Andrés Piqueras. Observatorio Internacional de la crisis. (OIC)*
PARTE II
3. EE.UU.: la guerra como política y como mecanismo privilegiado de crecimiento agónico
Ante la mera posibilidad de un nuevo entramado mundial productivo-energético que, paradójicamente, podría prolongar la propia vida del capitalismo, la territorialidad política del hegemón en declive opone una tenaz resistencia. EE.UU. no parece dispuesto a dejarse relevar sin destruir. Su peligrosidad es mayor si tenemos en cuenta que su zona de seguridad energética (y la de sus subordinados imperiales) está precisamente en Asia Centro-Occidental. Allí está en estos momentos el nudo gordiano entre sus intereses y los del “cinturón” de conexión mundial chino (“Un Cinturón, una Ruta”).
La capacidad de destrucción de EE.UU. es varias veces planetaria. Tiene alrededor de un cuarto de millón de efectivos del Ejército, la Marina y las Fuerzas Aéreas, en el 70% de los países del mundo, con más de 450 bases militares extraterritoriales[1]. Con más de 600.000 millones de $ de presupuesto militar declarado, ha llegado a sumar casi tanto como el gasto militar de todo el resto del mundo junto.
Es por eso que a la “zona de estabilidad” multipolar chino-rusa (que sus respectivos mandatarios llaman de “estabilidad estratégica”), EE.UU. (y sus aliados) le ha opuesto desde el principio una política de caos y desestabilización. Ha sido EE.UU. quien bajo la llamada«guerra contra el terrorismo» ha arruinado países y destrozado sociedades enteras desde hace más de dos décadas: Afganistán, Somalia, Irak, Libia, Siria… Además, esa especial guerra perdura y se extiende hoy por más de 60 países, principalmente a través de operaciones secretas y ya se ha cebado en la propia Europa a través de la destrucción de Yugoslavia[2]. De hecho, se ha convertido en la forma en que la principal potencia tiende a implantar su particular visión de un «dominio total» («Full-spectrum dominance», como fue definido en el clave informe del Pentágono titulado Joint Vision 2020). Es su estrategia para devastar territorios, hacerlos ingobernables, agujeros negros de caos, sin autoridad central, y así sabotear la zona de estabilidad chino-rusa, poniendo socavones en la autopista de la seda. Destrucción y barbarización social[3] es lo que queda de los lugares donde interviene militarmente EE.UU., sea sólo o acompañado por la OTAN.
En esa estrategia del hegemón tiene mucho que decir la paramilitarización de la guerra y la interposición de redes terroristas globales creadas ad hoc, “guerras de 4ª generación” en las que la construcción de mentiras y el control de las conciencias, la provocación de estados de ánimo masivos, el previo bombardeo mediático contra el enemigo a batir, los levantamientos de población teledirigidos y el control de masas, los golpes de efecto, atentados y golpes judiciales y de Estado, se combinan de forma mortífera. Ese tipo de guerra se desarrolla en cualquier medio, desde los campos abiertos de batalla, a las calles de cualquier ciudad, desde los bombardeos celestes, a las arenas del desierto, desde las trincheras convencionales a las salas de baile, una cafetería, un vagón de metro o la cabina de un avión. Bolsas y monedas, alimentos y operaciones financieras, todo forma parte de la guerra total. Su objetivo, la destrucción de territorios, la promoción bélica del desorden, la conversión de países en ruinas. El planeta entero forma parte de esa guerra.
Pero para impedir que China se pudiera alzar como nuevo hegemón, EE.UU. tiene primero que quebrar a Rusia. Desde la Revolución Soviética esta formación social no ha dejado de estar asediada militarmente y sometida a cruentas sanciones y bloqueos. EE.UU. no se contenta con haber deshecho a la URSS, desde su caída pretende también desmembrar Rusia y arrebatarla su poderío energético-militar. Lo ha intentado por diferentes puntos de lo que fuera la Unión Soviética, entre otros Chechenia, Georgia –que está lista para entrar en la OTAN y ser desestabilizada de nuevo-, Osetia, Azerbaiyán, y finalmente Ucrania[4] (ahora parece que aprieta también a Moldavia en la Europa del Este), y ha empujado a la OTAN hasta sus mismas fronteras, acosándola también por el Báltico y el Mar Negro.
Del antiguo Bloque Socialista o Segundo Mundo hoy integran la OTAN: Croacia, Bulgaria, República Checa, Hungría, Rumania, Polonia, Albania, Montenegro, Eslovenia, Eslovaquia, Estonia, Lituania y Letonia.
Entre los planes estadounidenses está igualmente la infiltración en territorios rusos del terrorismo en su versión “islamista” (como ha hecho ya en algunas repúblicas exsoviéticas). Todo eso además de haber invadido militarmente a los antiguos aliados de la URSS en Asia centro-occidental y África del norte.
Especialmente, y como pasos previos y necesarios en esa ofensiva contra Rusia (y detrás de ella, contra China y su Ruta), EE.UU. perpetra agresiones continuas contra Irán y Siria. Ahora con peligro inmediato de nuevo de traspasar todas las barreras en el primer caso, pues Irán es uno de los puntos nodales donde se juega el destino de los Ejes y sus proyectos para el mundo.
También en África tiene USA desplegadas tropas propias o mercenarias, que bajo la bandera de la defensa de la paz o la lucha contra el terrorismo, son parte de una desestabilización planificada del continente (con infiltración terrorista incluida)[5].
No pensemos que por ello descuida la presión militar a la propia China. Además de la desestabilización continental que provoca en su entorno, hoy la rodea por el Pacífico y por el propio mar de Malaca. Sin embargo, hasta ahora toda su secuencia de intervenciones en Asia no han deparado a los EE.UU. ninguna ventaja para su supremacía. Antes al contrario, su destrucción de Irak no ha hecho sino aumentar la importancia de Irán en la región, no consiguen nada positivo en el caos que provocaron en Afganistán más allá de hacer un agujero estratégico en la Ruta de la Seda, y han sido frenados en seco por Rusia en Siria. Por eso ocasionaron tanta controversia las declaraciones de su presidente Trump cuando anunció que retiraría a sus tropas de esa zona de Asia.
Aunque no sea así, hay una clara tendencia de repliegue forzado de EE.UU., que le está obligando poco a poco a encastillarse en su propio continente y a hacer del mismo su bastión (USA y su hinterland no dejan de ser una isla muy lejos del “Centro del Mundo”, es decir, Eurasia, donde se dirimen sobre el terreno las batallas por los recursos y las geoestratégicas; lo cual le resulta cada vez más costoso). Por eso también emprende una poderosa contraofensiva en toda América, con una cadena de golpes de Estado y agresiones económicas y de bloqueo al conjunto de países que habían emprendido vías de reforma social y de cierta voluntad de constitución de una autonomía regional.
Especialmente virulentos han sido los ataques contra Venezuela, pero también contra Nicaragua y de nuevo contra Cuba. Esa contraofensiva ha tenido también a Brasil como objetivo especial, para apartarle de los BRICS. Además, se ha hecho adherirse a la OTAN a un campeón olímpico en la violación sistemática de derechos humanos, con asesinatos masivos y permanentes a su propia población, como es Colombia. Circunstancia que disparará el riesgo de que Sudamérica se convierta en un nuevo escenario bélico. Mientras la OTAN -o ejércitos bajo su dirección- se podrá encargar en adelante del orden externo, las fuerzas militares son cada vez más llamadas a mantener el orden interno de los países, como en los casos de Brasil, Paraguay y Argentina, ejemplos todos ellos de la contra-ofensiva golpista del Imperio frente a las aproximaciones de Unidad de la que fuera llamada “Nuestra América” por Martí y otros libertadores[6].
Una particular modalidad de guerra que practica EE.UU. es la de la sanción económica contra países (que también obliga a los demás a seguir). Hoy agrede así nada menos que a:
Bielorrusia,
Burundi,
Corea del Norte,
Cuba,
Irán,
Libia,
Nicaragua,
República Centroafricana,
República Democrática del Congo,
Rusia,
Siria,
Sudán,
Venezuela
y Zimbabwe;
entidades soberanas a las hay que agregar las Repúblicas Populares de la región de Donbass (en Ucrania), el Hezbollah libanés y los huthis (en Yemen), entre otras.
Estas acciones constituyen actos de guerra condenados por la ONU, que causan indescriptibles sufrimientos y mortandad en las poblaciones afectadas, a menudo más que los ataques militares, pero pasan mucho más desapercibidas. Sólo son visibles para las poblaciones centrales del sistema sus efectos en forma de crecientes migraciones masivas (batiéndose ya el récord de refugiados en el mundo), que lejos de sensibilizar sobre sus causas, desatan un círculo vicioso de mayor apoyo a las opciones de fuerza de las clases dominantes, incluida la represión de las propias migraciones, provocadas precisamente por aquellas políticas. Los grandes flujos migratorios se contemplan también como una opción estratégica para desestabilizar terceros países e incluso suscitar cambios de gobierno alineados con el Eje del Caos.
Las políticas de guerra económica contradicen además el “libre mercado”, pues EE.UU. se reserva a sí mismo el derecho de aplicarlas a su antojo, arbitrariamente. Y es que el “libre mercado” sólo les sirve a los poderosos cuando son ellos los que ganan a los demás porque no tienen competencia[7]. Por eso hoy EE.UU. ha emprendido el camino del proteccionismo y una guerra económica contra su principal adversario en esta primera mitad del siglo XXI: China. Las veredas de esta geoeconomía pueden desembocar en el intento de implantación de un nuevo telón de acero por parte de EE.UU. contra el gigante asiático.[8]
Ya previamente USA había hecho abortar la Ronda de Doha tocando de gravedad a la propia OMC (que está prácticamente desaparecida). En general, la incapacidad de lograr la globalización unilateral absoluta mediante el avasallamiento consensual, debido a la profundización de la crisis estructural, la agravación de las crisis sociales y el surgimiento de las potencias emergentes, ha llevado recientemente a la metamorfosis final de todo el imperialismo incapaz hasta ahora de acomodarse a su inevitable decadencia. Una nueva Guerra Fría contra Rusia y una severa Guerra Económica contra China son sus inmediatas respuestas, que ponen al mundo en un inminente y gravísimo peligro.
4. La descomposición del mundo que salió de la postguerra mundial. El fin del largo siglo XX.
La globalización unilateral implosiona, y con ella todo el entramado socio-político-institucional que conocimos desde la Segunda Postguerra Mundial y el fin de la Guerra Fría. El largo siglo XX llega a su fin, aunque pueda hacerlo de la manera más dramática. Con ello, las instituciones heredadas de ese período son cada vez más ninguneadas o descartadas.
Sólo desde 2017 hasta aquí EE.UU. ya ha desmontado diferentes pactos o espera romperlos. El 1 de junio de 2017, anunció la retirada de su país del acuerdo climático de París, firmado en 2016. El 23 de enero de 2017 se retiró del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés); un pacto suscrito en febrero de 2016 por 12 países que, juntos, representan el 40 % de la economía mundial y casi un tercio de todo el flujo del comercio internacional. USA también se ha salido del Pacto Mundial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre Migración y Refugiados, así como de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Además ha modificado a su antojo el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), un acuerdo comercial entre este país, Canadá y México. Y aun así, amenaza constantemente a México con imponer aranceles a sus exportaciones, presionándolo para acentuar la represión migratoria[9].
En 1994, el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, firmó un acuerdo con Corea del Norte para desmantelar el programa nuclear de este país asiático. Casi una década más tarde, al cambiar el mandato, el presidente George W. Bush, calificó a Pyongyang de eje de mal y preparó el terreno para romper el acuerdo. También asistimos en los últimos meses a la profundización del desconocimiento y hasta el repudio de las decisiones de Naciones Unidas (y del Consejo de Seguridad) que constituyen la legalidad internacional.
En un proceso lento pero seguro de desconstrucción del derecho internacional y de la propia ONU, EE.UU. reconoció a Jerusalén como capital de Israel (otro país que se jacta de saltarse a la torera cualquier resolución de la ONU). Seguidamente, anunció que se retiraba del Plan Integral de Acción Conjunta firmado con Irán, así como también del Tratado sobre armas nucleares con Rusia. Además, el pasado 26 de marzo, Estados Unidos reconoció la “soberanía” de Israel sobre el Golán ocupado, lo cual equivale a aceptar la adquisición de territorios mediante la guerra. Por si fuera poco, todo indica que últimamente no se detiene ni ante la violación de embajadas, como la norcoreana en Madrid o la de Venezuela en Washington.
Se trata, en suma, de un trabajo de demolición sistemática de las instituciones internacionales, del sistema de relaciones y compromisos multilaterales (e incluso de los sacrosantos y ancestrales principios de inviolabilidad diplomática). Con ello, el mundo que salió de la Guerra Fría llega a su fin. Muere definitivamente el largo siglo XX, y con él muchas de sus certezas. La excepcionalidad de Israel, la alianza energético-militar de EE.UU. y Arabia Saudita, la singularidad de Corea del Norte, la subordinación continental de Europa y América Latina a EE.UU., pueden estar viendo el principio de su fin, al menos bajo la forma en que se han manifestado hasta hoy. Por el contrario, la apertura de los mares del Pacífico en torno a China, el surgimiento de una nueva África interconectada y con voz conjunta, y el nacimiento de nuevas instituciones económicas y políticas internacionales, van cobrando cuerpo o cuanto menos, mayor posibilidad. De momento, y en el curso de la transición, China intenta sostener las instituciones globales, incluso ocupando los vacíos que va dejando EE.UU.
A todo ello, se enfrenta el hegemón en decadencia, que en su desesperación, da muestras de estar empeñado en soltar coletazos contra todo y contra todos. Las luchas literalmente “a muerte” entre las facciones de poder estadounidense ponen al mundo en un riesgo sumamente grave, como posiblemente no ha conocido hasta ahora. La facción guerrerista unipolar (que en contra de lo que las opiniones públicas creen, está encarnada sobre todo por la facción demócrata), busca el enfrentamiento militar (antes de que EE.UU. se convierta en una potencia mediana) y no dará cuartel. Por ahora, la impunidad y desprecio de EEUU e Israel han dañado (quizás irremediablemente) la credibilidad de la ONU y demás instituciones globales. No parece imposible que pronto estalle una grave crisis en torno a la disfunción del Consejo de Seguridad y que se plantee la disyuntiva de que sufra la suerte de la Sociedad de Naciones.
En todo caso, el sabotaje de lo que resta de mecanismos globales de “gobernanza” implica asimismo una redefinición de la OTAN: ¿aceptarán la UE, Japón, Canadá y Australia que la OTAN pase a ser el principal instrumento para que EEUU, Israel y Arabia Saudita sigan actuando con total impunidad y en contra de sus intereses? ¿O por el contrario pueden presionar para que la solución bélica en Asia Occidental sea una en la que todos puedan ganar algo?
Entramos, en definitiva, en una nueva era de inestabilidad, incertidumbre y riesgo sistémico, de destrucción de sociedades y franco peligro para todo el hábitat planetario, de desmoronamiento económico del capitalismo y consiguiente derrumbe de todo su orden mundial. El también inminente fin de la era neoliberalviene acompañado de la total decadencia del sistema político que la precedió: la democracia liberal.
*La parte I de «Capitalismo en derrumbe.Geoestrategia del caos» fue publicado en esta revista el 17 de Julio de 2019
Parte III
El desgarro de la UE
Europa: hábitat de las izquierdas integradas. Podemos e IU en el Reino de España
[1] Rusia cuenta con 18 instalaciones militares fuera de su actual territorio, de las cuales 15 están en las antiguas repúblicas soviéticas, porque no se cerraron las que eran de la URSS, no porque se instalaran nuevas. China hoy por hoy tiene una sola base militar extrafronteriza, en Yibuti (aunque tiene un destacamento militar conjunto en Gwadar, Pakistán, y parece que una estación espacial militar en Argentina).
[2] Nunca las potencias centrales perdonaron a este país su soberanía, su proyecto social y de desarrollo autónomo. Tras la agresión, Yugoslavia tiene hoy todavía el sector industrial destruido, las cadenas económicas rotas, los puestos de trabajo perdidos, con una migración laboral masiva de jóvenes, la existencia a expensas de las inversiones extranjeras, la importación desaforada, años de crecimiento negativo del PIB y sueños poco realistas de volver al nivel de desarrollo económico de los años 80. A 20 años de los bombardeos, no hay datos oficiales exactos sobre los daños causados (pueden sobrepasar los 100.000 millones de $), pero las consecuencias indirectas de los bombardeos son mucho peores. La salud de los ciudadanos se ha visto socavada, se han producido daños irreparables al medioambiente y se ha dado una gran pérdida de su fuerza productiva (ver https://mundo.sputniknews.com/europa/201906081087552607-bombardeos-de-yugoslavia-la-destruccion-del-pais-a-escala-industrial/). En cuanto a los países citados antes, se podrían también escribir enciclopedias sobre la planificación de la destrucción de un país como Libia, por ejemplo, que tenía los mayores niveles de desarrollo humano de toda África, según la ONU, comparables a algunos países europeos, como Irlanda o Portugal. Su devastación y la vuelta de la esclavitud abierta en ese país, su control por sucursales del terrorismo global (dicho “islamista”), así como la expansión del mismo a otras zonas de África, está desatando una explosión migratoria en ese continente, que ya no cuenta con la sociedad estabilizadora del mismo (Libia fue un gran defensor de la Unidad Africana y de una moneda única africana) y tampón absorbente (y regulador) de sus flujos migratorios.
[3] Algunos han tildado a estos procesos de “desmodernización”, la cual apuntan que se ha cebado especialmente con las sociedades árabes más avanzadas y laicas, haciéndolas involucionar hacia formas de cerramiento social, quasi teocracia y confesionalismo excluyente. Así ha sucedido con Irak y se ha intentado con Siria, por ejemplo (de Somalia, Argelia y Egipto habría que hablar aparte, como con otras coordenadas, de Sudán, Burkina Faso o Nigeria, también por ejemplo). Así también se abortó el proceso de modernización de Afganistán y el de la propia Palestina.
[4] El 21 de noviembre de 1990, tras la caída de la URSS, los jefes de Estado europeos, incluida los de la URSS en disolución, más EE.UU. y Canadá, firmaron en el Palacio del Elíseo la Carta de París para la Nueva Europa, que debía ser algo así como la carta de defunción de la “Guerra Fría”. Entre otros puntos se acordaba que comenzaba un nuevo concepto de seguridad europea y que la seguridad de cada uno de los Estados estaba ‘inseparablemente vinculada’ con la de los demás. Además se hicieron promesas a la URSS de que a cambio de su disolución la OTAN no se expandiría en la Europa del Este y Ucrania sería una especie de “tierra de nadie” o colchón amortiguador entre Rusia y el resto de Europa. Pronto la Administración Clinton no sólo violó la promesa dada de que la OTAN “no se movería ni un milímetro hacia el este”, sino que dispuso toda una cortina de misiles en las mismas puertas de Rusia. Más tarde, en 2002, George W. Bush abandonó el Tratado ABM y creó bases de misiles en Alaska, California, Europa del Este, Japón y Corea del Sur. Finalmente, en 2014 la OTAN perpetró el golpe de Estado en Ucrania, para acentuar el asedio a Rusia y expulsarla de sus bases en el Mar Negro. EE.UU. y la OTAN nos trajeron así de nuevo en Europa a grupos nazis en el poder.
[5] Recientemente han salido a la luz 36 operaciones militares norteamericanas allí, aunque poco dicen de sus objetivos finales. Ver https://umoya.org/2019/06/09/salen-a-la-luz-las-36-operaciones-con-nombre-clave-del-ejercito-estadounidense-en-africa/
[6] Como dice Martín Pulgar en Misión Verdad: “El contexto actual de los países de la región como la crisis política y económica en Venezuela, la migratoria en Centroamérica y México, la situación social de Haití, la profundización del tráfico de drogas en Colombia, entre otras situaciones, son demostraciones a los ojos de la elite gobernante estadounidense, de la imposibilidad de tener gobiernos estables y autosostenibles, generándose la necesidad de conformar una zona con soberanía limitada y controlada por los Estados Unidos” (http://misionverdad.com/OPINI%C3%B3N/almagro-guaido-pompeo-la-corrupcion-el-tutelaje-y-la-incapacidad-de-gobernar). Otros autores hablan del proyecto de Destrucción del Gran Caribe, como un nuevo agujero de barbarie por parte de EE.UU. (ver, por ejemplo, Thierry Meyssan, www.voltairenet.org/article204642.html).
[7] Ya la Inglaterra imperial no abrazó el “libre mercado” hasta que no logró destruir los telares y la proto-industria de sus principales competidores, Egipto y sobre todo India.
[8] Sin embargo, parece que la fortaleza y diplomacia de China no dejan ese camino fácil a EE.UU., como se ha mostrado en la última reunión del G20 en Osaka, donde es la potencia imperial la que ha vuelto a quedar aislada a los ojos del mundo. Primero parece que tiene que dar marcha atrás en ciertas facetas frontales de su guerra económica contra el gigante asiático. Después, en materia de cambio climático, los países reunidos han reafirmado la «irreversibilidad» de los Acuerdos de París y se han comprometido a la «plena implementación» de sus medidas nacionales contra el cambio climático, con la excepción de Estados Unidos. En la declaración final se añade un punto en el que EE.UU. «reitera su decisión de retirarse de los Acuerdos de París porque suponen una desventaja para los trabajadores y contribuyentes estadounidenses», y en la que, pese a ello, se reconoce a ese país como «líder» en protección medioambiental. Toda una nueva evidencia de debilidad.
[9] Bien es verdad que por ahora López Obrador, junto con los movimientos sociales mexicanos, está aprovechando la situación para intentar regular los flujos, establecer cierto orden migratorio y sustraer a la fuerza de trabajo migrante de las grandes mafias que operan en la región.
FUENTE ORIGINAL: https://observatoriocrisis.com/2019/07/21/capitalismo-en-derrumbe-geoestrategia-del-caos-parte-ii/
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