miércoles, 29 de junio de 2016

“Como los pescadores y sus familias vivían al día, la pequeña capacidad de financiación de los colmados locales se agotó muy pronto"

Entrevista a José Herrera Plaza sobre "Accidente nuclear en Palomares. Consecuencias (1966-2016)"


Rebelión


José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía ”Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares”. Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007).
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Vamos avanzando estimado amigo. Estamos en el capítulo IV de tu libro, “Las labores de descontaminación”. A partir del segundo día se comprobó, señalas, “que la única radiación existente en el lugar era la alfa”. ¿Qué peligros representaba este tipo de radiación? Qué acciones se emprendieron?
JH.- Para comprender las medidas realizadas tendentes a remediar la situación radiológica que hallaron es preciso remarcar la naturaleza de la radiactividad alfa, muy diferente de la beta, la gamma o los rayos x. El plutonio, principal componente del combustible nuclear fisible de las bombas es alfa emisor, con un 93 % de pureza a base de isótopos impares Pu239+241. Cuando un núcleo de este material emite radiación alfa, lo que se desprende es una partícula compuesta por dos protones y dos neutrones que es incapaz de atravesar la piel humana. Si ese núcleo de plutonio está dentro de nuestros alvéolos pulmonares o en la sangre, por haberlo respirado o ingerido, puede necrosar las células por donde pasa, o lo que es peor, dañar la cadena helicoidal del ADN de nuestros cromosomas. La partícula alfa tiene una alta energía cinética debido a su masa y sobre todo a los 15.000 Km./seg. de velocidad con que sale disparada. A cambio, tiene la ventaja que no contamina externamente, como sucede con las demás. O dicho de otra manera, podemos tener cerca una cantidad considerable de este material, sin que nos irradie externamente.
En consecuencia, las principales acciones iniciadas demasiado tarde (6-7 días) fueron orientadas a evitar la vía crítica de contaminación interna, que es la respiratoria. Para ello se creó la “Operación sin polvo”, con el regado diario de las zonas más contaminadas rociando 440.000 l. de agua por medio de 16 camiones cisterna en 110 ha. Se trataba de una lucha titánica consistente en evitar la resuspensión del combustible nuclear en una de las zonas más áridas de Europa, azotada frecuentemente por los vientos de la Zona Marítima del Estrecho. 
Hablas de labores por zonas. ¿Por qué por zonas? ¿Quiénes emprendieron y dirigieron esos trabajos?
JH.- Dado que al principio no había planos fiables del lugar, el pragmatismo de los norteamericanos hizo que se denominaran zonas a los parajes donde iban apareciendo las bombas, acompañados de un número sucesivo según el orden de hallazgo. Como las que se rompieron y contaminaron son las bombas nº 2 y 3, pues esos lugares fueron denominados Zonas 2 y 3. Por el combustible liberado, van a ser los áreas más problemáticas. Al resto del núcleo urbano le llamaron Zona 5 y la contaminación en la aledaña Sierra Almagrera, Zona 6. 
  
Mapa radiométrico dibujado sobre foto cenital de las áreas afectadas en Palomares y Villaricos. (Foto: Vuelo americano).  
 ¿Quiénes estaban informados en aquellos momentos de las tareas que se estaban llevando a cabo? ¿Estaban alarmadas las gentes de la zona?
JH.- Este asunto de la información, Salvador, es realmente interesante. Actualmente se está investigando el tratamiento mediático de la prensa por una tesinanda en la Universidad de Murcia. Esperemos que sus conclusiones arrojen suficiente luz sobre el tema.
Esperémoslo. Seguro que sí.
Los canales de información sobre lo que iba a suceder tras el accidente: descontaminación, búsqueda terrestre, marina e indemnizaciones, fue reflejada con distintos niveles de distorsión según los destinatarios. Es lo que denomino el juego de las apariencias, tan en boga actualmente, que es modulable o moldeable por los emisores.
Temáticamente, la descontaminación resultó la peor parada. En el caso que nos ocupa, la desinformación oscilaba endiabladamente. De menor a mayor intensidad: su propia jerarquía militar o civil, que tampoco se libró de un retoque o «maquillaje» informativo, le siguen el Gobierno Español, la opinión pública internacional, nacional, y afectados de Palomares y Villaricos. Tristemente estos ocupan el último lugar. Los que tendrían que haber recibido una mayor y más fidedigna información, fue la que más padeció el silencio o la desinformación, hasta el punto que, un habitante que leyera el suceso en la prensa de cualquier país, en cualquier continente, podría estar más informado que los afectados .
Los informes diarios de la USAF en Palomares se daban generalmente por teletipo. Estos tenían múltiples destinatarios: altos mandos, organismos y laboratorios militares, bases aéreas, Embajada de Madrid, Departamento de Estado, agencias varias como la Comisión de Energía Atómica, etc. Allí se trataban los distintos temas ordenados por letras según prelación. Pero lo curioso es que, si analizamos el conjunto de ellos, vemos cómo la realidad era reflejada con una metodología que recuerda a la mercadotecnia: se ponía especial énfasis en lo positivo, como los análisis de aire negativos en días de calma. Se daban muchas cifras para destacar la diligencia de los efectivos allí destacados, algunas incongruentes o contradictorias. Se redundaba la notificación de algunas acciones, como la limpieza de la escuela y su depósito de agua contaminada. Toda esta amalgama informativa, errante y confusa, contrasta con el rigor y la precisión de todo lo relacionado con la posterior búsqueda submarina.
¿Qué pasó con los cultivos? ¿Se retiraron? ¿Qué se hizo con ellos?
JH.- Los cultivos, al igual que la flora silvestre hicieron de filtros, reteniendo una significativa parte de las partículas de los aerosoles que por allí transitaron con los vientos. El 2 de febrero se acordó retirar aquellos con radiactividad por encima de 200 cuentas por minuto o cpm, pero la realidad es que se cortaron mayoritariamente las plantaciones por encima del doble. El total de restos vegetales de las dos zonas más contaminadas, según fuentes de la USAF, asciende a algo más de 7.500 m3 por medio de 3.300 portes de pequeños camiones con cajas de madera cerradas. En esta actividad vemos la gran capacidad del operativo y los amplios medios con que contaban los norteamericanos. Prácticamente la totalidad se recogió en 5 semanas. Si hubiesen continuado durante los 80 días que tardaron en hallar la 4ª bomba, no solo les sería suficiente, seguramente les hubiese sobrado tiempo para realizar una descontaminación modélica. Según las mismas fuentes oficiales, 2.650 m3 de esos restos fueron quemados en la playa al anochecer, cuando las brisas rolaban hacia el mar y se llevaban las cenizas con el plutonio. Probablemente esta sea una de las razones de los actínidos detectados frente a las costas de Palomares y Villaricos, estudiados por las tesis de Catalina Gascó, Lurdes Romero y Mª Paz Antón (CIEMAT) o en los estudios de la Univ. Autónoma de Barcelona o la de Sevilla.
 
Las tomateras y alguna flora silvestre hicieron de filtro cuando los aerosoles de polvo contaminado transitaban por los campos al antojo de los vientos. Según fuentes oficiales, se retiraron 7.500 m3 de cultivos contaminados, de los que 2.650 fueron quemados cerca de la playa para que las cenizas con plutonio se las llevara al mar la brisa. (Foto: NARA) 
¿Qué pasó con la contaminación subterránea? Las detectadas, si no ando errado, fueron las superficiales.
JH.- Todo el patrón de contaminación inicial fue superficial, debido a los aerosoles de dióxido de plutonio transportados por los vientos, es decir, una migración horizontal condicionada eólicamente. Cualquier contaminación subterránea hallada a inicios del siglo XXI obedece fundamentalmente a terrenos alterados por la mano del hombre: las dos fosas, movimientos de tierras o arado. No es significativa la migración vertical hacia abajo por la lluvia, o la inversa por evapotranspiración, al ser un lugar de escasa pluviometría y abundar suelos de margas yesíferas o esquistos, bastante impermeables.
Hablas de la paralización de las labores pesqueras y del hambre generadas. ¿Nos explicas un poco este panorama?
JH.- Para comprender lo sucedido, permíteme Salvador que te haga una introducción de los pilares económicos de ambas pedanías.
Adelante por supuesto
Palomares dependía casi exclusivamente de la agricultura. Aunque existían en los alrededores algunas grandes propiedades, predominaba el minifundio, amén de pequeños huertos de subsistencia junto a los caseríos. De ahí que en el entorno urbano no predominara la aglomeración típica de viviendas de una urbe moderna. Con la llegada de la electricidad a finales de los 50 - aún no disponían de agua corriente - los regadíos se extendieron.
Villaricos era bastante más humilde. Por estar en las faldas de la Sierra Almagrera, apenas tenía cultivos. Dependían casi exclusivamente de la pesca artesanal y de los jornales agrícolas en Palomares, cuando la cosecha. Resulta evidente que su vulnerabilidad era mucho mayor. Con el accidente en Palomares se paraliza la mayoría de la recogida del sabroso y estimado tomate tipo raf. Cuando cobra fuerza la hipótesis del fondo marino como lugar de la bomba perdida, se prohíben las faenas pesqueras, por lo que queda interrumpido todo ingreso a los habitantes de Villaricos. Como los pescadores y sus familias vivían al día, la pequeña capacidad de financiación de los colmados locales se agotó muy pronto. Ya no hubo nada que echarse a la boca. En poco más de una semana el hambre atenazaba a todos sus miembros.. 
Te pregunto ahora por las fosas temporales
De acuerdo, cuando quieras.
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