viernes, 30 de junio de 2017

Los derechos de los ríos

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Jens Benöhr y Tomás González Astorga
Rebelión


Cuatro límites planetarios ya han sido transgredidos (Rockström & Steffen, 2015): el calentamiento global, la extinción de especies, el ciclo del nitrógeno y el cambio de uso de suelo de bosques a pastizales. Otros tres están cerca de superarse: el uso del agua dulce, la acidificación de los océanos y el ciclo del fósforo. Actualmente gran parte de las iniciativas políticas “verdes”, en vez de revertir estos procesos de degradación del planeta, han sido cómplices de empeorarlo y de generar pobreza y guerras. Modelos de gestión centralizados, que en definitiva no son democráticos, generan desconfianza entre las poblaciones locales, acostumbradas a luchar contra alianzas entre Estado y empresas bien dispuestas a la extracción, pero sin interés en la protección de los bienes comunes.

De esta manera, podemos señalar una profunda contradicción en nuestro sistema jurídico, el cual trata a los seres vivos como objetos o propiedades mientras que las corporaciones (que son una forma de propiedad), son tratadas como sujetos de la ley con personalidad jurídica y derechos. Esto alimenta un paradigma económico basado en el crecimiento ilimitado a costa de la naturaleza, modelo que en última instancia no beneficia a nadie. Dentro de este panorama, en los últimos años han surgido una serie de propuestas legislativas, fundamentadas en cosmovisiones indígenas y filosofías ambientales, las cuales proponen el reconocimiento de los derechos de la naturaleza, y entre ellos, los derechos de los ríos.

Derechos de la naturaleza 

 La idea de los derechos fundamentales de la naturaleza proviene de la comprensión de nuestra especie como una más entre muchísimas otras que habitan el planeta, donde cada ser tiene derecho a vivir y ser respetado. Estos seres no son sólo aquellos que tradicionalmente hemos definido como “vivos”; también se incluyen montañas, glaciares, ríos, lagos y bosques, elementos del paisaje y el territorio que son considerados seres sintientes y sagrados por diversas culturas. Esta idea no es nueva, pues hace siglos que gran cantidad de pueblos originarios de todo el mundo han pedido un reconocimiento distinto de la naturaleza, desde que los reinos europeos comenzaron a entrar en contacto con ellos y a explotar las riquezas naturales de sus territorios. Sin embargo, hace apenas unos 10 años que esta idea ha cobrado fuerza y voz en los sistemas de legislación occidental. Al respecto, en Sudamérica desde hace algunos años puede identificarse la proliferación de declaraciones y normas jurídicas que claramente se posicionan afirmando los derechos de la naturaleza.

En este contexto, destaca la Constitución de Ecuador de 2008, en la que en el capítulo séptimo, en el artículo 71, se expone que “la naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos”. De esta forma, Ecuador se ha instaurado como el primer el país en el mundo en reconocer formalmente los derechos de la naturaleza y establecer una Constitución biocéntrica.

Otros ejemplos que le siguen son: la Ley de Derechos de la Madre Tierra de Bolivia anunciada el 2010; la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra, en el marco de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, celebrada el 2010 en Bolivia; y la Declaración del Foro Alternativo Mundial del Agua, desarrollado en 2012 en Marsella, Francia, en el que se afirmó “el reconocimiento de los derechos de los ecosistemas y especies, para su existencia, su desarrollo, su reproducción y perpetuación. Se apela a la elaboración y el reconocimiento de los derechos de la naturaleza para garantizar a la biosfera, y a sus habitantes, la protección necesaria de su equilibrio y perennidad”. (Berros, 2013).

Un caso en el que esta visión de la naturaleza propició resultados concretos es el de Colombia. El domingo 26 de marzo de 2017 y bajo el lema el “agua vale más que el oro” los habitantes del municipio de Cajamarca votaron en plebiscito en contra de la explotación de oro en su territorio. De esta manera, se opusieron al proyecto minero La Colosa, de la multinacional Anglo Gold Ashanti, que ponía en riesgo a 161 ríos que surten a 27 municipios del Tolima.

Derechos de los ríos

Los ríos son una parte clave del gran sistema terrestre llamado biósfera. Son el soporte de diversos ecosistemas, repercuten en la regulación del clima, en el aprovisionamiento de agua y renuevan los suelos. Además, la relación entre los ríos y el bienestar humano se refleja directamente en nuestra supervivencia a través de la disponibilidad de agua potable y de riego. En su nacimiento en las montañas, los ríos obtienen sedimentos y minerales esenciales para la vida que redistribuyen aguas abajo, en los valles y desembocaduras.

Podemos repetir con certeza algo mil veces dicho: los ríos son las arterias de la tierra, y al igual que en el sistema circulatorio del cuerpo humano, que transporta nutrientes hacia órganos y tejidos, el mantener un río libre le permite transportar nutrientes hacia los territorios y el mar. Cuando alguien dice “el agua del río se pierde en el mar”, está ignorando las intrincadas relaciones y procesos entre el río y su cuenca, los bosques, la lluvia, el mar y toda la biodiversidad asociada a estos ecosistemas (existen estudios que señalan a represas y embalses en ríos como agentes significativos que contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero que no están siendo contabilizadas). Un ejemplo de esta interdependencia son las diatomeas, pequeños microorganismos que son transportadas en el agua de los ríos hacia los océanos y las cuales están asociadas a la alta biodiversidad de los mares cercanos a desembocaduras (Pfister et al, 2009). Podríamos decir, por ejemplo, que la condición de Chile de país largo y estrecho repleto de ríos que desembocan con nutrientes en el océano Pacífico, sumado a la corriente de Humboldt, aporta a la riqueza específica del mar, es decir, la salud de nuestros ríos está directamente ligada a la salud marina.

Los motivos por reconocer los derechos de los ríos son variados; entre ellos destacan las prácticas ancestrales asociadas a estos cuerpos de agua y su importancia espiritual. Este año han surgido una serie de leyes que proponen cuidar un río como si fuera una persona. En Nueva Zelanda, en marzo de 2017, se ha otorgado el estatus de persona jurídica al río Whanganui, venerado por los maoríes. El parlamento neozelandés ha aprobado una ley que combina los precedentes legales occidentales con la cosmovisión maorí. La iniciativa es pionera en el mundo. Los maoríes, pueblo originario de Nueva Zelanda, llevaban 160 años pidiendo el reconocimiento del río como una entidad viva. El parlamento firmó un acuerdo para que el río Whanganui tenga los mismos derechos que una persona y ha asignado a la comunidad whanganui su administradora legal. Curiosamente, cinco días más tarde, el 20 de marzo, el Alto Tribunal de Uttarakhand declaró los ríos Ganges y Yamuna (el afluente más grande del Ganges) entidades vivas con derechos legales. Otro caso en India es el río Narmada, reconocido como una entidad viva hace algunas semanas.

Sin embargo, ante esta serie de reconocimientos nos preguntamos ¿Qué significa para un río tener los derechos de una persona? Si el derecho humano más fundamental es el derecho a la vida y la libertad, ¿significa que el río debería ser capaz de fluir libremente, libre de obstrucciones como las represas? ¿Se extiende el derecho del río a todas las criaturas del sistema fluvial? ¿Cómo puede un río, sin voz propia, asegurarse de que se respeten estos derechos o pedir compensación si son violados? ¿Quién recibiría alguna compensación? ¿Y esos derechos pueden deshacer los errores del pasado?

Un alentador ejemplo en Latinoamérica es el río Atrato en Colombia. La Corte Constitucional colombiana reconoció al río Atrato como sujeto de derechos. La decisión fue tomada en noviembre del año pasado; establece que el río Atrato es un “sujeto de derechos que implican su protección, conservación, mantenimiento y en el caso concreto, restauración”. Así, el alto tribunal le ordenó al gobierno de Colombia que cree una “comisión de guardianes del río Atrato” que proteja este afluente.

En Chile aún tenemos mucho que aprender de estas experiencias; podríamos partir conversando con las culturas que habitan nuestro territorio. Para el pueblo mapuche los ríos, y cuerpos de agua en general, son sagrados pues poseen ngenko, espíritu de la naturaleza que habita y protege los espacios de agua (Grebe, 1993). Además, distinguen entre trayenko, lil y menoko, los que podría considerarse como esteros, vertientes y pantanos (o humedales). Estos lugares son habitados por una gran diversidad de plantas y animales, y deben ser respetados, incluso hay que pedir permiso para entrar en ellos para buscar medicina, alimento o agua para beber (Neira et al., 2012).

A la luz de la actual degradación de los ecosistemas del planeta, producto de la contaminación del aire y el agua, la deforestación de bosques milenarios para el monocultivo o la construcción de enormes diques de hormigón para embalsar ríos; los derechos de la naturaleza, y dentro de ellos los derechos de los ríos, son cambios que sólo serán posibles si la voz de los pueblos originarios, y de los grupos de ciudadanos conscientes, es reconocida en las esferas públicas, como en Nueva Zelanda o Colombia. La abogada ambientalista Gloria Amparo Rodríguez cuenta que alguna vez le preguntó a un mamo de la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia, cuáles eran sus derechos. Su respuesta la dejó sorprendida: “No, no tengo derechos, pero tienen derecho el río, el viento, la montaña. Nosotros solo tenemos los deberes de protegerlos a ellos”.


Bibliografía: 

- Berros, V. (2013). El río posee derecho a no ser desviado de su curso: nuevas herramientas jurídicas disponibles en defensa de la naturaleza. X Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
- Constitución de la república de Ecuador (2008).
- Grebe, M. (1993). “El subsistema de los ngen en la religiosidad mapuche”, en Revista Chilena de Antropología, 12: 45-64.
- Neira, Z. et al. (2012). “Espacios ecológico-culturales en un territorio mapuche de la región de la Araucanía en Chile”, en revista Chungará, 44(2): 313-323.
- Pfister et al. (2009). “The rivers are alive: on the potential for diatoms as a tracer of water source and hydrological connectivity”, en Hydrol. Process. 23, 2841–2845.
- Steffen, W. et al. (2015). “Planetary boundaries: guiding human developement on a changing planet”, en Science, 347(6223). 
Jens Benöhr es antropólogo y trabaja en educación ambiental en Chile.  
Tomás González Astorga es ingeniero en conservación de recursos naturales y activista socioambiental en Chile.


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Salidas del laberinto capitalista: decrecimiento y postextractivismo


Presentación del libro de Alberto Acosta y Ulrich Brand


Lucrecia Wagner
Rebelión



Hablamos de modos de vida insertados en una lógica imperial que subordina la naturaleza y el trabajo a las insaciables demandas de acumulación de capital, así de simple, así de complejo". Esta frase, extraída del libro de Alberto y Ulrich, resume el problema ante el cual nos coloca este libro. Alberto Acosta y Ulrich Brand proponen un diálogo Norte-Sur (nortes-sures, entre los sures del norte y los nortes del sur), a partir de los conceptos Decrecimiento Postextractivismo. Detallan sus contextos de emergencia, concluyendo que se trata de dos expresiones relacionadas de una misma realidad.
Considero que la riqueza de presentarlos de esta manera, radica en colocar en el centro del debate las relaciones de producción, extracción, uso y consumo que vinculan estos nortes y sures de nuestro planeta. ¿Y por qué hacer hincapié en estas relaciones es de suma importancia? Porque en medio de esta crisis polifacética, la “crisis ambiental” no es asumida como parte de la crisis general, y esto habilita soluciones paliativas, como las propuestas por la economía verde. Así, además, quienes sí consideran que la crisis ambiental es parte de la crisis civilizatoria global, son presentados como “unos pocos”, que están en contra del progreso, que son anti-desarrollistas, y que no reconocen que la lógica capitalista es un “mal necesario” del cual no es posible salir. De esta manera, el “modo de vida imperial”, se presenta como un proceso irremediable, incluso deseable, ante el cual sólo resta resignarse y adaptarse. 
Contrariamente, los autores de este libro destacan la posibilidad de diseñar y alcanzar propuestas alternativas, al mismo tiempo que destacan las limitaciones y dificultades que éstas implican. Así, decrecimiento y postextractivismo son, precisamente, puntos de partida para pensar alternativas.
Se trata, como afirma Maristella Svampa en el prólogo, de un pensamiento en transición. Esto nos lleva a “pensar en la incomodidad”, en la incertidumbre, en el marco de muchos caminos posibles y no libres de dificultades.
Sin embargo, partir de la esperanza, reconociendo y explicitando las limitaciones y dificultades, es el camino elegido por Alberto y Ulrich. En este devenir, destacan que Decrecimiento y Postextractivismo son conceptos necesarios pero no suficientes. Describen varios problemas a los que se enfrentan estas propuestas, entre los cuales hay uno que emerge como central: la existencia de un ADN extractivista en nuestras sociedades. Como afirma Maristella Svampa, “no ha habido una descolonización del imaginario del consumo”.
Se establece así una tensión entre los deseos de consumo y los requisitos de sustentabilidad. Pensamos y deseamos individualmente, tendencia que hoy se ha exacerbado con gobiernos neoliberales que incitan a depositar en el individuo la responsabilidad exclusiva sobre su propio destino, incitando a una competencia extrema, muy alejada de los valores de solidaridad y comunalidad necesarios para pensar y dar forma a otras opciones de vida.
Por otro lado, avanzar en el diseño de alternativas implica un gran desafío, que los autores van a destacar repetidamente a lo largo de las páginas: se necesita un cambio de dirección que se produzca tanto en nivel macro (instituciones económicas y políticas) como a nivel micro (valores y aspiraciones individuales). Se requiere un cambio social integral a la vez que necesitamos contextualizar experiencias concretas.
Sumado a ello, las metas deben pensarse y desplegarse a corto plazo, pero considerando retos estructurales y metas de mediano y largo plazo.
Aparecen así algunos interrogantes desafiantes: ¿Cómo brindar propuestas acotadas al momento sin perder de vista la estructura? Si consideramos que estas alternativas implicarán, para muchos sectores de nuestras poblaciones, resignar comodidades y aspiraciones de consumo, ante lo cual posiblemente surgirán muchos desacuerdos ¿Cómo hacer para que los principios y prácticas del decrecimiento no se vuelvan un paradigma represivo? ¿Cómo instalar globalmente el paradigma de que “podemos estar mejor con menos, que parece tan ajeno a la mayor parte de nuestras sociedades? 
Otra gran limitación destacada es el uso del prefijo “post”: indica lo que no se quiere más, pero no da pautas de hacia dónde caminar. Por eso, Alberto y Ulrich enfatizan otras nociones, como buen vivirbuenos convivires, que avanzan en propuestas concretas hacia una vida digna. Así, los autores nos invitan a desprendernos de estos conceptos (Decrecimiento y Postextractivismo), que carecen de atractivo simbólico.
A pesar de estos desafíos, este libro intenta evidenciar las posibilidades que pueden emerger de un debate conjunto, por ello, uno de sus mayores aportes es precisamente esta invitación a pensarnos en común. Como destacan los autores, se hace imprescindible multiplicar espacios heterogéneos de discusión, y revitalizar la discusión política en tanto “espacio vivo” de la sociedad.
Este cambio debe partir de situaciones y experiencias existentes. Se trata de una transición, no de un corte abrupto, en la cual hay mínimos comunes, con diversidad de objetivos y caminos, y diferentes temporalidades para cada proceso.
En conclusión, este libro nos explicita el reto sociocultural que enfrentamos, y nos convoca a construir propuestas, basadas en la afirmación de que lo que interesa es la reproducción de la vida, y no del capital.

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miércoles, 28 de junio de 2017

Un producto químico artificial y no regulado amenaza la capa de ozono

Un producto químico artificial y no regulado amenaza la capa de ozono
Equipo para el estudio de la capa de ozono instalado en la Antártida (NOAA / NASA)

Joaquim Elcacho
La Vanguardia

Un estudio muestra los efectos negativos del diclorometano, un disolvente no incluido en el Protocolo de Montreal

Dejamos aparcado por un momento el problema del cambio climáticopara revisar otra de las cuestiones ambientales de impacto global: el agujero en la capa de ozono.
El Protocolo de Montreal (firmado en 1987) estableció las bases para prohibir limitar el uso de productos químicos que, como los clorofluorocarbonos (CFC), destruyen el ozono en las capas altas de la atmósfera terrestre (ozono estratosférico, protección natural contra las radiaciones ultravioletas). La aplicación de este acuerdo internacional ha sido todo un éxito y la evolución del agujero de la capa de ozono parece controlada.
En azul, la zona con una menor concentración de ozono en las capas altas de la atmósfera
En azul, la zona con una menor concentración de ozono en las capas altas de la atmósfera (NASA)
No obstante, un estudio publicado esta semana en la revista Nature Communication advierte de que la creciente utilización de un producto químico no regulado en el Protocolo de Montreal puede estar perjudicando a la capa de ozono hasta el punto de retrasar el actual proceso de recuperación.
La causa de este nuevo inconveniente es el diclorometano o cloruro de metileno (CH2CL2), un líquido incoloro creada en laboratorio (no presente en la naturaleza) que se utiliza como disolvente, eliminación de pinturas, limpieza de componentes electrónicos, aerosoles, pesticidas y juguetes termoplásticos.
Efectos previstos
Si el uso de diclorometano sigue creciendo al ritmo actual, la recuperación de la capa de ozono se retrasará 30 años
El equipo científico autor del nuevo estudio calcula que si se mantienen las emisiones actuales de diclorometano la recuperación de la capa de ozono registrará un retraso de 5 años (respecto a la fecha prevista). La situación más preocupante es que si las emisiones de diclorometano siguen creciendo al ritmo de los últimos años, el agujero de la capa de ozono quedará cerrado 30 años más tarde de lo previsto.
Se debe recordar que, según las estimaciones actuales y pese a la correcta aplicación del Protocolo de Montreal, el agujero de la capa de ozono no quedará cerrado por completo hasta una fecha que se calcula que estará entre los años 2046 y 2057.
Lanzamiento de un globo sonda para medir el ozono en la Antártida
Lanzamiento de un globo sonda para medir el ozono en la Antártida (NOAA / NASA)
En consecuencia, los autores del nuevo estudio -con el profesor Ryan Hossaini (Universidad de Lancaster) a la cabeza- proponen la revisión de los cálculos sobre la evolución de la capa de ozono y la posible limitación en el uso del diclorometano.
“Aunque la destrucción del ozono estratosférico a partir del diclorometano es actualmente bastante modesta, no se sabe con certeza cómo evolucionará la cantidad de este gas en la atmósfera en los próximos años y nuestros resultados indican que, al ritmo de crecimiento actual, esta substancia podría retrasar de forma importante la recuperación de la capa de ozono y los beneficios conseguidos por el Protocolo de Montreal”, ha indicado el profesor Ryan Hossaini.
Causas del crecimiento
La substitución de substancias peligrosas como los CFC puede haber incrementado el uso de diclorometano
Los autores del estudio han observado que la utilización de diclorometano aumentó de forma considerable a partir del año 2000. “No está claro qué es lo que está impulsando este crecimiento, pero podría estar relacionado con un mayor uso de este producto químico como disolvente en lugar de otros productos químicos de larga vida (por ejemplo, CFCs y HCFCs) que han sido eliminados del mercado precisamente en aplicación del Protocolo de Montreal”, explica el profesor Hossaini.
Artículo científico de referencia:
The increasing threat to stratospheric ozone from dichloromethane. Ryan Hossaini, Martyn P. Chipperfield, Stephen A. Montzka, Amber A. Leeson, Sandip S. Dhomse John A. Pyle. Nature Communications 8, Article number: 15962 (2017) doi:10.1038/ncomms15962
Simulaciones gráficas del agujero en la capa de ozono en la región antártica



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martes, 27 de junio de 2017

La crisis del Antropoceno

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John Bellamy Foster
Monthly Review

Traducción y edición de Carlos Valmaseda

Y es debido a que nos mantenemos en la oscuridad sobre la naturaleza de la sociedad humana -entendida como opuesta a la naturaleza en general- por lo que ahora nos enfrentamos (así me lo aseguran los científicos implicados) a la completa destructibilidad de este planeta que apenas se ha convertido en un lugar en el que vivir.
Bertolt Brecht [1]
El Antropoceno, visto como una nueva era geológica que ha desplazado al Holoceno de los últimos 10.000 a 12.000 años, representa lo que ha sido denominado "brecha antropogénica" en la historia del planeta [2]. Introducido formalmente en el debate científico y medioambiental contemporáneo por el climatólogo Paul Crutzen en 2000, defiende la idea de que los seres humanos se han convertido en la fuerza geológica emergente primaria que afecta al futuro del Sistema Tierra. Aunque a menudo se ha seguido su rastro hasta la Revolución Industrial de finales del siglo XVIII, el Antropoceno se ve probablemente con más claridad como algo surgido a finales de los años 1940 y principios de los 50. Pruebas científicas recientes sugieren que el periodo desde aproximadamente 1950 en adelante muestra un gran pico, marcando la Gran Aceleración en el impacto humano sobre el medio ambiente, encontrándose la traza más importante de la brecha antropogénica en la lluvia de radionúclidos procedentes de ensayos de armas nucleares [3]
Planteado de esta forma, el Antropoceno puede ser visto como algo que coincide aproximadamente con el auge del movimiento ecologista moderno, que tuvo sus inicios en las protestas llevadas a cabo por científicos contra las pruebas nucleares terrestres tras la Segunda Guerra Mundial, y surgió como un movimiento más amplio tras la publicación de Primavera Silenciosa de Rachel Carson en 1962. Al libro de Carson le siguieron pronto en los 60 los primeros avisos por parte de científicos soviéticos y estadounidenses del calentamiento global acelerado e irreversible[4]. Es esta interrelación dialéctica entre la aceleración hacia el Antropoceno y la aceleración del imperativo radical ecologista en respuesta lo que constituye el tema central del nuevo y maravilloso libro de Ian Angus. Es su capacidad para ofrecernos perspectivas sobre el Antropoceno como un nuevo nivel emergente de interacción naturaleza-sociedad producido por el cambio histórico -y cómo los nuevos imperativos ecológicos que genera se han convertido en la cuestión central a la que nos enfrentamos en el siglo XXI- lo que hace que Facing the Anthropocene sea tan indispensable.
Hoy parece probable que el Antropoceno llegará a estar vinculado especialmente con la ciencia de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. En cualquier caso, como en el de todos los grandes puntos de inflexión en la historia, hubo signos de picos menores en etapas tempranas durante todo el periodo a partir de la Revolución Industrial. Esto refleja lo que el filósofo marxiano István Mészáros denomina "la dialéctica de continuidad y discontinuidad" que caracteriza todos los nuevos desarrollos emergentes en la historia [5] Aunque el concepto de Antropoceno solo se ha desarrollado completamente con la noción científica moderna de sistema Tierra, y se ve cada vez más como algo que tiene su base física en la Gran Aceleración posterior a la Segunda Guerra Mundial, estuvo prefigurado por ideas anteriores, surgidas de pensadores que se centraron en los cambios dramáticos en la interrelación humanos-medio ambiente producidos por el auge del capitalismo, entre los que se incluye la Revolución Industrial, la colonización del mundo y la era de los combustibles fósiles.
"Naturaleza, la naturaleza que precedió a la historia humana", tal como destacaron Karl Marx y Frederick Engels en una fecha tan temprana como en 1845, "ya no existe en ninguna parte (excepto quizá en unas pocas islas coralinas australianas de origen reciente)." [6] Puntos de vista similares fueron presentados por George Perkins Marsh en Hombre y naturaleza en 1864, dos años antes de que Ernst Haeckel acuñase el término ecología, y tres años antes de que Marx publicase el primer volumen de El Capital, con su advertencia sobre la brecha metabólica en la relación entre los seres humanos y la Tierra [7]
No fue hasta el último cuarto del siglo XIX y principios del siglo XX, sin embargo, que surgió el concepto clave de biosfera, a partir del cual se desarrolló la idea moderna de sistema Tierra, con la publicación, principalmente, de La Biosfera del geoquímico soviético Vladimir I. Vernadsky en 1926. "De manera notable", escribieron Lynn Margulis y Dorian Sagan en ¿Qué es la vida?, "Vernadsky desmanteló los rígidos límites entre organismos vivos y medio ambiente no vivo, describiendo la vida globalmente antes de que ningún satélite nos mostrase fotografías de la Tierra desde órbita" [8]
La aparición del libro de Vernadsky coincidió con la primera introducción del término Antropoceno (junto con Antropogeno) por parte de su colega, el geólogo soviético Aleksei Pavlov, quien lo utilizó para referirse a un nuevo periodo geológico en el que la humanidad era el principal causante del cambio geológico planetario. Como observó Vernadsky en 1945, "A partir de la idea del rol geológico del hombre, el geólogo A. P. Pavlov (1854-1929) en los últimos años de su vida solía hablar de la era antropogénica, en la que ahora vivimos… Destacó correctamente que el hombre, ante nuestros propios ojos, se está convirtiendo en una poderosa y siempre creciente fuerza geológica… En el siglo XX el hombre, por primera vez en la historia de la Tierra, ha conocido y abarcado toda la biosfera, completado el mapa geográfico del planeta Tierra y colonizado toda su superficie" [9]
Simultáneamente al trabajo de Vernadsky sobre la biosfera, el bioquímico soviético Alexander I. Oparin y el biólogo socialista británico J.B.S. Haldane desarrollaron de manera independiente en los años 20 la teoría del origen de la vida, conocida como la "teoría de la sopa primigenia". Tal como lo resumen los biólogos de Harvard Richard Levins y Richard Lewontin, "La vida surgió originalmente de la materia inanimada [lo que como es bien sabido Haldane describió como una "sopa caliente diluida"], pero este origen hizo que su repetición fuese imposible, porque los organismos vivos consumen las complejas moléculas orgánicas necesarias para recrear la vida de novo. Además, la atmósfera reductora [falta de oxígeno libre] que existía antes del principio de la vida se ha convertido, por acción de los organismos vivos, en otra rica en oxígeno reactivo". De esta forma, la teoría Oparin-Haldane explicó por primera vez cómo se pudo haber originado la vida a partir de materia inorgánica, y porqué el proceso no se podía repetir. De manera igualmente significativa, la vida, surgida de esta forma hace miles de millones de años, podría ser vista como la creadora de la biosfera dentro de un complejo proceso de coevolución [10]
Fue Rachel Carson, presentadora como es bien sabido del concepto de ecosistema al público estadounidense, en su charla de 1963 que supuso un hito, "Nuestro medio ambiente contaminado", quien expresó de la forma más elocuente esta perspectiva ecológica integrada y la necesidad de tenerla en cuenta en todas nuestras acciones. "Desde el principio de los tiempos biológicos", escribió, ha existido la interdependencia más íntima posible entre el medio ambiente físico y la vida que este sostiene. Las condiciones de la Tierra joven produjeron la vida; la vida, inmediatamente después, modificó las condiciones de la Tierra, de manera que este único y extraordinario acto de generación espontánea no podía ser repetido. De una forma u otra, la acción y la interacción entre la vida y lo que le rodea ha estado en marcha desde entonces.
Este hecho histórico tiene, creo, un significado más que académico. Una vez lo aceptamos vemos porqué no podemos llevar a cabo con impunidad repetidos asaltos contra el medio ambiente como ahora hacemos. Un estudiante serio sobre la historia de la Tierra sabe que ni la vida ni el mundo físico que la mantiene existen en pequeños compartimentos aislados. Por el contrario, reconoce la extraordinaria unidad entre organismos y medio ambiente. Por esta razón sabe que las sustancias dañinas liberadas en el medio ambiente vuelven con el tiempo para crear problemas a la humanidad.
La rama de la ciencia que trata de estas interrelaciones es la ecología…. No podemos pensar solo en los organismos vivos, ni podemos pensar en el medio ambiente físico como una entidad separada. Los dos existen juntos, actuando uno sobre el otro para formar un complejo ecológico o ecosistema [11].
Sin embargo, a pesar de la visión ecológica integrada presentada por figuras como Carson, los conceptos de Vernadsky de biosfera y ciclos biogeoquímicos fueron minimizados durante mucho tiempo en Occidente debido al modo reduccionista que prevalecía en la ciencia occidental y el trasfondo soviético de estos conceptos. Los trabajos científicos soviéticos eran bien conocidos por los científicos en Occidente y fueron traducidos con frecuencia en los años de la Guerra Fría por editoriales científicas e incluso por el gobierno de los EEUU -aunque incomprensiblemente La Biosfera de Vernadsky no fue traducida al inglés hasta 1998-. Esto era una necesidad puesto que en algunos campos, como la climatología, los científicos soviéticos iban muy por delante de sus homólogos estadounidenses. Pero este amplio intercambio científico, que cruzaba las divisiones de la Guerra Fría, era raramente transmitido al público general, cuyo conocimiento de los logros soviéticos en estas áreas fue prácticamente inexistente. Ideológicamente, por tanto, el concepto de biosfera parecer haber caído durante mucho tiempo bajo una especie de prohibición.
No obstante, la biosfera ocupó el centro del escenario en 1970, con un número especial de Scientific American sobre el tema [12]. Aproximadamente por esa misma época, el biólogo socialista Barry Commoner advirtió en El círculo que se cierra de los enormes cambios en la relación de los humanos con el planeta, a partir de la era atómica y el auge de los desarrollos modernos en química sintética. Commoner recordaba los tempranos avisos de la alteración medioambiental del capitalismo de los ciclos de la vida representados por el debate de Marx sobre la brecha en el metabolismo del suelo [13]
En 1972, Evgeni K. Fedorov, uno de los principales climatólogos mundiales y miembro del Presidium del Soviet Supremo de la URSS, así como el principal partidario soviético de los análisis de Commoner (escribió unas "Observaciones finales" a la edición rusa), declaró que el mundo debería desengancharse de los combustibles fósiles: "El ascenso de la temperatura de la Tierra es inevitable si no nos limitamos al uso, como fuentes de energía, de la radiación solar directa y las energías hidráulica, maremotriz y eólica, en lugar de obtener energía de los [combustibles] fósiles o las reacciones nucleares"[14] Para Fedorov, la teoría de Marx del "metabolismo entre la población y la naturaleza" constituía la base metodológica para un enfoque ecológico de la cuestión del sistema Tierra [15] Fue en los 60 y 70 cuando los climatólogos de la URSS y los Estados Unidos hallaron por primera vez "pruebas", en palabras de Clive Hamilton y Jacques Grinevald, de un "metabolismo mundial" [16]
El auge de los análisis del sistema Tierra en las décadas siguientes se vio también fuertemente impactado por las extraordinarias vistas desde fuera, aparecidas con las primeras misiones espaciales. Como escribió Howard Odum, una de las figuras principales en la formación de la ecología de sistemas, en Medio ambiente, poder y sociedad:
Podemos empezar una visión de sistema de la Tierra con la macroscópica del astronauta muy por encima de la Tierra. Desde un satélite en órbita, la zona viva de la Tierra parece ser muy simple. La delgada cáscara de agua y aire que cubre la Tierra -la biosfera- está limitada hacia el interior por sólidos densos y hacia el exterior por el casi vacío total del espacio exterior… Desde los cielos es fácil hablar de equilibrios gaseosos, presupuestos energéticos de millones de años y la magnífica simplicidad del metabolismo total de la delgada cáscara exterior de la Tierra. Con la excepción del flujo de energía, la geobiosfera en su mayor parte es un sistema cerrado del tipo en que los materiales se reciclan y reutilizan [17].
"El mecanismo de sobrecrecimiento" que amenaza este "metabolismo total", seguía Odum, "es el capitalismo" [18] El concepto actual de Antropoceno refleja por tanto, por una parte, un reconocimiento reciente del rol en rápido aceleramiento de los impulsos antropogénicos en la alteración de los procesos biogeoquímicos y de los límites planetarios del sistema Tierra y, por otra, un serio aviso de que el mundo, bajo el "business as usual" [seguir como siempre], está siendo catapultado a una nueva fase ecológica -menos propicia para el mantenimiento de la diversidad biológica y una civilización humana estable-.
Unir estos dos aspectos del Antropoceno -vistos de forma diferente como el geológico y el histórico, el natural y el social, el clima y el capitalismo- en una visión única, integrada, es lo que constituye el logro principal de Facing the Anthropocene. Angus demuestra que el "capitalismo fósil", si no es detenido, es un tren fuera de control que lleva al apartheid medioambiental global y a lo que el gran historiador marxista británico E.P. Thompson llamaba la amenazada etapa histórica del "exterminismo", en la que las condiciones de existencia de centenares de millones, quizá miles de millones de personas, cambiarán drásticamente, y estarán en peligro las bases mismas de la vida tal como la conocemos. Además, todo esto tiene su origen en lo que Odum llamaba "capitalismo imperial", que pone en peligro las vidas de las poblaciones más vulnerables del planeta en un sistema de desigualdad global forzada [19]
Los peligros son tales que solo un enfoque nuevo, radical, de las ciencias sociales (y por tanto de la sociedad misma), nos dice Angus -uno que se tome en serio la advertencia de Carson de que si socavamos los procesos vivos de la Tierra esto "volverá en su momento" para acosarnos- puede daros las respuestas que necesitamos en la era del Antropoceno. Por lo que se refiere a la urgencia del cambio, "mañana es demasiado tarde" [20]
Pero la ciencia social dominante, la que sirve al orden social dominante y a sus capas dirigentes, hasta ahora ha servido para oscurecer estos temas, poniendo su peso en las medidas paliativas junto a soluciones mecanicistas como los mercados de carbono y la geoingeniería. Es como si la respuesta a la crisis del Antropoceno fuese estrechamente económica y tecnológica, compatible con la ulterior expansión de la hegemonía del capital sobre la Tierra y sus habitantes -a pesar de que el actual sistema de acumulación de capital se encuentra en la raíz de esta crisis. El resultado es empujar al mundo a un peligro aún mayor. Lo que hace falta, por tanto, es reconocer que es la lógica de nuestro actual modo de producción -el capitalismo- lo que se interpone en el camino para crear un mundo de desarrollo humano sostenible que trascienda el desastre en espiral que de otra manera espera a la humanidad. Para salvarnos debemos crear una lógica socioeconómica diferente que apunte a fines humano-ambientales diferentes: una revolución ecosocialista en la que las grandes masas de la humanidad participen.
¿Pero no hay riesgos en un cambio tan radical? ¿No nos esperan grandes luchas y sacrificios ante cualquier intento de derrocar el sistema dominante de producción y de uso de la energía en respuesta al calentamiento global? ¿Hay alguna seguridad de que seremos capaces de crear una sociedad de desarrollo humano sostenible como conciben ecosocialistas como Ian Angus? ¿No sería mejor equivocarse por el lado del negacionismo que por el del ‘catastrofismo’?¿No deberíamos dudar en pasar a la acción a este nivel hasta que no sepamos más?
Aquí puede ser útil citar el poema didáctico del gran dramaturgo y poeta alemán Bertold Brecht "La parábola de Buda de la casa en llamas":
Buda, sentado todavía bajo el árbol del pan, a los que no le
habían preguntado les narró la siguiente parábola: «No hace mucho vi una casa que ardía. Su techo era ya pasto de las llamas. Al acercarme advertí que aún había gente en su interior. Fui a la puerta y les grité que el techo estaba ardiendo, incitándoles a que salieran rápidamente. Pero aquella gente no parecía tener prisa. Uno me preguntó, mientras el fuego le chamuscaba las cejas, qué tiempo hacía fuera, si llovía, si no hacía viento, si existía otra casa, y otras cosas parecidas. Sin responder, volví a salir. Esta gente, pensé, tiene que arder antes que acabe con sus preguntas. Verdaderamente, amigos, a quien el suelo no le queme en los pies hasta el punto de desear gustosamente cambiarse de sitio, nada tengo que decirle.» [21]
Es el capitalismo y el medio ambiente global alienado que este ha producido lo que constituye hoy nuestra "casa en llamas". Los ecologistas mayoritarios, ante este monstruoso dilema, han preferido generalmente hacer poco más que contemplarlo, observando y haciendo pequeños ajustes a lo que les rodea en el interior mientras las llamas lamen el tejado y toda la estructura amenaza con derrumbarse a su alrededor. El punto, en cambio, es cambiarlo, reconstruir la casa de la civilización con principios arquitectónicos diferentes, creando un metabolismo más sostenible entre la humanidad y la Tierra. El nombre del movimiento para conseguir esto, surgiendo de los movimientos socialistas y ecologistas radicales, es ecosocialismo, y Facing the Anthropocene es su manifiesto más actualizado y elocuente.
Notas:
(1) Bertolt Brecht, Brecht on Theatre (New York: Hill and Wang, 1964), 275. 
(2) Clive Hamilton and Jacques Grinevald, "Was the Anthropocene Anticipated?"Anthropocene Review 2, no. 1 (2015): 67. 
(3) Paul J. Crutzen and Eugene F. Stoermer, "The Anthropocene,"Global Change Newsletter, May 1, 2000, 17; Paul J. Crutzen, "Geology of Mankind,"Nature 415, no. 6867 (2002): 23; Colin N. Waters et al., "The Anthropocene Is Functionally and Stratigraphically Distinct from the Holocene,"Science 351, no. 6269 (2016): 137, 137, 2622-1–2622-10. 
(4) Spencer Weart, "Interview with M. I. Budyko: Oral History Transcript," March 25, 1990, http://aip.org ; M. I. Budyko, "Polar Ice and Climate," en J. O. Fletcher, B. Keller, and S. M. Olenicoff, eds.,Soviet Data on the Arctic Heat Budget and Its Climatic Influence (Santa Monica, CA: Rand Corporation, 1966), 9–23; William D. Sellars, "A Global Climatic Model Based on the Energy Balance of the Earth Atmosphere System,"Journal of Applied Meteorology 8, no. 3 (1969): 392–400; M. I. Budyko, "Comments,"Journal of Applied Meteorology 9, no. 2 (1970): 310. 
(5) István Mészáros,The Power of Ideology (New York: New York University Press, 1989), 128. 
(6) Karl Marx and Frederick Engels,Collected Works, vol. 5 (New York: International Publishers, 1976), 40. 
(7) George P. Marsh, Man and Nature (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1965); Frank Benjamin Golley,A History of the Ecosystem Concept in Ecology (New Haven, CT: Yale University Press, 1993), 2, 207; Karl Marx,Capital, vol. 1 (London: Penguin, 1976), 636–39;Capital, vol. 3 (London: Penguin, 1981), 949. 
(8) Lynn Margulis and Dorion Sagan, What Is Life? (New York: Simon and Schuster, 1995), 47; Vladimir I. Vernadsky,The Biosphere (New York: Springer, 1998). El concepto de biosfera fue introducido originalmente por el geólogo francés Edward Suess en 1875, pero fue desarrollado mucho más por Vernadsky y acabó siendo asociado básicamente con él.
(9) Vladimir I. Vernadsky, "Some Words about the Noösphere," en Jason Ross, ed.,150 Years of Vernadsky, vol. 2 (Washington, D.C.: 21st Century Science Associates, 2014), 82; E. V. Shantser, "The Anthropogenic System (Period)," enThe Great Soviet Encyclopedia, vol. 2 (New York: Macmillan, 1973), 140. El artículo de Shantser introdujo la palabra "Antropoceno" en inglés. 
(10) Richard Levins and Richard Lewontin, The Dialectical Biologist (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1985), 277; A. I. Oparin, "The Origin of Life," en J. D. Bernal,The Origin of Life (New York: World Publishing, 1967), 199–234; and J. B. S. Haldane, "The Origin of Life," en Bernal,The Origin of Life, 242–49. 
(11) Rachel Carson, Lost Woods (Boston: Beacon, 1998), 230–31. 
(12) G. Evelyn Hutchinson, "The Biosphere,"Scientific American 233, no. 3 (1970): 45–53. 
(13) Barry Commoner,The Closing Circle: Nature, Man, and Technology (New York: Knopf, 1971), 45–62, 138–75, 280. 
(14) E. Fedorov citado en Virginia Brodine,Green Shoots, Red Roots (New York: International Publishers, 2007), 14, 29. Véase también E. Fedorov,Man and Nature (New York: International Publishers, 1972), 29–30; John Bellamy Foster, " Late Soviet Ecology and the Planetary Crisis ,"Monthly Review 67, no. 2 (June 2015): 9; M. I. Budyko,The Evolution of the Biosphere (Boston: Reidel, 1986), 406. Los llamamientos de figuras prominentes como Fedorov a una respuesta más rápida y radical a los problemas medioambientales fueron básicamente ignorados por el estado soviético, con trágicos resultados. 
(15) Fedorov, Man and Nature, 146. 
(16) Hamilton and Grinevald, "Was the Anthropocene Anticipated?" 64. 
(17) Howard T. Odum, Environment, Power, and Society for the Twenty-First Century (New York: Columbia University Press, 2007), 3. 
(18) Odum, Environment, Power, and Society, 263. 
(19) E. P. Thompson, Beyond the Cold War (New York: Pantheon, 1982) 41–80; Rudolf Bahro,Avoiding Social and Ecological Disaster (Bath, UK: Gateway, 1994), 19; Odum,Environment, Power, and Society, 276–78. 
(20) Rolf Edburg and Alexei Yablokov,Tomorrow Will Be Too Late (Tucson, AZ: University of Arizona Press, 1991). 
(21) Bertolt Brecht, Tales from the Calendar (London: Methuen, 1961), 31–32.
Nota del autor: Este artículo es una adaptación de prólogo al libro de Ian Angus Facing the Anthropocene: Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth System (Monthly Review Press, 2016).


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La mariposa y el colibrí

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Julio García Camarero
Rebelión


Complementariedad entre lo panorámico y lo local

Creo que para conseguir que se paralice el cambio climático, y cualquier otra crisis ecológica, se hace necesario conseguir impulsar un movimiento social transformador.
Y para ello, es muy importante dedicarse a PENSAR y a ACTUAR con gran intensidad.
Pero antes de esto es indispensable tener, a la vez, una visión PANORÁMICA y LOCAL. Panorámica, en cuanto a que no hay que tener sólo la visión de: lo más local (el barrio), el País Valenciano, el Estado de España, Europa… sino también una visión global y planetaria.
Ambas cosas son indispensables y complementarias. Entre otras razones, porque estaremos más motivados en la acción local si tenemos una idea clara de que lo que sucede a escala local, tiene unas enormes repercusiones a escala global; y que lo que se ocasiona a escala global vuelve a perjudicar a lo local (téngase en cuenta, p. e., el cambio climático, el vertido de residuos, etc.).
Y para comprender mejor el aspecto panorámico y global podemos poner como ejemplo el efecto que puede ocasionar el simple aleteo de una mariposa. Algo que suele llamarse el efecto mariposa 

Causa-efecto

Sucede, que en los sistemas complejos (como la predicción del tiempo, la bolsa de valores, o el funcionamiento de los ecosistemas) puede producirse una interacción tipo CAUSA-EFECTO en la que a partir de de una CAUSA minúscula se puede originar un efecto gigantesco. Algunos científicos como Lorenz hablan de que el aleteo de una mariposa en Brasil puede llegar a originar un tsunami en las costas de California.
Pero es que en la actualidad no estamos sólo ante el efecto que pueda ocasionar el aleteo de una mariposa, sino ante algo más palpable e inmediato. Estamos ante el aleteo de la central nuclear de Fukushima, cuyos efectos (en efecto) están llegando hasta la costa de California. O también estamos ante el fenómeno de la aparición de una inmensa isla, del tamaño de Península Ibérica, formada por infinidad de envases de plástico procedentes de los lugares más remotos del planeta.
Pero no hay porque plantear que esta vista panorámica global deba ser incompatible (sino que es más bien complementaria) con la acción local y de pequeña escala.
En este caso, para comprender mejor esto, podemos poner como ejemplo la leyenda de un simpático colibrí. Dice la leyenda, que ante un incendio forestal todos los animales del bosque huyeron y solo un colibrí permanecía empeñado en llevar una gota de agua en su pequeño pico para apagar el incendio, mientras todos los demás permanecían contemplándolo.
Muy probablemente si todos los animales hubieran imitado el tesón del colibrí el incendio habría sido apagado.
En resumen, la acción pequeña y cercana es tan necesaria como la visión global y planetaria.
Así que según todo lo anterior estamos viendo que: tanto en nuestro entorno más cercano como en la escala planetaria, siempre existen dos aspectos de la realidad: la CAUSA y el EFECTO.
La simple causa de un aleteo puede originar el EFECTO de un tsunami; o bien a CAUSA de la pasividad de los que tienen que actuar localmente se origina el EFECTO de que resulte imposible solucionar el problema local.

Invisibilidad de las causas

Pero con extrema frecuencia, incluso en los partidos que se dicen interesados por el medio ambiente, sólo suelen preocuparse de paliar los EFECTOS, los SÍNTOMAS, lo que se ve:
- Quieren limpiar las aguas porque ven el efecto o el síntoma de que están sucias.
- Quieren separar y clasificar los residuos porque lo inundan todo.
- Quieren reciclar los envases porque es el mayor problema de residuos.
- Quieren repoblar los desiertos porque ya están avanzando a 7km./año.
Es decir, los “gobiernos más ecologistas” se preocupan sólo de hacer disminuir los SÍNTOMAS, los EFECTOS, pero no trata de atacar las CAUSAS. Y solo atacar a los SÍNTOMAS, no es solucionar nada, es como querer remediar una enfermedad a base de antipiréticos que nos bajen la fiebre o a base de calmantes que nos rebajen los dolores. Esto es, usar lo que se llama medicina asistencial. Pero esto nunca son soluciones. Son parches pasa seguir con la enfermedad y que ésta siga aumentando.
Más bien, lo que hay que hacer es eliminar LA RAÍZ DEL MAL. Es decir, su CAUSA y no enmascarar su EFECTO o SÍNTOMA.

¿Y cual es la CAUSA de estos EFECTOS?

Entre otras muchas, pueden considerarse las siguientes causas: El iniciar la contaminación de las aguas a causa del productivismo; el utilizar envases innecesarios, antes siempre consumíamos a granel; el producir residuos que no son necesarios o, en fin, el caer en la obsolescencia programada. En suma, es preciso dejar de caer en el productivismo- consumismo que es la principal CAUSA que origina el EFECTO del cambio climático, el cual en consecuencia hace avanzar vertiginosamente los desiertos.

¿Y como terminar con estas CAUSAS?

En una palabra terminando con el CAPITALISMO y su método de producción industrial capitalista cuyos fines son exclusivamente crematísticos. Y es que el CAPITALISMO, en sí, es el origen de todas estas CAUSAS, males e infelicidades.
Y también, será indispensable, realizar un cambio radical del modo de vida cotidiano. Haciendo una vida austera y elegida voluntariamente. Que no hay que confundir con la miseria y esclavitudimpuesta por el sistema capitalista, el cual nos engaña llamando a esto “austeridad.
Así que será preciso eliminar el consumismo-productivismo artificial e innecesario y asesino, y sustituirlo por un consumo responsable y natural, que tienda a priorizar la Agroecología, desterrando la Agroquímica o Agricultura industrial que está rompiendo el ciclo de la materia orgánica (M.O.), y ocasionado, con ello, la transformación de los recursos renovables en recursos no renovables, al esterilizar el suelo por la contaminación química generada por los fertilizantes derivados del petróleo. Fertilizantes que son los actualmente utilizados casi en exclusividad. 


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lunes, 26 de junio de 2017

El mundo está que arde



Barcos herrumbrados y abandonados en Muynak, Uzebkistán, una exciudad portuaria cuya población disminuyó de forma drástica con el retroceso del mar de Aral. Crédito: Eskinder Debebe/UN Photo.
ROMA, 23 jun 2017 (IPS) - En todo el planeta se registran altas temperaturas históricas y es de esperar que el clima se torne cada vez más caliente, lo que implica más sequías, más inseguridad alimentaria, más hambre y más desplazamientos masivos de personas.
De hecho, las temperaturas extremadamente altas de mayo y junio rompieron marcas en varias partes de Europa, Medio Oriente, norte de África y Estados Unidos, informó la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que agregó que la ola de calor en el norte llegó este año inusualmente antes.
Al mismo tiempo, las temperaturas globales promedio registradas en la superficie de la tierra y el mar en los primeros cinco meses de este año fueron las segundas más altas de la historia, según análisis de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, el Instituto de Estudios Espaciales NASA-Goddard y el Centro Europeo Copérnico para el Pronóstico Climático de Alcance Medio- Servicio de Cambio Climático.
Europa
En Portugal, las temperaturas extremas del entorno de 40 grados centígrados contribuyeron a la severidad del devastador incendio que con su rápido avance arrasó con la región de Pedrógão Grande,150 kilómetros al noreste de Lisboa, y dejó a decenas de personas muertas y otras más heridas.
La OMM informó el 20 de este mes que Portugal no es el único país europeo que sufre los efectos de clima extremo, pues la vecina España, que tuvo su primavera más caliente en más de 50 años, y Francia, también registraron temperaturas máximas. Además, los pronósticos para el territorio francés indican que seguirá teniendo tardes con más de 10 grados por encima del promedio para esta época del año.
La primavera española, del 1 de marzo al 31 de mayo, ha sido extremadamente cálida, con una temperatura promedio de 15,4 grados, 1,7 grados por encima del promedio en este período (con respecto a 1980-2010), precisó la agencia.
Y en muchas otras partes de Europa, incluso en Gran Bretaña, también se registraron altas temperaturas por encima del promedio
Estados Unidos
Del otro lado del océano Atlántico, en Estados Unidos, también se registraron calores cercanas o por encima del récord, precisó la OMM. En partes del desierto sudoccidental y hasta California, las temperaturas rondaron los 49 grados.
Más de 29 millones de californianos vivieron bajo alertas de calor extremo el tercer fin de semana de este mes.
Phoenix registró 47,8 grados el día 19. Incluso, la prensa informó que el tráfico aéreo se detuvo en el Aeropuerto Internacional Phoenix Sky Harbour, en Arizona, por el exceso de calor. Y de hecho, la cancelación de vuelos coincidió con uno de los días más calurosos de los últimos 30 años en ese estado.
Y el Parque Nacional Valle Muerto, de California, alertó a los visitantes de que las temperaturas rondarían entre 38 y 49 grados. El lugar es conocido por haber tenido la temperatura máxima registrada en el mundo de 56,7 grados en 1913.
Norte de África, Medio Oriente y Asia
En Emiratos Árabes Unidos, la temperatura máxima de 50 grados se registró el 17 de mayo, mientras que en el centro de la sudoriental provincia de Kuzestán, en Irán, vecina de Iraq, los termómetros marcaron 50 grados el 15 de este mes, indicó la OMM.
La ola de calor en Marruecos alcanzó su máximo el 17 de mayo, cuando se registraron 42,9 grados en la estación Larach, en el norte del país.
Las altas temperaturas de junio siguieron a las que superaron el promedio en muchas partes del mundo a fines de mayo.
La ciudad de Turbat, en el sudoeste de Pakistán, registró 54 grados. La OMM creará una comisión internacional de expertos para verificar la marca y evaluar si iguala a la de 54 grados registrada en Kuwait en julio de 2016.
Desplazamientos de personas sin precedentes
En ese contexto climático, el mundo registró otro récord inhumano de una persona desplazada cada tres segundos.
Casi 66 millones de personas fueron obligadas a abandonar sus hogares en 2016, informó el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en su informe Tendencias Globales, divulgado antes del Día Mundial de los Refugiados, el 20 de junio.
Los desplazamiento no solo obedecen a conflictos, sino al avance de la sequía y la desertificación.
La Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD) alertó el 17 de este mes, en el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación, de que en 2025, en menos de ocho años, 1.800 millones de personas padecerán una absoluta escasez de agua y las dos terceras partes de la población mundial vivirán en condiciones de estrés hídrico.
Ahora se teme que el avance de la sequía y de los desiertos, la creciente escasez de agua y la pérdida de seguridad alimentaria generen un “tsunami” de migrantes y refugiados climáticos.
La secretaria ejecutiva de la UNCCD, Monique Barbut, recordó que la inmensa mayoría de refugiados proceden de regiones propensas a la sequía y a la escasez hídrica.
Ni la desertificación ni la sequía por sí solas causan el desplazamiento masivo de personas, pero pueden aumentar el riesgo de conflictos e intensificar los existentes, explicó.
Amenaza posiblemente irreversible
Como forma de ayudar a mitigar los efectos de la actual ola de calor, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) suscribió el 20 de este mes un acuerdo con la OMM para profundizar la cooperación y responder a la variabilidad climática y el cambio climático, lo que “representa una amenaza urgente y posiblemente irreversible para las sociedades humanas, los ecosistemas natrales y la seguridad alimentaria”.
La iniciativa procura fortalecer los servicios agrometeorológicos y facilitar el acceso a agricultores y pescadores, así como mejorar el monitoreo específico global y regional de alerta temprana y responder a eventos de alto impacto como las sequías.
“Salvar los medios de vida es salvar vidas, de esto se trata la construcción de resiliencia”, destacó el director general de la FAO José Graziano da Silva, quien suscribió el acuerdo, junto a Petteri Taalas, por la OMM, en el marco de un seminario sobre la sequía organizado el 19 de este mes por Irán, Holanda y la FAO, en Roma.
Al recordar la sequía de 2011 en Somalia, donde 250.000 personas murieron de hambre, Da Silva recordó: “La gente muere porque no está preparada para hacer frente a los efectos de la sequía, pues sus medios de vida no son lo suficientemente resilientes”.
“Durante años, se ha respondido a la sequía en el momento en que ocurre, apresurándose a llevar asistencia de emergencia y mantener a las personas con vida”, observó. “Por su puesto que es importante”, pero es esencial invertir en preparación y resiliencia, subrayó.
Traducido por Verónica Firme



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La acumulación de desperdicios y el desperdicio de las riquezas

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Una mirada desde los Derechos de la Naturaleza


Alberto Acosta y Esperanza Martínez
Rebelión

Publicado en el libro: Ecología política de la basura. Pensando los residuos desde el Sur. María Fernanda Solíz (coordinadora); Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo – Abya-Yala Quito, 2017.



“Los dueños del mundo usan el mundo
como si fuera descartable:
una mercancía de vida efímera”
Eduardo Galeano
“ En este momento la cosa más desechable del mundo es el ser humano”
José Saramago, Premio Nobel de Literatura

El capitalismo, en tanto civilización de la desigualdad, es en esencia explotador y depredador. El sistema capitalista, como afirmó el filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría , “ vive de sofocar a la vida y al mundo de la vida, ese proceso se ha llevado a tal extremo, que la reproducción del capital solo puede darse en la medida en que destruya igual a los seres humanos que a la Naturaleza” [1] .
Como sabemos, l a civilización del capital no solo que busca ganancias sin fin, sino que las necesita para subsistir . Acumula explotando la mano de obra y la Naturaleza. Acumula fomentandoun proceso sostenido cada vez más en el crecimiento económico permanente, en el consumo desbocado y en el masivo desperdicio. Atesora también especulando. Incluso a transformado recursos renovables en no renovables como resultado de tanto extractivismo y transtornos provocados. Y no tiene empacho alguno en obtener cuantiosos réditos destruyendo lo construido, a través de las guerras, por ejemplo; o del desarrollo de tecnologías riesgosas con capacidad de devastar territorios y ecosistemas.
Ese modelo dominante de crecimiento infinito, ha roto el equilibrio interno de la Naturaleza, en donde el “residuo” de una actividad productiva podría ser el recurso para otro uso provechoso para la vida. De esta manera no solo se acumulan desperdicios sino que se desperdician recursos. El parida de nacimiento de esta barbarie se plasmó cuando a la Naturaleza se le despojó de poder generador y regenerador, cuando paso a ser un conglomerado de materias primas mercantilizables, no simplemente subordinada al ser humano, sino a la voracidad del capital.
Hay que tener presente que a demás de la expansión material, el capitalismo necesita expandirse ideológica y culturalmente. Así se ha consolidado un discurso ideologizado en la necesidad de asegurar el consumo y el crecimiento económico como el camino indiscutible para alcanzar el bienestar.
Con la globalización de una sociedad atrapada en una realidad inventada desde el mundo de las mercancías, la producción y el consumo rompieron los ciclos metabólicos del planeta. Por una parte la extracción de materiales, que han tardado siglos en constituirse, se realiza a velocidades vertiginosas con una creciente pérdida de energía, rompiendo los ciclos naturales y acumulando montañas de desechos que no alcanzan a reintegrarse a los procesos metabólicos del planeta. A esto se suman las rupturas y las disfuncionalidades de la propia economía mercantilizada: la velocidad de acumulación productiva difiere del ritmo de acumulación sustentada en la especulación financiera. Recordemos que, en los últimos 200 años, las tasas de crecimiento económico, que nos darían cuenta del mundo de la producción, bordean el 2%, y que las tasas de interés, que reflejarían los niveles de la especulación financiera, habrían alcanzado el 4,5% promedio anual, según Thomas Pikkety [2] . Estos ritmos de una economía que ha roto sus raíces materiales, son infinitamente más altos que lo que podría ser la tasa de intercambio con la Naturaleza. Esto nos grafica una situación de tres velocidades insostenibles en el tiempo.
El capitalismo, originado en las condiciones de producción , acompañada de la especulación , su contracara inseparable, va imponiendo su lógica en muchas otras esferas de la realidad social hasta crear un imaginario que justifica visiones de dominación, exclusión y depredación y que rinde culto a lo efímero, a lo que está de moda y que, inclusive, por aquello de la obsolescencia programada, dura poco.
Sin embargo, el mismo capitalismo, como modo de producción enfocado a garantizar la reproducción continua del capital y sus ganancias, gesta su propia crisis, una crisis civilizatoria. Ese momento histórico se aproxima, si es que ya no ha empezado.Vivimos un punto crítico no solo con las desquiciadas estructuras socioeconómicas, con los superados límites ambientales, sino también con instituciones políticas incapaces de atender los retos planteados. Así, con la crisis civilizatoria del capitalismo se generan varias crisis específicas que ponen en peligro la libertad y la misma supervivencia de todos los seres vivos, incluyendo los humanos .
En respuesta, necesitamos plantearnos un cambio civilizatorio . El objetivo es pensar en un mundo diferente, en un planeta vivo, en donde todo tiene que ver con todo, que supere al capitalismo y a todas las visiones antropocéntricas que de él se alimentan.
El desperdicio entre el negocio y la crisis planetaria  
Como resultado de este proceso de crecimiento y acumulación del capital, es cada vez más impactante e inocultable el volumen de todo tipo de desechos y basura. Este desperdicio, en términos amplios, presente también en el gasto excesivo o en el subconsumo de mercancías constituye parte del motor del capitalismo. Y aunque puede resultar paradójico, los desechos y la basura son también objetos de acumulación del capital. Las posibilidades de negocio en los procesos de reutilización o reciclaje de materias primas o inclusive en “el minado” de la basura son enormes. Basta ver la multiplicidad de negocios en este ámbito, los que en su mayoría poco tienen que ver con el aprovechamiento sostenido de dichos desperdicios.Es más, con mucha frecuencia,estos negocios someten, directa o indirectamente, a seres humanos y a territorios a condiciones de precariedad extrema. Son negocios muchas veces ilegales que han construido una suerte de economía criminal tanto por las condiciones salud, como el uso de la violencia que la ilegalidad impone.
El pivotede este proceso -no lo olvidemos- es el crecimiento económico permanente azuzado por las demandas de acumulación sin fin del capital. Un ejemplo a una escala planetaria sobre cómo el desperdicio se convierte en negocio es el que tiene que ver con el procesamiento de combustibles fósiles. No se puede seguir consumiéndolos si no se quiere seguir carbonizando la atmósfera.Sin embargo, en lugar de reducciones en la producción y el consumo, ha surgido una nuevo negocio alrededor de ese desperdicio: “el mercado de carbono”.
Para poder continuar con esta reflexión preguntémonos sobre lo que significa el desperdicio en el mundo en que vivimos. Jürgen Schuldt, en un trabajo notable, aunque lamentablemente poco difundido, nos habla de “la civilización del desperdicio” [3] . El llama la atención sobre el derroche y el desperdicio de dinero y mercancías en los procesos de producción, consumo y comercio. Inclusive nos habla de “sus graves consecuencias económicas, psicológicas, sociopolíticas, culturales, medioambientales y éticas”. Y plantea reflexiones para entender sus causas y muchas propuestas urgentes para contribuir a su resolución, abarcando los niveles local, nacional y global. En su texto detalla una larga lista de posibilidades de acción, procurando “encontrar nuevas formas de convivencia humana y con la Naturaleza desde la perspectiva de la dinámica específica de la actual civilización, que no cubre las necesidades axiológicas y existenciales del ser humano, ni potencia sus capacidades y realizaciones, a la vez que irrespeta los Derechos de la Naturaleza, en un planeta cada vez más estrecho, sobreexplotado y contaminado”.
Un planeta que es visto como un reservorio de bienes materiales inagotable. Ese es uno de los mensajes que podemos extraer de las políticas de marketing y de publicidad masiva y alineante, analizadas por la piscoeconomía, que de manera desembozada alientan el consumismo y su contracara, el desperdicio. Parecería que no hemos entendido que el mundo tiene límites biofísicos que ya están siendo sobre pasados y que es imposible imaginarnos una sociedad mundial en la que todos sus miembros puedan consumir como las élites del planeta.
El autor en mención asume como que gran parte de esos gastos exagerados y los crecientes desperdicios puede ser evitable. Vinimos una situación indignante, nos dice, en que “en un mundo globalizado, coexisten la abundancia exagerada con la escasez extrema, la riqueza inconmensurable con la pobreza abyecta”. Un asunto aún mucho enojante si vemos como funciona la obsolescencia programada de muchos productos y la creciente inutilidad de algunos de ellos, como es el caso de los teléfonos “celulares inteligentes”: su vida útil está predeterminada de antemano para asegurar una creciente velocidad en la circulación de su mercantilización, demandando cada vez más materiales, mientras que las posibilidades de utilización plena de la tecnología disponible en esos aparatos de comunicación resulta una quimera.
El estilo de vida consumista y depredador -existente en las élites del Norte y del Sur, y que guía el accionar de miles de millones de personas- está poniendo en riesgo el equilibrio ecológico global y margina cada vez más masas de seres humanos de las ( supuestas) ventajas del ansiado progreso. Según la FAO, en un mundo donde la obesidad y el hambre conviven, al año se desperdician más de 1,3 mil millones de toneladas de alimentos perfectamente comestibles: 670 millones en el Norte global y 630 millones en Sur global, incluyendo los países más pobres del planeta. Un 70% de los cereales que se mercadean en el mundo están determinados por lógicas especulativas. Se produce alimentos para los autos y no para los seres humanos, llámeselos agro o biocombustibles.
Cada vez se destinan más y más extensiones de tierra para un agricultura fundamentada en los monocultivos, a través de los cuales se pierde aceleradamente la biodiversidad. Los organismos genéticamente modificados (OGM) y sus paquetes tecnológicos hacen también lo suyo. Toda esta combinación de acciones ha conducido, desde inicios del siglo XX, a la pérdida de un 75% de la diversidad genética de las plantas. En la actualidad, de conformidad con datos del Ministerio de Agricultura de Alemania, el 30% de las semillas están en peligro de extinción. Mientras el 75% de la alimentación del mundo se asegura con doce especies de plantas y cinco de animales, solo tres especies –arroz, maíz y trigo – contribuyen con cerca de 60% de las calorías y proteínas obtenidas por los humanos de las plantas. Apenas el 4% de las 250 mil o 300 mil especies de plantas conocidas son utilizadas por los seres humanos. Y en este escenario, cuando el hambre azota a unos mil millones de personas en el mundo, vemos cómo los grandes conglomerados transnacionales de la alimentación, como Monsanto, siguen concentrando su poder a través del control de las semillas.
El agua también es otro patrimonio en riesgo, a más de presentar niveles de una enorme desigualdad en su distribución y de un uso cada vez menos justificable. Jürgen Schuldt es categórico con el desperdicio del agua:
“el tristemente conocido uso exagerado del agua, en el que las tuberías o los caños no solo gotean por desperfectos, sino que son reflejo de la actitud de muchas personas que dejan correr el líquido en demasía para regar el jardín y para lavar ropa, utensilios o su propia persona. Es obvio que tiene que perderse necesariamente una cierta parte, aunque hay casos en que se puede volver a utilizar, como veremos en su momento. (…) Se estima que el 85% del agua de uso doméstico termina malgastado en el mundo. En el Perú, mientras el 30% no tiene acceso al agua, el desperdicio sería del 40% (con una norma «permisible» a nivel mundial del 20%), básicamente por falta de mantenimiento de las redes; en donde el colmo es que los que viven en zonas residenciales pagan 3,20 soles por metro cúbico, mientras que en los barrios marginales el costo es de 33 soles (sin garantía alguna de su «potabilidad»”.  
A lo anterior sumemos otros usos realmente insostenibles e intolerables. El sobre consumo y desperdicio de agua sobre todo en actividades industriales es gigantesco: A esto debe sumarse el desperdicio por los precarios sistemas de distribución de aguas. Las actividades extractivas -minería, petróleo, monocultivos-, a su vez, son grandes responsables de las formas más perversas de desperdicio sistemático, por la contaminación a gran escala de las aguas de superficie y subterráneas (A lo que cabría añadir la contaminación masiva del aire y de los suelos).
Lo que sucede con los alimentos y el agua acontece con las medicinas, la energía, la vestimenta, el papel, productos electrónicos, vehículos, construcciones de todo tipo, ollas… Toda esta composición de desperdicios es provocada por el sobregasto y por la “capacidad ociosa de consumo”, al decir de Jürgen Schuldt [4] .
Así las cosas, siguiendo a este mismo autor,
“para poder avizorar un panorama completo de la basura que se vierte en el mundo, puede ser útil tener una idea de los montos de que se trata. En el año 2007, según The Economist (2008a), se generaron 2.120 millones de toneladas de basura a escala mundial (Medina 2008). Gran parte de ella (alrededor del 26% en 2009) responde a tres países: Estados Unidos, China e India. De ese total de basura, generada en el año 2007, 566 millones corresponden a los países de altos ingresos, 986 millones a países de ingresos medios y 569 millones a los de bajos ingresos. En los países más desarrollados es donde más residuos sólidos por habitante se generan. En términos per cápita, tenemos que la basura que producen las personas de los países de altos ingresos equivale a 1,4 kilos por día; los de medianos ingresos, 800 gramos/día y los de bajos ingresos, 600 gramos/día.”  
Más allá de que la noción del desperdicio sea connatural al capitalismo, el concepto de la basura revela la ruptura de las relaciones entre las sociedades humanas y la Naturaleza y esta se vuelve un problema mayor con la industrialización y peor aún, en la actualidad, en la era de la cibernética. Ahora, por ejemplo, los aparatos electrónicos después de muy poco tiempo ya resultan obsoletos:
“la basura electrónica contiene metales pesados y sustancias químicas tóxicas persistentes que no se degradan con facilidad en el ambiente entre los cuales podemos identificar plomo, mercurio, berilio y cadmio. Como estos aparatos han sido diseñados utilizando tales sustancias, cuando son desechados, no pueden ser dispuestos o reciclados de un modo ambientalmente seguro”. Solo el año 2010, “terminaron en la basura unos 10 millones de celulares”. [5]
El problema radica en el imparable proceso de ruptura de los procesos metabólicos. Los combustibles fósiles y toda la organización socioeconómica-política-cultural a su alrededorjuegan un papel central por la creciente generación de desechos no biodegradables. La acumulación de basura está alterando no sólo la química del planeta sino también sus formas: montañas de basura, islas de basura, de hecho ahora ya se habla del “Octavo Continente” o “Basural del Pacífico Norte” [6] .
En la búsqueda de respuestas a esta ruptura de relaciones con la Naturaleza nos tropezamos con un patrón tecnocientífico que en lugar de construir comprensiones vitales del funcionamiento de la Naturaleza, su metabolismo y sus procesos vitales, irrumpe en ella para explotarla, dominarla y transformarla. Como recordó Vanda Shiva en los años noventa del siglo pasado,
“con el advenimiento del industrialismo y del colonialismo, sin embargo, se produjo un quiebre conceptual. Los 'recursos naturales' se transformaron en aquellas partes de la naturaleza, que eran requeridas como insumos para la producción industrial y el comercio colonial. (…) La Naturaleza, cuya naturaleza es surgir nuevamente, rebrotar, fue transformada por esta concepción del mundo originalmente occidental en materia muerta y manejable. Su capacidad para renovarse y crecer ha sido negada. Se ha convertido en dependiente de los seres humanos” [7] .
No olvidemos que en todo tipo de técnica hay inscrita una “forma social”, que implica una manera de relacionarnos unos con otros y de construirnos a nosotros mismos; basta mirar la sociedad que “produce” el automóvil y el tipo de energía que éste demanda. De la misma manera los dispositivos tecnológicos, como son los teléfonos celulares, por ejemplo, que en pocos años de vida se han convertido en un fenómeno global: hoy habría ya más teléfonos celulares que seres humanos, o los computadores que se reproducen y desechan año a año, lo que supone una inmensa cantidad de desechos.
Se trata de un patrón tecnológico que no solo altera los sistemas naturales generando grandes cantidades de desperdicios, sino que pretende enfrentar los problemas de esos desperdicios con las mismas soluciones ocultando elracismo e inclusive la inequidad social. Los basurales se ubican en los sitios más marginados, la basura más tóxica se exporta a países empobrecidos. Así la inequidad ecológica se superpone a las inequidades sociales, económicas e inclusive de género.
Del desperdicio de elementos vitales al reencantamiento del mundo
Este tema del desperdicio recobra nueva fuerza en la actualidad, con una sociedad mundial signada por sus enormes logros materiales y tecnológicos, que contrastan con sus crecientes desequilibrios en términos de ingresos y riqueza, oportunidades y libertades. Tenemos una sociedad dominada por profundos y contradictorios fenómenos de globalización económica, caracterizados, además, por una mundialización de una cultura consumista y productivista.
La crisis de la institucionalidad de los Estados-nación, surgidos en la modernidad, parece en la actualidad que les ha dejado una función meramente policial: asegurar a nivel local/nacional el correcto desempeño que demanda la economía mundial, en medio de una creciente financiarización que parece ser el sustrato de la actuales y desbocadas violencias estructurales, al tiempo que los extractivismos se expanden con redoblada fuerza a partir de lógicas de acumulación primario-exportadoras que comenzaron a surgir desde los orígenes de la colonia. Karl Marx fue muy claro cuando destacó que “ el descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la trasformación de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen factores fundamentales de la acumulación originaria ” (El Capital, tomo I, 1876). Y desde entonces la “misión civilizatoria” empezó un proceso global de transformación de la Naturaleza en recursos comercialmente utilizables y de las comunidades indígenas en individuos portadores de esa modernidad capitalista, emulando a sus conquistadores. Así, la subordinación de la Naturaleza al mercado vino acompañada de la represión de lo comunitario, con la consiguiente pérdida de los antiguos y tradicionales derechos de aquellos pueblos para asegurar su fuente de sustento en la Naturaleza. Debe quedar claro que no hay violencia sin colonialismo, ni capitalismo sin extractivismo, pues éste es un fenómeno estructural, históricamente vinculado y acotado a la modernidad capitalista [8] .
En este contexto se gesta -como algo inédito en la historia de la relación entre la Tierra y la Humanidad- una cada vez más compleja y profunda crisis ambiental provocada por la superación de los límites biofísicos como consecuencia del accionar de los seres humanos, organizados dentro de la lógica de la civilización capitalista, cabe agregar. Y es este proceso de sostenida destrucción de la Naturaleza -y también de la sociedad- el que está poniendo en peligro la vida misma sobre el planeta.
No nos olvidemos que a más de los problemas ambientales, el mundo enfrenta una creciente y nunca antes vista desigualdad social, en medio de masivos negocios especulativos y de destrucción, que se dan, por ejemplo, a través de la migración y la trata de personas, el narcotráfico, las guerras, la venta de armas y otras muchas formas de acumulación no productiva del capital. Así las cosas, inclusive la privatización y la creciente mercantilización del conocimiento están a la orden del día. Y, en consecuencia, la mercantilización de la Naturaleza continúa imparable, para muestra el enloquecido mercado de carbono.
Desde esa perspectiva múltiple, la superación de la civilización del desperdicio, es también la superación de la civilización de la desigualdad, de la explotación y de la destrucción. Por lo tanto hay muchas acciones que se deben emprender inmediata- y simultáneamente
Una síntesis de las acciones a seguir nos conduce a asumir concretamente mensajes que podemos desplegarlos desde la cotidianidad y que deben proyectarse desde abajo a los otros niveles de acción estratégicos: local, nacional, regional, internacional. Así los principales ejes de estas propuestas se sintetizan en reemplazar, rechazar, reutilizar, reducir, reparar, reciclar, reclamar, respetar. Avanzando en construcción de alternativas cabría destacar los lineamientos básicos de la lucha, que podríamos sintetizarlos en desurbanizar, destecnologizar, descomplejizar, despetrolizar. Y todo esto como parte de la construcción de otra economía para otra civilización.
Podemos partir de un punto donde cada vez hay mayor consenso, incluso entre quienes creen posible el “desarrollo”: el crecimiento económico no es sinónimo de “desarrollo”. El crecimiento implica un simple incremento de magnitudes económicas (como el PIB u otra magnitud utilizada de referencia), mientras que el “desarrollo” (a la larga siempre capitalista) no solo implica aspectos cuantitativos, sino incluso cualitativos (por ejemplo una industrialización contaminadora en esencia, mayor peso en el comercio internacional, poder y dominio de sociedades capitalistas fuertes sobre sociedades capitalistas débiles, etc.) [9] . Lo que falta aún entender es que el “desarrollo” (sin apellido), aunque cueste aceptarlo, no es más que un fantasma inalcanzable. Por eso, liberarnos de las ataduras del “desarrollo” podría potenciar las capacidades propias para encontrar otras formas de construir estilos de vida dignos para todos los habitantes del planeta, inspirados en las visiones y propuestas de cada sociedad, sin caer en la copia inviable y caricaturizada de otras realidades (caricatura que incluso ha sido exacerbada por los propios promotores del “desarrollo”).
Este cuestionamiento no implica sostener las actuales desigualdades e inequidades sociales que permitirían a los grupos opulentos de las sociedades en el Norte y en el Sur mantener sus privilegiados modos de vida. Eso de ninguna manera. Al contrario, especialmente en condiciones de decrecimiento (no confundirla con una reducción del producto interno bruto provocada por una crisis), la única forma de para disminuir la pobreza y mejorar las condiciones económicas de las grandes mayorías es con una transformación agresiva en los procesos distributivos [10] .
En términos económicos, el decrecimiento critica directamente a la lógica del capital pues si las economías decrecen en lugar de crecer, ya no es posible realizar una “reproducción ampliada” del capitalismo, implicando a su vez una no-acumulación de capital (e incluso una posible “des-acumulación”). Si se deja de acumular capital, se pone un alto a la concentración de poder en manos de las clases capitalistas, y el propio sistema entra en un proceso de desaparición debido a que, si no se crece, la única forma de reducir la pobreza y mejorar las condiciones de vida de las mayorías es por medio de drásticos cambios distributivos. Simultáneamente empezaría el derrumbe del capital financiero, el cual precisamente se sostiene de la “acumulación ficticia” de capital.
A esta dinámica se acopla perfectamente el post-extractivismo, pues si los principales centros capitalistas se contraen, aparte de contraer su demanda de productos primarios, hasta es posible que los mecanismos de intercambio desigual que generan la extracción de valor desde la periferia a los centros se vayan asfixiando (pues los centros ya no necesitarían seguir extrayendo valor para acumular). Al asfixiarse el intercambio desigual, la periferia capitalista posiblemente requerirá cada vez exportar menos recursos naturales para tratar de evitar los flujos negativos del comercio internacional capitalista. Si a esto se suma una contracción en la demanda internacional, entonces necesariamente el capitalismo dependiente (típicamente atado a modalidades de acumulación primario-exportadoras) no podría sostenerse y, a la larga, terminaría por desaparecer [11] . Y todo este proceso deberá venir de la mano con un reencuentro de los seres humanos con la Naturaleza.
Al endiosar la economía, en particular al mercado, se ab andonaron muchos instrumentos no económicos, indispensables para mejorar las condiciones de vida. Por ejemplo, creer que los problemas ambientales globales se resolverán con medidas de mercado es un error que puede costarnos muy caro; se ha demostrado que más efectivas han sido las normas y regulaciones (todavía insuficientes), que las “leyes” de la economía capitalista de la oferta y la demanda. Pero eso no es todo. No podemos seguir mercantilizando la Naturaleza, proceso que propicia su explotación desenfrenada; todo lo contrario, hay que desmercatilizarla; tenemos que reencontrarnos con ella asegurando su capacidad de regeneración, basada en el respeto, la responsabilidad y la reciprocidad [12] .
Un paso inevitableradica probablemente en empezar a pensar en los desechos con más respeto. Se considera basura o desperdicio a una gran cantidad de materiales cuyo uso ha sido desvinculado de los procesos naturales. Los desechos orgánicos, por ejemplo, son realmente una importante materia prima para devolver la fertilidad a los suelos. Esto nos lleva a recuperar la Naturaleza desde la perspectiva de la vida y no como depósito de materia inerte, privatizable, mercantilizable…
La clave está en pensar en la producción y el consumo con una visión que cierre los ciclos y evite las fugas de nutrientes o de energía, que erróneamente se los considera “basura”. La utilización de estos excedentes de nutrientes y energía servirán para apoyar el mayor número de ciclos de diferentes actividades manteniendo el equilibrio interno. De esta manera el “residuo” de una actividad de producción puede ser asumido como recursos para otra actividad productiva, así no solamente se maximiza la productividad sino que se evita la contaminación del ambiente. Un uso razonable de estos recursos exige también evitar usos dispendiosos, como los que se dan en el tema del empaque de muchos productos, por ejemplo.
El secreto está en pensar a laNaturaleza como un ser vivo. Un sujeto con derecho a mantener sus procesos vitales, que incluyen la circulación de los nutrientes y de la energía.“La Tierra –como sistema viviente- nos excede, nos precede y nos contiene absolutamente”, para recurrir a palabras de Horacio Machado Aráoz.
Aquí está implícito un gran paso revolucionario, realmente civilizatorio, que nos conmina a transitar de visiones antropocéntricas a visiones integradoras desde lo biocéntrico comunitario, queterminen por asumir las consiguientes consecuencias políticas, económicas, sociales y culturales que supone. Cabe dar paso al “reencantamiento del mundo” [13] es decir
“a derribar barreras artificiales entre los seres humanos y la Naturaleza, a reconocer que ambas forman parte de un universo único enmarcado por la flecha del tiempo. El reencantamiento del mundo se propone liberar aún más el pensamiento humano. El problema fue que, en el intento de liberar el espíritu humano, el concepto del científico neutral (propuesto no por Weber sino por la ciencia social positivista) ofrecía una solución imposible al laudable objetivo de liberar a los estudios de cualquier ortodoxia arbitraria. Ningún científico puede ser separado de su contexto físico y social. Toda medición modifica la realidad en el intento de registrarla. Toda conceptualización se basa en compromisos filosóficos”, como recomienda Immanuel Wallerstein [14] .
Los derechos de la Naturaleza, como derecho a la existencia de la Humanidad
Desde una remozada aproximación a los retos de la Humanidad se convoca, entonces, a repensar colectivamente los caminos para superar el capitalismo y el antropocentrismo.
La liberación de la Naturaleza de su condición de simple objeto de propiedad, exigió y exige, entonces, un esfuerzo político que le reconozca como sujeto de derechos. Los Derechos de la Naturaleza, siempre vinculados a los Derechos Humanos, nos abren la puerta para empezar a transitar hacia otra civilización, en donde la reproducción de la vida y no la reproducción del capital sean su horizonte permanente [15] .
Este aspecto es fundamental si aceptamos que todos los seres vivos tienen el mismo valor ontológico, lo que no implica que todos sean idénticos. Eso sí, todas las especies vivas tienen la misma importancia y por lo tanto merecen ser. Esto conduce a romper con la visión instrumental del ambiente, en tanto se reconocen valores propios a la Naturaleza. No se habla de valores que son atribuidos por los seres humanos.
Dotar de Derechos a la Naturaleza significa, entonces, alentar políticamente su paso de objeto a sujeto, como parte de un proceso centenario de ampliación de los sujetos del derecho. Lo central de los Derechos de la Naturaleza, es rescatar el “derecho a la existencia” de los propios seres humanos. Responsabilidad, respeto y reciprocidad con la Naturaleza deben ser los tres pilares de este accionar.Aquí cabe la célebre frase de uno de los grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, el holandés Baruch de Spinoza (1632-1677), quien en contraposición con la actual posición teórica sobre la racionalidad, reclamaba que “cualquier cosa que sea contraria a la Naturaleza lo es también a la razón, y cualquier cosa que sea contraria a la razón es absurda”.
Hay que entender que lo que hacemos por la Naturaleza lo hacemos por nosotros mismos. Este es un punto medular de los Derechos de la Naturaleza. Insistamos hasta el cansancio que el ser humano no puede vivir al margen de la Naturaleza y menos aún si la destruye. Por lo tanto, garantizar la sustentabilidad es indispensable para asegurar la vida del ser humano en el planeta. Esta lucha de liberación, en tanto esfuerzo político, empieza por reconocer que el sistema capitalista destruye sus propias condiciones biofísicas de existencia.
Este es el meollo del asunto. Lo potente en la actualidad es que contamos con valores, experiencias y prácticas civilizatorias alternativas como el Buen Vivir o sumakkawsay o suma qamaña de las comunidades indígenas andinas y amazónicas. [16] A más de las visiones de Nuestra América hay otras muchas aproximaciones a pensamientos de alguna manera emparentados con la búsqueda de una vida armoniosa desde visiones filosóficas incluyentes en todos los continentes. El Buen Vivir, en tanto cultura de vida, con diversos nombres y variedades, es conocido y practicado en diferentes regiones de la Madre Tierra, como el Ubuntu en África o el Swaraj en la India [17] . Y hay muchas, muchísimas más experiencias a lo largo y ancho del planeta, que están inmersas en un maravilloso y complejo proceso de “reencantamiento del mundo”.
El Buen Vivir, sin olvidar y menos aún manipular sus orígenes ancestrales, puede ser una plataforma para discutir, concertar y aplicar respuestas frente a los devastadores efectos de los cambios climáticos a nivel planetario y las crecientes marginaciones y violencias sociales en el mundo. Incluso puede aportar para plantear un cambio de paradigma en medio de la crisis que golpea a los países otrora centrales. En ese sentido, la construcción del Buen Vivir, como parte de procesos profundamente democráticos, puede ser útil para encontrar incluso respuestas globales a los retos que tiene que enfrentar la Humanidad.
Nos toca, en definitiva, reencantar el mundo alrededor de la vida. Requerimos para ello abrir todos los caminos de diálogo y de reencuentro entre los seres humanos, en tanto individuos y comunidades, y de todos con la Naturaleza, entendiendo que todos los seres humanos formamos parte de la misma, que, en suma, somos Naturaleza.-
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Notas:
[1] Bolívar Echeverría (2010); Modernidad y Blanquitud, Editorial ERA, México.
[2] Return to capital and growth rate of the world, 0-2200https://www.quandl.com/data/PIKETTY/T10_3-Return-to-capital-and-growth-rate-of-the-world-0-2200
[3] Jürgen Schuldt (2013); Civilización del desperdicio - Psicoeconomía del consumidor, Universidad del Pacífico, Lima.
[4] Este autor diferencia el subconsumo microeconómico relativo, que se refiere al desperdicio de bienes perecederos: alimentos, bebidas medicamentos, de la capacidad ociosa de consumo, que trata del desperdicio de bienes duraderos: artefactos electrónicos, maquinaria, ropa, papel. Anota también la existencia de un subconsumo microeconómico absoluto cuando el ser humano no puede acceder a esos bienes por no poseer el poder de compra o porque le está vedado conseguirlos (por la destrucción de su chacra, por ejemplo), lo que provoca pobreza extrema, desnutrición, enfermedades, etc.
[5] Frers Cristian ( 2010) ;“¿Hacia donde va la basura electrónica?”, en http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Basura-Residuos/hacia_donde_va_la_basura_electronica
[6] Gigantesca mancha de basura que flota en el Océano Pacífico, cuatro quintas partes de las cuales son de plástico, con una extensión de 700 mil kilómetros cuadrados, casi tres veces el Ecuador.
[7] Aquí cabe rescatar las valiosas reflexiones de Vandana Shiva al respecto en el Diccionario del desarrollo – Una guía del conocimiento como poder, editado por Wolfgang Sachs en los años 90 del siglo pasado (Ver edición en el Perú, 1996).
[8] Horacio Machado Aráoz; “La naturaleza americana y el orden colonial del capital - El debate sobre el “extractivismo” en tiempos de resaca”, abril del 2016. https://www.rebelion.org/noticia.php?id=211020
[9] Una breve reflexión sobre la condición cuantitativa del concepto de “crecimiento” y la condición cualitativa del concepto de “desarrollo” puede encontrarse en el artículo de John Cajas Guijarro; “Definiendo el desarrollo”, 2011, Ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=128304
[10] Esto otorga una dosis de verdad a las palabras de Rafael Corre al decir que “es deseable el crecimiento, pero no es ni necesario ni suficiente para el buen vivir”, expresión mencionada en el “enlace ciudadano” no 456. Ver: https://youtu.be/0lXJXf_ykYc?t=5798 . En verdad, el crecimiento económico per se no es ni necesario ni suficiente ni siquiera para eliminar la pobreza, sin embargo estas palabras no fueron dichas para fomentar una estrategia de decrecimiento económico en el Ecuador sino que, al contrario, buscan ser un instrumento para atenuar los efectos de la crisis económica que actualmente vive el país (además, la distribución del ingreso en vez de mejorar, irá empeorando). En términos más generales, el decrecimiento no debe ser el resultado de un capitalismo en crisis que termine empeorando la distribución del ingreso, sino que, al contrario, una estrategia consciente de decrecimiento es la que debe poner en crisis al capitalismo, cuestionarlo y llevarlo a su extinción por medio de una drástica transformación distributivo a favor de las clases explotadas.
[11] Pensemos, por ejemplo, en un escenario donde EEUU empieza a contraerse. Su contracción no solo implicaría un menor PIB sino incluso una menor participación en el comercio internacional. Esto obligaría a que países como el Ecuador (el cual exporta alrededor del 40% de su petróleo crudo a EEUU) necesariamente deba dejar de estar enfocado en el mercado externo (vía productos primarios) y empiece a enfocarse en su mercado interno. Si bajo tales circunstancias las cosas se manejaran responsablemente (y no de forma desproporcionada como actualmente sucede en el Ecuador y en otros países de la región ante el fin del boom de los commodities), sin duda se abrirían las puertas a que un centro capitalista deje de succionar valor y un país periférico empiece a volverse económicamente independiente.
[12] Aquí cabe rescatar las valiosas reflexiones de Vandana Shiva al respecto en el Diccionario del desarrollo – Una guía del conocimiento como poder, editado por Wolfgang Sachs en los años 90 del siglo pasado (Ver edición en el Perú, 1996).
[13] Tal como lo plantea en su libro Morris Berman, cuyo aporte sirve para rectificar la epistemología dominante y también para construir un nuevo paradigma que entienda en la práctica que los seres humanos formamos parte integral de la vida de la Madre Tierra y del Universo.
[14] Wallerstein, Immanuel (1996); Abrir las ciencias sociales, Comisión de la Fundación Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, Siglo XXI Editores, México.
[15] Las reflexiones sobre los Derechos de la Naturaleza se multiplican en el mundo, sobre todo luego de su aprobación constitucional en Montecristi, en el año 2008. Entre muchos otros valiosos textos, sugerimos los aportes de Esperanza Martínez (2014); La Naturaleza entre la cultura, la biología y el derecho, en la serie La Naturaleza con derechos, Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo, Quito; o los de Eduardo Gudynas (2009); El mandato ecológico – Derechos de la naturaleza y políticas ambientales en la nueva Constitución, en Acosta, Alberto y Martínez, Esperanza (editores), serie Debate Constituyente, Abya–Yala, Quito o (2016); Derechos de la Naturaleza – Ética biocéntrica y políticas ambientales, Abya-Yala, Quito; así como las contribuciones de varios autores y varias autoras (2011)en el libroLa Naturaleza con Derechos – De la filosofía a la política(Alberto Acosta y Esperanza Martínez – editores), Abya–Yala, Serie Debate Constituyente. Quito.
[16] La lista de textos que abordan este tema es cada vez más grande. Podríamos mencionar los textos der Alberto Acosta, entre otros, El Buen Vivir SumakKawsay, una oportunidad para imaginar otros mundos(2014), ICARIA, Barcelona, libro publicado también en francés, alemán y portugués .
[17] Ver Ashish Kothari, Federico Demaria y Alberto Acosta (2015) “BuenVivir, Degrowth and Ecological Swaraj: Alternatives to sustainable development and the Green Economy”, Development 57.3/4 Inequalities, 2015. http://www.palgrave-journals.com/development/journal/v57/n3-4/full/dev201524a.html

Alberto Acosta, economista ecuatoriano. Investigador de la FLACSO-Ecuador. Exministro de Energía y Minas. Expresidente de la Asamblea Constituyente. Excandidato a la Presidencia de la República. Miembro del Tribunal Permanente de los Derechos de la Naturaleza.
Esperanza Martínez, bióloga ecuatoriana. Presidenta de Acción Ecológica (2016) y coordinadora de Oilwatch. Asesora del presidente de la Asamblea Constituyente. Miembro del Tribunal Permanente de los Derechos de la Naturaleza.  
NOTA: Los autores deja constancia del aporte del economista ecuatoriano John Cajas-Guijarro.



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