factores destacados previamente, es decir, una política sin intermediarios y asamblearia; una economía que abandona el crecimiento como único objetivo, se centra en el bienestar de los individuos y es consciente de las necesidades ambientales; y la maestría espiritual como organizadora de las relaciones sociales. Reivindica el papel fundamental de las comunidades indígenas como promotoras del Buen Vivir y del cuestionamiento de la Modernidad. Podemos navegar desde el Pacífico, donde nos encontramos con la isla de Pongso no Tao, que alberga seis comunidades tribales independientes con un calendario ecológico propio y un cuidado intergeneracional de la naturaleza, hasta Bután y su noción de la Felicidad Nacional Bruta, “un indicador holístico que debería reemplazar al PIB para orientar las políticas de desarrollo” (p. 291) y que cuenta con un umbral de suficiencia para cada parámetro con el fin de medir el bienestar de manera integral.

Implicaciones

A lo largo de toda la obra nos encontramos con una visión cercana a las diferentes ideas o movimientos que se exponen, puesto que las personas que los relatan han vivido en primera persona dichas experiencias o han dedicado gran parte de su vida académica a entenderlas desde dentro. Además, no sólo se critica el modelo occidental de manera explícita, sino que los autores también evidencian cierta falta de corrientes transformadoras en el Norte global con respecto del resto de territorios, debido al pequeño porcentaje que representan las primeras en proporción a las segundas. El modelo expuesto como alternativo atribuye un valor especial a las comunidades indígenas, alabando sus modos de vida austeros y autosuficientes basados en el respeto hacia la naturaleza, sus vínculos dentro de la comunidad e intercomunitarios, y una organización política, económica y social que empodera el ámbito local.

Cabe destacar la redacción en clave optimista que evoluciona a lo largo del libro. A pesar de empezar con una visión crítica acerca de la realidad actual, se exponen más de ochenta ensayos que abordan soluciones y nuevos modelos que apuestan por un cambio radical en el paradigma actual, ofreciendo una bocanada de aire fresco para las generaciones futuras. Cabría preguntarse si no se produce cierta idealización de lo lejano, sugiriendo que experiencias e iniciativas practicadas en regiones remotas funcionan sin ningún defecto cuando la realidad suele ser mucho más compleja. Pero, en cualquier caso, se trata de una obra altamente enriquecedora y estimulante, de cuya traducción al castellano no podemos sino felicitarnos.


Demián Morassi




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