viernes, 31 de mayo de 2019

El veneno que nos legó Monsanto

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Silvia Ribeiro


Ya son más de 13.000 los juicios iniciados contra Monsanto (ahora propiedad de Bayer) por haber causado cáncer a los demandantes o a sus familiares con el uso del herbicida glifosato, a sabiendas de los peligros que implicaba y sin informar de los riesgos a las personas expuestas. Son, en su mayoría, personas que aplicaban el agrotóxico sea en su trabajo agrícola, de jardinería o parques. En 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que el glifosato es cancerígeno para animales y probable cancerígeno en humanos.

El primer juicio que ganó una víctima, en agosto de 2018, fue la demanda de D. Lee Johnsson, un jardinero que aplicó glifosato por dos años en una escuela, a partir de lo cual contrajo el cáncer linfoma no-Hodgkin. (https://tinyurl.com/y5umrtt3). Un juez de San Francisco condenó a Monsanto-Bayer a pagar 289 millones de dólares en primera instancia, pero luego de que Bayer apelara quedó en 78 millones. En otro juicio, en marzo 2019, se dictaminó que Monsanto-Bayer debe pagar 80 millones de dólares a Edwin Hardeman por ser responsable de su enfermedad. Está a punto de concluir en Oakland el tercer juicio similar, iniciado por el matrimonio Pilliod contra Monsanto. Tienen 70 años y ambos padecen cáncer. Se espera que nuevamente sea un dictamen multimillonario en favor de las víctimas. (https://usrtk.org/monsanto-papers/)

Paralelamente en Europa, Monsanto perdió por tercera vez, en abril de 2019, el juicio iniciado por el agricultor francés Paul François, quien sufre daños neurológicos por el uso del herbicida Lasso, con otro componente agrotóxico.

Bayer, que finalizó la compra de Monsanto en 2018, ha perdido hasta el momento más de 30.000 millones de dólares por la disminución del valor de sus acciones, por el impacto negativo de los resultados de los juicios sobre glifosato. El 26 de abril 2019, 55 por ciento de accionistas de Bayer votó contra las estrategias del directorio, liderado por Werner Baumann, que defendió la compra de Monsanto.

El glifosato, inventado por Monsanto en 1974, es uno de los herbicidas más usados en el mundo. Se vende bajo muchas marcas, como Faena, Rival, RoundUp, Ranger y otras. Las cantidades aplicadas aumentaron exponencialmente con la liberación de cultivos transgénicos resistentes a herbicidas. El aumento de su uso produjo resistencia en más de 25 tipos de malezas, creando un círculo vicioso de aplicar cada vez más glifosato. Se han encontrado cantidades elevadas de residuos de glifosato en alimentos, fuentes de agua y test de orina, sangre y leche materna en varios países y continentes, fundamentalmente en los mayores productores de transgénicos.

En todos los casos de juicios nombrados, los jueces dictaminaron en favor de las víctimas porque hallaron que Monsanto sabía de los riesgos y no lo explicó en etiquetas ni estrategia de venta de los productos. El punto es central, ya que el argumento de Monsanto es que las agencias regulatorias, como la Agencia de Protección Ambiental en Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) anuncian el glifosato como un herbicida de bajo riesgo.

No obstante, en el curso de los juicios Monsanto ha tenido que liberar documentos internos que prueban que tenía estudios propios muy tempranos que mostraban el potencial carcinogénico del glifosato y que pese a ello se dedicó durante décadas a escribir artículos que lucieran como si fueran científicos negando la toxicidad del glifosato, que luego acordaron con diferentes autores supuestamente científicos que los publicaran en su nombre sin mencionar a Monsanto.

Varios de esos artículos fueron listados por la EPA para determinar que el glifosato era casi inocuo a la salud. La organización US Right To Know ha publicado en su sitio dedicado a los juicios contra Monsanto documentos desclasificados hasta 2019 con pruebas y nombres de varios autores y artículos falseados (https://usrtk.org/monsanto-papers/).

En un reciente artículo de Nathan Donley y Carey Gillam en The Guardian, denuncian que Monsanto nunca realizó estudios epidemiológicos del uso de glifosato para ver su potencial cancerígeno, y en su lugar dedicó enormes sumas de dinero (hasta 17 millones de dólares en un año) para hacer campañas de propaganda, artículos de opinión de periodistas sesgados y actuar como escritor fantasma de artículos científicos que afirman que el glifosato es inocuo o no tiene grandes riesgos. Esto aumentó luego de la declaración de la OMS en 2015 (https://tinyurl.com/yxkrw4l9).

También dan a conocer correos electrónicos de Monsanto con la consultora de estrategia e inteligencia política Hakluyt, en julio de 2018, que revelan que la Casa Blanca afirma que le guardará la espalda a Monsanto en cualquier caso y que pese a los estudios que muestran toxicidad no votarán nuevas regulaciones. (https://tinyurl.com/yxcbswp5)

Son abrumadoras las evidencias de que se debe prohibir el glifosato. Varias ciudades estadunidenses y algunas latinoamericanas ya lo han establecido. El tema no es solamente este tóxico o sólo Monsanto-Bayer. Todas las trasnacionales de agronegocios tienen estrategias parecidas para vender veneno a costa de la salud y el medio ambiente. Hay que avanzar en la eliminación de todos los agrotóxicos.
Silvia Ribeiro, Investigadora del Grupo ETC

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2019/05/11/opinion/019a1eco



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¡La era dorada de la energía estadounidense ya está en marcha, protégete Latinoamérica!



María Luisa Ramos Urzagaste
Sputnik Mundo

Para el año 2040 la población mundial superará la barrera de los 9.000 millones de habitantes. Esto implicará un incremento de más del 25% de la actual demanda energética.





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 Mientras el presidente Donald Trump se burla del cambio climático y nos distrae con sus 'payasadas', el Gobierno de EEUU y sus empresas han emprendido una agresiva agenda para acaparar los recursos energéticos necesarios para enfrentar la creciente demanda, los efectos del cambio climático y mantener su dominio mundial.

"La era dorada de la energía estadounidense ya está en marcha", así lo anunciaron Trump y la Casa Blanca al informar que la producción de petróleo crudo superó el récord del año 1970 y alcanzó los 10,96 millones de barriles por día y se ha convertido en el mayor productor de petróleo crudo del mundo.

Trump y su "America First Energy Policy"

Barack Obama encauzó su agenda energética sobre una amplia base de intereses y sectores empresariales. Trump ha resuelto continuarla pero priorizando los combustibles fósiles.

Como resultado de esas políticas de ayer y de hoy, EEUU se ha convertido en un exportador neto de gas natural por primera vez desde 1957. Las exportaciones de carbón alcanzaron su nivel más alto en cinco años y a mediados de 2018 superó a Rusia en la producción de petróleo.

El Plan energético America First prioriza los intereses del 'lobby' petrolero-gasífero. En esas políticas ocupa un lugar preferencial el gas de pizarra o gas de esquisto, en inglés 'shale gas', que pertenece a la categoría de los gases naturales no convencionales.

Los principales inversionistas de gas de esquisto de EEUU incrementaron sus presupuestos de gasto de capital desde 2017 y se prevé que la producción crecerá a una tasa del 20% anual hasta el 2025. ExxonMobil por ejemplo anunció que asignaría el 50% de su presupuesto de perforación mundial al gas de esquisto en EEUU.

De este modo el gas de esquisto será el mayor contribuyente al crecimiento proyectado de la producción de gas, que para el 2035 representará el 46% de la producción de gas natural en Estados Unidos.

El negocio en Latinoamérica

Un estudio realizado para evaluar recursos de gas de esquisto técnicamente recuperables evaluó 48 cuencas en 32 países. De estos países, nueve son latinoamericanos: Argentina, México, Brasil, Chile, Paraguay, Bolivia, Colombia, Uruguay y Venezuela, tomados en orden descendiente.
Si se adicionaran estos recursos de gas de esquisto identificados a otros recursos de gas se incrementarían los recursos mundiales de gas técnicamente recuperables en más del 40%. Esa es justamente su importancia.  

Según la Agencia Internacional de Energía, las grandes petroleras incrementan cada vez más su perfil en el área del gas de esquisto. Las gigantes Halliburton, Chevron y ConocoPhillips por ejemplo,cuentan con contratos de exploración y explotación en varios países, incluidos los latinoamericanos.  

En Argentina y Chile ConocoPhillips cuenta con contratos de exploración. La petrolera estatal chilena ENAP, firmó un acuerdo con ConocoPhillips para explorar y potencialmente producir gas de esquisto en la región de Magallanes.

En Argentina las empresas Total, Exxon, Shell y Vista Oil and Gas, Statoil y Petronas, tienen asociaciones y participaciones en desarrollos junto a operadoras locales.

Dick Cheney y su 'Halliburton Loophole'

El gas de esquisto, necesita de una tecnología especial para ser extraído, pues no se encuentra accesible como el gas natural convencional, para ello se usa la tecnología del fracturamiento hidráulico o 'fracking' que utiliza enormes cantidades de agua y químicos para quebrar la roca y extraer el gas.

Para poder utilizar dicha tecnología en EEUU, las empresas necesitaron ser 'absueltas' del cumplimiento de normas. Ejerciendo su gran poder el año 2005, el entonces vicepresidente Dick Cheney se ocupó de que el Congreso norteamericano eximiera a dicha tecnología del cumplimiento de normativas ambientales.

Esta exención que ha sido bautizada como 'Halliburton Loophole' establece que las compañías de petróleo y gas son las únicas entidades de la industria a las que se les permite inyectar productos químicos peligrosos ya sea directamente o cerca de los suministros de agua subterránea.

El fracturamiento hidráulico también está exento de otras regulaciones federales que protegen la calidad del aire, la infraestructura del tratamiento de agua y los derechos de los propietarios.

Cheney, vicepresidente de G.W. Busch, el mismo que dirigió la invasión de EEUU a Panamá y la invasión a Irak en la Operación Tormenta del Desierto logró hacer aprobar dicha ley, favoreciendo a la empresa de la cual fuera director ejecutivo, la Halliburton.

Parte importante del 'boom' energético que se vive en EEUU es debido a que la tecnología del 'fracking' permite extraer el gas no convencional, que de otro modo no se lograría.

Este hecho hizo olvidar (al menos por ahora) a los hacedores de política energética el miedo al agotamiento del petróleo y el gas, la popularmente conocida teoría del Pico de Hubbert.

ConocoPhillps exige carta blanca para contaminar

Otra compañía dedicada al gas de esquisto, la ConocoPhillips, realiza actividades extractivas con la tecnología de fracturación hidráulica en 2.100 pozos en EEUU.  

En su reporte anual de 2018 se quejaba que en "ciertos lugares, los Gobiernos han impuesto o propuesto restricciones a nuestras operaciones y las regulaciones de transparencia podrían requerir divulgar información sensible".  

Agrega además que "una serie de leyes y regulaciones locales, estatales, federales y nacionales, que actualmente rigen, prohíben el 'fracking' en algunas jurisdicciones".

En lo que va del año 2019 ConocoPhillips ha hecho ya una 'inversión' en cabildeo de 2,5 millones de dólares, en el área gasífera petrolera ante instancias norteamericanas. Este cabildeo estaría dirigido a evitar cumplimientos ambientales e impedir restricciones legales a sus actividades.

Rechazo creciente al fracturamiento hidráulico o 'fracking'

En países como Colombia por ejemplo, hay un rechazo creciente e incluso la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales de ese país andino negó a las multinacionales ConocoPhillips y Canacol Energy las solicitudes de licencia para realizar proyectos piloto de fracturamiento hidráulico.  
Protestas en el Reino Unido por los peligros que trae dicha tecnología se han hecho escuchar con fuerza en la región del Gran Manchester que declaró su oposición al 'fracking'. 

Los Mapuches denunciaron persecución por parte de Argentina y Chile por oponerse al 'fracking', mientras que el presidente de México López Obrador ha descartado el uso de dicha tecnología en su país.

Miles de firmas recolectadas por organizaciones sociales de distinto ámbito se movilizan en Latinoamérica contra dicha tecnología que genera fluidos de 'fracking' que contienen mezclas de cientos de químicos, además de envenenar acuíferos subterráneos de agua dulce, puede ocasionar desde sismos hasta terremotos.

Por su parte, las empresas se niegan a informar qué productos utilizan y argumentan que los productos químicos son secretos y que revelarlos "perjudicaría su competitividad".  

Las comisiones de Energía y Medio Ambiente de la Comunidad Europea han reconocido el derecho de sus Estados miembros a decidir si explotan el gas de esquisto, pero advierten que en la perforación se necesita precaución y reglas estrictas para evitar dañar el medio ambiente.  

Según el Parlamento Europeo el problema radica en la gran cantidad de agua necesaria para proceder a su extracción, la contaminación de las aguas subterráneas que podría provocar, sus posibles efectos sísmicos y el riesgo de fugas.

Sobre los desastres ambientales y sociales que ocasionan las empresas norteamericanas petroleras lo saben por demás las comunidades ecuatorianas. Tal es el caso de la Texaco-Chevron que ocasionó el 'Chernóbil amazónico'.

La petrolera Texaco fue acusada por habitantes amazónicos de Ecuador de contaminar su territorio y verter a los ríos petróleo y sustancias contaminantes, de arrojar crudo, aguas y lodos tóxicos en piscinas abiertas en medio de la selva, además de lanzar a la atmósfera gases contaminantes.

Tillerson exsecretario de Estado, exdirector de ExxonMobil

El índice Standard & Poor's clasifica a ExxonMovil entre las 10 primeras empresas en el mundo. Tiene actividades en toda la cadena energética y realiza actividades que abarcan la exploración hasta investigación, como el programa de biocombustibles donde se experimenta con síntesis genómica.  

Una persona vital en los logros de dicha empresa es el exsecretario de Estado, Rex Tillerson, quien fuera director ejecutivo de la ExxonMobil entre 2006 y 2016.  

La angurria de dicha compañía es tan feroz que ha dicho públicamente que está dispuesta a apoyar a Guyana en los gastos judiciales resultantes de una eventual controversia con Venezuela.
Venezuela y Guyana mantienen una disputa por el Esequibo, territorio que Venezuela reclama desde la 1834. Pero fue ExxonMobil quien ha explotado nuevamente el tema, pues anunció el hallazgo de un gran pozo petrolero con crudo de gran calidad en la zona que históricamente reclama Venezuela.

Valga además decir que el Esequibo alberga oro, bauxita, diamantes, madera y petróleo.

El CIADI para defender sus intereses

Cuando las empresas transnacionales ven afectados sus intereses, cuentan con el Ciadi, Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones, donde al amparo de los Tratados Bilaterales de protección de Inversiones demandan a países por miles de millones de dólares.
Mayormente los fallos del Ciadi han sido a favor de las transnacionales. Esto trae como consecuencia que el Estado hallado 'culpable' está obligado a pagar multimillonarias sumas de dinero que podrían destinarse al desarrollo. De ese modo, el interés de las compañías transnacionales se antepone al interés social.

Pompeo promueve el gas de esquisto

A la hora de promover sus empresas, el secretario de Estado, Mike Pompeo, no se inhibe. Durante su participación en CeraWeek2019 se jactaba al decir: "No solo estamos exportando energía estadounidense, sino que estamos exportando nuestro sistema de valor comercial a nuestros amigos y socios".  

Su pasión por el sector no es casualidad, pues el secretario de Estado, quien antes se había desempeñado como director de la CIA, fue presidente de Sentry International, una empresa de fabricación, distribución y servicio de equipos para yacimientos petrolíferos.  

Consultado sobre cuál es la nueva rivalidad mundial en el sector energético petrolero, el gurú de la energía Daniel Yergin responde : "Estados Unidos con el gas de esquisto por un lado y al frente Rusia, Arabia Saudita, OPEC y países NoOpec".

La geoestratégica de Estados Unidos utiliza y utilizará todos los medios para fortalecer su poder global y ahora suma otra herramienta: el 'fracking' o fracturamiento hidráulico.

Ahora van por Latinoamérica, donde se sabe que existen grandes reservas de gas de esquisto.
Como se ha visto, en el caso de Estados Unidos, la 'flexibilización' de las normativas ambientales fue clave para allanar el camino a dichas tecnologías. ¿Lo estarán haciendo ya en Latinoamérica?
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Alarma roja en cambio climático: se superan las 415 ppm


Por Mamvas / Globedia - ATTAC España
La última vez que la atmósfera de la Tierra contenía tanto CO2 era hace más de tres millones de años, cuando el nivel global del mar era varios metros más alto y partes de la Antártida estaban cubiertas de bosques.
Los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra han alcanzado niveles récord a medida que crecen las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por el hombre. Científicos de Estados Unidos han detectado los niveles más altos de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra desde que comenzaron los registros, sonando una nueva alarma sobre el implacable aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. El Observatorio Mauna Loa en Hawai, que ha rastreado los niveles de CO2 en la atmósfera desde fines de la década de 1950, detectó el pasado 11 de mayo 415, 26 partes por millón (ppm). Es la primera vez que este observatorio mide una línea de base diaria por encima de 415 ppm.
La última vez que la atmósfera de la Tierra contenía tanto CO2 era hace más de tres millones de años, cuando el nivel global del mar era varios metros más alto y partes de la Antártida estaban cubiertas de bosques. Esto demuestra que no estamos en camino de proteger el clima en absoluto. El número sigue aumentando y lo está haciendo a un ritmo creciente. Hace dos años se alcanzaron los 410 ppm por primera vez, ahora estamos en 415 ppm. Se estima que si se alcanza los 450 ppm el proceso será irreversible, la temperatura aumentará 3 grados centigrados y el derretimiento de los grandes hielos tendrá un impacto retroalimentador del proceso.
El Acuerdo de París de 2015 pide a la humanidad que evite el aumento de la temperatura de la Tierra en “muy por debajo” de 2 grados centígrados (3, 6 grados Fahrenheit) en comparación con los niveles preindustriales, y 1, 5°C si es posible. Los últimos cuatro años fueron los cuatro más calurosos registrados y a pesar de la creciente conciencia pública sobre el problema, la humanidad continúa batiendo sus propios registros de emisiones, año tras año. La temperatura media de la superficie de la Tierra ya ha aumentado 1.0º C desde la era preindustrial debido a las emisiones hechas por el hombre. Esto significa que toda la historia humana ha vivido en un clima más frío que el actual.
Cada vez que un motor funciona, emitimos CO2 y tiene que ir a alguna parte. No desaparece milagrosamente, se queda en la atmósfera. A pesar del acuerdo climático de París, y de todos los discursos y protestas, todavía no vemos una desaceleración frente al calentamiento global. Si bien existen desacuerdos sobre lo que constituiría niveles de CO2 atmosférico seguros, existe un amplio consenso de que 350 ppm, un nivel superado a fines de la década de 1980, evitaría el calentamiento global descontrolado. 350 ppm es un valor de precaución porque algunas de las consecuencias de estar por encima de 400 pueden hacer el proceso irreversible.. Y ya se han superado las 415 ppm
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jueves, 30 de mayo de 2019

Científicos defienden un "decrecimiento" económico para abordar la crisis climática



"Cualquier programa de políticas que se base en supuestos de crecimiento verde necesita ser revisado con urgencia", concluye el informe, que defiende la "carencia de respaldo empírico" que tiene este tipo de políticas

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Una ciudad se esconde tras la contaminación


El modelo económico de crecimiento constante debe cambiar. Así lo defienden los científicos del Instituto de Ciencia y Tecnología (ICTA-UAB) y de la Goldsmiths University of London (GUL) que consideran que las políticas de crecimiento verde no sirven para hacer frente a la emergencia ecológica y que la reducción de emisiones solo es compatible con un decrecimiento económico . Los profesores Jason Hickel (GUL) y Giorgos Kallis (ICTA-UAB) han elaborado un estudio científico que examina las políticas de crecimiento verde tal y como se articulan en los principales informes del Banco Mundial, la OCDE y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

El estudio, titulado Is Green Growth Possible? (¿Es posible el crecimiento verde?) y que publica la revista New Political Economy , pone a prueba esta corriente política frente a la evidencia empírica existente, y los modelos de relación entre el PIB y la huella material y las emisiones de CO2. El informe ve inviable que pueda haber una "disociación absoluta del PIB del uso de recursos" e indica que si bien algunos modelos muestran que se podría lograr en países con altos ingresos en condiciones altamente optimistas "pero poco realistas", esto no podría sostenerse a largo plazo .

Estos resultados parten de los niveles de crecimiento existentes, situados en torno al 2-3% anual, e indican que sería posible conseguir reducciones absolutas en el uso de recursos con un crecimiento del PIB inferior al 1% anual. "Sin embargo, para lograr reducciones lo suficientemente rápido como para llegar a umbrales seguros, serían necesarias estrategias de decrecimiento ", concluyen los investigadores.

En referencia a las emisiones de CO2, los autores dudan que sea posible reducir las emisiones lo suficientemente rápido para mantener un "presupuesto" de carbono que permita un incremento de la temperatura del planeta por debajo de 1.5º C o 2º C, según el Acuerdo de París .

"Para lograr reducciones rápidas serían necesarias estrategias de decrecimiento económico"

Los investigadores indican que las reducciones de emisiones en consonancia con los 2º C "solo son factibles si el crecimiento del PIB global se reduce a menos de 0.5 %" y afirman que las reducciones para 1.5ºC "solo son factibles en un escenario de decrecimiento". "En otras palabras, aunque necesitamos todas las intervenciones políticas gubernamentales y toda la innovación tecnológica que podamos conseguir, cualquier intento exitoso de lograr reducciones de emisiones adecuadas requerirá de una reducción proporcional de la demanda de energía global", ha concluido Kallis.

La conclusión de los investigadores es que "las políticas de crecimiento verde carecen de respaldo empírico" y cuestionan "la legitimidad" de los esfuerzos del Banco Mundial y la OCDE para promover el crecimiento verde como una salida de emergencia ecológica. "Cualquier programa de políticas que se base en supuestos de crecimiento verde, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, necesita ser revisado con urgencia", advierte el estudio.

Fuente: https://www.publico.es/economia/economia-verde-cientificos-defienden-decrecimiento-economico-luchar-crisis-climatica.html

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Escapar de la extinción a través de un cambio de paradigma




Nafeez Ahmed
Insurge Intelligence

Traducido por Eva Calleja





Tiendas de familias desplazadas en un asentamiento en Badghis, Afganistán, debido a la sequía continua y el cambio climático. Hay miles de viviendas improvisadas entre las colinas montañosas de las afueras de la ciudad de Qala-i-naw (NRC/Enayatullah Azad)
El mes pasado, como periodista y académico, he experimentado una extraña sensación de parálisis.
No me siento así normalmente. Normalmente me encuentro empujado por la presión de querer cubrir con la justicia debida un espectro completo de crisis que se cruzan y de soluciones potenciales.
Pero este mes, viendo el espectáculo de locura política desarrollándose en Washington, Londres y Bruselas, mientras el caos y el sufrimiento continúan en Venezuela, Yemen, Israel-Palestina, Siria, Nigeria y en otras partes del mundo, he experimentado algo que no había sentido en mucho tiempo. Una sensación de agotamiento total. De futilidad. De cansancio.
Ver las noticias se ha convertido en algo parecido a entrar en un ring psicológico donde te golpean repetidamente hasta que caes al suelo, roto, ensangrentado, inerte: sin esperanza.
No me puedo imaginar que esta sea una sensación especialmente única. Pero quería compartirla contigo porque esto es común a todos. Común a lo largo y ancho de las divisiones cada vez más profundas que están desgarrando nuestras sociedades. No importa a qué lado de esa división nos encontramos, la sensación de parálisis y de impotencia se está desarrollando de una manera tangible en los procesos políticos de los que estamos siendo testigos.
La sensación de parálisis no es, por tanto, solo un artificio psicológico. Es una experiencia interna de la disfunción sistemática que se está desarrollando en el mundo. Es un reflejo del estado del colapso que están sufriendo nuestras instituciones democráticas actuales mientras demuestran que son completamente incapaces de responder y de resolver la complejidad de las crisis mundiales convergentes que están intrínsecamente interconectadas.
Como ocuparse del “otro” se ha convertido ahora en el escollo que define la política occidental contemporánea. Está claramente reflejado en la parálisis del gobierno británico y su parlamento frente al proceso del Brexit; la parálisis del gobierno estadounidense en relación al “muro” de la administración Trump; el inexorable sentimiento popular anti-“Otros” que se extiende por toda Europa; hasta el punto de que el fracaso del orden actual para resolver crisis internas ha llevado al resurgimiento de nuevas formas de política extrema, inspirada por el nativismo y los rechazos nacionalistas a grupos de personas considerados “extranjeros” y parasitarios.
Dentro de este paradigma, la expulsión del “Otro” es la solución final. Este es el modelo de existencia en el que para que unos ganen otros tienen que perder. No hay suficiente para compartir, así que necesitamos acumular para nuestros todo lo que sea posible. Más crecimiento, pero solo para “nosotros”, porque “Ellos” nos están quitando el trabajo.
Pero rugiendo bajo la superficie de esta obsesión por el “Otro” hay un problema más profundo que encontramos más difícil de abordar: el hecho de que el sistema de vida que nos hemos construido y del que muchos de nosotros piensa que está siendo socavado por demasiados de “Ellos”, está ya colapsando por sí mismo.
Los medios han informado sobre el último y alarmante informe de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES). El informe concluye que la civilización humana está destruyendo sistemáticamente sus propios sistemas que sustentan la vida, resultando en la extinción en masa potencial de al menos un millón de especies animales y vegetales.
El motor de esta destrucción es el paradigma del “crecimiento infinito” de nuestra economía mundial, un paradigma que ha visto poblaciones humanas y ciudades crecer exponencialmente por todo el mundo, lo que lleva a un crecimiento exponencial del consumo de recursos, materias primas, alimentos y energía.
La expansión acelerada de la civilización industrial, tal y como la conocemos, ha devastado los ecosistemas naturales, llevando al declive de numerosas especies que son cruciales para un funcionamiento saludable y continuado de los servicios naturales que proporcionan alimentos, polinización y agua limpia, esenciales para sostener nuestra propia civilización.
Si continuamos por este camino, la actual destrucción de la naturaleza, los bosques y los humedales, se dañará fatalmente la capacidad de la Tierra para renovar el aire respirable, producir tierra fértil y agua potable.
El informe es con diferencia el más completo que tenemos sobre cómo el colapso de la biodiversidad conlleva en última instancia al colapso de la civilización humana. Pero no es en absoluto el único estudio que confirma nuestra trayectoria actual.
En febrero, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) emitió su propia evaluación completa de 91 países, alertando de que las técnicas agrícolas actuales estaban destruyendo la biodiversidad necesaria para sustentar la producción mundial de alimentos.
Según el informe, de las 7.745 variedades locales de ganado en el mundo, el 26 por ciento está en riesgo de extinción; casi una tercera parte de las poblaciones de peces está sobreexplotada, y más de la mitad ha alcanzado su límite de sostenibilidad; y un 24 por ciento de las casi 4.000 especies de alimentos silvestres –principalmente plantas, peces y mamíferos– está disminuyendo en abundancia (un número que posiblemente sea mucho mayor debido a la falta de datos).
Otro informe que vio la luz este mes del Fondo Mundial de la Naturaleza y de la Red Global de la Huella Ecológica destaca como esta destrucción masiva y sistemática del medioambiente tiene su origen en la forma de vida basada en el consumo exagerado de recursos naturales: estamos creciendo por encima de nuestras posibilidades. Estamos tomando sin devolver nada a cambio.
El nuevo informe muestra cómo, si todas las personas del mundo consumieran al mismo nivel que los residentes de la UE en el lapso que va solo desde el 1 de enero al 10 de mayo, la humanidad habría usado lo que los ecosistemas del planeta habrían podido renovar en un año entero: esto significa que hubiéramos necesitado 2,8 planetas Tierra para permitir este nivel de consumo.
Así que hay algo que está fundamentalmente equivocado. Sin embargo, en su mayoría, nuestros líderes políticos están preocupados por los síntomas superficiales de esta crisis de la civilización, en lugar de estarlo por la crisis misma.
El informe global de la IPBES de NU, por ejemplo, confirma que en la actualidad el planeta está experimentando 2.500 conflictos por los combustibles fósiles, el agua, los alimentos y las tierras; conflictos que por lo tanto están directamente relacionados con el colapso actual de la biodiversidad.
Estos conflictos están ocasionando desplazamientos y migraciones masivas de personas en todo el mundo, que como consecuencia radicaliza las burocracias políticas y desencadena respuestas nacionalistas extremas.
Este mes, un nuevo estudio del Centro de Monitorización del Desplazamiento Interno (IDMC) del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) –presentado en la sede de la ONU en Ginebra– encontró que la cifra record de 41,3 millones de personas en el mundo están desplazadas dentro de sus propios países debido a conflictos y violencia. Esta cifra es la más alta que hemos tenido jamás, un aumento de más de un millón desde finales de 2017 y dos tercios más que el número global de refugiados.
El informe alerta de crisis específicas: los conflictos actuales en la República Democrática del Congo y Siria, la escalada de tensiones intercomunales en Etiopía, Camerún y en el Cinturón Medio de Nigeria, que en conjunto contribuyen a la mayoría de los nuevos 10,8 millones de desplazamientos.
Muchas de estos disturbios están directamente relacionadas con los efectos del cambio climático. En 2018, fenómenos climáticos extremos fueron responsables de la mayoría de los nuevos 17,2 millones de desplazados. Los ciclones tropicales y las inundaciones monzónicas produjeron desplazamientos masivos en Filipinas, China e India, la mayoría en forma de evacuaciones. California sufrió los incendios forestales más destructivos de su historia, que causaron el desplazamiento de cientos de miles de personas. La sequía en Afganistán desencadenó más desplazamientos que el conflicto armado, y la crisis del noroeste de Nigeria se agravó por las inundaciones que afectaron al 80 por ciento del país.
La conexión con el clima quedó subrayada en un importante informe publicado a principios de este año en Cambio Ambiental Global, que concluyó que el cambio climático jugaba un papel significativo en la migración y en las solicitudes de asilo desde 2011 a 2015, al producir graves sequías que originaron y agravaron conflictos.
Los conflictos existentes en Oriente Medio, en el oeste de Asia y en el África sub-sahariana se agravaron por las “condiciones climáticas”, que dieron lugar a que hasta un millón de refugiados desesperados se dirigieran a las costas europeas. Esta migración en masa, por supuesto, tuvo un papel crucial en la campaña por el Brexit en Gran Bretaña y en el resurgimiento del nacionalismo en toda Europa, Estados Unidos y otros países.
Para finales de este siglo, no será la migración lo que nos preocupe; será, si continuamos actuando como hasta ahora, un planeta inhóspito: una situación en la que nosotros, también, terminaremos siendo los Otros.
Y es aquí donde la pura futilidad de las respuestas de la política convencional –y del discurso político predominante– asoma su fea cabeza. Porque, por supuesto, que dejemos o no la Unión Europea no tendrá en sí mismo ningún efecto significativo en las principales causas sistémicas de las migraciones en masa. Tampoco lo tendrá si construimos o no un muro en la frontera de Estados Unidos con México.
Sin embargo, mientras el planeta arde bajo nuestros pies, nos preocupamos por cuestiones que esencialmente no ofrecen ninguna respuesta sustancial para abordar la crisis real, ante la cual, a todos los efectos, estamos ciegos.
No es sorprendente que siguiendo a la inspiradora Greta Thunberg, algunos no han visto más opción que tomar la calle organizándose en movimientos de protesta como Extinction Rebellion (ER). La esperanza es que una resistencia sostenible no violenta pueda forzar a los gobiernos a tomar las acciones urgentes necesarias para una rápida transición hacia unas sociedades libres de tiene de una grave carencia de pensamiento coordinado. No está fundado en una comprensión de la crisis climática como una crisis de sistemas, y por ello fracasa en unir explícitamente la acción climática con otros aspectos clave como son la austeridad, los alimentos, el agua, la política, la cultura y la ideología. Debido a esto, ER no supo atraer a la clase obrera y en gran medida bloqueó a las personas de color y a grupos de creencias diversas.
El otro fallo es que el objetivo de su acción –el gobierno nacional– puede que no haya entendido el asunto. Los gobiernos son simplemente nodos en un sistema de poder más amplio que está fuera de su control.
Es precisamente a través de los gobiernos que el sistema dominante, en las últimas décadas, ha construido cuidadosamente una resistencia especial contra el poder de las protestas en la calle. Es por esto que las grandes manifestaciones fracasaron en detener la guerra de Irak. Las doctrinas de contrainsurgencia perfeccionadas en escenarios de guerra han sido aplicadas cada vez más en el ámbito local para contrarrestar, interrumpir y neutralizar cualquier forma de protesta. El miedo al que una vez Samuel Huntington denominó la “crisis de la democracia” ha significado que los gobiernos se han dedicado a asegurar que las acciones de protesta directa tengan el menor efecto posible. Salir a la calle y esperar que aquellos en el poder hagan lo que nosotros queremos es, por tanto, una estrategia inviable.
Esto no quiere decir que ER no deba formar parte de una estrategia más amplia.
Pero ahora mismo no hay una estrategia más amplia, no hay una coordinación cruzada entre grupos y sectores para crear un entendimiento de la crisis en un nivel de sistemas, y por tanto permitir crear soluciones en ese mismo nivel. Y hay una razón principal. La respuesta que ve la “rebelión abierta” como la única forma de reacción factible es el resultado directo de un efecto de degradación de un sistema cuyo diseño completo es provocar impotencia y apatía en los ciudadanos.
Hemos sido entrenados para creer que votar de vez en cuando en sistemas parlamentarios es un acto democrático suficiente que sirve a nuestros intereses legítimos. Ahora sabemos que esto no es suficiente. Nuestras democracias no solo están rotas, sujetas a los intereses especiales de una red interconectada de energía, defensa, industria agraria, biotecnología, comunicaciones y otros conglomerados industriales dominados por una pequeña minoría.
Nuestras democracias están en un estado de colapso: son incapaces de enfrentarse a la complejidad sistémica de la crisis de la civilización. Mientras caen, están girando hacia el rechazo de sus propios valores democráticos y hacía un autoritarismo cada vez mayor –apuntalando nuestros estados de poder centralizados para mantener alejados a los “Otros” peligrosos y a los ciudadanos rebeldes. Y es normal que sintamos que la respuesta inmediata debe ser reaccionar ante este miserable fracaso. Sin embargo esta respuesta es una función del mismo sentimiento de impotencia y parálisis inducido por el sistema.
El problema es que las democracias liberales en su forma actual están en estado de colapso por una razón: son, en efecto, incapaces de enfrentarse a la complejidad sistémica de la crisis de la civilización. Ninguna resistencia no violenta dará a nuestras instituciones políticas la capacidad de enfrentarse a la crisis. Porque el problema es muchísimo más profundo.
Hasta que no abordemos la cuestión de transformar las fuerzas y las estructuras que sustentan el capitalismo neoliberal contemporáneo tal y como lo conocemos, el paradigma que define nuestra civilización global, estaremos hablando el lenguaje equivocado.
Pero incluso aquí, esta transformación no es simplemente una cuestión económica. Es una cuestión de todo nuestro paradigma de existencia. Y es aquí –en reconocer que la actual crisis que nos está reclamado no es simplemente una transformación fundamental de nuestras relaciones externas, sino que es simultáneamente coextensivo a nuestro ser interno– donde surge el camino de acción a seguir.
Durante los últimos 500 años más o menos, la humanidad ha erigido una civilización de “crecimiento infinito” sobre una tela de retales de visiones del mundo ideológicas, valores éticos, estructuras políticas y económicas, y comportamientos personales. Este es un paradigma que eleva la visión de los seres humanos a unidades materiales desconectadas, atomizadas y que compiten, que buscan maximizar su propio consumo material como el principal mecanismo de autogratificación. Este es el paradigma que define cómo vivimos nuestra vida cotidiana, y que constantemente interfiere en cómo terminamos gestionando las relaciones con nuestra familia y amigos, en nuestro lugar de trabajo, etc. Es el paradigma que ha consolidado nuestra trayectoria actual hacia la extinción en masa.
No se trata solo de sistemas externos. Se trata también de los sistemas internos de pensamiento con los que coexisten los externos, y a través de los cuales nos hemos encarcelado. Nuestro modelo mecánico y reduccionista de lo que creemos que significa ser humano necesita reescribirse totalmente.
Romper este paradigma requiere algo más que hacer demandas a instituciones rotas. Porque, pongamos nuestras cartas sobre la mesa y seamos enteramente honestos, para la gran mayoría de la gente blanca de clase media que participó en las protestas de ER, esto no es tan difícil de hacer. La mayor fisura aquí es que no requiere necesariamente de un acto de cambio transformador por parte de los mismos manifestantes.
Esto es lo que falta en nuestra respuesta ante la crisis de la civilización. Nuestras respuestas están basadas en pedir que cambie el “Otro”. Ya sea gobiernos, o filantropía o negocios; se trata de exigir cuentas a cualquiera menos a nosotros mismos. El problema está ahí fuera, y debemos gritar y pegarnos al suelo para conseguir que Ellos nos escuchen.
¿Cuándo nos vamos a dar cuenta de que Ellos somos Nosotros?
No es que no debamos protestar y exigir que cambien las instituciones. Pero más allá de eso, si somos realmente serios sobre este asunto, el mayor reto para cada uno de nosotros es trabajar en nuestras redes de influencia y explorar cómo podemos comenzar el cambio de las organizaciones e instituciones en las que estamos integrados.
Y eso significa basar nuestro esfuerzo en un marco de orientación completamente nuevo, uno en el que los seres humanos están inherentemente interconectados e integrados con la Tierra; en la que no estemos separados atomísticamente de la realidad en la que nos encontramos como jefes supremos tecnocráticos, sino que somos coautores de esa realidad, como partes individualizadas de una continuidad de ser.
Sea lo que sea que pase en el mundo, la crisis ahí afuera está demandando de cada uno de nosotros que nos convirtamos en lo que necesitamos ser, lo que realmente somos, y lo que siempre fuimos. Y sobre la base de esa renovación interna, llevar a cabo acciones radicales en nuestro propio contexto espacial para crear las semillas de un nuevo paradigma, aquí mismo y ahora mismo.
¿Cómo podemos cambiar algunos de los sistemas en nuestras escuelas, lugares de trabajo, lugares de recreo?¿Cómo podemos aprovechar los aprendizajes de nuestras prácticas personales y transformaciones como personas y unidades familiares, y trasladarlas a un trabajo con nuestras comunidades locales, para galvanizar un cambio desde la base en nuestro propio contexto local?¿Cómo podemos plantar las semillas de nuevas organizaciones, instituciones, negocios, estrategias políticas, a través de nuestros propios actos, incluso mientras exigimos a los ya existentes que actúen de urgencia y, sin embargo, esperando sin hacer nada hasta que ellos lo hagan, y negándonos a empezar por nosotros mismos?¿Cómo podemos, a través de todo esto, sembrar el reconocimiento de que la gran tarea está en construir un nuevo paradigma post-crecimiento, post-carbono, post-material?
No nos quedemos simplemente en la protesta. Construyamos nuestra propia capacidad como individuos y miembros de distintas instituciones para pensar y actuar de manera diferente dentro de nuestra propia consciencia y comportamiento, además de a través de la energía, los alimentos, el agua, la economía, los negocios, las finanzas. Haciendo eso, estamos plantando las semillas para el surgimiento de un nuevo paradigma de vida y de realidad que redefina la esencia misma de lo que significa estar vivo.
Esta es la conversación que necesitamos empezar a tener, desde nuestros consejos de dirección, nuestros ayuntamientos; para aquellos de nosotros que hemos despertado a lo que está en juego, la verdadera cuestión es, ¿cómo puedo movilizarme para construir un nuevo paradigma?

El doctor Nafeez Ahmed es editor fundador de INSURGE intelligence, un proyecto de periodismo de investigación financiado 100% por los lectores. Su último libro Failing States, Collapsing Systems: BioPhysical Triggers of Political Violence. Lleva 18 años ejerciendo el periodismo de investigación, primero para el Guardian ,  donde informó sobre la geopolítica de crisis sociales, económicas y medioambientales. Ahora informa sobre “cambio de sistemas globales” para Motherboard de VICE. Firma notas en The Times, Sunday Times, The Independent on Sunday, The Independent, The Scotsman, Sydney Morning Herald, The Age, Foreign Policy, The Atlantic, Quartz, New York Observer, The New Statesman, Prospect, Le Monde diplomatique, entre otros. Ha recibido el Premio Project Censored en dos ocasiones por sus artículos de investigación; en dos ocasiones ha aparecido en la lista del Evening Standard de los 1.000 londinenses más influyentes; ganó el Premio Nápoles, el premio literario italiano más prestigioso creado por el Presidente de la República. Nafeez es un académico interdisciplinar ampliamente publicado y citado que aplica el análisis de sistemas complejos al estudio de la violencia política y ecológica. Es Investigador Adjunto en el Instituto Schumacher


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Glifosato, transgénicos y un experimento a cielo abierto



Darío Aranda
Bio diversidad

El herbicida más usado del mundo acumula denuncias y condenas millonarias en Estados Unidos. La multinacional Bayer (que compró Monsanto en 2018) con futuro incierto. Sentencias en Argentina, empresarios que proponen cerrar escuelas (para poder sembrar transgénicos), la ONU cuestiona el modelo y campesinos muestran que otro modelo es posible (y necesario).

“El glifosato es como agua con sal”. Lino Barañao, Ministro de Ciencia de Argentina.

“La ignorancia no mata, solo hace sufrir”, Jorge Gattini, ministro de Agricultura de Paraguay (en referencia a los campesinos que denuncian las fumigaciones con agrotóxicos).

"Es un herbicida de clase menos tóxica. Los humanos podrían incluso beber y no morir porque no tenemos la vía metabólica de las plantas. Además, es biodegradable en el suelo". Edilson Paiva, presidente de la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (Ctnbio) de Brasil.

El herbicida glifosato, el más utilizado del agronegocio, ha tenido las defensas más insólitas de los gobiernos pro transgénicos, desde funcionarios hasta periodistas.

Cientos de estudios científicos, fallos judiciales y, sobre todos, miles de afectados por fumigaciones son la prueba de los efectos del herbicida.



Patria grande transgénica

Sólo diez países del mundo concentran el 98 por ciento de los cultivos transgénicos (con uso de agrotóxicos): Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá, India, China, Pakistán, Paraguay, Sudáfrica y Bolivia(1). Cuatro de ellos de América Latina y, junto a Uruguay, forman lo que la multinacional Syngenta llamó en una publicidad corporativa (2003) “la república unida de la soja”.
La patria grande sojera cuenta con 47 millones de hectáreas con soja transgénica(2). Abarca:

- El 66 por ciento de la tierra cultivada de Paraguay.
- El 52 por ciento de Argentina.
- El 35 por ciento de la tierra cultiva de Brasil.
- El 30 por ciento por ciento de Uruguay.
- El 24 por ciento de Bolivia.

Uno de los argumentos centrales de las empresas transgénicas era que, con las semillas modificadas genéticamente, se utilizarían menos químicos.

En Argentina, según datos oficiales del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), en 1995 se utilizaron 42 millones de litros de herbicidas. En 1996 se aprobó la primera soja transgénica (de Monsanto) y el crecimiento del uso de herbicidas fue geométrico: 252 millones de litros en 2011 (último año publicado por el INTA). El glifosato es el principal herbicida utilizado. En 2016, datos de la Casafe (Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes) llegó a 290 millones de litros anuales.

El aumento del uso no se corresponde con el aumento de la superficie, sino con la necesidad de aumentar la cantidad por hectárea. El mismo INTA reconoce que en la década del 90 se utilizaba 1,95 litros por hectáreas. En la campaña agrícola 2011/2012 llegó a utilizarse nueve litros por hectárea. Se debe a la aparición de “malezas”, plantas no deseadas que crearon resistencia al glifosato. Por lo cual los productores utilizan cada vez más cantidad y además mezcla de venenos (2-4D y paraquat, entre otros).



Negar la realidad

“No pueden ocultar la realidad. Quieren tapar el sol con la mano”, explicó el científico Andrés Carrasco en 2009. Jefe del laboratorio de Embriología Molecular, ex presidente del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), confirmó en laboratorio que el glifosato producía malformaciones en embriones anfibios y alertó que era transpolable a humanos.
Sufrió una campaña de desprestigio mediática y política. El periodista Matías Longoni, desde Clarín, llamó “supuesto estudio” al trabajo de Carrasco. Puso en duda su existencia y la reputación de unos de los mayores embriólogos de Argentina. “La industria agrícola se puso en alerta. Las cámaras Casafe y Ciafa aclararon que el glifosato ‘está clasificado en la categoría de menor riesgo toxicológico’. En voz baja, el sector asegura que se trata de una nueva ofensiva oficial para ‘demonizar’ a los productores de soja”, escribió el periodista que cubrió el tema agro durante 18 años en Clarín, que rara vez cuestiona las consecuencias del agronegocios y funciona como agencia de prensa de las compañías del agro.

El diario La Nación también apuntó contra Carrasco y, al igual que los “periodistas del agro”, salieron en defensa del glifosato, los transgénicos (y de las empresas que los venden y, casualidad, pautan en esos medios).

El 27 de noviembre 2017, ya desde su pyme periodística “Bichos de campo”, repleta de publicidades de las empresas de agrotóxicos, Longoni celebró: “¡Larga vida al glifosato! O mejor, un poco más de vida al glifosato. Los alemanes, cuando quieren, golean. Lo hicieron con Brasil en el mundial de fútbol y ahora lo hacen con Francia, en la disputa dentro de la Unión Europea (UE) por prohibir o prorrogar la vida útil del controvertida herbicida glifosato. La votación para decidir si se renovaba la licencia del producto fue ganada, una vez que los alemanes se decidieron a jugar, por 18 a 9.”.

Desde el sector político, la defensa al glifosato fue (y es) encabezada por Lino Barañao, ministro de Ciencia durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y titular de la cartera con Mauricio Macri. En 2009 descalificó a Carrasco desde el programa de TV de Héctor Huergo, uno de los mayores lobbistas del agronegocio (director del suplemento Clarín Rural) y desde el Congreso de Aapresid (Asociación de Productores de Siembra Directa). “El glifosato es como agua con sal”, señaló en un entrevista en la Radio AM 530, de las Madres de Plaza de Mayo. Ningún funcionario kirchnerista lo cuestionó.

A fines de 2015, días previo a asumir como ministro de Ciencia de Mauricio Macri, volvió a defender el uso de químicos, con un argumento poco científico: “Con los antibióticos también hay mal uso y muertes, y nadie se queja”.

Carrasco falleció en mayo de 2014 y dejó la mejor definición para el glifosato y los transgénicos: “Es un experimento masivo a cielo abierto”.



El relato transgénico

Acto 1. El agroquímico (en este caso el glifosato, en la década del 60 fue el insecticida DDT) no afecta la salud ni el ambiente.
Acto 2. No hay pruebas científicas.
Acto 3. La pruebas científicas no son concluyentes o “existen dos bibliotecas” (a favor y en contra).
Acto 4. Son nocivos pero si se utilizan bien no hay riesgos (en ese momento proponen soluciones técnicas para su uso, hoy llamadas “buenas prácticas agrícolas”).
Acto 5. Reemplazo de ese químico por otro (y vuelta al “acto 1”).

El agronegocio utiliza la misma estrategia que las tabacaleras (durante décadas negaron que producían cáncer) y que las petroleras (durante medio siglo negaron el cambio climático).
El teatro del agronegocio se monta sobre un mito principal: los transgénicos son necesarios para alimentar la creciente población mundial. Argumento desmentido incluso por la propia FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), espacio que apoyó el avance transgénico en el mundo. El hambre del mundo no se debe a la falta de alimentos, sino a su injusta distribución.


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 Paren de fumigar”

En los primeros años de la década del 2000 nació en Argentina la “Campaña Paren de Fumigar”, espacio de referencia en la producción de material y debates sobre el impacto sanitario de los agroquímicos. Asambleas, charlas, movilizaciones y todas las acciones imaginables para proteger la salud de la población. En decenas de localidades lograron ordenanzas que limitan las fumigaciones y, en otras impulsaron la vía judicial.

La ONG Naturaleza de Derechos (3) sistematizó los fallos que frenan las fumigaciones con agrotóxicos:

2003. Loma Senés (Formosa).
2008. Alberti (Buenos Aires) e Ituzaingó Anexo (Córdoba).
2009. San Jorge (Santa Fe) y Alberti (Buenos Aires).
2010. La Leonesa y Las Palmas (Chaco). Alberti (Buenos Aires).
2011. Las Antillas (Salta).
2012. Alberti (Buenos Aires) e Ituzaingó Anexo (Córdoba).
2013. Alberti y Mar del Plata (Buenos Aires), Merlo (San Luis).
2014. Paraná (Entre Ríos), Coronel Suárez y Mar del Plata (Buenos Aires).
2015. Guernica (Buenos Aires) y Totoras (Santa Fe).
2016. Alberti (Buenos Aires) y Piamonte (Santa Fe).
2017. Santa Ana (Entre Ríos).
2018. Entre Ríos y Chascomús (Buenos Aires)
2019. Pergamino y Exaltación de la Cruz (Buenos Aires) y Entre Ríos.

Jueces y fiscales tienen herramientas para frenar las fumigaciones, sobre todo la Ley General del Ambiente (25.675), donde se establece el “principio precautorio”: “Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la ausencia de información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces, en función de los costos, para impedir la degradación del medio ambiente”.


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Estados Unidos

La multinacional Bayer compró Monsanto en 2018 por 63.000 millones de dólares. Se transformó así en la mayor empresa de semillas transgénicas y agrotóxicos del mundo.

Su primer anunció fue que desaparecería el nombre de Monsanto (aunque seguirá comercializando todos sus productos) y comenzó una campaña publicitaria para mejorar su imagen. Utiliza los mismos argumentos que Monsanto para aumentar sus ventas de agroquímicos: niega los cientos de estudios independientes que confirman los efectos en la salud.

La Coordinación Contra los Peligros de Bayer es una red europea de organizaciones y activistas que difunden denuncias sobre el accionar de la compañía, tanto en su aspecto farmacéutico como del agronegocio. "El modelo de negocio de Bayer y Monsanto carece de escrúpulos. Ambos obtienen sus beneficios con pesticidas y técnicas de manipulación genética, dañan la salud de agricultores y consumidores, alteran el clima, destruyen la biodiversidad y ponen en peligro las bases de la alimentación y subsistencia de las generaciones futuras. Bayer, al fusionarse con Monsanto, potencia este amenazador modelo de negocio y busca aumentar los beneficios de sus grandes accionistas a costa de la gente y la naturaleza", afirmó la organización.

Bayer cuenta con nuevo eslogan: "Ciencia para una vida mejor".

En agosto de 2018, en Estados Unidos, se dio la primera condena contra Monsanto-Bayer. Dewayne Johnson fue indemnizado con 78 millones de dólares por contraer cáncer al utilizar glifosato en su trabajo como jardinero.

El 27 de marzo de 2019, un jurado de California condenó a la empresa a pagar 80 millones de dólares por "negligencia", al haber ocultado los riesgos de su herbicida Roundup (marca comercial del glifosato de Monsanto). La demanda fue presentada por Edwin Hardeman, un jubilado de la ciudad de Sonoma. Fue la segunda parte del juicio. En la primera, diez días antes, se había concluido que el agrotóxico fue un "factor determinante" en el Linfoma No Hodgkin (cáncer) que se le diagnosticó a Hardeman en 2015.

"El jurado responsabilizó a Monsanto por sus 40 años de conducta delictiva corporativa", explicaron los abogados del demandante, Jennifer Moore y Aimee Wagstaff en un comunicado a la prensa.

El 13 de mayo, tribunales de California (Estados Unidos) determinaron que la multinacional debe pagar 2000 millones de dólares a un matrimonio (Alva y Alberta Pilliod) que utilizó Roundup y contrajo cáncer. La sentencia afirma que la empresa actuó con “negligencia”, al ocultar las consecuencias del veneno. El jurado determinó que el “diseño” del Roundup (marca comercial de Monsanto) fue la causa principal del daño, confirmó que el químico representa “un peligro importante” para las personas que lo utilizan, afirmó que Monsanto “no proporcionó una advertencia adecuada sobre los riesgos potenciales” y ésto representó un factor importante para provocar el daño en la salud de los Pilliod.

El jurado de Estados Unidos determinó que Monsanto diseño, fabricó y distribuyó Roundup de “forma negligente”, afirmó que la compañía sabía (o debía saber) que Roundup era peligroso o que podría provocar daños y no advirtió de forma apropiada. El otro punto clave, que elevó la condena de 2000 millones de dólares, el fallo confirma que Monsanto actuó con “vicio, dolo o mala fe” al poner su herbicida en el mercado y no advertir sobre los riesgos que implicaba.

Monsanto-Bayer acumula, sólo en Estados Unidos, más de 13.000 demandas. Una muestra de la crisis de la compañía alemana: perdió casi el 40 por ciento de su valor bursátil desde que adquirió a Monsanto.



¿Escuelas o transgénicos?

El Foro Ecologista de Paraná (Entre Ríos) y el sindicato docente Agmer (Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos) presentaron en agosto de 2018 un amparo ambiental para proteger de agrotóxicos a los niños y trabajadores de las escuelas rurales. El juez Oscar Daniel Benedetto, de la Cámara II de la Sala II se expidió el 1 de octubre: en un fallo judicial sin precedentes, prohibió fumigar con agrotóxicos a menos de 1000 metros de las escuelas de Entre Ríos. Y la distancia de protección se extiende a 3000 metros si las aplicaciones son aéreas. La protección abarcó a todas las escuelas de la provincia.

"Es imposible de obviar que el modelo de producción agrícola puede generar un creciente problema de salud pública, debido a que los plaguicidas contienen sustancias químicas tóxicas que afectan a los cultivos, pero que muy probablemente también tengan efectos nocivos en la salud de la población rural", se lee entre los fundamentos del fallo, de 21 páginas.

El juez Benedetto tuvo presente el principio precautorio vigente en la Ley General del Ambiente (25675): "En materia ambiental se impone la necesidad de adoptar un criterio de precaución (...) El peligro inminente se materializa en la amenaza de la aplicación de los agrotóxicos. Y destacó que la falta de certeza científica sobre sus consecuencias no me parece un argumento que justifique la improponibilidad de la acción, sino todo lo contrario, ya que no es posible soslayar que se trata de una situación extremadamente delicada y sensible, estando en juego la salud de miles de niños entrerrianos".

El amparo que protege las escuelas fue apelado cuestionado por el gobernador Gustavo Bordet, que el 2 de enero de 2019 publicó un decreto contrario al fallo y redujo a sólo 100 metros la protección de las escuelas rurales.

El Foro Ecologista de Paraná, ya como parte de la "Coordinadora por una Vida sin Agrotóxicos en Entre Ríos. Basta es basta" (reúne a asambleas socioambientales, organizaciones sociales y docentes), presentó un amparo contra el decreto. En marzo de 2019 una sentencia judicial anuló el decreto del gobernador Bordet.

El presidente Macri, en apoyo explícito al agronegocio, cuestionó al Poder Judicial: “Es un fallo irresponsable. Pone en peligro el trabajo de muchos entrerrianos".

La Coordinadora "Basta es Basta" le contestó en un comunicado: "Señor presidente, nuestros gurises merecen el mismo ambiente que su hija Antonia".

El miércoles 15 de mayo, el Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos, máximo tribunal provincial, declaró la inconstitucionalidad del decreto del gobernador Gustavo Bordet, que permitía fumigar a solo 100 metros de las escuelas rurales. De esta forma, continua vigente el amparo ambiental que aleja las fumigaciones terrestres a 1000 metros de las escuelas (3000 si son aéreas).

El jueves 23 de mayo se produjo una insólita manifestación en Paraná: productores sojeros exigieron que el Poder Judicial que revierta el fallo y propusieron cerrar las escuelas para poder seguir fumigando con agrotóxicos.

Pruebas

Un argumento recurrente de los defensores del agronegocio es que “no existen pruebas” de los efectos del glifosato. A nivel internacional son muy conocidos los estudios del investigador francés Gilles-Eric Seralini, especialista en biología molecular y docente de la Universidad de Caen (Francia). Confirmó que el herbicida Roundup estimula la muerte de las células de embriones humanos, lo que podría provocar malformaciones, abortos, problemas hormonales o de reproducción, además de distintos tipos de cánceres.

También demostró la conformación de tumores en roedores alimentados con transgénicos.

Le implicó réplicas personalizadas de Monsanto, con campaña mediática de difamación incluida.
La estocada mayor sucedió en marzo de 2015. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) es un ámbito especializado de la Organizaciones Mundial de la Salud (OMS). Luego de un año de trabajo de 17 expertos de once países, emitió un documento inédito: “Hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no Hodgkin)”. Detalló que la evidencia en humanos corresponde a la exposición de agricultores de Estados Unidos, Canadá y Suecia, con publicaciones científicas desde 2001. Y destacó que el herbicida “también causó daño del ADN y los cromosomas en las células humanas” (situación que tiene relación directa con el cáncer).

Con la nueva evaluación el glifosato fue categorizado en el “Grupo 2A”, que significa en parámetros de la Organización Mundial de la Salud: “Probablemente cancerígeno para los seres humanos”. Esta categoría se utiliza cuando hay “pruebas limitadas” de carcinogenicidad en humanos y “suficiente evidencia” en animales de experimentación. La evidencia “limitada” significa que existe una “asociación positiva entre la exposición al químico y el cáncer” pero que no se pueden descartar “otras explicaciones”. El IARC-OMS trabaja sobre cinco categorías de sustancias que tienen relación con el cáncer. El “Grupo 2A” es el segundo nivel de peligrosidad, sólo superado por “Grupo 1”, donde se ubican, por ejemplo, el asbesto y la radiación ionizante.

Monsanto, que entre sus argumentos utilizaba hasta ese momento informes de la IARC, pasó a acusarla de hacer “ciencia basura”.

A nivel local, en 2018 se publicó “Antología tóxica del glifosato”, una minuciosa recopilación de 830 trabajos académicos (de Argentina y del exterior) que dan cuenta de los efectos del glifosato y su vínculo con el cáncer, malformaciones, intoxicaciones y abortos espontáneos, entre otras consecuencias.

"Esta recopilación suma 830 artículos científicos o papers, es decir: informes de investigaciones clínicas, experimentales, de laboratorio, revisiones, contestaciones, recopilación, resúmenes de congresos, que han sido objeto de publicación en revistas o journales científicos. Todos los trabajos han sido sometidos a revisión por un comité de científicos y aprobados para su publicación al ser considerados significativos", explica el trabajo, realizado por Eduardo Martín Rossi, integrante del colectivo Paren de Fumigar de Santa Fe, que se decidió a analizar y estudiar todas las publicaciones para desmentir los dichos de los publicistas del agronegocios.

De 182 páginas, se puede acceder vía Internet ( https://bit.ly/2mewyYH ), cuenta con el detalle y link de de las investigaciones. Más de cien son de universidades públicas de Argentina (UBA, La Plata, Río Cuarto, Litoral). El primer capítulo precisa 141 trabajos sobre el impacto del glifosato en la salud humana. El capítulo dos detalla 102 investigaciones sobre "mecanismo de fisiopatología celular de cáncer". El capítulo tres se dedica a "toxicidad en los sistemas orgánicos", con 89 publicaciones académicas. El capítulo cuatro se dedica a trabajos específicos de impacto "en la biodiversidad", con 336 investigaciones.

"No es casualidad que en los pueblos agrícolas se multiplique el hipotiroidismo, el asma bronquial, los trastornos reproductivos y las enfermedades oncológicas produciendo un cambio evidente en el patrón de morbilidad y mortalidad", alerta el trabajo.

La recopilación recuerda que Monsanto publicitó "con información falsa que el glifosato era biodegradable". En 2007 Monsanto fue condenada en Francia por publicidad engañosa. Decenas de investigaciones dan cuenta, desde hace décadas, que el herbicida "es altamente persistente en el ambiente, en el suelo y cursos de agua".

Entre las empresas que comercializan glifosato en Argentina figuran Monsanto, Bayer, Syngenta, Red Surcos, Atanor, Asociación de Cooperativas Argentinas, Nufram, Agrofina, Nidera, DuPont, YPF y Dow.

La antología recuerda que la autorización de los agrotóxicos (llamado "fitosanitarios" por las empresas y funcionarios) se realiza en base a estudios de las propias empresas y que sólo analiza los efectos agudos (no investigan qué produce un químico en el largo plazo de exposición). En el caso de glifosato, "Monsanto sólo experimentó tres meses con roedores". En base a ese estudio, la empresa aseguró que el herbicida no producía efectos adversos.

"Científicos independientes midieron efectos crónicos (durante dos años). A partir del cuarto mes los roedores machos presentaron tumores. A partir del séptimo mes comenzó el mismo proceso en hembras. Y en el mes 24, el 80 por ciento de los roedores tuvo tumores", explica la recopilación.
Más de un centenar de trabajos científicos son de universidades públicas de Argentina, entre ellos el grupo de investigación de Rafael Lajmanovich (doctor en ciencias naturales de la Universidad Nacional del Litoral), que confirmó el efecto letal del glifosato en anfibios, y el Equipo Multidisciplinario de Interacción Socioambiental (Emisa), de la Universidad Nacional de La Plata, que demostraron la presencia de glifosato en alimentos, ríos, patios de escuelas y hasta en la lluvia.

El modelo

El problema de fondo no es el glifosato. Se hace eje en él porque es el más utilizado, el que más facturación produce a las compañías y, al mismo tiempo, que más denuncias provoca.
Las voces críticas al agro transgénico (campesinos, indígenas, asambleas socioambientales, académicos) cuestionan el modelo de agronegocio, en base a transgénicos y decenas de agrotóxicos, y en manos de un puñado de multinacionales.

Cuatro empresas que dominan el mercado de semillas y agrotóxicos: Bayer-Monsanto, ChemChina-Syngenta, Brevant (Dow y Dupont) y Basf. En 2015 facturaron 85.000 millones de dólares y, según proyecciones de Bayer, llegarán 120.000 millones en 2025.

“Controlan precio, innovación e impacta en las políticas agrícolas. Países que están con un alto grado de agricultura industrial, como Argentina, pasan a estar en situación de vulnerabilidad. Incluso en términos de soberanía. Estas empresas tienen un poder de negociación que es mucho más que de negociación, es de imposición sobre un país, incluso con leyes a medida”, explicó Silvia Ribeiro, Investigadora del Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración).
La Relatoría Especial sobre el Derecho a la Alimentación es el máximo espacio de Naciones Unidas dedicado al tema. Al frente está la especialista Hilal Elver, de origen turco. Visitó la Argentina en septiembre de 2018 y confeccionó un informe para el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

"En el marco de la agricultura industrial a gran escala, es esencial que se tome en cuenta el verdadero costo de los métodos de producción en relación con el suelo y los recursos hídricos, y el impacto de la degradación ambiental sobre generaciones futuras, en lugar de concentrarse únicamente en la rentabilidad y el crecimiento económico a corto plazo", alertó la relatora especial de Naciones Unidas.

Dedicó un apartado especial al glifosato: "Se aplica indiscriminadamente en la Argentina, sin tener en cuenta la existencia de escuelas o pueblos en las cercanías. Como resultado de ello, se me ha informado acerca de un aumento en la cantidad de personas que han perdido la vida o padecen enfermedades que ponen en riesgo su vida (…) La exposición a plaguicidas puede tener efectos muy peligrosos para la salud de los seres humanos, en especial para niños y mujeres embarazadas que son más vulnerables".

Hilal Elver cuestionó que la agricultura industrial está controlada por pocas y grandes empresas, y alertó que el Gobierno ya decidió su rol: "Durante las entrevistas con funcionarios de la Secretaría de Agroindustria observé una tendencia a apoyar el modelo agroindustrial y a realizar serios recortes en el apoyo, el personal y el presupuesto del sector de la Agricultura Familiar, incluido el despido de casi 500 trabajadores y expertos".

Reivindicó el papel de la agricultura campesina. En la conclusión resaltó: "Reitero la importancia de la agricultura familiar para lograr el objetivo de una alimentación adecuada y saludable para todos los argentinos. Debería ponerse empeño en promover la agricultura familiar como prioridad. Es la única manera de lograr un equilibrio, única manera de lograr una solución sostenible y justa para el pueblo argentino".

En mayo pasado, en la ciudad de Buenos Aires, se realizó un inédito “foro agrario”, que reunió durante dos días a más de 3000 campesinos, indígenas, productores familiares. Impulsado por la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), entre otras organizaciones, elaboró propuestas concretas de políticas públicas para el sector rural, con una urgente democratización de la política agropecuaria.

Entre las políticas a implementar: acceso a la tierra, basta de fumigaciones con agrotóxicos, fomento de la agroecología como política de Estado, soberanía alimentaria y un tema que irrita a los conservadores transgénicos argentinos: reforma agraria integral.

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