sábado, 29 de febrero de 2020

El coronavirus y la sociedad de la mentira global


Durante el año pasado se registraron en España 277.000 casos de cáncer. La mitad de los enfermos morirán en un plazo inferior a cinco años, sufriendo durante el resto de su vida un calvario indecible de idas y venidas al hospital, de quimio y radioterapia, de dolor y sufrimiento y de miedo indescriptible. En una sociedad avanzada y civilizada, las investigaciones para curar o paliar el cáncer, las enfermedades cardíacas y las degenerativas deberían ocupar un lugar preeminente, dedicándoles todos los medios económicos posibles. Del mismo modo, en un mundo civilizado y justo, la Organización Mundial de la Salud, en vez de callar, debería denunciar los precios altísimos de los tratamientos para esas enfermedades que están arruinando a los sistemas estatales de salud, declarar la libertad de todos los países copiar cualquier medicamento que sirva para mejorar la vida de los enfermos y condenar el reparto mafioso y monopolístico de los nuevos tratamientos por parte de los grandes laboratorios. No lo hace, mira para otro lado, y la curación de esas enfermedades que tanto dolor causan a tantísima gente se pospone hasta que la mafia quiera.
El año pasado murieron en España por accidente laboral casi setecientas personas, resultando heridos de gravedad o enfermos debido al trabajo varios miles de personas. Las causas están claras, precariedad laboral, jornadas interminables, destajo, escasas medidas de seguridad y explotación. Ningún organismo estatal ni mundial alerta sobre el deterioro de las condiciones de trabajo ni esas víctimas, que podrían haberse evitado con muy poca inversión, abren los telediarios ni ocupan más de su tiempo.
No creo que nada de lo que pasa en el mundo sea por casualidad, ni que los informativos ignoren inocentemente el número de muertos por guerras absurdas que cada año asolan al mundo de los pobres
En 2019, seis mil españoles murieron de gripe, una enfermedad tan común como el sarampión que  mata todos los años a miles de personas en África sin que la OMS exija a los Estados miembros que aporten las vacunas necesarias -que valen cuatro perras- para evitar ese genocidio silencioso. Al fin y al cabo, la mayoría son negros.
En 2018, más de cuarenta mil personas murieron en España por la contaminación ambiental, siendo directamente atribuibles a esa misma causa el fallecimiento de ochocientas mil personas en la Unión Europea y casi nueve millones en el mundo, aparte de los millones y millones que padecen enfermedades crónicas que disminuyen drásticamente su calidad de vida.
En 2017 más de seis millones de niños murieron de puta hambre en el mundo mientras en los países occidentales se tiran a la basura toneladas y toneladas de alimentos. Ese mismo año, más de dos mil millones de personas trabajaron jornadas superiores a 15 horas por menos de 10 euros al día. Ningún informativo, ningún periódico, ninguna radio lleva días y días insistiendo machaconamente en esa tragedia que martiriza a diario a media humanidad y amenaza con llevarnos a todos a condiciones de vida insufribles.
La suspensión del Congreso Internacional de Móviles de Barcelona -Congreso que probablemente no se vuelva a celebrar tal como lo hemos conocido en años sucesivos- no se debió al coronavirus, sino a la exhibición que las grandes tecnológicas chinas iban a hacer sobre sus avances en el 5G
Hace unas semanas surgió en una región de China un virus que causa neumonía y tiene una indicencia mortal menor al uno por ciento. Los medios de comunicación de todo el mundo, acompañados con las redes sociales de la mentira global, decidieron que ese era el problema más terrible que había azotado al mundo desde los tiempos de la peste bubónica del siglo XIV que diezmó la población de Europa en casi un tercio. No hay telediario, portada de periódico por serio que sea o red social en la que el coronavirus no ocupe un lugar preferente y reiterativo hasta la saciedad, como si no tuviésemos bastante con las enfermedades ya conocidas que matan de verdad a muchísima gente después de largos periodos de sufrimiento y tortura vital. No sé como surgió ese nuevo virus, tampoco si es nuevo, carezco de conocimientos científicos para ello, lo único que sé es lo que cuentan los especialistas, y es que apenas mata ni deja secuelas importantes. Pese a ello, a que lo saben, los informativos siguen creando alarma a nivel mundial. ¿Por qué?
No creo que nada de lo que pasa en el mundo sea por casualidad, ni que los informativos ignoren inocentemente el número de muertos por guerras absurdas que cada año asolan al mundo de los pobres. Vivimos un tiempo de relevos, la potencia hegemónica –Estados Unidos– tiene por primera vez desde el final de la Guerra Fría un serio competidor que se llama China. Ese competidor fue alimentado desde los años ochenta por las potencias occidentales debido a su enorme población, a su pobreza y a los salarios bajísimos de sus trabajadores. Han pasado cuarenta años y lo que entonces pareció una decisión magnífica para acabar con los Estados del Bienestar, abaratar costes e incrementar riquezas de modo exponencial, ha tomado otro cariz y ahora esa potencia pobre produce casi el 18% de todo lo que se fabrica en el mundo y está en disposición de dar el gran salto que la coloque en como primera potencia mundial, algo que será inevitable haga lo que haga Trump y sus amigos porque tienen el capital, la tecnología y la mano de obra necesaria. La suspensión del Congreso Internacional de Móviles de Barcelona -Congreso que probablemente no se vuelva a celebrar tal como lo hemos conocido en años sucesivos- no se debió al coronavirus, sino a la exhibición que las grandes tecnológicas chinas iban a hacer sobre sus avances en el 5G. Se trataba de impedir de cualquier manera que los chinos pudiesen demostrar que hay campos en los que ya están por delante de Estados Unidos y, por supuesto, de Europa. No hay otra explicación ni otra razón. Con la cancelación del congreso de Barcelona y la información apocalíptica sobre las consecuencias de la expansión del coronavirus se daba un paso más en la nueva guerra fría que se ha inventado Donald Trump, dejando claro a China que todo vale en la guerra y que su ascenso al primer puesto les va -nos va- a costar sangre, sudor y lágrimas.
El coronavirus es una enfermedad que no arroja datos alarmantes, primero porque no se expande al ritmo de las grandes epidemias que ha sufrido el mundo, segundo porque tampoco los porcentajes de mortandad son equiparables a los de otras plagas como la “gripe española”. Sin embargo, y dentro de un lenguaje medieval, se está intentando crear pánico a escala global y por eso cada día nos cuentan el nuevo caso que se ha descubierto en Italia, Croacia, Malasia o Torrelodones, uno por uno, haya dado muestras de quebranto o no. Se trata de alimentar el bicho del miedo a escala global con fines estrictamente políticos y económicos, y nunca antes como hoy, en la sociedad de la desinformación, han existido tantos medios para imponer las mentiras como verdades absolutas al servicio de intereses bastardos. El coronavirus no es el fin del mundo ni nada que se le parezca, es una enfermedad normal, como tantas y con poca mortandad, pero la manipulación mediática interesada puede llevarnos a una crisis de consecuencias devastadoras.


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Quién gestiona tu basura

Los desechos son imparables. Se acumulan, se queman, se separan, pero los problemas ambientales y sociales ligados a las basuras no desaparecen. El debate de lo público y lo privado también llega al modelo de gestión de residuos.
Un operario observa parte de los residuos prensados en una planta de reciclaje. /AFP
Detrás de la basura hay dinero. De una forma metafórica, la gestión de residuos ilustra los principios existenciales del sistema económico imperante; la preeminencia del negocio. Tras los camiones que recogen desechos, las montañas de desperdicios y las plantas de clasificación o triaje subyace un debate difícil de abordar sobre lo público y lo privado. Sobre quién gestiona tanta inmundicia y, en definitiva, a qué precio.
Tras la catástrofe del vertedero industrial de Zaldibar, el modelo de gestión y el papel de las empresas que, a través de concesiones y convenios con los poderes municipales, desempeñan el servicio de gestionar desperdicios ha quedado en entredicho. Si bien es cierto que el caso de este vertedero vasco es un hecho puntual debido a que se trata de residuos privados, la realidad es que la administración de la inmundicia urbana queda, en la mayoría de los casos, en manos de compañías privadas que reciben un dinero de los ayuntamientos.
«En España, la mayor parte de los vertederos son públicos, porque deben ser servicios públicos. Sin embargo, la gestión de los residuos que se acumulan la suele llevar a cabo una empresa privada», resume Carlos Arribas, responsable del área de Residuos de Ecologistas en Acción.  ¿Quiénes son esas corporaciones? La respuesta no es sencilla.
Según el Ministerio de Transición Ecológica, los 22 millones de toneladas de residuos urbanos que se generan al año en todo el Estado se reparten en un total de 362 instalaciones de tratamiento (incineradoras, plantas de clasificación, centros de biometanizaión, compostaje, etc), de las cuales 116 son vertederos donde los desechos, de diversa índole, se acumulan antes de ser gestionados. Aunque el inventario oficial realizado por el Gobierno año tras año no detalla qué porcentaje de los servicios de gestión son llevados a cabo por empresas públicas, la realidad es que en España existen pocos ayuntamientos que administren los desechos en todas las fases; recogida, separación, recuperación, etc.
«Si dejamos en manos privadas la recogida, gestión y eliminación de los residuos, las empresas no querrán reducir la cantidad de basura porque tendrán un mayor volumen de negocio», opina Marian Lorenzo, portavoz de la organización medioambientalista Amigos de la Tierra, que señala que las principales compañías concesionarias –Urbaser, Sacyr, OHL o Ferrovial, entre otras– en tratamiento de desechos funcionan como una especie de grupo de cabildeo que dificulta que se impulsen medidas llamadas a reducir la basura local.
«Ellos obtienen el dinero por presentar un servicio público, porque hay que tener en cuenta que las leyes disponen que son los ayuntamientos quienes tienen la propiedad de los desechos», explica Julio Barea, portavoz de Greenpeace. Pero, ¿cuánto dinero puede llegar a recibir una de estas grandes compañías por llevar tareas de gestión? Sólo en recogida y limpieza, a modo de ejemplo, Barcelona sacó a concurso un contrato de ocho años por más de 3.000 millones de euros. Por lo que las cifras no son pequeñas.
Barea, que recalca que no existen datos que permitan afirmar de una forma académica que el modelo de gestión privada es más deficiente ambiental y económicamente, resalta que al convertir el servicio en un negocio se abren riesgos a la corrupción. «Es algo que genera mucho dinero», advierte. Tanto es así, que en España se han dado entramados delictivos que recuerdan al contenido serietelevisivo de Los Soprano, cuyo protagonista se dedicaba, precisamente, a la administración de basuras.  El caso Brugal –que hace referencia al acrónimo Basuras Rurales Gestión Alicante– es un ejemplo de cómo en España la gestión de residuos puede desembocar en prácticas delictivas como el soborno o el tráfico de influencias.
Más allá los riesgos delictivos del sistema de concesiones, existen otros riesgos que afectan al medio ambiente y que tienen que ver con la concepción económica de un servicio público. Así lo entiende Lorenzo: «Si nos están pidiendo desde Europa que reduzcamos los desechos, la solución simple y barata siempre va a ser esconder o incinerar, lo que deriva en contaminación y en riesgos para la salud». La experta en residuos se refiere, en parte, a cómo el modelo imperante de tratamiento de desechos, al abrir la puerta de las ganancias privadas a costa de la basura, es incompatible con alcanzar un escenario de cero residuos.
Basura opaca
El debate, en cualquier caso, no versa únicamente en la titularidad de la gestión de los residuos. También existen otras aristas que reflejan un modelo deficiente donde los conflictos ambientales y sociales están a la orden del día. La opacidad es uno de los elementos más característicos, según denuncian las organizaciones ecologistas. «Normalmente, las memorias de gestión se encuentran escondidas en las webs de los ayuntamientos y no se informa al ciudadano del coste real que tiene el servicio de gestión ambiental y económicamente«, opina Arribas. 
Lo mismo ocurre con las cifras, que cambian de manera notable, según la fuente a la que se recurra. Por ejemplo, mientras Ecoembes –organización que agrupa a 12.000 empresas de productos envasados y que promueve y gestiona la mayoría del reciclaje en España– sitúa el porcentaje de residuos plásticos recuperados en un 76%, los datos del Gobierno hablan del 47%. Los datos, no obstante, son más bajos si se acude a los informes realizados por Greenpeace, donde la cifra de plástico recuperado en España no supera el 25%.
Desde las principales organizaciones ecologistas recalcan que existe un debate que trasciende al modelo de gestión y tratamiento de los residuos, que tiene que ver con cómo conseguir producir menos basura urbana. El decrecimiento, es decir, la reducción del consumo, es una de las formas más populares entre los sectores verdes. Pero además existe una fase previa centrada en la educación y las tareas de concienciación que permitan que las capas populares puedan ver con buenos ojos otras formas de vida basadas en la economía circular, la reparación y la adopción de un sistema de retorno, que permita disminuir el uso de plásticos. Algo que resulta difícil de alcanzar si la basura se sigue considerando un negocio.
«La mejor solución no puede ser generar un residuo y que me devuelvan una fianza para seguir consumiendo sin freno; la mejor solución pasa, necesariamente, por no generar el residuo. Y a partir de ahí, si se genera el residuo, reciclarlo. Pero sin fomentar el consumismo», explican desde Ecoembes. Esta organización, con intereses vinculados a la recuperación de residuos tras su tratamiento, no ve con buenos ojos alcanzar un modelo de retorno que permita que los envases no se destruyan sino que, gracias al uso de otros materiales como el vidrio, se devuelvan vacíos para volver a ser usados por otro consumidor.
El debate, con todo ello, está plagado de alternativas de gestión que, pese a los vertederos desbordados, no llegan a los parlamentos. «Parece que el sector público ha decidido abandonar la gestión de los residuos», zanja Barea.


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viernes, 28 de febrero de 2020

Barbaries, desigualdades, ecosuicidio y resistencias. A sangre fría (febrero)



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Un objetivo efectivo para dar una respuesta a la emergencia climática

Proporcionar una protección máxima


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¿Por qué necesitamos un nuevo objetivo climático ahora?
El objetivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, adoptado en 1992, era “evitar una interferencia antropogénica peligrosa en el sistema climático”. Pero para 2020 los impactos negativos del cambio climático (con fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes e intensos y cambios en el sistema terrestre, procesos ecológicos y sociales) son tan grandes que queda claro que los humanos han fracasado y no han alcanzado el objetivo de la Convención sobre el Clima de la ONU, en la actualidad estamos viviendo las primeras etapas de un cambio climático catastrófico
Al fracasar en el primer objetivo, necesitamos ahora uno nuevo que haga que nuestra acción climática funcione.
Las opciones principales parecen ser:
  • Aceptar que la humanidad ha fracasado en la prevención del cambio climático y adoptar una respuesta centrada en la adaptación.
  • O combinar unas medidas adaptativas redobladas con un esfuerzo continuado para estabilizar el clima en un nivel más alto, como por ejemplo, el objetivo de Paris de +1,5ºC.
  • O aceptar que la humanidad ha cometido un gran error al permitirque sus actividades hayan cambiado el clima, y que ahora necesitamos actuar de emergencia a un ritmo más acelerado e intenso para:
  • restaurar un clima naturalmente seguro, y
  • reducir la perdida y los daños sufridos durante el tiempo que se tarde en volver a un clima seguro.
¿Qué queremos proteger y a cuánta protección queremos aspirar?
Esto no es una cuestión científica. Principalmente necesitamos resolverlo teniendo en consideración la ética, los intereses y nuestra obligación de cuidar.  ¿A quién o qué cuidamos o deberíamos cuidar? ¿Cuáles son sus necesidades y las nuestras y nuestros propios intereses bien entendidos (N. del T.)? Y ¿Cuál es la importancia de proporcionar una protección total?
La propuesta de este documento es que deberíamos comprometernos a “logar una protección máxima para todas las personas, otros animales, plantas, ecosistemas, elementos críticos de los sistemas terrestres y la civilización, a nivel mundial y a lo largo del tiempo”.
La adopción de este objetivo no tiene la intención de ser un marcador de identidad o un recurso para señalar la virtud. Este es un objetivo práctico que necesitamos conseguir desesperadamente en el mundo real, a una velocidad sin precedentes.
¿Cuáles son los principios y conocimientos esenciales que necesitamos para alcanzar el objetivo de protección máxima?
Una revisión cuidadosa de la ética y los intereses, del clima y de la ciencia de los sistemas terrestres, del impacto de la ciencia, de la gestión de amenazas y emergencias, y de la historia de las respuestas humanas a las crisis, ha resaltado los siguientes principios y conocimientos claves:
1. Tenemos un problema crítico ahora. Las personas, otros animales, las plantas, las especies, los ecosistemas y la civilización están afectados por un clima inseguro y están sufriendo un empeoramiento “exponencial” de la crisis climática.
2. Debemos tener claro qué queremos proteger y hasta dónde llega nuestro compromiso para proporcionar esa protección en su totalidad. Una cosa es saber los daños que el cambio climático está causando o podría causar en el futuro. Pero antes de que se pueda enmarcar un programa de protección efectivo necesitamos saber qué es lo que queremos proteger y si estamos comprometidos a lograr esa protección. Las decisiones sobre estas cuestiones están motivadas por las posiciones éticas y de interés de cada persona y organización preocupados por los impactos climáticos.
3. Deberíamos aspirar a la protección máxima. Por razones éticas, entre las que se incluye nuestra obligación de cuidar, y para proteger los intereses de la gente queremos proteger a todas las personas, otros animales, plantas, ecosistemas, elementos críticos del sistema terrestre y a la civilización por todo el mundo y a lo largo del tiempo. Es de vital importancia que un programa de acción efectivo conozca el resultado de lo que aspiramos conseguir.
4. Se necesita poner en marcha acciones efectivas para detener, prevenir y, siempre que sea posible, revertir los daños. Conocer un problema y estar angustiado por él no es suficiente, se deben poner en marcha medidas efectivas que sean lo suficientemente rápidas y contundentes.
5. Es esencial restaurar un clima seguro. El clima ya es inaceptablemente peligroso. Esto significa que el mundo está demasiado caliente, hay demasiados gases de efecto invernadero en la atmosfera y no hay presupuesto para más emisiones.  El objetivo de París de +1,5ºC no es seguro ni aceptable. Se necesita restaurar un clima seguro deteniendo las emisiones inmediatamente y retirando el exceso de emisiones de gases de efecto invernadero de la atmosfera tan rápido como sea posible.
6. La protección máxima debe ofrecer un pasaje seguro a lo largo de la transición a un clima seguro. Es esencial que maximicemos el número de personas, otros animales, plantas, especies y ecosistemas que puedan sobrevivir el tiempo suficiente para beneficiarse de la restauración de un clima seguro. Para minimizar las pérdidas, los daños y el sufrimiento causado durante la transición a un clima seguro, es necesario aplicar medidas estratégicas para:
• Acortar el periodo de transición.
• Mejorar el clima  y las condiciones medioambientales.
•  Y prevenir en la medida de lo posible los puntos de inflexión y los desastres en cascada.
Esto requerirá la prevención localizada de desastres, la respuesta y la recuperación (medidas de adaptación localizadas) pero, si se puede hacer con un beneficio neto de protección, también podría requerir medidas de protección temporales a un nivel del sistema terrestre.
7. Es esencial actuar a una escala y velocidad enormes. Para conseguir la restauración de un clima seguro con una transición segura, enfrentados a un empeoramiento “exponencial” de la crisis climática, necesitamos actuar extremadamente rápido y en una escala de gran magnitud.
8. El estado de emergencia es ahora la única estrategia viable. Históricamente, cuando una reforma convencional no puede proporcionar el cambio imprescindible a gran escala, y con la rapidez necesaria, las sociedades entran en estado de emergencia durante el tiempo que sea preciso para corregir el problema.
9. Se necesita formular la respuesta de emergencia climática para conseguir la protección máxima. Para conseguir un resultado de  clima seguro para una protección máxima se requiere una respuesta de emergencia climática adecuada.  La crisis climática es una amenaza como ninguna a la que la civilización humana se haya enfrentado jamás. Esta amenaza única requerirá una respuesta de emergencia única que aborde los distintos problemas que surjan a raíz de la crisis climática.
10. Se necesita una cadena de responsabilidad de custodia, desde la ética e intereses hasta la protección que se proporciona. Necesitamos asegurarnos  consciente y activamente que la protección máxima conforma nuestras decisiones desde la ética y los intereses que determinan qué es lo que nos comprometemos a proteger, a través de la cadena de política de medidas hasta proporcionar una protección verdadera.
11. Las organizaciones y los individuos necesitan responsabilizarse de “todo el problema”. Cada uno de nosotros necesitamos estar preocupados por toda la colección de problemas a los que nos enfrentamos. Si vemos que hay una carencia de medidas que se necesitan implementar, aunque estén fuera de nuestras responsabilidades normales, debemos actuar para asegurarnos de que se aborda esa carencia. Esto puede implicar abordar esa carencia nosotros mismos directamente o encontrar a alguien capaz de hacerlo.
Un ejercicio de reflexión ¡Esto no es un simulacro!
Si hay inundaciones o un incendio nos unimos en comunidad y actuamos rápidamente para conseguir la protección máxima para personas, animales y propiedades. Este es un buen ejemplo de un tipo de respuesta de emergencia.
A pesar de reconocer la emergencia climática, la mayor parte de los gobiernos, las empresas y las personas no asumen una respuesta efectiva de emergencia.
Muchos creen que se necesita un desastre físico para que la gente se dé cuenta y despierte, pero los desastres relacionados con el clima llevan sucediendo cada vez con más gravedad y frecuencia desde los últimos 20 años.
La crisis climática debe reconocerse como un paquete de cambios desastrosos que se están intensificando con el calentamiento global. Enfrentarse a cada desastre por separado, ignorando las causas más profundas, no nos llevará a un rescate climático efectivo y a una restauración climática segura.
Piensa en la situación de emergencia climática actual como una combinación de desastres que están sucediendo por todo el mundo, unidos por causas comunes. Sabes que solo este año muchos millones, o incluso miles de millones, se verán gravemente afectados y muchos morirán debido a este enorme desastre.  ¿Cómo deberíamos actuar enfrentados a esta situación de emergencia? ¿Cómo podemos conseguir el rescate climático que tan desesperadamente necesitamos?
Autores:
Philip Sutton, director y estratega de RSTI (Investigación y Estrategia para iniciar la transición), Philip Sutton fue el arquitecto de la ley de garantía de la fauna y flora de Victoria e inició la campaña que consiguió prohibir la energía nuclear en Victoria en 1983.  Philip es uno de los cofundadores de Safe Climate Australia, antiguo presidente de Sustainable Living Foundation y de la  Australia New Zealand Society for Ecological Economics.
Adam P.A. Cardilini tiene un doctorado en ecología y es profesor de ciencia medioambiental en la Universidad Deakin

Nota de la traductora: Propio interés bien entendido  (Enlightened self-interest) es un concepto del que Alexis de Tocqueville habló en su libro Democracia en América (1853).  Señaló que los estadounidenses se unen voluntariamente en asociaciones para mejorar los intereses del grupo y, como consecuencia, servir a sus propios intereses.  Al usar “propio interés bien entendido” para describir este concepto, combinó el derecho de asociación con la virtud de hacer lo que era correcto.

Traducido por Eva Calleja
Break through National Centre for Climate Restoration | breakthroughonline.org.au
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jueves, 27 de febrero de 2020

EL SECRETARIO DE MEDIO AMBIENTE DE HIDALGO LE PONE EN BANDEJA DE PLATA EL TERRITORIO A LAS COMPAÑÍAS MINERAS

Durante la segunda mitad del 2019 la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales del Estado de Hidalgo (SEMARNATH) dirigida por el Ing. Benjamín Pilar Rico Moreno, inició el proceso de actualización del Programa de Ordenamiento Ecológico y Territorial del Estado de Hidalgo (POETH) y hasta el momento se tiene información de que ha concluido con las etapas de Diagnóstico y Pronóstico. Dicho ordenamiento debería ser el principal instrumento de la política ambiental para regular el uso del suelo y para promover el desarrollo sustentable del estado, sin embargo, el Ing. Rico Moreno está utilizando el POETH para facilitar, mediante la desregulación, la entrega del territorio del Estado de Hidalgo a las Compañías Mineras (nacionales y extranjeras) para que éstas puedan saquearlo y devastarlo a placer.

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Las soluciones de Montevideo a las inundaciones




Ubicación de los tanques sobre el callejero de Montevideo. Crédito: BID
MONTEVIDEO, 18 feb 2020 (IPS) – Cuando Aníbal Ántola compró su casa en el barrio de Jacinto Vera de Montevideo, supo que correría el riesgo de sufrir inundaciones. Al cerrar la compra en 1995, firmó un documento que señalaba algunos incidentes del pasado. Sin embargo, durante más de 15 años, tuvo suerte y no experimentó ningún problema.
Las cosas cambiaron en 2016. Durante la primera tormenta de la temporada de lluvias, su casa se inundó y se destruyeron tesoros invaluables como las fotografías de sus abuelos.
A pesar de ello, Aníbal decidió quedarse. Para él, mudarse y perder el sentido de comunidad que había desarrollado en su barrio era algo devastador. “Algunos vecinos se fueron y me pregunté a mi mismo, ¿debería irme o quedarme? Decidí quedarme”, dice.
La capital de Uruguay no es la única ciudad con este problema. Con la crisis climática, las ciudades se han vuelto más vulnerables a las inundaciones debido a que las tormentas son más frecuentes e intensas. Los eventos climáticos extremos como inundaciones o sequías, que normalmente ocurren cada diez años, ahora suceden cada cinco años y con mayor fuerza.
En el caso de las inundaciones urbanas, mitigar y responder al problema suele recaer en los gobiernos locales. Para la ciudad de Montevideo, responder a este problema requirió una radical mejora en su infraestructura de agua y saneamiento.
La necesidad nació de la antigüedad de la infraestructura existente. Montevideo fue la primera ciudad de América Latina en crear un sistema de agua y saneamiento. Lo empezaron a construir en 1886, poco después de ciudades como Londres y Nueva York. Con los años, la población se multiplicó y con ello también creció la demanda de agua, pero las tuberías nunca fueron renovadas. Eventualmente, la infraestructura resultó insuficiente.


Barrio de La Comercial
Jeanette Berrueta vivió de primera mano cómo los montevideanos se habían intentado adaptar a esta situación.
Cuando ella y su esposo compraron una casa en el barrio de La Comercial, encontraron que los antiguos dueños instalaron dos rieles de aproximadamente 60 centímetros a los lados de la puerta de entrada. ¿Su propósito? Cada vez que se inundaba la calle, ponían tablas de madera sobre ellas para poder entrar a su casa. Sin embargo, en la última temporada de lluvias, incluso estas medidas fueron insuficientes y el agua entró a la casa.
Históricamente, cada tres o cuatro años ocurren tormentas de mayor intensidad que causan inundaciones de hasta metro y medio sobre el nivel de la calle en ciertas partes de la ciudad. La mayoría de estos eventos ocurren sin advertencia y de manera rápida; algunas áreas se inundan en menos de dos horas y experimentan fuertes daños materiales.
“Algunas veces ocurren eventos grandes, pero no ocurren cada año”, dice Aníbal, que ha visto muchos de sus vecinos abandonar el barrio. Jeanette también se ha resistido a perder su “refugio”, como llama a su casa.
En respuesta a este problema, Montevideo decidió invertir en infraestructura resiliente a inundaciones para que Aníbal, Jeanette y sus miles de vecinos pudieran permanecer en sus comunidades, sin miedo de perder sus pertenencias y propiedades.
Desde 1980, con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), las autoridades locales iniciaron obras para crear una mejor planeación urbana en el ámbito de saneamiento. Además de conectar a miles de ciudadanos que carecían acceso a este servicio, bajo el plan se limpiaron las principales playas en un corto periodo de tiempo.


En marzo de 2011, empezaron obras para resolver el problema de inundaciones urbanas.
El objetivo de esa fase del proyecto es minimizar el impacto de la insuficiencia de drenajes en tres áreas prioritarias, basadas en la frecuencia de las inundaciones y el impacto sobre sus residentes, edificios, casas y caminos.  En estas zonas, que se localizan a kilómetros de distancia de ríos o mares, construir tuberías subterráneas para capturar y transportar el agua de las inundaciones sería prohibitivamente costoso.
Por ello, la ciudad optó por construir unos tanques de concreto subterráneos para almacenar el agua. Mediante un préstamo de $25 millones de dólares financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo, se construyeron cinco tanques en diferentes partes de la ciudad.
Tanque subterráneo para prevenir inundaciones
Cada uno mide aproximadamente la mitad de una cuadra, están aproximadamente a tres metros de profundidad y pueden almacenar 5 millones de litros. Cuando llueve, el agua entra al drenaje y se libera al sistema de saneamiento existente; cuando las tuberías se saturan, el exceso de agua se redirige a los tanques para que no se inunden las calles.
Con este financiamiento, también se construyeron y equiparon 12 estaciones metereológicas para fortalecer la capacidad de la respuesta de la ciudad de monitorear tormentas.


Parques sobre tanques subterráneos
Encima de los tanques de almacenamiento se construyeron parques y plazas, los cuales fueron diseñados en consulta con los vecinos. Tanto Aníbal como Jeanette están encantados con el proyecto: “Ahora puedo salir de casa sin miedo de que esté inundada cuando regrese”, dice Jeanette.
La nueva red de tuberías y tanques beneficia directamente a más de 1500 familias y ha mejorado la resiliencia a inundaciones de toda la ciudad. “Con este proyecto, hemos ayudado a Montevideo a mejorar su resiliencia a los efectos de la crisis climática”, dice Tania Páez, especialista de la división de agua y saneamiento del BID.
Este artículo fue publicado originalmente por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
RV: EG


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martes, 25 de febrero de 2020

Las protestas frenan la mina de arenas de alquitrán en Canadá

En Canadá, el proyecto de una mega mina de arenas de alquitrán o arenas bituminosas se ha detenido. La empresa Teck Resources ha retirado la solicitud de permiso. La mina no se puede llevar adelante debido a la resistencia y a los debates sobre la necesidad de proteger el clima.

Bisonte
Es una gran victoria para el ecologismo, y sobre todo para la naturaleza y el clima. La mayor mina de arenas alquitranadas de todos los tiempos habría contaminado, envenenado y destruido bosques, pantanos y ríos en un área de 292 kilómetros cuadrados. Amenazaba al hábitat del caribú y el bisonte. Además, la mina habría contaminado el clima con más de cuatro millones de toneladas de gases de efecto invernadero por año y habría hecho inalcanzables los objetivos de Canadá de protección del clima. Ahora el proyecto se ha parado.
En el comunicado de prensa, el Director Gerente de Teck Resources, Don Lindsay, culpó más o menos directamente a la resistencia de los activistas de la protección del medio ambiente y el clima por el fracaso del proyecto la mina Frontier. Numerosas organizaciones estaban presionado en contra del proyecto. Entre otras, Salva la Selva contribuyó a la campaña con una petición con más de 253.000 firmas al Primer Ministro del Canadá, Justin Trudeau, varios miembros del gabinete y destacados políticos.
Frontier ha (...) provocado un debate más amplio sobre el cambio climático y el papel del Canadá en la lucha contra el mismo. Esperamos que la cancelación del proceso permita a los canadienses pasar a un debate más amplio y positivo sobre el camino a seguir", escribió Lindsay en una carta al Secretario de Medio Ambiente Jonathan Wilkinson.
Si bien el negocio del petróleo contribuye al nivel de vida de los canadienses, "al mismo tiempo, existe una necesidad urgente de reducir las emisiones mundiales de carbono y de apoyar las medidas de lucha contra el cambio climático".
En la decisión pueden haber influido también razones económicas. De hecho, los bancos, las compañías de seguros y otros inversores se están retirando cada vez más del negocio del petróleo y el carbón.
Teck Resources también esperaba un petróleo a 95 dólares; y el precio del petróleo canadiense de menor calidad es de 30 dólares. Debido al proyecto, que fue una locura desde el principio, Teck tiene que cancelar más de mil millones de dólares.
La compañía minera anunció la decisión el pasado domingo 23 de febrero por la tarde. La siguiente semana, el gobierno canadiense de Justin Trudeau tenía que dar su aprobación o no. Parece que el proyecto estaba al borde del colapso.
https://www.salvalaselva.org/exitos/9651/las-protestas-frenan-la-mina-de-arenas-de-alquitran-en-canada

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sábado, 22 de febrero de 2020

¿Sequía económica a la vista?


Un estudio alerta de que el clima extremo podría causar una recesión "como nunca se ha visto"

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Los mercados financieros no tienen en cuenta los riesgos que plantean para la economía los fenómenos climáticos extremos, advierte una investigación.
Los fenómenos meteorológicos extremos causados por el cambio climático podrían provocar una recesión económica «como nunca se había visto», alerta un nuevo estudio publicado este lunes en Nature Energy.
Los mercados financieros no tienen en cuenta los riesgos que plantean para la economía las inundaciones, las sequías, las olas de calor, los incendios forestales y otros eventos climáticos extremos cada vez más frecuentes debido al calentamiento global, advierte la investigación firmada por Paul Griffin, profesor de contabilidad de la Universidad de California en Davis. «Si el mercado no hace un mejor trabajo de contabilidad para el clima, podríamos tener una recesión como nunca hemos visto antes», asevera el autor del estudio.
Riesgos sin evaluar
La investigación se centra en la idea de que hay demasiado riesgo sin evaluar en el mercado de la energía, mientras que «el riesgo no apreciado fue la causa principal de la Gran Recesión en 2007-2008». «En este momento, las compañías de energía asumen gran parte de ese riesgo. El mercado necesita evaluar mejor el riesgo y tener en cuenta el riesgo de clima extremo en los precios de los valores», explica Griffin.
En particular, el autor indica que las olas de calor como las que sacudieron EE.UU. y Europa el verano pasado no solo pueden afectar a la agricultura, dañar la salud humana y obstaculizar el crecimiento económico, sino también perturbar el suministro de energía, como ya pasó cuando la compañía californiana PG&E cortó la electricidad a cientos de miles de personas en todo el estado debido a eventos relacionados con el clima.
El clima extremo también puede amenazar otros servicios, como el suministro de agua y el transporte, lo que, a su vez, afectaría a empresas, familias, ciudades y regiones enteras, detalla el estudio, añadiendo que todo esto se sentiría en las economías locales y más amplias.
«La pérdida de la propiedad es lo que ocupa todos los titulares, pero ¿cómo están lidiando con esto las empresas?», se pregunta Griffin, que constata que «las amenazas a las empresas podrían perturbar todo el sistema económico».



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La emergencia climática como negocio


Fuentes: La Jornada
Justo antes de que los superricos del planeta se reunieran en el Foro Económico Mundial en Davos el mes pasado, la trasnacional Microsoft anunció sus planes de volverse una empresa negativa en emisiones de carbono para 2030. Poco antes, BlackRock, la billonaria y mayor gestora de inversiones especulativas del globo, aseguró que cambiaría parte de sus inversiones para atender el cambio climático. La emergencia climática fue uno de los temas centrales en las sesiones del Foro de Davos este año. Otras grandes empresas, muchas culpables del caos climático, como las de agronegocios, energía, automotoras, plataformas digitales, han hecho recientemente declaraciones similares.
¿Significa esto que las trasnacionales, principales causantes del cambio climático, finalmente asumirán la gravedad de la situación y cambiarán sus causas? Claro que no. Lo que están haciendo es asentar una nueva ola de oportunidades de negocio. Por ejemplo, nuevas formas de apropiarse de la tierra y los ecosistemas –con graves impactos sobre las comunidades y el ambiente– y el desarrollo de tecnologías de geoingeniería.
Engloban estas propuestas con expresiones engañosas, como soluciones basadas en la naturaleza, reducción neta de emisiones, carbono neutral, cero emisiones netas o el aún más absurdo emisiones negativas. Absurdo porque no existe ningún gas que una vez emitido sea menos que cero. Todas son trampas de lenguaje, ya que no reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que alegan compensar esas emisiones para justificar el seguir contaminando. No son reducciones, sino malabarismos contables para que la suma termine en cero o incluso en negativo, caso en el cual la humanidad quedará debiéndoles el favor a las empresas que causaron el desastre.
Microsoft, justamente, afirma que para 2030 tendrá emisiones de carbono negativas y para 2050 habrá removido toda la huella histórica de carbono de la empresa, incluso la de los usuarios de sus productos. Para ello, por una parte, continuará con compensaciones de carbono (por ejemplo, invertir en monocultivos de árboles u otras actividades que compensen sus emisiones supuestamente absorbiendo carbono). Además, anunció nuevas acciones, como el cambio en sus instalaciones a transportes eléctricos o basados en agrocombustibles. Medidas similares anunciaron también Amazon, Apple y Alphabet (dueña de Google), ya que las plataformas digitales consumen una enorme cantidad de energía. Es poco conocido, pero todas están entre los principales consumidores de energía en Estados Unidos. Este cambio podría parecer positivo, pero debe ser analizado a la luz de a qué fuente de energía se refieren y cómo se obtiene. Por ejemplo, la bioenergía y los biocombustibles, si se analiza su ciclo de vida completo, usan más petróleo y emiten más gases de lo que dicen sustituir.
Microsoft explica que no sólo compensará emisiones, sino también removerá carbono de la atmósfera, usando una mezcla de soluciones basadas en la naturaleza y soluciones tecnológicas. Lo primero debe traducirse como la intención de apropiarse de territorios que considere fuentes significativas de absorción y retención de carbono, de bosques a humedales, turberas y mares. Además, promoción y cabildeo para que los suelos agrícolas sean aceptados como sumideros de carbono, algo que actualmente no sucede, porque la absorción en suelos no es permanente. No sólo Microsoft, sino todas las empresas que ahora hablan de soluciones climáticas basadas en la naturaleza se proponen abrir nuevos frentes de disputa por el control de campos agrícolas y territorios, que esperan les sirvan para obtener nuevos créditos comerciables en los mercados de carbono, pese a que está demostrado que esos mercados no han funcionado para combatir el cambio climático.
En cuanto a soluciones tecnológicas, Microsoft anunció el aumento exponencial de apoyo a tecnologías de geoingeniería. Bill Gates, fundador de esta empresa, es actualmente el principal financiador privado de investigación en estas tecnologías de manipulación del clima. Ahora Microsoft anunció la creación de un fondo por mil millones dólares para desarrollo de tecnologías de geoingeniería. Comenzarán con bioenergía, con captura y almacenamiento de carbono (Beccs, por sus siglas en inglés), y captura directa de aire, que son megainstalaciones que filtran aire y separan el dióxido de carbono con sustancias químicas. No está claro dónde lo almacenarían para que no retorne a la atmósfera. Como todas las tecnologías de geoingeniería, requieren grandes cantidades de energía, son de alto costo y no está técnica ni ambientalmente probado que puedan funcionar a la escala necesaria para afectar el cambio climático. El fondo estará abierto a financiar también otras técnicas de geoingeniería, incluso la modificación de radiación solar, con lo cual se convertirá en el mayor fondo de promoción de la geoingeniería hasta ahora.
Por sus altos riesgos e incertidumbres, el despliegue de geoingeniería está bajo moratoria en Naciones Unidas, algo que será necesario afirmar ante estos nuevos ataques corporativos (https://tinyurl.com/vztyloz).
Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC


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jueves, 20 de febrero de 2020

La última lección, zombies adolescentes y ecología al estilo indie


 
Fotograma de La última lección

La última lección, del director francés Sebastien Marnier, explora los miedos de una generación que se enfrenta a la amenaza del fin del mundo.
Un profesor que se tira por la ventana del aula en medio de un examen y frente a sus alumnos. Unos adolescentes que parecen salidos del Pueblo de los malditos. Un escenario idílico infectado de cucarachas que no terminan de considerar morirse cuando se las aplasta. A priori La última lección, del escritor y director francés Sebastien Marnier guarda elementos de sobra para intrigar al espectador en una fábula ecologista con herramientas de thriller psicológico. Hoy aprovechamos este calor insólito -que también sufren los imberbes protagonistas de esta cinta- para dejarnos seducir por ella.
El terror ecologista ha pasado de la sección de «catástrofes ambientales» en los ya casi extintos videoclubs de barrio, con títulos tan vergonzantes como Waterworld o El día de mañana,  a convertirse en un elemento más que amenaza, desde las sombras, nuestra vida cotidiana, en cintas que podemos encontrar fácilmente en plataformas online.
Esta cinta que firma Sebastien Marnier supone un buen intento por retratar la angustia de ese aparentemente inminente «fin del mundo» de una manera sutil, en la que las atmósferas enrarecidas son la tónica. Días con demasiado sol y demasiado calor, bichos que no se mueren, personajes que actúan como psicópatas, abducidos por la tecnología, se funden en una aparente tranquilidad y calma. Al igual que en la vida real, es difícil centrarse en cómo todo se empieza a desmoronar cuando el escenario continúa siendo tan familiar: el hogar, el barrio, el paisaje… siguen siendo los mismos. Pero, de una manera invisible (al menos, para nosotros, privilegiados habitantes), el mundo cede a la destrucción.
Marnier ejemplifica este calmoso fin del mundo a través de un grupo de chavales dibujados de una manera que se ha tildado de «zombie», pero que también podría ser vista como «asperger» en homenaje a la protagonista adolescente de la lucha contra el cambio climático, Greta Thunberg: increíblemente inteligentes, centrados y responsables pero con dificultades para socializar. Así son los protagonistas de La última lección. Jovenzuelos militarizados por iniciativa propia para aguantar las posibles secuelas de la guerra climática.
Una actitud que contrasta con el personaje de Pierre, interpretado por Laurent Laffite. Un joven y atractivo profesor que cae en la paranoia provocada por sus extravagantes alumnos. Pierre sigue a escondidas al grupo de adolescentes para descubrir sus intentos por dejar testigo de la locura del mundo en cintas escondidas en cajas negras de aviones, donde no podrán ser destruidas, así como sus ejercicios psicopáticos para aguantar palizas, ahogamientos, catástrofes. Todo al ritmo de la banda sonora que brinda el dúo francés de electropop Zombie Zombie.
La última lección, basada de manera libre en la novela La hora de salida (2002), de François Dufossé y mención especial del jurado en el Festival de Sitges de 2018, da forma a los miedos adolescentes de esta nueva generación que ha nacido bajo la amenaza del fin del mundo. También es una reflexión sobre el acoso y el terror psicológico de unos niños que saben que no pueden confiar su futuro a aquella generación que ha destrozado toda opción de supervivencia. Sin embargo, nos deja fríos a la hora de tratar de empatizar con un terror tan sutil que no termina de parecer real más que en sus minutos finales. Aun así, destaca a la hora de incluir el «terror ecológico» en una cinta que va más allá de los efectistas planteamientos de las distopías climáticas. El mensaje, entonces, queda claro: el fin del mundo se acerca, y podría ocurrir… hoy mismo.


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