miércoles, 24 de abril de 2019

Esperanza para las ballenas: esta especie en peligro vive un ‘baby boom’


La Vanguardia

En lo que va de 2019 ya se han avistado siete nuevas crías de ballena franca glacial, mientras que el año pasado no se contabilizó ningún nacimiento

Parece que las ballenas francas glaciales (Eubalaena glacialis), que estuvieron a punto de extinguirse a principios del siglo pasadodebido a la caza masiva, le han cogido ahora el gustillo a pasearse por la bahía de Cape Cod (Massachusetts, Estados Unidos), que fue precisamente el primer enclave en el que fueron cazadas.

Los expertos del Centro de Estudios Costeros (CCS, por sus siglas en inglés) de Provincetown, el pueblo situado más a la punta del cabo Cod, han avistado, en lo que va de año, siete nuevas crías de la especie, algo excepcional teniendo en cuenta que el año pasado no se contabilizó ningún nacimiento y que en 2017 fueron solo cinco los recién nacidos.





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TWO MORE RIGHT WHALE CALVES SEEN IN BAY! On 4/11/19 the CCS aerial survey team saw 2 more mom/calf pairs in the bay, bringing the number of calves observed by CCS this season to 3. The moms are EgNo 4180 & EgNo 3317. More at http://bit.ly/EgMoms 


La aparición de nuevos ejemplares de la especie este año es importante porque las ballenas francas del Atlántico Norte, más conocidas como ‘ballenas de los vascos’, que fueron los primeros en cazarlas, están amenazadas de extinción según establece la Lista Roja de la UICN al contar su población con poco más de 400 ejemplares.

El ser humano hace décadas que dejó de cazarlas, pero siguen recuperándose a un ritmo muy lento en comparación con otras especies de ballenas como la ballena franca austral, su homóloga en el hemisferio sur, cuya población ronda los 15.000 ejemplares.

Esto se debe a que en el Atlántico Norte las ballenas están mucho más expuestas a los humanos, a sus buques y artes de pesca. De hecho, ocho de cada diez de las ballenas que mueren de forma prematura lo hacen tras quedar, a veces durante meses, atrapadas en redes de pesca. La mayoría mueren intentando escapar de estas trampas olvidadas bajo el agua, mientras que las que sobreviven quedan gravemente heridas y pueden tardar años en recuperarse.







Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos quedan aproximadamente un centenar de hembras reproductoras de la especie, que dan a luz entre Georgia y Florida durante el invierno y se trasladan hasta Nueva Inglaterra, cerca de Cape Cod, a principios de primavera para alimentarse.
A día de hoy, el delicado estado de conservación en el que se encuentran estas ballenas hace que esté prohibido acercarse a más de medio kilómetro de ellas sin un permiso de investigación federal. No obstante, serán necesarias más medidas de protección para evitar que la especie se extinga antes de 2040, como sugieren algunos estudios publicados recientemente.












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El coche como condicionante de nuestro destino

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Jaime Richart
Rebelión


Escribía no hace mucho acerca de la necia civilización occiden­tal conducida por un ejército de idiotas. No soy científico ni creo que sea conveniente serlo, a menos que fuese heterodoxo, para en­trar en los espacios del pensar profundo. Y el pensar en profundi­dad parte de dos premisas imprescindibles: haber elimi­nado antes las barreras del prejuicio y zafarse del aca­demicismo de toda disciplina. Abrazar los principios por los que se rige en la práctica un colectivo, científico o de la natura­leza que sea, a me­nos que sea para partir de una tesis útil, o afir­mar verdades de gra­nito que no relativizan la certeza hasta redu­cirla a mera hipóte­sis, sobre todo en metafísica, supone cerrar las puertas que dan al libre­pensamiento. Admito los efectos positi­vos de la ortodoxia apli­cada a una parte de la sociedad humana. Están fuera de toda duda, pues sobre el dogma católico y al lado de atrocidades cometi­das con quienes no lo reconocie­ron, se han levantado du­rante muchos siglos consuelo, freno a la desesperación y una reali­dad convencional humana que ahora, por cierto, se tambalea. Pero la ruptura con la ortodoxia que su­puso la Reforma y la flexibi­li­dad que la Reforma llevó consigo, ha traído muchos más beneficios intelectuales, creativos y mate­riales para la civilización occidental. En todo caso, la intoleran­cia siempre ha causado mil ve­ces más estragos a la sociedad que su contraria... Pues las figu­ras señeras que pudieron originaria­mente provenir de la sociedad del dogma, tuvieron que haber roto con el dogma mucho antes para alumbrar su obra. El caso es que, como digo, para pensar sin ataduras no es necesario ser doctor, más bien es un estorbo para el pensar sin bridas. Por lo demás, el científico no es quien da noti­cia de sus descubrimien­tos y progresos, de sus temores y sus alar­mas al mundo. La “noti­cia” la dan otros: quienes le pagan, regu­lan y controlan la conveniencia de publicarlos o no tal cual...

Todo esto viene a cuento de mi visión de la civilización occi­den­tal como una civilización mucho más necia de lo que se cree, pues es caótica y carece de atisbos de sabiduría. Cuando desapa­rezca -y desaparecerá como otras anteriores- no dejará vestigio ni testimonio alguno de su existencia. Entre otras razones por­que, que sepamos, no habrá dejado nada escrito ni en la piedra ni en los metales. Y si se le ha ocurrido hacerlo en los metales estos son volátiles, y si son aleaciones no son duraderas. El modo de tratar la biosfera ese ejército de idiotas compuesto de políticos, fi­nancieros y científicos está reñido con la prudencia y la sabiduría. Científicos a los que, una de dos, o no se les hace caso por su pare­cer sombrío, o son “ ortodoxos ” de la ortodoxia que conviene a financieros y políticos. Razón por la cual, si hay científicos a los que los políticos hayan consultado para ciertas iniciativas pero han puesto serios reparos o alertado frente a cier­tas decisiones su­yas, lo que prevalecerá cuando esta civiliza­ción se extinga no será la prudencia de los consultados, sino la idiocia de quienes decidie­ron aniquilar a la humanidad de esta era. Es decir, los tiem­pos posteriores a esta civilización la juzgar­ían por lo que hicieron o no hicieron los dirigentes, no por lo dijeron sus científi­cos. Eso, ya lo digo antes, si los científicos “ortodoxos” no se han plegado a los intereses materia­les, políticos y religiosos de los man­datarios y los dueños del planeta. Luego se verá por qué digo esto. 

Tengo idea de que las pruebas de las V-2 en la Alemania nazi se interrumpieron varias veces porque no se sabía cómo reaccio­naría la atmósfera y si la violación de la estratosfera no desenca­denaría algún desastre sobre la Tierra. Llevamos mucho tiempo sabiendo los desastres que vienen causando los gases efecto in­verna­dero. Las actividades humanas desde el inicio de la Revo­lución In­dustrial (alrededor de 1750) han producido un in­cremento del 40 % de CO2. Estimaciones de agosto de 2016 su­gieren que de se­guir la actual trayectoria de emisiones, la Tierra podría superar el límite de 2 º C de calentamiento global "peli­groso" en 2036. Esti­maciones que, por distintas razones (desde evitar perjudicar a lobbies y concertaciones económicas de todo tipo hasta evitar la alarma mundial), a buen seguro corrigen a las auténticas no publi­cadas, pero están siendo en todo caso irrele­vantes, a juzgar por la conducta general de quienes impiden la disminución del CO2. Pero es que, y aquí es donde quería llegar, si la “solución” (que además llegará tarde habida cuenta que hemos pasado con cre­ces el punto de no retorno) está en re­emplazar los motores de explo­sión y combustión en todo el mundo por los eléctricos pa­sando antes por los híbridos, la pre­gunta del millón que requiere una respuesta del millón es: ¿cómo podemos saber, teniendo en cuenta los cálculos siempre sospechosos de materialismo ex­tremo, que millones de baterías eléctricas funcionando con la misma persistencia que los moto­res convencionales no habrán de añadir más efectos desastrosos incalculables en la atmósfera y en el equilibrio de la biosfera cada vez más desequilibrado? No me fio de la ciencia oficial ni de los científicos a sueldo. ¿Cuando empezó el festival de producción de los motores de petró­leo se calculó a partir del estrago de uno solo, el estrago de miles de millones de coches circulando?  En 2016 había en todo el mundo 1.200 mi­llones de coches. Si llegamos a ese enton­ces, ¿cuántos habrá , de seguir así las cosas, en 2036? ¿Qué que­brantos habrán aña­dido al estado de la atmósfera las descargas de miles de millo­nes de baterías y dinamos funcionando práctica­mente al mismo tiempo? 

Y es por eso que digo que la sociedad occidental es bíblica­mente necia. Porque el sentido más elemental, habida cuenta la ce­leridad con que se está produciendo el calentamiento global con la secuela de la ruina del agua potable dicta que, sin renun­ciar al “progreso”, la bestia negra está en el uso individual del coche aun habiendo otros factores catastróficos, como la defores­tación ma­siva. Y no sólo por la consideración humanís­tica y ética de que la opulencia individual (y el coche forma parte de ella respecto a grandes porciones de la sociedad mundial) se logra a costa de la miseria colectiva, sino porque lo racional, lo prudente y lo sabio está en potenciar, vertigino­sa­mente además, el transporte público con las nuevas tec­nologías motrices; debiendo cesar casi súbita­mente la producción del coche para uso individual. No compren­derlo así, no hacerlo así porque los intereses de gru­pos y colectivos huma­nos lo impiden, nos conduce a la dramá­tica estampa de la idiocia superlativa de quien al atravesar una ciénaga cargado de lingotes de oro pre­fiere hundirse en el fango antes que despren­derse de él y nadar. Pues bien, ojalá me equivoque, pero el coche individual lleva ca­mino de ser el "oro" que habrá de ente­rrar a esta civilización en el pantano de nuestra propia Tierra...

Jaime Richart, antropólogo y jurista  


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Francia: Notre Dame, las trágicas consecuencias de una política incendiaria


Manon Boltansky
NPA


El lunes 15 de abril de 2019 quedará en la historia como el día en que Notre Dame de París fue devastada por las llamas. En el momento de escribir estas líneas el incendio parece controlado y solo algunos focos residuales siguen contenidos por las y los bomberos, temiendo riesgos de rebrote. En realidad habrá que esperar varios días o semanas para conocer la extensión de las pérdidas y los daños causados por el incendio, el hundimiento del armazón de la cubierta y de la aguja así como las consecuencias de los centenares de miles de litros de agua lanzados para apagar las llamas sobre las estructuras y las obras de arte que no han podido ser evacuadas.Las causas del incendio siguen siendo aún desconocidas aunque un inicio accidental proveniente de los espacios ocupados por los trabajos de renovación parece hoy la pista privilegiada por las autoridades y profesionales. Solo la investigación permitirá aclarar esto en los hechos, pero podemos afirmar ya que las responsabilidades no hay que buscarles ni señalarlas en eventuales errores individuales… sino claramente del lado de una política global y de una suma de responsabilidades colectivas en la cúspide de las cuales se encuentra la del Estado, responsable de la seguridad del sitio y director de los trabajos en curso.

¿Qué consecuencias?

Las primeras informaciones entregadas por los bomberos indican que “el conjunto de la cubierta está siniestrada, el conjunto del armazón está destruido, una parte de la bóveda se ha hundido” por la caída de la aguja cuyas impresionantes imágenes son mostradas en la portada de todos los periódicos. Esta aguja, así como una parte del techo y del armazón de la cubierta databan de los trabajos efectuados en el siglo XIX por Viollet-le-Duc. El resto del armazón hundido databa del siglo XIII, reconstruido con vigas de madera provenientes de la primera construcción en el siglo XII, y había sido llamado por su importancia y tamaño “la selva”. Al desplomarse, la aguja ha hundido una parte de la bóveda de piedra de la catedral pero no parece (a día de hoy) haber puesto en peligro la estructura general. Numerosas reliquias, obras de arte y objetos habrán sido afectados por el fuego, la ceniza y el agua y una parte de los plomos de las vidrieras ha sido también afectada de forma más o menos importante. El gran órgano que acababa de ser restaurado parecería haber sufrido también daños importantes. 

Las primeras reacciones

Muchos parisinos y parisinas se han reunido, en medio de una gran emoción, al pie de la catedral… Pero las reacciones políticas bastante menos sinceras y espontáneas no han tardado tampoco en multiplicarse. Macron el primero, sin duda feliz por haber podido evitar su prevista intervención televisiva (para anunciar las medidas que planteaba para atajar la crisis social de las y los chalecos amarillos y otros movimientos sociales, ndt) para pasar a jugar el papel de “salvador” del patrimonio, de la Nación y de su unidad reencontrada (¡sic!). Tras él y sobre el mismo tema, todos los racistas, fascistas y nacionalistas patentados se han ido sucediendo con rapidez para hablarnos del corazón de la herencia cristiana de la nación (¡y de la civilización!) atacada. Algunos avanzan ya por el terreno del complotismo islamófobo más craso…

¿Se podía prever o evitar algo así?

Al margen de los hechos precisos que la investigación permitirá quizás determinar, una catástrofe de tal amplitud solo puede ser fruto de una cadena colectiva de responsabilidades. Este accidente pone a la luz dos problemas estructurales y señala la responsabilidad directa del Estado: de una parte, la política de los sucesivos gobiernos de desinversión en la salvaguarda y mantenimiento del patrimonio (igual que en el conjunto de los servicios públicos). De otra, la insuficiencia de las normas de seguridad en los trabajos patrimoniales (lo mismo que ocurre en el conjunto de los trabajos de los edificios públicos). “Lo que ha pasado tenía que pasar. La falta de un real mantenimiento y de una atención cotidiana a un edificio de una importancia mayúscula es la causa de esta catástrofe. No se trata de buscar responsables, la responsabilidad es completamente colectiva porque es el monumento más colectivo del país”, explicaba J.M Léniaud (presidente del consejo científico del Instituto Nacional del Patrimonio). Desinversión financiera y falta de personal. El estado de los edificios patrimoniales es muy a menudo deplorable, las necesidades en políticas de conservación, restauración y renovación son inmensas. Las y los profesionales de la conservación/restauración, así como el conjunto del personal y de las y los agentes que trabajan en este tipo de edificios públicos, dan testimonio de ello y no dejan de lanzar alertas que se quedan en letra muerta. Los accidentes, humanos y materiales, son desgraciadamente moneda corriente.

Hacer pagar a las y los más pobres

Según el presidente Macron, “esta catedral la reconstruiremos entre todos y todas”. Precisemos de paso, por un lado, que no será él quien la reconstruya (como tampoco fue construida en su época por el obispo Maurice de Sully sino por las y los miles de trabajadores, obreros y artesanos, que se han sucedido a lo largo de los siglos). De otra parte, que para ello sería preciso que el Estado invirtiera en su reconstrucción… lo que no parece que sea la idea. Macron, al contrario, ya ha anunciado este martes 16 de abril el lanzamiento de una “suscripción nacional” para financiar la restauración… En 2017 fue necesario que una fundación privada encontrara la financiación (privada) y acordara con la diócesis el lanzamiento de los trabajos de renovación que estaban en curso, en particular en la aguja y la techumbre. Esta última no había sido restaurada desde los años 1930… El conjunto del patrimonio nacional es hoy víctima de ese desinterés del Estado. Pero en el punto opuesto de esos intereses de dinero, la población, incluyendo sus componentes más populares, se ha sentido a menudo ligada al patrimonio público y a los monumentos culturales e históricos… particularmente Notre Dame, hecha célebre por Victor Hugo como el corazón viviente más popular de París. La ocasión perfecta para el gobierno de hacer aprobar la financiación de su restauración sobre las espaldas de una colecta nacional (!). La maniobra es hábil, pues permite ocultar su propia responsabilidad en el incendio, y la gente, sinceramente conmovida, se dispone ya a donar. ¡Pero es al Estado a quien corresponde pagar! ¡Nuestros impuestos deberían servir ya para financiar los servicios públicos, incluyendo el de la cultura y el de un patrimonio accesible para todas y todos! En lugar de desaparecer en exenciones fiscales para las mayores empresas…

Sin embargo, hay dinero

Este drama es sobre todo la ocasión de recordar que la financiación de la cultura y del patrimonio es de lejos uno de los mejores nichos fiscales que las y los capitalistas pueden encontrar. Matando dos pájaros de un tiro, adornan su imagen, a veces puesta muy en cuestión, mediante “generosos” donativos, y gozan al mismo tiempo de las exenciones fiscales más ventajosas de toda la (sin embargo) amplia gama ofrecida por los sucesivos gobiernos. Las y los mecenas se agolpan: 200 millones para LVMH y la familia Arnault (Bernard Arnault es propietario del grupo de artículos de lujo LVMH, es el hombre más rico de Francia y primero de la Unión Europea ndt), 100 millones de Pinault (François-Henri Pinault es considerado uno de los hombres más ricos del mundo, con una fortuna familiar estimada el 18 de agosto de 2018 de 30 500 millones de dólares ndt) que casi parecen poca cosa, 100 millones Total y, la guinda del pastel, Vinci (un grupo industrial francés ndt) propone un “mecenazgo de competencia” y hacer una alianza de constructores (¿Bouygues, etc?) para trabajar “gratuitamente” en la reconstrucción de la catedral. El mercado del arte y las inversiones en materia de patrimonio gozan ya de una fiscalidad particularmente ventajosa, pero entre quienes hacían “llamamientos a la ayuda” había sin embargo muchos que pedían aún menos impuestos para “salvar” Notre Dame e incitar a las donaciones… En primera fila de éstos, el primero de los servidores y símbolo de los lazos consanguíneos entre la Cultura en el gobierno y los regalos a los más ricos: J-J Aillagon. Quien hoy demanda la clasificación de la catedral como “tesoro nacional” a fin de que los donativos gocen de una desgravación fiscal del 90%, fue sucesivamente ministro de Cultura, director del museo personal de Pinault y luego director del castillo de Versalles… Un llamamiento, por tanto, probablemente desinteresado…

Las decisiones en materia de cultura y de patrimonio son decisiones de sociedad

Evidentemente, tenemos más que dudas sobre la voluntad y los medios que va a desbloquear el Estado para la reconstrucción. Sobre el conjunto de los trabajos de los grandes monumentos nacionales (a fortiori de los de menor posteridad), éste ha optado sistemáticamente por las soluciones “menos costosas” pero también las menos deontológicas y respetuosas de los materiales y construcciones originales. No podemos a partir de ahí sino interrogarnos sobre la reconstrucción que se perfila… Jean Michel Liénaud sostiene que “para Notre Dame, será lo mismo. No volveremos a ver ni la aguja ni el armazón de la cubierta. Sin embargo, el desafío del Segundo Imperio fue reconstruir en 1860 la aguja que había sido desmontada un poco antes de la Revolución porque amenazaba ruina. Fue una verdadera proeza neomedieval. Esta vez soy pesimista”.

No equivocarse en las prioridades

No se pueden sino comprender las reacciones de las y los que señalan el desprecio y el silencio de las autoridades y de las grandes empresas, sin embargo todas hoy en primera línea, cuando en noviembre pasado 8 personas encontraban la muerte en el hundimiento de su insalubre inmueble y centenares de otras personas se encontraban evacuadas de sus casas de alquiler sin soluciones de realojamiento, en Marsella. La actual exposición de donativos nos prueba que cuando están en juego sus intereses (esencialmente simbólicos y financieros) las empresas pueden encontrar el dinero y desbloquear sumas considerables en muy poco tiempo. Lo mismo ocurre con el gobierno, cuando decide ofrecerles regalos… En esta balanza, la vida de las clases populares solo cuenta si va acompañada de una línea de exención fiscal. Lo que está en juego es evidentemente incomparable.

¿Qué interés tiene financiar viejas piedras?

Hay quien se interroga a menudo sobre la pertinencia de invertir tales sumas de dinero en la cultura o en la preservación del patrimonio (cada vez menos dinero público por otra parte…), igual que a veces ocurre también en el caso de la investigación científica abstracta. Pero sería un error oponer cualquier necesidad social a tales inversiones. El dinero no falta, a poco que se le vaya a buscar donde está. El patrimonio forma parte de una propiedad colectiva inestimable. Su valoración y su accesibilidad a todas y todos tiene que ver con el desarrollo de las y los individuos y de nuestras sociedades.

Escribir una historia diferente

Notre Dame, como otros monumentos, forma parte de nuestra historia y de nuestro inconsciente colectivo. Es importante negarse a dejar lo que simboliza en manos de nacionalistas de todo pelaje. A través de los tiempos, ha simbolizado ciertamente las relaciones de poder entre la iglesia católica y el poder estatal. Pero es también un símbolo deslumbrante de la evolución de la arquitectura religiosa. En fin, es también un monumento secular de la historia de París, y Victor Hugo a través de su obra epónima la había ligado a lo que París tenía de más vivo, bullicioso y popular. Durante la Revolución francesa, y luego durante la Comuna de París, fue utilizada como lugar de actividades colectivas y de reuniones políticas, mientras la Marsellesa y otros cantos revolucionarios resonaban en los tubos de los grandes órganos. Es también un reto de reapropiación cultural y colectiva de nuestra clase social.

Esta vez no había afortunadamente vidas humanas directamente en juego frente a los intereses financieros, pero hemos perdido uno de nuestros bienes patrimoniales colectivos más preciosos… Una vez más sacrificado por este gobierno y los precedentes como consecuencia de sus incendiarios recortes presupuestarios…

Fuente original: https://npa2009.org/
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur, https://vientosur.info/



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lunes, 22 de abril de 2019

Qué es la economía circular



Silvia Pato


Te contamos qué es la economía circular, para que la próxima vez que oigas hablar de ella, no necesites ninguna aclaración.

Todos hemos oído hablar de la economía circular y, como algunas veces sucede cuando se trata de temas económicos o financieros, es posible que se generen algunas dudas al respecto, por lo que es necesario aclarar términos y conceptos.

Nos encargamos hoy de ello y te contamos qué es la economía circular, para que la próxima vez que oigas hablar de ella, no necesites ninguna aclaración.

Circular economy



Fuente: Pixabay

El término de economía circular (circular economy) comenzó a utilizarse en la década de los ochenta del siglo XX para hacer referencia a un sistema económico de producción y consumo que vinculaba la economía y el medio ambiente. Desde entonces, su estudio ha ido creciendo y el concepto se ha afianzado.

Así, una de las finalidades de la economía circular es reducir los materiales necesarios para fabricar los productos, además de la cantidad de desechos que se generan, garantizando la sostenibilidad y la reutilización de todos ellos. El reciclaje y el tratamiento de desechos es fundamental en ese círculo de producción en el que se crea un producto, se utiliza y se recicla para crear otros nuevos que, a su vez, será reciclado y reutilizado. Esta idea se inspira en los propios ciclos de la naturaleza , donde nada se desperdicia y todo se transforma. En consecuencia, la gestión de residuos es uno de los factores que más caracterizan este tipo de estrategia económica, junto con las fuentes de energía renovables y el reciclaje.


Flujo circular


Fuente: Pixabay

La economía, desde la época de la Revolución Industrial hasta fechas recientes, sigue un modelo de producción con flujo lineal. Esta linealidad se basaba en producir, vender, usar y tirar. La obsolescencia programada de algunos bienes forma parte de ese flujo lineal contra el que, en la actualidad, el Parlamento Europeo pide que se tomen medidas. Por el contrario, con la economía circular se sigue un flujo circular, con el que se pretende que se tire la menor cantidad de cosas posibles y que puedan ser reutilizadas para fabricar nuevos productos u ofrecer otros servicios. Así, cada artículo o bien ha de producirse de forma tal que pueda desmontarse fácilmente, para aprovechar cada una de sus piezas.

En definitiva, la economía circular aboga por utilizar solo los elementos imprescindibles para elaborar un producto, usando materiales biodegradables y facilitando la reutilización de los componentes en cualquier ciclo productivo. De igual modo, en determinados sectores, también propicia el alquiler de algunos bienes y no su compra. Si alquilamos un servicio, en vez de comprar determinado producto, contribuiremos a esa sostenibilidad, con la consiguiente disminución de residuos que este modelo de producción y consumo busca.

La economía circular produce beneficios medioambientales, como la reducción de gases de efectos invernadero, la disminución de costes para las empresas y el incremento del empleo y del ahorro de los consumidores, además de fomentar la creación de nuevos modelos de negocio. En consecuencia, en esta forma económica se han de involucrar tanto las empresas y organizaciones como las administraciones públicas y los individuos, que a título personal deben tomar sus decisiones siendo conscientes de sus necesidades reales. 



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La Tierra es esférica, y está en riesgo

22 de abril, Día de la Tierra


Aunque es casi una pérdida del tiempo rebatir al "terraplanismo", las problemáticas no resueltas de la institución científica dejan un terreno abierto para la crítica. Existe a su vez el "escepticismo" sobre una cuestión que sí implica grandes decisiones geopolíticas como el cambio climático global. Otro escepticismo, el que avala a los agroquímicos, causa daños mucho más urgente a los pueblos.

OPINIÓN
Por Eduardo Soler

Una de las imágenes representativas del "Día de la Tierra".

Hace un mes, el debate mediático puso en escena al "Encuentro de Terraplanistas" en Argentina, celebrado en Colón, Buenos Aires. El hecho en sí mismo es insólito, tildado como "anti-científico" pero el asunto tal vez admita segundas lecturas. Si nos ponemos a pensar, existen científicos que legitiman -por ejemplo- la inocuidad de los llamados "agroquímicos" o -a otro nivel- no se reconoce la responsabilidad humana en el cambio climático global.

Se suele afirmar en las historias del movimiento ecologista que fueron las primeras imágenes tomadas desde el espacio sobre nuestro planeta Tierra las que marcaron un hito. Se pudo observar a simple vista que se trata de "una sola Tierra", que toda la humanidad con sus diferencias comparte una única "nave espacial". Este tipo de reflexiones, por caso, fue enfatizada por el reconocido filósofo Edgar Morin.

La irrupción del llamado "movimiento terraplanista" parece alejarnos de este tipo de reflexiones. Y sin embargo, detrás de todos sus argumentos falaces, hay una cuestión en la que tendremos que coincidir: no existe hoy una institución científica impoluta. Es necesario el pensamiento crítico para rebatir argumentos de algunos científicos que amparan negocios corporativos, como en el aparato del agronegocio.

Sin embargo, desde ya, la diferencia es muy importante. El movimiento ecologista como tal tiene vínculos muy fuertes con la ciencia. Y de hecho, la ecología como ciencia madre, y luego la ecologización de distintas disciplinas científicas, resulta uno de los baluartes principales del ambientalismo. Pero este pensamiento ecologizado implica una crítica a la propia ciencia en la que debemos combinar también ciencia con otros saberes. A ello Boaventura de Sousa Santos lo denomina la "ecología de saberes". 

La tierra es esférica, no hay dudas hoy y existe un consenso -casi- absoluto al respecto. Sin embargo, nos permitimos como comunidad "global" presentar cierto escepticismo frente a la realidad del cambio climático con origen antropogénico. La ciencia tiene al interior una disputa ideológica, que es difícil aceptar como tal. Y es en este punto donde asoma el terraplanismo, como una sombra tragicómica de este asunto central para nuestro bienestar y de la Madre-Tierra.

A su vez, la ciencia es parte de la solución, pero también parte del problema. Muchas veces, lo primero implicó antes lo segundo. El desarrollo científico- tecnológico crea problemas (de contaminación, por ejemplo) que luego otro desarrollo científico- tecnológico se propone resolver. Es el propio caso del cambio climático, ligado a aspectos no previstos de la energía hidrocarburífera. Hoy necesitamos modelos computacionales para asomarnos a prever los riesgos asociados a la suba progresiva de la temperatura media global.

El propio líder hegemónico global, Estados Unidos, se permitió y se permite coquetear con el "escepticismo" respecto al cambio climático, tal vez la mayor amenaza que existe sobre el planeta Tierra en su conjunto, o mejor dicho sobre la biósfera que lo habita. Pero los medios no se permiten burlarse de tal creencia del mismo modo que resulta un asunto fácil críticar a los peculiares participantes del Encuentro Terraplanista. 

Se encasilla fácilmente al terraplanismo en el imaginario de la post-verdad, pero nos olvidamos que el término en su sentido más crítico surgió justamente como señalamiento sobre las políticas basadas en el escepticismo climático. Y así como no resulta fácil observar con nuestros ojos que la Tierra es esférica, tampoco podemos ver fácilmente las consecuencias del cambio climático.

De manera similar, el Presidente Mauricio Macri pudo decir públicamente hace dos semanas que le parece "absurdo" restringir las fumigaciones en cercanía de las escuelas, como demanda un fallo judicial en Entre Ríos. Claro que la postulación de tal absurdo (la inocuidad de los llamados "agroquímicos", en vez de desnudarse como "agrotóxicos") se justificó también en el gobierno anterior.

La actual movida de promover la creencia de que la tierra es plana no ha causado mayores consecuencias en la sociedad, más allá de la burla fácil. Sin embargo, el escepticismo climático tanto como el escepticismo agrotóxico si dejan secuelas visibles sobre nuestra tierra y sobre los pueblos. Porque la Tierra es esférica, tanto o más cierto como que la biósfera -quienes vivimos en este Planeta- está en riesgo.


FUENTE: http://www.comambiental.com.ar

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sábado, 13 de abril de 2019

El desarrollismo urbanista, un modelo anticlimático

Entrevista a David Hammerstein

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Eleuterio Gabón
Rebelión


David Hammerstein es sociólogo y activista ecologista que fue diputado en el Parlamento Europeo por el grupo Los Verdes entre 2004 y 2009. Desde Radio Malva charlamos con él para que nos dé su opinión sobre la relación de las políticas urbanísticas con la crisis medioambiental que vive el planeta.

Ha asegurado en varias ocasiones que vivimos una situación global cercana al colapso

Vamos en un Titanic y las élites han abandonado el barco en sus botes salvavidas, son conscientes de que no nos salvaremos todos. El problema viene de que, para mantener la paz social, nuestro sistema se ha basado en el consumismo individual, fomentando una cultura de egoísmo y narcisismo personal que, por otra parte, sólo genera frustración. Vivimos en la ilusión de que podemos subir el nivel de vida continuamente sin querer darnos cuenta de lo que está ocurriendo en realidad con el planeta, es una mentalidad enfermiza.
La idea del crecimiento continuo es una farsa que no se mantiene, pensar que podemos consumir y extraer recursos, tanto en materiales como en valor humano sin que haya consecuencias, es absurdo. La explotación del 3º mundo no aguanta, ni humana ni materialmente. El volumen de consumo en agua, cemento, combustible, químicos, pesticidas no deja de aumentar y sólo se ponen parches: carriles bicis, reciclaje… La energía solar y la eólica representan el 1% de la energía que se consume. Pero no se trata sólo de una cuestión de consumo de energía; hablamos de una crisis total, los recursos son cada vez menos, el planeta se achica, el 60% de los mamíferos han desaparecido en los últimos 50 años. Vamos de cabeza a un colapso, la democracia liberal se deshace. Ya comienza a verse la frustración en las protestas, en la clase media, en el auge de la extrema derecha. Vamos a ver conflictos sociales muy duros cuando la tensión social suba por la escasez de recursos. Las sociedades suelen llegar a su máximo de desarrollo justo antes de su debacle.

Entre las propuestas de los partidos políticos tanto desde uno como del otro extremo ideológico parece que no se cuestiona en ningún caso el modelo de crecimiento

En general estamos atrapados, por un lado tenemos a los globalizadores liberales, los mayores defensores de este modelo, que incluso aseguran que luchan por los derechos de la mujer, los homosexuales y el ecologismo de manera hipócrita. La otra opción es la de la extrema derecha que defiende los valores tradicionales, ensalza soberanía nacional y usa de chivo expiatorio a los migrantes, las mujeres, homosexuales y las minorías. Ambas posturas defienden modelos de crecimiento, un crecimiento que está basado en la explotación de la mayor parte del planeta. El 25% del mundo que consume más debe reducir sus niveles. Los migrantes van a seguir llegando, son también refugiados climáticos, ambientales. Los problemas sociales son ambientales y viceversa. Estamos imbuidos en un pensamiento en el que creemos que todo conflicto es ideológico sin darnos cuenta de la base biofísica de todo.
Hace falta aterrizar, somos terrícolas, dependemos de los ecosistemas. Tenemos que adaptarnos a una austeridad solidaria sobre todo con los países del sur global. Para reducir la pobreza hay que reducir la riqueza. Crear un creative commons de la tecnología sostenible, acabar con las patentes. Debemos cambiar los valores del individualismo por valores colectivos y cambiar también nuestra relación con la naturaleza. Tenemos que ser conscientes de que estamos abocados a un decrecimiento sí o sí. O es mínimamente justo, organizado y pactado entre ricos y pobres o será autoritario, violento y caótico.

El crecimiento urbano es también una de las causas de ese colapso ambiental que usted explica. En la ciudad de València las políticas urbanísticas siguen proyectando grandes construcciones pese a la corrupción y la crisis económica que trajo consigo este modelo ¿no hemos aprendido nada?

El desarrollo urbanístico y la corrupción van unidos, del mismo modo existen lazos entre las élites financieras y los grandes constructores. El despilfarro económico de grandes proyectos para seguir la lógica de ser competitivos y globalizadores, es no estar en la realidad. Resulta obvio que no hemos aprendido nada, seguimos con los grandes planes, hay múltiples ejemplos: el Parque Central y su rascacielos con obras que producirán contaminación durante los próximos 20 años o la ampliación del puerto trayendo tierras de la Serranía, incluso de Teruel, para ganar espacio al mar es algo demencial. Tenemos también el proyecto de los 20 rascacielos del grao, esos no lugares, asépticos, sin ninguna demanda o el PAI de Benimaclet que destruye huerta para levantar 1500 viviendas que nadie ha pedido, sólo los bancos.
Y sin embargo todo esto se vende a la ciudadanía como algo irrenunciable, es más, se plantea en términos de un pacto fáustico: Si tú quieres en tu barrio un centro social, parques, escuelas… tienes que aceptar que haya un beneficio de un 30% o 40% para inmobiliarias y constructoras que están en alianza con algún holding estadounidense o inglés, si no, nada. Es diabólico. Pero es que hay más: los 50 nuevos hoteles en el centro histórico, el instituto mediterráneo de Paterna, el corredor Mediterráneo, el PEC del Cabanyal… son todos proyectos anticlima.

El turismo parece también una lógica irrenunciable dentro de este modelo

Precisamente la exigencia de estos megaproyectos viene del consumismo turístico, no de la gente. Por ejemplo, la concejala de turismo y futurible alcaldesa socialista Sandra Gómez se congratulaba hace poco de tener 2 millones de turistas y hasta 5 millones de pernoctaciones previstas para este curso. El turista consume más agua, plástico y de todo que un residente. El modelo turístico de servicios, genera grandes cantidades de residuos por no hablar de los enormes niveles contaminación de cruceros y aviones. Continuando este modelo, Valencia se enfrenta a un delirio enfermizo de criminalidad ecológica.

¿Cuáles son las alternativas que se pueden plantear para frenar estos modelos?

Hay que cambiar el chip de que el mercado manda y todo beneficio vale. El futuro debe pasar por cierta autonomía y producción propia de alimentos, un modelo local es la mejor manera de actuar globalmente para proteger el clima. Hay que apostar por un urbanismo de la austeridad, la rehabilitación, aprender a resilvestrar la naturaleza dentro de la ciudad. Hay que levantar el cemento para hacer la tierra permeable y que respire. En Valencia debajo del cemento está la huerta.
Debemos parar ese pacto público – privado de la privatización del suelo público para su venta y contraponer un modelo de pacto público cívico o común. Que la tierra sea de la gente, para hacer vivienda cooperativa, preservar la huerta para cultivar alimentos, bajar el consumo de recursos, fomentar la artesanía local, aumentar y financiar el trasporte público y colectivo; en definitiva, hace falta una economía del bien común, orientar la actividad pública hacia el bien común. Debemos apostar decididamente por la austeridad y la autosuficiencia, de lo contrario estamos hipotecando el área metropolitana de Valencia ante la catástrofe que se avecina.

En Valencia existen muchos colectivos que se están moviendo en este sentido

Absolutamente y muchos desde hace años; tenemos a Per l’ Horta, Asociación de vecinos de Nazaret, Som Energía, Valencia en bici, Valencia no se vende, Cuidem Benimaclet, colectivos veganos, vegetarianos, ecofeministas… Sin embargo hay que terminar con esa visión única de la realidad en la que sólo se puede conseguir cosas pactando con los poderosos. En política no es fácil romper el modelo del cemento pero es lo que hay que hacer. Hay que decir basta. Hay que protestar para sobrevivir.



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