miércoles, 9 de octubre de 2019

Cinco razones por las que la crítica al consumo no es suficiente

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Sergen Canoglu y Nicole Möller González
Viento Sur


"[El Primer Ministro sueco] ¡Miente! (...) Dice que nosotros los humanos somos los que nos metimos en esto, pero eso no es cierto (...) Sólo lo dice para que podamos seguir como siempre, porque si todo el mundo tiene la culpa, no es culpa de nadie. Pero alguien tiene la culpa, así que lo que dice no es cierto. Sólo hay unas cuantas empresas que producen el total de emisiones de CO2. Y hay unos cuantos hombres, extremadamente ricos, que han ganado miles de millones destruyendo todo el planeta, a pesar de que sabían los riesgos. Así que el Primer Ministro miente como todos (...) No todos han causado [la crisis], sino sólo unos pocos, y para salvar el planeta debemos luchar contra ellos y contra sus empresas y su dinero y hacerlos responsables".
Fuente: Extractos del libro: Greta y Svante Thunberg, Beata y Malena Ernmann "Escenas desde el corazón. Nuestra vida por el clima", FAS, 28.4.2019.

¿Cuántas veces hemos escuchado que nuestro consumo, el crecimiento de la población, nuestra falta de conciencia medioambiental o la naturaleza egoísta de los seres humanos son las razones de la crisis climática? Según nuestro consumo actual necesitaríamos 1,7 planetas para mantener nuestro flujo de recursos y para aliviar la carga sobre el planeta tendríamos que reducir nuestra huella de carbono, por ejemplo, comiendo vegano, viajando menos, apagando los interruptores de la luz, etc. Este enfoque, sobre un consumo crítico o ético, se ha convertido en los últimos años en una de las principales formas de abordar la crisis ambiental. Algunos críticos al consumo incluso creen que nuestro consumo excesivo es el culpable de nuestro estrés mental y que podríamos eventualmente ser más felices con menos riqueza[1]. Para ellos, nuestra voluntad individual es el ingrediente perfecto para acabar con la crisis. Un consumo ético podría liberarnos no sólo de la miseria mental viviendo una vida más sencilla, sino que también de la catástrofe ecológica. En los siguientes puntos nos gustaría explicar por qué creemos que este razonamiento no es suficiente para luchar por la justicia climática.
1) El problema no somos tú ni yo, es la producción
A menudo nos encontramos con el argumento de que el consumo ético podría mejorar la producción y sus efectos, como lo son las emisiones. Bajo esta lógica, los productos sólo existen porque la gente los compra y la producción es, por lo tanto, impulsada por nuestros deseos. El asunto es que si realmente queremos llegar a la raíz de la crisis climática, tenemos que mirar más allá del consumo y atrevernos a preguntar sobre la producción. Esto significa no sólo quién es el dueño de las fábricas y empresas, sino que también qué se produce, cómo y por qué.
Podemos asegurar que la crisis ambiental se inició dentro del orden económico capitalista, en ningún otro momento histórico. La introducción de la máquina de vapor con el uso de combustibles fósiles hace aproximadamente 200 años dio al capitalismo una base sólida para reproducirse e hizo que el sistema dependiera totalmente de estas fuentes de energía[2]. El capitalismo funciona de tal manera que la producción en nuestra sociedad debe ser expansiva y competitiva. La única razón para producir en el capitalismo es el lucro para acumular capital, para crecer y para imponerse ante la competencia. Esto significa para el medio ambiente que debe existir una capacidad infinita de recursos y energía en el proceso de producción para permitir la expansión necesaria para el capitalismo. Debido a sus propiedades los combustibles fósiles son la fuente de energía que permiten esa expansión ilimitada. Así es como surgen las crisis medioambientales. En realidad es bastante simple: el crecimiento (o la acumulación) ilimitado en un mundo limitado es imposible.
Como se puede ver en el gráfico adjunto, las emisiones de CO2 sólo disminuyen durante crisis sistémicas, como la crisis del petróleo de 1973 y 1979/80 o la crisis bancaria de 2008/9. Esto significa que las emisiones disminuyen en momentos en que nuestra economía se estanca y no crece. Por lo tanto la relación entre el crecimiento económico, la producción y los gases de efecto invernadero es innegable. De esta manera el problema es la forma en que se organiza la producción en nuestra sociedad y su necesaria compulsión por el crecimiento (Marx lo define como la "acumulación de capital"). Crecimiento aquel que no conoce límites ni humanos ni ecológicos.
El impacto de este modo de producción puede verse en la arbitrariedad y gran cantidad de productos y servicios que existen, que por su vez causan altas emisiones innecesarias. Por ejemplo, el inmenso desperdicio en la industria alimenticia, en la cual se desecha entre el 30 y el 50% de los productos antes de que lleguen a nuestras mesas[3]. En el sistema capitalista, la producción no está determinada principalmente por la oferta y la demanda, sino por la maximización del lucro, es decir, por la maximización de la producción y, por ende, del consumo. Bajo estas circunstancias cualquier intención racional para controlar las cantidades producidas es, por lo tanto, anulada.
Además, muchas de las emisiones se desperdician en industrias cualitativamente innecesarias con fines exclusivamente lucrativos. Por ejemplo la industria publicitaria, cuya única razón de existencia es aumentar el lucro de otras industrias,tan sólo en el Reino Unido, produce según CarbonTrack, 2 millones de toneladas de emisiones de CO2. Cantidad que podría ser suficiente para calentar 364.000 hogares en dicha región durante un año[4]. Otro ejemplo es el consumo de petróleo del ejército estadounidense, cuya única finalidad es la imposición de los intereses geoestratégicos y económicos de los EE UU en el mundo, y que con 100 millones de barriles al año es el mayor emisor del mundo[5]. Además debemos también tomar en cuenta que muchos productos están diseñados de tal manera que tienen una obsolescencia, o sea dejan de funcionar de manera programada después de cierto tiempo. Así se pretende estimular un consumo constante y generar así más lucro para las empresas, mientras que el medio ambiente sufre las consecuencias negativas[6]. Estando a la merced de estas condiciones económicas impuestas nos debería parecer imposible considerar a los trabajadoresy trabajadoras como los autores activos de la crisis.
Así vemos que el capitalismo como un todo, incluyendo a quién produce qué, cómo y por qué, está finalmente orientado sólo a las necesidades de aquellos que son dueños de las compañías y fábricas. ¿Cuál es su objetivo? Acumular dinero y crecer. Este modo de producción no presenta la oportunidad de actuar de acuerdo con las necesidades reales de la gente y la naturaleza. Una economía basada en las necesidades de la humanidad y de la naturaleza debe tener en cuenta el bienestar de todas las personas y la no contaminación de la naturaleza, pero ambos aspectos son justamente esenciales para reducir los costes y garantizar la supervivencia de una empresa en el mercado competitivo actual. Por lo tanto es el sistema en sí quien exige una forma de producción específica. Concentrar nuestro consumo en otro nicho que consideramos éticamente más apropiado no cambiará este hecho ni la dependencia histórica del sistema a la energía fósil. Nuestras críticas y acciones deben abordar la raíz de la crisis ambiental y todas las demás injusticias en el mundo. Como alternativa necesitamos una economía democráticamente planificada que no deje arbitrariamente los recursos naturales a los intereses privados de unos pocos, sino que produzca sobre la base de la sostenibilidad y la reciclabilidad y en beneficio de todos y todas.
2) La crisis climática es una cuestión de clase
Uno de los principales argumentos de los críticos al consumo es que todos estamos en el mismo barco y que contribuimos equitativamente a su hundimiento. Está claro que la crisis climática es causada por los seres humanos, pero esto es una verdad a medias. Si miramos más de cerca, por ejemplo, a los sectores que más contribuyen a las emisiones en la actualidad, vemos que la industria y la agricultura representan alrededor de ¾ del gasto total en gases de efecto invernadero[7]. Cien corporaciones han sido responsables de un increíble 71% de las emisiones globales de CO2 desde 1988 [8].
Pero incluso si nos limitásemos al estilo de vida, que es lo que los críticos al consumo a menudo hacen, no estamos en el mismo barco. Oxfam publicó hace algún tiempo atrás un informe que dejaba en evidencia que las clases más adineradas contribuyen cuantitativamente mucho más a nuestra crisis climática con sus vidas de lujo que las personas más pobres. Alguien perteneciente al 1% más rico del mundo consume 175 veces más emisiones que alguien del 10% más pobre del mundo. El 50% de las emisiones pueden atribuirse al 10% más rico. En otras palabras, las clases más pobres de todas las sociedades no sólo son las más afectadas por la crisis climática, sino que también son las que menos contribuyen a ella. Además les resulta mucho más difícil adaptarse y recuperarse de situaciones climáticas extremas, ya sea debido a su ubicación geográfica y/o a sus condiciones materiales. Por ejemplo, durante los incendios de Woolsey el año pasado los Kardashians pudieron permitirse el lujo de contar con bomberos privados para proteger sus propiedades, mientras que la vecinos y vecinas pobres de la región veían como el mismo fuego convertía en ceniza sus únicas pertenencias[9]. Si nos animamos a hacer más comparaciones, por ejemplo, en la diferencia de producción de basura, también vemos una gran brecha entre la producción casera y la industrial. Los residuos de construcción, demolición y comercio en Alemania equivalieron en el 2016 a 278,7 millones de toneladas (67% del total de residuos), mientras que los residuos municipales produjeron sólo 52,1 millones de toneladas[10]. En principio creemos que es incorrecto vernos a todos y todas en el mismo barco y más encima imponernos sentimientos de culpa[11]; existen diferencias marcantes.
Asimismo en cuanto a las soluciones que defienden los críticos al consumo, no todos/as en nuestra sociedad pueden permitirse el lujo de comprar productos orgánicos (u otros productos más sustentables) porque muy a menudo dependen financieramente de productos baratos del supermercado debido a bajas pensiones, al desempleo o a salarios mal pagados. Los vuelos, por ejemplo, son muchas veces más baratos que viajes en tren o autobús, lo que significa que las personas más pobres (si pueden costearse unas vacaciones) suelen tomar la decisión de viajar de la manera más contaminadora. Sin embargo, incluso en este ejemplo, no nos olvidemos que los hombres de negocios, y no la clase trabajadora, son los que suelen utilizar el avión como un medio de transporte diario y más conveniente (por motivos de negocios y dinero obviamente). También se ha demostrado en varias ocasiones que, en principio, las personas necesitan una cierta seguridad social y material para decidir consumir de forma más ecológica[12].
Igualmente, la idea de que las personas somos consumidoras libres tampoco es del todo correcta. La publicidad que ayuda a las empresas a maximizar las ganancias, tiene una influencia masiva en nuestras decisiones[13]. Nuestras necesidades se crean incluso artificialmente para darnos nuevos estímulos para terminar consumiendo ciertos productos. En nuestra actualidad, son nuestros deseos de consumo los que se ven influenciados en lugar de que seamos nosotros los que tengamos una influencia sobre la producción.
Debemos oponernos estrictamente a la idea de que todos y todas somos responsables, ya que los capitalistas podrán y buscarán beneficiarse de ello. Esto lo vemos ya hoy en la forma en que la clase dominante está tratando de lidiar con la crisis, imponiendo que seamos la mayoría de los asalariados y asalariadas- quienes paguemos todos los costes. Por ejemplo, a través de los llamados impuestos sobre el carbono, que imponen un impuesto adicional sobre el contenido de carbono de las fuentes de energía fósiles con el fin de crear incentivos de mercado que contribuyan al desarrollo de una producción baja en emisiones. En Francia, la idea de que la población asumiera los costes de la transición energética no quedó nada bien y, con razón, provocó la ira de los Gilets Jaunes. La recaudación de impuestos sobre los bienes de consumo significaría que en el futuro sólo un número limitado de personas tendría acceso a ellos, lo que agravaría la desigualdad social existente. El consumo crítico no deja espacio para la cuestión de clase y, por lo tanto, es un regalo para los capitalistas que (excepcionalmente) quieren equipararnos y obligarnos a pagar por una crisis que nosotros/as no causamos. Cuando se trata de pagar por sus desastres, repentinamente todos/as somos iguales, pero cuando se trata de redistribuir la riqueza, la palabra igualdad deja de existir en el diccionario del capitalista.
3) La crítica al consumo puede paralizar
Otra razón importante por la cual la crítica al consumo, desde una perspectiva individualista, no basta para abordar la crisis climática es su posible efecto paralizante. Los cambios reales en sociedades injustas sólo se han logrado a través de duras luchas. La jornada laboral de ocho horas, el derecho de las mujeres a votar, el derecho de los afroamericanos a votar en Estados Unidos, el salario mínimo, el fin del apartheid en Sudáfrica y otras luchas sólo se lograron a través de la organización y la cooperación. Las personas no sólo toman conciencia de su posición política y social a través de la lucha organizada, sino que estas prácticas en sí ya son formas de conquistar y practicar la democracia, algo que en el capitalismo nos es negado. Si organizamos y ganamos luchas sociales, es una forma de dictar nuestro propio futuro (¡y eso es democracia!). En el capitalismo no sólo tenemos la intuición de que no poseemos el control de nuestras vidas, sino que de hecho es así, y en el caso de la crisis climática no es distinto. El consumo crítico puede servir como una compensación personal para este sentimiento de impotencia, pero esto se limita en la acción meramente individual. Nos sentimos bien y satisfechos porque pensamos que comprando o rechazando algunos productos tenemos cierta influencia sobre nuestra sociedad. Pero permanecer en este pensamiento y entender la superación de la crisis climática a través de campañas de convencimiento o reclutamiento para que cada persona de manera individual decida comprar de forma diferente cae directamente en la trampa prevaleciente de la ideología individualista neoliberal, que nos aísla y desmoviliza. Porque divididos no podemos dañar al capital y a la producción!
Sin embargo también creemos que las estrategias de boicot colectivo para ejercer presión sobre determinadas empresas y llamar la atención sobre problemas específicos son útiles porque están vinculadas a un determinado objetivo político en una acción conjunta. Por ejemplo, de 1977 a 1984 se organizó una gran campaña, debido a problemas de desnutrición, contra las fórmulas infantiles de Nestlé en países pobres del Sur Global. Nestlé tuvo que unirse a un código de comercialización para la leche materna (lo cual afectaría sus ventas en aquellos países) de la Organización Mundial de la Salud y el Fondo para la Infancia de Unicef en 1984. Hoy en día, sin embargo, Nestlé ha vuelto a experimentar escándalos de comida para bebés[14]. Por lo tanto, debemos ser conscientes de los límites de esta estrategia como finalidad. El boicot selectivo de una empresa no resuelve un problema sistémico. Las posibilidades de éxito político duradero y abarcador son limitadas.
4) La lucha por la justicia climática no es sólo una
El problema mencionado anteriormente, de que el consumo crítico puede estancarse en acciones individuales, también podría obstaculizar la unificación de las importantes luchas que se han llevado a cabo hasta ahora por separado. Creemos que la crisis climática intensificará muchas de las áreas de injusticias ya existentes. Resolverlas significa unir luchas en la práctica o entenderlas como parte de un panorama más amplio. La solución individualista y, por lo tanto, el posible fracaso de no reconocer la interconexión de las luchas, como a menudo se formula en una crítica apolítica del consumo, puede aislar las diferentes luchas de nuestra clase.
Por ejemplo, no podemos hablar de la crisis climática a menos que hablemos también de la política europea de fronteras, que conlleva a que miles de refugiados climáticos mueran en el Mediterráneo, a pesar de que los países industrializados son responsables del 80% de todas las emisiones de CO2 durante el siglo XX [15]. Greenpeace pronostica unos 200 millones de personas refugiadas climáticos para el año 2040 si no se produce un cambio radical [16]. Eso exacerbará la crisis que se vive en Europa actualmente. Una solución humana y solidaria para estos refugiados (que en un futuro podríamos ser nosotros/as mismos) depende de si construimos una sociedad solidaria y antirracista hoy y no dejamos que la extrema derecha avance más.
La nueva huelga estudiantil "Viernes por el Futuro" también marca una inspiradora lucha unificadora. Greta Thunberg se pregunta por qué debería aprender en la escuela si no habrá futuro para ella dentro de unos años. Estudiantes de secundaria y universitarios de distintos países se han inspirado en ella y organizado huelgas todos los viernes. La inmensa importancia de la cooperación internacional siempre ha sido y sigue siendo una parte esencial para cambiar el mundo. Si queremos iniciar un cambio radical, no podemos intentarlo y hacerlo sólo dentro de las fronteras de nuestros Estados nacionales, necesitamos un movimiento global. En el movimiento por la justicia climática, como Viernes para el Futuro, observamos la cristalización de esto.
Otro aliado del movimiento ambiental sería la demanda histórica por menos horas de trabajo bajo el mismo salario. Porque menos trabajo y más tiempo libre significan, además de beneficios para la salud y personales, que se produce menos y, en consecuencia, se reducen las emisiones.
La lucha de los pueblos indígenas alrededor del mundo también está a menudo ligada a la justicia climática. El movimiento NoDAPL en EE UU tiene como objetivo proteger las tierras sagradas y las aguas subterráneas de oleoductos. El movimiento movilizó a miles de personas a Dakota del Norte, desde sindicalistas, activistas medioambientales, hasta veteranos.
Asimismo, la cooperación del movimiento climático con los sindicatos debe desarrollarse más, porque las vidas de la clase trabajadora en la sociedad deben estar aseguradas durante la reestructuración ecológica. En Alemania los activistas del bosque de Hambach y los trabajadores de las minas deben permanecer unidos, ya que ambos se beneficiarían si los dueños de la RWE (empresa de servicios eléctricos) tuvieran que pagar por la reestructuración y asegurar además puestos de trabajo en el sector de la energía renovable o en otros sectores. No debemos permitir que los gobernantes nos dividan y nos obliguen a elegir entre un empleo hoy y el medio ambiente mañana. En un planeta muerto no hay trabajo ni hoy ni mañana. Nosotros/as decimos que los emisores responsables deben pagar! Unos ejemplos de algunas campañas sindicales en curso son la iniciativa "One Million Climate Jobs" (Un millón de empleos climáticos) en el Reino Unido, que defiende el empleo en energías renovables, el aislamiento energético masivo de viviendas y el transporte público, y la red Trade Unions for Energy Democracy (Sindicatos por la Democracia Energética) que con su compromiso por la producción y distribución de energía en manos públicas, buscan distanciarse de los intereses privados orientados por el lucro. La lucha por la justicia climática es amplia y tenemos la oportunidad de fortalecernos si unimos todas las luchas por la justicia social y el clima!
5) Las decisiones políticas son más eficaces
Debido a la magnitud e inmediatez de la crisis no es suficiente, como piensan muchos críticos al consumo[17], esperar a que grandes sectores de la sociedad cambien su comportamiento a través de apelaciones morales (y así, según ellos, de alguna manera la producción). La mayoría vive bajo presión financiera, tiene que desplazarse en coche porque el transporte público no recibe la inversión suficiente, etc. Por lo tanto, esperar por una popularización masiva del consumo ético es demasiado lento y por sobre todo es una imposibilidad financiera para muchos hogares. Necesitamos una ruptura rápida y clara con la industria del carbón y una rápida reorientación del transporte individual hacia el transporte público, local y de larga distancia. Necesitamos la intervención del Estado en estos casos porque no somos culpables de los dos siglos de estructuración que el capitalismo ha impuesto en todos los aspectos de nuestras vidas. Esto se observa, por ejemplo, en la infraestructura existente orientada a los coches individuales. Gigantes automovilísticos como General Motors en EE UU en el pasado han destruido activamente el transporte público para así asegurar sus lucros[18]. Un ejemplo positivo de medidas reales adoptadas para mitigar la crisis se dio en la capital danesa, Copenhague. Un número significativamente alto de trabajadores se encuentran utilizando bicicletas después de que la ciudad se ha propuesto ampliar ofensivamente los carriles para bicicletas y les ha dado a los transeúntes el paso preferencial. Lo mismo ocurrió en la ciudad gallega de Pontevedra (España), donde se prohibió la circulación de automóviles y se le otorga a los peatones el derecho de paso en el tráfico. Estas medidas han reducido las emisiones de CO2 en el centro de la ciudad en un 70% [19]. Por supuesto, como socialistas sabemos, que tales intervenciones no son suficientes, pero son pasos (y luchas) necesarias en la dirección correcta. Por lo tanto, debemos declararle la guerra al qué, cómo y por qué de la producción, además claro está, a los y las que con ello lucran. En Alemania esto significaría sobre todo un enfoque en las industrias automovilísticas y energéticas. Podemos estar seguros/as que estas harán de todo para mantener el statu quo estructural e ideológico.
Conclusión
Como último punto queremos dejar claro que no nos oponemos a las decisiones que cada persona tome inspiradas en una conciencia ecológica. Incluso acogemos con satisfacción estas acciones y subrayamos su importancia para una futura sociedad socialista sustentable. Sabemos que será imposible sostener, por ejemplo, la misma producción ganadera y agrícola que hoy representa el 51% de todas las emisiones, o el mismo aumento significativo del tráfico aéreo que se ha multiplicado por diez en los últimos 45 años. Esto no es sostenible ni en el capitalismo ni en el socialismo. Sin embargo, estamos convencidos de que un enfoque en el consumo individual y los lemas, como "go vegan" (“házte vegano”), no proporcionan una base política amplia para la movilización de aquellos y aquellas que tienen el poder de cambiar el mundo. La justicia climática necesita una dimensión política clara, es decir, sobre todo una lucha política organizada y articulada que pueda garantizar cambios positivos de gran alcance.
Además, nuestra tarea como socialistas no es sólo hacer todo lo posible para enfrentar y resolver la crisis climática y sus efectos, sino que también "derribar todas las relaciones en las que el hombre es una esencia degradada, esclavizada, abandonada y despreciable", y así acabar con la sociedad de clases y la explotación de los seres humanos. Como habíamos mencionado antes los cambios en la conciencia ocurren cuando las personas se unen y luchan juntas. Por eso nos oponemos a una postura exclusiva en la cual se señale con el dedo desde una posición de superioridad moral a la forma equivocada de consumo. Esto debilita las luchas reales y permanece dentro de un espacio académico elitista.
Queremos animar a todos y todas a organizarse y trabajar juntos por el cambio político. Cuando criticamos los problemas sociales y ecológicos existentes en el mundo, no debemos detenernos ahí, sino intentar cambiar nuestra realidad, ¡eso es democracia! Sólo si somos muchos y muchas y luchamos juntos podremos al menos mantener la esperanza de mitigar la crisis climática y crear a su vez un mundo basado en la solidaridad, la justicia y la sostenibilidad. Creemos en el cambio, porque la historia ha demostrado que algunos cambios del pasado han sido tachados de la misma manera como utópicos e irreales, pero que aún así vencieron y prevalecieron.
Notas:
[1] Smithers, Rebecca (2013): Almost half of the world’s food thrown away, report finds, in: The Guardian https://www.theguardian.com/environment/2013/jan/10/half-world-food-waste.
[2] Recomendamos el libro de Andreas Malm (2017): Fossil Capital, que lamentablemente sólo existe en inglés por ahora.
[3] Reinhard Bütikofer, Sven Giegold, Der Grüne New Deal. Klimaschutz, neue Arbeit und soziale Ausgleich, S. 16.
[4] Ala-Kurikka, Susanna (2015): Lifespan of consumer electronics is getting shorter, study finds, in: The Guardian https://www.theguardian.com/environment/2015/mar/03/lifespan-of-consumer-electronics-is-getting- shorter-study-finds
[5] Ward, Michelle (2010): Business can now measure the carbon impact of adversiting, in: The Guardian: http://www.theguardian.com/sustainable-business/business-measure-carbon-impact-advertising.
[6] Union of concerned scientists (2014): The U.S. Military and Oil http://www.ucsusa.org/clean_vehicles/smart- transportation-solutions/us-military-oil-use.html#.XFzIiTNKjIV
[7] Intergovernmental Panel on Climate Change (2014): Climate Change 2014 Synthesis Report Fifth Assessment Report. Topic 1, 2014, https://ar5-syr.ipcc.ch/topic_observedchanges.php.
[8] Fibieger Byskov, Morten (2019): Focusing on how individuals can stop climate change is very convenient for corporations, in: Fast Company: http://www.fastcompany.com/90290795/focusing-on-how-individuals-can-stop- climate-change-is-very-convenient-for-corporations.
[9] https://archive.epa.gov/epawaste/nonhaz/municipal/web/html/
[10] https://web.archive.org/web/20150901133354/http:/www.epa.gov/wastes/nonhaz/industrial/guide/index.htm
[11] Recomendación de lectura: Müller, Tadzio (2016): Globaler Widerstand gegen den fossilen Kapitalismus, http://www.degrowth.info/wp-content/uploads/2016/06/DIB_Klimagerechtigkeit_02.pdf
[12] Klein, Naomi (2014): Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima. Versión alemana. p.148.
[13] http://www.handelsblatt.com/unternehmen/handel-konsumgueter/unternehmensethik-nestle-geraet-wegen- babynahrung-erneut-in-die-kritik/22603548.html
[14] Tanuro, Daniel (2015): Crisis climática y capitalismo, versión alemana. Colonia, p. 71.
[15] Greenpeace (2014): 200 Millionen Klimaflüchtlinge bis 2040, http://www.greenpeace.de/presse/presseerklaerungen/200-millionen-klimafluchtlinge-bis-2040.
[16] Tanuro, Daniel (2015): Crisis climática y capitalismo, versión alemana. Colonia, p. 62.
[17] Urban, Thomas: So funktioniert eine Stadt ohne Autos, en periódico alemán: Süddeutsche Zeitung,  http://www.sueddeutsche.de/wirtschaft/pontevedra-fussgaenger-autos-1.4259542, 21.12.2018.
[18] Brand, Ulrich/ Wissen, Markus: Imperiale Lebensweise. Zur Ausbeutung von Mensch und Natur in Zeiten des globalen Kapitalismus, Munich 2017, p. 104.
[19] Marx, Karl: crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1844), versión alemana, en: Marx/Engels/WerkeBand 1, Berlin 1981, p. 385.
Fuente: https://www.vientosur.info/spip.php?article15177


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