martes, 28 de septiembre de 2010

Pausa ecológica

         
Las noticias de prensa nos traen la alarmante cifra de 2 millones de hectáreas arrasadas por el fuego, consumiendo nuestra valiosa riqueza forestal, una enorme diversidad de mamíferos, aves, insectos y microorganismos, todo dentro de esa rica complejidad que constituye los bosques amazónicos. La respuesta oficial es: “No tenemos los recursos ni técnicos ni financieros para luchar contra este flagelo”. Suena como contrasentido, cuando se hacen compras de costosos juguetes: un avión de lujo, la casi segura compra de un satélite, cuando las necesidades están aquí a flor de tierra.

Seamos justos, el problema no es nuevo. Bolivia ha perdido, entre 1975 y 2005, alrededor de 10 millones de hectáreas; entre el 2006 y 2009 se han ido perdiendo unas 300.000 ha por año. Pero sólo en un año, perder 1,5 millones de hectáreas es excesivo; a ese ritmo, en los próximos 20 años podríamos quedar con una cantidad mínima de superficie boscosa, tal vez aquella que se aprovecha bajo conceptos sostenibles que buscan lograr el “sello verde” para las exportaciones. (Fuente: ex Viceministerio de Planificación y Ordenamiento Territorial, “Aporte sobre Ordenamiento Territorial para el taller nacional de Política de Tierras”, dic. 2005. Datos recientes: notas de prensa).

Tal como proyectó el Ing. Javier López, en su Informe Nacional Bolivia 2002-2020, “Estudio y perspectivas del Sector Forestal 2000-2020”, Ministerio de Asuntos Campesinos y Agropecuario, 2004 en su escenario negativo, para el año 2020 lo siguiente: “Toda la región del bosque tropical húmedo está siendo amenazada por dos fenómenos significativos: en primer lugar, la cada vez acentuada tendencia de convertir la región en área de colonización y, en segundo lugar, la acción sistemática del desbosque y conversión en pasturas, en áreas no aptas para esta práctica realizada por campesinos y pequeños propietarios”.

A ese pronóstico pesimista que parecería cumplirse deben añadirse otros factores ecológicos, políticos e institucionales. El factor ecológico, tal como ha sido identificado por el Programa Nacional de Cambio Climático, responde al efecto invernadero que “seca los bosques”, haciéndolo fácil de las llamas provenientes de prácticas agrícolas que ya deberían descartarse. El factor político, la teoría de la función social, la cual señala que aquellas tierras que no cumplen la función social serán expropiadas. Lamentablemente en el reconocimiento de esa “función social”, virtualmente no se valora el enorme valor económico y ecológico de nuestros bosques. Por último, el factor institucional, la discontinuidad en las políticas de manejo ambiental que empieza con la discontinuidad de lo que era el Ministerio de Desarrollo Sostenible, establecido como parte de los compromisos internacionales del país, para responder a la firma del convenio de Río de Janeiro (1992), la virtual desaparición del sistema regulatorio sobre los recursos naturales renovables y por último la falta de una clara organización institucional que adopte medidas preventivas para encarar este gigantesco problema. Resultado: el fuego se propaga y amenaza convertir a nuestro país de un vergel a un desierto.

Frente a esta catástrofe, el Gobierno ha confesado la insuficiencia técnica y financiera para encarar el problema, ha solicitado auxilio al exterior —nuestros amigos y “enemigos” siempre dispuestos a cooperar anunciaron su apoyo Chile, Brasil y Argentina. Los recursos para ayudarnos seguramente demorarán un poco, o un frente frío que traiga lluvias tal vez resuelva el problema. Esperemos que Dios se apiade de nuestro querido país.

Frente a estos problemas hay que reconocer dos formas de reaccionar, como nos lo enseñan el terremoto de Haití, país donde murieron miles de habitantes y varios otros miles siguen padeciendo hambre y miseria, esperando que toda la solución venga de fuera y ella se retrasa, los países ofrecen mucho y los recursos prometidos demoran en llegar o lo hacen de manera insuficiente. El otro, Chile, igualmente golpeado por un terremoto, e inmediatamente el propio país, a la cabeza de su Presidente, encara las medidas financieras, técnicas y de socorro que son necesarias para aliviar los problemas creados por la desgracia. Otro ejemplo más reciente. De nuevo, en Chile, 33 mineros quedan atrapados y ¡Sorpresa! Después de dos semanas se hace contacto con las víctimas, todos vivos. Uno se pregunta, ¿Por qué? La respuesta es digna de ejemplo, se adoptaron medidas previsoras que permitieron a las víctimas tener un sitio de refugio provisto de alimentos, agua y medicinas. A continuación, con urgencia, se movilizan los equipos materiales y humanos necesarios para auxiliar a los obreros sepultados en la profundidad de una mina.

Los incendios forestales en nuestro país, no sabemos cuánto más durarán. No se percibe una acción eficaz, inmediata de parte de los organismos encargados de esta materia. Para superar situaciones futuras, mi sugerencia es: 1) Iniciar ya un plan para construir embalses de los recursos hídricos de que disponemos, 2) poner en vigor inmediato el “Programa Nacional de Forestación y Reforestación”, aprobado mediante el DS 0443 del presente año, y 3) lo más importante: decretar a partir del 2011, una PAUSA ECOLÓGICA de cinco años, con prohibición total de desbosque en todo el trópico boliviano, tal como señalé anteriormente, el país ha desboscado lo suficiente como para disponer de tierras que se dediquen a la producción agropecuaria, sin necesidad de mayor desbosque por varios años. 4) Superada la Pausa ecológica, el aprovechamiento forestal debe ser restringido a aquellas concesiones que tengan el Sello Verde que asegure su sostenibilidad.

Hernán Zeballos es PHD en economía 

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