jueves, 28 de febrero de 2019

La última frontera teórica y política de la Revolución

Marxismo y colapso


Miguel Fuentes
Rebelión


La Revolución ha muerto. El socialismo moderno ha fracasado… y el comienzo de una era posmoderna de colapso civilizatorio y derrumbe social planetario es inevitable. Tal como en el caso de una enfermedad mortal imposible de detener, nada puede ya impedir este pronto desenlace. Ni la globalización económica, ni la tecnología o la planificación socialista de la economía pueden evitar lo que, si se tiene en cuenta la real gravedad que poseen las actuales crisis ecológica y energética, se presenta hoy como inevitable: el pronto colapso de la sociedad contemporánea.
¡Patrañas!, responderá ante esta afirmación el defensor de la libre competencia. ¡Solamente necesitamos invertir en nuevas tecnologías!¡Derrotismo!, increpará desde la otra vereda el militante marxista. ¡Esto lo solucionamos con la conquista del poder por los trabajadores! ¡Determinismo! ¡Un ecosuicidio planetario es ciertamente posible, dirá el eco-socialista, pero asumir su inevitabilidad es puro pesimismo! ¡Falta de enfoque!, replicará a su vez el defensor del “decrecimiento”. ¡Un colapso no tiene porque ser “algo negativo”, sino que aquel puede ser “administrado” en pos de un modelo alternativo de sociedad, constituyendo entonces una “oportunidad”!
¿Pero es cierto que el peligro de un colapso civilizatorio inminente como efecto de la combinación catastrófica de las contradicciones económicas, sociales y políticas tradicionales del sistema capitalista actual y el avance (ya imparable) de la crisis ecológica, energética y los futuros escenarios de sobrepoblación mundial y escasez planetaria de recursos, puede ser conjurado, esto ya sea mediante el desarrollo tecnológico, la implementación de un sistema económico planificado, el eco-socialismo o el impulso de “modelos alternativos” de sociedad basados en el “decrecimiento”?
Es precisamente para el desarrollo de estas y otras discusiones que nace el sitio web Marxismo y colapso, teniendo como uno de sus objetivos principales constituir un espacio de información y debate con relación a los problemas existenciales (inmediatos) a los cuales se enfrenta actualmente nuestra especie y la civilización. Una de las tareas de este sitio será así, en primer lugar, informar respecto al estado de la discusión científica alrededor de estas amenazas y sus posibles proyecciones durante el presente siglo, aquello a partir de la difusión de algunos de los más avanzados estudios científicos en torno a las mismas.
Marxismo y colapso defiende además la necesidad de un nuevo marco estratégico marxista ante el inevitable fenómeno de colapso civilizatorio y extinción humana que ya ha comenzado a avizorarse en el horizonte histórico. Teniendo en cuenta la casi nula elaboración marxista respecto a este peligro, así como también los propios límites del ecosocialismo y los demás referentes de la actual ecología política marxista (muchos de los cuales, si bien comprenden la posibilidad de un colapso civilizatorio cercano, se niegan a aceptarlo como un horizonte histórico práctico cercano), Marxismo y colapso se plantea como un espacio para el desarrollo de los jalones teórico-programáticos necesarios para el impulso de un marxismo nuevo: es decir, dotado de un nuevo programa, una nueva teoría y una nueva practica política para la revolución, adaptada para la nueva era histórica (salvaje) que está comenzando a configurarse ante nosotros: esto es, el derrumbe de la civilización, la extinción humana y el mismo “apocalipsis”.
Ahora bien, comprendiendo que la adopción de un nuevo marco teórico-programático marxista, adaptado para las condiciones del próximo colapso civilizatorio, no “caerá del cielo” ni se presentará al modo de ningún “viaje intelectual”, Marxismo y Colapso busca establecer contacto con las bases militantes y los cuadros dirigentes medios de todas las organizaciones anti-capitalistas existentes en la arena internacional, esto para discutir con aquellas la necesidad imperiosa de imponer el debate "colapsista" en sus respectivas organizaciones.
Sostenemos aquí que un colapso civilizatorio durante este siglo sería ya inevitable como resultado, tal como dijimos, de la combinación catastrófica del avance (imparable) de la crisis ecológica, energética y las contradicciones económicas, políticas y sociales tradicionales del modo de producción capitalista en su fase de decadencia absoluta. De acuerdo a esta perspectiva, coherente con la información científica disponible, se habría alcanzado ya un punto de no retorno en el actual proceso de degradación planetaria, la cual habría comenzado a corroerlos principales pilares ecológicos de existencia del propio capitalismo: por ejemplo aquellos que hacen posible el actual nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.


Infraestructura ecológica del modo de producción capitalista (pasado y presente)
Paralelamente a esta situación de aguda degradación de la “infraestructura eco-social” del modo de producción capitalista, se estaría produciendo además un desarrollo “en tijeras” (irreversible) entre la creciente degeneración socio-ambiental, por un lado, y el avance de un “déficit tecnológico” cada vez más grave para hacerle frente, por otro. Un ejemplo de esto puede encontrarse en la ya marcada incapacidad de los sistemas tecnológicos actuales para limitar los efectos del aumento de las concentraciones de CO2 atmosférico, las cuales habrían alcanzado niveles cercanos a los 410 ppm (una cifra no vista en la Tierra en millones de años), siendo dichos niveles suficientes para asegurar durante las próximas décadas un calentamiento global entre 2 y 3 grados centígrados por sobre la línea de base del siglo XIX.



Niveles actuales de dióxido de carbono en escala geológica
Cabe recordar aquí que, tal como señalan las Naciones Unidas, un calentamiento global superior a los 1.5 grados centígrados se asociaría a una dislocación y derrumbe eco-sistémico planetario generalizado capaz no solamente de empeorar la ya gravísima situación ecológica mundial (caracterizada hoy, entre otras cosas, por la desaparición de más del 60% de las especies salvajes), sino que además gatillar una crisis de recursos básicos y agrícola sin precedentes a nivel internacional. Una muestra de lo anterior es que un calentamiento global entre 2 y 3 grados centígrados bastaría para producir la transformación del Amazonas y muchos otros centros neurálgicos de la diversidad terrestre en sabanas o posiblemente desiertos, generando con ello una expansión a gran escala de las áreas inhabitables en todos los continentes.
Otra de las características de la ya mencionada “dinámica en tijeras” entre la crisis ecológica y los sistemas tecnológicos radicaría en la progresiva insuficiencia que presentarían los modelos de sociedad alternativos al capitalismo para resolver no sólo el problema de las actuales concentraciones atmosféricas de CO2 , sino que además para contener (o revertir) la degeneración de las bases eco-sociales del desarrollo histórico contemporáneo. Una muestra de lo anterior sería, por ejemplo en el caso del modelo socialista moderno, la ineficacia creciente que tendría la implementación de un sistema económico basado en la planificación y la gestión obrera como vías para satisfacer las necesidades del conjunto de la población mundial, esto por ejemplo ante un escenario de derrumbe agrícola planetario.
Respecto a las posibles “soluciones tecnológicas” a largo plazo ante el problema de las concentraciones atmosféricas de CO2 , pueden destacarse aquí las afirmaciones de Hugh Hunt del departamento de ingeniería de la Universidad de Cambridge quien sostiene, entre otras cosas, que serían necesarias todavía muchas décadas antes del desarrollo de tecnologías mínimamente eficaces para la “remoción” (o captura) de concentraciones significativas de CO2 desde la atmósfera. Un ejemplo de lo anterior es que las actuales “plantas procesadoras” de dióxido de carbono no han sido capaces ni siquiera de alcanzar niveles de captura cercanos al millón de toneladas, es decir una cifra muy por debajo de las 35 billones de toneladas emitidas anualmente. Todo esto en momento en que no dispondríamos de algo más de una década antes de que se alcance el límite catastrófico de los 1.5 grados de calentamiento global fijado por la ONU.
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Nos deben lo que las mayores riqueza nunca podrán pagar

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Juan Camilo Delgado
Rebelión


Hablan de la producción de productos que produce estos productos según la racionalidad medio-fin, sin hablar de la reproducción del productor que produce estos productos, ni de la naturaleza, de la cual se extraen las materias primas para su producción. (FRANZ HINKELAMMERT [1])

Una de las líneas divisorias entre el Norte y el Sur es la deuda ecológica debido a un intercambio desigual de materias primas y mercancías. La mayoría de materias primas utilizadas en la producción de mercancías son extraídas de los países del Tercer Mundo, donde sus bienes naturales son vendidos al capital transnacional para ser explotados, dejando tras de sí contaminación, miseria, muertos y comunidades desplazadas. Y no sólo las necesidades que nos impone la cultura hegemónica del capitalismo deben ser satisfechas con mercancías inútiles y costosas, sino que en los países desarrolladoscuando estas mercancías pierden su valor de uso, son desechadas como materia inservible, siendo cínicamente el Sur uno de sus sumideros. [2] Básicamente, la función de los países del Sur es cumplir las exigencias de los países del Norte a cambio de la degradación de nuestros bienes naturales. La incapacidad de los países del Sur de pagar la deuda externa, los lleva a entregar en bandeja de platalos bienes naturales al mercado internacional, de esta forma evitan la marginación y siguen recibiendo ayuda mediante inversión extranjera para el saqueo de materias primas. La exigencia del pago de la deuda externa que los países del Sur tienen con el Norte, llega hasta el extremo de obligar a los países del Sur a exportar materias primas a costos irrisorios.
Lo anterior demuestra que los países del Norte, o sea, los países desarrollados, no podrían sostener su metabolismo si no consiguieran a bajo costo los bienes naturales de los países proveedores de materias primas, o sea, del Sur, de los países en vía de desarrollo. Es sumamente importante reconocer que no existe en el planeta bienes naturales suficientes para satisfacer las necesidades de la sociedad capitalista, a excepción de una mínima fracción del total de la población mundial que si puede satisfacer sus necesidades, a cambio de la explotación de los ecosistemas de los países en vía de maldesarrollo, de ahí surge el reclamo de los países del Sur debido a la deuda ecológica que el Norte tiene con ellos producto de un “[…] comercio ecológicamente desigual, por el cambio climático, también por la biopiratería y por la exportación de residuos tóxicos […]”, [3] además la deuda ecológica tiene aspectos morales que no se pueden reflejar en una valorización monetaria, debido a que los índices abstractos de la economía clásica como el PIB o el ingreso per cápita no pueden expresar el impacto negativo de los procesos económicos sobre la naturaleza [4] y las consecuencias que deben afrontar, por ejemplo, comunidades indígenas o campesinas cuya relación con la naturaleza está dada de forma más cultural a diferencia del Homo œconomicus sometido a las leyes del mercado capitalista. [5]
Tan solo en Colombia, donde el sector extractivo representa la mayor parte de la economía del país, la inversión extranjera despoja a las comunidades de sus bienes naturales para perpetuar el modelo extractivista. Las fluctuaciones de los precios de las materias primas, junto con la caída de los precios del petróleo, llevó a Colombia a acentuar el modelo extractivista auspiciado por las grandes transnacionales, a cambio de la sobreexplotación de los bienes naturales. No es gratuito que Colombia sea el segundo país con mayor cantidad de conflictos socioecológicos según el Atlas de Justicia Ambiental –EJAtlas–, con un total de 127 conflictos. Sin embargo, en Colombia la deuda externa ha venido aumentando al igual que los conflictos socioecológicos. En el año 2014, EJAtlas registraba un total de 72 conflictos, para este año existe un registro de 127 conflictos. La situación de los demás países del Sur no es muy distinta.
Los países del Norte nunca han reconocido la deuda ecológica que tienen con los países del Sur, sin embargo, la deuda que los países colonizados han contraído con el Norte, con los mismos colonizadores que los condujeron a endeudarse, es exigida a ser pagada. En muchas ocasiones, la élite criolla de los países del Sur, defendiendo los intereses del Norte, sólo pueden ofrecer al omnipotente capital, sus bienes naturales.
La deuda ecológica está conformada por las externalidades que no son internalizadas en el proceso de acumulación de capital. La economía clásica no tiene la capacidad de determinar los costes socioecológicos de los procesos productivos del régimen capitalista, los cuales son profundizados en la explotación de los países del Sur. El orden socioeconómico tiene la capacidad de privatizar los beneficios en nombre de la élite capitalista, y socializar las consecuencias socioecológicas con los oprimidos de los países pobres.
Tal como menciona Andrés Bansart, “[…] la riqueza de una parte del mundo se hizo en detrimento de nuestros países, de su población y de su equilibrio ecológico.” [6] Nuestros países, los del Sur, sólo son una tuerca oxidada y desgastada, pero necesaria, en el engranaje de la maquinaría capitalista. “[…] La madre patria del capital no es el clima del trópico con su lujuriosa vegetación, sino la zona templada.” [7]
La deuda ecológica es un punto de convergencia para la alianza de los distintos movimientos anticapitalistas que luchan por la igualdad social y la justicia ambiental. Además, distinguir los orígenes de la deuda externa, nos lleva a reproducir las palabras –todavía vigentes– de Thomas Sankara: “[…] No podemos pagar la deuda porque, al contrario, nos deben lo que las mayores riquezas nunca podrán pagar, esto es, la deuda de sangre. Es nuestra sangre la que ha sido derramada” [8] y nuestros ecosistemas los que han sido destruidos, la deuda ecológica. 
Barrancabermeja, 25 de febrero de 2019

Notas: 
[1] Franz Hinkelammert citado en Jorge Vergara Estévez. Modernidad y utopía. El pensamiento crítico de Franz Hinkelammert. Diputación Foral de Ávala, 2015, p. 56.
[2] “Además de usar los océanos y la atmósfera como sumidero o depósito temporal gratuito de dióxido de carbono, los países del Norte recurren, cuando pueden, a la exportación de residuos tóxicos […].” En Joan Martínez Alier, “Conflictos ecológicos y justicia ambiental”, en Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global, núm. 103, 2008, p. 22.
[3] Joan Martínez Alier, “Conflictos ecológicos y justicia ambiental”, op. cit., p. 25.
[4] Julián Sabogal Tamayo, “Entre la economía política de Karl Marx y la economía ecológica”, en Revista de Economía Institucional, vol. 14, núm. 27, 2012, p. 211.
[5] “[…] Es conocido el caso de los U’Wa en Colombia quienes argumentaron en su conflicto con Occidental Petroleum que la tierra y el subsuelo eran sagrados.” En Joan Martínez Alier, “Los conflictos ecológico-distributivos y los indicadores de sustentabilidad”, en Revista Iberoamericana de Economía Ecológica, vol. 1, 2004, p. 24.
[6] Andrés Bansart, Ecosocialismo, El perro y la rana, Caracas, 2009, p. 57.
[7] Carlos Marx citado en Alfred Schmidt, El concepto de naturaleza en Marx, Siglo XXI, Madrid, 1977, p. 98.
[8] Thomas Sankara, “Un frente unido contra la deuda”, Vigésima Quinta Conferencia en la Cumbre de los países miembros de la Organización para la Unidad Africana, Addis Abeba, 29 de julio de 1987 en Damien Millet, África sin deuda, Icaria, Barcelona, 2008, p. 237.


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miércoles, 27 de febrero de 2019

Los documentos de clima y energía del Gobierno se quedan cortos en ambición climática

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Ecologistas en Acción


- Para Ecologistas en Acción, aunque los nuevos objetivos suponen un avance respecto a la situación anterior, la planificación presentada está lejos de la ambición requerida.  

- Los calendarios de cierre presentados responden más a los intereses de las grandes compañías eléctricas que a los propios compromisos del PSOE. 

- Se pierde la oportunidad de reducir emisiones en sectores como el transporte, la agricultura o los residuos. 


Tras meses de promesas, filtraciones y actos, el Consejo de Ministros ha presentado un paquete de cambio climático días antes del fin de la legislatura. Si bien los compromisos planteados son al menos superiores a la propuesta anterior del Partido Popular, están muy lejos de reducciones anuales superiores al 7 % anual hasta 2030. 

Aunque las declaraciones de los principales responsables políticos aciertan en la identificación del enorme reto del cambio climático, chocan de nuevo con la voluntad de los grandes sectores empresariales que consiguen una normativa que proteja sus beneficios. La injustificada excusa de las eléctricas, de carecer de fondos para el desmantelamiento de las centrales nucleares, o los planes de transición justa no pueden retrasar la consecución de un horizonte 100 % renovable. El sector ha gozado de importantes aportaciones de fondos por parte de sucesivos gobiernos a través de medidas como el déficit de tarifa, los costes de transición a la competencia o el propio diseño del mercado eléctrico. 

Ese parece ser por ejemplo el caso del calendario de cierre nuclear del Plan Nacional de Clima y Energía, que incumple el acuerdo histórico adoptado por el PSOE y por otras organizaciones sociales y sindicales. 

Para Ecologistas en Acción esta postura del PSOE, que muestra cómo una vez más las cuentas de balances de resultados de las grandes eléctricas priman sobre el bien común, es inadmisible. Esta falta de valentía es patente en la ausencia de una fecha definitiva del cierre de las centrales de carbón, lo que deja a la voluntad de las empresas decisiones de calado que afectan a la ciudadanía global. La organización señala también que las interconexiones eléctricas por el golfo de Bizkaia, y entre Navarra y Aragón con Francia son innecesarias debido a un cálculo de seguridad energética sobredimensionado. 

La propuesta presentada incrementa los objetivos climáticos del país, aumentando objetivos en penetración de energías renovables, incremento de la eficiencia y otra series de medidas que podrían suponer una cierta aceleración en la lucha contra el cambio climático, pero el esfuerzo debe ser aún mayor: sectores como el eléctrico tienen capacidades más que suficientes como para transformarse antes de 2030 a tecnologías 100 % renovables, superando así el escaso objetivo del 35 % de energía renovable marcado en el plan y en el Anteproyecto de Ley de Cambio Climático. Un objetivo que no supondría un esfuerzo adicional, ya que como reconoce el documento presentado los beneficios sociales y económicos de esta transformación son numerosos. 

En el caso del transporte, el sector más emisor en el Estado español, debe ser prioritaria una reducción mayor de las emisiones. El objetivo actual nos sitúa en un nivel de emisiones en el sector muy cercano al registrado en los años 90, lo que resulta escaso. 

La introducción de la prohibición de matriculación de vehículos de combustión interna en una señal importante y necesaria. No obstante, la fecha de 2040 es poco ambiciosa, ya que para esa fecha lo adecuado sería haber logrado una descarbonización total de la economía. 

La medida de introducir zonas de bajas emisiones y otras de mejoras de la movilidad en municipios de más de 50.000 habitantes es positiva. Se echa de menos, sin embargo, una apuesta firme por el ferrocarril tanto para el transporte de pasajeros como de mercancías, que además es una medida con de competencia estatal. 

En cuanto al transporte aéreo, el anteproyecto incluye una gran mejoría respecto a otros borradores, ya que promueve el uso de biocombustibles sintéticos y avanzados, excluyendo biodiésel de origen vegetal. Sin embargo, son necesarias mayores medidas para frenar el crecimiento de las emisiones en este sector, que se prevé aumentarán en los próximos años. 

El documento tiene un evidente foco en temas sobre la energía faltando mayor desarrollo de otros sectores implicados en la lucha climática como el agrícola o el de residuos. Así, actuaciones y planificaciones mayores en el impulso de la agroecología y el uso sostenible del territorio podrían originar reducciones anuales considerables, pero la realidad es que se sigue sin poner freno a la macroindustria ganadera, altamente contaminante, en detrimento de un modelo familiar con capacidad de fijar mayor población en el territorio, o se sigue apostando por un turismo devorador ambiental y socialmente. Del mismo modo, la ausencia de medidas específicas contra la incineración de residuos y en favor de la recuperación de la materia orgánica para los suelos hace que el sector no experimente una gran transformación respecto a su insostenibilidad actual. 

El último informe especial del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático alertaba de la enorme vulnerabilidad de regiones mediterráneas como la ibérica a un incremento de la temperatura global superior a 1,5 ºC. Este mismo informe señalaba como las medidas tomadas en la actualidad nos llevarían a un escenario de calentamiento muy por encima de los 3 ºC. Alcanzar este objetivo no supone únicamente sustituir unas tecnologías por otras, sino que es fundamental el descenso de nuestro consumo energético. Una cuestión evidente en el plan ya que a pesar de el gran despliegue previsto en energías renovables (3000 megavatios anuales) o el incremento de la eficiencia energética a través de la rehabilitación no logran el descenso de las emisiones necesarios. 

El diseño de los modelos utilizados y convenidos a nivel internacional no solo no consideran este parámetro, sino que siguen insistiendo en considerar un escenario de crecimiento continuo, más eficiente, pero continuo y, por tanto, imposible. Así, el modelo se basa en la presunción de la infinitud de los materiales sin tener en cuenta las disponibilidades reales de esos recursos. No existe un balance de cuestiones como cuál es la producción de biomasa sostenible o qué usos son prioritarios cuando una energía es escasa. La ausencia de estas preguntas supone un enorme fallo del modelo que considera viable el sistema económico que nos ha traído a la situación actual; parámetros como el precio, las “señales para los mercados” o una metodología basada en mercados de carbono seguirán perpetuando el bloqueo que persiste en la lucha climática. 

Para Ecologistas en Acción, aunque los nuevos objetivos suponen un avance respecto a la situación anterior, la planificación presentada está lejos de la ambición requerida y del impulso necesario para la transformación necesaria para frenar el cambio climático. El tiempo de la inacción se ha pasado. Solo una actuación decidida que consiga reducciones sustanciosas podrá atender las demandas de una transformación planetaria sin precedentes para frenar el cambio climático. 

Fuente: https://www.ecologistasenaccion.org/?p=115715


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Las huelgas escolares por el cambio climático son inspiradoras, pero deberían avergonzarnos



Jonathan Freedland
The Guardian

Traducido por Eva Calleja

Greta Thunberg marcó el camino. Que los niños se estén saltando las clases para tomar la iniciativa moral es una denuncia a la complacencia adulta.

 
Tal es el caótico estado de nuestro mundo al revés que los niños son ahora los adultos y los adultos son los niños. En Westminster, nuestros supuestos líderes –hombres y mujeres maduros añejos- siguen pataleando y pidiendo lo que nadie puede darles.


Insisten en que les deberían permitir devorar todo el pastel de cumpleaños y que todavía les quede pastel para comer, amenazan con marcharse enfadados de la Unión Europea y dar un portazo tras ellos. Como dijo muy acertadamente Dominic Grieve, el anterior fiscal general: “Amenazar con irse es el mismo comportamiento que el de un niño de tres años que dice que no va a respirar si no consigue lo que quiere”.


Mientras tanto en Washington Donald Trump, de 72 años y tres cuartos, ha chillado y chillado hasta vomitar, golpeando su pequeño puño en la mesa mientras demandaba dinero para el gran muro de ladrillos que quiere construir y, hoy mismo, ha declarado el estado de emergencia nacional para salirse con la suya. La Presidenta de la Cámara de Representantes, la Demócrata Nancy Pelosi, valoró el mes pasado la situación con bastante precisión, cuando Trump estaba cerrando el Gobierno: “Es una rabieta del presidente. Tengo cinco hijos y nueve nietos. Sé lo que es una rabieta cuando la veo”.
Pero quizá estas comparaciones son injustas –no para Trump o los brexiters, sino para los niños. Porque mientras Trump se ha inventado una emergencia completamente falsa –no hay ninguna amenaza de invasión inminente de inmigrantes en la frontera sur de EE.UU.– y mientras la amenaza de una derrota sin acuerdo en la UE es, si acaso demasiado real, totalmente evitable a través de un simple voto en la Cámara de los Comunes, ha recaído sobre los niños el peso de llamar la atención sobre una emergencia que no es falsa ni fácilmente evitable. Ha recaído sobre aquéllos que son tan jóvenes que no se confía en ellos para que decidan lo que pueden comer o cuándo pueden irse a la cama, dar el toque de alarma sobre la crisis que más importa: la crisis del clima.


¿Qué tenemos que sacar en claro de la huelga de escolares de hoy, en Gran Bretaña y por todo el mundo, parte de un movimiento que está creciendo rápidamente y que pretende celebrar una huelga global para el 15 de marzo? ¿Cómo debemos reaccionar ante un fenómeno que comenzó con una sola niña, una adolescente de Estocolmo llamada Greta Thunberg, que se saltó las clases un viernes el pasado agosto para sentarse a protestar en los escalones del Parlamento sueco, y que hoy vio a niños de primaria, y también a adolescentes, seguir su camino blandiendo carteles mientras marchaban en Parliament Square y en las calles de docenas de pueblos y ciudades británicas?


Seguramente, a primera vista, la reacción tiene que ser de alegría liberadora. Muchos compartirán el entusiasmo de aquellos medioambientalistas veteranos que lo reciben como el suceso más emocionante, más esperanzador del que han sido testigos después de décadas de campañas. La generación joven, que tan fácilmente ha sido caricaturizada como desconectada y egocéntrica, con sus cabezas permanentemente inclinadas sobre sus teléfonos, publicando fotos de sí mismos en Instagram, está tomando la iniciativa moral.


Los padres liberales han estado a su lado con orgullo, abrigando a sus pequeños con bufandas y guantes mientras les ven saltarse las clases para salvar el planeta. Sospecho que habrá muchos lectores del Guardian que comparten el dilema al que me he enfrentado esta semana. No es si permitir o no a sus hijos saltarse las clases en un año de exámenes para abordar la importante causa del cambio climático: ese es evidente. No, el dilema que tengo en la cabeza entra más en el detalle. ¿Deberían los padres liberales concienciados mostrar su emoción al ver a sus hijas e hijos posicionarse o deberían pretender que lo desaprueban, dando así a los jóvenes la emoción de una rebelión de principios?


Los profesores han peleado contra el choque entre la ley, que dice que los niños deben estar en la escuela, y la evidencia de que este es un “momento de enseñanza”, una experiencia de aprendizaje. De hecho la ley dice que los niños deben estar en la escuela a no ser que existan “circunstancias excepcionales”. Como me dijo la única parlamentaria del Partido Verde, Caroline Lucas, mientras se maravillaba de las protestas infantiles en las calles de su distrito de Brighton: “Que David Attenborough alerte de que el futuro de la civilización está en riesgo, cuenta como 'circunstancias excepcionales'”.


Y no es solo el problema con las emisiones de carbono lo que este momento puede enseñarnos. Thunberg también está demostrando el poder de los actos individuales. Es muy fácil sentirse impotente ante la enorme magnitud de la crisis climática, pero Thunberg, cuya cuenta de Twitter la describe como una “activista por el clima de 16 años con síndrome de Asperger”, es la viva imagen de la causa contra el derrotismo. El rabino Jonathan Wittenberg, un antiguo e incansable defensor del medio ambiente, tiene razón al decir que el movimiento #ViernesPorElFuturo (#FridaysForFuture) “no es el primer gran cambio que comienza con la acción de una sola persona”: de Abraham en adelante, nuestra historia y tradición está llena de gente que, sola al principio, cambió el mundo.
Todas estas razones nos dan esperanza. Y sin embargo, nos enfrentamos a una verdad mucho más dura. Estas manifestaciones de los jóvenes son una crítica terrible al resto de nosotros. Son una señal de nuestro fracaso. Su acción solo es necesaria porque nosotros no hemos actuado. Como un cartel en una de las protestas en Bélgica les decía a los políticos: “Haré mis deberes cuando vosotros hagáis los vuestros”.


Esta semana ha sido el primer aniversario del tiroteo en la escuela Parkland de Florida, una masacre de 17 jóvenes que dio paso a un movimiento de jóvenes estadounidenses que demandaban el control de las armas de fuego. Esa reivindicación también es producto del fracaso, de niños teniendo que actuar porque los adultos han fracasado en su tarea básica: proteger a la juventud. Hubo una gran vehemencia en las palabras de Thunber en la conferencia de la ONU sobre el cambio climático en Polonia en diciembre: “No sois lo suficientemente maduros para contarlo tal y como es, hasta esa carga nos la dejáis a nosotros los niños”. Cualquier placer u orgullo que sintamos por estas protestas debe enfriarse al comprender el fracaso del mundo adulto.


Hay una última cuestión, una que parece injusta dado el idealismo escrito en las caras de esos niños. ¿Servirán de algo sus esfuerzos? Los escépticos dirán que no, especulando que la atención de los jóvenes es voluble, que esto será –como los padres han dicho a sus hijos a lo largo del tiempo- solo una etapa. También puede que añadan que los poderosos son muy hábiles apropiándose de los jóvenes y por tanto neutralizándolos: Como la reciente invitación de Thunberg a Davos.
Además, las encuestas sugieren que no hay una mayor concienciación medioambiental entre los jóvenes. Según Ipsos Mori, solamente el 12 % de los jóvenes entre 18 y 24 años nombraron al medioambiente o a la contaminación como un problema importante, o el más importante, al que se enfrenta el país, ni más alta ni más baja que la media total. Ben Page de Ipsos Mori cree que hasta que los niños no bloqueen las carreteras de la mayoría de las ciudades, este último intento “no calará”.


Es mucho más esperanzador que todo eso. Hay señales de que la crisis del clima finalmente está recibiendo la atención que merece. Veremos a los próximos candidatos demócratas contra Trump en 2020 hacer todo lo posible para aprovechar el “New Deal verde”, una visión de transformación de la economía para salvar el planeta, atractivo no solo para los que ya tendían a priorizar el medioambiente. Veremos también la manera en la que Extintion Rebellion ha capturado la imaginación; o la reacción a noticias como que la población de insectos en el mundo se está desplomando, una destrucción que amenaza con el colapso de la naturaleza misma.


Page alerta de que los humanos son excepcionalmente malos para detectar los peligros lentos y a largo plazo: “Estamos programados para los dientes de sable”, dice. Podemos encontrar difícil imaginar el futuro. La única manera en la que podemos visualizarlo, quizás, es a través de nuestros hijos. Cuando nos dicen que estamos incendiando su futuro, como estamos haciendo ahora, debemos superar nuestra vergüenza por haberles fallado y escucharles.


Jonathan Freedland es columnista de The Guardian
Fuente: https://www.theguardian.com/commentisfree/2019/feb/15/young-climate-change-greta-thunberg-children






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