lunes, 30 de septiembre de 2019

La obsolescencia programada provoca 48 millones de toneladas de CO2 al año



Alejandro Tena
Público

Un informe de la European Environmental Bureau (EEB) estima que alargando un año la vida a los aparatos electrónicos se podría reducir la emisión de cerca de 4 millones de toneladas de CO2 al año


Un hombre sujeta un Smartphone de Apple, cuya carcasa posterior está agrietada./ REUTERS

La vida se vuelve cada vez más dependiente de la tecnología y las grandes marcas lo saben. Cuanto menos duren los aparatos, antes regresarán los consumidores a los mercados. Esta premisa tan abstracta y certera es la denominada obsolescencia programada: el tiempo de vida útil que las empresas calculan y planifican para sus productos tecnológicos. Los teléfonos, las tabletas, los portátiles, las impresoras y hasta las lavadoras están destinadas a una muerte cada vez más temprana .

Detrás de esta realidad se esconde un nuevo problema ambiental que implica, según cálculos de la European Environmental Bureau (EEB) , la emisión anual de algo más de 48 millones de toneladas de CO2 . Estas cifras gigantescas se deben a un aumento del consumo de energía y recursos para satisfacer la creciente demanda de productos tecnológicos y para la eliminación de los anteriores aparatos. “Este estudio es una prueba más de que Europa no puede cumplir con sus obligaciones climáticas sin abordar nuestros patrones de producción y consumo. El impacto climático de nuestra cultura de teléfonos inteligentes desechables es demasiado alto”, valora Jean-Pierre Schweitzer, oficial de Políticas para la Economía Circular en EEB  

La mayor parte de las emisiones que hay detrás de los aparatos electrónicos se vincula, no tanto a la energía que puedan consumir durante su funcionamiento como a la contaminación que se genera durante toda su fabricación. Buen ejemplo de ello son los teléfonos móviles, en tanto que el 75% de los gases de efecto invernadero que llevan asociados se corresponden con todo el proceso productivo, con el transporte y la distribución comercial. Es decir, tres cuartas partes de las emisiones que un teléfono móvil lleva agregadas se realizan antes de que el consumidor los desembale de la caja.

El tiempo medio de vida útil de un Smartphone y un portátil está entre los 3 y los 4 años . En el caso de una lavadora, su longevidad ronda los 11 años y si hablamos de aspiradoras –otro electrodoméstico común– seguramente terminen obsoletas al cumplir los 4 años . Tan sólo con alargar un año la vida de estos productos se conseguiría reducir 4 millones de toneladas de CO2 al año . Algo que, según la EEA, equivaldría a eliminar de golpe cerca de dos millones de coches de las carreteras de Europa.

Al problema de los gases de efecto invernadero se debe añadir el problema de residuos de que se vincula a las cortas vidas de móviles y otros objetos del mismo calibre. Tanto es así, que se estima que sólo en España se generan al año cerca de 930.000 toneladas de basura procedente de aparatos electrónicos. En Europa, las cifras oscilan entre las diez y las doce toneladas, según la propia Comisión Europea .

“Más allá de lo que supone para los bolsillos, creo que hay pocos ciudadanos que tengan conciencia de lo que la obsolescencia programada supone a nivel ecológico. Apenas hay informaciones gubernamentales sobre lo que significan medioambientalmente estás prácticas”, explica a Público Benito Muros, presidente de la Fundación de Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada .

La tiranía del diseño

Además de la programación deliberada de los años de vida de los aparatos electrónicos, existen otras limitaciones estéticas que refuerzan esa idea de obsolescencia programada. La tiranía del diseño de la mayoría de los productos provoca que las reparaciones sean más costosas de los que eran antes. Según Laura Rubio, portavoz de Recuperadores de la Economía Social y Solidaria (RESS) , la forma en la que se fabrican los artefactos supone una “barrera importante para la reutilización y la reparación”.

“La mayoría de las veces el consumidor, por lo que le cuesta repararlo, decide comprar un objeto nuevo, con lo que ya pasamos a generar basura electrónica”, añade Muros. La sustitución del atornillado por el pegamento en los teléfonos del actual mercado es un ejemplo de cómo se esconden las piezas a los usuarios. Si la sustitución de una pequeña batería de litio era algo factible y asequible hace unos pocos años, el ensamblaje actual hace que sea prácticamente imposible.

Muros, por su parte, pone en evidencia los problemas que puede generar que la denominada transición ecológica esté fiando todas sus esperanzas en una revolución tecnológica que precisamente no garantiza que “todos los productos sean reparables y actualizables tanto en software como en hardware ”.

"Etiquetado de durabilidad"

Combatir la obsolescencia “es complicado, pero no imposible”, explican desde Amigos de la Tierra . La organización ecologista –que ha impulsado la campaña alargascencia para luchar contra la muerte programada de los productos electrónicos– reclama medidas legislativas a nivel nacional para que se ponga fin a esta práctica que genera tantas cantidades de contaminación. “La Autoridad Garante de la Competencia y del Mercado de Italia multó a Samsung con 5 millones de euros y a Apple con 10 millones ” por acortar la vida de los productos, citan desde la organización. Este, quizá, es uno de los caminos a seguir, opinan.

Rubio, por su parte, reclama que se impulse un “etiquetado de durabilidad” para garantizar que el consumidor sepa lo que compra y que los productores “se responsabilicen de la gestión de los residuos”. Si se obligase a que las compañías pagasen por los residuos “espabilarían” y harían que sus productos fuesen más propensos a la reutilización, comenta la experta del REES.

Desde la Fundación de Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada reclaman que se incremente la ley de garantías de dos a cinco años y que se elimine la letra pequeña de las garantías ya que establecen numerosas restricciones que impiden que los aparatos sean reparados en caso de defecto.

“Es imprescindible tratar de reparar el objeto o aparato que se nos haya estropeado, si no se puede ver el uso que le damos y valorar si nos lo pueden prestar o si se puede alquilar y, por último, antes de comprar nada nuevo, siempre está la opción de adquirirlo de segunda mano”, argumentan desde Amigos de la Tierra, para poner énfasis en el poder que tienen los consumidores el valor de la economía circular .


Fuente: https://www.publico.es/sociedad/obsolescencia-programada-provoca-48-millones-toneladas-co2-ano.html


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domingo, 29 de septiembre de 2019

Vox Aragón niega el cambio climático y asegura que la culpa es de los “países en vías de desarrollo”


Por Rocío Durán Hermosilla

El grupo de ultraderecha ha emitido un comunicado en el que niega que el cambio climático sea provocado por el ser humano a la vez que echa balones fuera y no se explica cómo el Gobierno de Aragón podría ayudar a frenar las consecuencias
Las ideas de VOX comienzan a estar más cerca de los vídeos pseudocientíficos de Youtube que de la realidad y como no, en este 27 de septiembre y en plena huelga mundial por el clima, el negacionismo ha llegado en forma de lo que llaman la “teoría catastrofista del cambio climático”.
La formación de ultraderecha asegura que está a favor de una “diversidad biológica” y del medio ambiente, sin embargo, existen muchos “intereses creados y no poca oscuridad”. Dentro de su paranoia general sobre los lobbys de la izquierda, ahora señalan que pese a las numerosas trabas que desde hace años encuentran las energías renovables, al parecer hay intereses económicos ocultos dentro de lo que llaman el “alarmismo climático”.
Cabe destacar que el movimiento Fridays For Future o la Alianza por el Clima se ha posicionado en contra del sistema capitalista y que como señala el manifiesto leído durante la mañana del viernes, “no puede haber justicia climática sin justicia social”.
Sin embargo, VOX en su línea en contra de los movimientos sociales se apoya en teorías de otro siglo llegando a asegurar que aunque es verdad que las empresas contaminan, “muchos expertos”, sin citar cuales, consideran que el clima es un sistema caótico en donde la mayor influencia la ejerce la actividad solar, unida a otros factores como las variaciones en la órbita terrestre, la radiación cósmica y los cambios químicos en la atmósfera.
Además, el partido que niega la existencia de la violencia machista a pesar de que haya más de mil mujeres de asesinadas por sus parejas desde 2003, señala que a diferencia de otros partidos políticos, Vox prefiere no abrazar lo que consideran “una hipótesis no demostrada”.
Lo cierto es que considerar que el ser humano apenas tiene repercusión en el cambio climático es ir en contra del consenso científico mundial, y ya en 2007 el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático aseguraba que era “extremadamente probable”, con una probabilidad mayor del 95%, que el calentamiento esté causado por los seres humanos.

Los otros culpables

Por último, el partido ultraderechista ha aprovechado la huelga por el clima para insistir en su particular cruzada racista y xenófoba y asegura que poco pueden hacer los estados occidentales si los que más combustibles fósiles consumen son “países en vías de desarrollo y la mayor parte de emisiones de CO2 se dan en países superpoblados como China o la India”.  Vox se olvida de que el segundo en este ranking es EEUU y que dentro de los 10 estados más contaminantes se encuentran Rusia, Alemania o Canadá. A parte de que solo tienen que mirar en la etiqueta de sus americanas de “Marca España” para ver los lugares en los que han sido confeccionadas.
Vox Aragón también hace referencia al territorio aragonés para asegurar que el alcance de lo que haga el Gobierno de Aragón “con el fin de paliar los efectos del cambio climático no serían más que un minúsculo grano de arena en la inmensidad del océano”. La formación de ultraderecha se olvida como suele hacer de los grandes casos de contaminación medioambiental como la destrucción de Castanesa, la catástrofe del lindano en Samianigo, la filtración de purines de las macrogranjas en los ríos aragoneses o las miles de personas que en diferentes municipios de Aragón no tienen acceso a agua de boca debido a la contaminación de los ríos Queiles, Galligo o el Guadalope, entre otros.


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Con 200% de deforestación, Bolivia cambia bosques por la agroindustria


Según registros de la ABT, entre 1998 y 2018 se ha desmontado 1.518.669 hectáreas de forma legal.

Con un incremento del  200% de deforestación desde 2015, el país experimenta un vertiginoso viraje de régimen forestal a régimen agrario. La mitad de la deforestación se hace de manera ilegal. Santa Cruz es el departamento que pierde más bosque.
Después del incendio forestal  registrado en la Chiquitania, la conmoción social por el desastre y la aniquilación ambiental es tema de cada día. Sin embargo, el fuego no es el principal problema ambiental que sufre el territorio. Es apenas un síntoma de un problema mayor que viene registrándose en la última década: la acelerada pérdida de bosques.
 “Toda esta destrucción que hoy vemos es resultado de una política nacional que para implementar ganadería y agricultura intensiva no le queda otra opción que arrasar con los bosques bolivianos”, manifestó el  investigador del Cedib  Pablo Villegas.
El incendio en la Chiquitania está latente desde  las últimas dos semanas de julio. Según la Gobernación de Santa Cruz,  más de  tres millones de hectáreas se quemaron. De este número,  el 70% pertenecía al bosque.
La relación no es casual, sino causal. La pérdida forestal implica la pérdida de la posibilidad de regular el clima en el lugar, se traduce en sequías más duras, que a su vez hacen que el bosque seco sea material combustible para incendios forestales.
Datos  de la ABT muestran que hubo un incremento en los desmontes.
Foto: ABT
Bosques en Bolivia
De éstos, la mayor superficie boscosa corresponde a los de tipo amazónico  con un 37,8% de los bosques bolivianos, chaqueño con 17,6% y de tipo chiquitano con el 16,8%.  
El 80% del total de bosques en el país se encuentra en Pando, Beni y Santa Cruz. El restante 20% en la vertiente oriental de la cordillera de los Andes, en los valles interandinos y en menor grado, en el altiplano.
Según registros de la Autoridad de Bosques y Tierras (ABT), entre 1998 y 2018  se ha desmontado 1.518.669 hectáreas de forma legal, evidenciándose un ascenso brusco desde el año 2013. Desde el año 2015  es posible hablar de un incremento del 200% de la deforestación. 
El año pasado, Bolivia reportó más de 259 mil hectáreas deforestadas con autorización de la ABT. La cifra de los desmontes sin autorización  es incierta. No obstante, se estima que es de al menos un 40% adicional a la cifra oficial.
Según datos -aún más drásticos- proporcionados por Probioma, Bolivia pierde 300 mil hectáreas por año y entre el 2001 y el 2017, el país deforestó 4,5 millones de hectáreas. Posicionándose, con esta cifra, es el quinto país más depredador del continente, luego de Brasil, Estados Unidos, Argentina y Paraguay.
  Según el Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (Inesad), Bolivia tiene una tasa de deforestación per cápita de 310 metros cuadrados anuales. Esa  cifra es muy superior a  la del promedio mundial, que es de nueve metros cuadrados anuales por persona. 
La frontera  agrícola es ampliada para  soya y caña.
 Foto: Archivo
Según el mismo informe, las emisiones de carbono producto de esta deforestación -cerca de 14 toneladas de CO2 por persona al año- equivalen al consumo de combustible de por lo menos cuatro vehículos por persona por año en Bolivia. 
Los árboles se pagan con agua
Los expertos coinciden en que la pérdida de bosques no significa sólo disminución de árboles sino una afectación sustancial a la biodiversidad. Esto,  a su vez, amenaza con la pérdida de la capacidad de producción alimentaria en el país.
En la misma línea, la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) reportó que entre los meses de enero hasta julio de este año  hay un déficit hídrico extremo por una disminución de la precipitación de hasta -62% en comparación con la precipitación acumulada entre 1981-2018.
La disminución de humedad, es decir, de la capacidad de lluvia, amenaza la pervivencia de fauna y flora de la zona.
La agroindustria es uno de los deforestadores.
Foto: Archivo
Agroextractivismo y deforestación
“Desde el año 2013 hemos evidenciado una tasa muy elevada de desmonte que va en ascenso. Esto tiene relación con la Ley 337, conocida como el “perdonazo” de los desmontes ilegales, que sacó el gobierno de Morales”, explica Alcides Vadillo, investigador de la Fundación Tierra. Se  refiere a la medida legal que “perdonó” las 1.582.807 hectáreas deforestadas sin autorización.
Vadillo agrega que  “adicional a ello, el  2015 se amplió la cantidad de hectáreas que se autorizan para desmonte de cinco a 20  sin mayores trámites (Ley 741). Entonces, lo que vemos hoy  no es otra cosa que el resultado de todas esas políticas públicas”.
El “paquetazo” de políticas públicas identificadas como favorecedoras del extractivismo a costa de los bosques -según Probioma- son   Ley 337 (2013) de apoyo a la producción de alimentos y restitución de bosques; la  Ley 741 (2015) que  autoriza el desmonte de hasta 20 hectáreas para pequeñas propiedades destinadas a actividad agrícola y ganadera; la  Ley 1098 (2017) de agrocombustible etanol y biodiésel; y  la Ley 1171 (2019) que autoriza quemas para actividades agropecuarias.
A estas se suman   el  Decreto Supremo 3973 (2019) que  autoriza el desmonte en Santa Cruz y Beni para actividades agropecuarias; el Decreto Supremo 26075   modificado el 2019 para la  ampliación de fronteras de producción del sector ganadero y agroindustrial sobre áreas de bosque.

FUENTE ORIGINAL: https://www.paginasiete.bo/sociedad/2019/9/29/con-200-de-deforestacion-bolivia-cambia-bosques-por-la-agroindustria-232500.html

Carolina Méndez / Santa Cruz

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sábado, 28 de septiembre de 2019

Aseguran que el índice de accidentes en Vaca Muerta es "alarmante"

Las petroleras admitieron más de 4.000 "incidentes ambientales" desde 2015


Darío Aranda
Página12

La Confederación Mapuche de Neuquén denunció que, además del desastre ambiental, los habitantes de la zona ven violados sus derechos por la militarización del territorio decidida por la ministra Patricia Bullrich.


Violación de derechos, desastre ambiental y militarización. Son tres los efectos que se producen en Vaca Muerta, según denunció la Confederación Mapuche de Neuquén. Fue luego de un nuevo incendio en un pozo de YPF (iniciado hace una semana y que aún no pueden apagar) y de que la ministra Patricia Bullrich ordenara que Gendarmería Nacional "custodie" a las petroleras.  

"El índice de accidentes en Vaca Muerta es alarmante y en aumento en los últimos dos años. Es una conducta empresarial negligente y una omisión en la responsabilidad de fiscalización que tiene el Estado. Se pone en peligro la salud pública y el ambiente", denunció Jorge Nahuel, vocero de la Confederación Mapuche de Neuquén. En 2013, cuando se inició la explotación en Vaca Muerta, el entonces titular de YPF, Miguel Galuccio, había prometido "cero impacto ecológico".

Vaca Muerta es la principal formación de hidrocarburos no convencionales de Argentina. Incluye las provincias de Neuquén, Mendoza, Río Negro y La Pampa, con una superficie de 30.000 kilómetros cuadrados. Su explotación requiere la implementación de la cuestionada técnica de "fractura hidráulica" ("fracking"). Consiste en una perforación vertical en la tierra, luego perforaciones horizontales, con inyección de agua, arena y químicos a presión, para romper la roca que contiene el hidrocarburo. Por retrobombeo se obtiene el gas y el petróleo. Es muy cuestionada por sus efectos ambientales y en la salud.

En Argentina se comenzó a realizar en 2013 en Neuquén, de la mano de YPF en sociedad con la estadounidense Chevron. También están presentes las empresas Shell, Wintershall, ExxonMobil, Total, PAEG (Bulgheroni, Cnnoc, BP),Schlumberger, Pluspetrol, Pampa Energía y Vista Oil (empresa de Miguel Galuccio).

Las secuelas del fracking

El fracking en Argentina acumula derrames, explosiones de pozos y "pérdidas" de pastillas radioactivas (se utilizan para "perfilajes", radiografías en profundidad). Las comunidades mapuches mostraron en estos años mediante fotos y videos decenas de hechos de contaminación.

El 19 de octubre de 2018 se produjo un gran derrame de petróleo en Bandurria Sur (a once kilómetros de Añelo). Se trató de un pozo de YPF y Schlumberger (multinacional estadounidense). Estuvo 36 horas fuera de control. El subsecretario de Ambiente de Neuquén, Juan de Dios Lucchelli, señaló que fueron solo "algunas hectáreas". YPF reconoció, diez días después del desastre, que se trató de 47 hectáreas. Las organizaciones Greenpeace y FARN (Fundación Ambiente y Recursos Naturales) afirmaron que se trataba de al menos 80 hectáreas.
Según datos de la Secretaría de Ambiente provincial en la cuenca neuquina (donde está Vaca Muerta) se produce un promedio de dos derrames por día. Entre 2015 y 2018 las petroleras admitieron 3368 "incidentes ambientales". En 2018 hubo 934 hechos.

La fuga que derivó en incendio

El sábado 14 de septiembre, en el yacimiento Loma La Lata (también Vaca Muerta) comenzó una fuga de gas que se transformó en un mega incendio en un pozo de fracking de YPF. La Confederación Mapuche recordó que se trata de territorio de la comunidad indígena Wirkaleu, que nunca dio su consentimiento (como establece la ley) para el ingreso de las petroleras.

El gerente regional de YPF, Carlos Grassia, reconoció que aún no saben qué sucedió en el pozo. Y alertó que puede llevar hasta tres semanas apagarlo.

"El último incendio es el resultado de una industria denunciada en el mundo por no dar garantías ni seguridad a la población. Es urgente declarar la prohibición del fracking por el peligro inminente que implica para la población. Este 'accidente' lo demuestra una vez más", afirmó Jorge Nahuel, de la Confederación Mapuche de Neuquén.
  
Un relevamiento del Enlace por la Justicia Energética y Socioambiental (integrado por las ONG Taller Ecologista y Observatorio Petrolero Sur) precisó los hechos graves de petroleras en la localidad rionegrina de Allen (donde la avanzada petrolera perjudica a los tradicionales productores de frutas de la región). Entre marzo de 2014 y enero de 2018 hubo al menos catorce hechos que desmienten el publicitado "fracking seguro": explosión de pozos, incendios con llamas de hasta 15 metros de altura, derrames en zonas de producción de peras, roturas de canales de riego y 240 mil litros de agua tóxica derramada sobre chacras, entre otros.

Silencio y militarización

Muy poco del aspecto socioambiental se publica en los grandes medios de comunicación. "Es enorme el poder de subordinación que YPF aplica a la prensa y a los operarios para minimizar todo el impacto de los accidentes", afirmó Jorge Nahuel, de la Confederación Mapuche. Resaltó la generosa pauta publicitaria que las petroleras distribuyen. A modo de ejemplo precisó que el diario La Nación inauguró una sección específica y permanente sobre las "bondades" de Vaca Muerta. El mismo medio que suele cuestionar la lucha mapuche por sus territorios.
El 14 de septiembre se produjo un atentado a instalaciones petroleras en Arabia Saudita. Con esa excusa, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ordenó que Gendarmería Nacional custodie el accionar petrolero en Vaca Muerta.

Gendarmería, que ya reprimió a comunidades en Vaca Muerta, fue la responsable del operativo ilegal en Chubut que terminó con la muerte de Santiago Maldonado. "Repudiamos la militarización de nuestro territorio. Es una clara amenaza hacia las comunidades que demandan sus derechos y es un llamado amenazante al amplio sector de la sociedad que rechaza un emprendimiento que solo genera saqueo, destrucción ambiental y agresión cultural", denunció la Confederación Mapuche.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/221249-aseguran-que-el-indice-de-accidentes-en-vaca-muerta-es-alarm 

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Cambio climático y mitigación



Michael Roberts
Sin permiso


Hay un nuevo documento del FMI sobre el cambio climático y los instrumentos de política que están disponibles para hacer algo al respecto.

Escribo este post desde Brasil, donde los incendios en el Amazonas se extienden sin control y el gobierno Bolsonaro hace caso omiso de esta catástrofe e incluso la presenta como una manera de limpiar la tierra para aumentar la producción agrícola de las grandes empresas nacionales y extranjeros. Bolsonaro, Trump y otros 'populistas' de derecha niegan por supuesto que hay un problema de calentamiento global y el cambio climático. Y sé que hay incluso algunos sectores de la izquierda en el movimiento obrero que son algo escépticos cuando no lo rechazan abiertamente, creyendo que es un error científico o una conspiración de la comunidad científica para conseguir subvenciones y mejorar sus carreras.

Todo lo que puedo decir al respecto es que la evidencia sigue siendo abrumadoramente convincente de que la Tierra se está calentando a niveles no vistos en la historia humana; que este calentamiento global es causado por grandes aumentos en los “gases de efecto invernadero'', como el dióxido de carbono y el metano; y que estos aumentos se deben a la industrialización y a un crecimiento económico basado en el uso de energía de combustibles fósiles.

Aquí está el gráfico sobre las emisiones de carbono de la NASA como se publicó en el documento del FMI.



Y como dice el documento del FMI: “El cambio climático afecta los resultados económicos a través de múltiples canales. Aumento de las temperaturas, aumento del nivel del mar, acidificación de los océanos, cambios en los patrones de precipitaciones y fenómenos extremos (inundaciones, sequías, olas de calor, incendios forestales) que afectan a la economía en múltiples dimensiones, incluso a través de la destrucción de riqueza, reducción y volatilidad de los ingresos y el crecimiento (Deryugina y Hsiang 2014, Mersch 2018) y los efectos sobre la distribución del ingreso y la riqueza (FMI 2017, Bathiany et al. 2018, de Laubier-Longuet Marx et al. 2019, Pigato, ed., 2019) “.

El FMI sigue: “El amplio consenso en la literatura es que los daños esperados causados por el cambio climático no mitigado serán altos y la probabilidad de eventos de riesgo catastróficos no despreciable” . “existe un creciente acuerdo entre los economistas y los científicos de que los riesgos implícitos son materiales y el riesgo de desastre catastrófico e irreversible va en aumento, lo que implica costes potencialmente infinitos del cambio climático no mitigado, entre ellos, en última instancia, la extinción humana (véase, por ejemplo, Weitzman 2009)“.

Quizás piensa que esto es alarmista y exagerado. Pero ¿qué ocurre si está equivocado y los 'riesgos implícitos' en la distribución normal de probabilidades son mayores de lo que cree? ¿Se puede aceptar el riesgo de que todo va a ir bien?

Supongamos que la ciencia está en lo cierto y las consecuencias son potencialmente catastróficas para la tierra, las condiciones de vida humana y el bienestar. ¿Qué se puede hacer al respecto, ya sea para mitigar los efectos o para detener cualquier nuevo aumento del calentamiento global?

La economía convencional se regodéa en la complacencia. William Nordhaus y Paul Romer ganaron premios 'Nobel' de Economía por sus contribuciones al análisis económico y proyecciones del cambio climático. Utilizando 'modelos de evaluación integrados' (IAMS), Nordhaus afirmó que podía precisar las ventajas y desventajas de un menor crecimiento económico a costa de menor cambio climático, así como clarificar la importancia crítica de la tasa de descuento social y las micro-estimaciones del coste de adaptación al cambio climático. Y sus resultados mostraron que las cosas no serían tan malas, incluso si el calentamiento global se acelera mucho más allá de las previsiones actuales.

Este enfoque de contabilidad de crecimiento neoclásico está lleno de defectos, sin embargo. Y el economista heterodoxo, Steve Keen, entre otros, ha hecho un trabajo de refutación convincente de las previsiones del premio Nobel. “Si las predicciones de la función de daño de Nordhaus son verdad, entonces todo el mundo, incluyendo los creyentes en el Cambio Climático (BCC) , simplemente pueden relajarse. Una caída del 8,5 por ciento del PIB es dos veces peor que la “Gran Recesión”, como los americanos llaman a la crisis de 2008, que redujo el PIB real de su pico del 4,2% al suelo. Pero eso ocurrió en menos de dos años, por lo que la disminución anual del PIB fue un muy notable 2%. El descenso del 8,5% que Nordhaus predice a partir de un aumento de 6 grados en la temperatura media global (en este caso los CCD tendrán que fingir que el calentamiento global es real) tomaría 130 años si no se hiciera nada para atenuar el cambio climático, según el modelo de Nordhaus (ver gráfico 1) . Repartido en más de un siglo, la caída del 8,5% significaría una disminución en el crecimiento del PIB de menos del 0,1% anual”.

Otro ganador del premio Nobel, Paul Romer, es también un 'optimista climático'. El fundador del llamado 'crecimiento endógeno' -es decir, que el crecimiento conduce a más inventos y más inventos conducen a un mayor crecimiento de una manera armoniosamente capitalista-, reconoce que asegurar un crecimiento más rápido ofrecerá soluciones innovadoras para detener el calentamiento global y el cambio climático. Romer aboga por la creación de 'ciudades modelo' en el tercer mundo , donde enclaves en un país existente sean entregados a otra nación más estable y exitosa, que aceleraría el crecimiento mediante la innovación. Su modelo favorito para esta era ¡Hong Kong!

El documento del FMI observa con tristeza que las 'soluciones de mercado' para mitigar el calentamiento global no están funcionando. Esto se debe a que las empresas y los países esperan que otros solucionen el problema y que no tenga que gastar nada en ello; o que las empresas y los estados nunca piensan a largo plazo y sólo están interesados ​​en lo que sucederá en uno, tres o cinco próximos años, no cincuenta o un siglo. Pero, sobre todo, las soluciones de mercado no están funcionando debido a que las empresas capitalistas simplemente no creen rentable invertir en la mitigación del cambio climático: “La inversión privada en capital productivo e infraestructura enfrenta altos costes iniciales e incertidumbres importantes que no siempre pueden ser caras. Las inversiones para la transición hacia una economía baja en carbono están, además, expuestas a importantes riesgos políticos, falta de liquidez y retornos inciertos, según sean los enfoques políticos de mitigación, así como los avances tecnológicos imprevisibles “.

En efecto: “La gran diferencia entre los rendimientos privados y sociales de las inversiones de bajo carbono es probable que persista en el futuro, ya que las futuras directrices de impuestos sobre el carbono y el precio del carbono son muy inciertos, no menos importante por razones de economía política. Esto significa que no sólo falta un mercado para la mitigación del cambio climático actual, dado que las emisiones de carbono en la actualidad no tienen precio, sino que “tampoco hay mercados para la mitigación del futuro, lo que es relevante para la rentabilidad de la inversión privada en el futuro en tecnología de mitigación del cambio climático, infraestructura y capital. en otras palabras, no es rentable hacer algo significativo.

El FMI enumera diversas medidas de política monetaria y fiscal de los gobiernos que podrían ser utilizadas para mitigar el cambio climático. Se reducen a incentivos de crédito a las empresas, o la emisión de 'bonos verdes' para proyectos de mitigación del cambio climático. A continuación, se considera que políticas fiscales podrían aplicarse, es decir, la inversión pública en proyectos verdes o impuestos sobre las emisiones de carbono, etc.
Esto es lo que concluye el FMI sobre la eficacia de estas políticas: “ Incluir la mitigación del cambio climático como un objetivo en la política macroeconómica da lugar a preguntas acerca de la asignación de directivas y las interacciones con otros objetivos de política como la estabilidad financiera, la estabilización del ciclo económico y la estabilidad de precios. Consideraciones de economía política que complican estas preguntas. La literatura no proporciona respuestas aún.” En otras palabras, ven tantas complicaciones a la hora de usar herramientas tradicionales de política económica en el marco del modo de producción capitalista con fines de lucro, que no tienen ninguna respuesta. En efecto, ¿cómo puede la amenaza de desastres evitarse si la acumulación capitalista con fines de lucro debe continuar?

Ahora algunos en la izquierda argumentan que la respuesta es poner fin a la 'mentalidad de crecimiento' del capitalismo. Continuar produciendo a ciegas y derrochando más solo garantiza el desastre. Esta es la opción del 'no crecimiento'. Y es indudable que cuando las economías aceleran el crecimiento y la producción industrial, basandose en energía de combustibles fósiles, las emisiones de carbono también aumentan inexorablemente. Jose Tapia, un economista marxista en los EE.UU., ha producido evidencia empírica firme de la correlación entre el crecimiento económico y las emisiones de carbono. De hecho, cada vez que hay una recesión como en 2008-9, el crecimiento de las emisiones de carbono cae.

Tapia señala que “la evolución de las emisiones de CO2 y la economía en el último medio siglo, no deja lugar a dudas de que las emisiones están conectados directamente con el crecimiento económico. Los únicos períodos en los que las emisiones de efecto invernadero que están destruyendo la estabilidad del clima de la Tierra han disminuido han sido los años en los que la economía mundial ha dejado de crecer y se ha contraído, es decir, durante las crisis económicas. Desde el punto de vista del cambio climático, las crisis económicas son una bendición, mientras que la prosperidad económica es un flagelo.” La inexorable marcha hacia el desastre climático absoluto [f] (1)

Existe una extensa literatura que argumenta a favor de esta opción sin crecimiento y que cree que debe ser adoptada por el movimiento obrero y los socialistas a nivel mundial. Pero, es el “decrecimiento” la respuesta , cuando hay tres mil millones de personas en la miseria y cuando incluso en las economías capitalistas más avanzados el estancamiento de las economías significaría la caída del nivel de vida y vidas peores para los demás? En lugar de ello, ¿no podemos mitigar el cambio climático y los desastres ambientales, e incluso revertir el proceso poniendo fin al modo de producción capitalista? Y con una planificación democrática global de los recursos de propiedad común del mundo, ¿no podemos eliminar gradualmente la energía de combustibles fósiles y aún aumentar la producción para satisfacer las necesidades de la mayoría?. ¿Es ésta una utopía o una posibilidad práctica?

No voy a detallar la forma en que se puede hacer porque creo que Richard Smith ha expuesto cómo hacerlo en una serie de artículos muy comprensivos. Como él dice, lo que necesitamos no es 'ningún crecimiento', sino 'ecosocialismo' . No elegir entre el calentamiento global y una recesión y depresión para miles de millones en la que no haya ningún crecimiento; sino entre los desastres de la producción capitalista o la planificación socialista. El capitalismo verde no va a funcionar, como el documento del FMI insinúa, y un Nuevo Acuerdo Verde no será suficiente si el modo capitalista de producción para el beneficio sigue siendo dominante. Pero con una planificación democrática podríamos controlar el consumo innecesario de recursos y devolver al entorno recursos de una manera sostenible con el planeta, los seres humanos y la naturaleza lo más equilibrada posible. Podemos “innovar”, crear cosas nuevas, pero también equilibrar nuestras entradas y salidas ecológicas. Es una posibilidad práctica, pero el tiempo se está acabando.

Michael Roberts  es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Traducción G. Buster

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El mercado contra el planeta, compre su billete para huir del apocalipsis

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Juan Vázquez Rojo
Revista Torpedo


Tendemos a relacionar el fin del mundo con un imaginario ficticio, propio del cine y la literatura. En los últimos años el número de ficciones apocalípticas va en aumento, algo que quizás esconda una realidad reprimida. En la actualidad, vivimos una paradoja que nos cuesta asumir: en gran medida somos conscientes de que el planeta Tierra está en peligro, que son necesarias medidas para frenar la crisis climática, estamos informados del catastrófico aumento de las temperaturas globales, pero, en realidad, nos cuesta trasladar ese escenario a nuestro día a día.

Así, sentimos la crisis climática como un futuro -lejano- para el que probablemente se encuentre una solución, ya que no vivenciamos los cambios: al fin y al cabo al abrir el grifo sale agua y al pulsar el interruptor se enciende la luz. Es lógico que esto ocurra, ya que culturalmente estamos cimentados en el imaginario moderno del progreso, de la abundancia material y del crecimiento y el consumo ilimitados, algo que no implica una mejora de las condiciones de vida, pero que asociamos como un hecho necesariamente positivo. En resumen, podríamos decir que los límites del planeta nos cogen emocionalmente lejos, lo que dificulta la intervención política en este ámbito.

Este hecho no resulta baladí, ya que la situación actual debería ser muy preocupante. Por anunciar lo ya sabido: sobrepasamos con creces la biocapacidad de la tierra, los recursos energéticos (hidrocarburos fundamentalmente) en los que basamos el crecimiento y consumo sistémico están tocando techo y, a su vez, la amenaza de la subida de las temperaturas globales es cada vez más difícil de contener en unos baremos aceptables. Las consecuencias son devastadoras: asistimos a la más que posible pérdida de biodiversidad, desequilibrio de los ecosistemas, así como límite de acceso a algo tan básico para la vida como el agua.

En relación al ámbito energético, nos encontramos ante un momento en el que el futuro de la geopolítica de la energía viene marcada por los límites de los hidrocarburos para hacer frente a la demanda, sobre todo de petróleo, ya que representa entorno al 40% del consumo total de energía mundial y más del 90% del transporte mundial es dependiente de esta fuente. En un contexto en el que el petróleo representa cerca del 40% de toda la energía consumida del mundo, además de la demanda creciente de países como China e India, la pelea por resignificar y reestructurar el orden mundial pasa en gran medida por la disputa de este recurso.

Concretamente, el problema fundamental en cuanto al petróleo como suministro energético no viene marcado por el agotamiento de las reservas, sino por los límites del petróleo barato y las dificultades de extraer las reservas no convencionales a un precio asumible por el proceso de acumulación de capital. De esta forma, el problema no sería tanto las reservas probadas de petróleo, sino la capacidad de aumentar la producción a precios asumibles la economía y, sobre todo, para frenar las consecuencias del cambio climático: contamos con cerca de una década para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la mitad para que el calentamiento global no supere 1,5º C. Ahora bien, ¿qué problema hay? Podríamos pensar que es tan sencillo como cambiar los hábitos de vida. Pero, ¿por qué no es tan fácil? Incluso asumiendo que en el último lustro existe cierto consenso en torno a valores ecologistas, asistimos a una contradicción de difícil solución: las necesidades reproductivas del sistema en el que vivimos y las necesidades del planeta para sobrevivir. Nuestra sociedad está construida en torno al mercado, esto es, el mercado es el centro ordenador de la sociedad. La clave para la reproducción del sistema es el crecimiento continuado bajo la lógica de la rentabilidad. Todo lo que es rentable económicamente es susceptible de generar inversión privada, generar más dinero, nueva inversión y, por consiguiente, crecimiento y así sucesivamente ad infinitum. Es decir, la lógica social tiene como objetivo el crecimiento por el crecimiento, la rentabilidad económica por la rentabilidad económica. Como fin último. Esto supone subordinar a las leyes del mercado la sustancia misma de la sociedad y asumir una gran contradicción: crecer ilimitadamente en un planeta finito.

Este hecho sistémico, que solemos relacionar como algo puramente económico, tiene enormes implicaciones culturales, sociales y afectivas. Es decir, la lógica descrita anteriormente, transforma directamente nuestra forma de ver el mundo, de sentir y de relacionarnos: la lógica mercantil marca nuestra prácticas vitales. Siguiendo la misma lógica, cuando un problema se mediatiza o, más aún, cuando se adquiere conciencia de un problema social, es el propio mercado el que nos proporciona la salida individual: canaliza las pulsiones sociales mediante su mercantilización en un contexto en el que, de forma creciente, nuestra identidad se crea a través del consumo. En este sentido, si en algún lugar se ejemplifican y sintetizan los cambios de época, los marcos culturales, las pulsiones sociales y, por tanto, la construcción de identidades es en la propia publicidad. En la actualidad podemos comprobar ejemplos de lo antes descrito. Así, por ejemplo, el mercado ha hecho su propia revolución feminista: uno de los casos más debatidos en este sentido es el de la camiseta con el lema “I’m feminist”, que se comercializa en distintas tiendas de ropa. Lo mismo ocurre con el concepto de masculinidad. Fijémonos en los últimos anuncios de productos de afeitado de distintas marcas en los que se plantea una definición de hombre distinta: “Hay que ser muy hombre para…” En última instancia, cuando compro una camiseta o una cuchilla de afeitar estaré comprando todo el imaginario que hay detrás y configurando mi propia identidad. En la misma línea, el mercado ha visto un nicho de rentabilidad en la catástrofe ecológica, proponiendo una salida mediante el consumo: los productos eco. Todo el nicho ecológico ya es un gran negocio, algo que podemos comprobar con un paseo por cualquier supermercado. Cualquier persona con la suficiente capacidad adquisitiva puede ser ecologista a golpe de tarjeta.

Con todo, la rueda sigue girando: el consumo resulta imprescindible para las propias necesidades de crecimiento. Un consumo cada vez más acelerado, para un tiempo cada vez más asfixiante. El ciclo de vida de los productos que compramos es cada vez más reducido: nuestra ropa, móviles, etc. Estamos insertos en la rueda del consumo y en una suerte de hamsterización de la vida. De tal forma, resulta complicado tomar perspectiva de que la crisis climática es un problema sistémico que tiene difícil solución individual. Por tanto, estamos atrapados en una lógica individual, de mirada cortoplacista, pero con la confianza del progreso y tecnoptimismo moderno asociado a la obtención de recursos ilimitados y de crecimiento indefinido. ¿Cómo parar esta máquina?

En definitiva, por mucho que sepamos las consecuencias del cambio climático, resulta complejo generar identificación con un proceso en el que debemos renunciar a lo que consideramos comodidad y progreso. La clave es evitar la canalización individual de la pulsión ecologista, esto es, romper con su mercantilización para provocar cambios colectivos profundos. De esta forma, la nueva ola ecologista que estamos viviendo a lo largo del globo tendrá que pugnar en buena medida contra la salida individual y proponer como deseable un nuevo imaginario de progreso que se aleje del consumo de recursos naturales de forma ilimitada. Luchar por salir de la rueda del hámster. Dicho esto, lo más probable es tengamos una salida para el fin del mundo: al fin y al cabo, para eso estará el mercado: “compre un billete a otro planeta para huir del apocalipsis”.


Fuente: https://www.revistatorpedo.com/numero-5-fin-mundo-ensayo-juan-vazquez-mercado-planeta-billete-apocalipsis/


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jueves, 26 de septiembre de 2019

Emma Lim "No future, no kids"


Página12

En Canadá más de dos mil chicas y chicos firmaron ya un compromiso que la activista Emma Lim, de 18 años, lanzó el 17 de septiembre: resignar los deseos de maternidad y paternidad hasta tener la certeza de que el Gobierno de su país encara acciones urgentes contra el cambio climático. “Prometo no tener hijos hasta estar segura de que mi Gobierno asegurará un futuro seguro para ellos”, reza el compromiso "No future, no kids" lanzado por Lim, una estudiante de medicina de la universidad McGill.  

“Siempre imaginé que sería madre. Sé que, para un montón de gente, la decisión de tener niños es algo que se asume más tarde en la vida, pero para mí nunca fue algo que necesitara meditar. Amo tanto a los niños que trabajé como niñera en el verano” entre el fin de la primaria y el comienzo de la secundaria, contó en una web que armó para hacer crecer su exigencia como movimiento generacional entre jóvenes de Canadá. “¿Qué tipo de madre sería si trajera un bebé a un mundo en el que no puedo hacerlo sentir seguro?”, se preguntó en ese mismo sitio.

Lim contó a medios canadienses que desciende de una familia de sobrevivientes del Holocausto. Por eso, detalló, “la idea de que mis hijos podrían enfrentase a lo peor que la Humanidad pueda ofrecer me aterra más que cualquier cosa en el mundo”.

En Canadá, en promedio mujeres y varones tienen hijos a los 30 años. Para cuando la generación de Lim alcance esa edad, de acuerdo con las previsiones de expertos, a los cambios climáticos drásticos se podrían sumar crisis de inseguridad alimentaria, migraciones masivas y colapsos económicos.  

Lim es oriunda de Ontario y lanzó el compromiso en Ottawa, hasta donde su madre, Catherine Cartman, viajó para acompañarla y apoyarla. “Es el rol de los padres apoyar a los hijos”, dijo la mujer y añadió: “Sería egoísta de mi parte alentarla a tener niños en estas circunstancias” de cambio climático y pronósticos apocalípticos. “¿Quién podría culparla de no querer tener hijos?”, preguntó.


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