lunes, 8 de junio de 2009

Crisis y neoextractivismo agravan impacto socioambiental en América


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Los gobiernos progresistas fortalecen las economías de enclave, advierte Eduardo Gudynas de CLAES (Uruguay).

Los países progresistas de América del Sur están inmersos en el denominado “modelo neoextractivista”, de explotación de los recursos petroleros y mineros, que agrava el impacto social y ambiental en este periodo de crisis capitalista, advirtió el uruguayo Eduardo Gudynas, director de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social).
El reconocido experto explicó en el Seminario de la Plataforma de Política Energética de CEDLA (Bolivia, enero 2010), que el “neoextractivismo” ha sido adoptado en varios países de la región, como Bolivia, como un modelo mixto con una mayor presencia del Estado en la explotación transnacional de los recursos naturales para obtener mayores ingresos que utiliza para mantener en funcionamiento estatal y “bonos” sociales focalizados a segmentos más pobres y desvalidos de la población.
“Estamos en la paradoja de que ahora el Estado necesita al sector extractivista para hacer su política social (…) la economía de enclave, combatida por la izquierda en los años 60, se convierte en una necesidad para el neoextractivismo”, explicó.
En un abordaje preliminar del neoextractivismo, Gudynas detalló las siguientes características de este modelo asumido por los gobiernos progresistas de América del Sur:
“1. Persiste la importancia de los sectores extractivistas como un pilar relevante de los estilos de desarrollo.
2. El progresismo sudamericano genera un extractivismo de nuevo tipo, tanto por alguno de sus componentes como por la combinación de viejos y nuevos atributos.
3. Se observa una mayor presencia y un papel más activo del Estado, con acciones directas como indirectas.
4. El neoextractivismo sirve a una inserción internacional subordinada y funcional a la globalización comercial y financiera.
5. Sigue avanzando una fragmentación territorial, con áreas relegadas y enclaves extractivos asociados a los mercados globales.
6. Más allá de la propiedad de los recursos, se reproducen reglas y funcionamiento de los procesos productivos volcados a la competitividad, eficiencia, maximización de la renta y externalización de impactos.
7. Se mantienen, y en algunos casos se han agravado, los impactos sociales y ambientales de los sectores extractivos.
8. El Estado capta, o intenta captar, una mayor proporción del excedente generado por los sectores extractivos, y parte de esos recursos financian programas sociales, con lo que se ganan nuevas fuentes de legitimación social.
9. Se revierten algunas contradicciones sobre el extractivismo, y se lo pasa a concebir como indispensable para combatir la pobreza y promover el desarrollo.
10. El neoextractivismo es parte de una versión contemporánea del desarrollo propio de América del Sur, donde se mantiene el mito del progreso bajo una nueva hibridación cultural y política”.
Basado en el reporte de la Plataforma de Política Energética de Bolivia, coordinada por CEDLA, www.plataformaenergetica.org


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