viernes, 8 de enero de 2021

08.01.2021 CURSO VIRTUAL Y PRÁCTICO: ¿QUIERES APRENDER SOBRE LAS ESPECIES DE ÁRBOLES DE LA CIUDAD DE LA PAZ?

 





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Antropoceno: los materiales fabricados por el hombre ya pesan tanto como el conjunto de la biomasa


Fuentes: The conversation [Foto: Shutterstock / Tom Falcon Harding]

Nuestras limitaciones siempre han determinado nuestras vidas. También las de nuestros ancestros más remotos, en la última edad de hielo.

Dado que no teníamos ni la fuerza ni la velocidad para cazar grandes presas, ni tampoco dientes afilados o garras para desgarrar la carne, fabricamos jabalinas, cuchillos de sílex y rascadores. Tampoco teníamos pieles gruesas, pero tomamos las de otros animales. Conforme el hielo se fue retirando, fuimos disponiendo de mejores medios para aumentar nuestra supervivencia y confort, como por ejemplo casas de piedra, arados y vehículos con ruedas. Todos estos avances permitieron la existencia de pequeños oasis de civilización en medio de una naturaleza salvaje que parecía no tener fin.

La idea de que la grandeza del mundo natural empequeñece a la humanidad y sus avances ha sido siempre muy persistente. De hecho, alcanza nuestra época, cuando se ha traducido en la preocupación sobre el hecho de que la acción humana está provocando fenómenos como el cambio climático o la extinción de especies. ¿Cómo ha podido producirse algo así, si nosotros somos tan pequeños y la naturaleza tan grande?

Un nuevo estudio publicado en la revista Nature por un equipo de investigadores del Instituto Weizman de Israel le da un vuelco a esta visión. El conjunto de lo construido por el hombre (y es algo que se cumple precisamente en este año espeluznante) posee ya la misma masa que todos los organismos vivos del planeta. El empuje del hombre no deja de incrementarse, mientras que el de la naturaleza sigue menguando. El escenario de ciencia ficción de un planeta sometido a la ingeniería ya está aquí.

Parece un cálculo simple, aunque en la práctica es endiabladamente complejo. Pero este equipo tiene experiencia en la tarea de enfrentarse a retos imposibles. Hace un par de años se entrenaron completando la primera parte del cálculo, la masa de todos los organismos vivos del planeta, incluyendo la de los peces del mar, la de los microbios del subsuelo, la de los árboles de la tierra, la de los pájaros del cielo y mucho más. En este momento la biosfera de nuestro planeta tiene un peso de algo menos de 1,2 billones de toneladas (hablamos de masa seca, sin contar el agua), y de ella lo que más pesa son los árboles. De hecho, antes de que el ser humano iniciara la deforestación del planeta, el peso de los árboles era aproximadamente el doble (y en este momento sigue reduciéndose).

Dos grandes troncos de árbol en un bosque

Pesos pesados. Andreas C. Fischer / shutterstock

En esta ocasión, los investigadores han escarbado en las estadísticas de producción industrial y de flujos de masa de todo tipo para determinar el crecimiento desde principios del siglo XX de lo que ellos denominan “masa antropogénica”.

Esta se compone de todas las cosas que construimos (casas, coches, carreteras, aviones y una inmensa variedad de otros objetos). Y aquí el patrón que determinaron fue notablemente distinto. La cosas que construimos alcanzaron una masa total de en torno a 35 000 millones de toneladas en el año 1900, y dicha masa prácticamente se duplicó a mediados del siglo XX.

Posteriormente, la ola de prosperidad que se produjo tras la Segunda Guerra Mundial, la denominada “Gran aceleración”, hizo que esa cantidad se multiplicara varias veces hasta alcanzar el medio billón de toneladas a finales de siglo.

En los últimos 20 años dicha cantidad se ha vuelto a duplicar, lo que ha hecho que este año el volumen de masa sea equivalente al de los organismos vivos. Y en los próximos años este será ampliamente superado (para 2040 se triplicará) si las actuales tendencias se mantienen.

El puente de hormigón de una autopista visto desde abajo.

El hormigón supone la mayor parte del peso. Lijphoto / shutterstock

¿Pero qué es lo que construimos exactamente? Hablamos de una variedad de objetos extraordinaria y creciente. El número de “tecnoespecies” en este momento supera con creces el número de especies biológicas, que se estiman en nueve millones. Su número exacto, de hecho, excede las extraordinarias capacidades de cálculo de este equipo científico. Pero todos estos objetos pueden descomponerse en los materiales que los forman, y de ellos el hormigón y los conglomerados se llevan la parte del león (unos cuatro quintos). Luego vendrían los ladrillos, el asfalto y los metales. En esta escala, los plásticos serían un componente minoritario (y, sin embargo, su masa conjunta es en este momento mayor que la de la suma de todos los animales del planeta).

Se trata de un estudio revelador, muy meticuloso e increíblemente claro en lo referente a las medidas que incluye y excluye. No incluye, por ejemplo, las rocas y las masas de tierra desplazadas con maquinaria para construir edificios, ni tampoco todos los escombros rocosos generados en la actividad minera. Se estima que ambas actividades generan anualmente en torno a 33 000 millones de toneladas de estos materiales. A eso hay que añadirle las masas de tierra que generamos, en ocasiones de forma injustificada, al arar las tierras de cultivo o permitir que dichos materiales se sedimenten en las presas. Además, los seres humanos hemos usado de forma prolongada y luego desechado 30 billones de toneladas de diversos recursos del planeta.

Da igual cómo se interpreten los datos, ya que la tesis final que sostienen los investigadores de este estudio revolucionario pone el dedo en la llaga y va en concordancia con otros análisis recientes que también hemos tenido en cuenta. Desde mediados del siglo XX, la Tierra ha entrado en una nueva era determinada por la actividad humana; una era en la que ya no rigen las condiciones estables del Holoceno, sino que viene cargada de incertidumbres y en la que las condiciones cambian rápidamente: el Antropoceno. En este sentido, el peso de la evidencia científica parece indiscutible.

Jan Zalasiewicz. Professor of Palaeobiology, University of Leicester

Mark Williams. Professor of Palaeobiology, University of Leicester

Este artículo fue publicado originalmente en inglés

Fuente: https://theconversation.com/antropoceno-los-materiales-fabricados-por-el-hombre-ya-pesan-tanto-como-el-conjunto-de-la-biomasa-151861




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La ultraderecha, la extorsión social y la agresión a ambientalistas en Chiapas


Fuentes: Rebelión

El racismo y el clasismo han estado presentes en Chiapas y fueron parte de las principales causas de la rebelión indígena de 1994.

El Gobierno de Salinas de Gortari (1988-1994) y de Ernesto Zedillo (1994-2000) fomentaron el Manual de contrainsurgencia de Fort Braggs impulsando la presencia de los grupos paramilitares, los cuales financiaron y armaron, los cuales realizaron múltiples acciones contra la población civil. Tal es el caso de la que se llevó a Cabo en Acteal, municipio de Chenalho, en diciembre de 1997, la cual llevo al desplazamiento forzado de más de 50.000 indígenas del norte y altos de Chiapas.

Con los Gobiernos de Vicente Fox (2000-2006) y de Felipe Calderón (2006-2012) se decidió mediante programas sociales asistencialistas comprar la resistencia de las comunidades indígenas, resquebrajando el tejido social comunitario ante la negativa de cumplir los acuerdos de san Andrés y la traición a la Ley Cocopa de Derechos indígenas. Muchos pueblos indígenas optaron por el camino de la autonomía y la creación de sus Juntas de Buen Gobierno.

Los gobiernos panistas carentes de sensibilidad social generaron grupos afines en los que se desarrolló una política de cooptación basada en privilegiar lo privado y el individualismo, en que rompieron los mecanismos de solidaridad, tequio y golpear estructuras comunitarias como los principales o autoridades a nivel local. Esto ha llevado a que en algunas comunidades se persiga a la disidencia, se hostigue a los rezadores tradicionales y el Nuevo Testamento se convierta en ley suprema.

En el colmo de estos ejercicios se ha profundizado la presencia de cárteles del narcotráfico (que han diversificado sus actividades: huachicoleo, migrantes-polleros, tratantes de blancas, control de piso, extorsión, secuestro exprés) que bajo la presión de las armas atacan cualquier disidencia política. La mejor expresión del conflicto se expresa en el municipio de Chamula, en el cual fue asesinado en la plaza pública el presidente constitucional (esto se agravó en el sexenio de Peña Nieto (2012-2018) y del gobernador Manuel Velasco).

En Chiapas existen múltiples conflictos en municipios indígenas por la actitud racista/clasista de los funcionarios y por la profunda división que ocasionaron en las comunidades en las que con la finalidad de obtener prebendas políticas, sin ninguna planeación, y con la finalidad de sacar votos, desarrollaron un populismo de derechas en el que actualmente la gente se moviliza para sacar algo de dinero, tinacos, domos, mangueras, lanchas, carros o lo que sea y las autoridades ceden ante auténticos procesos de extorsión social en los que amenazan con bloquear carreteras, quemar oficinas y amarrar funcionarios, algo así como el viejo oeste de la ley del más fuerte, en el que pareciera que el Gobierno tolera y fomenta dichos grupos.

Sin embargo han cambiado los actores políticos. Anteriormente la izquierda es la que encabezaba estos procesos y actualmente son grupos ligados al PRI, partido verde y grupos anti 4T.

En Chiapas, de acuerdo con el investigador Jorge López Arévalo, desde 1994 se ha presupuestado en el Estado más dinero que en el Plan Marshall de reconstrucción de Europa al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Existen mercados negros de láminas, blocs, material de agricultura, de varias cosas que son revendidas por los beneficiarios y que los mantiene en la pobreza permanente para que no los excluyan del padrón de apoyo gubernamental generando condiciones perversas.

El papel de las fundaciones y las ONG en el Estado es importante, la Kellogg’s maneja más presupuesto que la Secretaría de Pueblos Indígenas del Gobierno del Estado de Chiapas y tiene presencia en comunidades indígenas de los Altos y Selva.

Sin embargo en muchas comunidades basados en la Biblia, y en su constitución de los pueblos elegidos de Dios, tienen un discurso fundamentalista en el que se están generando odios y amenazas. Tal es el caso de fundaciones internacionales dirigidas por fomentadores del odio que abiertamente han llamado en redes sociales a matar “a todos los comunistas, zapatistas y militantes de Morena” y que abiertamente han expresado la necesidad de crear grupos de autodefensas armados que se opongan al gobierno de AMLO. Sus intereses abiertamente fascistas y de ideología nazi que están permeando en comunidades y barrios, deberían ser una fuerte preocupación para cualquier ciudadano que crea en los principios democráticos.

El 29 de diciembre del 2020 en la ciudad de San Cristóbal de las Casas fue atacado un grupo de ambientalistas que defienden el área natural protegida de los humedales de Montaña. La agresión se suma a la acción que realizaron 15 días antes, en la que secuestraron al director de Ecología municipal por la elaboración de las zanjas de infiltración en la salida a Comitán sobre el boulevard a plena luz del día, en el que se expresaron tácticamente como un grupo de choque paramilitar bloqueando caminos y desafiando al Estado mexicano.

No hay que ver la agresión a los ambientalistas como un caso aislado , forma parte de un proceso de desestabilización de una organización que se opone a la destrucción de la naturaleza y que ha logrado articular a las colonias de la zona norte, sur, oriente, poniente y centro y sur de la ciudad, ha puesto como punto central la defensa del agua, el bien común y el patrimonio natural, generando una fuerte simpatía de la sociedad civil y que lo hacen el movimiento social con mayor legitimidad actualmente en el Valle de Jovel.

En el centro de los humedales de montaña María Eugenia se encuentra un lugar sagrado de diálogo ecuménico en el que han confluido diversas expresiones religiosas; la vicaría social de la diócesis de San Cristóbal ha estado presente, presbiterianos, mormones, sacerdotes mayas y sociedad civil han estado juntos con la finalidad de generar un encuentro espiritual en defensa de la naturaleza. Esa posibilidad de diálogo intercultural es lo que ofende al pensamiento único que se expresa en la intolerancia y el odio que ataca ambientalistas.

Llamamos al Estado mexicano a defender los humedales, pero sobre todo la biota que ahí se genera y la vida de los ambientalistas.

Pedimos su acción urgente antes de que sea demasiado tarde.



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Las tres amenazas más graves para la vida en 2021








Fuentes: CounterPunch [Plantas de celulosa en una noche de diciembre, Wauna (Oregón). Foto: Jeffrey St. Clair]






Enormes zonas del mundo, sin incluir a China ni a unos pocos países más, se enfrentan a un virus descontrolado que no se ha detenido a causa de la incompetencia criminal de los gobiernos.

El hecho de que estos gobiernos de países ricos dejaran de lado cínicamente los protocolos científicos básicos publicados por la Organización Mundial de la Salud y por las organizaciones científicas revela sus prácticas mezquinas. Todo lo que no sea centrar la atención en la gestión del virus mediante pruebas, rastreo de contactos y aislamiento -y si esto no es suficiente, entonces imponer un confinamiento temporal- es una temeridad. Es igualmente preocupante que estos países más ricos hayan seguido una política de “nacionalismo de vacunas” al acumular candidatos para las vacunas en lugar de una política para la creación de una “vacuna popular”. Por el bien de la humanidad, sería prudente suspender las normas de la propiedad intelectual y desarrollar un procedimiento que promueva vacunas universales para todos los pueblos.

Aunque la pandemia es el principal problema que ocupa nuestras mentes, hay otras cuestiones importantes que amenazan la longevidad de nuestra especie y de nuestro planeta. A saber:

Aniquilación nuclear

El 23 de enero de 2020, el Bulletin of the Atomic Scientists estableció el Reloj del Juicio Final peligrosamente cerca, a 100 segundos para la medianoche. El reloj, creado dos años después de que se desarrollaran las primeras armas atómicas en 1945, es evaluado anualmente por la Junta de Ciencia y Seguridad del Bulletin, que decide si mover el minutero o mantenerlo en su lugar. Para cuando vuelvan a ajustar el reloj, bien podríamos estar aún más cerca de la aniquilación. Los tratados para el control de armamentos, que son ya bastante limitados, no son más que papel mojado en la medida en que las principales potencias poseen cerca de 13.500 armas nucleares (más del 90% de las cuales están solo en manos de Rusia y Estados Unidos). La producción de este armamento podría hacer fácilmente que este planeta sea aún más inhabitable. La Armada de los Estados Unidos ha desplegado ya ojivas nucleares tácticas W76-2 de bajo rendimiento. Es urgente incluir en la agenda mundial una serie de pasos inmediatos hacia el desarme nuclear. El Día de Hiroshima, que se conmemora cada año el 6 de agosto, debe convertirse en una fecha más sólida de meditación y protesta.

Catástrofe climática

Un artículo científico publicado en 2018 llevaba un titular sorprendente: “La mayoría de los atolones serán inhabitables a mediados del siglo XXI porque el aumento del nivel del mar intensificará las inundaciones provocadas por las olas”. Los autores descubrieron que pueden desaparecer todos los atolones desde las Seychelles hasta las Islas Marshall. Un informe de las Naciones Unidas de 2019 estimaba que 1 millón de especies animales y vegetales están en peligro de extinción. Agreguen a esto los catastróficos incendios forestales y el severo blanqueamiento de los arrecifes de coral, y está claro que ya no podemos perder más tiempo con clichés sobre una cosa u otra como canarios en la mina de carbón de la catástrofe climática; el peligro no está en el futuro, sino en el presente. Es esencial que las grandes potencias -que no quieren sacudirse los combustibles fósiles- se comprometan con el enfoque de “responsabilidades comunes pero diferenciadas” establecido en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992 en Río de Janeiro. Es revelador que países como Jamaica y Mongolia ajustaran sus planes climáticos a las prescripciones de la ONU antes de finales de 2020, como exige el Acuerdo de París, a pesar de que estos países producen una pequeña fracción de las emisiones globales de carbono. Los fondos comprometidos con los países en desarrollo para que participen en el proceso están prácticamente agotados y la deuda externa se ha disparado. Esto demuestra una falta de seriedad fundamental por parte de la “comunidad internacional”.

Destrucción neoliberal del contrato social

Los países de América del Norte y Europa han aniquilado su función pública en la medida en que el Estado se ha entregado a los especuladores y las fundaciones privadas han mercantilizado la sociedad civil. Esto significa que las vías de transformación social en estas partes del mundo se han visto obstaculizadas grotescamente. La terrible desigualdad social es el resultado de la relativa debilidad política de la clase trabajadora. Es esta debilidad la que permite a los multimillonarios establecer políticas que hacen que aumenten las tasas del hambre. Los países no deben ser juzgados por las palabras escritas en sus constituciones sino por sus presupuestos anuales; Estados Unidos, por ejemplo, gasta casi 1 billón de dólares (si se suma el presupuesto estimado de inteligencia) en su maquinaria de guerra, al tiempo que dedica una fracción de esa cantidad a bienes públicos (como atención médica, algo que se ha puesto en evidencia durante la pandemia). Las políticas exteriores de los países occidentales parecen estar bien lubricadas por acuerdos de armas: los Emiratos Árabes Unidos y Marruecos acordaron reconocer a Israel con la condición de que compraran 23.000 millones y 1.000 millones de dólares, respectivamente, en armas fabricadas en Estados Unidos. Los derechos de los palestinos, los saharauis y el pueblo yemení no influyeron en estos acuerdos. El uso de sanciones ilegales por parte de Estados Unidos contra 30 países, entre ellos Cuba, Irán y Venezuela, se ha convertido en parte normal de la vida incluso durante la crisis de salud pública de la COVID-19. Es un fracaso del sistema político que las poblaciones del bloque capitalista sean incapaces de obligar a sus gobiernos, que en muchos aspectos son democráticos sólo de nombre, a adoptar una perspectiva global ante esta emergencia. Las crecientes tasas del hambre revelan que la lucha por la supervivencia es el único horizonte de miles de millones de personas en el planeta (siempre que China sea capaz de erradicar la pobreza absoluta y eliminar en gran medida el hambre).

La aniquilación nuclear y la extinción debido a la catástrofe climática son amenazas gemelas para el planeta. Mientras tanto, para las víctimas del asalto neoliberal que ha asolado a la generación pasada, los problemas a corto plazo para sustentar su mera existencia desplazan preguntas fundamentales sobre el destino de nuestros hijos y nietos.

Problemas globales a tal escala requieren de cooperación global. Las principales potencias, presionadas por los Estados del Tercer Mundo en la década de 1960, acordaron el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de 1968, aunque rechazaron la muy importante Declaración sobre el Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional de 1974. Ya no existe el equilibrio de fuerzas necesario que impulse esa agenda de clase en el escenario internacional; las dinámicas políticas en los países de Occidente en particular, pero también en los Estados más grandes del mundo en desarrollo (como Brasil, India, Indonesia y Sudáfrica) son necesarias para que cambie la naturaleza de los gobiernos. Es necesario un internacionalismo sólido que preste una atención adecuada e inmediata a los peligros de la extinción: por guerra nuclear, por catástrofe climática y por colapso social. Las tareas que tenemos por delante son abrumadoras y no pueden aplazarse.

Noam Chomsky es un lingüista, filósofo y activista político legendario. Es profesor laureado de lingüística de la Universidad de Arizona. Su libro más reciente es Climate Crisis and the Global Green New Deal: The Political Economy of Saving the Planet.

Vijay Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es compañero de redacción y corresponsal-jefe de Globetrotter. Es editor-jefe de LeftWord Books y el director del Tricontinental: Institute for Social ResearchAsimismo, es miembro destacado no residente del  Chongyang Institute for Financial Studies, Universidad Renmin de China. Ha escrito más de 20 libros, entre ellos The Darker Nations y The Poorer Nations. Su último libro es Washington Bullets, con una introducción de Evo Morales.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2021/01/06/three-major-threats-to-life-on-earth-that-we-must-address-in-2021/




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miércoles, 6 de enero de 2021

El año de las pandemias


Fuentes: La voz del Sur [Foto: En verde, cultivos destinados al consumo humano (55%); en violeta, cultivos destinados a alimento para animales (36%) y combustibles (9%). Fuente: National Geographic.]

Aún no sabemos cómo describir el difunto 2020, ese año inefable. Casi que cometemos un error cada vez que intentamos ponerle un mote. Unos apuestan por “el año de la pandemia”, como si otros años no hubiera pandemias. Otros dicen “el año del coronavirus”, como si esta fuera la primera epidemia de coronavirus, y no la tercera vez en veinte años que una nueva especie de coronavirus se transmite de animales a humanos.

En todo caso, el 2020 sería el año de las pandemias—o de las aspirantes a tales. En estos momentos, mientras Europa se repliega en una Navidad atípica —con o sin pavo—, otra epidemia descontrolada se propaga por su territorio. Cientos de miles de aves han sido ya sacrificadas debido a una nueva cepa de gripe aviar H5N8 altamente patógena, que puede transmitirse de las aves de corral a humanos. De momento, según nos cuentan, no representa un riesgo para nosotros (se nos contagia poco y es sólo una gripe—por si a alguien le suena la coletilla), pero en su periplo por el mundo, de oca en oca y de pollo en pollo, el virus va mutando; en Cantabria ha aparecido ya en un ave silvestre.

Nada nuevo, en el año de las pandemias. Europa no está sola en esto. Desde principios de 2020 hemos visto cómo se producían en China y Filipinas varios brotes de gripe aviar H5N6, que se transmite a humanos. Durante el verano China encadenaba brotes de gripe porcina G4, que también se transmite a humanos. Difícil una lista completa: gripe porcina en Brasil, gripe aviar en Egipto, en Japón, en Corea, en Irán… por no hablar del “anterior” coronavirus, MERS-CoV, que sigue introduciéndose en camelleros árabes. Todos ellos con el potencial de saltar de animales a humanos, es decir, con el potencial de convertirse en la próxima pandemia.

Por bizarro que parezca, en este momento la gran mayoría de aves y mamíferos en el planeta son animales de granja. La biomasa de cerca de 10.000 especies de aves y 6.400 especies de mamíferos suma menos que la del cerdo, la vaca y el pollo. Regiones como Europa destinan dos veces más campos de cultivo a alimentar a animales que a alimentar a personas (mientras, en otras partes del globo, unos nueve millones de personas mueren de hambre cada año). El español promedio ha multiplicado por cinco la cantidad de carne que consumía en 1960; el chino promedio, por más de diez. Para que la industria cárnica fuera sostenible, el consumo de carne de muchos países tendría que descender a menos de la mitad. España, que se puso a la cabeza de Europa en 2020, tendría que reducirlo a menos del 20%.

Esas granjas y cultivos destinados a pienso no brotan de la nada, sino sobre las cenizas de ecosistemas destruidos. Conforme avanza la agricultura y retrocede la maleza, el ser humano se aproxima a especies con las que no estaba previamente en contacto, como las que nos transmitieron el ébola, el VIH o el nuevo coronavirus. O, casi peor, aproxima a estas especies sus animales de granja, seleccionados para que tengan las mismas cualidades, lo cual los convierte en clones genéticos cada vez más vulnerables a las epidemias. Incluso si la enfermedad tiene otro origen, el hacinamiento industrial de animales supondrá siempre un problema: mientras que las cifras oficiales no llegan a los dos millones de víctimas humanas de coronavirus, sólo en Dinamarca se han sacrificado 17 millones de visones, tras detectar entre ellos “una cepa altamente peligrosa” (sobre todo, visto lo visto, para los visones).

No hablamos aquí de dietas saludables, ni de una consideración ética de los animales. Ni siquiera mentaremos el fantasma del cambio climático, los gases invernadero o los litros de agua que cuesta fabricar un gramo de carne. Hablamos simplemente de no sembrar futuras pandemias, y, desde este punto de vista, restringir en lo posible el consumo de carne no es una deferencia hacia los animales, sino hacia el ser humano.

“El año de la pandemia”, que tiene su comienzo simbólico en un mercado de animales de Wuhan, lo ha sido también de numerosos brotes epidémicos relacionados con la industria cárnica. Si una “nueva normalidad” genuina fuera imaginable, sería un escenario donde la población mundial redujera drásticamente su demanda de esta clase de productos. Desafortunadamente, el año que sale nos ha dejado claro, en todos los frentes, que casi nadie desea una “nueva normalidad”—que sería, en realidad, la primera normalidad que conociéramos. Hemos visto, día tras día, cómo el grueso de la población, sus líderes y representantes, se aferran tenazmente a las manías y obsesiones de ayer, presos de las inercias veteronormales. Como indicaba la epidemióloga Delia Grace a propósito de nuestra relación con los animales, “el mundo está tratando los síntomas de la pandemia de covid-19, pero no las causas”. Intentando regresar desesperadamente a lo que teníamos, para volvernos a situar a diez centímetros del precipicio.

Fuente: https://www.lavozdelsur.es/opinion/ano-pandemias_254128_102.html






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sábado, 12 de diciembre de 2020

Con Palestina: porque la emergencia climática no nos afecta a todas por igual


Fuentes: Rebelión

Participando del movimiento contra la emergencia climática (EC) con distintos grupos, el otro día que se celebraba el día de solidaridad con la causa palestina, me encontré con una situación interesante.

No era mi objetivo que dicha organización se posicionara, sino el informar. Pero al hacerlo se me comentó que la organización había decidido no tocar el tema de Palestina por no ser estrictamente climático. Lo entiendo, y entiendo que muchas veces hay que acotar lo que hacemos para no dispersarnos, para concentrar energías en una cosa y también de cara a la calle, para tener una posición más concreta. El siguiente argumento era que el cambio climático no discernía, que iba a afectar de igual forma tanto a las personas palestinas como a judías. Y en eso tampoco tengo nada que rebatir. O sí: afectará a las dos, sí, como al final afectará a todo el mundo (o está afectando), PERO NO POR IGUAL.

Atendiendo a una de las máximas más populares del movimiento climático “Cambiar el sistema, no el clima!” también tenemos ese análisis, a no ser que lo reduzcamos mucho hasta pensar que lo que hay que cambiar del sistema sólo es lo referente al clima! El cambiar el sistema es todo ello, y muchas de las cosas que incluye son otras injusticias, de género, de clase, laborales, raciales o entre pueblos. Por lo tanto, quizás no debemos perocuparnos de todas cuando hablamos de clima, pero sí tener la certeza que igual que el clima, hay otros aspectos afectados unidos a él.

Por lo demás, de lo poco que se puede rescatar de todas las decisiones y políticas institucionales que se han llevado a cabo en estos casi 30 años a nivel internacional (desde las conferencias de Nueva York y Río en 1992, a la de Kioto en 1997 y posteriores), la que más consenso y afianzada ha estado de siempre es el diferente nivel de responsabilidad de los distintos países para con la emergencia climática. Y ahí habría que añadir además de los distintos países, a las distintas clases, las distintas comunidades, géneros, etc. Por lo tanto, sí: judíos y palestinos sufrirán (sufren) los efectos de la emergencia climática, pero no por igual.

Y principalmente la razón estriba en el problema político que sufren desde que se creó el estado de Israel, que no es otro que la hegemonía de este último y el continuo expolio de territorio y recursos palestinos. O más aún, la política sistemática de hacerles la vida imposible, de ocupar sus territorios desde 1967, de destruirles sus cultivos, sus casas, de cercarles, de impedirles acceso, impedirles energía, impedirles organizarse, el hecho de abusar de ellos laboralmente… o de falta de financiación, pues los impuestos pagados por palestinos no se reinvierten allá (se calcula que así se pierden 350 millones de dólares al año). Niveles de acoso y derribo que rallan el genocidio.

En esa situación, sin agua, sin tierra, sin accesos para comercio, sin energía… el cambio climático afectará mucho más a la población palestina. Sin duda. Pero además, ese efecto, es provocado. Es resultado de una política de aniquilamiento.

Igualmente sabemos que no a todas las personas nos afecta por igual porque el que tiene medios (económicos) le puede hacer frente de una forma u otra, pero el que no los tiene no. La capacidad económica influye en cómo te afecte. Y es de sobra conocida que Israel ha impedido desarrollarse económicamente a Palestina, y que el pueblo palestino en Israel vive en la pobreza (por no hablar de los que aún viven en campos de refugiados).

Quizás falte cultura política, o histórica para ver eso, pero solo poniendo en el buscador “emergencia climática Palestina” los resultados son cientos, y en inglés muchos más. En cierta forma, esa es también la razón detrás de A Planeta, el aglutinar las luchas en torno al cambio climático de forma que no se excluyan causas de esa emergencia, u otros efectos parejos a la emergencia climática también a tener en cuenta. Y como razón de fondo el profundizar en que la razón final y lo que hay que cambiar (eliminar) es el capitalismo.

Como en muchas otras circunstancias, en este caso se da que una consecuencia se convierte también causa, porque añade otros elementos a la causa, al problema. En este caso, de la misma forma que es un efecto, el cambio climático se convierte también en elemento que incidirá más en el conflicto israelí-palestino. Sobre todo si no hay cambios de política, o si la política israelí continúa en la misma dirección. Sin embargo, la emergencia climática (EC) es ignorada en muchos de los informes sobre el conflicto. Pero sus pautas y desarrollo son simples de predecir. Actualmente, podemos observar que la política de ocupación militar israelí está incidiendo en la obtención de tierras y recursos, en parte empujados por una necesidad mayor debido a las condiciones derivadas de la EC, y con un efecto directo en el pueblo palestino de West Bank, la Franja de Gaza y los Altos del Golán. Las mismas Naciones Unidas, a través de su Programa de Desarrollo, consideran la ocupación israelí como un “riesgo” medioambiental en sí misma

En realidad, existe poco interés en la ciudadanía israelí y en el gobierno ante la emergencia climática, como lo han denunciado los activistas climáticos locales, como Strike 4 Future Israel. La única propuesta climática del gobierno pasa por utilizar el gas en lugar de otros combustibles fósiles. Una encuesta realizada en 2018 estableció que de 26 países encuestados, Israel era el menos preocupado por EC. Y en realidad eso puede ser debido a que su política expansionista ha sido utilizada para paliar esos efectos a través de recursos y territorio palestinos.

Mientras, científicos e instituciones palestinas proponen soluciones técnicas y prácticas que no fructifican por falta de voluntad. La Autoridad Palestina, tiene poca capacidad logística, pero en 2011 publicó una Estrategia Nacional de Adaptación al Cambio Climático. Cifraba un costo para implementar esas políticas en materia de agua y agricultura en 1.000 millones de dólares.

El oriente próximo es una de las zonas que por sus características (altas temperaturas, sequía, ) es afectada de consideración por la emergencia climática. Cada año tenemos los meses más calurosos, los veranos más calurosos, y allá el efecto es mayor. Este mayo tuvieron temperaturas de 40º, o 45º en Jericó. El verano se va a extender dos meses más y va a alcanzar los 50º, y los inviernos se están recrudeciendo. Las precipitaciones disminuirán hasta en un 25%, un cómputo muy elevado para una región con una pluviometría de por sí baja y una tierra árida. Pero además, las precipitaciones serán de forma más violenta: grandes tormentas, causando inundaciones, y el barrido de las capas fértiles. Mientras, menos lluvia significa que se secan arroyos, o que se multipliquen los incendios forestales. Tanto la sequía como las lluvias torrenciales inciden en la aridez del suelo, y por tanto en la pérdida de tierras propicias para el cultivo. Todo ello provoca aumento de enfermedades, productividad agrícola, daños de infraestructura, de propiedad, etc.

En esa situación de escasez de agua, el control de este recurso es vital. Los Acuerdos de Oslo conceden a Israel el 80% de los recursos acuíferos palestinos. El Comité Conjunto para el Agua es el órgano israelí cuyo cometido es controlar el uso del agua, también en territorio palestino. Este es el responsable de denegar permisos de uso de agua o de confiscar equipos de extracción, riego, etc. a palestinos. Así, los colonos israelíes establecidos en territorio palestino llegan a consumir seis veces más agua que los 2,9 millones de residentes palestinos (informe de Al-Haq 2013). Además en la Franja de Gaza el 97% del agua no es apta para el consumo humano. La ingesta de agua contaminada es la principal causa de muerte infantil. También el agua es restringida por el control de entrada y salida de productos en la Franja de Gaza, que incluye elementos esenciales para el suministro hídrico. Incluso se impide la construcción de casas obligando a muchas personas a vivir en tiendas, con lo que eso supone en condiciones climatologías severas.

Además del agua, Israel impide a los residentes de la Franja de Gaza utilizar las tierras situadas junto al muro, que constituyen el 20% de la tierra cultivable de Gaza. Los explosivos lanzados sobre Gaza en 2014 dañaron el suelo y redujeron la productividad agrícola (en la zona israelí también se dañaron con lo que también afectó su productividad). En West Bank y en los Altos del Golán, los militares y colonos israelíes han arrancado y quemado 800.000 olivos en el proceso de confiscación de tierras para nuevos asentamientos. Por ello, para los y las activistas palestinas la forma de luchar contra la emergencia climática en Palestina es detener la expansión de los asentamientos.

Y si la situación es crítica para la población de esos territorios todavía lo es más para los beduinos no reconocidos y los refugiados asentados en territorio israelí procedentes de Sudán y Eritrea que se elevan a 40.000. El ejército de Israel también ha arrebatado y cercado para su uso particular la mitad de las tierras destinadas a agricultura y pastoreo del valle del Jordán, de las que dependían las comunidades beduinas.

La Red Palestina de ONG Medioambientales (PENGON) participa en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), y a nivel local en la campaña de Justicia Climática, que es una iniciativa para incorporar la energía renovable a través de su promoción, y la reivindicación de la soberanía energética. Trabaja con mujeres en energía renovable, y también junto a la  Autoridad Palestina, quien tiene capacidades muy restringidas. Realiza campañas concretas como la de oposición al Interconector EuroAsia, el cable eléctrico submarino entre Israel, Chipre y Grecia; o la campaña Stop Mekorot, contra dicha empresa de agua israelí, quien excluye a palestinos de este recurso.

Aplaneta.org


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jueves, 22 de octubre de 2020

Problema de eliminación del amianto ambiental… algo más que la estimación de la superficie de cubiertas de fibrocemento


Fuentes: El diario de Navarra

En relación con la carta “Respecto a las cubiertas de fibrocemento” de Javier M. Elizondo Osés el 18/10/2020.

Es de resaltar las consideraciones que indica “deberían incidir las autoridades”, quisiera comentar alguna de estas consideraciones:

• Navarra cuenta con el Registro de trabajadores expuestos a amianto más exhaustivo del conjunto de CCAA de España y la tasa mayor de expuestos (442/100.000 habitantes).

• La exposición de la población navarra ha sido fundamentalmente laboral en empresas de fundición, fabricación de frenos, construcción, fabricación de vehículos…

• No existen elementos para pensar en una importante exposición ambiental en nuestra Comunidad. España en 2001 y toda EU el 1 de enero de 2005 (Directiva 76/769/CEE) ha sido prohibido. Otro problema es que puede encontrarse en buques, trenes, tuberías… y cubiertas.

En 2015 el Dictamen del Comité Económico y Social Europeo sobre “Erradicar el amianto en la UE” (2015/C 251/03) exhorta a la Comisión Europea y a los Estados miembros para desarrollar planes de acción para la eliminación segura del amianto, empezando por los edificios públicos y a nivel local. Señala expresamente que hasta esa fecha solo Polonia había establecido un plan de acción con respaldo financiero con un valor estimado en 10.000 millones de euros hasta 2030.

Lamentablemente, este ambicioso Plan ha sido recientemente evaluado y se concluye:

– Falta de comunicación de presencia y estado del asbesto en los edificios entre los propietarios a la autoridad correspondiente

– Alto coste del transporte especial de los materiales retirados

– Alto coste de retirada, sobre todo de cubiertas – Financiación insuficiente.

– Falta de motivación ciudadana

– Otro problema es la disponibilidad de vertederos para sustancias peligrosas… totalmente insuficientes.

Experiencias como en Italia, han demostrado la existencia de vertederos ilegales o bajo escasa regulación (Ejemplo reciente de Zaldivar en el Pais Vasco). Los datos de los que se dispone hasta junio de 2017 la cantidad planificada para 2009-2012 no ha sido completada y con gran variación ente las “voivodeships” y se concluye que no ha sido implementado según los objetivos previstos y se tiene la impresión de que no se conseguirá para el 2032 si se sigue el ritmo actual.

Esto debe de servir para los Estados que acometan los Planes de Acción para eliminación total del amianto tengan en cuenta la experiencia polaca. La estimación, entre otras, de la superficie de cubiertas en nuestra Comunidad, datos fácilmente estimables con las tecnologías actuales, no es el problema… lo que hay que abordar es la total gestión de los materiales (para evitar eliminación descontrolada) y, fundamentalmente, un tema de financiación… en el que ha “derrapado”, incluso, el país modelo: Polonia.

Vega García López. Médica especialista de medicina del trabajo, de medicina preventiva y salud pública. Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra.

Fuente: https://www.diariodenavarra.es/participacion/cartasaldirector/contenidos/problema-eliminacion-del-amianto-ambiental-algo-mas-que-estimacion-la-superficie-cubiertas-fibrocemento-8728-109.html



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miércoles, 2 de septiembre de 2020

Después de Covid-19 ¿Es posible una “sociedad alternativa”?

La pandemia en la reflexión: Žižek y Chomsky*

¿Cómo le damos sentido a esta pandemia? Las primeras interpretaciones están apareciendo ahora. Slavoj Žižek es un prolífico filósofo y teórico cultural. Es el primero en producir un volumen de reflexiones – ¡Pandemia! La COVID-19 sacude el mundo (Pandemic! COVID-19 Shakes the World, Polity, 2020). Žižek duda que la epidemia nos haga más sabios: insiste en que “debemos resistir la tentación de tratar la epidemia en curso como algo que tiene un significado más profundo”. A pesar de estas precauciones, todavía tenemos una importante pregunta que responder: “¿Qué le pasa a nuestro sistema que nos sorprendió sin estar preparados para la catástrofe a pesar de que los científicos nos advirtieron de ello durante años?” Debemos aceptar que “La epidemia de coronavirus en sí misma no es claramente un fenómeno biológico que afecta a los humanos: para entender su propagación, hay que considerar las opciones culturales humanas… la economía y el comercio mundial, la espesa red de relaciones internacionales, los mecanismos ideológicos del miedo y el pánico”. Žižek comienza su investigación en China – “China frustra las libertades de sus ciudadanos”. Apoya la opinión de Li Wenliang, el oftalmólogo que fue censurado por las autoridades de Wuhan por compartir información sobre el nuevo virus del SARS-CoV-2 y que más tarde murió a causa de la COVID-19: “Debería haber más de una voz en una sociedad saludable”. China se enfrentó con firmeza y éxito al brote en Wuhan. Pero sin “un espacio abierto para que circulen las reacciones críticas de los ciudadanos” la confianza mutua entre el pueblo y el Estado es imposible de mantener. Ese es el gran desafío de China. ¿Y para nosotros? “Temo la barbarie con rostro humano”.

Žižek dirige su atención al futuro: “incluso los sucesos horribles pueden tener consecuencias positivas impredecibles”. Él ve la posibilidad de “una sociedad alternativa”, una que promueva “la solidaridad y la cooperación mundial”. Extrañamente, quizás, “el coronavirus también nos obligará a reinventar el comunismo basado en la confianza en el pueblo y en la ciencia”. No un comunismo de estilo soviético, no “una solidaridad idealizada entre los pueblos”. Sino un comunismo que reconoce que “el capitalismo global se acerca a una crisis”. Es un “Comunismo impuesto por las necesidades de la supervivencia”. Se necesita un cambio radical, y la COVID-19 es un catalizador para lograr este cambio: “Una amenaza tan universal como ésta da origen a la solidaridad mundial”. El Estado “asumirá un papel mucho más activo”, abandonando los “mecanismos de mercado” como solución a nuestros problemas. Aunque no es un especialista en salud global, Žižek piensa que la pandemia, que ha precipitado “un estado de guerra médica”, podría dar lugar a “algún tipo de red de salud global”. (Podríamos llamar a esta red cobertura de salud universal.) Más allá de la salud, Žižek ve la posibilidad de “liberación” – el uso de “tiempo muerto”, “momentos de retiro”, “para la revitalización de nuestra experiencia de vida”. Los encierros han impuesto la soledad, el tiempo para “pensar en el (no)sentido de [nuestra] difícil situación”.

La COVID-19 es una “triple crisis”: sanitaria, económica y psicológica. “Las coordenadas básicas de la vida cotidiana de millones de personas se están desintegrando”. Pero los países después del confinamiento “pueden ser transformados, reiniciados de una nueva manera”. Cita a Bruno Latour, quien sostiene que la COVID-19 es un ensayo general para la próxima crisis del cambio climático: “el patógeno cuya terrible virulencia ha cambiado las condiciones de vida de todos los habitantes del planeta no es el virus en absoluto, es la humanidad!” La visión esperanzadora que ofrece Žižek es que “a través de nuestro esfuerzo por salvar a la humanidad de la autodestrucción… estamos creando una nueva humanidad. Es sólo a través de esta amenaza mortal que podemos imaginar una humanidad unificada”. El medio para hacerlo es reconociendo “nuestra comprometida situación dentro de conjuntos más grandes: deberíamos ser más sensibles a las demandas de estas comunidades, y un reformulado sentido de interés propio nos ha de llevar a responder a sus difíciles situaciones”. La “epidemia ofrece una bienvenida oportunidad para que la ciencia se afirme”. Sin embargo, Žižek concluye su análisis con una advertencia: “Los responsables del Estado están en situación de pánico porque no sólo saben que no controlan la situación, sino también que nosotros, sus súbditos, lo sabemos. La impotencia del poder está ahora al descubierto”. “El resultado más probable de la epidemia es que prevalezca un nuevo capitalismo bárbaro”. Este es el punto de vista de Žižek y puedes estar de acuerdo o no con él. Žižek ha realizado un importante servicio. Ha iniciado un diálogo global sobre lo que hacemos ante esta situación. Debemos continuar y profundizar en ese diálogo. Es lo que nos debemos.

Publicado: 30 de mayo de 2020

The Lancet

Traducción: Viento Sur

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Macrogranjas en Argentina. Los chiqueros chinos también huelen mal


No está para nada mal venderle carne de cerdos a la República Popular China. Ése no es el tema en debate.

Lo que se cuestiona, en cambio, es que desde el vamos el megaproyecto habla de montar granjas gigantescas que serán verdaderas fábricas de carne a partir de que si una madre desteta aproximadamente 30 lechones al año, con 12.500 madres se producirán 375.000 cerdos, cifras impactantes y peligrosísimas desde todo punto de vista -–ambiental, económico, sanitario–- y ante la eventual transmisión de virus.

Semejantes volúmenes son un peligro para la producción nacional. Las megafactorías porcinas que auspicia el ya bautizado «Proyecto Solá» (porque su impulsor parece ser el actual Canciller) no garantizan cuidados ambientales serios, lo que ya es tradición y vicio de los grandes emprendimientos empresariales argentinos.

Reconvertir ahora a nuestro país en un exportador masivo de cerdos desde áreas geográficas específicas tiene por único fin achicarles los enormes costos de fletes de camión a un puñado de latifundistas (banqueros, futbolistas, megamillonarios) que siembran maíz en las tierras que siguen desmontando, cada vez más lejos del río exportador que es hoy el Paraná. Eso no es industrializar el campo; es depredar la poca ruralidad que queda.

Y encima es absurdo presentar este «plan» como «inversión china», cuando el 100 por ciento de los insumos, la genética, la veterinaria, la cría y la faena porcina son y serán argentinos, igual que los mataderos y frigoríficos, todo lo cual se paga y pagará en pesos nacionales.

Además es sabido y está recontraprobado que ningún gobierno provincial es capaz de controles ambientales y sanitarios eficaces y menos lo serán para megaemprendimientos como los que se anuncian. ¿O los descontrolados desmontes, las criminales fumigaciones aéreas y los constantes abusos territoriales no son suficiente prueba de la incapacidad ambientalista de casi todas las provincias argentinas? A ver si ahora van a controlar ecológicamente estos emprendimientos supuestamente chinos, como dicen.

Caben las alertas, entonces, porque ya hay gobernadores que no saben en qué se están metiendo. Siempre fáciles de entusiasmar con proyectos que abrazan sin profundizar y desesperados por inversiones que nunca se concretan al servicio de los pueblos de sus provincias, algunos parece que aún no se dieron cuenta de que lo peor de la Argentina, dictaduras aparte, es la voracidad empresarial de una clase que se pretende a sí misma oligárquica y moderna porque tiene tanto dinero escondido como falta de vergüenza.

El absurdo es evidente, además, porque se trata de un megaproyecto que en todo caso debería impulsar el Ministerio de Agricultura, y no el de Relaciones Exteriores. Y que debiera co-conducir el INTA y no grupos empresariales que ­-–se sabe–- iniciaron el runrún de este proyecto durante el macrismo. Y que son los mismos ultraconcentrados que siempre desestabilizan a los gobiernos populares. Herencia maldita si las hay.

Fascinarse con volúmenes a cualquier precio y de cualquier forma es nada más que otro cuento de hadas neoliberal. Porque los grandes volúmenes importan solamente si detrás de ellos hay productores, hay arraigo y hay trabajo nacional racionalmente programado y dirigido.

En un país latifundizado como es hoy la Argentina, donde provincias enteras son propiedad de puñados de famiias y corporaciones (y si esto parece exagerado vayan y cuenten cuántos son los dueños de toda Salta, por caso), el negocio de los chanchos es, francamente, un cuento chino. Y además, racista y neocolonial, lo primero porque cada factoría necesitará alrededor de 20.000 hectáreas de maíz y soja para abastecerse, produciendo olores insoportables que padecerán los trabajadores y los pobres, no los empresarios en sus mansiones. Y neocolonial porque estas fábricas serán verdaderos enclaves.

Y ojo que las granjas porcinas sí merecen apoyo, y bien podrían ser modelos productivos regionales de fomento y arraigo, pero precisamente para eso hay que protegerlas de la concentración que depreda, desarraiga y empobrece.

Al neoliberalismo le da lo mismo si al maíz lo siembran tres o cuatro empresas o miles de campesinos que vivieron por generaciones en esas tierras. Al neoliberalismo sólo le interesa el volumen, no quién lo produjo. Por eso invisibilizan lo humano y sólo hablan de millones de toneladas, anonimizando a los dueños.

El maíz, como todos los granos, se siembra en la tierra, de modo que la vinculación suelo-dueños es inevitable. Y éste es el punto central del cuento chino: «¿Como se llegó a sembrar semejante cantidad de maíz y soja en zonas tan alejadas de los puertos, donde había montes y selvas vírgenes?» pregunta el experto agrarista Pedro Peretti. Y responde: «Esta situación está íntimamente ligada a los desmontes».

Según datos oficiales, entre 1998 y 2018 se desmontaron 4,4 millones de hectáreas y la superficie sembrada en esas provincias aumentó fuertemente. Llevar esos granos a los puertos exportadores es carísimo: millones en camiones, combustibles, accidentes, seguros. Para la lógica neoliberal es mejor que al maíz se lo coman los cerdos y así no se gasta en llevarlo a los puertos. Los dueños de la tierra son los dueños del maíz y no son campesinos. Por eso la razón profunda de estos «proyectos» está en el ahorro de 30 o 40 dólares por tonelada de fletes para las 8.000.000 de toneladas de maíz que se producen en esas nuevas pampas, en las que había bosques naturales con pobladores originarios, y que era uno de los mejores pulmones de la República porque aseguraba aire puro y protección ante las inundaciones. Ése y no otro parece ser el objetivo: solucionarle el problema logístico a un grupo de terratenientes, encajándonos peligrosas megagranjas porcinas.

Por eso la chacra mixta de hasta 200 madres ­-–dice Peretti–- «es más sana, desconcentrada y puede generar arraigo y desarrollo rural amigable con el medio ambiente, e igualmente productivo».

Es por lo menos inquietante, aunque insoslayable, recordar que el «Proyecto Solá» parece deberse a quien siendo hipermenemista fue Secretario de Agricultura durante el gobierno de Menem y Cavallo, trío responsable de la introducción a la mesa de tod@s l@s argentin@s del glifosato y otros agroquímicos prohibidos en el mundo entero.

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https://www.pagina12.com.ar/288713-los-chiqueros-chinos-tambien-huelen-mal


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