Asombra la capacidad propagandística del gobierno de Evo Morales y su influencia para volcar la opinión pública a su favor.
Me refiero a la habilidad para convertir lo dudoso en verdad absoluta, lo secundario en primordial y el discurso en realidad. Ejemplo de ello ha sido la realización de la II Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Climático (IICMPCC). Lo paradójico es que "cumbres” de este tipo parecieran constituir un bálsamo para la autoestima de los creyentes y no creyentes en el proceso de cambio, un antídoto al crónico "lamento boliviano”, un hecho que aplaudimos, que se instala e irradia desde el mismo corazón de Bolivia y el continente: Cochabamba.
Fue hábil la movida gubernamental que posibilitó la presencia del secretario general de Naciones Unidas (ONU), Ban Kimoon, en el evento. Lo celebró diplomáticamente como si fuera propiciado por la misma ONU, cuando, en realidad, fue una iniciativa del Gobierno boliviano, de agrupaciones amigas del ALBA, para apuntalar el liderazgo del presidente Evo Morales.
Poco interesó el costo de este encuentro de organizaciones sociales de 50 países para darle un espaldarazo a la diplomacia de los pueblos en nombre de la defensa de la Madre Tierra y la lucha anticapitalista. Curiosamente, todo esto ocurría mientras en Turquía se preparaba la doceava versión de la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación con la asistencia de 192 países. Se informó que Bolivia estuvo ausente.
Pero las disonancias asociadas a la II Cumbre de Tiquipaya comienzan golpeando los sentidos. ¿Cumbre ambiental en la región metropolitana más contaminada del país? Ésa que nos da la bienvenida con un aire irrespirable, enrarecido y tóxico por el efecto adicional de la carencia de servicios de agua potable y alcantarillado. Suma a la contradictoria realidad el empecinamiento gubernamental por instalar una planta nuclear, comprar armamento e impulsar megaobras improvisadas eludiendo transparentar la información, los estudios medioambientales correspondientes y el debate plural sobre estos asuntos.
El giro hiperextractivista se traduce en la autorización para exploración y explotación hidrocarburífera en áreas protegidas. Lo hacen sin sonrojarse siquiera, ¿será porque, según el Gobierno, las áreas protegidas son un invento gringo e imperial?
Según expertos, la agenda internacional frente al inexorable cambio climático apunta a la necesidad de reducir el porcentaje de emisiones derivadas de la explotación de recursos energéticos y de la deforestación acelerada. Al respecto, ¿cómo andamos por casa? La deforestación en Bolivia preocupa. Bajo el argumento de que no queremos ser los "guardabosques” del planeta proponemos la ampliación de la frontera agrícola, cediendo a la presión sobre la tierra de empresarios de la agroindustria y de campesinos "interculturales” cocaleros que avasallan parques y bosques impunemente.
Considero que en estos 10 años se nos negó la oportunidad para concertar y dotarnos de políticas que encuentren relativo equilibrio entre la necesidad de desarrollar e industrializar y la de proteger nuestro ecosistema. El retroceso en este campo ha sido notable y proporcional a la pérdida de credibilidad del gobierno en estos asuntos.
Más allá del eficaz montaje escénico y la estridencia discursiva, en Bolivia prevalece el reino de la informalidad e improvisación, de los espejitos desarrollistas que encandilan colonialmente a gobernantes y gobernados.
Lamentablemente, por lo señalado, por la presencia "políticamente incorrecta” de los presidentes Maduro y Correa, y por mucho más, la Cumbre de Tiquipaya terminó contaminada, restándole fuerza a una declaración final que, al parecer, no dejará huella en la COP 21 de París.
Erika Brockmann es politóloga y fue parlamentaria
Puedes encontrarla en:
http://boliviarural.org/component/opiniones/opinione/614-cumbre-contaminada
http://www.paginasiete.bo/opinion/2015/10/16/cumbre-contaminada-73641.html
Para mayor información comunicate con nosotr@s al mail: madalbo@gmail.com
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