jueves, 22 de marzo de 2018

Más del 60% de las alertas por mercurio en la UE vienen del pescado español



Lucía Villa

De las 140 notificaciones en 2017 por altos niveles de mercurio en pescado, 88 procedían de las flotas españolas. La mayoría, notificadas por Italia. España sólo emitió una alerta a pesar de ser líder en el sector y principal consumidor.

Una pieza de atún en venta. EFE
El mercurio está cada vez más presente en los alimentos que comemos. O, al menos, se detecta más. Los casos de contaminación por este peligroso metal pesado —que en función de la dosis puede afectar sobre todo a los sistemas nervioso e inmunitario de fetos y bebés— aumentan año a año en el sistema de alertas rápidas RASFF de la Comisión Europea, un protocolo de notificaciones que los Estados miembros utilizan para avisar y prevenir sobre posibles riesgos de seguridad alimentaria, y que sólo en 2017 registró 152 avisos por niveles excesivos de este tóxico. La cifra supone un incremento del 33% sobre un año antes, cuando se dieron 102 avisos. Además, 84 notificaciones fueron de alerta, lo que quiere decir que afectó a productos que ya estaban en el mercado y que tuvieron que ser retirados. Especialmente, productos españoles.
La inmensa mayoría de las notificaciones por mercurio en alimentos se dan en pescados y productos pesqueros, que es la principal vía de exposición humana a este contaminante, según la OMS. Cuando el mercurio que se expulsa a la atmósfera desde centrales térmicas, industrias o minas pasa al agua, las bacterias lo transforman en metilmercurio, su variante más tóxica, que se acumula en peces y mariscos cuando se alimentan del plancton, las algas u otros peces; y que pasa a las personas cuando nos los comemos. De los 152 avisos por mercurio en alimentos del año pasado, 140 se produjeron en pescado.
De ellos, 88 fueron en pescados capturados por flotas españolas. Es decir, algo más del 62% de todas las notificaciones por altos niveles de mercurio en pescados y productos pesqueros que se consumen en la Unión Europea tuvieron origen español. El resto, se reparten en pescados procedentes de Vietnam (25), Portugal (19), Indonesia (8) o Sri Lanka (6), entre otros.
“El pescado es muy bueno y muy necesario, pero puede tener efectos para el desarrollo intrauterino. Algunas comunidades recomiendan a las embarazadas reducir su consumo, aunque no explican por qué. Somos una potencia mundial en pescado y no se quiere alarmar”, señala en conversación con Público Paco Ramos, de Ecologistas en Acción y el grupo de trabajo Zero Mercury.


Falta de control


En efecto, la alta presencia de pescado español en la estadística se explica en parte por la importancia de España en este sector. Según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente —de 2014— España, con más del 20% de las capturas comunitarias y el 17,5% de la producción acuícola, es líder pesquero en Europa y ocupa el puesto 22 en el ranking mundial. Ese año, España gestionó, entre capturas, acuicultura e importaciones, 3,1 millones de toneladas de pescado de las que, aproximadamente un 64%, se quedaron en nuestras fronteras. Somos además uno de los principales consumidores de este alimento. Mientras en Europa se consumen unos 20 kilos de pescado por persona y año, en España esa cifra se dispara hasta los 44 kilos. Un informe publicado por el Gobierno en 2011 mostró que los españoles tenían 10 veces más mercurio en su organismo que los alemanes, estadounidenses o canadienses.
De los datos anteriores cabría esperar que España estuviera no sólo entre los países que más alertas reciben, sino también, y sobre todo, entre los que más notificaciones emiten. No ocurre así. Es más, nuestro país sólo emitió un aviso por mercurio en pescado en todo 2017, en una partida de pez espada congelado procedente de Indonesia.
“No tiene mucho sentido. Y no tenemos una explicación, pero parecería que aquí no se hacen muchos muestreos”, dice Ramos.
El sistema RASFF establece los niveles máximos de sustancias tóxicas a partir de la cual un país puede emitir una alerta, pero las pruebas no se realizan sobre todas las partidas de pescado, sino que responden a muestreos aleatorios. La disparidad entre países es evidente. Sólo así se explica que un solo Estado miembro, Italia, haya emitido 98 de los 140 avisos (79 de ellos por pescado español). El resto de alertas se reparten mayoritariamente entre Holanda (18) y Francia (16), a las que se suman notificaciones aisladas de Bélgica, Suiza, Portugal, Alemania, Chipre o Reino Unido, entre otros.
Este periódico ha preguntado a la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición sobre el tipo de muestreos que se hacen en España, pero a fecha de publicación de este artículo, no ha obtenido respuesta.


Cada vez más mercurio


Que el pescado procedente de España tenga mercurio no significa que este haya sido producido en nuestro país. Este metal pesado proviene en una pequeña proporción de fuentes naturales —como las erupciones volcánicas, por ejemplo— y en su mayoría por las actividades humanas que se desarrollan en todo el planeta. El mercurio puede viajar miles de kilómetros a través del aire hasta que se deposita en sistemas terrestres o acuáticos, donde pasa enseguida a la cadena trófica.
“Cada vez hay más y está apareciendo en sitios donde nunca ha habido mercurio”, alerta Leticia Baselga, experta de Ecologistas en Acción en este tóxico.
El principal problema del mercurio, de hecho, es que nunca desaparece, sino que se va acumulando, aumentando su concentración. Por eso, los peces con mayor riesgo para el consumo son aquellos que viven más tiempo, que son más grandes y que se alimentan de otros peces que también lo ingieren. En España, afecta sobre todo al atún, al pez espada, al merlín o a los distintos tipos de tiburón.
Según la normativa comunitaria, el nivel máximo permitido de mercurio en los productos pesqueros es de 0,5 miligramos por kilo, aunque en peces grandes se ha aumentado hasta 1 miligramo por kilo porque casi todos superan el umbral anterior. El Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA), no obstante, estima límites más estrictos en base a la ingesta máxima semanal de metilmercurio (1,6 microgramos por kg de peso corporal por semana).


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