Bajar el calentamiento hasta en 2°C
El capitalismo encierra en su propio seno, todos los síntomas de su descomposición. Incluso las crisis —de las cuales no falta quien presuma un capitalismo siempre renovado y airoso— derivan en cambios importantes; sí, pero para alimentar su propia esencia que incluye a las ganancias en todas sus modalidades, más nunca para beneficiar a los trabajadores, atacar el desempleo, mejoras a los trabajadores del campo, al hombre (incluso a los empresarios de mediano y bajo pelo), a la Humanidad en general.Nada de eso. Porque todo se ciñe a la optimización de ganar/ganar, a la superexplotación de la mano de obra en todas sus formas —sin distinción de sexo, condiciones y de todas las edades en cualquier país—, a que el Estado abandone cada vez cualquier tipo de responsabilidades sociales, etcétera, por la tendencia a la desaparición del Estado/nación. Súmese todo lo que deriva de una centralización y concentración de la riqueza en muy pocas manos; ya no tanto de los corporativos multinacionales como de aquellos individuos de carne y hueso, el 1% de la población que ya son los poseedores del 50% de la riqueza creada y acumulada por los siglos de los siglos del régimen del capital.
Esa es la dinámica de la producción, desde la manufacturera hasta la alta tecnificación capitalista, que por cierto se inclina cada vez más por aquellos negocios que apuntan hacia la destrucción de todo lo que le rodea. En dos sentidos: las actividades lícitas, como las formales de las economías tradicionales, con empresas productoras de mercancías o servicios —sean locales o multinacionales—; o las ilícitas, como se dice a todo lo que se mueve en un contexto oscuro y circula en el llamado “mercado negro”.
Las guerras —para asesinar a poblaciones enteras de aquellos países que despiertan algún interés geoeconómico—, los negocios ilícitos como los del crimen organizado —tráfico de drogas, de armas, secuestro, etcétera—, así como el terrorismo, en auge ahora, herramienta vil con fines expropiatorios, de usurpación, saqueo o robo al viejo estilo precivilizatorio (¡sic?) o prooccidental, son el tipo de actividades el boga. Como para allanar la voracidad del predominio del capital financiero que lo domina todo.
De la mano de todo esto viene la destrucción de la Naturaleza, como parte de la optimización de las ganancias por arriba de cualquier interés de conservación o preservación de los recursos naturales, de las especies animales e incluso de la continuidad del ser humano como especie sobre la Tierra. Porque la gran industria destruye sin miramientos; en los procesos productivos, a los recursos que se procesan, y todo tipo de residuos que se desechan se hacen sin el menor cuidado. Sin el menor procesamiento se crean desperdicios que destruyen mantos acuíferos, ríos, lagos, extensiones de tierra, árboles, vegetación, etcétera. Se destruye todo e importa poco o nada.
Entre los de mayor vulnerabilidad está el aire, donde la atmósfera está cambiando y eso modificando el ambiente para poder vivir. Hace décadas ya, que los científicos levantaron la voz de alerta para llamar la atención sobre el cambio climático, y la destrucción de la Naturaleza en todas sus modalidades: tierra, agua, aire, y las condiciones de calor que se han movido para la tierra.
Pero nada, o muy poco. Las llamadas cumbres de la Tierra poco han logrado. Los compromisos para evitar el llamado efecto invernadero no han tenido eco, principalmente de los países más industrializados y que más desperdicios arrojan al vacío sin proceso alguno. Países como los Estados Unidos de América, China, Rusia, Japón, etcétera, poco han asumido la responsabilidad que tienen en favor del restablecimiento del equilibrio natural. Hasta ahora, que se asegura, en París se realizó la Cumbre contra el Cambio Climático donde 195 países avalaron un Acuerdo histórico contra la “emisión de gases de efecto invernadero”.
Ya veremos. Porque del dicho al hecho…, pero los acuerdos suenan bien: 1) Fondo climático de 100 mil millones de dólares que movilizarán los países desarrollados ¡a partir del 2020! 2) Alcanzar el “pico” de emisiones por país “lo antes posible”. 3) Retención del aumento de la temperatura global “por debajo de los 2°C. 4) Punto de inflexión: cambio de energías 100% limpias que quiere el mundo y requiere el planeta. 5) Voluntad de trabajar para avanzar hacia un límite de 1.5°C para el 2100. 6) “Negocio”, una inversión de largo plazo, de bajar 2° o 1.5°C meta viable de los Negocios para el Desarrollo Sustentable, que beneficia e interesa a las multinacionales.
Esa es la dinámica de la producción, desde la manufacturera hasta la alta tecnificación capitalista, que por cierto se inclina cada vez más por aquellos negocios que apuntan hacia la destrucción de todo lo que le rodea. En dos sentidos: las actividades lícitas, como las formales de las economías tradicionales, con empresas productoras de mercancías o servicios —sean locales o multinacionales—; o las ilícitas, como se dice a todo lo que se mueve en un contexto oscuro y circula en el llamado “mercado negro”.
Las guerras —para asesinar a poblaciones enteras de aquellos países que despiertan algún interés geoeconómico—, los negocios ilícitos como los del crimen organizado —tráfico de drogas, de armas, secuestro, etcétera—, así como el terrorismo, en auge ahora, herramienta vil con fines expropiatorios, de usurpación, saqueo o robo al viejo estilo precivilizatorio (¡sic?) o prooccidental, son el tipo de actividades el boga. Como para allanar la voracidad del predominio del capital financiero que lo domina todo.
De la mano de todo esto viene la destrucción de la Naturaleza, como parte de la optimización de las ganancias por arriba de cualquier interés de conservación o preservación de los recursos naturales, de las especies animales e incluso de la continuidad del ser humano como especie sobre la Tierra. Porque la gran industria destruye sin miramientos; en los procesos productivos, a los recursos que se procesan, y todo tipo de residuos que se desechan se hacen sin el menor cuidado. Sin el menor procesamiento se crean desperdicios que destruyen mantos acuíferos, ríos, lagos, extensiones de tierra, árboles, vegetación, etcétera. Se destruye todo e importa poco o nada.
Entre los de mayor vulnerabilidad está el aire, donde la atmósfera está cambiando y eso modificando el ambiente para poder vivir. Hace décadas ya, que los científicos levantaron la voz de alerta para llamar la atención sobre el cambio climático, y la destrucción de la Naturaleza en todas sus modalidades: tierra, agua, aire, y las condiciones de calor que se han movido para la tierra.
Pero nada, o muy poco. Las llamadas cumbres de la Tierra poco han logrado. Los compromisos para evitar el llamado efecto invernadero no han tenido eco, principalmente de los países más industrializados y que más desperdicios arrojan al vacío sin proceso alguno. Países como los Estados Unidos de América, China, Rusia, Japón, etcétera, poco han asumido la responsabilidad que tienen en favor del restablecimiento del equilibrio natural. Hasta ahora, que se asegura, en París se realizó la Cumbre contra el Cambio Climático donde 195 países avalaron un Acuerdo histórico contra la “emisión de gases de efecto invernadero”.
Ya veremos. Porque del dicho al hecho…, pero los acuerdos suenan bien: 1) Fondo climático de 100 mil millones de dólares que movilizarán los países desarrollados ¡a partir del 2020! 2) Alcanzar el “pico” de emisiones por país “lo antes posible”. 3) Retención del aumento de la temperatura global “por debajo de los 2°C. 4) Punto de inflexión: cambio de energías 100% limpias que quiere el mundo y requiere el planeta. 5) Voluntad de trabajar para avanzar hacia un límite de 1.5°C para el 2100. 6) “Negocio”, una inversión de largo plazo, de bajar 2° o 1.5°C meta viable de los Negocios para el Desarrollo Sustentable, que beneficia e interesa a las multinacionales.
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