Por lavaca
El lunes pasado ocurrieron al menos dos cosas insólitas: colapsaron durante horas ciertas redes llamadas “sociales” y al mismo tiempo brotó una red humana que se tejió de modo a la vez presencial y virtual con un libro como nexo: allí se habló de producción, de alimentación, de nuevos caminos, de creatividad, de economía, de transiciones, transformaciones y re-evoluciones.
La presentación de Agroecología – El futuro llegó, reunió al público en MU-Trinchera Boutique, presencialmente y a través de la pantalla, con figuras que han construido experiencias agroecológicas que ya son emblemáticas: Irmina Kleiner y Remo Vénica (Granja Naturaleza Viva, de Guadalupe Norte, Santa Fe), Rubén Gutiérrez, Rosalía Pellegrini, Celeste Gasper, Anahí y Ruth Paco (Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra- UTT), Marcelo Schwerdt, Norman Brest y Cecilia Agner (Guaminí), Clara Alberdi (Coronel Suárez), Mabel Vesco, Carlolina Sgarbi, Paz Passone y Soledad Varela (Lincoln), Rubén Kika Kneeteman, (Programa de Alimentación Sana, Segura y Soberana del Municipio de Gualeguaychú), el doctor Martín Roberto Piaggio (por la Municipalidad de Gualeguaychú), el ingeniero agrónomo Damián Pettovello (Lincoln) y su colega Facundo Alvira (Trenque Lauquen) del proyecto Tekoporá, Patricia Domínguez (también de Trenque Lauquen), Amadeo Riva (también ingeniero agrónomo y responsable del campo La Primavera, Bolivar). Estuvo también Pablo Aristide, de la Fundación Heinrich Böll que trabajó junto a la Cooperativa lavaca para la primera edición del libro, y no alcanzaron a estar por razones familiares y de viajes Juan Kiehr (La Aurora, en Benito Juàrez), el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá (gran impulsor y asesor de proyectos y actual Director Nacional de Agroecología, en viaje a Catamarca en el momento del encuentro) y el intendente de Gualeguaychú, Martín Esteban Piaggio.
El periodista de la revista MU, de lavaca.org y autor del libro, Sergio Ciancaglini, planteó al encuentro más que como una presentación del trabajo, como un homenaje a las personas que llevan adelante la agroecología en el país. Las historias relatadas en el libro (compuesto por dos volúmenes, uno de textos –El viaje- y otro de fotos –El paisaje- con las imágenes de Ignacio Yuchark, Martina Perosa y Lina Etchesuri) son el símbolo de una tendencia en crecimiento exponencial, destacó el autor, que al llevar adelante esas experiencias están haciendo un aporte crucial desde el punto de vista productivo, ambiental, alimenticio, cultural, económico y muchas más perspectivas que fueron surgiendo a lo largo de las intervenciones.
Comentó luego el ingeniero Pettovello: “Fue una alegría estar con un grupo tan espectacular, es casi imposible de pensar en poder estar con las personas que se encontraron allí”. El encuentro surgió de la idea del diseñador del libro y de la revista MU, Sebastián Smok, de reunir lo presencial con lo virtual, como viene haciendo lavaca en su Diplomado en Periodismo y Comunicación Ambiental, con el agregado de transmitirlo para la gente que no podía acercarse a Riobamba 143. Pese al colapso de las empresas del señor Zuckerberg, la presentación pudo realizarse y superar ese aislamiento social que tal vez confirma que el Covid 19 no es la única pandemia del presente.
2025: liberar al país de agrotóxicos
Algunos conceptos:
Irmina Kleiner contó parte de la historia de Naturaleza Viva. “Los grande expertos nos decían: ‘lo que hace ustedes no va andar’. Era hace más de 30 años. Pero nosotros estábamos felices sintiéndonos protagonistas, trabajando a favor de la vida, en contraposición a otro modelo que contamina agua, suelo, cultivos y alimentos, enfermando también a los animales y a las personas”. Contó cómo fueron poniéndose en contacto con otras experiencias continentales, y se abrieron a visitantes y pasantes como un modo de difundir el trabajo agroecológico.
“Este viaje del libro fue uniendo todas estas experiencias y me encantó como se fue hilando profundo, encontrando las motivaciones económicas y filosóficas de estos proyectos. Ahora que tenemos este viaje del libro ya recorrido, creo que ya nadie se debe sentir solo en este andar. Vamos a ir encontrando los grandes temas que nos quedan pendientes a resolver, el hambre en la Argentina y en el mundo, de qué manera podeos aportar a solucionar eso. Cómo sostener y cultivar una tierra cada vez más fértil. El acceso a la tierra de quienes quieren producir y transformar los alimentos primarios, y el tema de la comercializacón. El cambio climático, y de qué manera construir estos nuevos paradigmas desde la agroecología con una visión social, sostenible, del mundo productivo en el medio rural”.
Remo Vénica consideró que el libro es una especie de semilla. “Al tocar y plantear las experiencias maravillosas que están creciendo en Argentina nos permite ir a una idea: que en el 2025 Argentina esté libre de agrotóxicos”. Explicó lo problemático de seguir con el modelo actual. “El libro va a abrir más la posibilidad del debate y la discusión, y hay que ver cómo consolidar el crecimiento enorme de campesinas, campesinos, que están despertando hacia un nuevo amanecer”. Planteó que el gran debate pendiente es cómo seguir construyendo una nueva ruralidad argentina a partir de lo que consideró una “revolución” a partir de las comunidades, transformadas en experiencias productivas alimenticias. Postuló a la agroecología como “un horizonte de transformación social ambiental y política”.
En el libro además se relata la historia de cómo Irmina y Remo huyeron de la dictadura en los años 70, escondiéndose en la selva durante cuatro años, donde tuvieron dos hijos, aprendieron a sobrevivir, e incorporaron una notable lectura sobre la naturaleza y su significado. Hablan también en el volumen sobre los cambios en lo que se postulaba como “toma del poder” y sobre el concepto de re-evolución, entre muchas otras cosas.
Marcelo Schwerdt intervino desde Guaminí, donde los productores entusiasmados por Eduardo Cerdá hicieron un viaje similar al del libro conociendo Naturaleza Viva “y nos rompió la cabeza”. Destacó la acción de generar trabajo, ambiente sano, alimentos locales. “Lo que muchos dicen en los discursos, aquí se construye. Hablo de la soberanía alimentaria, metiendo las manos en la tierra”. Guaminí fue de los municipios incorporados a la RENAMA (Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología), que ya reúne cerca de100 mil hectáreas cultivadas y más de200 productores. ”A la vez proponemos leyes nacionales y provinciales para que haya más herramientas que favorezcan la agroecología, que está demostrando que es cierto: el futuro llegó”.
Clara Alberdi, de Coronel Suárez, destacó la idea romper la soledad: “Y además la necesidad de cultivar de otra manera tiene que ver con un cambio de mentalidad, de la manera de vincularnos entre las personas, con los animales y las plantas, Es un camino de sanación. Restaurar el amor como paradigma, apoyarnos, ayudarnos, contenernos. En Guaminí es algo que nos une permanentemente. Y te lleva a otras transiciones: ser mujer en el ámbito rural es todo un desafío, y me llevó a militar muy fuertemente el feminismo. Y dejar de ser crueles con los animales, y ver cómo seguimos”.
Norman Brest y Cecilia Agner, también desde Guaminí, compartieron el radical cambio de vida que decidieron al abandonar la ciudad y sus trabajos relacionados con industrias contaminantes, historia también detallada en el libro.
Mabel Vesco, de Lincoln, contó de qué modo dejaron d utilizar fertilizantes y agroquímicos. “Es algo maravilloso, ojalá puedan visitarnos también”. Paz Passone, técnica del INTA destacó cómo el grupo de Lincoln fue contagiando a toda la región y a otros equipos técnicos. Otra vecina, tambera de la zona, Carolina Sgarbi, describió la formación del grupo de Lincoln junto a Pablo Argilla y Daniela Rumi, entre tantos que hoy son un caso emblemático de las transiciones agroecológicas.
De Bayer a la agroecología
El ingeniero agrónomo Damián Pettoverllo contó que fue parte del sistema de agronegocios, hasta uno de sus últimos trabajos desarrollando los productos y esquemas de aplicación de multinacionales como Bayer. Describió “un mundo hipócrita y careta donde nos ganamos mucho respeto por hacer cosas que hoy puedo decir que no estaban bien”. Trabajaba en el desarrollo externo de producto y evaluaba a los pesticidas que salían al mercado.
Relató su crisis personal al comenzar a percibir que el vínculo y el amor por la naturaleza por el cual había querido estudiar Agronomía, chocaba con una práctica “con la que estaba haciendo todo lo posible por destruirla y dañarla”. Reconoció que el sistema le ofreció dinero, el materialismo “tan enfermizo al que nos lleva la sociedad”. El libro describe cómo Damián vivió su propia transición y con su amigo y colega Facundo Alvira, descubrieron lo agroecológico y se volcaron a ese enfoque productivo a través del proyecto Tekoporá.
Rescató de la agroecología sus aristas sociales, ambientales, “y algo que es muy fuerte, que es recuperar toda nuestra cultura, aprender, escuchar, leer, todo tiene implicancia política no partidaria, sino por la ética. Otra diferencia con el agronegocio es el tema del individualismo. Acá nos motiva el amor, la cooperación, la sinergia”. Otro aspecto: “Es muy importante el rol de los consumidores. estamos con un sistema inmune totalmente deteriorado”. Así Daián relacionó la macroeconomía con los efectos en la salud del modo actual de producción.
Desde Trenque Lauquen, Patricia Domínguez contó las acciones del grupo Vecinxs Autocovocadxs por la Salud Ambiental. “Hay una perversión del modelo que enferma, convivimos con la enfermedad de nuestros cuerpos. Y ayer mismo veíamos un avión fumigador sobrevolándonos y pulverizando”. Sus padres fueron los primeros que señalaron los efectos de contaminación gracias al alerta de los árboles: se estaban muriendo los paraísos. Se aclaró en la charla que no se trata de una metáfora sino del signo de lo que después Trenque Lauquen vivió como contaminación de sus aguas y de la salud humana.
Facundo Alvira planteó, entre tantas, la cuestión de la falta de nutrientes en los alimentos, y más tarde destacó la falta de apoyo concreto del Estado a los proyectos agroecológicos que postulan nuevos estilos productivos.
Amadeo Riva, del campo La Primavera, de Bolivar, reconoció que entró a lo agroecológico “porque no me cerraban los números”. Conoció a Eduardo Cerdá y comenzó su transición. “En un campo de 1.200 hectáreas usaba de 9 a 13.000 litros de glifosato por año, pero hoy ya casi no estoy usando” informó sobre un proceso gradual en los últimos cinco años. “Entré por una cuestión de bolsillo, pero uno no se da cuenta cómo se termina transformando uno. Empecé a mirar la vida de otra manera. El horizonte que me estaba aplastando, se me hizo infinito. Es algo que me trajo energía de dedsafío, de búsqueda. Volví a pensar, antes era todo recetas, ahora es creatividad, observación. Otros productores alrededor mío decían que estaba perdido, que iba para atrás. La gente de a poco empezó a imitarme. Y mucha gente quiere venir a ver qué estoy haciendo para ver si pueden reproducir eso”. Sobre el libro utilizó una palabra: “fenomenal”.
Rubén Kneeteman es mucho más conocido como Kika. Planteó desde Gualeguaychú lo relacionado con el Programa de Alimentación Sana, Segura y Soberana (PASS), consideró que la alimentación es el gran punto de contacto entre sectores rurales y urbanos. “El alimento es lo que nos une y es la solución a muchos problemas sociales y ambientales”. Destacó el placer que le generó leer sobre las experiencias agroecológicas, entre las que figura la propia Gualeguaychú. Postuló una hipótesis: “Si comiéramos sano, seríamos buenos tipos. Somos jodidos porque comemos mierda. No hay posibilidad de producir bien, comercializar justo y ser jodidos. Si comiésemos de otra manera tendríamos otros políticos, otros comerciantes y hasta otros banqueros. Y este libro también es una forma de alimentarse de otra manera”.
Rosalía Pellegrini, una de las fundadoras de la UTT: “Mi historia de llegada a la agroecología tiene que ver con cuánto horizonte de vida podés tener en un asentamiento donde solo comés polenta y fideos. Llegamos pensando que el acceso a la tierra y la producción de alimentos es la posibilidad de que muchos sectores excluidos tengan una vida digna. Por eso lo enlazamos con el buen vivir. La agreocología tiene algo fabuloso: no es solo dejar de producir con agrotóxicos, reconstruir los suelos y el ambiente, sino también plantear un horizonte social, político y de justicia para los que menos tienen. Trabajo digno, igualdad de género, nuevas relaciones sociales, y todo lo que se ha venido mencionando hasta aquí”. Advirtió que simultáneamente “el mundo colapsa, cada vez hay más pobreza, la crisis económica y alimentaria es cada vez mayor y un puñado de corporaciones se enriquecen cada vez más” frente a lo cual reivindicó lo agroecológico como norte político para un esquema que incluya la justicia social.
Anahí (19 años), Ruth (17) y Celeste (19) relataron la experiencia del COTEPO (Consultorio Técnico Popular de la UTT) creado bajo el criterio de la enseñanza entre campesinos para difundir lo agroecológico, a partir de cómo obtener bioinsumos con elementos muy sencillos que permiten dejar de utilizar fertilizantes y pesticidas químicos, logrando a su vez una regeneración absoluta de los suelos para que vuelvan a producir frutas y verduras sanas. Organizan talleres para que participen otros jóvenes y familias que deciden hacer la transición a la agroecología. Rubén Gutiérrez, también de la UTT, dijo: “Estamos demostrando que en el campo hay futuro. Conocí a mi compañera Maritsa, me enamoré de ella y me enamoré del campo, ella me explicó cómo se podía producir de otra manera. Yo defendía usar agrotóxicos, pero ella me hizo entender y aprendí todo de nuevo. No solo es un modelo de producción sino un estilo de vida” dijo, sumándose al sueño que Remo planteó al comienzo de la charla: llegar a un 2025 con un país sin agrotóxicos. Otro desafío tras la presentación del libro, mientras la agroecología sigue creciendo.
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