lunes, 20 de abril de 2020

Las reacciones de los mercados criminales ante la crisis producida por el coronavirus



Fuentes: CLAE
La razón de ser de los mercados criminales es la generación de ganancias de manera constante, para ello desarrollan una estructura que les permite que las relaciones sociales en las que se basan perduren en el tiempo y no sean simples actos aislados. Esas ganancias,a grandes rasgos, se pueden calcular tomando la diferencia entre los ingresos criminales (ingresos producto de la prestación de los bienes y servicios que ofrece) y los costos criminales (como pago de honorarios a la mano de obra, abogados, contadores, transportistas, sobornos, compra de materias primas).
Esas organizaciones en la actualidad llevan adelante sus negocios implementando una gestión netamente empresarial a fin de evaluar cuales son las actividades que les serán más redituables, utilizando la capacidad de innovación en los procesos de producción, distribución y comercialización y procurando obtener las mayores ganancias posibles obviamente con los menores costos posibles, pero necesariamente -por el origen ilícito de sus actividades- vulneran sistemáticamente las leyes,en la mayoría de los casos en distintas jurisdicciones al mismo tiempo y tratando de disminuir la posibilidad de captura de sus integrantes, porque ese hecho también les implica un costo.
Siguiendo a las investigaciones realizadas por el especialista en seguridad pública Víctor Sánchez Valdés, podemos afirmar que las organizaciones criminales en la actualidad se definen como un sistema de relaciones sin contar con una estructura específica y que cada red o grupo del que se tiene conocimiento es solo una parte visible pero no es la organización en su totalidad.
Esto permite que la desarticulación de una de las redes o grupo no influya en la estructura total ya que puede ser reemplazada por otra y la organización puede seguir operando adaptándose a los cambios que se produzcan, sin importar si esos cambios se generaron en el interior de la organización o si son externos y ajenos a la voluntad de sus integrantes.
Por otro lado, el avance de la tecnología, la globalización y la apertura de fronteras a través de puertos, aeropuertos y pasos transfronterizos permitieron, sobre todo a partir de la década de 1980, que no sean necesarias las grandes estructuras de las organizaciones, con comunicaciones más fluidas, menos costosas y más rápidas y que las relaciones ya no sean jerarquizadas sino horizontales.
Son, precisamente, estas características las que les permiten hoy a las organizaciones criminales utilizar la innovación en el comercio para aggiornarse a las circunstancias que ha dejado evidenciadas la crisis del coronavirus, ya que el cierre de fronteras influye a las actividades lícitas pero también a las ilícitas.
Si bien a pesar de que no se han publicado estadísticas oficiales, ha sido noticia en diversos medios de comunicación que las denuncias por delitos comunes como el robo ha disminuído en casi un 50% desde que se inició la cuarentena, pero cabe preguntarse ¿que es lo que pasa con los delitos complejos?.
Sobre todo, teniendo en cuenta que el sistema judicial se encuentra en feria, los organismos de supervisión es poco lo que supervisan, los plazos procesales de las actuaciones sumariales se encuentran suspendidos por el tiempo de la cuarentena en la gran mayoría de los organismos del estado, circunstancias todas que permiten a las grandes organizaciones adaptarse a los cambios producidos en éstos últimos tiempos.
Los autores Salcedo Albarán y Garay Salamanca, utilizan un concepto muy interesante para el análisis de las redes criminales que ha sido tomado de otras ciencias como es el deresiliencia, entendiendo que se trata de la capacidad de un sistema para adaptarse a los cambios y/o convertir los desafíos en oportunidades.
A modo de ejemplo, voy a mencionar algunas advertencias que realizan distintos órganos de control y de seguridad a nivel mundial, que permiten concluir que distintas organizaciones criminales se están adaptando a los cambios producidos en los últimos tiempos y es por esa razón que resulta necesario realizar un seguimiento exhaustivo de las transformaciones de los comportamientos de esas organizaciones que desde el inicio de la cuarentena han ido adecuando sus modelos de negocios a fin de evaluar cuales son las actividades más lucrativas que les permitirán continuar con la generación de ganancias constantes requeridas para continuar operando:
a) Fraudes electrónicos.
Debido al cierre al público de las instituciones bancarias, centros de pagos de servicios y de proveedores de créditos no financieros, ( aunque cabe advertir que al momento de la publicación de la presente nota se está flexibilizando lentamente la apertura al público para el pago de servicios, créditos y retiro de dinero), se ha producido un gran aumento de la utilización de medios electrónicos, billeteras electrónicas, proveedores de servicios de pagos, plataformas electrónicas, lo que implica un gran aumento de esas transacciones. En ese sentido el FBI ha emitido un comunicado advirtiendo sobre el posible aumento de los fraudes en esto tipo de operaciones.
b) Consolidación del apoyo local.
Si bien esta es una de las características de la actuación de los mercados criminales, la cual ha sido una constante sobre todo por los carteles de drogas a lo largo de los tiempos, en la actualidad expertos en la materia destacan que organizaciones de la mafia italiana, aprovechan de la situación económica que genera la pandemia para ofrecer ayuda a comerciantes de los distintos lugares en los que operan, consolidando así la afinidad y confianza de los lugareños para incorporar a sus organizaciones nuevos puntos de lavado de activos y conseguir el apoyo que les permita poder seguir operando más fortalecidos una vez concluida la pandemia.
c) Lavado de activos
Por último, Gafilat, mediante un comunicado de fecha 8 de abril, ha advertido sobre el aumento no solo de los casos de fraudes financieros y estafas, sino de la aparición de nuevos casos de esquemas Ponzi por la necesidad de financiamiento por parte de diferentes sectores de la economía, el aumento de casos de corrupción y también del tráfico de medicamentos falsificados, aprovechándose de la necesidad de insumos sanitarios, la falta de información y el miedo que produce la situación de pandemia.
Todo ello demuestra que es imperioso que tanto los organismos de control como las autoridades judiciales estén atentas a estos fenómenos que irán mutando a medida que pase el tiempo, adecuándose a los cambios que se presenten en el comercio de bienes y servicios hacia el futuro, ya sea por el avance de la tecnología como por la logística aplicada a su distribución, a los efectos de desarrollar e implementar políticas públicas que permitan mitigar las consecuencias de las acciones de las organizaciones criminales.
*Abogada argentina, maestranda en Finanzas. Colaborado del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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sábado, 11 de abril de 2020

Un experto de Harvard en medio ambiente y salud explora los posibles vínculos entre COVID-19 y el clima










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El mundo después del covid-19. ¿Debemos volver a preocuparnos por las armas nucleares?

Noam Chomsky advertía recientemente de que, una vez superada la emergencia del covid19, habrá que enfrentarse  con la amenaza nuclear y con el calentamiento global. Alejandro Pedregal, escritor, cineasta y profesor, autor de Evelia: testimonio de Guerrero (Akal/Foca, 2019) analiza los desafíos del ecologismo ante la amenaza de la nueva carrera nuclear y la geoingeniería.
A finales del pasado enero, el Boletín de Científicos Atómicos —que desde 1945 es un referente ineludible acerca de aquellas cuestiones científicas y de seguridad que los avances tecnológicos tienen sobre la humanidad—, publicó su Declaración del Reloj del Juicio Final 2020. En esta Declaración, el Boletín advertía que “la situación de la seguridad internacional es ahora más peligrosa de lo que ha sido nunca, incluso en el apogeo de la Guerra Fría”.
Asimismo, destacaba que la humanidad “continúa enfrentando dos peligros existenciales simultáneos: la guerra nuclear y el cambio climático, que se ven agravados por un multiplicador de amenazas, una guerra de información cibernética, que socava la capacidad de respuesta de la sociedad”. Y subrayaba que la situación se veía agravada “porque los líderes mundiales han permitido que la infraestructura política internacional para gestionarlos se erosione”, alertando sobre la absoluta ausencia de planes por parte de Estados Unidos para reanudar las conversaciones sobre el control de armas nucleares con Rusia, país contra el que, junto a China, “se ha adoptado un tono intimidatorio y burlón”.
Para reflejar lo alarmante de la situación, el Boletín situó su Reloj del Juicio Final a cien segundos de la medianoche. Este reloj, creado en 1947 y reconocido “universalmente como indicador de la vulnerabilidad del mundo ante la catástrofe por armas nucleares, cambio climático, y tecnologías disruptivas en otros ámbitos”, relaciona simbólicamente, para expresar la situación de “las amenazas a la humanidad y al planeta”, la cuenta atrás previa a toda explosión nuclear con la medianoche que anuncia la llegada del Apocalipsis en el libro de las Revelaciones del Nuevo Testamento.
Al adelantar el Reloj del Juicio Final 20 segundos en 2020,  hasta las 23:58:20, nunca antes había estado tan cerca de la medianoche. El Boletín advertía así de la alarmante proximidad de la humanidad a su autodestrucción
El Reloj posiciona su hora cada año de acuerdo al criterio del Consejo de Ciencia y Seguridad del Boletín y su Consejo de Patrocinadores, que incluye a trece Premios Nobel. Estaba en 2017 a dos minutos y medio para la medianoche, y pasó a dos en 2018, distancia a la que se mantuvo en 2019. Al adelantarlo en 2020 veinte segundos, hasta las 23:58.20, nunca antes había estado tan cerca de la medianoche. El Boletín advertía así de la alarmante proximidad de la humanidad a su autodestrucción.
Como ha señalado Noam Chomsky, la crisis del coronavirus pasará y, a pesar de sus “consecuencias aterradoras”, entonces continuarán frente a nuestros ojos los dos desafíos más amenazadores de nuestra época: la guerra nuclear y el calentamiento global
La Declaración obtuvo una cierta atención mediática, pero pronto sus implicaciones quedaron enterradas bajo la emergencia sanitaria del covid19. Sin embargo, como ha señalado Noam Chomsky a DiEM25 haciéndose eco del informe del Boletín, la crisis del coronavirus pasará y, a pesar de sus “consecuencias aterradoras”, entonces continuarán frente a nuestros ojos los dos desafíos más amenazadores de nuestra época: la guerra nuclear y el calentamiento global. Ante este panorama conviene repasar ciertos acontecimientos recientes, los cuales parecen proyectar escenarios que algunos creían pasados, para así reposicionar la inquietante amenaza nuclear en tiempos de cambio climático.
Por si esto fuera poco, la relación entre el campo de la investigación armamentística nuclear y el de algunas propuestas para resolver la actual catástrofe ecosocial —que podrían ganar relevancia ante la probable agudización de esta después del impasse productivo actual—, manifiesta concepciones y prácticas preocupantes, sobre las que un movimiento ecologista en crecimiento —organizativo y espontáneo— como el actual, debe ahondar para preparar su acción. Al mismo tiempo, estos elementos podrían servir incluso para redescubrir vínculos y preocupaciones que parecían ya olvidados, y así repensar y reformular aspectos esenciales para afrontar algunas cuestiones tácticas y estratégicas en la larga lucha por un reequilibrio entre las esferas de la vida social y natural.
LA EXCUSA PARA UNA NUEVA CARRERA NUCLEAR
A los pocos días de la publicación de la Declaración del Boletín, mientras los espectadores del mundo entero se entretenían con la teatralidad de un impeachment del que ya conocían su resolución, la Federación de Científicos Estadounidenses (FAS, por sus siglas en inglés) desvelaba, en un artículo de Hans M. Kristensen, director del Proyecto de Información Nuclear de FAS, y el periodista y consultor para la organización, William M. Arkin, que a finales de 2019 la Marina había movilizado un submarino Trident armado por primera vez con el nuevo misil nuclear de bajo rendimiento (low-yield nuclear warhead) W76-2, con un tercio de la capacidad destructora de la bomba lanzada sobre Hiroshima.
La fabricación de este misil se había anunciado en 2018 por medio de una nueva Revisión de la Postura Nuclear (NPR). Las NPR sirven para definir el papel del armamento nuclear en la estrategia de seguridad de los Estados Unidos. En esta NPR, Trump había indicado que Estados Unidos no contaba con una capacidad nuclear “rápida” para disuadir a Rusia de utilizar su armamento nuclear táctico. Y así, el nuevo W76-2 debía “ayudar a contrarrestar cualquier percepción errónea de una ‘brecha’ explotable en las capacidades de disuasión regional de Estados Unidos”, en clara alusión a Rusia.
De este modo, esta iniciativa señalaba a una presunta táctica rusa de “escalar-para-desescalar” (escalate-to-deescalate), según la cual, entre sus planes en un conflicto regional, Rusia consideraba la posibilidad de escalar sus ataques convencionales a nucleares de manera limitada, con el fin de sorprender a su adversario para posteriormente negociar la paz en ventaja.
Sin embargo, Kristensen y Arkin advertían de que “no hay ninguna evidencia firme de que una decisión nuclear rusa sobre el riesgo que involucra una escalada nuclear dependa del rendimiento de algún arma nuclear estadounidense”. Y añadían que “Estados Unidos ya dispone de una gran cantidad de armas en su arsenal nuclear que tienen opciones de bajo rendimiento, alrededor de 1.000 según nuestra estimación”.
En 2019, Trump sacó a EE UU del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, vigente desde 1988, por el que se limitaba un amplio tipo de misiles balísticos y de crucero. A los pocos meses, EE UU comenzó una serie de pruebas con misiles prohibidos en el tratado
La fabricación del misil W76-2 y la amenaza de que, por sus cualidades de despliegue rápido y su relativamente baja capacidad destructiva, sea más factible que se haga uso de él con fines “preventivos” —para utilizar un eufemismo de la política militar—, es solo una más de las múltiples noticias preocupantes relacionadas con la industria militar nuclear estadounidense en los últimos años.
Y es que en el mismo 2019, Trump sacó a Estados Unidos del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF), vigente desde 1988, por el que se limitaba un amplio tipo de misiles balísticos y de crucero. A los pocos meses, Estados Unidos comenzó una serie de pruebas con misiles prohibidos en el tratado —ensayos que han continuado y a los que hay que añadir otros igualmente amenazadores, incluso durante la crisis del covid19—.
El presidente estadounidense también se ha mostrado contrario a extender el acuerdo New START con Rusia, que expira en 2021, el último de los tratados que aún limita los arsenales nucleares de Estados Unidos y Rusia. A este respecto, Richard Burt, antiguo embajador con George Bush padre que negoció el acuerdo original START I, firmado en 1991, ha mostrado su preocupación por la pasividad con la que Trump permite expirar el New START, ya que esto “elimina las vallas de contención nucleares”.
No es la única voz autorizada que ha manifestado su preocupación. Scott Ritter, antiguo inspector de armas de la ONU y oficial de Marines que ayudó a implementar el INF, ha mostrado su preocupación por “el fin del control armamentístico y el principio de una nueva carrera que sería muy desestabilizadora”, después de la Guerra Fría.
Por su parte, el Premio Pulitzer y especialista en política exterior estadounidense, Fred Kaplan, ha destacado “el peligroso sin sentido” del nuevo misil nuclear ante la idoneidad de “mantener el umbral entre la guerra convencional y la nuclear lo más alto posible”. Del mismo modo, William M. Arkin, coautor del artículo de FAS y autor de importantes libros sobre el tema, ha señalado que las nuevas armas permitirían a Trump escalar la crisis con Irán a nivel nuclear, “casi al estilo de Hiroshima, (…) para prevenir una guerra total más amplia y teóricamente más destructiva”.
En febrero Trump desveló el plan para crear un nuevo misil nuclear W93 para submarinos, como parte de un incremento en 19.800 millones de dólares para la Administración Nacional de Seguridad Nuclear
Además, en febrero Trump desveló el plan para crear un nuevo misil nuclear W93 para submarinos, como parte de un incremento en 19.800 millones de dólares para la Administración Nacional de Seguridad Nuclear. El presupuesto de esta agencia, dedicada al mantenimiento y desarrollo del arsenal, ha aumentado en más de un 50% desde que Trump accediera a la presidencia en 2017, mientras la inversión militar general continúa desbocada.
Y estas cifras resultan aún más inquietantes a la luz del perfil del inquilino de la Casa Blanca, porque, a pesar de que, como dice Ritter, Trump “heredó el fracaso de la visión de Obama” —quien promulgó el New START, pero lanzó un programa billonario de modernización del arsenal nuclear y permitió que se alimentara la idea falsa de que Irán buscaba desarrollar armas nucleares—, según recoge Arkin varios oficiales del Pentágono han subrayado que “si le presentamos a Trump un centenar de opciones sobre qué hacer en una determinada crisis, y solo una de ellas es nuclear, podría ir hasta el final de la lista y elegir la más catastrófica”. Y para militares con más de 35 años en el ejército, resulta una sombría novedad tener que preocuparse por primera vez por “la personalidad del presidente al presentarle opciones militares” y sus “inseguridades nucleares”.
Así, la particular carrera nuclear que Estados Unidos ha reanudado aparece hoy como una de las políticas más amenazadoras en su confrontación con Rusia —y, en otro nivel, con China—. La excusa estadounidense del escalate-to-deescalate ruso con el fin de escalar su propia carrera armamentítica replica así la misma lógica de desconfianza propia de los peores tiempos de la Guerra Fría que condujo a la escalada infinita que durante tanto tiempo amenazó la existencia de toda la humanidad.
El hecho de que además esta carrera reciba una atención mediática menor debilita una respuesta crítica potencial a diferentes niveles. Y entre estos, el desconocimiento generalizado en buena parte de la ciudadanía amortigua su propia capacidad para contrarrestar la turbadora combinación que pudiera darse entre la amenaza nuclear y la práctica despótica del poder.
DE LA CARRERA NUCLEAR A LA GEOINGENIERÍA
No es esta lógica desestabilizadora, sin embargo, la única reminiscencia de la Guerra Fría que este escenario nos ofrece. Para aquellos preocupados por el nexo aún latente entre la amenaza nuclear y el cambio climático, y las sombras que este proyecta sobre la vida en el planeta hoy, otros elementos residuales de aquella época en ciencia y política pueden resultar incluso más perversos.
Y es que, más allá del vínculo entre el desarrollo del militarismo nuclear y el principio de la Gran Aceleración —la extrema alteración de los ecosistemas terrestres provocada por la actividad humana a partir de mediados del siglo XX—, sigue dominando en la actualidad, entre amplios estamentos del poder político y fáctico, una concepción hegemónica sobre la relación con nuestro entorno de gran impacto para enfrentar la catástrofe ecosocial que vivimos. Para dar cuenta de ella, recurriré al ejemplo del Lawrence Livermore National Laboratory (LLNL) por medio del trabajo del profesor de ética pública de la Universidad de Canberra, Clive Hamilton.
El LLNL fue un ente clave del complejo industrial-militar estadounidense en la Guerra Fría, fundado en 1952 para competir con el laboratorio de armas nucleares Los Alamos National Laboratory, que se estableció en 1942 como parte del Proyecto Manhattan. Mientras el primer director de este, J. Robert Oppenheimer, considerado el padre de la bomba atómica, abandonaba Los Alamos al final de la guerra y apostaba por limitar la proliferación de las armas nucleares, sus subordinados en el Proyecto Manhattan, Edward Teller y Ernst Lawrence, cofundaban el LLNL. Teller, uno de los padres de la bomba de hidrógeno, fue quien pujó más fuerte por crear este segundo laboratorio.
Pero la relación entre Oppenheimer y Teller refleja también la compleja relación entre la investigación científica y la política. En medio de las persecuciones anticomunistas de los años 50, Teller declaró contra su antiguo superior ante la Comisión de Energía Atómica (AEC) para que se le revocara su acceso a información clasificada.
Oppenheimer sería apartado de todo programa público, mientras Teller —como Lawrence y tantos otros— vería crecer su influencia política de manera significativa. A lo largo de una extensa carrera en la que llegó a abogar por el uso de armas nucleares para la ingeniería civil, Teller traduciría esta influencia en abundantes apoyos a la investigación nuclear con fines militares. Su papel decisivo sobre la carrera armamentística —hasta el punto de recibir el apoyo de Ronald Reagan para la Iniciativa de Defensa Estratégica (o Guerra de las Galaxias), que recibió múltiples burlas de la comunidad científica— le llevó a ser considerado “el científico más poderoso del mundo” y “el héroe de la ciencia para la derecha republicana”.
Sin embargo, con los tratados que limitaban la proliferación y creación de armas nucleares y el fin de la Guerra Fría, el LLNL tendría que reconvertirse. Y en junio de 1991, un “milagro” le dio una nueva oportunidad: el monte Pinatubo, en Filipinas, entró en erupción con tal potencia que inyectó la estratosfera con el mayor volumen de aerosol de ácido sulfúrico jamás registrado. El fenómeno redujo la luz que entra en la Tierra en un 10%, y así la temperatura se redujo en 0.4 grados centígrados aquel año, al tiempo que una gran destrucción de ozono en la atmósfera disminuía su presencia hasta los niveles más bajos. Teller y sus discípulos, muchos de ellos vinculados al LLNL, comenzaron entonces a promover la idea de esparcir aerosol de sulfato para paliar el calentamiento global —una propuesta realizada por primera vez en 1974 por el climatólogo soviético Mijaíl Budyko, aunque en su caso era para proteger al planeta del crecimiento insaciable capitalista—. Ensalzando la intervención tecnológica frente a las “medidas internacionales centradas en las prohibiciones”, Teller y los suyos se metieron de lleno a promocionar proyectos de intervención a gran escala sobre los sistemas naturales para contrarrestar el cambio climático; es decir, a promocionar la geoingeniería.
En las últimas décadas, la geoingeniería ha continuado siendo debatida dentro de la comunidad científica, con enfrentamientos entre apologistas, como el físico David Keith de la Universidad de Harvard —y propietario de una empresa pionera en el sector—, y escépticos, como el climatólogo Alan Robock de Universidad Rutgers.
El capitalismo fósil ve en estos proyectos de “destrucción creativa” de la geoingeniería una alternativa a las limitaciones de las emisiones, con la jugosa perspectiva de la recuperación mejorada de petróleo por medio del CO2 capturado en el horizonte
Además, ha aumentado su menú de propuestas, tanto en la Gestión de la Radiación Solar (SRM) como en lo que se llaman Tecnologías de Emisiones Negativas (NETs) o Eliminación de Dióxido de Carbono (CDR) —que tienen un precedente histórico en una idea realizada en 1977 por el físico italiano Cesare Marchetti de capturar dióxido de carbono industrial y retenerlo en profundidades oceánicas—. Se trata en todos los casos de propuestas caras, poco contrastadas y que no responden con claridad a las incógnitas sobre los ámbitos y condiciones para llevarlas a cabo, ni a los efectos que cualquier posible negligencia pudiera acarrear sobre distintos ecosistemas y poblaciones.
Cabe señalar que el capitalismo fósil ve en estos proyectos de “destrucción creativa” una alternativa a las limitaciones de las emisiones, con la jugosa perspectiva de la recuperación mejorada de petróleo por medio del CO2 capturado en el horizonte. Por ello, no resulta extraño que la investigación de la geoingeniería haya sido ampliamente apoyada por figuras como Bill Gates o think tanks neoliberales vinculados a las industrias petroquímicas, como el American Enterprise Institute, el Cato Institute o el Heartland Institute.
Como ha señalado Hamilton, resulta paradójico que organizaciones de este perfil, que han rechazado por tanto tiempo la validez de la ciencia climática, apoyen con tanta vehemencia aplicaciones científico-técnicas como “solución a un problema que decían que no existía”. Y no son pocas las voces que, desde el ecologismo —y a pesar de ciertas posiciones controvertidas—, han alertado sobre los riesgos de estas prácticas.
Pero además, la geoingeniería plantea varias cuestiones controvertidas desde el punto de vista científico, político y ético. Y es que, aparte de que el calentamiento del planeta no es el único aspecto disruptivo de nuestra época geológica —ya la denominemos Antropoceno, como propuso el premio Nobel de química Paul Crutzen en el año 2000 y se le ha pedido reconocer a la Comisión Internacional de Estratigrafía; o Capitaloceno, como prefieren denominarla algunos críticos desde las humanidades—, Hamilton ha planteado la dificultad para estimar la validez técnica de estas soluciones ante la imposibilidad de aislarlas de los efectos naturales variables —como corrientes o monzones, por ejemplo— y del propio impacto del calentamiento provocado por la humanidad.
Voces críticas con la geoingeniería plantean la dificultad para estimar la validez técnica de estas soluciones ante la imposibilidad de aislarlas de los efectos naturales variables —como corrientes o monzones, por ejemplo— y del propio impacto del calentamiento provocado por la humanidad
Asimismo, si como plantean los apologistas de la geoingeniería, después de su despliegue se podrían tardar décadas en recoger suficientes datos con los que juzgar la validez de las propuestas, en un mundo amenazado por la incertidumbre climática, la labor de los científicos para dar respuesta a la constante aparición de contingencias se vería extremadamente limitada.
En los ámbitos político y ético, como también ha indicado Hamilton, la geoingeniería ofrece un panorama potencial igualmente sombrío. Por un lado, porque ante la regulación climática global, su implementación colocaría a la clase política en una situación de enorme dependencia de una élite tecnócrata. Y ya que estas tecnologías regularían nuestras condiciones de vida, es difícil confiar en que, una vez participen de ellas entes políticos, corporativos o militares, los geoingenieros pudieran mantener la neutralidad técnica con que defienden sus propuestas. Esto afectaría a la credibilidad de esas mismas instituciones públicas que, por medio de decisiones político-económicas, llevaron al desastre que ahora pretenden paliar; lo que desembocaría en una desconfianza irreparable en toda forma de democracia, por laxa que esta fuera.
Así pues, en este escenario hipotético, cabe preguntarse: ¿en quién confiaría una clase política dominante dependiente de una élite científica? ¿En aquellos cuya experticia fuera crítica o en aquellos afines políticamente, aduladores o serviles? Y si este control climático se tradujera —como es más que factible— en una aspecto fundamental para el control estratégico global, del que además dependería toda una carrera profesional, ¿qué camino tomarían los apologistas de la geoingeniería? ¿El de los Oppenheimer o el de los Teller?
LA ESCALADA MILITAR Y LA TECNOLOGÍA
La relación entre la investigación militar nuclear y la geoingeniería trasciende el vínculo histórico entre instituciones y figuras destacadas en ambos campos. Y es que, más allá de que la geoingeniería proponga soluciones difícilmente contrastables para atajar apenas algunos síntomas —sin un análisis sistémico de lo que implica la catástrofe ecosocial de nuestra época—, su mirada estrecha replica muchos otros ingredientes de la concepción del mundo característica de la Guerra Fría; una visión que se manifestó y se sigue manifestando también en la carrera nuclear.
Así, como si se adaptaran al ámbito militar o climático las doctrinas económicas liberales, según las cuales la “mano invisible” del mercado regula la economía, la escalada armamentística se propone como la “mano invisible” de la política militar para prevenir la guerra —aunque no garantice la paz—, mientras la geoingeniería confía en la tecnología como la “mano invisible” de la ciencia frente al calentamiento global —aunque no resuelva la fractura ecosocial—.
En su desatención a las variables sociales y naturales, esta concepción abraza un universalismo idealista, ahistórico, propio de aquellas prácticas y metodologías dominantes que reducen la economía, la política o la ciencia a ámbitos exclusivamente técnicos, neutros en su “esencia”.
Replicando comportamientos análogos de los apologistas del liberalismo económico o de la escalada nuclear, los de la geoingeniería, como ha señalado Hamilton, “prometen convertir un fracaso drástico del sistema de la libre empresa en un triunfo del ingenio humano” al tiempo que “piden un mayor dominio sobre la naturaleza”. Destaca así en esta mentalidad, la reconversión actual de una lógica de la Guerra Fría en la que las élites científicas, autoconcebidas como tecnócratas neutrales —y a los que nadie ha elegido— al mando del futuro de todos, se nos presentan como dominadores absolutos sobre la Tierra, en perfecto control sobre el planeta.
Por medio de la aplicación del conocimiento acumulado sobre la reacción del medio al armamento nuclear, la tecnología se nos propone como solución neutral; limpia de toda impureza social, indiferente a toda contingencia natural. Paradójicamente, esta visión tan propia de la Guerra Fría es inseparable del origen y las causas de la Gran Aceleración que ha llevado a la catástrofe que se pretende corregir; cuyo inicio, no por casualidad, coincide con el de la propia Guerra Fría. Resulta por ello coherente que las soluciones que se promueven desde estas esferas se hagan para continuar como si no hubiera pasado ni pasara nada: ante “el fin de la Historia”, no abogan por cambios estructurales, sino por ajustes que permitan ganar tiempo y perpetuar el business as usual.
El problema no sería solo el de los tecno-fetichistas encerrados en la Guerra Fría con olor a naftalina, que también, sino una ambición insaciable por controlar el planeta y ejercer sobre él un dominio autófago, con el capital como principal beneficiario
Pero esta no es una lógica exclusiva de la Guerra Fría. Responde a una forma particular de practicar y comprender nuestra relación social con la naturaleza en términos de superioridad absoluta, alimentada exponencialmente por la necesidad de crecimiento infinito del capitalismo, que ejerce de combustible constante sobre esta visión. Se trata de la lógica del derecho unilateral del hombre —preferiblemente blanco— a ejercer su maestría sobre el planeta sin límites, a experimentar con sus posibilidades como el doctor Frankenstein en su laboratorio; en definitiva, se trata de un fundamentalismo del progreso y un prometeismo teleológico que abrasa a cualquier otro posible, ilustrado y secular. Y al no ser tan solo una lógica histórica —en este caso de la Guerra Fría—, no se trataría únicamente de un regreso a una concepción exclusiva de la segunda mitad del siglo XX.
Estaríamos hablando, por tanto, de una visión tanto histórica —en la que las particularidades tecnológicas de la Guerra Fría habrían propiciado el desarrollo de ciertas prácticas— como transhistórica —vinculada a aquellas otras que forjaron nuestra atrofiada relación con el entorno natural—. El problema no sería solo el de los tecno-fetichistas encerrados en la Guerra Fría con olor a naftalina, que también, sino una ambición insaciable por controlar el planeta y ejercer sobre él un dominio autófago, con el capital como principal beneficiario.
El movimiento ecologista surgió durante la Guerra Fría en íntima relación con una creciente preocupación y resistencia a la amenaza nuclear. A pesar del impacto de esta, no son pocos los que ven en ella un episodio del pasado con pocas posibilidades de que se replique hoy. Nada podría estar más lejos de la realidad.
Lógicas como la del control absoluto del destino del planeta por parte de una élite tecnócrata siguen presentes en nuestro escenario actual. Ante el avance de la catástrofe ecosocial, las perspectivas ciertas de una regresión antidemocrática que, como parte de las ambiciones geopolíticas de dominación global, puedan darse en relación a una nueva escalada nuclear o a la implementación de propuestas de geoingeniería, resultan hoy incluso más peligrosas, por su combinación con el desarrollo tecnológico y las necesidades críticas del capitalismo actual.
Resulta imprescindible que el ecologismo contemporáneo recupere y reformule ciertas inquietudes históricas que vuelvan a situar en un plano visible tanto su pacifismo combativo y antiimperialista como su internacionalismo anticapitalista
Por ello, si la preocupación por el destino de la humanidad frente a la amenaza nuclear sirvió en su momento para que intelectuales como Barry Commoner, Rachel Carson, E.P. Thompson o Manuel Sacristán se cuestionaran los destinos ecológicos de nuestro planeta bajo la economía capitalista, resulta imprescindible que el ecologismo contemporáneo —en cuyo esperanzador crecimiento se encuentran el avance de las ciencias climáticas, la espontaneidad civil y un renovado sentido de organización— recupere y reformule ciertas inquietudes históricas que vuelvan a situar en un plano visible tanto su pacifismo combativo y antiimperialista como su internacionalismo anticapitalista.
De este modo, a la hora de exponer la concepción que domina tanto en la nueva carrera nuclear como en las propuestas técnicas que los poderes fácticos hacen para aliviar ciertos síntomas de la catástrofe ecosocial, en la connivencia de estos campos y muchos otros con multinacionales petroquímicas y think tanks neoliberales, o en su condescendencia con el poder político despótico, resultará más sencillo comprender que los principios antimilitaristas y anticapitalistas son aspectos que todo ecologismo con verdadero carácter transformador nunca debe abandonar.
Como ha indicado Chomsky, una vez superada la emergencia del COVID-19, tanto la amenaza nuclear como la del calentamiento global deberán ser abordadas, “pero no hay mucho tiempo”; y si no se enfrentan con la adecuada concienciación y contundencia, “habremos terminado”. Solo con esta determinación el movimiento ecologista podrá constituirse como una verdadera fuerza social con capacidad para frenar el avance, que hoy parece inexorable, del Reloj del Juicio Final hacia una medianoche que nos sumergiría en la más absoluta oscuridad.


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¿Por qué es tan importante proteger los territorios indígenas?


Fuentes: opendemocracy.net
La colonización de América fue uno de los episodios más relevantes de la historia reciente de la civilización humana. Son bien conocidas las guerras de la conquista y el proceso de explotación de las poblaciones indígenas, pero poco se habla sobre el impacto que tuvo el factor epidemiológico en todo ello, y menos aún que fue este factor el que, en gran medida, permitió a los colonizadores hacerse con vastos territorios y recursos naturales que contribuyeron a fundar el capitalismo en Europa.
Las enfermedades importadas por los europeos a América (tifus, viruela, sarampión o peste bubónica) llegaron a diezmar hasta el 95% de la población del hemisferio durante los primeros 130 años de la Conquista. Por poner un ejemplo, la epidemia de viruela fue la que realmente derrotó a los aztecas, ya que tras el fracaso del primer ataque español de 1520, el nuevo emperador azteca tras la muerte de Moctezuma, Cuitláhuac, se había reforzado militarmente y había puesto contra las cuerdas al propio Cortés. Sin embargo, fue la viruela, traída en la expedición de Pánfilo de Narváez, el arma invisible e imprevista que realmente destruyó al imperio azteca, liquidando brutalmente la población, empezando por el temido y guerrero emperador Cuitláhuac, contagiado de viruela y fallecido a fines de ese mismo 1520, hace ahora 500 años.
Así fue cómo, en algo más de un siglo, la población amerindia se habría reducido a tan solo una fracción ínfima. La colonización se reforzó y esa historia de extinción y explotación continuó hasta la llegada de las nuevas repúblicas latinoamericanas. Tiempo en el que lo que quedaba de esos pueblos amerindios y sus territorios cambió de dueños, pero el saqueo, el racismo y el expolio siguió vigente hasta nuestros días.
Hoy, en medio de una crisis climática y ecológica, se ha constatado que los territorios mejor conservados, en términos de biodiversidad y recursos naturales, son aquellos donde todavía habitan pueblos indígenas. Actualmente, estos territorios y sus poblaciones se encuentran gravemente amenazados por industrias extractivas, explotación maderera, depredación natural de todo tipo y el avance de infraestructuras desarrollistas. Es decir, la colonialidad continua amenazando a estos pueblos y sus territorios en forma de capitalismo neo-liberal.
La resistencia histórica de los pueblos indígenas en América Latina ha sido una batalla cruel y desigual, pero al mismo tiempo digna y ejemplar. Han pasado casi 530 años desde la llegada de Colón, y campañas militares, pandemias, explotación, racismo y abusos hacía la población indígena, así como la expoliación y desplazamiento de sus territorios, han destruido en gran medida sus poblaciones y culturas. Sin embargo, a pesar de todo, algunos de sus territorios y sus culturas han resistido de manera sorprendente, demostrando una capacidad de resiliencia admirable.
Incluso, de una manera que sorprendió a muchos, en la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI, los movimientos indígenas han tomado una fuerza política sin precedentes. Tales han sido los casos de Ecuador y Bolivia, donde estos movimientos fueron centrales en la construcción de las nuevas constituciones políticas, introduciendo conceptos y paradigmas desde su ancestralidad que han sido compartidos con el resto de sus conciudadanos. Hoy, en medio de un horizonte de muerte y devastación, nos han mostrado un paradigma de vida alternativo, digno y de equilibrio con la naturaleza, el vivir bien o buen vivir.
En esta resistencia activa, la protección de sus territorios ha sido uno de los mecanismos más importantes para su supervivencia, especialmente en el caso de los pueblos indígenas amazónicos. La selva, de muchas maneras, ha significado un espacio geográfico inaccesible que les ha dado la posibilidad de protegerse, escapar de la muerte y la opresión y alcanzar a sobrevivir. Tal es el caso de los pueblos aislados, quienes han visto que la única posibilidad de vida era adentrarse lo más posible en territorios “inhóspitos” para la civilización occidental, para allí desarrollar sus modos de vida como pueblos “libres”, sin interferencias tóxicas.
Pero ahora, si bien esta libertad sigue siendo cercada y cada vez más reducida por todas las amenazas mencionadas, estos indígenas están siendo más amenazados que nunca ante la llegada del Covid-19, que está dejándoles a los pies de los caballos nuevamente, en situación de máxima vulnerabilidad.
La noticia del 1 de abril de 2020, que confirma un primer contagio de Covid-19 en una mujer que sería parte de una tribu aislada en Brasil, pone de manifiesto hasta qué punto esta pandemia llega a todas partes y cómo su llegada podría tener consecuencias desastrosas para todos los indígenas, pero más aún para los pueblos aislados amazónicos.
Según la ONU, la alta vulnerabilidad de los pueblos indígenas está determinada por el hecho de que más del cincuenta por ciento de los indígenas mayores de 35 años padece diabetes tipo 2. Además, los pueblos indígenas experimentan altos niveles de mortalidad materna e infantil, desnutrición, afecciones cardiovasculares y otras enfermedades infecciosas, como el paludismo y la tuberculosis.
En un comunicado emitido el 31 de marzo, la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) hizo un llamado de emergencia a los gobiernos de los países miembros para que tomen medidas sanitarias y elaboren planes de contingencia de acuerdo a la situación específica de los pueblos indígenas. Entre las medidas propuestas se plantea un estricto control de entrada y salida a los territorios indígenas, en especial de las personas que no pertenecen a estas comunidades, así como limitar el acceso de los indígenas a lugares de turismo o donde se concentren multitudes. Además, se sugiere elaborar planes específicos de contingencia en los territorios ante la llegada de posibles brotes del coronavirus.
Lo más preocupante es que los Estados no estén tomando las medidas adecuadas ni hayan elaborado protocolos especiales para casos de pandemia en territorios de pueblos indígenas. Así lo ha alertado la propia OMS en Ecuador, donde la representante advirtió que no existen actualmente protocolos de vigilancia epidemiológica para evitar el contagio del coronavirus en los pueblos y nacionalidades indígenas ecuatorianas.
Lo irónico de todo esto es que varios estudios previos a esta pandemia muestran que la aparición de estos raros virus nuevos, como ahora el Covid-19, no es más que el producto de la aniquilación de ecosistemas, en su mayoría tropicales, arrasados para agroindustria, ganadería o industrias extractivas. También son fruto de la manipulación y tráfico de la vida silvestre, en particular de especies que en muchos casos está en peligro de extinción. Justamente, estos pueblos indígenas, que no sobrepasan el 5% de la población mundial, son quienes hasta hoy mejor han conservado casi el 80% de las áreas más biodiversas del planeta. Y es con su capacidad para conservar la biodiversidad que ellos son y serán claves en el contexto de la crisis climática que enfrentará la humanidad en las próximas décadas, incluidas nuevas pandemias como la que estamos atravesando.
Los pueblos indígenas de hoy son los que han resistido las epidemias ajenas. Lo han venido haciendo desde la llegada del Imperio español con pandemias y plagas de distintas clases, desde la viruela a el colonialismo, y las amenazas foráneas han sido una constante para estos pueblos en los últimos siglos.
La historia republicana no ha sido una excepción, y en los países amazónicos distintas “pandemias” como las expediciones misioneras, el boom cauchero y la expansión de actividades petroleras llegaron a extinguir muchas culturas aborígenes. Tal es el caso de los Tetetes y los Sansahuari en la Amazonía ecuatoriana, que pasaron de ser culturas milenarias con saberes y territorios, a convertirse simplemente nombres de las primeras plataformas petroleras que la empresa Texaco y Gulf instalaron en los años sesenta y setenta.
La gran pregunta entonces que hoy aflora ante la expansión del Covid-19 es si otra vez estos pueblos más vulnerables serán los más afectados. ¿No será quizás que esta arma “invisible” repite la historia y se convierte en el instrumento más efectivo para penetrar los últimos rincones de vida originaria que quedan en nuestro planeta? ¿Cuáles serán nuestras prioridades cómo sociedad global en tiempos de crisis de la vida? ¿Será que, como humanidad, finalmente ubicamos la vida en el centro de nuestras prioridades, y más todavía aquellos territorios donde ésta se preserva y reproduce?
Si algo nos debe quedar claro para el día después de esta pandemia es que, como dice la mexicana Ana Esther Ceceña, “dentro del capitalismo no hay solución para la vida; fuera del capitalismo hay incertidumbre, pero todo es posibilidad. Nada puede ser peor que la certeza de la extinción. Es momento de inventar, es momento de ser libres, es momento de vivir bien.”
Juan Manuel Crespo es Doctorando en Estudios sobre Desarrollo en el Instituto HEGOA en la Universidad del País Vasco.


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viernes, 10 de abril de 2020

Tiempo para la audacia

A la Calle que ya es hora |
Por Varios autor@s


Actuar por la vía del ecosocialismo feminista
COVID-19.
Reza una maldición china: “Que vivas en tiempos interesantes”. Podemos afirmar que estamos viviendo otro momento histórico: si tenemos en cuenta que esta pandemia está afectando a todos los continentes, las generaciones presentes nunca hemos conocido nada similar. En estos días, lo que nos decían que era imposible se ha producido: todo se ha modificado, desde el funcionamiento de la sociedad hasta, por supuesto, nuestro modo de vida. Parece, en consecuencia, muy difícil, que, a partir de ahora, podamos seguir como si no hubiera pasado nada, sin que se realicen en nuestra sociedad cambios sustanciales.
Ahora bien, el rumbo de esos cambios no está escrito de antemano. Tenemos motivos para la preocupación, a la vista de las señales de autoritarismo, militarismo, control social y recentralización que estamos viviendo. No es aventurado afirmar que, al final de esta crisis sanitaria, existirá un grave riesgo de que ese «kit autoritario» se siga utilizando para poner en marcha otra «doctrina del shock», como siempre en beneficio exclusivo de las élites.
Por todo ello, es urgente que quienes trabajamos por “otro mundo posible” seamos capaces de colaborar en el diseño de un rumbo alternativo al que están promoviendo las corporaciones industriales y sus socios políticos y mediáticos. No es el momento de especular, sino de ser audaces en nuestros planteamientos, tanto a la hora de compartir nuestros puntos de vista y propuestas, como a la hora de actuar conjuntamente y llevarlas a la práctica.
Una red con la vida como centro.
Para que las medidas posteriores a esta crisis no se tomen de nuevo en beneficio de las élites, como ocurrió en 2008, por ejemplo, y para que no sigamos el camino del crecimiento ciego que nos lleva al abismo, de la mercantilización de todos los ámbitos de la vida y de la naturaleza, de la producción y del consumo desproporcionados que solo nos conducen al colapso,  las personas que defendemos un modelo alternativo en Euskal Herria, podemos agruparnos, organizarnos y quizás dar pasos para constituir una red colaborativa, lo más amplia y plural posible, a favor de la Vida, incluso desde el actual confinamiento. Una red para conectar las diferentes iniciativas y plataformas ya en marcha y, en la medida de lo posible, coordinarlas en la misma dirección: La vida, la dignidad, la justicia y la defensa del planeta Tierra.
Medidas urgentes.
En este sentido, ya están surgiendo diferentes iniciativas proponiendo medidas necesarias para dar respuesta a la emergencia sanitaria actual. En Euskal Herria, por ejemplo, está la «Mesa Técnica» propuesta por el Movimiento Feminista o el documento de la Carta de Derechos Sociales, definiendo diversas prioridades sociales. Y en el Estado español, se ha redactado un documento en defensa de la pequeña producción agrícola y los mercados locales. Igualmente existe un «Plan de Choque Social» que está cosechando muchas adhesiones. Bienvenidas sean estas iniciativas.
Una mirada más a largo plazo.
Existen medidas urgentes que deben adoptarse de forma inmediata, pero para responder adecuadamente a la crisis ecosocial, la cual volverá con toda su crudeza tras la emergencia sanitaria, habrá que proponer medidas de mayor alcance transformador, ya que de lo contrario volveríamos a la falsa normalidad preexistente. Es pues el momento de hacer una reflexión sobre el rumbo que queremos tomar desde ahora -con el horizonte en el 2030, por ejemplo-, y diseñar un proyecto de país alternativo. Unificar el esfuerzo táctico y el estratégico, nos puede permitir mantener la coherencia entre medidas urgentes y las propuestas a medio y largo plazo. Esta crisis está dejando al descubierto una serie de mitos y mentiras que están en la base del neoliberalismo y ello facilita tratar de socializar, si somos audaces, el modelo alternativo que defendemos. En consecuencia, se hace más necesario que nunca, aunque sea desde nuestro confinamiento en esta emergencia, reforzar la cooperación y el intercambio entre quienes desde diferentes puntos de vista y experiencias estamos apostando por ese profundo cambio de rumbo. Y, una de las herramientas válidas para ese futuro, pudiera ser esa «Red por la vida» antes citada (o algo similar). Una red a favor de la vida de las personas y de los ecosistemas, es decir, de una sociedad justa y sostenible que garantice una vida digna para todas las personas y que ajuste su actividad a los equilibrios y los ciclos de la naturaleza.
Por la vía del ecosocialismo-feminista.
Una vez más creemos fundamental subrayar la dimensión ecosocial de la crisis y reivindicar una alternativa que debiera surgir de la síntesis de diferentes miradas. Fundir en un solo cuerpo las «cuatro miradas» (sindical, ecologista, feminista y de autogestión) que,  por ejemplo, plantea Euskal Gune Ekosozialista ( Espacio Ecosocialista Vasco), nos parece un buen camino. Estos son algunos criterios básicos que proponemos para pensar y actuar.
1) Priorizar y reforzar los servicios públicos que garanticen las necesidades básicas de salud, educación, alimentación, cuidado, energía, agua, vivienda, gestión de residuos etc. Para empezar, habría que  revertir todos los recortes habidos hasta ahora, pero sin renunciar a reivindicar las nacionalizaciones-socializaciones que sean necesarias. Socializaciones que pueden dejar esos servicios básicos en manos de las comunidades (y no sólo del Estado): por ejemplo, lo relativo al material sanitario o las comunidades energéticas descentralizadas. Servicios algunos que pueden y deben gestionarse como bienes comunes.
2) Establecer medidas, plazos y presupuesto para la construcción de una red universal, digna y gratuita de servicios colectivos de cuidados que garanticen la atención requerida por las personas en situación de dependencia o vulnerabilidad. Crecer en cuidados y decrecer en consumo material. 
3) Impulsar la transición ecosocial, comenzando por la energética, y planificando con un horizonte en el año 2030; adoptar medidas para reducir la producción y el consumo de energía y materiales, promover los sectores clave que sirven para cubrir las necesidades básicas (agroecología, cuidados, sanidad …), priorizar la producción y el consumo local, suprimir y/o reconvertir los sectores más contaminantes y perjudiciales para la vida (armas, automóviles …) y establecer un sistema educativo que dé respuestas a esta transición.
4) Facilitar el reparto de la riqueza y del trabajo (productivo y reproductivo): instaurar una fiscalidad progresiva y redistributiva; impedir los despidos que se pretendan plantear en supuestas reestructuraciones. En relación con esto, creemos conveniente relanzar en sociedad debates tan necesarios como los relativos a las «limitaciones a la propiedad privada» o a la «renta básica universal».
5) Favorecer el empoderamiento de la ciudadanía a través, entre otros, de procesos educativos ecosociales, promover la participación y el poder de decisión de las comunidades y de los trabajadores y las trabajadoras en las empresas,  apoyar y fortalecer las iniciativas autogestionadas y la economía social y solidaria. En esta época de confinamiento sería estimulante apoyar y difundir las iniciativas comunitarias de solidaridad que están surgiendo en Euskal Herria.
A modo de conclusión, cuidar (red de cuidados), proteger (servicios públicos básicos), reducir (producción, consumo…), distribuir (riqueza y trabajo) y reforzar (empoderamiento de la ciudadanía). Estos son algunos de los fundamentos de nuestro ecosocialismo-feminista.
Autores: Itxaso Apraiz, Ritxi Hernandez Abaitua y Tomi Etxeandia
EUSKAL GUNE EKOSOZIALISTA/ ESPACIO ECOSOCIALISTA VASCO

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Sobre el coronavirus: De los bosques a nuestras granjas, a nuestro microbioma intestinal

Por Vandana Shiva 
Vandana Shiva: Rechaza el agronegocio por la defensa de la ...
La activista, filósofa y escritora india repasa en este exhaustivo artículo las causas y consecuencias de la explotación de la biodiversidad como responsable de las enfermedades. Llama a entender la salud de manera interconectada y cree que estamos ante un cambio de paradigma, de la era mecanicista e industrial a la era de una civilización basada en la conciencia planetaria. La manipulación de animales y plantas. La lección de los seres vivos: la diversidad, la integridad y la auto-organización. Los sistemas que crean salud, y los que propagan enfermedades. Las alertas sobre el glifosato y la despreocupación de la OMS sobre este tema. El Cartel Venenoso como un junto de empresas que enferman (como Bayer, Dow, Syngenta, Big Pharma) y se benefician de ello. El enfoque holístico, y la agroecología: «La agricultura ecológica libre de productos químicos debe ser parte del rejuvenecimiento de la salud pública». Los costos globales de la atención médica debido a enfermedades relacionadas con el sistema alimentario. La necesidad de una ciencia independiente. Y la idea de «desglobalizar» el sistema alimentario: «La emergencia de salud nos está obligando a desglobalizar. Podemos hacerlo cuando hay una voluntad política. Hagamos que esta desglobalización sea permanente. Hagamos una transición a la localización».
Somos una familia de la Tierra en un planeta, saludable en nuestra diversidad e interconexión. La salud del planeta y nuestra salud no es separable.
Como nos recordó el Dr. King: “Estamos atrapados en una red ineludible de mutualidad, atados en una sola prenda de destino. Lo que afecta a uno directamente, afecta a todos indirectamente.»
Podemos vincularnos en todo el mundo a través de la propagación de enfermedades como el coronavirus cuando invadimos los hogares de otras especies o cuando manipulamos plantas y animales para obtener ganancias comerciales y codicia y propagamos monocultivos. O podemos estar conectados a través de la salud y el bienestar para todos mediante la protección de la diversidad de los ecosistemas y la protección de la biodiversidad, la integridad y la autoorganización (autopoiisis) de todos los seres vivos, incluidos los humanos.
Se están creando nuevas enfermedades porque un modelo de agricultura y alimentación globalizado, industrializado e ineficiente, está invadiendo el hábitat ecológico de otras especies y manipulando animales y plantas sin respetar su integridad y su salud. La ilusión de la tierra y sus seres como materia prima para ser explotada con fines de lucro está creando un mundo conectado a través de la enfermedad.
La emergencia de salud que el coronavirus nos está despertando está relacionada con la emergencia de extinción y desaparición de especies, y está relacionada con la emergencia climática. Todas las emergencias tienen su origen en una visión mundial mecanicista, militarista y antropocéntrica de los humanos como algo separado de y superior a otros seres que podemos poseer, manipular y controlar. También se basa en un modelo económico basado en la ilusión de crecimiento ilimitado y codicia ilimitada que viola sistemáticamente los límites planetarios y la integridad del ecosistema y las especies.
A medida que se destruyen los bosques, a medida que nuestras granjas se convierten en monocultivos industriales para producir productos tóxicos, nutricionalmente vacíos, y nuestras dietas se degradan a través del procesamiento industrial con productos químicos sintéticos y la ingeniería genética en los laboratorios, nos conectamos a través de enfermedades, en lugar de estar conectados a través de la biodiversidad dentro y fuera de nosotros, a través de un continuo de salud a través y en la biodiversidad.
La emergencia de salud requiere un enfoque de sistemas basado en la interconexión
Con la emergencia de salud engendrada por el virus corona, debemos observar los sistemas que propagan enfermedades y los sistemas que crean salud en un enfoque holístico de sistemas.
Un enfoque de sistemas para el cuidado de la salud en tiempos de la crisis de la corona abordaría no solo el virus, sino también cómo se están propagando nuevas epidemias a medida que invadimos los hogares de otros seres. También debe abordar las condiciones de co-morbilidad relacionadas con enfermedades crónicas no transmisibles que se están extendiendo debido a sistemas alimentarios industriales no sostenibles, anti naturaleza, insalubres.
Como escribimos en el manifiesto Food For Health de la Comisión Internacional sobre el Futuro de los Alimentos, debemos descartar “políticas y prácticas que conduzcan a la degradación física y moral del sistema alimentario mientras destruyen nuestra salud y ponen en peligro la estabilidad ecológica del planeta, poniendo en peligro la supervivencia biogenética de la vida en el planeta «.
Ahora debemos desglobalizar el sistema alimentario que está impulsando el cambio climático, la desaparición de especies y una emergencia de salud sistémica.
Los sistemas alimentarios globalizados e industrializados propagan enfermedades. Los monocultivos propagan enfermedades. La deforestación está propagando enfermedades.
La emergencia de salud nos está obligando a desglobalizar. Podemos hacerlo cuando hay una voluntad política. Hagamos que esta desglobalización sea permanente. Hagamos una transición a la localización.
La localización de la agricultura y los sistemas alimentarios biodiversos hacen crecer la salud y reducen la huella ecológica. La localización deja espacio para que prosperen diversas especies, diversas culturas y diversas economías vivas locales.
 La riqueza de la biodiversidad en nuestros bosques, nuestras granjas, nuestros alimentos, nuestro microbioma intestinal hacen que el planeta, sus diversas especies, incluidos los humanos, sean más saludables y resistentes a las plagas y enfermedades.
La Tierra es para todos los seres, proteger los derechos de la Madre Tierra es un imperativo de salud
La invasión de los bosques y la violación de la integridad de las especies está propagando nuevas enfermedades.
En los últimos 50 años, han surgido 300 nuevos patógenos a medida que destruimos el hábitat de las especies y las manipulamos para obtener ganancias.
Según la OMS, el virus del Ébola se trasladó de animales salvajes a humanos. El virus se transmite a las personas de animales salvajes y se propaga en la población humana a través de la transmisión de persona a persona. Como informa el Nuevo Internacionalista: “Desde 2014-16, una epidemia de ébola sin precedentes mató a más de 11,000 personas en África occidental. Ahora los científicos han relacionado el brote con la rápida deforestación «.
El profesor John E. Fa de la Universidad Metropolitana de Manchester, investigador asociado senior del Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR), también alerta: «Las enfermedades emergentes dicen que están relacionadas con alteraciones ambientales causadas por humanos. Los humanos están en mucho más contacto con los animales cuando abres un bosque… Tienes un equilibrio de animales, virus y bacterias y lo alteras cuando abres un bosque».
La enfermedad del bosque de Kyasanur (KFD) es un virus altamente patógeno que se propaga de los monos a los humanos a través de garrapatas infectadas por virus, ya que la deforestación redujo el hábitat forestal de los monos. “El virus KFD es un patógeno que ha existido durante mucho tiempo como parte de un ecosistema establecido en Kanara del Sur. La modificación humana de ese ecosistema a través de la deforestación causó la aparición epidémica de la enfermedad» (link a la fuente).
 El Coronavius ​​también ha venido de los murciélagos. Como dice Sonia Shah «cuando talamos los bosques en los que viven los murciélagos, no solo se van, sino que vienen y viven en los árboles de nuestros patios y granjas».
El profesor Dennis Carroll de Cornell reconoce que, a medida que penetramos más profundamente en las ecozonas que no habíamos ocupado antes, creamos el potencial de propagación de la infección.
La enfermedad de las «vacas locas» o la encefalopatía espongiforme bovina (EEB), es una enfermedad infecciosa causada por proteínas deformadas llamadas «priones» que afectan el cerebro del ganado.
Las vacas fueron infectadas por la enfermedad de las vacas locas cuando fueron alimentadas con carne de vacas infectadas muertas. Cuando la carne de vaca de vacas infectadas fue alimentada a humanos, se infectaron con la ECJ. El prión es un agente autoinfeccioso, no un virus o bacteria. Esto ilustra que cuando los animales son manipulados y se viola su integridad y derecho a la salud, nuevas enfermedades pueden surgir (Link a la fuente).
La resistencia a los antibióticos está creciendo en los humanos debido al uso intensivo de productos químicos en las granjas industriales. Los marcadores de resistencia a los antibióticos en los OGM también podrían estar contribuyendo a la resistencia a los antibióticos. La transferencia horizontal de genes a través de especies es un fenómeno científicamente conocido. Es por eso que tenemos ciencia de la bioseguridad y regulaciones de bioseguridad como el protocolo de Cartagena del Convenio sobre Biodiversidad y las leyes nacionales para la bioseguridad.
Las enfermedades se trasladan de los animales no humanos al animal humano a medida que destruimos el hábitat y los hogares de las especies silvestres, violamos la integridad de las especies al manipular animales en granjas industriales y manipular genéticamente las plantas mediante ingeniería genética con promotores virales y marcadores de resistencia antibióticos .
La ilusión de que las plantas y los animales son máquinas para fabricar materias primas que se convierten en combustibles para nuestros cuerpos, que también son máquinas, ha creado el paradigma de la agricultura industrial y la alimentación que está en la raíz de la explosión de enfermedades crónicas en nuestros tiempos.
Un sistema alimentario tóxico, industrializado y globalizado está provocando una explosión de enfermedades crónicas no transmisibles.
En las últimas décadas, las enfermedades crónicas no transmisibles se están extendiendo exponencialmente y matando a millones de personas. Los sistemas alimentarios industriales y tóxicos son los principales contribuyentes a las enfermedades crónicas (Link a fuente).
Casi 10 millones de personas mueren de cáncer anualmente. Cada sexta muerte en el mundo se debe al cáncer (Link a fuente).
El cáncer es la segunda causa de muerte (Link a fuente).
La diabetes, un trastorno metabólico relacionado con la dieta, es la séptima causa principal de muerte. 1.7 millones de personas mueren anualmente debido a complicaciones de diabetes que conducen a ceguera, insuficiencia renal, ataques cardíacos, derrames cerebrales y amputación de miembros inferiores (Link a fuente).
Los riesgos de enfermedades infecciosas como el virus corona aumentan muchas veces cuando se combinan con la comorbilidad de enfermedades crónicas.
La tasa de mortalidad del coronavirus es de 1.6%.
Si uno tiene problemas cardíacos, aumenta a 13.2%.
Con diabetes, aumenta a 9.2%.
Con cáncer es 7.6%.
Los gobiernos deben tomar a la OMS tan en serio sobre el cáncer como lo han hecho en la epidemia de coronavirus.
El IARC de la OMS ha identificado el glifosato fabricado por Bayer / Monsanto como un probable carcinógeno. Este consejo debe tomarse en serio. El ataque corporativo a IARC está contribuyendo a la emergencia de salud. Debe ser detenido.
Se han presentado miles de casos de cáncer relacionados con el glifosato en los tribunales estadounidenses. En los casos de Johnson Edwin Hardeman, Alva y Alberta Pilliod, los tribunales han fallado a favor de las víctimas del cáncer.
Los gobiernos deben prohibir los productos químicos que causan daños. Y deben responsabilizar al Cartel del Veneno y responder por el daño que han hecho.
Mi viaje por la agricultura comenzó con el genocidio de Bhopal, que mató a miles cuando se filtró una planta de pesticidas propiedad de Union Carbide. Union Carbide es ahora Dow, que se ha fusionado con Dupont.
El Cartel Venenoso que ha creado enfermedades tóxicas al impulsar la agricultura industrializada globalizada también es Big Pharma. Difunden la enfermedad y se benefician de ella.
Bayer es una compañía farmacéutica y un químico agroquímico que vende pesticidas tóxicos.
Syngenta es una compañía de tóxicos y como Novartis vende productos farmacéuticos.
Big Pharma está utilizando la emergencia de salud para expandir sus mercados y ganancias (Link a fuente).
Ese dinero debe ir la protección que los gobiernos le dan al Cartel de Veneno. En su lugar, los gobiernos a todos los niveles deben trabajar con los ciudadanos y las comunidades para promover la salud de las personas con la misma fuerza con la que han actuado en Corona.
Necesitamos eliminar del sistema alimentario los productos químicos que han creado un desastre para la salud.
Los gobiernos deben seguir los consejos de la ONU y la OMS sobre todos los temas relacionados con la salud con el mismo entusiasmo que han demostrado con el coronavirus.
El manifiesto Food from Health sintetiza los altos costos de las nuevas enfermedades crónicas que han crecido exponencialmente en las últimas dos décadas de la propagación de alimentos industriales y la agricultura a través de la globalización.
Ya en 2012, un estudio cuantificó el impacto en la salud y los costos relacionados con el daño resultante de la exposición a 133 pesticidas aplicados en 24 países europeos en 2003, lo que equivale a casi el 50% de la masa total de pesticidas aplicados en ese año. Según esta encuesta, solo 13 sustancias, aplicadas a 3 clases de cultivos (uvas / vides, árboles frutales, vegetales) contribuyeron al 90% de los impactos generales en la salud debido a una pérdida de aproximadamente 2000 años de vida (corregido por discapacidad) en Europa cada año, correspondiente a un costo económico anual de 78 millones de euros. En 2012, se publicó una encuesta que evaluó los costos de la intoxicación aguda por pesticidas en el estado de Paraná, Brasil, y concluyó que el costo total de la intoxicación aguda por pesticidas asciende a $ 149 millones cada año.
Se calcula que en la década de 1990 en los Estados Unidos, los costos ambientales y de salud pública resultantes del uso de pesticidas ascendieron a 8.100 millones de dólares cada año. Por lo tanto, se gastan 4 mil millones de dólares cada año para el consumo de pesticidas en este país, lo que significa que por 1 dólar gastado en la compra de estas sustancias gastan 2 en costos subcontratados. Otro estudio publicado en 2005 estimó que en los EE.UU. los costos de las enfermedades crónicas por envenenamiento por pesticidas ascendieron a 1.100 millones de dólares, de los cuales alrededor del 80% para el cáncer. Se ha calculado que en Filipinas la transición de uno a dos tratamientos para el cultivo de arroz dio como resultado una ganancia adicional de 492 pesos, pero costos adicionales de salud de 765 pesos. con una pérdida neta de 273 pesos. En Tailandia se ha estimado que los costos externalizados de los pesticidas pueden variar anualmente de 18 a 241 millones de dólares276. En Brasil, los únicos costos por daños a la salud de los trabajadores empleados en cultivos de frijol y maíz representan el 25% de las ganancias277.
Para obtener datos más recientes y más cercanos a la realidad europea, podemos recordar un trabajo reciente realizado para evaluar la carga de las enfermedades y los costos relacionados con la exposición a disruptores endocrinos en Europa: un panel de expertos evaluó con «gran probabilidad» que cada año en Europa se pierden 13 millones de puntos de coeficiente intelectual (IQ) por exposición prenatal a organofosforados y que hay 59.300 casos adicionales de discapacidad intelectual278. Dado que se estima que cada punto de CI perdido por la exposición prenatal al mercurio tiene un valor aproximado de 17,000 euros, las cuentas también se pueden hacer pronto para la exposición al organofosforado.
Las consecuencias para la salud de la modernidad desadaptada, impulsada por los sistemas alimentarios comerciales, se están experimentando actualmente en proporciones epidémicas en todo el mundo. Además de la muerte prematura y la discapacidad prolongada, las enfermedades que resultan de dietas nutricionalmente pobres están obligando a las personas a buscar atención médica costosa, que a menudo es financieramente inasequible. Los sistemas comerciales de atención médica se benefician de estas epidemias modernas, al ofrecer pruebas y tratamientos intensivos en tecnología y de alto costo para los trastornos de salud que podrían y deberían haberse prevenido fácilmente mediante una buena nutrición y un ambiente saludable. La fusión de Bayer y Monsanto implica que las mismas corporaciones que venden los productos químicos que causan enfermedades también venden productos farmacéuticos como remedios para las enfermedades que han causado.
Los costos globales de la atención médica debido a enfermedades relacionadas con el sistema alimentario son
 -Obesidad $ 1.2 billones para 2025
-El costo global de solo diabetes en 2015 se estimó en US $ 1,31 billones. En Italia, cada paciente que padece diabetes actualmente cuesta 2589 euros al año para el Sistema Nacional de Salud, y las terapias relacionadas con la diabetes le cuestan al Sistema Nacional de Salud italiano alrededor del 9% del presupuesto, o alrededor de 8.26 mil millones de euros281. En África, 35 millones de personas, el doble del número actual, se verán afectadas por la diabetes en los próximos 20 años. Para 2030, la diabetes costará $ 1.5 billones 282
-Infecciones por AMR $ 1 billón para 2050
-Cáncer $ 2.5 billones
– Los costos de la exposición a disruptores endocrinos solo en Europa son de $ 209 mil millones anuales; los costos de exposición a disruptores endocrinos en los EE. UU. son de $ 340 mil millones
– Una nueva investigación encuentra que el costo anual del autismo se ha más que triplicado a $ 126 mil millones en los Estados Unidos. El autismo alcanzó los £ 34 mil millones en el Reino Unido y es el problema de salud más costoso286
– El aumento de la infertilidad ha llevado a una nueva industria de la fertilidad que costará US $ 21 mil millones para 2020 «
Y son el planeta y las personas quienes soportan la carga de la enfermedad.
La salud es un derecho, la regulación es una cuestión de vida o muerte: fortalecer la bioseguridad y la regulación de la salud, defender el principio de precaución y garantizar la responsabilidad corporativa es el deber del gobierno
Como muestra la crisis actual, la regulación es un asunto de vida o muerte. Y el principio de precaución es más vital que nunca. No debe abandonarse con la falsa afirmación de que «el tiempo es nuestro mayor enemigo» y cualquier manipulación de organismos vivos debe apresurarse para su introducción en el medio ambiente con poca o ninguna prueba (Link a fuente).
Hay un intento de socavar el principio de precaución a través de acuerdos de libre comercio como el llamado «mini-acuerdo» sobre comercio de los Estados Unidos y la Unión Europea. Según los negociadores de comercio de Estados Unidos, el secretario de agricultura Sonny Perdue y los intereses agrícolas estadounidenses, el principio de precaución debe ir y ahora es el momento de finalmente acabar con el acuerdo comercial entre Estados Unidos y la UE.
Los gobiernos deben garantizar que las evaluaciones de Bioseguridad e Inocuidad de los Alimentos no se vean influenciadas por la industria que se beneficia de la manipulación de organismos vivos y suprime la evidencia científica de daños. La evidencia de tal manipulación de la investigación y el ataque a los científicos y la ciencia por parte de la industria se presentó en el Tribunal de Monsanto y la Asamblea Popular en La Haya en 2016.
El daño causado a la salud de las personas por la manipulación corporativa de la investigación ahora está probado.
Necesitamos fortalecer la investigación independiente sobre Bioseguridad, Seguridad Alimentaria, Seguridad Saludable, epidemiología y ecología de la salud.
Los gobiernos deben fortalecer de inmediato la regulación de la bioseguridad y la salud. El intento global de desregulación de las regulaciones de seguridad y bioseguridad alimentaria debe detenerse. La edición de genes tiene impactos impredecibles y los nuevos OGM basados ​​en la edición de genes deben regularse como un organismo genéticamente modificado (OGM) porque El genoma ha sido modificado, y necesitamos evaluar y conocer el impacto en la salud de la manipulación a nivel genético.
Deben detenerse los nuevos intentos de impulsos genéticos para manipular genéticamente a los organismos para llevarlos a la extinción para evitar crímenes contra la naturaleza y crear nuevas enfermedades desconocidas a través de impactos no intencionados.
Con coronavirus, los gobiernos están demostrando que pueden tomar medidas para proteger la salud de las personas cuando tienen la voluntad.
Ahora es el momento de que tomen todos los pasos necesarios para detener todas las actividades que comprometen nuestra salud al comprometer los procesos metabólicos que regulan nuestra salud. Los mismos sistemas también causan daño a la biodiversidad del planeta, la capacidad de autorregulación de la Tierra que causa estragos climáticos.
La crisis de la corona y la respuesta a la crisis deben convertirse en la base para detener los procesos que degeneran nuestra salud y la salud del planeta y el proceso de inicio que regenera ambos.
Sabemos que la agricultura industrial y los sistemas alimentarios industrializados globalizados basados ​​en combustibles fósiles y productos químicos tóxicos derivados de los combustibles fósiles están contribuyendo a la extinción de especies, el cambio climático y la catástrofe de enfermedades crónicas.
Sabemos que la agricultura orgánica regenerativa basada en la biodiversidad puede abordar las tres crisis.
Es hora de que los gobiernos dejen de usar nuestro dinero de impuestos para subsidiar y promover un sistema alimentario que está enfermando al planeta y a las personas.
Las corporaciones deben ser responsables por el daño que han hecho y evitar que sigan siendo libres de hacer más daño al socavar la ciencia y la investigación independientes, que es la única fuente de conocimiento real sobre el daño a la salud.
La crisis también brinda a las personas la oportunidad de ver cómo las corporaciones han socavado nuestra salud.
La emergencia de salud ha demostrado que el derecho a la salud es un derecho fundamental, la salud es un bien común y un bien público, y el gobierno tiene el deber de proteger la salud pública. Es por eso que la privatización y la corporativización de la salud deberían detenerse, y los sistemas de atención de salud pública deberían protegerse y fortalecerse donde existan, y crearse donde no existan.
Rejuvenecer la ciencia de la vida y la vida saludable: descolonizando nuestros sistemas de conocimiento y sistemas de salud:
El camino hacia un planeta sano y personas sanas es claro.
La economía basada en un crecimiento ilimitado está generando un apetito ilimitado para colonizar la tierra y los bosques, destruyendo los hogares de otras especies y pueblos indígenas. El Amazonas está siendo quemado por OMG para la alimentación animal. Las selvas tropicales de Indonesia están siendo destruidas por el aceite de palma en Indonesia 
La enfermedad está siendo creada por la demanda ilimitada de recursos para una economía globalizada basada en un crecimiento ilimitado. Una economía de la avaricia está violando los Derechos de la Madre Tierra y la integridad de su ser diverso, que son la base de One Health.
La salud para todos comienza se basa en la protección de la tierra, sus procesos ecológicos y el espacio ecológico y la integridad ecológica de la vida en la tierra, incluidos los humanos.
Necesitamos pasar de un paradigma mecanicista y militarista de agricultura basada en químicos de guerra a Agroecología Regenerativa, una agricultura para la Biodiversidad basada en la vida y trabajar con una naturaleza viva, no participar en una guerra contra la tierra y sus diversas especies. la agricultura es cuidado y gratitud, de devolver a la tierra, la ley del retorno o la ley de dar, creando economías circulares que curan la tierra y nuestros cuerpos.
Los sistemas indígenas de atención médica han sido criminalizados por la colonización y la industria farmacéutica.
Necesitamos pasar de un paradigma reduccionista, mecanicista y militarista basado en la separación y colonización de la Tierra, otras especies y nuestros cuerpos, que han contribuido a la crisis de salud a sistemas como el Ayurveda, la ciencia de la vida, que reconoce que somos Como parte de la red de vida de la Tierra, nuestros cuerpos son complejos sistemas de vida autoorganizados, que tenemos el potencial de estar sanos o enfermos dependiendo de nuestro medio ambiente y los alimentos que cultivamos y comemos. La salud depende de una alimentación saludable (Annam Sarva Aushadhi – La buena alimentación es la medicina para todas las enfermedades). Un intestino sano es un ecosistema y es la base de la salud. La salud es armonía y equilibrio.
(Annam: Alimentación y Salud, Navdanya)
Los sistemas de salud y los sistemas de conocimiento indígenas que se basan en la interconexión deben ser reconocidos y rejuvenecidos en tiempos de emergencia de salud que enfrentamos.
La salud es un continuo, desde el suelo, hasta las plantas, hasta nuestro microbioma intestinal.
Si bien la agricultura industrializada globalizada que está destruyendo los bosques y la biodiversidad de nuestras granjas se justifica como Alimentar al mundo, el 80% de los alimentos que comemos proviene de pequeñas granjas. Las granjas de monocultivo producen productos, no alimentos.
La agricultura industrializada globalizada es un sistema que crea hambre y enfermedades. Ha propagado enfermedades relacionadas con los tóxicos y está destruyendo las pequeñas granjas que nos alimentan atrapando a los agricultores en deuda y llevándolos al suicidio.
 Esta enfermedad que crea un sistema alimentario poco saludable está subsidiada por nuestro dinero de impuestos, primero al proporcionar subsidios para la producción y distribución, y luego hacer que las personas paguen los altos costos de la atención médica.
Si agregamos los subsidios y las externalidades de salud de los sistemas alimentarios industriales y globalizados, nos damos cuenta de que ni el planeta ni las personas pueden continuar soportando la carga de esta enfermedad creando un sistema alimentario industrializado y globalizado.
La agricultura ecológica libre de productos químicos debe ser parte del rejuvenecimiento de la salud pública.
A diferencia de las granjas industriales, las pequeñas cuidan la salud de las personas, especialmente cuando están libres de químicos, orgánicos y de biodiversidad. Deberíamos dirigir todos los fondos públicos para apoyar las granjas agroecológicas y las economías locales como sistemas de salud.
A través de la biodiversidad y la materia orgánica en el suelo, cultivamos más nutrientes por acre, nuestras plantas son más saludables y más resistentes a las enfermedades y plagas. Devolver la materia orgánica al suelo también cura el ciclo roto de carbono y nitrógeno que están impulsando el cambio climático. La curación del planeta y la curación de nuestros cuerpos son procesos interconectados.
Necesitamos la intensificación de la biodiversidad y la reconstrucción de nuestras granjas, no la intensificación química y de capital. La biodiversidad crea culturas y economías de cuidado, incluido el cuidado de la salud de la tierra y las personas. Mientras más biodiversidad conservemos en el planeta, más protegeremos el espacio ecológico para que diversas especies se mantengan y protejamos su integridad para evolucionar en libertad y resiliencia. Todas las especies tienen derecho al espacio ecológico y la libertad de evolucionar, y todos los humanos como parte de la Tierra tienen derecho a acceder a alimentos biodiversos libres de químicos.
Necesitamos proteger la biodiversidad de nuestros bosques, granjas, nuestros alimentos para aumentar la biodiversidad de nuestro intestino, que es la verdadera fuente de salud. Las plantaciones no son bosques, y el cultivo de monocultivos comerciales de árboles o soja transgénica es una amenaza para diversas especies. , culturas diversas y nuestra propia salud.
Los sistemas orgánicos de biodiversidad deben ser centrales para las soluciones de salud pública para la emergencia de salud que estamos presenciando.
La biodiversidad de la mente debe reemplazar los monocultivos de la mente mecanicista que ven la diversidad de la vida como el enemigo a ser exterminado.
El saludo de la India «Namaste» se ha globalizado en tiempos del virus corona. El significado de Namaste no es la separación, sino una unidad más profunda que nos conecta a todos. Namaste significa «Me inclino ante lo divino en ti». Significa una interconexión de que somos parte de un universo sagrado donde todo está impregnado por lo divino para el beneficio de todos, la exclusión de ninguno.
Esta es la conciencia de unidad y unidad que necesitamos cultivar en estos tiempos donde un pequeño virus nos ha conectado en todo el mundo a través de enfermedades y pánico.
No permita que el aislamiento social requerido en una emergencia de salud se convierta en un patrón permanente de separación, destruyendo la cohesión social y comunitaria. No permita que el cierre de los mercados locales y de los agricultores se convierta en un cierre permanente para crear un futuro de agricultura sin agricultores en la visión de Bayer / Monsanto y alimentos falsos que destruyen nuestra salud mientras que los multimillonarios extraen ganancias de la moneda de la vida (Link a fuente).
El futuro depende de nuestra unidad como humanidad en un planeta conectado a través de la biodiversidad y la salud. No permitamos que las precauciones de hoy se cementen en un clima permanente de miedo y aislamiento. Nos necesitamos mutuamente y a la tierra en nuestra rica diversidad y autoorganización para crear resiliencia en tiempos de emergencia y para regenerar la salud y el bienestar en el puesto.
La crisis del coronavirus crea una nueva oportunidad para hacer un cambio de paradigma desde la era mecanicista e industrial de separación, dominación, avaricia y enfermedad, hasta la era de Gaia, de una civilización planetaria basada en la conciencia planetaria de que somos una familia terrestre. Que nuestra salud sea una salud enraizada en la interconexión ecológica, la diversidad, la regeneración, la armonía.
Link a artículo original. Traducción por lavaca.org


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