sábado, 8 de junio de 2019

Una rebelión global para salvar el planeta


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Graham Peebles

Traducido por Paco Muñoz de Bustillo

"La mayor amenaza para la Tierra es pensar que otras personas van a salvarla”. La responsabilidad es nuestra; los políticos y los gobiernos son autocomplacientes, deshonestos y están inmersos en la ideología del pasado. A pesar de los repetidos avisos, no se ha hecho nada sustancial y nos estamos quedando sin tiempo. Nadie más va salvar nuestro planeta: hace falta que un movimiento global de desobediencia civil fuerce a los gobiernos a acometer acciones radicales. 

En 1992, la Unión de Científicos Preocupados (compuesta por más de 1.700 de los científicos más destacados del mundo) emitió el “Aviso de los Científicos del Mundo a la Humanidad”. En este documento afirmaban que “si queremos evitar un enorme sufrimiento humano, es necesario que se produzca un gran cambio en nuestro manejo de la Tierra y de la vida”. Sus palabras cayeron en oídos sordos. Décadas de inacción e indecisiones han producido una escalada continua de la crisis hasta llegar al punto en que nos hayamos ahora, al borde de la catástrofe total.

Dada la enorme proporción del problema, muchas personas se sienten abrumadas y desesperanzadas. La “ecoansiedad”, definida como el “miedo crónico a una catástrofe medioambiental”, está en aumento en muchos países, y desencadena sentimientos de rabia, aflicción, desesperación y vergüenza. Algunas personas están tan preocupadas que han tomado la extrema decisión de no tener hijos hasta que se aborde de modo efectivo la crisis del cambio climático. La “huelga de nacimientos” (Birth Strike), según el Guardian, es “una organización global de voluntarios, hombres y mujeres, que han decidido no tener hijos en respuesta a la `descomposición del clima y al colapso de la civilización que se avecina´ […] Se trata de un `reconocimiento radical´ del modo en que la inminente amenaza existencial ya está `alterando la manera en que imaginamos el futuro´”.

El objetivo de BirthStrike no es desalentar a las personas que desean hijos, sino comunicar la emergencia de la crisis medioambiental. Muchos de sus miembros también participan en el movimiento revolucionario Extinction Rebellion (XR), “Rebelión contra la Extinción”, un grupo sociopolítico británico que utiliza la resistencia no violenta para crear conciencia de la urgencia de abordar la crisis ecológica. Este movimiento ha creado réplicas en docenas de países, entre los que están Estados Unidos, las Islas Salomón, Australia, España, Sudáfrica y la India.

Rebelión contra la Extinción solicita que los gobiernos declaren el estado de emergencia ecológica, y que Reino Unido se ponga a la cabeza y reduzca sus emisiones de carbono a cero para 2025. Es un objetivo ambicioso, ciertamente, pero necesitamos formularlo en tales términos y que las asambleas ciudadanas diseñen un plan de acción para abordar el colapso climático y la pérdida de biodiversidad. Su intención es “crear una movilización pacífica planetaria a la escala de la Segunda Guerra Mundial”. Únicamente una respuesta global de tal calado, afirman, “nos ofrecerá la oportunidad de evitar el escenario más pesimista y recuperar un clima seguro”.

Al igual que ocurría en otros grandes movimientos sociales, como el de las sufragistas, el movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos y el Movimiento por la Libertad de Mahatma Gandhi en la India, la metodología de XR se basa en la desobediencia civil. En abril de este año, el grupo organizó una gran acción no violenta en el centro de Londres. Miles de personas ocuparon espacios públicos en la capital, bloqueando puentes, provocando alteraciones y representando un espectáculo. Diseñaron “acciones de dilema” en las que las autoridades tenían que elegir si permitían o no que se desarrollara la acción, si detenían y reducían a los manifestantes o no. Las protestas duraron diez días y fueron parte de una acción global en la que participaron personas en 33 países y los seis continentes.

En Londres hubo más de 1.100 detenidos, entre quienes ejercían su derecho a manifestarse de forma pacífica. La rebelión fue importante e histórica. Tuvo gran cobertura mediática y dio pie a un debate en el parlamento británico, al final del cual se declaró una “emergencia climática” nacional. Un paso positivo, aunque todavía está por verse lo que eso significa realmente y que acciones políticas producirá.

Junto con la huelga de estudiantes por el cambio climático (Fridays for Future) y otros grupos, XR forma parte de un movimiento mundial nunca visto anteriormente; un grupo diverso y unido de activistas ecologistas y ciudadanos preocupados, hombres mujeres y niños profundamente interesados por el medio ambiente, que reconocen que sus gobiernos no están haciendo prácticamente nada para abordar el tema y que es preciso un cambio sistémico radical y urgente.
El compromiso es una de las maneras más positivas de superar la ecoansiedad y la sensación de desempoderamiento; participar y descubrir que hay una gran cantidad de personas que sienten lo mismo, que están sumamente preocupadas, que no saben muy bien qué hacer pero están firmemente decididas a hacer algo. El compromiso frente a problemas comunes crea potentes vínculos mediante la solidaridad y refuerza la lucha.

Cuando se dio por terminada la acción de abril, Rebelión contra la Extinción afirmó: “Vamos a abandonar la ocupación de espacios físicos, pero hemos abierto un espacio para la verdad en el mundo […] En esta era de la desinformación, decir la verdad es un acto de poder”.

Hacia una vida sencilla

La crisis medioambiental es una crisis universal, existencial y exponencial, y se relaciona con una serie de temas interconectados: el colapso ecológico, la extinción de especies, la deforestación, la contaminación del aire, el agua y el suelo, y el cambio climático. La manipulación de los sistemas existentes para realizar pequeños cambios no resolverá los problemas; es preciso que se produzca un cambio radical sistémico y social de manera urgente. Los gobiernos son débiles y están comprometidos por sus relaciones con las grandes empresas y su obsesión por la economía; son deshonestos y se niegan a dar los pasos necesarios para salvar el planeta, así que debemos obligarlos a que escuchen y a actuar de acuerdo a las necesidades, que son inmensas.

El consumismo desaforado e irresponsable debe acabar; la sostenibilidad y la vida sencilla deben ser, a partir de ahora, la clave de nuestras vidas. Es esencial el compromiso individual y colectivo, el compromiso de vivir de una manera ecológicamente responsable, ser conscientes del impacto ecológico de todo lo que hacemos como individuos: qué compramos, qué comemos, cómo viajamos, cómo utilizamos los servicios públicos, etc., y el compromiso de participar; participar en las protestas y/o en el activismo digital, ejercer presión en los políticos y en las empresas, y apoyar los movimientos radicales verdes en lo que esté en nuestras manos.

Todos los gobiernos, y en particular las democracias occidentales, necesitan ser presionados para que conviertan el medio ambiente en su principal prioridad. La crisis medioambiental es la mayor emergencia de nuestro tiempo y de cualquier otro; cualquier programa público debe diseñarse a partir de ahora del modo en que produzca el impacto medioambiental más positivo; hace falta ponerse de acuerdo e implementar planes a corto (5 años), medio (10 años) y largo plazo (25 años), ambiciosos pero factibles, con el pleno compromiso de llevarlos adelante; es preciso escuchar la voz de los científicos del clima y de los ecologistas y establecer grandes programas de información pública.

La labor de rescate del medio ambiente no es algo separado de la imperante crisis democrática y de la necesidad de cambiar de un modo fundamental el injusto y destructivo orden socioeconómico. Para que se restablezca la armonía ecológica y el mundo natural pueda sanar, necesitamos cambiar radicalmente los sistemas y formas de vida que están alimentando la crisis e inculcar nuevos modelos de vida basados en valores más humanos.

El consumismo y la codicia son el veneno que está produciendo el colapso ecológico, y el consumismo es la savia vital del sistema económico. En un planeta con recursos finitos, el crecimiento sin fin es el objetivo de los gobiernos ilusos. Es una locura colectiva que debe terminar. Los políticos y el poder empresarial, sin embargo, no van a darse cuenta así como así de la gravedad de la emergencia y actuar en consecuencia. Es preciso que gran cantidad de personas realicen actos de desobediencia civil coordinados a escala mundial, planificados para llevar a cabo la mayor alteración posible de la vida cotidiana de un modo pacífico. Cuando la gente se une todo es posible; ha llegado el momento de unirnos para salvar el planeta.

Graham Peebles es un periodista independiente británico y cooperante en países en desarrollo. En 2005 fundó The Create Trust y ha dirigido proyectos educativos en Sri Lanka, Etiopía y la India.


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