jueves, 30 de julio de 2015

Argentina: “La Córdoba delasotista es el paradigma de un modelo de policialización social”

Por Mariano Pacheco




Sergio Job es Abogado, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Doctor en Ciencias Políticas y Diplomado en Seguridad Ciudadana. Ha defendido a vecinos que ocuparon tierras para construir viviendas, a trabajadoras sexuales, y detenidos en protestas sociales, entre otros sectores. En diálogo con este medio, conversa sobre  las políticas de seguridad de Córdoba, y las lógicas de “inseguridad” que parecen haberse instalado más allá de las fronteras provinciales, e incluso, de las nacionales.
–¿Cómo caracterizas la política de seguridad de la provincia?
–La Córdoba delasotista es el paradigma de la policialización social, mostrando la mayor cantidad de policías por habitantes del país (con 1 cada 141 habitantes), que ha redundado en el fortalecimiento de la mafia policial, el incremento de su ya enorme poder corporativo, el crecimiento exponencial de los casos de gatillo fácil y en tasas de criminalización de la protesta social realmente preocupantes para cualquier concepto de democracia que se tenga. Pero claro, este modelo no es una “invención  del cordobesismo”, sino un problema internacional.
–¿Una lógica Mundial?
–Sí, para hablar de lo cercano, hay que decir que el continente entero se encuentra hoy en día sumergido en una supuesta guerra contra la inseguridad y el narcotráfico, que ha llevado al incremento de las fuerzas de seguridad interior. Políticas que han mostrado un profundo fracaso, porque ha crecido de manera alarmante la comisión de delitos organizados y menores, y la violencia social generalizada parece haber llegado para quedarse en nuestras tierras. Estos resultados dan qué pensar sobre la eficacia y efectividad que la “policialización” y el “control social” general tienen para otorgar mayores seguridades a los ciudadanos. Por el contrario, parecen arrastrar al conjunto social hacia un espiral de violencia con nefastas consecuencias para la vida social, cultural, material, moral y hasta biológica de nuestros pueblos. Inseguridad, entonces, es el nombre del Caballo de Troya que el poder mundial ha utilizado para desplegar y alinear las tropas en esta nueva cruzada de los poderosos para mantener a raya a las experiencias de organización social más avanzadas que muestra nuestro continente, y para contener los enormes contingentes de pobres dentro de marcos territoriales concretos que permiten su administración de manera segura para el poder.
–¿Y qué rol juegan los “medios de comunicación hegemónicos” en todo esto?
–Mucho. Por ejemplo, las empresas transnacionales de comunicación masiva, apuestan por el temor y la paranoia, y reclaman la profundización de sociedades de control y represión. A veces parece alarmista, pero la sincronización de diversas esferas gubernamentales (estatales y para-estatales), parece estar más cercana a una película sobre distopías futuras o el producto de una mente paranoica preocupada por encontrar conspiraciones por doquier, que otra cosa. Pero los medios fortalecen un imaginario beligerante que no tiene nada de improvisado: para nuestra preocupación, se trata de planificaciones teorizadas, diseñadas e implementadas desde los centros de poder para nuestro continente. Es una suerte de nuevo Plan Cóndor para Nuestra América.
La “espectacularización” de la violencia
Doctor en Ciencias Políticas, Job intercala sus actividades profesionales con la docencia (es profesor de Sociología Jurídica en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de  la UNC), y la investigación, que desarrolla en el marco del Colectivo de Investigación “El llano en llamas”. También participa del asesoramiento jurídico de la Cooperativa de Carreros y Recicladores La Esperanza y es militante del Encuentro de Organizaciones.
–¿No hay una lógica que se instala, también, a nivel social?
–Por supuesto. Por eso quienes queremos defender la democracia, más allá de qué entendamos por ésta, debemos estar atentos a las dinámicas que la materia de seguridad va tomando en estas tierras. La ofensiva del poder no se limita a lo conocido, sino que como todo sueño totalitario, busca nuevas formas de avanzar, de ocupar cada resquicio, para lograr así una sociedad controlada y administrada hasta en sus mínimas expresiones y modos de estar. Es así que el nuevo vocabulario que para la materia veremos emerger desde el presente hacia futuro, irá mechando seguramente una prédica cada vez más violenta que busque generar acuerdos y naturalización de las prácticas más arcaicas y repugnantes, junto con un supuesto espíritu de libertad y respeto de la condición humana. Ejemplos de esto: el reclamo de la implementación de la pena de muerte o las torturas de modo legal, la cada vez mayor “espectacularización” de la violencia en todas sus formas; el intento de gestar una participación ciudadana activa en términos de seguridad entendida de ese modo: apostar a la colaboración (complicidad) activa de todos (contra todos), en el control y la represión social, con la consecuente ruptura de los lazos comunitarios que aún quedan entre los gobernados.
–¿Y en perspectiva?
–El camino para avanzar en mayor seguridad para nuestra vida, la de nuestros seres queridos y de la sociedad toda, parece estar lejos de los paradigmas que se imponen desde el norte hacia el sur del continente. Por el contrario, es en la creación de redes comunitarias firmes, que busquen romper las fronteras sociales y territoriales que ese poder diseña, utiliza y profundiza, donde parece estar la punta del ovillo para desatar esta maraña de violencia y control donde nos encontramos, literalmente, encerrados. Romper ese encierro y fortalecer esas redes son parte de la apuesta. El futuro dirá.

*Publicada en la edición Córdoba del diario El Argentino (miércoles 29 de julio de 2015)
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