jueves, 9 de julio de 2015

Argentina. “La peste soja”

Por Leonardo Rossi
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“En Monte Maíz, al sudeste de Córdoba, los casos de cáncer triplican la media nacional. En esa zona rural, de casi 65 mil hectáreas, se aplican 630 mil litros de pesticidas al año. Docentes de la UNC y la UNLPjunto a estudiantes llegaron hasta allí para realizar la radiografía de un pueblo que vive respirando veneno. De habitantes de uno de los tantos pueblos de la denominada “pampa gringa”, reconvertida en “pampa sojera”, los ciudadanos de Monte Maíz pasaron a ser objeto de fuertes debates políticos y mediáticos. ¿El tema en cuestión? Haber reclamado un estudio sanitario que explicara las causas del notable aumento de las muertes por cáncer en los últimos años en esa zona al sudeste de Córdoba.
De habitantes de uno de los tantos pueblos de la denominada “pampa gringa”, reconvertida en “pampa sojera”, los ciudadanos de Monte Maíz pasaron a ser objeto de fuertes debates políticos y mediáticos. ¿El tema en cuestión? Haber reclamado un estudio sanitario que explicara las causas del notable aumento de las muertes por cáncer en los últimos años en esa zona al sudeste de Córdoba. En octubre del año pasado, estudiantes de medicina y geografía, acompañados por docentes de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), y un grupo de químicos de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), analizaron el pueblo a partir de un campamento sanitario. Desde entonces y hasta fines de marzo —cuando se presentó el informe final— los encargados del estudio, las autoridades municipales que acompañaron el trabajo y los propios vecinos recibieron agravios, presiones y maltratos por parte de empresarios, funcionarios y comunicadores vinculados al agronegocio. Tal vez, las conclusiones del trabajo expliquen el porqué de esas agresiones. En Monte Maíz muere el triple de personas por cáncer que la media nacional. Los insumos utilizados para fumigar los campos se ubican en el centro de las miradas. “La contaminación con agroquímicos es el factor preponderante en el análisis del entorno ambiental del pueblo y el gran volumen de los mismos significan una amenaza constante”, concluye el relevamiento.
RADIOGRAFÍA
Monte Maíz, sudeste cordobés, departamento Unión. Las charlas cotidianas en la estación de servicio, en el café, en el club refieren a un vecino joven que murió de cáncer; a una pareja que perdió un bebé con malformaciones; a los caros medicamentos para sacar adelante una ‘enfermedad rara’. Lo que se volvió normal empezó a ser cuestionado. Luego de años de frustrados intentos, un grupo de vecinos logró convencer a las autoridades de la necesidad urgente de estudiar la salud colectiva de la ciudad. La Red de Prevención, una organización vecinal, persuadió al intendente justicialista Luis Trotte de encabezar esta iniciativa.
Desde la Universidad Nacional de Córdoba, un grupo docente de la cátedra de Clínica Pediátrica, con Medardo Ávila Vázquez (Red Universitaria de Ambiente y Salud) a la cabeza, se puso a disposición. Pediatras, alergistas, clínicos y unos 50 estudiantes encararon la tarea de relevar la salud de vecinas y vecinos entre el 15 y 19 de octubre pasado. El equipo se completó con geógrafos y estudiantes, que mapearon los factores de riesgo ambiental, y técnicos del Centro de Investigaciones en Medio Ambiente de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP. Este último grupo analizó muestras de tierra, aire y agua del pueblo y sus alrededores. Una experiencia novedosa (y “molesta” para más de uno).
Este cronista recorrió el pueblo en días de campamento sanitario y regresó para la presentación del informe. Monte Maíz presentó los frecuentes problemas de las pulverizaciones descontroladas, que sufren estos pequeños poblados rodeados de cultivos como la soja. Además se observa la irrupción de enormes silos de acopios de granos que despiden cascarilla al aire en el centro mismo de la ciudad, y proliferan los depósitos de agroquímicos y máquinas fumigadoras en medio del casco urbano. No hay que pasar mucho tiempo en las calles para toparse con un ‘mosquito’ fumigador saliendo de entre las viviendas, observar pérdidas de químicos agropecuarios en las veredas y registrar la utilización de estos productos de forma habitual en clubes y plazas para controlar “yuyos”.
campamento médico
Pediatras, alergistas, clínicos y unos 50 estudiantes encararon la tarea de relevar la salud de vecinas y vecinos. Fotografía: Marcos Oviedo.
DÍAS DE CAMPAMENTO
El encuentro entre estudiantes y vecinos dejó huellas. No sólo en los datos duros recolectados sino también en las pieles de los interlocutores. Una medicina humanizada caminó el pueblo en busca de voces necesitadas de narrar lo que sus cuerpos padecen desde hace años. Las lágrimas no escasearon. Aunque menos publicitada, otra academia médica alejada de los grandes negocios farmacéuticos existe y está latente. “Esto es clave para pensarse desde otro lugar como profesional, y va a producir un cambio en los estudiantes que están acá”, decía Flavia Fanoni (28), futura médica.
Verónica Llopiz (43), madre de dos chicos de 9 y 16 años, integra la Red de Prevención y fue una de las más activas impulsoras del relevamiento. Esta mujer, que combina una fuerte personalidad con una sonrisa constante, compartía sus sospechas: “Estamos leyendo sobre las consecuencias de estar expuestos a los agrotóxicos y sabemos que trae enfermedades, malformaciones, abortos espontáneos”. “Hacer este censo busca determinar si lo que pasa acá tiene que ver con eso u otros factores”, decía. “Hablar de esto no es fácil”, mencionaba en referencia al fuerte impacto económico de la actividad agraria en el pueblo y la influencia de empresarios como Roberto Urquía. El titular de Aceitera General Deheza, ex senador kirchnerista, es dueño de acopios de granos enclavados en la ciudad. Su empresa es una de las cinco que controla el 80 por ciento del sector aceitero argentino.
INTERESES
“Hasta hay productores y sus hijos enfermos de cáncer. Estamos todos afectados. Esperemos que el interés sea la salud de todos, aunque posiblemente haya resistencia”, se anticipaba, en octubre pasado, Verónica. Y las reacciones no se hicieron esperar. A los cruces de palabras en la ciudad, se agregó el debate en algunos medios de la provincia. El programa que Gustavo Mathieu (Radio Mitre-Córdoba) dedicó a denostar el trabajo de médicos y vecinos, que aún no habían dado sus resultados finales. Fue sólo una muestra del malestar que generó este estudio en sectores que defienden el agronegocio a como dé lugar. Con estas palabras abría una de sus emisiones en su espacio dedicado al periodismo agropecuario: “Nos marcaron la agenda, y a mí me puso loco que nos marquen la agenda desde afuera, un sector que no tiene nada que ver con el campo”. El comunicador no estaba solo. Juan Cruz Molina, secretario de agricultura de Córdoba; Gustavo Irico, entonces decano de la Facultad de Medicina; y la agrónoma y docente de Ciencias Agropecuarias de la UNC Alicia Cavallo lo acompañaron. Con el caso Monte Maíz, la universidad mostró una vez más fisuras y fuertes disputas en torno al modelo agrario. El rector Francisco Tamarit dijo en un primer momento que el trabajo “era sólo la punta de un iceberg”, en un guiño al relevamiento. En días previos y posteriores a la presentación final no hubo comunicados oficiales del rectorado que fijaran posición.
Antes de que se hicieran públicas las conclusiones, no fueron pocos los llamados al intendente y a miembros de la Red Universitaria de Ambiente y Salud (REDUAS) para frenar la presentación. “Funcionarios provinciales”, “autoridades universitarias”, “empresarios” fueron los responsables de esas “presiones”. Nadie quiere dar nombres. Aunque los posicionamientos públicos de algunas autoridades hablan por sí solos.
LLEGÓ EL DÍA
Almuerzo en una parrilla, a la vera de la ruta. Varios de los miembros de la Red de Prevención comparten sus expectativas con los médicos. El temor a alguna intervención desproporcionada de quienes querían evitar que el trabajo saliera a la luz es tema de conversación entre bocado y bocado. Diego Ceballos (32), marido de Paulina y padre de Carmela (2) necesitaba desahogarse. El 24 de julio de 2014 su mujer perdió un embarazo. El bebé presentaba malformaciones. Una situación que en Monte Maíz se repite más de lo normal. “Cuando encuentro gente que presiona como presionó estos últimos días para que no se presente esto realmente uno se siente muy mal”, larga, con los ojos humedecidos. “Con esa gente que piensa que esto tiene un interés político, y que no conoce Monte Maíz, me sentaría a charlar para que sepa lo que me pasó, lo que tuve que padecer y le explicaría el motivo de mi lucha”, termina de decir con lo que resta de voz.
En la Casa de la Cultura, frente a la plaza del pueblo, todo está listo. El salón está casi lleno. Medardo Ávila Vázquez y Eduardo Maturano, por la REDUAS, Damián Marino por Exactas de la UNLP, Ignacio Silva (presidente del Concejo Deliberante) y Sergio Linares de la Red de Prevención son los encargados de dar a conocer el trabajo. Más de noventa personas aguardan atentas. Algunos vecinos le apuntan al cronista sobre la presencia de representantes de empresas agropecuarias y productores “sojeros”. No suman más de cinco a pesar de haber puesto en duda durante meses la metodología de trabajo y los posibles resultados que finalmente están por ser dados a conocer.
“En cáncer confirmamos la sospecha de médicos locales y vecinos, los casos nuevos por año son tres veces más frecuentes”, dice una de las conclusiones. Según las estimaciones, Monte Maíz debería presentar entre 11 y 13 casos de cáncer nuevos por año para los cerca de 5.000 habitantes relevados, sobre alrededor de 8.000 que en total viven allí. En nueve meses de 2014 se detectaron 35 casos. En base a datos del Registro Provincial de Tumores de Córdoba se generan 9000 casos nuevos de cáncer por año, y llevado al estudio en Monte Maíz alcanzaría a 13,9 casos anuales. En tanto, con cifras de la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer de la ONU, la población estudiada debiera reportar once casos por año. “Encontramos tres veces más”, señala el trabajo.
Otros datos divulgados en la jornada aportan cifras concretas a lo que vecinos como Diego observaban a diario. Los abortos espontáneos “superaron por más de tres veces la prevalencia esperada”. En Monte Maíz alcanza al 9,98 por ciento frente al 3 por ciento a nivel nacional. El cálculo incluyó casos de los últimos cinco años en mujeres de 15 a 44 años. Entre las 981 mujeres que cumplían con esta condición, 79 sufrieron abortos espontáneos. La mayoría padeció un episodio, mientras que quince sufrieron dos abortos y dos mujeres vivieron ese trauma en tres oportunidades. Enfermedades respiratorias y malformaciones congénitas también estuvieron por encima de los parámetros normales.
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Verónica Llopiz (43), madre de dos chicos de 9 y 16 años, integra la Red de Prevención. Fotografía: Marcos Oviedo.
RESPIRAR VENENOS
Al análisis médico se agregó en forma combinada información geográfica y química. Monte Maíz presenta “una línea de empresas cerealeras y grandes acopios de granos en la zona central que despide de los silos cascarillas de granos cargadas de (los agroquímicos) glifosato y clorpirifós”. La zona rural reúne “65.000 hectáreas donde se aplican 630.000 litros de pesticidas por año”, en cultivos que en muchos casos se ubican a una calle de cualquier casa. El relevamiento destaca que en el interior del radio urbano existen al menos “22 galpones de maquinas de pulverizar y alta concentración de pesticidas en el suelo”, hecho “demostrado en que en el 100 por ciento de las muestras se detectó glifosato, clorpirifós y cipermetrina”, plaguicidas utilizados en las campañas agropecuarias.
SE TRATA DE SALUD
Con las conclusiones en el aire, los representantes del agronegocio se llaman a silencio. Una pregunta se repite desde el público: “¿Y ahora, qué hacemos?”. El intendente Luis Trotte celebra que se haya divulgado el trabajo “a pesar de las presiones”. Ahora, “hay que empezar a trabajar”: “En la plaza donde antes se fumigaba, se empieza a cortar el yuyo. Vamos a corregir el tema de los depósitos, y lo más importante, de los silos”. Ignacio Silva agrega su mirada como concejal y, sobre todo, como vecino que participa en la Red: “Ahora empieza lo más interesante que es trabajar con ordenanzas. Lo más urgente me parece que es el tema de reubicar los depósitos, y emplazarlos para que se retiren del área urbana”.
Entre consulta y consulta que le realizan mujeres y hombres de a pie, Damián Marino, doctor en química, celebra “poder encontrarse, charlar, y dar una parte del conocimiento y compartir la otra que es la que tiene el vecino”. “Cuando juntás eso puede empezar a aparecer una solución para cuestiones como este patrón de meter los plaguicidas dentro del casco urbano, que es algo que se puede corregir mañana”, reflexiona. “Es un tema cultural, nos han convencido que es normal y no es así”, insiste con un discurso alejado del laboratorio.
Al cierre de la presentación, Diego Ceballos se acerca nuevamente al cronista. El joven comparte sus primeras sensaciones, luego de tanta respiración contenida. “El sector agropecuario estuvo presente, pero creo que el informe fue más que claro y por eso entendieron la situación. El objetivo es velar por la salud y no sólo hablar de dinero.” Diego reconoce “el coraje de la Red de Prevención, de los médicos, del intendente” y asegura que esta jornada es “el principio de la lucha”. “¡Ahora hay que empezar a cambiar las cosas!”.
Por Leonardo Rossi
http://lanan.com.ar/2015/07/monte-maiz-agroquimicos/


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