Los incendios son la causa central. Gobierno aplica un plan de reforestación
23 de octubre de 2023/ 09:46
Las prolongadas sequías y la falta de agua en varias regiones del país preocupan a la región y ponen en alerta a las autoridades, que trabajan en planes de contingencia para atender las emergencias y bosques perdidos, pero el problema es más de fondo.
Los expertos dicen que el origen de la falta de agua está en la deforestación, pues son los bosques, los árboles, los que inician el llamado ciclo del agua, pero como cada vez hay menos espacios verdes, lo más probable es que también haya menos lluvias y menos agua, ahora y en el futuro.
“A más bosques, más agua, a menos bosques, menos agua”, dijo ayer a los medios estatales el nuevo ministro de Medio Ambiente y Agua, Rubén Méndez.
Datos de los organismos especializados muestran que Bolivia está entre los 10 países que más bosques perdieron en los últimos años, por distintos motivos, desde los desastres naturales con incendios, hasta el crecimiento de la frontera agrícola y, cierto, pasando por la industria maderera.
Bosques perdidos
Según el Global Forest Watch, Bolivia ocupa el tercer lugar entre los países que sufrieron más deforestación en 2020, con 276.883 hectáreas. Por delante están Brasil con 1,7 millones y segundo el Congo con 490.613 hectáreas. Perú y Colombia están bastante cerca con 190.199 y 166.485 hectáreas, respectivamente.
Posteriormente, Bolivia presenta cifras más elevadas, de 300 mil a 500 mil hectáreas por año, con una causa común que son los incendios forestales.
Los cálculos de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) con apoyo de la Red Amazónica de Información Socioambiental (RAISG), señalan que entre 2020 y 2022, Bolivia perdió casi 800 mil hectáreas de bosque. Este trabajo indica también que Bolivia perdió 7,9 millones de hectáreas de bosque durante 37 años, es decir, el país pasó de tener 63 millones de hectáreas de bosque en 1985 a 55 millones de hectáreas en 2022.
Las cifras de la pérdida de cobertura boscosa en Bolivia se incrementan año tras año. Entre los años 2016 y 2020, el promedio de pérdida de bosque era de 260.000 hectáreas anuales. Sin embargo, para el 2021 está cifra subió a 364.000 hectáreas y en el 2022 la deforestación alcanzó las 429.000 hectáreas, casi el doble de lo ocurrido dos años atrás, señalan los reportes. El departamento más afectado por la deforestación de bosques es Santa Cruz, que concentra más del 79% del total de las zonas perdidas. Muy lejos en el segundo lugar esta Beni, con 6%, seguido por Cochabamba con 4% y La Paz con el 3%.
Ecosistemas
La afectación de los ecosistemas en este periodo de tiempo no se restringe a los bosques. Los glaciares también han tenido un deterioro devastador. Según el análisis de FAN Bolivia, los nevados han retrocedido en un 56%.
Los efectos de la deforestación constante, pero también del cambio climático y del fenómeno de El Niño, se sienten con intensidad en estos días en Bolivia. Más de 150 municipios se declararon en emergencia frente a la sequía, Oruro y Potosí están en estado desastre por la falta de agua y el lago símbolo del país, el Titicaca, descendió como nunca en su historia. Los otros dos grandes siguen la misma suerte.
Frente a este panorama, el exviceministro de Medio Ambiente, Magin Herrera, dijo a La Razón que en el país se está aplicando un plan de lucha contra los incendios y de reforestación, siempre en coordinación con los municipios afectados, que son las instancias que reportan los daños que sufre su población y las necesidades que tienen. Explicó que la pérdida de bosques y de espacios verdes es la principal causa del cambio climático y de la falta de lluvias, por eso, informó que el plan de reforestación que se aplica en varias regiones del país, consta de más de 600 mil arbolitos en cada uno de los proyectos y lugares estratégicos.
Admitió que la deforestación en el país es un problema, aunque advirtió que se debe tener cuidado con las cifras que se manejan que no siempre son correctas.
Una de las cosas sobre las que me solía preguntar durante mis primeros meses de trabajo en el sistema alimentario era la productividad. Al crecer en un país del mundo minoritario, prácticamente todos mis alimentos provenían de granjas industriales a gran escala. Como resultado, yo, como muchos otros, creí durante mucho tiempo que la agricultura industrial era un mal necesario, un requisito desafortunado dada la cantidad de personas que ahora habitan el planeta. Una vez que entendí la importancia de la agricultura a pequeña escala para la biodiversidad y la conservación cultural, todavía me preguntaba si estas granjas más pequeñas podrían “alimentar al mundo”.
Hoy quería tomarme un poco de tiempo para explorar esta pregunta. Existe un debate sobre el porcentaje de alimentos que producen los agricultores de pequeña escala y los campesinos. Es una pregunta difícil de responder, pero increíblemente importante. De hecho, si resulta quela agricultura a pequeña escala alimenta a la mayoría del mundo, sería un gran golpe para el sistema agrícola industrial, dados los daños ambientales y sociales generalizados que produce. En los últimos años, los investigadores han intentado responder a esta pregunta. Pero han surgido un par de estudios clave que nos señalan en la dirección equivocada y crean consecuencias nefastas para la formulación de políticas. Veamos.
En 2009, el grupo ETC publicó un informe titulado ¿Quién nos alimentará?en el que cita la estadística de que los pequeños agricultores alimentan al 70 por ciento del mundo (es decir, producen el 70 por ciento de los alimentos que realmente se destinan a la alimentación humana, frente a los cultivos que se desvían para biocombustibles, alimento para animales u otros productos de uso no-alimentario). Esta distinción es importante: no afirman que los pequeños agricultores produzcan el 70 % de las calorías netas, sino el 70 % de los alimentos que terminan siendo consumidos por los humanos.
Afirman, según los datos disponibles, que el 50 por ciento de la producción mundial de cultivos para consumo humano se puede atribuir a granjas a pequeña escala de menos de 5 hectáreas (esto es relativamente poco controvertido en la investigación). Luego, agregaron alimentos resultantes de prácticas como la caza y la recolección, la pesca, el pastoreo, así como la producción de alimentos urbanos y periurbanos a pequeña escala, que representaron un 20 por ciento adicional de los alimentos consumidos. Estas formas de producción de alimentos son en su mayoría informales y crónicamente infravaloradas, por lo que es difícil determinar las cifras exactas, pero son, sin embargo, prácticas importantes con las que la gente se alimenta en todo el mundo.
En los últimos años se han publicado dos artículos que intentan “desacreditar” esta estadística del 70 por ciento. Los dos artículos, publicados por Vincent Ricciardi et al. (2018) y Sarah Lowder et al. (2021), afirman que los pequeños agricultores representan solo el 30 % de la producción mundial de alimentos, bastante por debajo del 70 %. Esto ha dado lugar a una gran cantidad de titulares que implican que estos hallazgos prueban que la agricultura a pequeña escala es ineficiente e incapaz de alimentar al mundo y que, en su lugar, deberíamos invertir en métodos industrializados. Como resultado de estos documentos, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha cambiado su posición del 70 al 30 por ciento, a pesar de que los documentos están llenos de errores de método y suposiciones que requieren un mayor escrutinio antes de ser aceptados universalmente.
Echemos un vistazo a esta investigación, comenzando con el artículo de Ricciardi. Aunque su objetivo era desacreditar la estadística del Grupo ETC (llamándola «estadística zombi»), en realidad estaban respondiendo una pregunta completamente diferente a la que afirmaban estar abordando. Midieron la producción de cultivos para granjas a pequeña escala frente a granjas industriales, descuidando por completo la cantidad de esa comida que alimentará a la gente. La realidad es que las granjas industriales desvían un porcentaje significativo de los cultivos a biocombustibles, alimento para animales y otros usos no alimentarios. Incluso las calorías cultivadas para la alimentación animal, que se podría argumentar que todavía contribuyen a la seguridad alimentaria, son muy ineficientes; las organizaciones sin ánimo de lucro GRAIN e IATP estiman que por cada 100 calorías que se destinan a animales, solo de 17 a 30 terminan en la carne que consumen los humanos. Medir la producción por sí sola no nos dice mucho sobre la seguridad alimentaria, que es la pregunta implícita en cuestión.
Además de eso, su base de datos incluye solo 55 países (o dos quintas partes de la población mundial). De hecho, más de la mitad de estos países son europeos, donde la agricultura a pequeña escala es más marginal. Los investigadores ignoran grandes franjas de África, el Sudeste Asiático y otras regiones donde los pequeños agricultores representan un porcentaje significativo de la producción de alimentos. Y, sin embargo, hacen afirmaciones radicales sobre la producción mundial de alimentos por parte de los campesinos.
El equipo de Ricciardi hizo referencia a otro estudio que utiliza una base de datos que incluye muchos más países del Mundo Mayoritario. Descubrieron que si aplicaban su metodología a este conjunto de datos, llegarían a la conclusión de que el 76 por ciento de las calorías de los alimentos son producidos por granjas de menos de cinco hectáreas, lo que es significativamente más alto incluso que la estimación original del Grupo ETC. De cualquier manera, no tiene sentido confiar en una base de datos que borra la gran mayoría de los países donde existen pequeños agricultores, no incluye la mayoría de los métodos de producción de alimentos que emplean y luego hace afirmaciones sobre su capacidad para alimentar al mundo.
Al artículo de Lowder et al. no le va mucho mejor. Los autores asumieron que la tierra y la producción tienen una relación correlativa; si las grandes fincas constituyen el 80 por ciento de la tierra agrícola, entonces las grandes fincas deben constituir el 80 por ciento de la producción de alimentos.
Pero la realidad es que no todas las fincas son igualmente productivas. De hecho, Ricciardi y su equipo descubrieron más tarde que las fincas pequeñas tienden a producir más que las grandes por hectárea. En segundo lugar, para muchas fincas grandes (más que las fincas más pequeñas), un porcentaje significativo de las calorías producidas se desvía hacia biocombustibles, alimento para animales y otros usos. De nuevo, Ricciardi et al. encontraron que las fincas de menos de 2 hectáreas dedican una mayor proporción de su producción a la alimentación, mientras que las fincas de más de 1.000 hectáreas tienen la mayor proporción de pérdida poscosecha. La simple medición de la producción no nos dice mucho sobre la seguridad alimentaria. Y, sin embargo, la producción sigue siendo la métrica dominante.
En última instancia, el artículo de Lowder asume que, dado que los pequeños agricultores solo ocupan una pequeña porción de tierra, también deben producir solo una pequeña porción de los alimentos. Pero esa es la cuestión: mientras que los pequeños agricultores ocupan una pequeña porción de la tierra, (a) producen más por hectárea que las granjas a gran escala, y (b) dedican un mayor porcentaje de su producción a alimentar a las personas, en lugar de a usos no alimentarios. También pueden producir alimentos utilizando significativamente menos recursos y sin las enormes externalidades ambientales y sociales de la agricultura industrial.
Ambos documentos también definen una » finca pequeña» como una finca de menos de 2 hectáreas, cuando la propia FAO ha declarado que crear un límite estándar para el tamaño de la finca no es prudente porque lo que se considera «pequeño» varía de un país a otro.
Este debate es increíblemente importante. Estos dos documentos han dado lugar a una gran cantidad de titulares frustrantes como este de Hannah Ritchie de Our World in Data, que dice: «Los pequeños agricultores producen un tercio de los alimentos del mundo, menos de la mitad de lo que afirman muchos titulares». Cuando buscamos «qué cantidad de los alimentos en el mundo producen los pequeños agricultores», estos son los resultados que aparecen, basados en investigaciones que, en el mejor de los casos, son profundamente defectuosas.
Es importante explorar ambos lados del debate. Necesitamos más investigación para determinar qué vías agrícolas debemos seguir, teniendo en cuenta todas las externalidades y los impactos ambientales. Pero estos documentos aportan poco al debate. Sus suposiciones hacen que su investigación sea básicamente inútil para responder la pregunta en cuestión. Y las implicaciones de estos documentos para justificar la agricultura industrial son peligrosas. No podemos medir el éxito solo en la producción. Debemos comenzar a ampliar las métricas para incluir la biodiversidad, el impacto ambiental y la equidad.
Finalmente, la forma en que se ha enmarcado el debate hasta el momento coloca injustamente sobre los campesinos y los pequeños agricultores la responsabilidad de demostrar que pueden producir suficientes alimentos para alimentar al mundo (a pesar de que tenemos una gran cantidad de datos por países que muestran que las granjas de pequeña escala superan la producción de las granjas a gran escala). Debemos preguntarnos entonces por qué la agricultura industrial no tiene la responsabilidad de justificar por qué el porcentaje de las calorías que entregan a las personas es tan bajo; por qué hay tanto desperdicio; por qué se distribuyen tantas calorías de manera ineficiente mientras se usan cantidades tan grandes de tierra y recursos.
También es probable que un factor que contribuya sea que aquellos que están en posiciones de poder en la toma de decisiones estén en el Mundo de las Minorías, donde la mayoría de los alimentos se producen industrialmente. Simplemente les parece inverosímil que la agricultura a pequeña escala pueda realmente ser más productiva por hectárea que las grandes granjas industriales. Pero la mayor parte del mundo no obtiene sus alimentos de fuentes industriales. Algunos creen que deberían hacerlo. Pero la eficacia del sistema industrial está lejos de demostrarse, especialmente cuando se tienen en cuenta las pérdidas, el desperdicio y los usos no alimentarios. De hecho, la evidencia apunta directamente en la dirección opuesta.
Es importante que todos nos preguntemos, ¿qué implicaría que la agricultura industrial no pueda (y no lo hace) alimentar al mundo? A medida que la crisis climática se profundiza, nos estamos dando cuenta colectivamente de los inmensos daños del sistema industrial: degradación ambiental, consolidación corporativa, explotación y eliminación cultural. ¿Qué pasaría si en realidad estamos equivocados? De cualquier manera, el tiempo corre y el futuro de nuestros sistemas alimentarios depende de que encontremos la respuesta correcta.
Qué nos ha inspirado esta semana
Este artículo del Transnational Institute sobre pequeños agricultores y el potencial de la agroecología. Contiene la estadística absolutamente asombrosa de que “en la Unión Europea, alrededor del 80 % de los subsidios y el 90 % de los fondos para investigación se destinan a apoyar la agricultura industrial convencional”. Añade otra dimensión a la conversación porque la financiación desigual de la investigación contribuye a la infravaloración de los pequeños agricultores en los sistemas alimentarios.
Este artículo de la Alianza Global para el Futuro de los Alimentos llamado Política del conocimiento (que quizás hayamos compartido antes), pero es una mirada fantástica y profunda de esta conversación, y recomendamos encarecidamente su lectura.
Este recurso, que también contiene un ensayo en video que explica el papel de los pequeños agricultores en la alimentación del mundo. Tiene mucha información excelente sobre el tema y la desglosa de una manera realmente accesible.
Entrevista a María Julia Mazzarino, integrante de la Asociación Argentina de Compostaje y especialista en suelos. Cómo es la evolución de los nutrientes, los efectos de la contaminación, las consecuencias del agro y la ganadería, la posibilidad de «crear suelo» para devolverlo al planeta.
“Otoño es la época que más me dedico al jardín”, es lo primero que comenta al ingresar al zoom. Vive en Bariloche, es ingeniera agrónoma, docente e investigadora del Conicet. Tiene más de 70 artículos científicos publicados, es parte fundadora de la flamante Asociación Argentina de Compostaje (Asacomp). Sabe mucho de suelos, contaminación y tiene mucha vocación de compartirlo. Además, fue directora de la Planta de Compostaje Cloacal de su ciudad, en la que se procesan los efluentes del 70 por ciento de la población y se produce alrededor de 5000 metros cúbicos de enmienda orgánica por año. Material de comprobada eficacia en la regeneración de suelos áridos y degradados.
María Julia Mazzarino proviene de una cuna de agrónomos. Un tío materno fue una de sus mayores inspiraciones, Antonio Prego, que investigaba suelos en el INTA de Castelar. Y desde su infancia en Añatuya (Santiago del Estero) y la colonia piamontesa San Francisco (Córdoba), recibió el legado de su familia por la tierra. Por ese mismo motivo también vivió en Alemania, donde realizó su doctorado sobre suelos acidificados, contaminados con azufre y distintos nitratos. “Quería aprender metodologías para medir»; recuerda.
– Usted menciona la «evolución» de los suelos. ¿En qué consiste?
– La génesis del suelo tiene que ver con el tipo de material original que tiene. Hay suelos que son muy nuevos, como acá en Bariloche, que cae permanentemente ceniza volcánica cada tantos años. Tenés un material original que salió del centro de la Tierra y de nuevo empieza a formarse un suelo. Y tenés, por ejemplo, un suelo como el de Misiones, rojo, en el que no queda nada. Eso es un esqueleto de hierro y aluminio que es lo que le da ese color, que nunca renovó su esqueleto original. Eso no quiere decir que sea malo, sino que empieza a atacar a los minerales que liberan sus nutrientes: calcio, magnesio, todo lo que las plantas necesitan que los toman gracias a esos microorganismos. Esa evolución en un suelo puede tardar 2000 años en formarse. En etapas de muy rápido desarrollo, en el que el material es muy fácilmente atacable, puede demorar 1000 años.
– ¿Qué se hizo con el suelo en los últimos años?
– El ser humano ha conseguido acelerar, para mal, procesos por la contaminación ambiental, porque llueve ácido y se aceleran los procesos de acidificación. Cuando eso debiera tardar 2000 años, la vegetación se va adaptando, desaparece un tipo de vegetación y aparece otra, van evolucionando. En Alemania los árboles se morían, sobre todo los abetos. Greenpeace denunciaba a Basf o a Bayer. Todos creían que la causa de todo era la industria y las centrales térmicas. Con el tiempo se dieron cuenta de que el principal factor contaminante era la ganadería y la agricultura. Ahí nos empezamos a dar cuenta de que los fertilizantes ácidos y los animales eran los más contaminantes a través de las heces, de la urea, que produce mucho amonio que se va al aire, se transforma en óxido de nitrógeno y cae diluido. Ahí vi todo el extremo del desarrollo humano. Acá se usaban los estiércoles, las vacas estaban sueltas y fertilizaban el campo. Por mucho tiempo pensamos que la mejor forma de producir era con animales. Pero en la medida que somos más y se necesitan altas cantidades de todo, de comida, empezaron estas fábricas de pollo, fábricas de vacas. Son fábricas. Si uno ve cómo se produce un pollo, no lo come nunca más.
Foto: Sergio Goya
– ¿Cómo evalúa la situación del suelo?
– En ambientes donde llueve mucho hay altas temperaturas y pendientes, la pérdida de suelo es tremenda. Cada vez que perdés diez centímetros de suelo estás perdiendo 2000 años de historia. La erosión es una cosa tremenda. Encima se le saca la vegetación, porque necesitás soja para vender o cosas por el estilo. El suelo queda desnudo, expuesto. También está el nitrógeno, que es el elemento que más necesitan las plantas y que no está en la parte mineral del suelo. El nitrógeno viene solo de la materia orgánica. Si el suelo la pierde, no sólo pierde la propiedad de mantener unidos los elementos, formar grumos, que el agua circule bien. La materia orgánica cumple tantos roles que es imposible contártelos todos. Descontamina, es increíble. Pero lo fundamental es que es alimento de las plantas.
– Ahora se agrega la molécula aislada, que no es lo mismo para las plantas.
– Claro. Si no tenés nitrógeno tenés que darle un fertilizante, y el que más se produce es la urea que se genera con un sistema de fijación de nitrógeno del aire. Algo particular es que el nitrógeno es el elemento más limitante para la producción en la Tierra, pero es el que más tenemos en la atmósfera.
Compostar, un proceso biológico
El compostaje es el proceso biológico por el cual los restos orgánicos (alimentos, poda, heces, cuerpos, hojas) se descomponen por la acción de bichos, hongos, bacterias y microorganismos, que los transforman en abono. Es el funcionamiento del sistema digestivo de los suelos, que siempre se está recreando a sí mismo. En Argentina se produce alrededor de un kilo de residuos diarios por persona y el 50 por ciento es compostable si se separan y se tratan en origen, ahí mismo donde se generan (o lo más cerca posible). Sin embargo, la mayoría de las veces, los residuos llegan mezclados a los más de 5000 basurales a cielo abierto del país. Materiales reciclables y orgánicos, sin tratar, que generan putrefacción y emisiones de metano, entre otros gases.
– ¿Con qué objetivos nació la Asociación Argentina de Compostaje?
– Asacomp reúne a personas que están haciendo compost. Nos asociamos para compartir nuestras investigaciones, análisis de laboratorio. Qué laboratorios pueden analizar, qué parámetros utilizar. Porque no todos los compost son buenos per sé, no se pueden aplicar así nomás a cualquier suelo. En Argentina el 70 por ciento de los suelos son áridos o semiáridos, llueve poco, hay poca vegetación y poca materia orgánica en los suelos, entonces los procesos de evolución de los suelos son muy lentos. Desde la Asociación impulsamos estudios y propuestas para ver cómo podemos hacer para que persista más la materia orgánica, para enriquecer los suelos, ver cómo podemos contribuir a la evolución de los suelos.
– ¿Cómo se vincula la situación del suelo, la basura y el compost?
– La palabra residuo quiere decir que es algo que produzco y que no lo quiero tener, que no me sirve. Y, en realidad, me sirve. Eso que llaman residuo no es basura, podemos utilizarlo. No creo que lleguemos a la basura cero, pero sí sé que al 50 por ciento de la basura la puedo reutilizar una vez que hago compost. Y a la otra puedo reciclarla en gran parte.
– ¿Cómo se puede abordar la gestión de los orgánicos en los residuos?
– Una forma es que lo hagan las ciudades e implica toda una compresión de cómo hacerlo. Lo ideal es tener muy separado lo orgánico de lo demás para asegurarnos que está lo más limpio posible. Está claro que no todos lo van a hacer y no tenemos normativa todavía que obligue al ciudadano a hacerlo, pero creo que hay mayor conciencia ciudadana que antes. Señoras y señores, no tiren la parte orgánica, traten de reciclarla y úsenla después para la maceta, para la plantita que está en el jardín de su abuela, o los arbolitos de la calle, o entréguenlo al municipio para las huertas. De esta forma, al compostar estamos devolviéndole suelo a la Tierra.
Foto: Sergio Goya
– ¿Qué posibilidades hay para la gestión de lo domiciliario de las ciudades y después llevarlo a campo?
– Hay muchos lugares del mundo donde se está haciendo. Por lo general se hace por ley, como en Francia y Alemania. Donde cada ciudadano es responsable de su parte orgánica. Hay formas de las cuales se puede discutir el tema del transporte, porque cada vez que transportamos algo estamos utilizando energía, lo que hace que se promueva cada vez más que se hagan tratamientos comunes, zonas de transferencia en donde se trate, se chipee la poda de los espacios verdes y jardines. Se han pensado montones de formas. Lo urbano también se podría utilizar para los parques de las ciudades y mantenimiento de céspedes.
– ¿Y ese mantenimiento de parques de las ciudades es valioso para la regulación de la atmósfera y la mitigación del cambio climático?
– Lo que es valiosísimo es planificar cuántas áreas verdes tiene que tener una ciudad, como lo que se está debatiendo sobre Costa Salguero en Buenos Aires. Eso hace a la respiración de la ciudad y mejora de calidad de vida. También cuántas plantas pudieran tener las personas en sus balcones. Muchas ciudades grandes tienen techos verdes que son terrazas de usos comunitarios que se sostienen con compost. No subís tierra, subís un material más esponjoso que permita la reproducción de plantas. Lo verde es imprescindible para la vida. Eso es fundamental. Y otras cosas tenemos que compostarlas industrialmente, no todo se puede compostar en una casa. Queremos convencer a los ciudadanos de que hagan las cosas lo mejor que puedan con lo que tienen. Por ejemplo, que no compren tierra negra, que la produzcan.
Este artículo fue producido en conjunto con la Campaña Mes del Compostaje (del 22 de marzo -Día del Agua – al 22 de abril -Día de la Tierra-).
Desde el Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (Maela) afirman que la agroecología brinda herramientas para fortalecer otro modelo agropecuario, en manos de campesinos, indígenas y agricultores familiares. Señalan los pasos adelante del Gobierno, pero también marcan los retrocesos. Críticas a la posición de Argentina en la ONU, donde la Cancillería se alineó con el agronegocio.
La agroecología es un nuevo paradigma que tiene múltiples dimensiones: político, económico, social, ambiental y cultural. Es en estas dimensiones donde se plantea la transformación de la sociedad neoliberal, modelo que ha llevado a la destrucción del ambiente, con la contaminación de la tierra y el agua, la deforestación y el extractivismo minero.
El mismo extractivismo que contribuye con las grandes sequías, las inundaciones y las modificaciones del clima. También provoca la destrucción de los lazos sociales, fomentando la desigualdad, la pobreza y el individualismo.
Por contrapartida, desde hace muchos años sostenemos que el hambre, la malnutrición y la desnutrición sólo pueden ser revertidos por medio de la agroecología, con políticas públicas de inclusión y desarrollo. En el mismo sentido, defendemos el acceso a una alimentación de calidad, acorde a las culturas, como un derecho fundamental. Son los pueblos los que deben decidir cómo y dónde producir, sin tener que estar sometidos a las influencias del mercado, que responde a los intereses de las grandes corporaciones.
Entendemos a la agroecología como un modo de percibir, reflexionar y actuar en nuestra realidad agraria, a partir de lo cual perseguimos el fin de integrarnos nuevamente a la naturaleza. Buscamos volver al equilibrio a partir de establecer y enriquecer flujos, ciclos y relaciones permanentes entre los componentes de los agroecosistemas, con el cosmos y la sociedad en la cual vivimos.
También creemos que, para producir los alimentos, se necesitan políticas publicas integrales que defiendan el acceso a la tierra y el agua, sin contaminación, de campesinos y campesinas, indígenas y agricultores familiares. Y para garantizar el acceso a esos alimentos de calidad el Estado, en sus distintos niveles, debe promover el agregado de valor en el territorio, las ferias y mercados de cercanía, administrados por las organizaciones y comunidades que los producen.
A nivel internacional, a las organizaciones nos llevó mucho tiempo, esfuerzo y trabajo lograr que en algunos sectores de la FAO y de la ONU hablaran de la agroecología y comenzaran a considerarla como una posibilidad. Lamentablemente los capitales económicos concentrados manipulan al poder político y la agroecología pasó a ser un “riesgo” para el sistema. Comenzaron a buscar diversas formas para vaciarla de contenido, con la complicidad y el apoyo de algunos gobiernos.
Desde Maela afirmamos que solamente el pueblo organizado y movilizado puede ponerle límite al interés desmedido de los grandes terratenientes, las mega empresas, el capital concentrado y lograr incidir en el poder político.
Sabemos que existen tensiones en los territorios y que la lucha es muy larga, pero como nos enseñaron nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo: la única lucha que se pierde es la que se abandona.
El día 25 de febrero de 2021 el presidente chino Xi Jinping anunció que China había logrado una “victoria total” en su lucha contra la pobreza al haber conseguido sacar de la pobreza a los últimos 98.99 millones de personas pobres del ámbito rural que vivían por debajo del actual umbral de pobreza. Con ello se ha sacado de la lista de pobreza a todas las 932 regiones y 128.000 aldeas empobrecidas. El presidente Jinping lo anunció en un encuentro para celebrar los logros de la nación en lo referente a la reducción de la pobreza y honrar a quienes luchan contra la pobreza.
La importancia del logro de China destaca por el hecho de que el PNUD calcula que para 2030 otros 207 millones de personas en todo el mundo pueden caer en la pobreza extrema debido al impacto a largo plazo de la pandemia, lo que significaría que la cantidad total de personas que viven en la pobreza extrema asciende a más de mil millones de personas. A diferencia de las previsiones para otros países, a lo largo de los últimos ocho años en China se ha sacado a casi cien millones de personas de la pobreza (la cantidad se calcula según su actual umbral de pobreza). Y desde 1978, cuando el Partido Comunista de China (PCC) decidió revisar sus políticas económicas según su política de “reforma y apertura”, se ha sacado de la pobreza a casi 770 millones de personas residentes en zonas rurales. Según el umbral de pobreza internacional establecido por el Banco Mundial, desde finales de la década de 1970 China es responsable de más del 70 % de la reducción global de la pobreza.
Las estadísticas demuestran que en la década de 1990 por cada aumento de un punto porcentual del PIB de China, la población rural pobre disminuyó un 0,8 %. En los últimos años aproximadamente un millón de personas de este país salió de la pobreza absoluta cada mes, es decir, cada tres segundos salió una persona de la pobreza. Los ingresos netos per capita de la población empobrecida registrada aumentaron de 2.982 yuanes en 2015 a 10.740 yuanes en 2020. A pesar del impacto de la pandemia de covid-19, China ha logrado en el plazo previsto su objetivo histórico de acabar con la pobreza absoluta.
El actual umbral de pobreza de China es multidimensional y se estableció según los criterios fijados por las organizaciones internacionales y teniendo en cuenta las peculiares condiciones nacionales de China. Además de los ingresos también se tuvieron en cuenta los niveles de educación, sanitarios y de vida. China fijó su umbral de pobreza en unos ingresos anuales per capita de 2.300 yuanes en valores constantes de 2010, o en 2,3 dólares estadounidenses en términos de paridad de poder adquisitivo por persona y día. Para 202= se clasificaba como empobrecida a una persona que ganara menos de 4.000 yuanes al año.
Los resultados de la disminución de la pobreza se lograron sobre las bases establecidas tras la victoria de la Revolución china en 1949. Como ha reconocido Xi Jinping, las bases de la actual victoria se establecieron gracias al trabajo de las anteriores generaciones de líderes de la República Popular China. En un primer momento China llevó a cabo reformas agrarias y cambios a gran escala en la agricultura, lo que hizo que disminuyera la pobreza en las zonas rurales. Sus prácticas para disminuir la pobreza pasaron por diferentes etapas en las que hubo reformas de la economía rural, campañas destinadas a lograr el desarrollo regional y una combinación de “enfoques regionales más amplios y precisos”.
China convirtió la erradicación de la pobreza en un requisito básico para lograr para 2020 su objetivo de crear una “sociedad moderadamente más próspera en todos los sentidos”. En 2011 China completó su primer programa de diez años para disminuir la pobreza y de desarrollo. Fue el primer país del mundo en lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU de 2015 de reducir a la mitad el índice de pobreza extrema. Quedaban todavía aquellas regiones en las que había una pobreza profunda. Desde 2012 el gobierno se centró en esas zonas profundamente empobrecidas y en grupos empobrecidos específicos. Se estableció el objetivo de garantizar que “las personas rurales pobres se libran de la preocupación por la comida y la ropa, y tienen acceso a la educación obligatoria, a servicios médicos básicos y a una vivienda segura”.
China llevó a cabo su campaña para disminuir la pobreza bajo la consigna de “seis medidas precisas” y “cinco tandas”. Las “seis medidas precisas” son: ‘(i) identificar de forma precisa a las personas pobres, (ii) preparar minuciosamente los proyectos, (iii) un uso adecuado de los fondos, (iv) unas medidas dirigidas a los hogares, (v) el emplazamiento preciso de los funcionarios encargados de la lucha contra la pobreza en las aldeas y (vi) unos efectos cuantificables de la disminución de la pobreza. La “cinco tandas” se refieren a sacar a las personas de la pobreza por medio de (i) aumentar la producción para incrementar el empleo, (ii) la reubicación , (iii) trabajos relacionados con la protección del entorno natural, (iv) la educación (v) y subsidios de subsistencia.
En 2014 China destinó a más de 800.000 cuadros a identificar a las personas pobres. En 2015 esa cantidad aumentó a más de dos millones de cuadros encargados de verificar la exactitud de los datos que clasificaban a las personas como pobres. El proceso de verificación comprendía “cuatro pruebas”, es decir, el examen de la vivienda, las existencias de alimentos, la capacidad laboral y la presencia de niños en la escuela. Gracias a ese completo proceso de verificación, identificaron 14 zonas contiguas de pobreza extrema, 832 regiones empobrecidas y 128.000 aldeas empobrecidas que debían salir de la pobreza.
El principio fundamental que guiaba las políticas chinas de erradicación de la pobreza era adoptar un enfoque centrado en el pueblo y ratificar el liderazgo del Partido y del sistema socialista. Xi Jinping afirmó: “Erradicar la pobreza, mejorar el nivel de vida del pueblo y lograr la prosperidad común son requisitos esenciales del socialismo y una misión clave del PCC”. Este partido siempre ha afirmado que sus objetivos básicos, acordes con los principios del socialismo y la economía política marxista, son “el desarrollo humano, la erradicación de la pobreza, mejorar el nivel de vida y lograr la prosperidad común. Las razones clave de la victoria contra la pobreza radican en las ventajas políticas del sistema socialista, que puede reunir los recursos de toda la sociedad y generar solidaridad y acciones conjuntas”. China ha podido reducir la pobreza de forma continua porque su sistema social equilibra “justicia y eficiencia” y “desarrollo económico y disminución de la pobreza”.
En su décimo octavo congreso del partido el PCC declaró que “la contradicción principal de la sociedad china es la que hay entre las necesidades cada vez mayores del pueblo de tener una vida mejor y un desarrollo desequilibrado e inadecuado. El mayor desequilibrio en el desarrollo es el que existe entre las zonas urbanas y rurales. El nivel de desarrollo de estas últimas es insuficiente. La intersección entre un desarrollo urbano y rural desequilibrado, y un desarrollo rural insuficiente se produce en las zonas afectadas por la pobreza, especialmente en las zonas profundamente empobrecidas”. Para resolver esta contradicción a favor de las personas y de las clases productivas, el PCC instó a los comités del partido y a los gobiernos locales a hacer de la disminución de la pobreza una prioridad absoluta durante el décimo tercer periodo del Plan Quinquenal (2016-2020) y a centrarse en el desarrollo económico y social.
Se encargó a las personas que ocupaban el cargo de la secretaría del partido en los ámbitos provincial, municipal, regional, de las ciudades y de las aldeas llevar a cabo la campaña estatal contra la pobreza. Se definieron los papeles de los departamentos del Partido y del gobierno a diferentes niveles como “planificación central, responsabilidad provincial e implementación en ciudades y provincias”. La dirigencia principal del Partido y de los departamentos del gobierno en todo los niveles desempeñaron un papel fundamental a la hora de garantizar “la planificación de los recursos, la implementación de las políticas y la movilización social”. No se permitió el traslado a otras zonas de los principales funcionarios de las 832 regiones empobrecidas antes de que las regiones en las que trabajaban salieran de la pobreza.
Se destinó a más de 500.000 cuadros seleccionados a trabajar como primeros secretarios del PCC en los pueblos para luchar contra la pobreza desde la primera línea. Se envió al ámbito rural a un total de 255.000 equipos para ofrecer ayuda sobre el terreno y a más de tres millones de personas como comisarios especiales para disminuir la pobreza. Todos estas personas trabajaron en primera línea junto con casi dos millones de cuadros de los municipios y millones de cuadros de los pueblos. 1.800 cuadros del PCC perdieron la vida mientras trabajaban en la lucha por disminuir la pobreza. En los últimos ocho años se han invertido casi 1.6 billones de yuanes en la lucha para disminuir la pobreza. Desde 2016 hasta septiembre de 2020 los fondos anuales destinados a disminuir la pobreza de 832 regiones empobrecidas pasaron de decenas de millones de yuanes a 360 millones de yuanes. Todos esos esfuerzos dan ahora sus frutos.
China detalló unas normas estrictas para excluir de la lista a las personas aldeanas afectadas por la pobreza y considerarlas “libres de la trampa de la pobreza”. Antes de salir de la lista los hogares pobres deben tener “unos ingresos per capita netos anuales estables superiores al umbral de pobreza, comida y ropa suficiente, acceso a la educación obligatoria, servicios médicos básicos y una vivienda segura”. Esta evaluación la hicieron unos asesores que contaban con la participación de universidades y organizaciones sociales que realizaron investigaciones por muestreo y verificaciones sobre el terreno para poder hacer análisis independientes y evaluar cada indicador. Estos equipos también evaluaron los resultados de los funcionarios que trabajaban en la campaña de disminución de la pobreza. Solo después de este riguroso proceso de verificación se anunció la erradicación de la pobreza absoluta.
La campaña de disminución de la pobreza dirigida por el PCC se resumen en estas cinco consignas*: “un liderazgo decidido, un programa detallado, una orientación al desarrollo, una gobernanza basada en datos y una ejecución descentralizada”.
Xi Jinping afirmó: “Librarse de la pobreza no es el objetivo final, sino el punto de partida de una nueva vida y de nuevos objetivos. Se van a llevar a cabo otras campañas para integrar el trabajo de consolidar los logros de la disminución de la pobrezas con la revitalización del ámbito rural”. Una vez eliminada la pobreza absoluta, China ha cumplido con diez años de adelanto el objetivo de erradicación de la pobreza establecido por la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU. Después de lograr este objetivo China declaró que va a establecer un periodo de transición de cinco años para seguir ofreciendo ayuda y supervisión.
*En el original se mencionan “5 D” por la inicial de cada una en inglés: “Determined Leadership, Detailed Blueprint, Development Oriented, Data-based Governance and Decentralised Delivery” (N. de la t.)
La economía no puede crecer indefinidamente y debe supeditarse a cada ecosistema, nunca al revés como nos repite inconscientemente el mantra capitalista
Mariquita en haba
Los libros, como los olores, evocan recuerdos. Tomar de mi biblioteca Elogi de l’hort urbà, de Albert Vidal y Vanessa Prades me retrotrae al tiempo en que los huertos para mi [solo] eran metáforas. Al menos una por cada capítulo. El huerto como lugar para defender la identidad rural a las que tantas balas dispara la globalización uniformizadora. El huerto que, a pequeña escala, imita y traslada los paisajes y cultivos para tantas personas a las que el colonialismo y el hurto les impide vivir en sus territorios, convirtiéndose en el mejor asidero para superar el duelo migratorio. El huerto que, como Carl Honoré, desafía al culto a la velocidad en una loa a la lentitud y al silencio abriendo los cuerpos y la mente, cual semillas germinando, a otras dimensiones. El huerto como un torno de alfarero donde todo depende de la creatividad de tus manos. Y desde luego, el huerto recolector de alimentos que, situado en la base de la soberanía alimentaria, inspiró aquello de “mucha gente pequeña, en muchos lugares pequeños, cultivarán pequeños huertos que alimentarán al mundo”.
Fue después de caer seducido por este ‘no manual’ cuando decidí recuperar el huerto de mi bisabuelo Francesc, en el pueblo de mi familia paterna, Santa Coloma de Queralt, allí donde las provincias de Lleida, Barcelona y Tarragona buscan el roce. Muy pocos metros cuadrados donde el abandono y el paso anual de los herbicidas habían acabado con toda forma de vida. Lo mismo que su vecino de linde izquierda y su vecino de linde derecha. Muy ilusionado y siguiendo algunos consejos, quise regenerarlo primero abonando la tierra y segundo, plantando todo el pequeño huerto con habas, que sabía que enriquecerían la tierra con el nitrógeno de sus raíces.
El monocultivo fue un éxito y aquello se convirtió en una selva de habichuelas mágicas crecidas hasta alcanzar el cielo. Pero los brotes tiernos atrajeron a millones de pulgones dispuestos a darse un festín. De manera que para detener aquel habicidio, toda la familia salimos al campo a la búsqueda de mariquitas comepulgones para reintroducirlas en un hábitat realmente empobrecido y frágil. Fue la primera lección. La vida se mantiene en equilibrio gracias a la caótica complejidad de la biodiversidad. El huerto me mostró con precisa exactitud lo que sucede con los monocultivos de soja o palma africana que las multinacionales agrarias se empeñan en extender por todo el mundo. La reducción de la biodiversidad, tan drástica y de dimensiones tan gigantescas, abona el terreno para el nacimiento de plagas como la pandemia actual del coronavirus.
El huerto me mostró con precisa exactitud lo que sucede con los monocultivos de soja o palma africana que las multinacionales agrarias se empeñan en extender por todo el mundo
Día a día ese huerto convierte las metáforas en otros muchos aprendizajes. Se transformó en la escuela con la que he aprehendido, es decir con la que mis sentidos han interiorizado las reglas básicas que la Naturaleza nos dicta para seguir formando parte de Ella. Me enseñó, por ejemplo, que el planeta Tierra no es más que un huerto en el Universo y no podemos pedirle más de lo que sus dimensiones concretas nos puede ofrecer. O lo que es lo mismo, la economía no puede crecer indefinidamente y debe supeditarse a cada ecosistema, nunca al revés como nos repite inconscientemente el mantra capitalista.
En el huerto, la soberbia antropocéntrica que nos hace considerarnos irreductibles y todopoderosos también queda hecha añicos. Que podamos recolectar tomates, melones o calabazas dependerá de la presencia de organismos microscópicos que habitan el suelo y que no vemos; de abejas y otros polinizadores que habitan los aires y que no podemos domesticar; y de la lluvia que quiera asomarse o no o del granizo que no quiera acudir o sí.
Aun siendo el oficio de hortelano una práctica similar a la de pintor, escultor o escritor donde predomina el hecho creativo individual de cada “artista”, en él la dimensión de la interdependencia también está presente. Claro ejemplo de ello son los huertos comunitarios, gestionados desde lo colectivo para satisfacer necesidades de grupo. O la distribución de las tierras comunales en muchos pueblos para garantizar un huerto por familia o huertos para las familias con mayor necesidad. O, como me explicó mi amigo José Cófreces, el sistema grupal que en su aldea gallega de Tronceda han organizado para repartirse los excedentes de cada huerto, buscando la complementariedad. Aquí me sobran calabazas, yo tengo muchos tomates, ¿quién quiere fresas? Una aplicación colaborativa sin patentes, que llaman BlablaCol.
Y, reciente aprendizaje, ¿no es el huerto nuestra pequeña selva o bosque donde aflora el salvaje que llevamos dentro? Voy a tomar otro libro de la biblioteca, Mujeres que corren con los lobos,de Clarissa Pinkola Estés, para explorar esta sensación.
Epílogo, la metamorfosis
Primero, leer de huertos produjo metáforas; después, las metáforas del huerto se hicieron lecciones y, por último, las lecciones del huerto se han transfigurado en poemas que han vuelto al papel que he recogido, con el apoyo de la editorial Pol·len, en el poemario mínimo Huertos de Libertad. Ha sido impreso sobre papel hierba, no solo como medida ecológica, también como medida de precaución porque nos aseguramos así que –guste o no guste– siempre puede echarse al cubo de los residuos orgánicos. Siempre puede ser devuelto a la tierra.
El neoliberalismo amenaza estos días con barrer los cimientos mismos de la política (lo público) y de lo político (lo convivencial). Individuos supeditados a una lógica de mercados globales, aislados en burbujas, agregados en masa para la compra o para la distribución audiovisual de servicios (ocio, atención sanitaria, educación, consumo, etc.).
Naomi Klein nos advertía de algunos errores del marxismo vulgar: cuanto peor no es mejor, sino que abre camino a La doctrina del shock: al neoliberalismo le va bien los estados de pánico y violencia para aterrizar férreamente sus dogmas interesados, privatizadores y renovadores de grandes desigualdades. Hace apenas 7 años, Philip Mirowski escribía el libro Nunca dejes que una crisis te gane la partida ¿Cómo ha conseguido el neoliberalismo, responsable de la crisis, salir indemne de la misma? para comprobar, como volvía a hacer recientemente en una entrevista concedida al magazine Jacobin, que la crisis del coronavirus servía de trampolín para la bestia neoliberal y las élites que la cabalgan. Muy mal nos va a ir a la humanidad en su conjunto en este aumento global del riesgo. Riesgo poco democrático, pues crecerán patrones de desigualdad o de mortalidad derivados de exclusiones de clase y de género, migraciones, sometimientos rurales o situación periférica en lo económico (regiones especializadas en aportar energías y materias primas).
¿Hay alternativas? Sí, están en marcha. Son el conjunto de estrategias que apuestan o renuevan una física social (instituciones, lazos, lógicas territorializadas) basada en el contagio cooperativo, cerrar circuitos para no horadar más los ciclos vitales del planeta y anteponer los cuidados (cuerpos, lazos, ecosistemas). En el caso de la alimentación esta apuesta es lo que denominamos Agroecología en 3C. Sirve para identificar iniciativas, saltos de escala o políticas públicas que caminan desde la triada Cooperación-Cuidados-Circuitos cortos. Y nos permite también “visualizar” dónde el neoliberalismo avanza en la cuestión alimentaria, cuándo se están proponiendo nuevos nichos de mercado “en verde” y qué apuestas presentadas como “agroecológicas” son en realidad una convencionalización de la agricultura, la ganadería y la pesca para deleite de las grandes corporaciones.
La alimentación pasa a ser pomposamente reconocida como un “sector esencial”. La “esencialidad” está siendo disputada. Es importante examinar las medidas e iniciativas desde las 3C. Ser conscientes de cuándo las salidas propuestas siguen (o no) un enfoque de derechos y de relocalización de economías, en este caso del derecho a la alimentación y nutrición adecuadas y de la producción que se acomoda a los ciclos vitales de los diferentes ecosistemas (biodiversidad, fertilidad, agua, nitrógeno, adaptación al clima, etc.). O, por el contrario, persiguen calificar de “esenciales” todo producto comestible que tiene por primera y última razón de ser alimentar a la gran distribución y al gran negocio de la comida.
En nuestro sistema agroalimentario partimos de una narrativa que hablaba de importar a personas migrantes para la recogida de cosechas o llenar estantes de grandes superficies. Frente a la misma han existido personas y redes que se han sentido atacadas por dichas narrativa y las medidas que las sacaban de lo esencial. Es el caso del cierre de los mercados de productoras y los huertos de autoconsumo, despreciados como canal esencial de acceso a alimentos. Como consecuencia de este descontento ha habido movilizaciones tanto a nivel estatal en la campaña SOSCampesinado, como articulaciones a nivel local de cientos de iniciativas reivindicando y resolviendo en la práctica sus urgencias, y que situaríamos en esa Agroecología en 3C. Así, en el País Vasco la presión ciudadana hizo que a las 48 horas de prohibir los mercados el Gobierno Vasco tuviera que rectificar, y mientras tanto los proyectos se organizaban para poder llevar a los domicilios de quienes no podían salir de sus casas productos frescos y sanos, imprescindibles en esta situación. Si algo positivo se puede sacar de estos meses, es el crecimiento de la demanda que han tenido los grupos de consumo y de Agricultura Sostenida por la Comunidad en todo el Estado Español, bien por el mencionado servicio a domicilio o bien porque parte de la ciudadanía ha apostado por sostener producciones locales.
En general se puede decir que las políticas públicas en el plano alimentario han beneficiado a la gran producción y distribución: el único territorio legitimado política y mediáticamente es el espacio de los supermercados; el #quédateencasa es también un “quédate sin productos de proximidad”; se habla de comida, seguridad a base de una higiene químico y proteger la gran distribución, no del derecho a una nutrición saludable. Un gran exponente de la salida neoliberal a nivel global ha sido la intervención estatal de la administración Trump para dar facilidades a la gran industria cárnica, trato muy diferente al otorgado al sistema sanitario.
En el contexto español podemos encontrar ejemplos de buenas prácticas orientadas a los circuitos cortos. Se ha entendido que es obligación de la administración garantizar la producción sostenible, el derecho a la alimentación y nutrición adecuadas. Es el caso de la Consejería de agricultura en las Islas Baleares, que en cuanto empezó la pandemia protegió los Mercados locales y que durante estos meses ha ido implementando distintas medidas, desde ayudas económicas al sector hasta la compra pública de excedentes para sostener a las pequeñas producciones, demostrando que si hay voluntad política es posible.
La cooperación, ha desbordado las redes de apoyo mutuo en muchos barrios. La pobreza alimentaria se ha hecho visible, aunque en buena parte ya estaba aquí. Eso sí, el pilar principal para que las personas con menos recursos puedan acceder a alimentos han sido las redes de apoyo mutuo y las personas voluntarias, desde las vecinas hasta las propias tenderas del barrio han participado tanto con donaciones como en los repartos a quienes lo necesitaban. Aquí de nuevo se ve cómo las tareas que sostienen la vida de todas se basan en las relaciones y en los lazos comunitarios que todavía permanecen vivos en muchos lugares y han sido claves para muchas en estos tiempos.
A pesar de lo positivo de esto, no es posible dejar que el derecho a la alimentación y nutrición adecuada recaiga únicamente en la voluntariedad mientras las políticas públicas miran a otro lado, tanto en hacer llegar el alimento, como en la calidad del mismo. Ejemplos como lo acontecido con Telepizza-Rodilla en Madrid han puesto en evidencia que para algunas políticas las personas con menos recursos se merecen como mucho llenar el plato pero sin mirar con qué. Por eso también hay que destacar las buenas iniciativas, como el caso del ayuntamiento de Tenerife que organizó el reparto de cestas de producto fresco local o otras Comunidades donde el servicio de Becas de comedoras se ha mantenido aportando además la entrega a domicilio. O desde redes agroecológicas tenemos la campaña Alimentando Córdoba, la cual ha facilitado alimentos de temporada y ecológicos a familias excluidas socialmente.
En muchas de estas iniciativas, vemos la cooperación, vemos el cierre de ciclos y vemos los cuidados, entendiendo como esencial lo que sostiene nuestras vidas aunque siga moviéndose en la parte invisible del iceberg de la cadena alimentaria, las pequeñas producciones, las pequeñas iniciativas de distribución y sobre todo los hogares.
El pilar principal para que las personas con menos recursos puedan acceder a alimentos han sido las redes de apoyo mutuo y las personas voluntarias, desde las vecinas hasta las propias tenderas del barrio
Mientras todo esto sucedía, el sector agrario se tambaleaba, tanto el de proximidad como el sector de la pequeña producción dependiente de los monocultivos orientados a la gran distribución en manos de cadenas globales. Las reivindicaciones de buena parte de las organizaciones agrarias reforzaban la parte visible del iceberg, enfocando sus mensajes hacia los (imposibles) precios justos dentro del actual sistema oligopólico.
Urge el cambio de modelo agroalimentario y urgen también medidas de apoyo al sector productivo y a las personas trabajadoras del campo para comenzar una transición hacia producciones sostenibles y diversificadas. En ocasiones, algunas organizaciones, espoleadas por el afán de titulares simplificadores de los grandes medios, han corrido a defender la gran precariedad y subordinación a los intereses de la gran distribución. Se ha obviado lo que sucedía en los mercados locales o se ha llegado a poner en duda las denuncias sobre condiciones laborales de explotación o pseudo-esclavitud evidenciadas por el relator de Naciones Unidas en sectores altamente intensivos. Los grandes medios y las grandes organizaciones agrarias más próximas a la patronal agroexportadora hablan del campo como si fuera solo uno (el grande, el visible) y no un ecosistema de realidades diversas, donde quienes sostienen los territorios, las verdaderamente esenciales, acaban siempre ocultas. El campo hoy tiene margen para trabajar una producción y un derecho a la alimentación que se acerque a las 3C mencionadas y se aleje del negocio de la comida.
Tejer alianzas por la nutrición y un mundo rural vivo
Para que el modelo cambie, y tanto la pequeña producción como la agroecológica conformen una alianza por el derecho a la alimentación y la producción sostenibles, se requiere disputar conjuntamente el negocio de la comida. En suma, dejar de apostar por la gran distribución como vaca sagrada que hay que venerar y obedecer. Antes al contrario, hay que hacer visibles los problemas y los derechos de todos los eslabones de la cadena, las relaciones opresoras y, sobre todo, defender la dignidad de las personas por encima de narrativas que nos hablen de heroicidades en la pequeña producción, la empresa, quienes trabajan en un supermercado, etc., todos y todas ellas con mayores riesgos sanitarios y cada vez más bajos ingresos. No se trata de ser héroes ni heroínas, estas figuras están creadas para ensalzar lo excepcional dentro de un modelo que normaliza la precariedad.
En el caso de lo alimentario, además, la excepcionalidad ha llevado a hablar incluso de “superalimentos” para nombrar lo que debería ser habitual, lo nutritivo y generar categorías nuevas de productos que se consideran “comestibles” aunque carezcan de nutrientes y les sobren azúcar y grasas, empezando desde la cuna con la alimentación infantil. Por el contrario, lo que la agroecología propone es normalizar la sostenibilidad de la vida, entender que el derecho a la alimentación y nutrición adecuada y el modelo agroecológico no pueden ser algo especial, simplemente es lo esencial y lo que puede hacer viable un mundo rural vivo.
Agroecología-3C en el Estado español
En el contexto español podemos encontrar ejemplos de buenas prácticas orientadas a los circuitos cortos. Se ha entendido que es obligación de la administración garantizar la producción sostenible, el derecho a la alimentación y nutrición adecuadas. Es el caso de la Consejería de agricultura en las Islas Baleares, que en cuanto empezó la pandemia protegió los Mercados locales y que durante estos meses ha ido implementando distintas medidas, desde ayudas económicas al sector hasta la compra pública de excedentes para sostener a las pequeñas producciones, demostrando que si hay voluntad política es posible.
La cooperación, ha desbordado las redes de apoyo mutuo en muchos barrios. La pobreza alimentaria se ha hecho visible, aunque en buena parte ya estaba aquí. Eso sí, el pilar principal para que las personas con menos recursos puedan acceder a alimentos han sido las redes de apoyo mutuo y las personas voluntarias, desde las vecinas hasta las propias tenderas del barrio han participado tanto con donaciones como en los repartos a quienes lo necesitaban. Aquí de nuevo se ve cómo las tareas que sostienen la vida de todas se basan en las relaciones y en los lazos comunitarios que todavía permanecen vivos en muchos lugares y han sido claves para muchas en estos tiempos.
A pesar de lo positivo de esto, no es posible dejar que el derecho a la alimentación y nutrición adecuada recaiga únicamente en la voluntariedad mientras las políticas públicas miran a otro lado, tanto en hacer llegar el alimento, como en la calidad del mismo. Ejemplos como lo acontecido con Telepizza-Rodilla en Madrid han puesto en evidencia que para algunas políticas las personas con menos recursos se merecen como mucho llenar el plato pero sin mirar con qué. Por eso también hay que destacar las buenas iniciativas, como el caso del ayuntamiento de Tenerife que organizó el reparto de cestas de producto fresco local o otras Comunidades donde el servicio de Becas de comedoras se ha mantenido aportando además la entrega a domicilio. O desde redes agroecológicas tenemos la campaña Alimentando Córdoba, la cual ha facilitado alimentos de temporada y ecológicos a familias excluidas socialmente.
En muchas de estas iniciativas, vemos la cooperación, vemos el cierre de ciclos y vemos los cuidados, entendiendo como esencial lo que sostiene nuestras vidas aunque siga moviéndose en la parte invisible del iceberg de la cadena alimentaria, las pequeñas producciones, las pequeñas iniciativas de distribución y sobre todo los hogares.
Mientras todo esto sucedía, el sector agrario se tambaleaba, tanto el de proximidad como el sector de la pequeña producción dependiente de los monocultivos orientados a la gran distribución en manos de cadenas globales. Las reivindicaciones de buena parte de las organizaciones agrarias reforzaban la parte visible del iceberg, enfocando sus mensajes hacia los (imposibles) precios justos dentro del actual sistema oligopólico.
Urge el cambio de modelo agroalimentario y urgen también medidas de apoyo al sector productivo y a las personas trabajadoras del campo para comenzar una transición hacia producciones sostenibles y diversificadas. En ocasiones, algunas organizaciones, espoleadas por el afán de titulares simplificadores de los grandes medios, han corrido a defender la gran precariedad y subordinación a los intereses de la gran distribución. Se ha obviado lo que sucedía en los mercados locales o se ha llegado a poner en duda las denuncias sobre condiciones laborales de explotación o pseudo-esclavitud evidenciadas por el relator de Naciones Unidas en sectores altamente intensivos. Los grandes medios y las grandes organizaciones agrarias más próximas a la patronal agroexportadora hablan del campo como si fuera solo uno (el grande, el visible) y no un ecosistema de realidades diversas, donde quienes sostienen los territorios, las verdaderamente esenciales, acaban siempre ocultas. El campo hoy tiene margen para trabajar una producción y un derecho a la alimentación que se acerque a las 3C mencionadas y se aleje del negocio de la comida.
Tejer alianzas por la nutrición y un mundo rural vivo
Para que el modelo cambie, y tanto la pequeña producción como la agroecológica conformen una alianza por el derecho a la alimentación y la producción sostenibles, se requiere disputar conjuntamente el negocio de la comida. En suma, dejar de apostar por la gran distribución como vaca sagrada que hay que venerar y obedecer. Antes al contrario, hay que hacer visibles los problemas y los derechos de todos los eslabones de la cadena, las relaciones opresoras y, sobre todo, defender la dignidad de las personas por encima de narrativas que nos hablen de heroicidades en la pequeña producción, la empresa, quienes trabajan en un supermercado, etc., todos y todas ellas con mayores riesgos sanitarios y cada vez más bajos ingresos. No se trata de ser héroes ni heroínas, estas figuras están creadas para ensalzar lo excepcional dentro de un modelo que normaliza la precariedad.
En el caso de lo alimentario, además, la excepcionalidad ha llevado a hablar incluso de “superalimentos” para nombrar lo que debería ser habitual, lo nutritivo y generar categorías nuevas de productos que se consideran “comestibles” aunque carezcan de nutrientes y les sobren azúcar y grasas, empezando desde la cuna con la alimentación infantil. Por el contrario, lo que la agroecología propone es normalizar la sostenibilidad de la vida, entender que el derecho a la alimentación y nutrición adecuada y el modelo agroecológico no pueden ser algo especial, simplemente es lo esencial y lo que puede hacer viable un mundo rural vivo.