Murió el abuelo más sabio del altiplano, murió con él su historia y su memoria, murió mientras alguien charlataneaba de descolonización, mientras el Presidente anunciaba los millones de gasto para comprar el paso del Dakar una vez más por Bolivia.
Murió sin que nos enteráramos, sin que lo viéramos morir, sin que le sostuviéramos la mano, sin que lo miráramos a los ojos. Murió solo mientras el país le daba la espalda, embobado con los los celulares que importa Entel para que todos puedan comprarse el último modelo, el más moderno. Murió el lago Poopó solo, mientras cambiábamos modelo de celular y botábamos el anterior a los estómagos cancerígenos de nuestros nietos y nietas.
Lo perdimos de vista y ni siquiera lo sentimos agonizar mientras mirábamos embobados despegar el satélite, irónicamente bautizado como Túpac Katari al espacio. Chatarra china comprada con sobreprecio para regodeo gubernamental que inaugura la era espacial en Bolivia, era espacial que consiste en que los chinos nos han enseñado a apretar el on y el off del aparato.
Hace tiempo que los urus vienen anunciando su muerte, pero en este Estado Plurinacional sus voces de alerta no fueron escuchadas. Había que dejar el centro de la noticia para la planta de ensamblaje de la chatarra de computación que compramos y que irónicamente llamamos Quipus para encubrir el vacío conceptual que nos separa de esa tecnología. Se llaman Quipus esas computadoras simples que hemos aprendido a armar y desarmar , mientras los quipus sin descifrar descansan en los sótanos de museos arqueológicos en Berlín.
Los urus habitantes del Poopó, los hablantes del pukina, que es la lengua más antigua de los Andes, no tuvieron palestra, ni micrófonos, ni cámaras, ni páginas de periódicos porque los medios grandes están comprados, controlados y cebados con palabras a las cuales se las ha vaciado de contenido y se les ha gastado el sentido. La confusión montada es tan profunda que hablar de Vivir Bien parece que en boca gubernamental quiere decir comprar bien.
No sentimos su agonía, simplemente murió, se secó, se acabó. Las cámaras llegaron ya tarde, sólo para captar el desastre por unos segundos, para ir al corte con propaganda en fila: de YPFB calentando la sopa de la embarazada, de la planta nuclear en 3D. De allí a Evo sembrando arbolitos y de allí a Impuestos que nos restriega alguna escuela en la cara. Propaganda cara y narcótica en medio de la cual se diluye la pequeña noticia de la muerte de la fuente de vida más importante del altiplano.
Le desviamos las aguas porque en el altiplano hubo Fondo Indígena, pero no riego a goteo. Es así que le quitamos el aire para respirar al lago, es así que le fuimos chupando la sangre de las venas hasta extinguirlo y acabarlo. Hasta convertir lo infinito en muerte, hasta convertir lo infinito en vacío.
Murió solo, lo matamos, lo perdimos. Dice que con miles y millones se lo podría resucitar, devolverlo a la vida. Pero esos millones están destinados a matar más vida. Esos millones no hay porque están destinados a comprar más medios de comunicación y pagar a más opinadores a inflar sus barrigas y sus bolsillos y a comprar más tapas de periódicos, a una carretera, a un coliseo a centenas de canchas de plástico. Esos millones están destinados para que Evo juegue a gobernar para que Álvaro juegue a científico visionario. Están destinados a vendernos el cuento del desarrollo.
No hay plata para atender al abuelo y hacerle curar. No hay sahumerio, apthapi ni ritual que lo sane, que lo reviva. El abuelo Poopó se lleva a su tumba los peces y las aves, se lleva con él a su tumba a las alpacas y vicuñas, y a los urus, a sus ponchos y saberes.
Queda en su lugar el silencio, quedan en su lugar los cadáveres de aves y peces, y las palabras de Evo que frente a su propio abuelo, traicionándolo, dice que todos los y las que lloramos su muerte estamos exagerando.
Ha muerto nuestro abuelo colectivo, nuestro tata y no hay tumba para cobijarlo, no hay entierro donde llorarlo, no hay réquiem, ni marcha fúnebre. Su ajayu queda flotando entre nosotros como bolsa de plástico en medio de la basura.
María Galindo es activista de Mujeres Creando.
http://www.paginasiete.bo/opinion/2015/12/30/requiem-para-lago-poopo-81772.html
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