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“La salvación del medio ambiente está siendo el más brillante negocio de las mismas empresas que lo aniquilan”. Eduardo Galeano.
Durante los primeros modos de producción (esclavista, feudal) el ser humano no tenía los instrumentos para causar daño irreparable al ambiente. Las clases dominantes podían tener a miles de personas trabajando esclavizadas en actividades mineras, cortando árboles o desviando ríos, pero lo tenían que hacer con instrumentos manuales y su acción no impedía la regeneración del medio natural. Fue a partir de la Revolución Industrial y la consolidación del sistema capitalista que las clases dominantes pudieron dominar a la naturaleza y a otros seres humanos superando los límites de los siglos anteriores. El desarrollo tecnológico permitió llegar a todos los rincones del planeta, explotar recursos antes inaccesibles y causar destrucción inimaginable (recordemos las bombas atómicas estrenadas a fines de la Segunda Guerra Mundial). Se ha llevado al punto en que la actividad humana es capaz de causar el derretimiento de los hielos polares o el adelgazamiento de la Capa de Ozono con consecuencias imprevisibles para la vida de millones de personas.
Frente a la crisis mundial que suponen el Cambio Climático y el Calentamiento Global el capitalismo oscila entre dos estrategias: por un lado una campaña de negación tendiente a presentarlos como una teoría más que como un hecho, y por otra lado presentarse como la solución al problema a través de políticas verdes que no cuestionan el modelo de acumulación y explotación generador del problema.
En un artículo anterior abordé la “industria de la negación” (2) que tiene como principales impulsores a corporaciones petroleras, automotrices, metalúrgicas y empresas de servicios públicos, que son las principales responsables del aumento de la temperatura que estamos padeciendo. Estas organizaciones crearon grupos de presión como la Global Climate Coalition y el Consejo de Información del Ambiente, que rápidamente contrataron científicos y especialistas en relaciones públicas para convencer a periodistas, gobernantes y al público en general de que los riesgos del cambio climático son muy inexactos como para justificar políticas de regulación sobre los gases de invernadero.
Anualmente estas empresas gastan miles de millones de dólares en campañas negadoras del Cambio Climático. Un informe publicado por The Guardian, señala que “estas organizaciones tienen una línea coherente en materia de cambio climático: que la ciencia es contradictoria, las científicos están dividido, los ambientalistas son charlatanes, mentirosos o locos, y si los gobiernos tomaran medidas para evitar el calentamiento global estarían poniendo en peligro la economía mundial sin una buena razón” (3). Las estrategias que utilizan estos grupos varían desde utilizar una selección de datos verídicos (como el enfriamiento de la tropósfera) para generalizarlos a todo el fenómeno, hasta la difusión de datos falsos o desactualizados.
En 2005 una investigación reveló que la petrolera británica Exxon Mobil financiaba a investigadores para que elaboraran informes que tendientes a minimizar los efectos del Cambio Climático. Otros grandes donantes son los hermanos Charles y David Koch, propietarios de Koch Industries, dedicadas al negocio del petróleo, papel y productos químicos en más de 60 países. Esta empresa tiene varias denuncias en los Estados Unidos por derrames de petróleo y vertido de productos químicos cancerígenos en los ríos. En 2010 Greenpeace publicó un informe en donde probaba que esta empresa había donado $24.888.282 a organizaciones como American for Prosperity, Fraser Instituto, Independence Institute, American for Tax Reform o Federalist Society for Law and Public Policy Studies, que se oponen al reconocimiento del cambio climático, a las reformas de impuestos progresivas o a la universalización de la salud pública (4).
En 2013 el profesor Robert Brulle, de la Universidad de Drexel, publicó un informe que identificaba un muy buen organizado movimiento de negación apoyado por 118 entidades y que contaba con un presupuesto de 1000 millones de dólares. Entre los donantes encontramos la Exxon, junto con corporaciones y entidades “sin fines de lucro” ligadas a causas conservadoras como las fundaciones del Partido Republicano y el Tea Party de los Estados Unidos (5).
Además del sector energético, hay otras industrias interesadas en negar el cambio climático debido a los beneficios económicos que le traería. Las aseguradoras podrían incrementar sus ganancias con el aumento de los desastres socio-naturales que se van a incrementar en los próximos años. Las empresas constructoras se beneficiarían construyendo casas adaptadas a los desastres y con sistemas de ahorro de energía. Las sequías cada vez más frecuentes en inmensas áreas del planeta serían una bendición para las compañías de agua que obtengan la concesión para trasladar un recurso cada vez más escaso, mientras que las grandes compañías agrícolas (Monsanto, Cargill, DuPont, Syngenta) podrían vender cultivos transgénicos resistentes a los cambios de temperatura y a las nuevas plagas. También hay grupos empresarios que especulan con la desaparición de especies, como los acaparadores de marfil que esperan la extinción de los elefantes para subir el precio del producto.
Estas empresas llegan incluso a utilizar argumentos de la izquierda o el progresismo, tales como que se quiere evitar que los países pobres utilicen combustibles fósiles compitiendo con los desarrollados, que se quiere obtener ganancias ilícitas a través de los impuestos al carbono, o que es otra forma de disparar una “histeria colectiva” para justificar políticas represivas o de control social (6). Sin embargo no debemos caer en la trampa, ya que quienes difunden estos argumentos no están interesados en defender los derechos humanos, las libertades individuales o la justicia social, sino las ganancias de las empresas capitalistas explotadoras y contaminantes.
Pareciera ser que la campaña negadora viene cosechando buenos resultados. En 2010 se publicaron numerosos estudios sociológicos que muestran que el porcentaje de personas que niegan el Cambio Climático en los países occidentales se han incrementado en los últimos años. Según una encuesta realizada por la Universidad de Yale, el número de negadores en los Estados Unidos se duplicó en dos años llegando al 20%. En Gran Bretaña, ese mismo año, un 78% de los encuestados respondió afirmativamente a la pregunta “¿Cree usted que el clima está cambiando?” frente a un 15% que respondió negativamente, mientras que en el 2005 las cifras habían sido de 91 y 4% respectivamente. Ante una pregunta similar en Alemania, país de un importante movimiento ecologista, solo el 66% respondió afirmativamente frente a un 33% que lo negaba (7). Otro estudio realizado por la revista Nature Climate Change en 2015 muestra que el 40% de la población nunca escuchó hablar del Cambio Climático, cifra que llega al 60% en países como India, Egipto o Bangladesh (8).
Pero también en las últimas décadas se ha observado el surgimiento de otras posturas que bajo distintas denominaciones (Economía Verde, Desarrollo sustentable, Agroecología, Revolución Verde) se oponen a las ideas negadoras y en lugar de ello pretenden posicionarse como la solución al cambio climático, la destrucción de los ecosistemas, el estancamiento económico y el desempleo, y que son promovidas por gobiernos, organismos internacionales y corporaciones.
Este “Capitalismo Verde”, que se presenta en corrientes que tienen diferencias en otros aspectos como el liberalismo, el keynesianismo o el neoliberalismo, parte de la idea que se debe ampliar el concepto de Capital para englobar a la naturaleza. Existe una prolífica discusión de si esta equiparación es válida o no, ya que no es lo mismo el capital de origen humano (como una maquinaria) con otro de origen natural (como las especies animales o vegetales). En definitiva esta postura plantea que la naturaleza se podría contabilizar como dinero por lo que su protección sería una forma de inversión.
Para que esto sea posible el capitalismo verde reclama una “propiedad extensa sobre la naturaleza”. Tradicionalmente una persona o una empresa podían ser propietarias de un pedazo de tierra, pero nunca se entendió que fueran dueñas de todo un ecosistema o de una especie. En esta nueva visión la propiedad privada puede existir sobre todo un ecosistema (privatización de bosques, cursos de agua, montañas), sobre una especie completa (patentes sobre microorganismos y cultivos) o sobre solo una parte de un organismo vivo (patentes sobre genes o atributos genéticos) (9).
Esta tendencia privatizadora se convirtió en una realidad en países de Latinoamérica, Asia o África, donde las corporaciones se apropiaron de tierras comunitarias o propiedad de pueblos originarios para llevar adelante sus proyectos “ecológicamente sustentables”. Esto trajo como consecuencia un aumento de la pobreza y las desigualdades en estos países, una mayor explotación de la clase trabajadora y el incremento de la trata de personas, el narcotráfico y la venta de armas. Al mismo tiempo que no rindió los resultados prometidos en materia ambiental sino que se expandió la explotación de los ecosistemas mediante técnicas cada vez más contaminantes (fracking, minería a cielo abierto, uso de cianuro, explotación de hidrocarburos en el fondo marino, agricultura altamente dependiente de agrotóxicos y semillas modificadas genéticamente, utilización de millones de litros de agua en sus megaemprendimientos, ganadería intensiva). Tampoco se cuestiona el consumismo desenfrenado tan necesario para el mantenimiento de su tasa de ganancia, lo que está llevando al agotamiento de los recursos y a la generación de residuos que la Tierra no puede asimilar.
Según escribe Florent Marcelleci “para evitar un aumento de temperatura de más de 2º (acordado en la cumbre de Copenhague de 2009), el PIB mundial tendría que disminuir más de un 3% anual; 77% entre hoy y 2050”. El economista francés Michel Husson, plantea un dilema: crecimiento y consecuencias climáticas desastrosas o reducir el PIB y recesión con consecuencias sociales. Los analistas estadounidenses Fred Magdoff y John Bellamy Foster sostienen que el dilema se da en el capitalismo ya que este necesita crecimiento y el crecimiento lleva al desastre climático (10).
Por ello es que no es posible pensar un “capitalismo verde” como sostienen algunos grupos ecologistas, ambientalistas o seguidores de Al Gore. La solución al Cambio Climático no va a venir de las entrañas del mismo sistema que lo produjo.
Mientras los capitalistas continúan oscilando entre posturas negadoras o de gestión de la crisis ambiental, el resto del mundo seguimos sufriendo los efectos del cambio climático. En 2003 el Banco Mundial, a quién nadie puede acusar de simpatías ecologistas o progresistas, reconoció que anualmente morían 150 mil personas como consecuencia de la crisis climática. Desde entonces ese número se ha incrementado como consecuencia de la multiplicación de los desastres climáticos: el huracán Katrina que asoló New Orleans en 2005, los incendios forestales en Australia y Bolivia en 2010, la inundación en Birmania ese mismo año, la sequía que en Somalia mató a 100 mil personas en 2011, las diversas inundaciones que se registraron en Argentina entre 2007 y 2015, el tifón Haiyan en Filipinas que en diciembre de 2013 causó la muerte de 10 mil personas, son un ejemplo de las consecuencias que estamos viviendo. Las víctimas de este crimen brutal del capitalismo contra el planeta son en su mayoría pobres, y los sobrevivientes quedan en una situación de carencia y desamparo que los convierte rápidamente en marginados o en mano de obra desesperada que es fácilmente explotada.
Pero al mismo tiempo también se han incrementado las luchas sociales en contra de la megaminería y los emprendimientos petroleros contaminantes, por la erradicación de los basureros tóxicos, por el libre acceso a las fuentes de agua, contra la privatización de los bienes comunes y los servicios públicos, contra los agrotóxicos y los organismos genéticamente modificados, por el derecho a la autodeterminación de los pueblos originarios, por la defensa de la biodiversidad y la protección de las especies en peligro de extinción, y contra la energía nuclear, entre otras. Estas luchas ambientales también son luchas contra la pobreza que generan las mismas empresas contaminantes, y luchas de género ya que las mujeres suelen ser las más perjudicadas por la crisis ambiental.
La solución a la actual crisis climática que afecta nuestro planeta pasa por acabar con el capitalismo explotador del ser humano y de la naturaleza. Solo a través de la instauración de un sistema socialista basado en la igualdad y la solidaridad podremos llevar adelante la reconversión hacia formas de energía limpias y renovables, una forma de producción que respete los ciclos naturales sin agotar nuestros recursos, acabar con la pobreza y las desigualdades sociales y de género, y lograr un estilo de vida que no esté basado en el lucro y en el consumismo desmedido. En esa lucha estamos.
Notas
(1) El Cambio Climático es un cambio significativo y duradero de los patrones locales o globales del clima ya sea por causas naturales (variaciones en la energía que se recibe del Sol, erupciones volcánicas, circulación oceánica, procesos biológicos) o por influencia de las actividades humanas (a través de la emisión de CO2 y otros gases que atrapan calor, alteración del uso de los suelos, deforestación). El Calentamiento Global por su parte es un aumento de la temperatura de la atmósfera terrestre que se ha estado observando desde finales del siglo XIX. Se ha observado un aumento de aproximadamente 0.8 ºC desde que se realizan mediciones confiables, dos tercios de este aumento desde 1980. Hoy existe la certeza de que este aumento de la temperatura es por causa de las actividades humanas. http://cambioclimaticoglobal.
(2) Valencia, Luciano Andrés; “Cambio climático: 200 años de negación”, en: Rebelión, www.rebelion.org, 25 de febrero de 2014.
(3) Monbiot. George; “The denial industry”, en: The Guardian, 19 de septiembre de 2006.
(4) Se puede consultar el informe de Greenpeace; Koch Industries: la oscura financiación del negacionismo climático, en: http://www.greenpeace.org/
(5) Valencia Restrepo, Darío; “Cambio Climático: evidencia y negación”, en: El Mundo, www.elmundo.com, 27 de diciembre de 2013.
(6) Basta con colocar en el buscador “el fraude del cambio climático” para encontrar cientos de estos argumentos.
(7) Heras Hernández, Francisco; “Negacionistas, refractarios e inconsecuentes. El difícil reto de reconocer el Cambio Climático”, en: EcoPortal, http://www.ecoportal.net, 21 de marzo de 2012.
(8) EcoPortal, 12 de septiembre de 2015.
(9) Gudynas, Eduardo; “Concepciones de la naturaleza y desarrollo en América Latina”, Persona y Sociedad, N° 13, Santiago de Chile, 1999.
(10) Citados por Caño Tamayo, Xavier; “Cambio Climático y Capitalismo”, Red EcoPortal, 30 de septiembre de 2014.
El autor es escritor, autor de La transformación interrumpida (2009) y Páginas socialistas (2013), además de numerosos artículos en medios de prensa y libros colectivos. Contacto:valencialuciano@gmail.com.
Fuente: http://www.laizquierdadiario.
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