Aunque es casi una pérdida del tiempo rebatir al "terraplanismo", las problemáticas no resueltas de la institución científica dejan un terreno abierto para la crítica. Existe a su vez el "escepticismo" sobre una cuestión que sí implica grandes decisiones geopolíticas como el cambio climático global. Otro escepticismo, el que avala a los agroquímicos, causa daños mucho más urgente a los pueblos.
OPINIÓN
Por Eduardo Soler
Una de las imágenes representativas del "Día de la Tierra". |
Hace un mes, el debate mediático puso en escena al "Encuentro de Terraplanistas" en Argentina, celebrado en Colón, Buenos Aires. El hecho en sí mismo es insólito, tildado como "anti-científico" pero el asunto tal vez admita segundas lecturas. Si nos ponemos a pensar, existen científicos que legitiman -por ejemplo- la inocuidad de los llamados "agroquímicos" o -a otro nivel- no se reconoce la responsabilidad humana en el cambio climático global.
Se suele afirmar en las historias del movimiento ecologista que fueron las primeras imágenes tomadas desde el espacio sobre nuestro planeta Tierra las que marcaron un hito. Se pudo observar a simple vista que se trata de "una sola Tierra", que toda la humanidad con sus diferencias comparte una única "nave espacial". Este tipo de reflexiones, por caso, fue enfatizada por el reconocido filósofo Edgar Morin.
La irrupción del llamado "movimiento terraplanista" parece alejarnos de este tipo de reflexiones. Y sin embargo, detrás de todos sus argumentos falaces, hay una cuestión en la que tendremos que coincidir: no existe hoy una institución científica impoluta. Es necesario el pensamiento crítico para rebatir argumentos de algunos científicos que amparan negocios corporativos, como en el aparato del agronegocio.
Sin embargo, desde ya, la diferencia es muy importante. El movimiento ecologista como tal tiene vínculos muy fuertes con la ciencia. Y de hecho, la ecología como ciencia madre, y luego la ecologización de distintas disciplinas científicas, resulta uno de los baluartes principales del ambientalismo. Pero este pensamiento ecologizado implica una crítica a la propia ciencia en la que debemos combinar también ciencia con otros saberes. A ello Boaventura de Sousa Santos lo denomina la "ecología de saberes".
La tierra es esférica, no hay dudas hoy y existe un consenso -casi- absoluto al respecto. Sin embargo, nos permitimos como comunidad "global" presentar cierto escepticismo frente a la realidad del cambio climático con origen antropogénico. La ciencia tiene al interior una disputa ideológica, que es difícil aceptar como tal. Y es en este punto donde asoma el terraplanismo, como una sombra tragicómica de este asunto central para nuestro bienestar y de la Madre-Tierra.
A su vez, la ciencia es parte de la solución, pero también parte del problema. Muchas veces, lo primero implicó antes lo segundo. El desarrollo científico- tecnológico crea problemas (de contaminación, por ejemplo) que luego otro desarrollo científico- tecnológico se propone resolver. Es el propio caso del cambio climático, ligado a aspectos no previstos de la energía hidrocarburífera. Hoy necesitamos modelos computacionales para asomarnos a prever los riesgos asociados a la suba progresiva de la temperatura media global.
El propio líder hegemónico global, Estados Unidos, se permitió y se permite coquetear con el "escepticismo" respecto al cambio climático, tal vez la mayor amenaza que existe sobre el planeta Tierra en su conjunto, o mejor dicho sobre la biósfera que lo habita. Pero los medios no se permiten burlarse de tal creencia del mismo modo que resulta un asunto fácil críticar a los peculiares participantes del Encuentro Terraplanista.
Se encasilla fácilmente al terraplanismo en el imaginario de la post-verdad, pero nos olvidamos que el término en su sentido más crítico surgió justamente como señalamiento sobre las políticas basadas en el escepticismo climático. Y así como no resulta fácil observar con nuestros ojos que la Tierra es esférica, tampoco podemos ver fácilmente las consecuencias del cambio climático.
De manera similar, el Presidente Mauricio Macri pudo decir públicamente hace dos semanas que le parece "absurdo" restringir las fumigaciones en cercanía de las escuelas, como demanda un fallo judicial en Entre Ríos. Claro que la postulación de tal absurdo (la inocuidad de los llamados "agroquímicos", en vez de desnudarse como "agrotóxicos") se justificó también en el gobierno anterior.
La actual movida de promover la creencia de que la tierra es plana no ha causado mayores consecuencias en la sociedad, más allá de la burla fácil. Sin embargo, el escepticismo climático tanto como el escepticismo agrotóxico si dejan secuelas visibles sobre nuestra tierra y sobre los pueblos. Porque la Tierra es esférica, tanto o más cierto como que la biósfera -quienes vivimos en este Planeta- está en riesgo.
FUENTE: http://www.comambiental.com.ar
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