Sobre cómo establecer y financiar un régimen global de mitigación y adaptación al cambio climático, y cómo generar un diálogo efectivo en los medios de comunicación, discutieron expertos en Bonn.
A largo plazo, el ser humano sólo podrá enfrentar el cambio climático si reduce drásticamente su dependencia de los combustibles fósiles. En ello coincide la comunidad científica internacional, y también los asistentes al recién concluido Global Media Forum de la Deutsche Welle, en Bonn. Si bien hay quienes consideran poco realista y nada aconsejable renunciar a alguna de las fuentes de energía hoy disponibles, nadie duda que la tendencia general tendrá que ser, al menos, hacia el aumento asociado de otras fuentes de energía.
Pero, a corto plazo, urge reducir las emisiones de gases con efecto invernadero (generados a partir de carbón, gas natural y petróleo), “de lo contrario el largo plazo se acortará cada vez más” y el clima podría cambiar sin que el ser humano tuviese tiempo suficiente para adaptarse, recordó Gernot Keppler, economista ambiental del Instituto de Investigación de la Economía Mundial de la Universidad de Kiel.
Estimaciones iniciales revelan que serían necesarios unos 70 a 100 billones de dólares anuales para la reducción global de emisiones, más otros 40 billones para la adaptación tecnológica. Y esto sólo podrá financiarse con un “régimen climático global”, basado en la cooperación internacional para compartir tan elevados costos, con el compromiso tanto los de países desarrollados como de los llamados países en vías de desarrollo. En su base: una suerte de “justicia climática global”, basada en niveles diferenciados de responsabilidad histórica y de impacto de las consecuencias ambientales.
Economía global del clima, ¿con justicia?
Los países en vías de desarrollo reclaman que las naciones industrializadas deben responsabilizarse con la mayor parte de los recursos financieros y la tecnología que requiere la adaptación en el mundo en desarrollo, así como encabezar la reducción de emisiones. 10.000 millones de dólares fueron prometidos a las naciones pobres en diciembre pasado en Copenhague, pero no se logró un acuerdo vinculante sobre reducción de emisiones de las naciones desarrolladas, o sobre el freno a su incremento en las economías emergentes.
“Esta sería la solución más justa, pero no funciona políticamente” – advirtió Keppler – en parte, por la resistencia de algunos países a asumir sus costos financieros, y en parte por la persistencia de sociedades escépticas como, por ejemplo, la estadounidense. China y EE.UU. emiten alrededor del 20 por ciento global de los gases con efecto invernadero, mientras la Unión Europea emite el 14 por ciento, seguida de Rusia e India, con 5 por ciento cada uno.
Para llegar a compromisos internacionales vinculantes, es necesario que un actor clave como EE.UU., que se ha negado a firmar protocolos como el de Kyoto, dé el primer paso, para que otras potencias como China, Rusia o India, lo hagan – insistió Keppler. Sin embargo, para Joyeeta Gupta, profesora de legislación y política ambiental en la Universidad Libre de Amsterdam, la solución alternativa podría estar en que Europa cambie de socios comerciales y políticos estratégicos y logre un acuerdo asiático-europeo, que presione a EE.UU. a cambiar su tendencia a la imposición global de “sus propias reglas”.
Países en desarrollo
Los países desarrollados exigen, a su vez, que el resto de la comunidad internacional asuma responsabilidades en el proceso de adpatación al cambio climático. “¿O es que acaso los países en vías de desarrollo no harán algo, llegue o no llegue el financiamiento?” – se preguntan algunos con cierta dosis de escepticismo. “La mayoría de los países en desarrollo sí tienen políticas para reducir sus emisiones, sólo que quieren no mostrarlas como ‘un regalo’ a los países industrializados en la arena política internacional”, aclaró la profesora holandesa de política ambiental, Joyeeta Gupta, durante este Global Media Forum.
“Ellos quieren – con cierta justicia – que se respete el acuerdo original que prevee obligaciones históricas en la cooperación para el desarrollo en el ámbito climático”, recordó Gupta.
¿Cómo causar impacto en la opinión pública?
En esta pelea global contra los ‘demonios’ del clima, “los medios buscan historias, noticias y el problema con el cambio climático es que se ha llegado a un consenso creciente sobre él, ya ha sido aceptado y ha dejado con ello de ser noticia”, explicó Fiona Harvey, corresponsal de medio ambiente del Financial Times. El tema resurge, oportunistamente, “de cumbre en cumbre, con nuevas historias”, o con grandes catástrofes (como el terremoto en Haití), y ello hace crecer el escepticismo en diversos sectores, comentó la periodista.
“Y el problema es que los escépticos tienen los argumentos más ‘sexys’, los que más se acercan a las ideas asentadas en el sentido común de la mayoría”, agregó Harvey. Para Keppler, sin embargo, el problema está en seguir desproporcionadamente el principio de “objetividad” de los medios: “si el 99 por ciento de los científicos está esencialmente de acuerdo en que el cambio climático es real y tendrá efectos negativos, ¿por qué tendría la minoría escéptica que tener igual peso de opinión en los medios?”, reprochó el economista ambiental del instituto de Kiel.
¿Cuál sería entonces el titular para involucrar a los escépticos? Quizás: “Carbon kills” – en español, algo así como, “El CO2 mata”, propuso la corresponsal de medio ambiente del Financial Times a una periodista brasileña, con un guiño no menos escéptico. Y es que el reto mayor – con el que los medios, por supuesto, pueden contribuir con más que titulares sensacionales – está en concretar, con urgencia, a corto plazo, voluntades políticas de regiones, naciones, organizaciones y ciudadanos, para establecer y financiar definitivamente el ya tan largamente discutido “régimen climático global”.
Autora: Rosa Muñoz Lima
Editora: Emilia Rojas Sasse
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