domingo, 31 de enero de 2021

El agua corriente, bien de lujo: dos tercios de la Tierra ya se están quedando sin reservas




La cantidad total de las reservas de agua terrestre está en declive en dos tercios del planeta. Los peores impactos se producirán en zonas del hemisferio sur donde la escasez de agua ya supone una amenaza para la seguridad alimentaria, provocando conflictos y migraciones.

En 2018 el mundo observaba con temor cómo Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, parecía quedarse sin reservas de agua. Los embalses de la región se secaban por momentos en medio de la peor sequía de la que el país tiene constancia y los datos no eran más que un grito de auxilio.

Reduciendo drásticamente el uso del agua, los habitantes y agricultores de Ciudad del Cabo pudieron conseguir que el fatídico «día cero» nunca llegara, pero estas medidas drásticas de última hora demostraron lo precario que puede ser el abastecimiento de agua. California también tuvo que aplicar duras restricciones en el uso de agua durante su reciente sequía de varios años. También Ciudad de México se está enfrentando a restricciones en el uso del agua tras un año de pocas lluvias.

Resulta cada vez más preocupante que muchas regiones del mundo vayan a tener que enfrentarse a este tipo de crisis por falta de agua en las próximas décadas, puesto que el aumento de las temperaturas hace que también sean más frecuentes las sequías. Para comprender los riesgos que están por venir es necesario examinar las reservas de aguas a nivel mundial, pero no solamente los ríos, sino también el agua del subsuelo, la nieve, la cubierta forestal, los humedales, los lagos y los embalses.

Como ingenieros e hidrólogos estudiamos los cambios en el ciclo del agua terrestre y en un nuevo estudio publicado el 11 de enero hemos demostrado por primera vez, junto a varios equipos de universidades e institutos de todo el mundo, cómo el cambio climático probablemente afectará la disponibilidad de agua en todas sus fuentes a lo largo del presente siglo.

 

 

Sequias Ciudad Del Cabo(Patrick Foh/Unsplash)

 

 

Determinamos que la cantidad total de las reservas de agua terrestre está en declive en dos tercios del planeta. Los peores impactos se producirán en zonas del hemisferio sur donde la escasez de agua ya supone una amenaza para la seguridad alimentaria, provocando conflictos y migraciones. A nivel mundial, una de cada doce personas podría enfrentarse cada año a una sequía extrema relacionada con las reservas de agua para finales de siglo, en comparación con un promedio de una de cada 33 personas a finales del siglo XX.

Estos hallazgos tienen repercusiones para la disponibilidad de agua, no sólo para el consumo humano, sino también para los árboles, las plantas y la sostenibilidad de la agricultura.

 

¿Dónde existe más riesgo?

El agua necesaria para el ecosistema, los cultivos y las necesidades humanas proviene de varias fuentes distintas. La nieve de las montañas y las lluvias alimentan los arroyos que tienen un impacto en los suministros de agua locales. La cantidad de agua en el terreno afecta directamente al crecimiento de las plantas y los acuíferos son cruciales tanto para el suministro de agua potable como para la fertilidad de los cultivos en las zonas de regadío.

Aunque los estudios solamente suelen centrarse en el caudal de los ríos como indicador de la disponibilidad de agua y de las sequías, nuestro estudio proporciona una visión más íntegra de los cambios en la cantidad total de agua disponible en la tierra. De esta forma podemos captar matices, como la capacidad de los bosques para extraer agua del subsuelo durante los años en los que el agua en la superficie es más escasa.

Las caídas en el abastecimiento de agua terrestre que hemos descubierto son especialmente alarmantes en la cuenca del río Amazonas, Australia, África meridional, la zona del Mediterráneo y partes de los Estados Unidos. Se prevé que en estas regiones las precipitaciones se reduzcan drásticamente con el cambio climático y el aumento de las temperaturas hará que se evapore más agua. Al mismo tiempo, habrá otras regiones que se volverán más húmedas, un proceso que ya se puede apreciar hoy en día.

Nuestros datos sobre la cuenca del Amazonas se suman a un largo debate sobre el destino de la selva tropical en un mundo más caluroso. Muchos estudios basados en modelos de proyección climáticos prevén una deforestación generalizada en el futuro a medida que disminuyen las precipitaciones y el aumento de las temperaturas provoca más olas de calor y humedad en combinación con incendios forestales.

 

 

Mapa Agiua
El mapa muestra los cambios previstos en los recursos hídricos para finales del siglo XXI, en comparación con el promedio de 1975-2005 según proyecciones moderadas del calentamiento global. La escala de amarillo y naranja a rojo oscuro representa la creciente gravedad de la pérdida del abastecimiento de agua; la escala de azul a azul oscuro refleja un aumento en el abastecimiento de agua.

 

En un estudio previo, descubrimos que las selvas tropicales de raíces profundas pueden ser más resistentes a las sequías a corto plazo de lo que parecen, puesto que pueden aprovechar el agua almacenada en el subsuelo más profundo que no se tiene en cuenta en las proyecciones normales de las simulaciones climáticas. Sin embargo, los nuevos datos que hemos obtenido con el uso de múltiples simulaciones nos indican que la pérdida de agua almacenada, incluyendo los depósitos de agua del subsuelo a gran profundidad, pueden llevar a una mayor escasez de agua durante los periodos de sequía, cuando los árboles necesitan más agua del subsuelo, y hacer que las sequías sean aún más devastadoras. Todo ello dificulta la capacidad de recuperación de las selvas tropicales.

Nuestro estudio también proporciona una nueva perspectiva a la hora de considerar las sequías del futuro. Existen diferentes tipos de sequías: las sequías meteorológicas que se producen por la falta de lluvias; las sequías agrícolas que se producen por la falta de agua en el terreno; y las sequías hidrológicas que se producen por falta de agua en ríos y acuíferos. Hemos establecido una nueva perspectiva sobre las sequías analizando las reservas totales de agua.

Nos dimos cuenta de que las sequías moderadas y severas influenciadas por las reservas de agua aumentarían hasta mediados del siglo XXI, para después mantenerse estables en futuros hipotéticos en los que los países han tomado medidas para reducir sus emisiones, pero este tipo de sequías podría seguir en aumento hasta finales de siglo. Dicha situación amenazaría la disponibilidad de agua en regiones donde se prevé que las reservas de agua van a disminuir.

Dicha disminución en las reservas de agua y el aumento de las sequías se deben principalmente al cambio climático y no a las actividades agrícolas como el riego y el bombeo de aguas subterráneas. Es algo que nos quedó claro cuando examinamos las simulaciones de cómo sería el futuro si las condiciones climáticas no hubieran cambiado desde la era industrial. Sin un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, las reservas de agua terrestre se mantendrían generalmente estables en la mayoría de las regiones.

Si también tenemos en cuenta que la explotación del agua del subsuelo va a aumentar por motivos de irrigación u otras actividades humanas, la reducción prevista de las reservas de agua y el aumento de las sequías podrían ser aún más drásticos.

The Conversation

Imagen: Sohaib Al Kharsa/Unsplash

Autores: Yadu Pokhrel, Michigan State University; Farshid Felfelani, Michigan State University.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

Fuente original: The Conversation

 

https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/agua-corriente-bien-lujo-dos-tercios-tierra-se-estan-quedando-reservas


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viernes, 29 de enero de 2021

La humanidad está alterando los océanos, principales reguladores del cambio climático


Fuentes: The conversation [Foto: Shutterstock / Andrey Yurlov]

El cambio de década nos trae el regalo de la Década de la Ciencia Oceánica para el Desarrollo Sostenible. Es muy oportuno, por tanto, destacar que los océanos no solo son el elemento esencial y central de la vida en nuestro planeta, son también los grandes reguladores del cambio climático.

Una de las claves del control climático planetario yace en la circulación global profunda, también conocida como la cinta transportadora global, una gran corriente que alcanza las regiones abisales de todos los océanos del planeta.

Esta corriente planetaria se origina en aguas superficiales a altas latitudes en el Atlántico Norte y alrededor del continente antártico. Cada invierno, estas aguas frías y saladas se hunden, iniciando así la cinta transportadora global. En pocas semanas se produce la inyección de 1 500 billones de metros cúbicos de agua hacia las profundidades del océano. Esto supone un promedio anual de unos 48 millones de metros cúbicos por segundo, más de 200 veces el caudal medio del río Amazonas.

Esquema de la cinta transportadora global, con origen y final en el océano Atlántico, llegando a todo el planeta a través del océano Austral. John Marshall & Kevin Speer/ Nature Geoscience

El inicio de esta circulación global viene acompañado, también en invierno, por otro hundimiento de aguas superficiales. Este bombeo está ocasionado por el viento y ocurre en latitudes medias y altas. Allí, las aguas se sumergen hasta unos 1 500 m, ocasionando que la temperatura y otras propiedades varíen en profundidad de forma análoga a como lo hacen con la latitud.

Estas aguas realizan un viaje submarino transoceánico, delimitando los grandes giros subtropicales. Se trata de grandes sistemas de corrientes oceánicas influidas por los vientos y el movimiento de rotación de la Tierra. El resultado es lo que se conoce como circulación termoclina.

Los giros subtropicales, cuyas aguas se mueven en sentido horario en el hemisferio norte y antihorario en el hemisferio sur, dominan las regiones centrales de los océanos. Arnold Gordon / Britannica

El sistema circulatorio de la Tierra

La cinta transportadora global y la circulación termoclina pueden imaginarse como el sistema circulatorio de la Tierra.

El circuito termoclino recorre los giros transoceánicos, distribuyendo continuamente la energía y regenerando los nutrientes en el sistema. Cada varios años, las aguas regresan a la superficie y se intercambian gases con la atmósfera, como si fuera el circuito pulmonar de nuestro planeta vivo.

En contraste, la cinta global tarda cientos e incluso miles de años en recorrer todo el planeta, manteniendo la memoria de climas pasados.

Las aguas frías que se hunden a latitudes altas del Atlántico Norte son eventualmente reemplazadas por el ramal de retorno de la cinta transportadora global, aguas cálidas y ricas en nutrientes provenientes de regiones tropicales y subtropicales.

El resultado es un flujo de calor y nutrientes que se dirige hacia las altas latitudes del Atlántico Norte. El calor allí liberado mantiene el clima moderado del norte de Europa y el suministro de nutrientes inorgánicos sostiene la espectacular floración primaveral del océano Atlántico Norte.

La floración primaveral de fitoplancton del Atlántico Norte es una de las manifestaciones más espectaculares de la naturaleza. NASA

Corrientes y clima

El clima de la Tierra está condicionado en gran medida por el equilibrio radiativo local, que depende de la reflexión de la radiación solar (albedo) y de la fracción de radiación emitida por la Tierra que no puede atravesar la atmósfera (efecto invernadero).

Pero igualmente importante es la transferencia de calor desde los trópicos hacia altas latitudes, que ocurre gracias a los vientos atmosféricos y las corrientes oceánicas. En el océano esto queda determinado por la intensidad de la cinta transportadora global y del circuito termoclino.

La fuerza y extensión vertical de la cinta transportadora global del Atlántico no siempre ha sido la misma. Los indicadores paleoceanográficos en sedimentos indican que hace unos 20 000 años la cinta transportadora del Atlántico Norte era mucho más débil y menos profunda. Como consecuencia, el transporte de calor hacia altas latitudes era menor y la Tierra experimentó un máximo glacial.

Las predicciones sugieren que a lo largo de este siglo la región subpolar se calentará y salinizará, esto último debido a la intrusión de aguas saladas subtropicales. El pronóstico es que la cinta transportadora global se ralentizará, aunque la competencia de los flujos de calor y agua dulce genera grandes incertidumbres.

Patrones de circulación oceánica hoy (arriba) y hace unos 20 000 años (abajo). En el pasado, las aguas del Atlántico Norte se hundían solo hasta profundidades intermedias, de forma más débil. Woods Hole Oceanographic Institution

Aguas con menos oxígeno y más ácidas

A los factores físicos que controlan el clima se les une la autorregulación del planeta vivo, en continua evolución hacia un estado optimizado.

Dos ejemplos de interacción entre clima y vida son el control del dióxido de carbono mediante cambios en producción primaria y la influencia del plancton marino en la formación de nubes.

Otro ejemplo es la expansión de las regiones oceánicas hipóxicas, o zonas de bajo oxígeno. Estas ocurren en el margen oriental de todos los grandes océanos, en regiones relativamente aisladas entre los giros subtropicales y tropicales. Su expansión puede deberse a cambios en los patrones de circulación, el calentamiento de las aguas y el aumento de la producción primaria.

Los océanos también han incorporado alrededor del 40 % del dióxido de carbono antropogénico emitido a la atmósfera, ocasionando una acidificación significativa. Como consecuencia, han disminuido las profundidades de saturación de calcita y aragonita, lo que reduce las regiones donde pueden crecer los organismos calcáreos.

La unión de estos factores estresantes (calentamiento, salinización, desoxigenación, acidificación, contaminación, sobrepesca) representa una amenaza significativa para muchas especies marinas, con un impacto alto en la biodiversidad marina y en la evolución del propio planeta.

Consecuencias del Antropoceno

El Holoceno, el cálido periodo interglacial que ha caracterizado a nuestro planeta durante los últimos 12 mil años, está siendo alterado por la humanidad.

La emisión de grandes cantidades de dióxido de carbono ha modificado el equilibrio radiativo y ha llevado a la Tierra hacia un nuevo estado metabólico, el Antropoceno.

Un efecto importante ha sido que la temperatura media de la superficie terrestre ha aumentado en 1,2 °C  desde el periodo preindustrial, a mediados del siglo XIX, hasta la actualidad. Esto ha sucedido a pesar de la elevada capacidad reguladora de los océanos, que han absorbido alrededor del 90 % del exceso de calor antropogénico en el sistema terrestre con un aumento en su temperatura media de apenas 0,15 °C.

Si no fuera por el efecto antropogénico, la Tierra ya hubiera entrado lentamente en un período glacial, que se iría acentuando hasta encontrar su enfriamiento máximo dentro de unos 60 mil años.

Sin embargo, los modelos nos dicen que el clima interglacial actual se fortalecerá por otros 20 o 25 mil años. El próximo máximo glacial no tendrá lugar hasta dentro de unos 110 mil años.

¿Un resultado impredecible?

Las observaciones y los modelos nos dicen que el clima de la Tierra ha cambiado y seguirá cambiando. Grandes extensiones de nuestro planeta experimentan el aumento del nivel del mar, fuertes sequías o lluvias torrenciales, huracanes intensos más frecuentes, agudas olas de calor, pérdida de biodiversidad e incremento en las enfermedades infecciosas.

No podemos predecir con certeza el futuro. La extrema complejidad del océano viviente, la interacción de los procesos físicos y biogeoquímicos en todas las escalas espaciales y temporales hace que el sistema pueda tomar caminos inesperados.

Sin embargo, la ciencia de forma casi unánime nos advierte que se requiere una acción inminente si queremos mantener un clima favorable para la humanidad. Es imperativo definir unos límites planetarios y es tarea de todos respetarlos.

Nuestras acciones cotidianas determinarán la evolución de nuestro planeta: salud y consciencia planetaria. Jimena Uribe Cortés, Author provided

Nuestro planeta vivo, con el océano como componente central y esencial, es robusto y tiene una elevada capacidad reguladora. Su resiliencia ha sido probada a lo largo de la historia de nuestro planeta. La conjunción de mecanismos vivos y no vivos ha provocado su baja entropía y alta complejidad.

Esta elevada complejidad, resultado de la infinitud de procesos que sostienen y conforman la propia vida, convierte a un sistema terrestre potencialmente frágil en un ser vivo, dinámico y robusto. Gaia evolucionará y se desplegará en beneficio de todo el sistema y no de una de sus partes. Está en nuestras manos lograr que la humanidad se mantenga en armonía con esta evolución.

Josep Lluís Pelegrí Llopart. Oceanógrafo y profesor de investigación, actualmente director del centro, Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC)

Fuente: https://theconversation.com/la-humanidad-esta-alterando-los-oceanos-principales-reguladores-del-cambio-climatico-150241?


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miércoles, 27 de enero de 2021

Stop al genocidio forestal: no te comas el bosque


Fuentes: El asombrario

En 13 años se ha perdido en el planeta una superficie forestal del tamaño de Marruecos.

Un reciente informe de la organización WWF sobre deforestación revela que en 13 años se ha perdido en el planeta una superficie forestal del tamaño de Marruecos y apuesta por controles a la industria agrícola, ya que el desequilibrado y despilfarrador sistema alimentario de los países desarrollados es uno de los principales factores de este genocidio forestal. Por eso WWF lanza la campaña ‘No te comas el bosque’.

Un tráiler renquea por una larga pista paralela a la costa del sur de Camerún. Sobre sus ruedas, un gigantesco árbol de ébano inicia un viaje sin retorno desde el bosque en cuyas profundidades aún vivían los pigmeos bata hace apenas 10 años. Hoy, no saben hacia dónde ir que no se escuche el sonido de las sierras.

No lejos una pequeña avioneta sobrevuela la República Centroafricana, en ruta al hogar de los gorilas, el Parque Nacional de Dzanga Shanga. Desde el aire son visibles grandes agujeros en la tupida masa forestal, que se acercan peligrosamente a la reserva. A baja altura, se vislumbran inmensos montones de troncos, apilados ya sin ramas, preparados para que la concesionaria, según algunas fuentes de origen chino, los transporte por la misma o similar ruta que el tráiler del país vecino hacia el mar. En la aldea cercana, los pobladores bantúes pelean por hacerse con una nueva tierra de cultivo y sacar, además, carbón vegetal o leña para la venta. El resultado se ve apilado cada pocos metros, junto a las viviendas que bordean los caminos de polvo rojo en este corazón africano.

Cruzamos el Atlántico. Durante kilómetros y kilómetros, una inmensa plantación de soja acompaña el viaje desde las tierras bajas a la sierra de Alta Verapaz. Es Guatemala. Pero también podría ser el norte de Ecuador o la costa del Pacífico en Colombia. Un mismo escenario para gran parte de América Latina, que pierde su biodiversidad al mismo ritmo que aumenta el número de migrantes que huyen de la miseria hacia el norte.

Nos estamos comiendo los bosques y no nos damos cuenta. Lo certifica el último informe de la organización WWF sobre los Frentes de deforestación. Basta acercarse a algunos de los países señalados en el documento para comprobar in situ la magnitud de la catástrofe. En su análisis, esta ONG internacional analiza 24 lugares, o frentes, donde la muerte de los árboles es hoy un auténtico genocidio forestal, territorios donde en los últimos 13 años se han perdido más de 43 millones de hectáreas, un área del tamaño de Marruecos; selvas que son fragmentadas, rotas en pedazos de difícil recomposición.

A los frentes ya conocidos de la Amazonia, África Central, el Mekong o Indonesia, se suman ahora otros nuevos espacios vacíos de árboles en África Occidental (Liberia, Costa de Marfil, Ghana), en la Oriental (Madagascar) o América Latina (Guyana, Venezuela o la selva maya de México y Guatemala). ¿Las causas? Son bien conocidas: la primera y principal sigue siendo la ganadería y la agricultura a gran escala, seguidas de la pulpa de papel o la palma africana que alimenta nuestros vehículos en Asia o, en menor medida, la madera africana.

Sólo entre 2004 y 2017, fechas que recoge este último informe, la gran sabana tropical de Brasil, que alberga el 5% de la biodiversidad mundial, ha perdido un tercio (el 32,8% en concreto) de lo que era bosque. Ahora se dedica, fundamentalmente, a la producción de soja y ganado que, en forma de carne, acaba en los estantes de supermercados de la Unión Europea: “La UE sigue siendo el segundo mercado más grande de soja brasileña después de China”, recuerdan en WWF.

«La deforestación desenfrenada en los trópicos y subtrópicos nos puede parecer un mundo lejano, pero la creciente demanda europea de productos como soja, carne, cacao o aceite de palma está echando leña al fuego. Cada zona tiene una casuística, pero nuestra alimentación sigue siendo el vector fundamental. Se calcula que el 10% de la deforestación global es responsabilidad de la UE», señala Elena Domínguez, coordinadora del programa de Alimentación en WWF España.

De hecho, la Amazonía brasileña, bosque tropical de 395 millones de hectáreas, está a punto de alcanzar un punto sin retorno, acuciado además por la disminución de lluvias y estaciones secas prolongadas. La política expansionista agraria de su presidente Jair Bolsonaro no hace sino aumentar la frontera agraria, mientras los pueblos amazónicos han lanzado la voz de alarma al mundo, uniéndose en una alianza, la Coica Amazónica, que no tiene el eco global que reclaman.

Pero también es dramática la deforestación del Gran Chaco, que se extiende por Bolivia, Paraguay y Argentina, donde no deja de crecer el cultivo de soja y la ganadería a gran escala. “Son estos negocios los que promueven los incendios, las talas, la muerte de los bosques”, aseguraba hace unas semanas José Gregorio Díaz Mirabal, coordinador de la Coica, en una rueda de prensa.

¿Y qué solución tenemos a la vista? En realidad, según WWF no hay una, sino que se apuesta por una combinación de varias respuestas según el lugar y sus habitantes, pero un primer paso fundamental será una futura legislación comunitaria que asegure y certifique que nuestra comida no tiene nada que ver con la deforestación tropical. “Se trata de tener un enfoque centrado en los mercados, que los distribuidores sean conminados a asegurar que no comercializan productos insostenibles para los bosques”, indica Domínguez. Su organización es una de las 100 que a nivel europeo piden esta normativa, pero el apoyo va más allá de los grupos de presión ambientales: en una consulta realizada en diciembre por la Comisión Europea un millón de ciudadanos apoyan que se tomen medidas para frenar la deforestación. Es la consulta de respuesta más masiva tras el asunto del cambio de hora verano-invierno.

En realidad, con esta legislación se buscaría, explica, una solución similar a lo que supone el sello FSC (Forest Stewardship Council, en inglés) para certificación de la madera sostenible. En la actualidad, según datos de FSC, hay en el mundo 213 millones de hectáreas con este sello en 89 países y, aunque aún son muchas más las hectáreas en países desarrollados que en los tropicales, se va avanzando. “Los mercados locales y regionales no exigen esa certificación y no se ha logrado aún un gran impacto para frenar la deforestación porque requiere unos gastos que no se asumen si no hay una producción forestal, pero el camino pasa por el consumo responsable en un mundo de población creciente”, arguyen desde WWF.

De hecho, cuando más éxito tiene este sistema es cuando coindicen el interés de las empresas por ser más sostenibles con marcos normativos nacionales que lo faciliten, lo que no siempre se da en grandes áreas del mundo. O se da con continuidad en el tiempo. “Hay que crear políticas y legislación que aseguren que todos los bienes y productos forestales y alimentarios importados, así como las finanzas relacionadas, están libres de deforestación y conversión de ecosistemas, y respeten los derechos humanos”, resalta la investigación de la organización.

Hoy por hoy, a los consumidores les resulta imposible conocer si la carne que consumen está alimentada con soja procedente de la Amazonía, el Chaco o los bosques centroamericanos, y cambiarlo es un gran reto justamente cuando se ha demostrado que dañar la biodiversidad amenaza a los humanos con grandes pandemias. “Este año vamos a trabajar mucho para conseguir una legislación robusta que garantice una producción agraria que no deforeste. Supone un cambio de modelo que no es fácil, pero hay que ser optimistas porque cada vez más ciudadanos lo reclaman”, apunta Elena Domínguez.

Las presiones para el acuerdo UE-Mercosur más estricto con sus límites a la deforestación, como pretende el presidente francés Enmanuelle Macron, o más permisivo, como exige Jair Bolsonaro, siguen activas. También aquí en España hay divisiones entre quienes ponen por delante los criterios ambientales y quienes apuestan por los beneficios arancelarios del acuerdo.

Otra vía fundamental en la defensa de estos frentes es el reconocimiento de las tierras y territorios de los pueblos indígenas y las comunidades locales, como garantes de la conservación, lo que incluye demarcar áreas protegidas, moratorias, gestión de incendios y regulaciones de uso de la tierra, si bien ello no evita que los depredadores de bosques se expandan fuera de esos pequeños reductos de biodiversidad que ni siquiera son bien vigilados ni protegidos.

La campaña No te comas el bosque (#Together4Forests) también tiene presentes a los guardianes de los bosques. Lograr que todos, aún viviendo a miles de kilómetros, lo seamos es el reto que hay delante.

Fuente: https://elasombrario.com/stop-genocidio-forestal-comas-el-bosque/





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martes, 26 de enero de 2021

El dramático legado ambiental de Trump


Fuentes: Rebelión

Uno de los últimos actos de gobierno Donald Trump muestra claramente el negativo impacto de su gestión para el ambiente.

Algunos días atrás inició el proceso para transferir las tierras consideradas sagradas por los indígenas de su país a grandes corporaciones mineras (1). Del mismo modo pocos meses antes, en 2020, firmó una orden ejecutiva que exoneró de evaluaciones de impacto ambiental a los emprendimientos de infraestructura como oleoductos o carreteras.

La presidencia de Trump deja una pesada carga de impactos ambientes y destrucción de la normativa que persistirán por varios años, y que no sólo afecta a Estados Unidos sino a todo el planeta. Sus consecuencias son tan severas que hasta días antes de que la turba entrara al Capitolio en Washington, varios analistas consideraban que esta sería la herencia más dramática de su presidencia (2).

Se pueden reseñar los aspectos más sobresalientes en estos años. Bajo Trump se modificaron, recortaron, debilitaron o anularon, un poco más de 125 normas de regulación ambiental. El ritmo de la demolición fue vertiginoso: unas 30 normas por año. Se afectaron todas las áreas: desde los controles sobre la contaminación del aire, las aguas o los sueles a los estándares sobre las emisiones de las industrias, desde debilitar la protección de áreas naturales a negar el cambio climático (3).

El terremoto Trump revirtió el status de protección de algunas áreas naturales para permitir la explotación de recursos naturales. Un ejemplo muy claro ocurrió con el Parque Nacional Tongass, en Alaska, que es uno de los sitios más relevantes para la protección de bosques, con árboles de hasta mil años de edad. Trump permitió el ingreso de empresas madereras para talar esos árboles. En otras áreas protegidas y en territorios indígenas alentó la explotación de hidrocarburos o el ingreso de los oleoductos.

El trumpismo se alineó con las corporaciones del carbón y el petróleo, rechazó las medidas para enfrentar el cambio climático, y de ese modo liberó o flexibilizó los controles sobre la emisión de gases con efecto invernadero. Se modificaron las emisiones de carbono permitidas para los autos, para las plantas térmicas de generación eléctrica, y se toleraron las emisiones de metano en los sitios de explotación de hidrocarburos (4).

Al mismo tiempo, atacó a la cienciaen muchos frentes, donde otra vez el más notorio fue la negación del cambio climático. De ese modo, Estados Unidos se retiró del Acuerdo de Paris, el modesto convenio por el cual los países buscan aminorar el cambio climático.

Las condiciones de trabajo dentro de las agencias dedicadas a temas ambientales fue tan negativa, que centenas de técnicos la abandonaron (700 según un reciente reporte; 5). Tomará mucho tiempo recomponer esa base humana de conocimientos y experiencias.

Algunas de estas medidas son tan claramente negativas que serán revertidas por el gobierno de JoeBiden. Pero debe tenerse presente que los impactos ambientales se acumulan, persisten y no se detienen ni revierten automáticamente. Por ejemplo, las emisiones de gases invernadero debido a las desregulaciones en transporte, en las generadoras de electricidad o en los pozos de extracción de hidrocarburos, ocurridas bajo el trumpismo continuarán por un tiempo más y persistirán por años. Se estima que se sumarán 1,8 miles de millones de toneladas métricas de gases invernadero, y ese volumen representa las emisiones combinadas de Inglaterra, Canadá y Alemania en un año.

Pero al mismo tiempo, el modo de hacer gestión ambiental de Trump se convirtió en un ejemplo para otros gobiernos. Si Trump podía negar el cambio climático y anular las evaluaciones de impacto ambiental, ¿por qué no hacer otra tanto aquí en el sur? Su más visible alumno ha sido Jair Bolsonaro, quien también está destruyendo la gestión y los controles ambientales dentro de Brasil. Así como Trump permitió el ingreso de los leñadores a un bosque protegido, Bolsonaro tolera la deforestación y los incendios en la Amazonia.

De modo similar, anular las evaluaciones de impacto ambiental es lo que han buscado todos los últimos gobiernos en Perú, y el aliento a la minería del carbón es el deseo de las presidencias colombianas.

Pero lo que no siempre se comprende es que como la destrucción ecológica bajo Trump fue tan extrema, hace parecer como moderados a otros gobiernos que, aunque también destruyen la Naturaleza, lo hacen a un ritmo más lento o sin pavonearse de ello en Twitter. En América Latina nos rodean esos ejemplos, como ocurre en Chile con la persistencia de Sebastián Piñera en evitar autonomías indígenas, o las medidas de Alberto Fernández en Argentina alentando la explotación petrolera y el fracking.

El nuevo gobierno de Joe Biden dará marcha atrás en algunas de estas medidas e intentará revertir otras. Por ejemplo, Estados Unidos volverá a sumarse al Acuerdo de París sobre el cambio climático y promete un plan para generar energía con cero emisiones de carbono en 2035.

Pero es necesaria la cautela, porque se repite lo que se acaba de comentar: el extremismo trumpista hace que los anuncios de Biden puedan parecer el inicio de una revolución ambiental, pero eso está todavía lejos de la realidad. Un examen riguroso de su plan de gobierno muestra que es modesto en materia ambiental, y algunas de sus primeras designaciones indican que se repite la influencia de las grandes empresas de hidrocarburos y energía. A ello se agrega que cualquier norma sustancial deberá ser aprobada por el congreso, donde seguramente no recibirá los votos de la oposición.

No siempre se han advertido estas dificultades, ya que en el pasado año proliferaron análisis apresurados de “nuevos pactos verdes” (Green New Deal) en reacción al trumpismo. El asunto es relevante para América Latina por la difusión que han tenido esos programas. Sin embargo, en la práctica, esos pactos verdes no sólo tienen limitaciones en sus contenidos sino que quedaron enmarcados en apoyos como los de Bernie Sanders a Biden, quien a su vez dejó en claro que el Green New Deal no es su plan (6).

Observado esto desde América Latina, los sectores conservadores combatirían incluso una moderada reforma ambiental como la que asoma bajo Biden. Pero, a la vez, el progresismo sudamericano invoca los pactos verdes, sean los de Estados Unidos o de Europa occidental ya que, como ocurrió con Biden, de todos modos les ofrece la posibilidad de entonar discursos de izquierda mientras siguen apoyando extractivismos de todo tipo (7). Las soluciones que requiere América Latina no pueden quedar entreveradas en una imitación de lo que se discute en Washington o Bruselas.

Todo esto muestra que remontar el legado de Donald Trump requiere de reacciones mucho más enérgicas, más innovadoras, y más enfocadas en las circunstancias propias de nuestro continente.

Notas:

(1) Outcry as Trump officials to transfer sacred Native American land to miners, A. McGivney, The Guardian, 16 enero 2021, https://www.theguardian.com/environment/2021/jan/16/sacred-native-american-land-arizona-oak-flat
(2) Un ejemplo de ese tipo de juicio en: What Will Trump’s Most Profound Legacy Be? Possibly climate Damage, C. Davenport, New York Times, 9 noviembre 2020, https://www.nytimes.com/2020/11/09/climate/trump-legacy-climate-change.html

(3) Trump rolled back more than 125 environmental safeguards. Here’s how. J. Eilperin, B. Dennis y J. Muyskens, New York Times, 30 octubre 2020, https://www.nytimes.com/interactive/2020/climate/trump-environment-rollbacks-list.html

(4) Algunos ejemplos en Air pollution science under siege at US environment agency, J. Tollefson, Nature, 28 Marzo 2019, https://www.nature.com/articles/d41586-019-00937-w

(5) Science ranks grow thin in Trump administration, A. Gowen y colaboradores, Washington Post, 23 enero 2020, https://www.washingtonpost.com/climate-environment/science-ranks-grow-thin-in-trump-administration/2020/01/23/5d22b522-3172-11ea-a053-dc6d944ba776_story.html

(6) What Joe Biden was trying to say about the Green New Deal, D. Roberts, Vox, 7 octubre 2020, https://www.vox.com/energy-and-environment/21498236/joe-biden-green-new-deal-debate

(7) Los distintos tipos de pactos verdes se analizan en: Tan cerca y tan lejos de las alternativas al desarrollo, E. Gudynas, RedGE, Lima, en: http://economiasur.com/2020/10/alternativas-al-desarrollo-en-tiempos-de-pandemia/

Eduardo Gudynas es analista en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). Este artículo fue publicado originalmente en La Oreja Roja (Colombia).



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viernes, 15 de enero de 2021

Planeta Tierra: Entrevista al anarquista Gustavo Rodriguez



Contra info.- Vimos que participaste con las Palabras previas  en el libro “Como vivimos desde la anarquía los disturbios y la lucha por el Poder en Bolivia”, desenmascarando el “pachamamismo” intelectual y el papel de los anarco-izquierdistas de la región. En Bolivia, pareciera que bajo la bandera negra en realidad solo existen agrupaciones neoplataformistas y pachamamistas que se acarician con la izquierda, registrándose muy pocxs compañerxs críticos hacia ese deplorable romance. Coméntanos más acerca de tu contribución y qué te motivó a escribir el prólogo para este libro recientemente editado por lxs afines bolivianxs.

Gustavo Rodriguez. Desde comienzos de la década del ochenta del siglo pasado, he mantenido contacto con ciertos ambientes antiautoritarios en la región. Incluso, tuve la oportunidad de participar en una que otra tertulia durante mis estancias en Bolivia, lo que me permitió acercarme a diferentes desarrollos libertarios.  Hablo de los tiempos de Líber Forti y, (algo después) del entrañable Boris. Sin embargo, como en casi toda Latinoamérica, en la región boliviana son innegables las carencias anárquicas a partir de los años cincuenta; época en que el deshilachado sindicalismo libertario concluye sus días absorbido por la verborrea nacionalista y se integra (sin mayores miramientos) a la oficialista Central Obrera de Bolivia (COB), quedando fuera del control del Estado algunas expresiones marginales sin menor pretensión contestataria. Para rematar, el florecimiento antiautoritario sesenta y ochesco, no pasó de ser un hecho anecdótico sin mayor impacto, al encontrarse la región enfrascada en el estira y encoge de la Guerra Fría, donde todas las luchas quedaban subordinadas al llamado antiimperialismo y las estrategias de decolonización y liberación nacional, delineadas en La Habana, Pekín y Moscú. Por si fuera poco, a Bolivia específicamente, le tocó ser la sede experimental del foquismo y la tierra que diera sepultura al venerado San Ernesto de la Higuera. Circunstancias determinadas y circunscritas a un escenario histórico que condenaba al ostracismo cualquier posibilidad de incidencia realmente anárquica.

No sería hasta finales de la década del ochenta y comienzos del noventa del siglo pasado, que ganaría presencia la “A” circulada en la estética punk, dando origen a pequeños desarrollos libertarios contraculturales que, más tarde, ensancharían sus arterias tras la bancarrota del “socialismo realmente existente” y el arribo de toda una fauna de académicos marxistas e indigenistas que desempolvaban sin escrúpulos la foto del abuelito anarcosindicalista y se ponían la camiseta libertaria en busca de nuevas becas para la investigación y el financiamiento de sus publicaciones, ya fuera el Banco Central o el Banco Mundial, en eso no tienen la menor circunspección. En ese sentido, recuerdo un documental –a inicios de los noventa–, editado por uno de esos grupos de académicxs “libertarixs”, que pretendía ser la historia de la Federación Obrera Femenina (FOF) y, para mi sorpresa, cerraba con un loa, francamente repulsivo, al nacionalsocialismo de los hermanos Castro.

[Dese luego, no es casual que me refiera a “desarrollos libertarios” y no a iniciativas anárquicas. Considero que cada palabra tiene su peso específico. Y, en el caso de la palabra Anarquía, es aún más significativo: no hay ningún vocablo que la sustituya. Los “sinónimos” que han intentado sustituirla no expresan lo mismo, a penas llegan a aproximaciones inocuas que no alcanzan la talla de la palabra y, –lo que es peor– encubren desvirtuaciones y acomodos políticos.]

No fue hasta principios del siglo XXI que comenzaron a asumirse como “anarquistas” algunos agrupamientos de la región, varios de ellos más próximos al neoplataformismo y al anarcoleninismo –importado de Montevideo (F.A.U) y Santiago de Chile (C.U.A.C.)–, como era el caso de Juventudes Libertarias. Paralelamente, cobraban “reconocimiento” en nuestras tiendas esas intenciones académicas decoloniales, que mencionaba con anterioridad y, los rituales pachamamistas de agrupaciones folklóricas como la denominada Tojpa Libertaria. Lógicamente, con el arribo al poder del Movimiento Al Socialismo (MAS) y el primer presidente indio, estos sectores proto marxistas e indigenistas, no dudaron en asumir la típica “solidaridad crítica” con el “capitalismo andino” y entrar en el juego del sistema. En ese mismo contexto, tomarían vida nuevas tergiversaciones anarco-bolcheviques de la calaña del “Colectivo Juvenil Anarco Comunista” (C.J.A.C.), la “Organización Anarquista por la Revolución Social” (OARS) y la “Red Verde por la Liberación Total”. Esta última, haciendo uso de un nombre muy “peculiar” que utilizaba con toda la –mala– intención de confundir a la escena insurreccional local.

Fue precisamente por esas fechas, que ganó potencia a modo de contrapropuesta en la región boliviana, la tendencia informal e insurreccional anárquica, confrontando –en los hechos– al capital y al Estado, sin hacer la menor distinción en el color ideológico de la autoridad de turno. Esto no sólo le acarreo persecuciones, exilio y encarcelamiento a los compañeros y compañeras afines a la tendencia, sino el señalamiento, el reproche y la delación de esos libertarios pachamamistas, que etiquetan la práctica anárquica consecuente bajo el rótulo de “anarco-terrorismo”, como el impresentable Carlos Crespo y similares. Sin duda, el encarcelamiento del compañero Henry Zegarrundo, es la prueba más fehaciente de toda esa trama infame y la evidencia más contundente del rol contrainsurgente de estos oportunistas.

Precisamente, en esos contornos del desarrollo de la tendencia informal anárquica en la región y el ataque sistemático de estxs libertarixs al servicio del mejor postor, fue que se gestó el libro “Como vivimos desde la anarquía los disturbios y la lucha por el Poder en Bolivia”, por lo que me sobraban razones para acceder gustoso a prologarlo  y a apuntalar, desde mis limitadas posibilidades, su perspicacia. Así que podría afirmar, sin contriciones, que mis motivaciones se centran ciento por ciento en la afinidad, la solidaridad directa y, sobre todo, en mi más sincero reconocimiento a ese puñado de compañeros y compañeras que abrieron brecha al insurreccionalismo en las condiciones más adversas pero que, pese a ello, han continuado (y continuarán) propagando el fuego anárquico.

C.I.- En todos tus textos insistes en la necesidad de un nuevo paradigma subversivo que le de vida al anarquismo en nuestros días, en contraposición con lo que llamas “anarquismo decimonónico”. Demandas la puesta en práctica de un “anarquismo contemporáneo” que responda a las necesidades de la lucha anárquica en el siglo XXI. Esa distinción, a veces provoca algo de desconcierto entre algunxs compas que ven en tu propuesta un alejamiento de lo que podría denominarse “anarquismo clásico”. Esto lo entienden como un distanciamiento con la Idea, en el sentido de los principios originales. ¿Podrías comentar algo al respecto?

G.R.- Lamento mucho que mis inquietudes provoquen desconcierto en algunos compañeros y compañeras. Seguramente no he sabido explicarme bien al momento de argumentar por qué entiendo necesario un nuevo paradigma anárquico, lo que ha incitado la confusión involuntaria. Otra posibilidad que podría estar alimentando ese desconcierto, es el bagaje teórico-práctico del que parten esos compañeros; es decir, aquí resulta primordial conocer de que “baúl” extraen sus posicionamientos. Sin duda, esto nos ayudaría mucho a entender qué motiva su desconcierto. Si sus convicciones reposan a buen recaudo en el baúl de los recuerdos, es muy probable que asuman “la Idea” –como decían en tiempos de mis abuelos– como una suerte de dogma incuestionable y por ello, se vean impedidos de reflexionar en torno a la caducidad de muchos de los postulados del “anarquismo clásico”.

En el contexto babilónico en que yace el actual “movimiento”, es habitual encontrarnos con las posturas más variopintas que podamos imaginar, pero casi siempre, es una constante que todos esos posicionamientos permanezcan varados en el lecho de la tradición; es decir, en la ortodoxia. Y cuando se vive sumergido en el dogma y la ortodoxia, lo frecuente es que se recurra a la sospecha e incluso, a la descalificación, en lugar de concurrir en el espacio de los intercambios y la retroalimentación. Es una verdadera lástima, pero esa es la actitud de muchos compañeros en nuestras tiendas, lo que les impide darse cuenta lo obsoleto de sus postulados y la inocuidad de su activismo. Si ese fuera el caso, tendríamos que recomendarles su ubicación en presente pluscuamperfecto. Una vez situados en nuestros días, es mucho más sencillo despojarnos de todos los conceptos pre-enlatados y, abandonar la inercia que impulsa esta lucha circular.

Y sí, definitivamente voy mucho más allá de un alejamiento del “anarquismo clásico”; sin embargo, mi propuesta es un ejercicio intransigente de reafirmación anárquica que retoma nuestra crítica radical a todo poder y ratifica nuestro compromiso con la liberación total. Yo defiendo la tesis de un anarquismo contemporáneo, emancipado de pasado y ajeno a todos los intentos resucitadores de estrategias y concepciones caducas.  Soy partidario del olvido; de hacer tabula rasa.

Si realmente aspiramos a la destrucción de todo lo existente, hay que partir de cero y abandonar todas las esperanzas utópicas. Es urgente sacudirnos el cristianismo secular y el cientificismo marxiano que heredamos de los siglos XIX y XX. Hay que darle un tiro de gracia al siglo pasado para poder actuar en presente, asumiendo el carácter permanente de la destrucción anárquica, abandonando la visión apocalíptica –tan incrustada en nuestras tiendas con camuflaje revolucionario–, siempre a la espera del acontecimiento salvífico que traerá el nuevo reino de la libertad tras la destrucción del viejo mundo. Solo estando conscientes que el Poder se renueva constantemente, podremos emprender nuestra lucha aquí y ahora.

Por eso, considero  importantísimo desarrollar el debate al interior de nuestras tiendas. Y no me refiero al universo anárquico en general, sino a nuestra galaxia, a nivel de la tendencia informal e insurreccional propiamente, donde a veces nos topamos con cada arcaísmo que da pena. Propuestas sesenteras y setenteras de inspiración foquista y masturbaciones similares ancladas al milenarismo secular: verdaderas zancadillas al impulso de la lucha anárquica en nuestros días. Afortunadamente, no soy el único con estas preocupaciones. Toda una nutrida órbita de afinidades anárquicas alrededor del planeta tienen similares inquietudes e igualmente reconocen la urgencia de un nuevo paradigma anárquico, razonando  que la posibilidad de cimentación de un paradigma renovado solo se potenciará en una trama multidimensional e irregular, en la que puedan confluir los nuevos desarrollos teóricos y las prácticas de destrucción anárquicas, en el contexto de nuestra historicidad presente.

Para ello, estamos echando andar Correspondencias Anárquicas, un sitio web multilingüe que no pretende convertirse en un nuevo “sujeto” organizacional, sino que busca ser un “espacio” de debate, y un “lugar” de encuentro internacionalista, que facilite el desarrollo de la tendencia informal e insurreccional en todas las latitudes. Con ese objetivo, se ha redactado  a varias manos una propuesta de Manifiesto anárquico para el siglo XXI, que ya se encuentra traducido a varios idiomas (español, euskera, italiano, inglés, francés, griego y polaco) y estará accesible en el sitio web para su escrutinio y discusión a comienzos del próximo año (2021). Quizá, a partir de esos debates y los posibles acercamientos subsiguientes, pueda concretarse ese paradigma anárquico y sus prácticas inmediatas. Empero, estoy conciente que será un quehacer arduo, teniendo en cuenta el abismo teórico-práctico que separa las dos corrientes predominantes al interior del llamado insurreccionalismo en nuestros días. Aún perduran –en el denominado insurreccionalismo clásico– viejas concepciones, atadas a las intoxicaciones marxianas del siglo pasado y toda la bazofia comunalista heredera del commonismo de Dauvé y caducidades similares, con su fe secular en la realización del Comunismo libertario.

C.I.- Otra inquietud que surge en muchxs compañerxs, es alrededor de tu apuesta por un “anarquismo distópico”, como planteas en tu libro “La explosión de la rabia: anarquismo en el siglo XXI”, editado en Chile por lxs compañerxs de Internacional Negra Ediciones. ¿Específicamente, a qué te refieres con la expresión “anarquismo distópico”?

G.R.- Ante todo debo aclarar que nunca he hecho ninguna referencia al “anarquismo distópico”.  Aparentemente, esta “inquietud” surge de una lectura rápida del texto. Claro, el vocablo “distópico” tiene una definición bien estrecha según los censores del idioma castellano. Si consultamos el diccionario de la RAE, veremos que especifica: “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causante de la alienación humana”. Pero todos sabemos que ese engendro prescriptivista y misógino –como dicen lxs compas del Estado español–, “canta más que una almeja”. Lógicamente, desde esa acepción la palabra se ha utilizado en la literatura de ciencia ficción y, también es muy recurrente a la hora de describir la actual sociedad hipercapitalista como una era signada por la introyección de la tecnología en nuestra psique y la colonización de las máquinas, donde la única resistencia posible, y el último refugio, es la esquizofrenia.

En realidad, echo mano de una invención idiomática sin la menor pretensión. En La explosión de la rabia: nueva sedición anárquica en el siglo XXI, utilizo la expresión “tensión disutópica” para describir la Anarquía en nuestros días, como potencia negativa emancipadora que excede todos los encasillamientos utópicos. Tal vez, debí de poner la palabra «disutópica» en itálicas (bastardillas) o, en su defecto, separarla por guion (dis-utópica) para evitar que en una lectura rápida se confundiera con «distópica» o «distopía». Ciertamente, en este caso uso el prefijo «dis» denotando separación en lugar de negación. Es decir, en el mismo sentido de los vocablos «distraer» y «diseminar» y no en el sentido de negación o contrariedad, como en las palabras “disconforme”, “disgustar” o, “distópico”. Lo que busco es un claro distanciamiento de los proyectos utópicos y, me pareció conveniente emplear esta invención de modo aglutinador, donde quedara implícito esa intención.

C.I. A raíz de los debates generados con la lectura de tu folleto Covid 19: Covid 19: La Anarquía en Tiempos de Pandemia , algunxs compañerxs advierten cierto “pesimismo anárquico” en tus palabras, concretamente en el último apartado del texto (“La capacidad heurística de la Anarquía”), con aproximaciones al nihilismo. Incluso, en esa contribución le haces un guiño a “la perspectiva queer anarco-nihilista”, resaltando las aportaciones de Jack Halberstam, Lee Edelman y la revista Baeden ¿Has optado por cierto “pesimismo anárquico”? ¿Está presente en tus textos esa intención nihilista que algunxs señalan?

G.R.- Es curioso, recientemente, en un intercambio epistolar con el compañero Costantino Cavalleri, me comentaba que advertía cierto “pesimismo” en mis palabras. Pienso que este pesimismo que me achacan, está más asociado a la nostalgia por el pasado –que tanto repudio– y, al nuevo etiquetado “anarco-pesimista”. Los neopesimistas, echan mano de todo un revoltijo teórico que va desde las ideas del romanticismo, hasta la paja cósmica de Eugene Thacker, pasando por la lectura rápida del  viejo Labadie (tan rápida, que solo se quedan con el título de una de sus más recientes recopilaciones), uno que otro folletín decolonizador y, las instrucciones, no para armar una potente bomba, sino para construir una cabaña de troncos. Todo este potaje, claro está, degustado al son de un tamborilero azteca –audífonos mediantes–, porque todo tiempo pasado siempre fue mejor.

Considero que quienes acusan cierto “pesimismo” en mis palabras, confunden pesimismo con escepticismo.  Es mis contribuciones, puede advertirse un “anarquismo escéptico”, en sentido etimológico.  Eso es justo lo que trato de alentar todo el tiempo. Es decir, un anarquismo reflexivo, motivado por el recelo y la desconfianza hacia ese anarquismo progresista que se asume como broche de oro  de “la marcha de la Humanidad”; ese anarquismo concebido como sistema socio-político que fantasea con su implantación revolucionaria. Un anarquismo escéptico, aspira a mantener viva la tensión disutópica a través de la insurrección permanente y la extensión del ilegalismo.

En cuanto al “guiño” a “la perspectiva queer anarco-nihilista” y las aportaciones de Jack Halberstam, Lee Edelman y la revista Bæden, habría que comenzar separando el grano de la paja. Es decir, hay que ubicar quién es quién. En ese sentido, la publicación Bæden sí se asume queer anarconihilista y, Halberstam –pese a desenvolverse en el medio académico– muestra afinidad con los posicionamientos anárquicos, algo que, definitivamente, no es el caso de  Edelman (ni Heather Love), aunque es preciso reconocer su insistencia en la negatividad, el rechazo a la reproducción, a la familia, al género, al futuro y, su incitación a una queeridad  antisocial y, sin duda, si se exacerban todos esos factores, se afecta directamente la dominación y se fisuran los principios civilizatorios. Sin embargo, si bien es evidente la abundante producción teórica desde estos posicionamientos, salvo honrosas excepciones, se registra cierta escasez de práctica consecuente.

En el mismo tenor del anarconihilismo queer –entendido como una tensión constante contra la normalidad y la narrativa dominante hetero/patriarcal/monogámica y, religiosa– también hay que incluir expresiones como Bash Back o FBI, e individualidades como Flower Bomb y otras, propulsoras de la insurrección genderfuck y el ilegalismo contemporáneo. El gran reto, es hacer confluir esos nuevos desarrollos teóricos y todas las prácticas subversivas, en un nuevo paradigma anárquico que sea capaz de oxigenar la teoría anarquista y golpear donde duela.

Por último, quisiera puntualizar un par de cosas en referencia a la pretendida “intención nihilista” de mis contribuciones. Ante todo, tendríamos que ser muy precisos en el significado del término nihilista en nuestros días. Definitivamente, el anarconihilismo no es una entelequia de facturación reciente; por el contrario, este concepto tiene presencia en nuestras tiendas desde los primeros años del siglo XX. Basta mencionar a compañeros de la talla de Abele Rizieri (más conocido como Renzo Novatore) y Bruno Filippi, para ilustrar en actos esa honrosa presencia; sin embargo, no debe confundirse –como sucede frecuentemente– con el mal llamado “nihilismo ruso”. Es de lamentar la cantidad de tinta y papel que se ha dedicado a los naródniki en nuestras tiendas, confundiendo el movimiento populista ruso de las décadas del setenta y ochenta del siglo XIX con la teoría y la práctica  nihilista.  Esta desvirtuación se origina en la literatura rusa, con la novela Padres e hijos de Turguénev y,  mucho después, con la narrativa moralizadora del conde Tolstoi pero, en realidad, el verdadero nihilismo –al igual que el anarquismo– es la antítesis del populismo ruso. Sin duda, el populismo es la esencia del fascismo; no en balde, el bolchevismo nutrió sus filas con sus legiones.

De esto ya se daba cuenta el viejo Bakunin, con su visión intuitiva, razón por la que terminó mandando al carajo a Nechaeyev, a pesar de no haber logrado librarse plenamente del populismo. Empero, quien le abrió las puertas de nuestras tiendas al mal llamado “nihilismo ruso”, fue el príncipe Kropotkin, que desde su nacionalismo intrínseco aseveró la confusión, ratificando a los populistas rusos como “nihilistas” y, glorificando las virtudes de aquellos burgueses liberales que idolatraban las miserias de la aldea y ansiaban fusionarse con el pueblo (¡Vnaród!).

Lo más penoso, es la reivindicación contemporánea de los naródniki desde supuestos posicionamientos anarco-individualistas. Una auténtica aberración, siendo los naródniki, como su nombre lo indica, “amantes del pueblo”. Toda la retórica romántica de la intelligentsia populista, con su Marcha al pueblo, exaltando los valores de la comuna campesina, las costumbres igualitarias y la moral intrínseca del campesinado que “ha renunciado al egoísmo, a su individualidad, expresando en el acuerdo común el amor verdadero entre hermanos”        –como afirmaba el grupo Voluntad del Pueblo–, debería resultar francamente repulsiva para cualquier anarquista individualista de todos los tiempos.

C.I.- En tu texto “Las rebeliones de la miseria”, afirmas que “Lejos de la retórica izquierdista que insiste contra toda evidencia que «mientras haya miseria habrá rebelión» (…) Resulta cada vez más axiomático que la «miseria» solo produce «miseria». Es decir, servidumbre, mendicidad e incluso, pérdida de toda dignidad. Tal como reza el proverbio: «el hambre es mala consejera». (…). Por eso, en lugar de crear rebeldes y refractarios, la miseria engendra enfermedad, desnutrición, mortalidad, miedo, explotación sexual, corrupción, soldados, policías, delatores y votantes: miseria humana. Razón por la que se enaltece la miseria desde la izquierda, sabedores que entre sus fauces se ceba el porvenir, o sea, se contabilizan los futuros votos.”

Estas palabras, han provocado muchas reacciones entre lxs compañerxs  chilenxs, incluso ha sido motivo de indignación ya que una fracción amplia de grupos e individuxs antiautoritarixs tienen como bastión de lucha precisamente la frase “mientras exista miseria habrá rebelión”. ¿Cómo te posicionas frente a la indignación de lxs compañerxs antiautoritarixs de la región chilena?

Es de conocimiento público el papel que jugaron en la histórica lucha contra la dictadura de Pinochet y posteriormente,  contra el régimen democrático impuesto por el Neoliberalismo, algunos frentes de izquierda extraparlamentaria como el Movimiento Mapu Lautaro, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), y cómo su experiencia insurreccional sirvió de base a la posterior consolidación del actual movimiento antiautoritario en la región, al pasarle la estafeta de la lucha a los nuevos grupos de jóvenes  rebeldes.

G.R.- En fechas recientes, algunxs afines chilenxs me escribieron comentándome que ese texto –extraído del folleto El aroma del fuego: la rabia de la desesperanza en un mundo tripolar –, había causado gran rechazo en algunos grupos subversivos antiautoritarios que identificaban un “plan de ataque” en mis palabras, lo que originó una suerte de reafirmación de esa consigna (“mientras exista miseria habrá rebelión”) en todas las notas y comunicados emitidos con posterioridad a mi contribución.

Como decían en mi barrio: me parece que se está confundiendo la gimnasia con la magnesia. En primer lugar, debo aclarar que mi intención, en ningún momento, ha sido agredir a los difusores de este lema sino incitar la reflexión en torno a su significado, encaminando nuestros pasos hacia un diálogo fraterno en busca de nuevos posicionamientos  realmente rupturistas, que permitan darle vida a la Anarquía e impidan cualquier recuperación sistémica. Tales intenciones, de hecho, quedaron plasmadas en la trilogía Cartas a un(a) chileno(a) sobre la situación actual (Parte I, Parte II, Parte III), texto que incluso dediqué al compañero Joaquín García Chanks y a Marcelo Villarroel Sepúlveda, a quien se le atribuye la autoría de la consigna.

Evidentemente, nunca le dedicaría un texto ni me dispondría a entablar un “diálogo” con el autodenominado “comandante Ramiro” (Mauricio Hernández) ni ningún otro mierda de esa calaña, por mucha trayectoria que tenga (en el Partido Comunista) ni por los años que lleve encarcelado. Si el proyecto revolucionario al que aspira Hernández, se hubiese concretado –en lugar de declararse en bancarrota–, seguramente la lista de compañerxs anarquistas fusiladxs bajo sus órdenes fuese significativa. Sé que estas son verdades incómodas para algunxs pero no podemos tapar el sol con un dedo; menos aún cuando estamos comprometidos con la extensión de la teoría y la práctica anárquica en nuestros días.

Me parece innecesario explayarme en torno a la ineludible distinción que hago con Marcelo, con Juan Aliste y otros subversivxs antiautoritarixs que, desde la década del noventa, rompieron con el partido político-militar autoritario donde militaban e iniciaron un proceso de evolución hacia la teoría y la práctica antiautoritaria; prueba de esta trasformación indiscutible, fue el Colectivo Libelo (primero) y Kamina Libre (después).

Siempre he reconocido el impacto que produjo esta ruptura en toda una generación de jóvenes que –junto a ellos– comenzaron a cuestionarse el autoritarismo implícito en la izquierda militarista y sus objetivos dictatoriales posrevolucionarios, optando por el camino insurreccional anárquico hacia la liberación total. En ese sentido, considero que asumir un “plan de  ataque” en mis palabras, impide a priori cualquier posibilidad de diálogo fraterno, quedando reducido a la catarsis de sacarme la lengua y continuar impulsando –por inercia– la repetición de una consigna de la izquierda allendista, sin mayor cuestionamiento.

Justo en ese párrafo que ustedes reproducen en su pregunta, expongo de forma explícita porque no podemos apostarle a las “rebeliones de la miseria”, señalando lo que en verdad produce la miseria. Una producción significativamente alejada de la afirmación de rebeldes y refractarios. Además, exhibo de forma clara las cínicas intenciones de la izquierda en torno a lxs miserables, intenciones que han facilitado siempre la recuperación sistémica de este tipo de “rebeliones”. Acto seguido, intento –desde mis limitaciones teóricas– mostrar de manera sistemática cuales han sido los resultados de las “rebeliones de la miseria” a lo largo de la historia de las luchas. Entonces, me resulta muy difícil entender la pretendida “ofensa” y, el supuesto “ataque” que identifican en mis palabras que, en los hechos, no son sino una consecuente ratificación de principios.

En cuanto a las organizaciones político-militares de tendencia ultra autoritaria que mencionan y, su papel en la lucha contra la dictadura fascista del general Pinochet y la “democracia cartucha” de la Concertación, hay que empezar por aclarar quién es quien y, dotar de contexto histórico esta narrativa épica, antes de posicionarnos al respecto. Ante todo, tenemos que recordar que el golpe de Estado contra el gobierno socialdemócrata de Salvador Allende y su “Unidad Popular”, fue diseñado en Langley, por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y, protagonizado por las Fuerzas Armadas de Chile, en el contexto de la confrontación de los dos imperialismos (URSS Vs. USA) y la llamada “guerra fría”. En ese mismo escenario, se va a desarrollar la respuesta militar del bloque contrario, es decir, dentro de esa misma lógica de “confrontación ideológica bipolar” es que van a tomar cuerpo las guerrillas de oposición al régimen fascista. Lo segundo que tenemos que destacar, es que los tres partidos que enumeran, participaron activamente en el gobierno de Chicho Allende. En el caso específico del Partido Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU) y su escisión, el Partido Movimiento de Acción Popular Unitario Obrero Campesino (MAPU/OC o MOC) y, el Partido Comunista de Chile –del cual surgió mucho después el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), como su “brazo armado”–, formaron parte de la coalición electoral de partidos políticos (Unidad Popular) que llevaron a la presidencia a Allende.

Con la excepción del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que, desde sus orígenes se concibió como organización político-militar de orientación castro-guevarista, destinada a consolidarse como partido de masa y ser la vanguardia de los sectores obreros y campesinos, en el desarrollo de la lucha armada encaminada a la toma del poder político y la instauración de la dictadura del proletariado; los otros partidos, optaron por la vía electoral en sintonía con la propuesta stalinista del “frente popular”, por lo que no recurrirían a la “lucha armada” hasta que fueron derrocados como gobierno. Valga puntualizar también, que el MIR, a pesar de su retórica guerrillera, a la llegada de Allende, abandonó la clandestinidad y acordó suspender toda acción armada y –a petición de los jerarcas de La Habana–, comenzó a integrarse a “las tareas” del nuevo gobierno, organizando los “Frentes Intermedios de Masas” y poniendo al servicio de la seguridad de Allende su estructura militar.

Salvo el MAPU-Lautaro, organización que aún con su marcada adoración por la dictadura de los hermanos Castro, mantuvo cierta autonomía política y, sobre todo, económica –en su etapa paramilitar, como consecuencia de su extracción católica, se alineó primero a los postulados de la teología de la liberación de corte camilista y, mucho después (tras el Congreso de Lima, 1983), asume toda la verborrea senderista de la “guerra popular prolongada”, impulsando la consigna “Con la rebeldía popular, la toma de Chile Va”–; todos los partidos paramilitares chilenos, contaron con el financiamiento puntual y la asesoría de los gobiernos de La Habana y de Moscú y, se plegaron a las órdenes de los hermanos Castro al servicio del ajedrez político de la guerra fría.

[A principios de la década del setenta, conocí a varixs miristas y algunos de los futuros combatientes del FPMR que estuvieron albergados durante su entrenamiento ideológico-militar en la Escuela del Partido Comunista (en el reparto La Coronela en la Ciudad de La Habana) y; luego, me toco coincidir con varios de ellxs en las montañas de Nicaragua durante los primeros años del gobierno sandinista. Los que no soportaron el control y la manipulación del gobierno de los Castro –incluso sin renunciar a sus principios– huyeron hacia México, Estados Unidos y Europa. En realidad, era denigrante aceptar las condiciones que les imponían. Recuerdo anécdotas muy particulares de viudas de militantes del PC y/o del MIR, que se les prohibía tener nuevxs compañerxs sexuales o, volver a casarse, porque tenían que ser exhibidas al mundo como “las viudas de la barbarie”.]

Precisamente, esa “singularidad” que caracterizaba al MAPU-Lautaro, me permitió por allá de la década del ochenta del pasado siglo, interactuar en los barrios de las comunas del sur de Santiago, con pequeños nucleamientos de jóvenes integrantes del MJL, que habían llegado a sus filas decepcionados del autoritarismo del MIR o de las Juventud Comunista y, pronto identificaban la misma impronta en este partido. Por eso, me resulta inverosímil la afirmación que hacen en su interrogante, porque considero que no puede haber consolidación alguna del movimiento antiautoritario sobre la base de la “experiencia insurreccional” de estas organizaciones ultra autoritarias, mucho menos, podemos recibir “su estafeta”. Su lucha, no es nuestra lucha y, sus objetivos, son diametralmente opuestos a los nuestros. No hay nada que heredar ni nada que aprender y, mucho menos, que imitar, de esas organizaciones paramilitares. Tampoco hay nada que reconocerles, salvo la infamia imperdonable de haber arrastrado a miles de adolescentes y jóvenes a la muerte, para satisfacer las pretensiones político-ideológicas y las ambiciones de poder de la casta dirigente. No podemos dejarnos engañar por las estrategias de captación del fascismo rojo. Hay que salirles al paso y confrontarlos como lo que son: nuestros eternos enemigos.

Desde hace años, vengo denunciando esta estrategia de captación en nuestras tiendas. Para corroborarlo, está disponible un folleto, editado en Chile por Ediciones Crimental (1), que fue elaborado de forma bastante atropellada con retazos de discusiones e intervenciones mías en diferentes foros de Internet a comienzos de la década del 2000. En ese folleto, señalo sin tapujos, como todo un remanente de “revolucionarios profesionales” otrora asalariados (y/o voluntarios) al servicio de la URSS, la RDA, Albania o Cuba, al verse ideológicamente desempleados tras el desplome del comunismo realmente existente, no tuvieron más alternativa que iniciar un proyecto de penetración –no solo en agrupamientos de signo anárquico, sino en organizaciones indígenas,  de vecinos, de parados, etc.–, posicionándose como los “renovadores” teórico-ideológicos de la “nueva” insurrección, dispuestos a pasar la estafeta a los más jóvenes (y políticamente inexpertos). Justo, entre los pacos rojos que señalaba en esa contribución, mencionaba al  MIR; es más, a algunos de estos oportunistas los llamaba por nombre y apellido, como al exMIRista  Jaime Yovanovic Prieto, más conocido por esas fechas por su nombre artístico (Profeso J.).

C.I.- Desde finales de mayo, a raíz del asesinato de George Floyd a manos de policías racistas en la ciudad de Minneapolis, se desató una ola de rabia en todo Estados Unidos, con grandes protestas convocadas por el movimiento Black Live Matter (BLM), protagonizando espontáneos enfrentamientos con las fuerzas represivas, ataques a los símbolos del poder y la propiedad privada e, incendios. El propio Trump, como representante de la supremacía blanca gobernante, ha señalado a lxs anarquistas y a Antifa como los artífices de estas revueltas ¿Cómo has vivido esta situación por esas tierras? ¿Cómo lo piensas desde la perspectiva anárquica insurreccional? ¿Cómo visualizas este sorpresivo crecimiento del movimiento anarquista y antifascista, y su gran protagonismo en estas luchas?

G.R.- Comenzaré respondiendo la tercera pregunta que, de cierta manera, también me permitirá contestar las cuestiones previas, dándole continuidad a la estrategia de tres en uno de su cuestionario.

Ante todo, considero que ese “sorpresivo crecimiento del movimiento anarquista y antifascista” que mencionan, no se corresponde con los hechos. Lo curioso de este “fenómeno”, es que esa percepción de “crecimiento” se ha registrado, sobre todo, en las sectas que enarbolan el slogan del llamado “anarquismo organizado” y abogan por la implantación del “Poder Popular” en Norteamérikkka. Como planteaba recientemente en una carta abierta dirigida a un viejo compañero de viaje que se ha convertido en gurú del anarcoizquierdismo en estas tierras: son presa del efecto Pigmalión.  (2)Es decir, se han creído el mito. Trump, no sólo ha puesto de moda el término “anarquismo” –dotándolo de una popularidad inédita en Norteamérikkka– sino que ha etiquetado bajo ese rótulo a toda la izquierda liberal (que tiene un pie en el Partido Demócrata y, el otro, en el activismo comunitario y las “políticas de identidad”), además de señalarnos como el principal “enemigo público”. Como es lógico, este discurso ha sido magnificado en los medios de enajenación masiva de la derecha militante a través de canales como Fox News y otras televisoras y radioemisoras alienadas al fascismo trumpista. Pero lo paradójico de todo esto, es que en su delirio cuantitativo, estas sectas han terminado por creerse el discurso que les vende el enemigo, aseverando tal “crecimiento” y dando por sentado un incremento en las “tendencias libertarias” movimentistas.

Incluso, han sobredimensionado al propio movimiento Black Lives Matter como “movimiento de emancipación de los afrodescendientes en lucha contra el supremacismo blanco”; cuando en realidad, buena parte de esto, ha sido una puesta en escena del reformismo afroamericano en contubernio con el Partido Demócrata que, una vez más, utiliza los asesinatos racistas de la policía en busca de influencia política y posicionamiento en la nueva agenda demócrata. Como atinadamente señala Flower Bomb –afrodescendiente, queer y anarquista–: «Muchos políticos de identidad (…) están más interesados en explotar la «culpa blanca» para obtener beneficios personales (o incluso financieros) que en enfrentarse físicamente al modelo organizativo de supremacía blanca”» (3). Ciertamente, esa es la triste historia de los líderes comunitarios. Para corroborarlo, hay una amplia lista de oportunistas históricos de la calaña del reverendo Jesse Jackson (padre e hijo) y,  de nuevos oportunistas, como Hawk Newsome y su hermana Chivona, solo por mencionar un par de nombres de la nueva generación. Desde luego, llamar las cosas por su nombre, no es políticamente correcto para estas agrupaciones pseudo anarquistas que buscan afanosamente “alianzas” y, con tales intenciones, ven “prácticas libertarias” en todos los movimientos populares.

Hay un sector del denominado posanarquismo –principalmente asociado a la esfera académica– que, reanimando (y reinterpretando) algunas desvirtuaciones del anarquismo clásico, insiste en tomar en cuenta a otros movimientos contemporáneos que acomodan en su retórica (no en su práctica) algunos conceptos con clara marca de fábrica, como la “acción directa”, el “apoyo mutuo” u otras concepciones no tan anárquicas pero que, gracias a las fuertes influencias marxianas –particularmente aquellas que se produjeron en la segunda mitad del siglo pasado–, fueron incorporándose a nuestro léxico e incluso llegaron a considerarse de hechura propia, como la “autogestión” y la “autonomía” o, en fechas mucho más recientes, monstruosidades inconcebibles como el “Poder Popular”, la “democracia directa” y el “autogobierno”.

Desde esa óptica “populista”, este sector vislumbra (equivocadamente) la “oportunidad” de desarrollar un “proyecto revolucionario” de tendencia anarco-comunista, que ponga fin a la explotación capitalista en Norteamérikkka, mediante el “Poder Popular” generalizado. Ciertamente, se trata de una propuesta trasnochada de clara matriz stalinista, que ha sido precariamente reciclada para consumo “libertario”. Me refiero a sectas como la Black Rose Federation e, iniciativas virtuales del tipo It’s going down, que ante la falta del cacareado “sujeto histórico” han ido perdiendo el suelo y, en el caso específico de por acá, han terminado haciéndole la campaña al Partido Demócrata o en Chile, impulsando una nueva Constituyente o conformándose en partido político (Izquierda Libertaria) y entrándole al circo electorero.

Ahora bien, el tema de “Acción Antifascista” (Antifa), se cuece aparte y, es aun más penoso. Su “visibilidad” en Norteamérikkka, también es producto de la publicidad que Trump les obsequió, al declarar a esta agrupación –prácticamente inexistente–“organización terrorista”, con el claro objetivo de ponerle “cara” al caos generalizado tras el ataque a la Tercera Estación de Policía en Minneapolis y, minimizar así las manifestaciones de nihilismo que, consecuentemente, rebasaron la negación infrapolítica, articulando todas las pasiones reprimidas.  Desbordando incluso el reformismo oportunista de Black Lives Matter y la corrección política de la “policía solidaria”; es decir, de esos promotores de la “culpa blanca”   –Flower Bomb, dixit– que entregaban a compañerxs anarquistas y a manifestantes “incontrolables” a los agentes federales, acusándolos de “provocadores”, mientras llamaban a la protesta pacífica y políticamente recuperable.

Para empezar, el “antifascismo” como identidad político-ideológica, siempre ha sido (y es) una reverenda farsa. De lo contrario, también confrontarían al fascismo rojo, en lugar de identificarlo como “aliado”. Ya sabemos cual es la historia de Antifa, que de hecho, nunca se ha esforzado mucho en disimular el logo original, herencia del Partido Comunista Alemán (KPD).  Es un secreto a voces que esta organización stalinista, tuvo su aparición en Alemania a mediados de los años veinte y comienzos del 30 del siglo pasado –contando con financiamiento directo de Moscú–, con el objetivo de confrontar al fascismo pardo en su disputa eterna por captar adeptos y militantes entre los obreros. Tras la victoria del Ejército Rojo y la ocupación soviética de la zona oriental de Alemania, los stalinistas revivieron el término “anti-fascista” en la llamada “Guerra Fría” como sinónimos de “anti-imperialismo”, con la intención de legitimar la ideología de Estado y reafirmar su oposición a todo lo que no fuese explícitamente prosoviético. Durante la década del setenta, en el contexto de las protestas contra la Guerra de Vietnam, en “Alemania Occidental”, se registró otro intento resucitador de Antifa, en esa ocasión sus artífices fueron la Liga Comunista de orientación maoísta. Su próxima aparición, sería 57 años después, a comienzos de 1990 –ante el descomunal incremento del neonazismo entre los jóvenes de la ex República Popular Alemana (RDA) que (a modo de reacción anti stalinista) se asumían orgullosos herederos del, hasta entonces ilegal, nazismo–; tomaría cuerpo nuevamente bajo el nombre de Autonome Antifa (M) en  la universidad de Gotinga, contando con el financiamiento de algunos remanentes de la era comunista y, reviviendo su tradición stalinista tras la caída del Muro de Berlín y la “reconciliación alemana”,.

Aquí en Norteamérikkka, el “antifascismo a la americana” que ha ganado titulares en los últimos días, comparte los mismos “genes” stalinistas que sus pares europeos. Quien realmente está detrás de esta versión remasterizada del “antifascismo” es el Partido Comunista Revolucionario (RCP), de orientación maoísta. Precisamente, “Refuse Fascism” (Rechaza el Fascismo) es una de sus nuevas fachadas. En la lógica stalinista del “frentismo”, han inventado mil “coaliciones”. Entre las que se enlistan Refusse & Resist; La Resistencia; No en nuestro nombre; The World Can`t Weit; No Business As Usual y; ahora Refuse Fascism. Sólo cambian el nombre pero, inmediatamente te topas con los mismos rostros. Cinco o seis miembros del Comité Central que los traen de factótums al frente de organizaciones pantalla por “los derechos civiles y las libertades democráticas”, “contra la opresión de género u orientación sexual”, “contra la pena de muerte”, “contra la brutalidad policiaca”, por “la abolición de las cárceles, “la liberación del pueblo afroamericano”, “contra la deportación de los inmigrantes latinoamericanos”, “contra la destrucción de la naturaleza”, etc. Es la estrategia de la toma del poder a través de mil frentes heterodoxos, nutridos con todos los tontos útiles habidos y por haber. Como recalcaba Stalin: “La heterodoxia es un buen instrumento en la lucha por el poder. Pero una vez que se ha conquistado, el arma del poder es la ortodoxia”. Ciertamente –como diría el cantor–, “si no fueran tan temibles nos darían risa, sino fueran tan dañinos nos darían lástima” pero, cualquiera que conozca medianamente la historia del maoísmo sabe el poco respeto que han tenido siempre por la vida y la libertad. Estos fascistas rojos han masacrado pueblos enteros, han abarrotado cárceles y campos de concentración, han torturado y mutilado por “desviaciones burguesas” (léase orientaciones sexuales diferentes) y han devastado la Naturaleza.

Sin embargo –y aquí viene el balance desde la perspectiva informal e insurreccional anárquica–más allá del “antifascismo a la americana”, de la retórica atrapa-pendejos del maoísmo, de la ilusión cuantitativa y la óptica populista de las sectas neoplataformistas, del oportunismo del Partido Demócrata, del victimismo reformista de Black Lives Matter y, otras prácticas similares que validan la dominación, la autoridad e incluso la supremacía blanca; se produjeron incontables situaciones que demostraron una vez más que la “no-violencia” es una construcción con fines de recuperación sistémica. También quedó demostrado que el poder «negro», «mestizo», “latino” o «blanco» es la antítesis de la libertad y que –como apunta Flower Bomb–, “la política de Identidad es la amputación de la individualidad, haciéndonos a la vez obedientes a la autoridad colectiva de la Identidad y crédulos frente al mito nacionalista del supremacismo.” Paralelamente, se desmontó la leyenda –tan arraigada en Amérikkka– de la imposibilidad de enfrentar a la dominación, de reducir a cenizas un cuartel de policía o, extender el ilegalismo. Igualmente, se derribó el mito de “la lucha final” y del utópico “triunfo revolucionario”, confirmando que la insurrección es (y será) permanente y que solo el fuego puede regalarnos la Anarquía realizable. Retomando a Flower Bomb: “La revuelta no sucedió gracias a las enseñanzas de Mao ni a los mensajes divinos de dios. Los incendios, los saqueos y los ataques a la policía no necesitaron del marxismo, ni de un ejemplar de la Insurrección que viene ni un curso universitario de Historia del Anarquismo. Todo lo que se necesitó fue la expresión caótica de la rabia contra todas las representaciones de la autoridad”. Fuera de los reflectores y lejos de las primeras planas de los diarios, se registraron incontables expropiaciones de claro cuño anárquico e infinidad de ataques a la dominación, desde sabotajes a antenas y repetidores satelitales, hasta la quema de camionetas de Amazon y patrullas de policía. Empero, nos faltó gasolina.

C.I.- ¿Qué lecturas nos sugieres para estos tiempos?

G.R.- Nunca me ha gustado dar recomendaciones. Pero, tal vez, hay algunas lecturas indispensables para entender lo que se avecina. Pienso en el folleto –multicitado en esta entrevista– An Obituary for Identity Politics de Flower Bomb y, en la necesidad de releer El persistente atractivo del nacionalismo de Freddy Perlman, editado en español por Pepitas de Calabaza. También me parece importante leer Tame Words from a Wild Heart, una recopilación de textos de la compañera Jean Weir, que si bien aún conserva algunas propuestas propias de la experiencia teórico-práctica del insurreccionalismo del siglo pasado, da un paso significativo que sienta las bases del paradigma anárquico del siglo XXI, abandonando la visión utópica de “Le Grand Soir” y el despertar de las masas, apostando por una práctica informal de ataque permanente. En otro tenor, estoy disfrutando la lectura de Gamberros, ultras, quinquis y clandestinos. Los bajos fondos en España (1960-1981), que en realidad es el cuarto volumen de “Fuera de la Ley” de la Colección True Crime, editado por La Felguera. El primer volumen abarca de 1900 a 1923 y trae un montón de información sobre la actividad anárquica de principios del siglo XX. Vale la pena leer los cuatro volúmenes. Y bueno, tengo sobre el buró tres textos literarios que me regalaron en estos días y que sólo he ojeado por encima pero, según mi olfato prometen, pese a ser políticamente incorrectos. El primero es una compilación de cuentos de Guadalupe Netell, intitulado Pétalos y otras historias incómodas; el segundo, son Cuentos de maldad (y uno que otro maldito) de Alma Delia Murillo y; el tercero, es una novela de Guillermo Arriaga que se titula Salvar el fuego. Curiosamente, los tres escritores son mexicanos (parece que me está ganando la nostalgia por los chilaquiles). Y ya que estamos en literatura incorrecta, les invito a leer 33 Revoluciones, una novela corta de mi entrañable Canek Sánchez Guevara, que leí cuando aún era manuscrito y, en días recientes, una queridísima amiga me comentaba que le ha servido mucho para descubrir esa Cuba profunda de la que aún está prohibido hablar en ciertos círculos. Justo ahora, que se aproxima su sexto aniversario luctuoso, se me antoja releerla.

C.I.- ¿Quisieras agregar algo más?

G.R.- Considero que no hemos dejado nada en el tintero. Sólo me gustaría reafirmar que todas las respuestas corresponden a mi óptica en torno al anarquismo del siglo XXI. Es decir, no me pronuncio  en nombre de organización alguna; es más, desde hace algo más de veinte años no formo parte de ninguna estructura y, estoy convencido que no voy a sumarme a alguna por el resto de mi vida. Impulso –a título personal– la tendencia informal e insurreccional anárquica como modo de lucha, es decir, me inclino hacia esta forma particular de concebir la confrontación permanente con el Poder e, intento extender el ilegalismo anárquico en nuestros días. Consecuentemente, vivo la anarquía sin dogmas ni ataduras. Una vez aclarado esto, solo me resta agradecerles la oportunidad de exponer sin censura (que aunque parezca increíble, cada vez es más evidente la censura en nuestros medios), algunas de mis consideraciones sobre las posibilidades de darle vida a la Anarquía, aquí y ahora.

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1. Rodríguez, Gustavo, Algunas reflexiones sobre el extravío teórico ideológico en el pensamiento ácrata contemporáneo, Ediciones Crimental, Santiago de Chile, Mayo 2011 (Nota de C.I.).
2.  (Nota de Contrainfo)
3.  (Nota de Contrainfo)

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Planeta Tierra: Entrevista tercera y última parte al compañero anarquista Gustavo Rodríguez





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