Durante los milagrosos 365 días del año, existe una luz de inconciencia gravitando en el Medio Ambiente, que tanto los niños como los jóvenes y los adultos, no son capaces de reconocer por sus propias voluntades, para alcanzar una mejor calidad de vida.
Todos los días dormimos en la cama con nuestro querido Smartphone, recibimos la eucaristía con un sabroso cordero en el estómago, bailamos reguetón frente a la cara de los más pobres, compramos hasta morir en los divertidos centros comerciales, olvidamos el legado de los aburridos pueblos originarios, respiramos el tremendo smog del alérgico semáforo, y omitimos la regla del método anticonceptivo.
Queda claro que la costumbre nos transforma en humanos robotizados. Primero adoptamos una sofisticada tendencia social, que dicta el esquema de nuestra cotidianidad. Y luego adaptamos ese rutinario esquema social, en todas las actividades ordinarias que realizamos a diario.
Es como llevarse a la boca una hamburguesa, y comerla con una lengua sin papilas gustativas. Sabes que estás comiendo carne, pero no puedes identificar el sabor de la carne. Por desesperación, seguiremos comiendo, masticando y tragando, para encontrarle el gusto a la grasosa hamburguesa. Pero al final del incontrolable deseo de satisfacer a nuestro paladar, degustaremos un trastorno obsesivo compulsivo que jamás se dará por vencido.
Por miedo a la derrota, nunca caemos rendidos en la tumba. Por miedo a la soledad, nos reproducimos a cualquier hora y en cualquier colchón. Y por miedo al fracaso, nos apuñalamos con los billetes ensangrentados del éxito.
No hay duda que nuestros brillantes cerebros, sufren las consecuencias de un legendario traumatismo craneal, que nos dejó ciegos, sordos y mudos, en un enfermizo proceso de Transculturación global.
Por eso siempre sabemos decir hola en Inglés, pero nunca sabemos decir hola en Quechua. Siempre podemos escribir hola en Inglés, pero nunca podemos escribir hola en Wayuunaiki. Y siempre conocemos el significado del Inglés, pero nunca conocemos el significado del Quechua, del Wayuunaiki y del Español.
Sin embargo, NO es obligatorio experimentar un choque frontal en la veloz carretera, para sentirnos accidentados y agonizando en nuestra propia vida. Es probable que la amnesia que borra todos los recuerdos del alma, sea la mejor respuesta ante un memorable estado de culpa. Y quizás formatear el disco duro de nuestra computadora personal, sea el primer paso para reconectarnos con la triste realidad lobular.
Gracias a la evolución de la Ciencia, sabemos que el hemisferio cerebral izquierdo, se encarga de controlar las funciones del lenguaje, escritura, numeración y lógica racional. Mientras que el hemisferio cerebral derecho, se encarga de proyectar los sentimientos, emociones, creatividad y expresiones artísticas.
Gracias a la involución de la Conciencia, sabemos que el hemisferio cerebral izquierdo, se encarga de comprar, vender e hipotecar los recursos naturales de la Tierra, con una intachable firma en la bolsa de valores. Mientras que el hemisferio cerebral derecho, se encarga de sonreír, aplaudir y fotografiar la firma del jugoso contrato, que los empresarios capitalizarán en el bosque.
Ambos hemisferios demuestran ser apáticos, ambidextros y analfabetos, cuando se trata de reflexionar sobre la crisis social, cultural y ecológica del siglo XXI.
Por desgracia, el omnipotente Sistema que carcome cada milésima de segundo, fue carcomiendo las últimas neuronas del segundero, y aunque usted ya NO quiere comportarse como un perfecto idiota, el Sistema te obliga a comportarte como un perfectísimo idiota.
Al Sistema no le importa apoderarse de tu dinero, pues le interesa apoderarse de tu discernimiento, para fácilmente obtener tu preciado dinero. Una vez esclavizada la cabeza hueca, el Sistema te convierte en un objeto de consumo masivo, en una mercancía al detal, y en una etiqueta de liquidación.
El Sistema es muchísimo más inteligente que un pulpo, por lo que sus infinitos tentáculos de acción y reacción, pueden hacerte calzón chino en plena luna de miel, pueden convertir el sueño americano en una gran pesadilla, y pueden contagiarte la enfermedad de la mediocridad.
Nos preguntamos ¿Cuál es el supuesto Sistema que te obliga a sacrificar el pobre intelecto? ¿Qué gana el Sistema esclavizando tu estilo de vida? ¿Quién o quiénes son los culpables de imponernos al Sistema?
Quizás sea culpa del Entorno, tal vez sea culpa de la Sociedad, o probablemente sea culpa del Fútbol. Puede que sea culpa de Jesucristo, puede que sea culpa de Mickey Mouse, o puede que sea culpa de Hitler. También podríamos culpar a la Madre Tierra, podríamos culpar a la Vía Láctea, y podríamos culpar al mismísimo Universo.
El Sistema es un cáncer que compra, corrompe y descompone a la Humanidad. Es como el diablo que se viste de santo, y le regala lecciones de ética y moral a su querido prójimo. Todos saben que el santo es realmente el diablo, pero nadie lo desmiente porque luce muy bien, porque dice lo que la gente quiere escuchar, y porque es muy generoso con su pueblo.
Siempre fingimos ser los reyes del ring de boxeo, y la culpa siempre debe caer y recaer en las manos de los adversarios. Cuando ganamos en la vida, la culpa es toda nuestra. El ego jamás comparte la victoria, porque le alzamos los brazos a la suerte, y todo el crédito de la película se lo lleva nuestro nombre y apellido.
Pero cuando perdemos en la vida, la grandísima culpa se la disputan los gobiernos de turno, los políticos corruptos, las loterías tramposas, los familiares envidiosos, los vecinos chismosos, los colegas del trabajo, los profesores malhumorados, los ladrones de oficio, los animales silvestres y las supremas deidades.
Algo o alguien siempre se lleva el grito, la ofensa, el mal de ojo, el empujón, el hematoma, la bala, la sangre, y las cenizas de todos nuestros problemas. Permitimos que lo externo defina nuestro interior, y en ese espacio y tiempo siempre hay cabida para la moda, la indiferencia, la traición, la violencia, la frivolidad y la codicia.
En los medios de comunicación social nacionales y extranjeros, se enaltecen los antivalores, la negatividad, y la putrefacción del todopoderoso Sistema capitalista.
Vemos que para domar y dominar a las masas, se va amasando una tentadora orgía de consumismo, sexismo y propagandismo, que se difunde durante las 24 horas del día en la televisión, en la radio, en la prensa, en la Internet y en las calles pavimentadas.
Los televidentes, los radioescuchas, los lectores, los cibernautas y los ciudadanos, son obligados a santificar la pornografía del espectacular show circense, mediante la compra y venta de todos los productos y servicios, que se comercializan con un longevo arsenal publicitario, el cual incluye la desinformación del morbo, del adulterio, del divorcio, del embarazo precoz y del aborto.
En un abrir y cerrar de ojos, la audiencia se vuelve adicta al sexo, a las drogas y al racismo, para ser cómplice de lo simple, de lo estúpido y de lo infame.
Las famosas redes sociales como Twitter, Facebook y WhatsApp, van maximizando el borreguismo de los tontuelos, ya que los usuarios necesitan un ficticio sentido de pertenencia, para no sentirse rechazados y aislados de la comunidad virtual, por lo que odiarán todo lo que el mundo odie, y amarán lo que todo el mundo ame.
Debido a que esos jóvenes tontuelos representan la popularidad, el Sistema festeja sus tonterías y los considera ovejas sagradas, para seguir idiotizando al resto del rebaño.
No olvidemos que somos inestables y débiles por naturaleza, por lo que cualquiera puede sembrar cotufas en nuestros cerebros. A medida que brotan las semillas del cultivo mental, vamos aumentando el precio y el valor de todas las sabrosas cotufas, buscando que nuestros pensamientos enriquezcan la tierra fértil, y así podamos venderle nuestra espiritualidad a la relatividad de los hechos.
Yo boté mucha basura en la calle, porque tenía mucha hambre. Yo prendí por muchas horas el aire acondicionado, porque tenía muchísimo calor. Yo malgasté mil litros de agua potable, porque tenía mucha sed de venganza. Yo asesiné a sangre fría, porque Dios todo lo perdona.
Ahora bien, cuando nos referimos a la contaminación ambiental, generalmente exponemos una serie de daños ecológicos que sufre el planeta Tierra, por culpa de los dedos abusivos, de las manos industrializadas, y de los brazos destructores de los inhumanos Seres Humanos.
Si lanzamos la moneda e inhalamos el dióxido de carbono, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación del aire.
Si lanzamos la moneda y quemamos la capa vegetal, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación del suelo.
Si lanzamos la moneda y envenenamos los ríos, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación del agua.
Si lanzamos la moneda y amplificamos los vidrios rotos, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación acústica.
Si lanzamos la moneda y encandilamos el cielo nocturno, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación lumínica.
Si lanzamos la moneda y desnudamos a la hermosa cerveza, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación visual.
Si lanzamos la moneda y saturamos las redes inalámbricas, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación electromagnética.
Si lanzamos la moneda y bebemos la lluvia ácida, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación radiactiva.
Si lanzamos la moneda y la moneda no alza el vuelo, gritaremos ¡Bingo! con la contaminación espacial.
Pese a que reconocimos tantísimas fuentes de polución, creemos que la crisis ambiental se origina, va creciendo y se intensifica, con un tipo de contaminación que NO concentra la atención de las colectividades, escapando de la punzante línea del tiempo, y evadiendo la realidad del libre albedrío.
Detrás de la archiconocida contaminación ambiental, se halla escondida la gran Contaminación Mental, que es la madre de todas las contaminaciones en el planeta Tierra, representando el verdadero punto de partida hacia la autodestrucción planetaria, y situándose como el histórico obstáculo cognitivo que ha imperado a lo largo de las civilizaciones.
La mayoría de los Seres Humanos no reciclan los desechos sólidos, no practican la eficiencia energética, y no reducen el consumo del agua potable, porque se encuentran ecológicamente bloqueados por causa de una terrible contaminación mental, que los convierte en cosas apáticas, desechables y desleales, en el cuidado que ameritan los ecosistemas y la biosfera.
Millones de corazones a escala mundial, sufren las consecuencias físicas y psicológicas de la atroz Contaminación Mental. Los individuos de todas las edades son perjudicados con la presencia de estrés, migrañas, cuadros de ansiedad, hiperactividad, insomnio, depresión, frustración, gastritis, y muchísimas más alteraciones diagnosticadas por el saludable Sistema.
La Contaminación Mental infecta a los perversos corazones llenos de chips, apps y tags, que nunca tienen un megabyte disponible para instalar en sus cerebros la Educación Ambiental, y así descargar una visión conservacionista de un Mundo que se cae a pedazos, porque ni siquiera los virus informáticos son tan nocivos para la Pachamama, como los trágicos ecocidios que provocan los hombres y las mujeres de carne y hueso.
Aceptamos y aplaudimos la criminal deforestación, los gigantescos derrames petroleros, la extinción de la biodiversidad, la quema de combustibles fósiles, el uso de los agrotóxicos, los megaproyectos mineros y la demoníaca fractura hidráulica, porque NO comprendemos el significado y el significante del gran manuscrito Voynich.
Negamos la existencia del Calentamiento Global, porque jamás desenchufamos el freezer del tomacorriente. Negamos la existencia del Efecto Invernadero, porque hibernamos durante las cuatro estaciones del año. Y negamos la existencia del Cambio Climático, porque somos incapaces de observar los rayos del Sol.
No deseamos investigar, no podemos recapacitar, y no queremos sobrevivir.
Nuestra ignorancia socio-ambiental que afianza el desarraigo cultural, solo piensa en vestir muchísima más ropa fashion, en comer carne en restaurantes de comida rápida, en imprimir los pecados con tres toneladas de hojas de papel, en conducir el carro último modelo por la selva asfaltada, en sintonizar los canales de deportes internacionales, en bautizar a más engendros fecundados por el Tío Sam, y en seguir sobre-poblando el oscuro nido de la miseria.
El agresivo proceso de Transculturación que padecemos en la actualidad, se fue robando el santísimo sacramento del sagrado corazón. Los más fieles devotos de la Madre Tierra, se quedaron llorando de dolor sin fuerza, sin electricidad, sin agua, sin gas, sin techo, sin comida, sin amor y sin sueños.
Las cotufas vencieron a las neuronas, y las hamburguesas del Sistema exigen un nuevo teléfono móvil, una nueva tableta, un nuevo cigarrillo, una nueva videoconsola, un nuevo televisor, una nueva máquina tragamonedas, un nuevo árbol holográfico, una nueva descarga de piratería, y un nuevo androide para la artillería de guerra.
Todos estamos mentalmente contaminados, y el Sistema no se cansa de pisotearnos el cráneo con su magistral fatalidad. Así seguiremos cargando la cruz hasta el fin de los tiempos, salvo que por un segundo de la vida, te detengas a pensar un segundo en tu vida.
Pensar no es solo capricho de los dioses, usted también puede despertar del siniestro letargo mental, y encapricharse con una vida mucho más responsable, sostenible y sustentable.
En vez de comprarte el maldito nuevo Iphone, puedes donar esa plata a una fundación que rescate a los perros y a los gatos de las calles, puedes donar esa plata a instituciones que ayudan a los lisiados sin hogar, y puedes donar esa plata a una asociación que alfabetice a los más desamparados.
Imagina cómo sería el Mundo, si fuéramos un poquito más empáticos. Imagina cómo sería Latinoamérica, si fuéramos un poquito más solidarios. Imagina cómo sería la Vida, si fuéramos un poquito más altruistas.
Si ya no puedes imaginar, el Sistema ganó la apuesta del casino. Si ya no puedes rezar, el Sistema te apuñaló por la espalda. Si ya no puedes creer, eres el Sistema.
Por eso, te pedimos un mayor compromiso con el bienestar del Medio Ambiente, una mayor preocupación por el futuro de Gaia, y un mayor interés en compartir la gracia salvadora de la misericordia.
No dejemos que la maldad le gane a la racionalidad. Hoy es un buen día para hacer lo correcto, sin correr ningún riesgo. Si ayudas de corazón te sentirás mejor, y harás que otros hermanos se sientan todavía mejor.
Fuente original: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Contaminacion/Contaminacion-mental-en-tiempos-de-canibalismo-ambiental
Para mayor información comunicate con nosotr@s al mail: madalbo@gmail.com
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