Algunos científicos de universidades públicas e industria biotecnológica unidos para manipular la opinión pública en relación a los OGM
Ecowatch
¿Qué pasa cuando una empresa privada con un largo historial de producción de algunos de los productos químicos más tóxicos utilizados en el planeta y ahora produce nuestros alimentos se encuentra frente a la presión pública ejercida por un movimiento de base para que etiquete sus productos en conformidad con principios elementales de democracia y transparencia?
Bueno, si la empresa en cuestión es Monsanto, todo lo que debería hacer es coger una página del guión de la Gran Industria del Tabaco y urdir un plan secreto para reclutar a científicos de universidades públicas para que echen tierra sobre el potencial de daño de sus cultivos genéticamente modificados mediante el encubrimiento de los estudios negativos y la demonización sistemática de sus adversarios en los medios, de modo de engañar a los funcionarios electos y al público estadounidense respecto de la seguridad de los organismos genéticamente modificados (OGM) y los tóxicos pesticidas que les acompañan.
He aquí una pequeña lección de la historia. En los años cuarenta del siglo pasado, las empresas tabacaleras publicaron anuncios en los que unos médicos proclamaban que fumar cigarrillos era algo totalmente inocuo. En 1946, la tabacalera Reynolds RJ lanzó la campaña ahora tristemente famosa llamada ‘Más médicos recomiendan Camel’ después de haber realizado una “encuesta” con 113.597 médicos de “todas las especialidades de la medicina”. En realidad, los empleados de la agencia publicitaria preguntaron a doctores en congresos médicos o en su despacho y utilizaron esas falsas respuestas para engañar a toda una generación de fumadores.
En estos momentos, Monsanto y la industria de la bioingeniería están copiando las mismas tácticas, esta vez escondidas detrás de la fachada de algunos científicos de la universidad pública y acudiendo a las más importantes firmas de Relaciones Públicas para promover los organismos genéticamente modificados y el desmalezador tóxico glifosato, principal ingrediente químico del Roundup, que algunos científicos están invitando a beber en Twitter o en aulas ante los estudiantes para que “prueben” su inocuidad y escondiendo el hecho de que es dañino para los seres humanos y el medio ambiente.
La semana pasada*, New York Times publicó una sensacional nota sobre el modo en que Monsanto y la industria de la biotecnología reclutaban a supuestos científicos de la universidad pública en una campaña engañosa destinada a presionar a legisladores del estado de Pennsylvania, inmiscuirse en votaciones en Oregon y Colorado y ocultar riesgos presentes en el empleo de pesticidas en la isla de Kauai, del archipiélago hawaiano.
Según Eric Lipton, periodista de investigación de New York Times, a medida que ha ido calentándose el debate sobre la rotulación de los OGM en Estados Unidos en los últimos tres años, Monsanto y sus “socios industriales han reorganizado sus estrategias de grupos de presión y de relaciones públicas para destacar a un escaso grupo de defensores: académicos presentados por el barniz de imparcialidad y autoridad que conlleva el historial de profesor”.
¿Por qué querría hacer esto Monsanto? Porque los científicos independientes provenientes de la universidad pública llegan con halo importante, algo que los principales lobbistas de Monsanto mencionan una y otra vez en los mensajes electrónicos –publicados recientemente– que envían a los científicos independientes graduados en la universidad pública.
Encender una luz sobre Monsanto y la corrupción de algunos científicos de universidades públicas
La nota de Lipton describe la forma en que Bruce Chassy, profesor de la Universidad de Illinois y promotor durante mucho tiempo de los OGM, utilizó su conexión con Monsanto para presionar a la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) con el fin de que abandonara sus acciones en favor del reforzamiento de las regulaciones relacionadas con las semillas de OGM tratadas con insecticidas. Si se examinan los correos de Chassy es posible comprobar el reclutamiento de una ex asesora de George W. Bush y Hilary Clinton, Nina Federoff, en sus intentos de influir en las políticas de la EPA.
En sus correos electrónicos, las acciones de Chassy para presionar a la EPA con el fin de conseguir normas de regulación más laxas fueron alentadas por un lobbista de Monsanto incluso mientras estaba negociando el final de su colaboración con la empresa.
Para tener un antecedente de la forma en que se inició esta historia actual es necesario remontarse al pasado 6 de agosto, cuando la publicación científica internacional Nature informó de que más de 4.600 páginas de mensajes electrónicos del científico Kevin Folta, de la Universidad de Florida, “revelan su estrecha vinculación con el gigante del agronegocio Monsanto... y con otros intereses de la industria biotecnológica”.
El artículo de Nature provocó una pequeña tormenta en las redes sociales cuando los correos del profesor de la Universidad de Florida y promotor de Monsanto Kevin Folta fueron filtrados a Keith Kloor –de Nature– para controlar los daños.
Si bien es cierto que Folta todavía no ha sido acusado por falta de ética científica ni por mala conducta, esos correos electrónicos revelan y hacen públicas por primera vez una estrecha relación y una vinculación económica con Monsanto. La reciente información sobre la vinculación económica y la comunicación regular de Folta con ejecutivos y lobbistas de Monsanto se contradice con los insistentes desmentidos anteriores de Folta respecto de cualquier relación con el gigante de la biotecnología y la producción de semillas con sede en Saint Louis, Missouri, responsable de la producción de productos químicos tóxicos causantes de cáncer como el PCB, el agente naranja, la dioxina y, últimamente, del 80 por ciento de los cultivos genéticamente modificados que forman parte de nuestro abastecimiento alimentario.
“Los documentos demuestran que Monsanto pagó los viajes hechos por Folta para hablar ante estudiantes, granjeros, políticos y medios de prensa”, según señala Keith Kloor, de Nature. Tal como se informó, en 2014 Folta percibió una ayuda económica de libre disponibilidad pagada por Monsato por un monto de 25.000 dólares; un representante de la empresa declaró que ese dinero podía ser utilizado por Folta “a discreción para financiar sus investigaciones y proyectos”.
La información sobre la donación de 25.000 dólares hecha por Monsanto solo se hizo pública gracias una solicitud del grupo de defensoría pública U.S. Right to Know, hechas en el marco de la Ley de Libertad de Información (FOIA, por sus siglas en inglés). USRK presentó la solicitud después de enterarse de las frecuentes respuestas de Folta en un sitio web pro-industria OGM financiada por miembros del Consejo para la Información Biotecnológica (CBI, por sus siglas en inglés), integrado por las empresas BASF, Bayer CropScience, Dow AgroSciences, Dupont, Monsanto y Syngenta.
Según los correos publicados por New York Times, Kevin Folta parece ansioso por complacer a los ejecutivos de Monsanto diciéndoles “Me alegra colaborar en lo que pueda, o escribir lo que gusten”; para obtener su cheque de 25.000 dólares, Folta sostiene claramente que “les agradezco esta oportunidad; les prometo corresponder con solidez su inversión”. ¿Qué inversión estaba haciendo en realidad Monsanto?
Dos días más tarde, Monsanto confirmó el pago a Kevin Folta en una carta oficial.
Por otra parte, los correos electrónicos revelan una comunicación casi constante entre Kevin Folta, los principales lobbistas de Monsanto, la firma Ketchum –de relaciones públicas en situaciones críticas– y un puñado de científicos estadounidenses que trabajan entre bambalinas para manipular la percepción pública respecto de la seguridad de los organismos genéticamente modificados y Roundup, el emblemático herbicida de Monsanto, al menos desde 2013.
Los correos intercambiados por Folta, Monsanto y Ketchum PR son especialmente condenatorios ya que indican que los empleados de la firma neoyorkina de relaciones públicas para el manejo de la crisis redactaron respuestas destinadas específicamente a Folta, respuestas que él editaba después (mediante el procedimiento de cortar y pegar) para subir al sitio web GMO Answers firmadas con su propio nombre. Un examen rápido de las respuestas públicas de Folta en el sitio web administrado por la industria biotecnológica demuestra que él empezó en julio de 2013 a responder preguntas relacionadas con los OGM.
En el sitio web GMO Answers, Folta figura como “experto independiente” y como profesor y director de departamento de Ciencias de la Horticultura de la Universidad de Florida. Uno se pregunta qué haría el profesor Folta o la Universidad de Florida si sorprendieran a Monsanto y a los empleados de Ketchum PR escribiendo documentos o estudios científicos para sus estudiantes que luego los presentan con su propio nombre. En la mayor parte de los casos, esto se resolvería con acusaciones de plagio contra los estudiantes y su posible expulsión de la universidad, pero el resultado para las respuestas enlatadas de Kevin Folta es un cheque por 25.000 dólares librado por Monsanto que, según declara el mismo Folta, son para pagar sus “viajes científicos” personales.
En los últimos años, Kevin Folta ha sostenido repetidamente que no está vinculado, de ningún modo, con Monsanto y ataca ferozmente a quienquiera que insinúe lo contario en las redes sociales. No obstante, lo que revelan los correos electrónicos conocidos es otra cosa.
Los engañosos reclamos de Folta que niegan toda relación con Monsanto no cuadran
El pasado 4 de junio, el actor y comediante Joe Rogan entrevistó a Folta, quien fue categórico: “No tengo nada que ver con Monsanto” y “No soy un mercachifle”**, lo que hizo reír a Rogan y sonreír al propio Folta. Para entonces, Folta ya llevaba tres años de estrecha comunicación con los principales lobbistas y ejecutivos de Monsanto y había empezado a gastar los 25.000 dólares de “libre disponibilidad” recibidos de Monsanto. Entonces, ¿por qué ocultarlo?
Por qué el disimulado conflicto de intereses de Monsanto y los científicos de universidades públicas hace daño a la ciencia y a la transparencia
Mientras Folta proclama su independencia, sus comentarios públicos reflejan con exactitud los temas de Monsanto. La pasada primavera, cuando la Agencia de Investigación del Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud, declaró el glifosato –principal ingrediente químico del herbicida Roundup, de Monsanto– como “probable carcinógeno para los seres humanos”, la respuesta de Monsanto fue inmediata y dijo que el informe de la IARC-OMS era un “cachivache científico”.
En lugar de observar objetivamente el nuevo informe, Kevin Folta lo desestimó desdeñosamente y después se ofreció para beber medio litro de glifosato frente a sus alumnos en la Universidad del estado de Iowa en la que supuestamente transmite su maestría en “ciencias de la comunicación”. Como nacido en el estado de Iowa, estoy del todo seguro que los estudiantes de la universidad son demasiado listos para caer en un truco tan idiota como ese.
Según la organización inglesa de control GMWatch, que ha documentado los repetidos ataques contra los críticos de los OGM y las declaraciones falsas, sus dichos sobre la inocuidad del glifosato están sencillamente equivocados.
Esto no tendría demasiada importancia si Folta fuese solo un fanfarrón autopromocionado presente en Internet, pero teniendo el respaldo de Monsanto y estrechos vínculos con una firma de relaciones públicas como Ketchum, los científicos de universidades públicas como él tienen acceso a los grandes medios de comunicación y algunos son utilizados como peones para promocionar la inocuidad de los productos de Monsanto y sus pares de la industria biotecnológica.
Por primera vez ahora, con las peticiones públicas, los estadounidenses preocupados por la forma en que se producen nuestros alimentos empiezan a tener información de primera mano de las tácticas secretas utilizadas por corporaciones como Monsanto en unión con firmas de relaciones públicas y algunos científicos de universidades públicas para crear un engaño sobre los temas de la seguridad potencial de los OGM y los pesticidas.
En realidad, esta recientemente desvelada colusión entre Monsanto y algunos científicos de universidades públicas envenena el diálogo público y pone en riesgo la salud y la seguridad de los estadounidenses mediante el empleo de tácticas ya empleadas por la industria tabacalera.
En 1994, siete ejecutivos de esta industria testificaron ante las cámaras del Congreso negando que manipularan la fórmula de su marca para hacer que los cigarrillos fuesen más adictivos y engañaron a los congresistas sobre las pruebas científicas que asociaban su producto con el cáncer. Exactamente 20 años más tarde, el 10 de diciembre de 2014, un grupo de apologistas de la industria biotecnológica siguió el mismo guión mientras prestaba declaración en el Congreso para tratar de bloquear la aprobación de leyes del todo razonables y dictadas por el sentido común con la finalidad de regular el etiquetado de los organismos genéticamente modificados, una leyes apoyadas periódicamente por más del 90 por ciento de los estadounidenses en sondeos de opinión pública.
No cabe la menor duda; los esfuerzos actuales de Monsanto para reclutar a científicos de la universidad pública no tienen nada que ver con la divulgación de la ciencia sino con la manipulación de la opinión pública tal como en su día lo hizo la industria tabacalera.
Lo trágico de este escenario es que, indirectamente, los contribuyentes están ayudando a financiar una campaña de desinformación pública que en última instancia trata de negar a la gente su derecho fundamental de saber qué hay en los alimentos que consume y desbaratar el movimiento nacional que trabaja por la rotulación de los alimentos genéticamente modificados. Es lícito preguntarse durante cuánto tiempo más las Grandes Tabacaleras podrán seguir engañando al Congreso y al público estadounidense en general reclutando a algunos “científicos independientes” más que encuentren disponibles, que es el caso de Chassy y Folta.
Notas:
* La fecha de publicación del original en ingles de esta nota es 12 de septiembre de 2015. (N. del T.)
** Cualquier interesado en la entrevista –en inglés– puede verla en https://youtu.be/SD1J6KiGAWU (N. del T.)
Fuente: http://ecowatch.com/2015/09/12/scientists-conspire-monsanto-gmos/
Bueno, si la empresa en cuestión es Monsanto, todo lo que debería hacer es coger una página del guión de la Gran Industria del Tabaco y urdir un plan secreto para reclutar a científicos de universidades públicas para que echen tierra sobre el potencial de daño de sus cultivos genéticamente modificados mediante el encubrimiento de los estudios negativos y la demonización sistemática de sus adversarios en los medios, de modo de engañar a los funcionarios electos y al público estadounidense respecto de la seguridad de los organismos genéticamente modificados (OGM) y los tóxicos pesticidas que les acompañan.
He aquí una pequeña lección de la historia. En los años cuarenta del siglo pasado, las empresas tabacaleras publicaron anuncios en los que unos médicos proclamaban que fumar cigarrillos era algo totalmente inocuo. En 1946, la tabacalera Reynolds RJ lanzó la campaña ahora tristemente famosa llamada ‘Más médicos recomiendan Camel’ después de haber realizado una “encuesta” con 113.597 médicos de “todas las especialidades de la medicina”. En realidad, los empleados de la agencia publicitaria preguntaron a doctores en congresos médicos o en su despacho y utilizaron esas falsas respuestas para engañar a toda una generación de fumadores.
En estos momentos, Monsanto y la industria de la bioingeniería están copiando las mismas tácticas, esta vez escondidas detrás de la fachada de algunos científicos de la universidad pública y acudiendo a las más importantes firmas de Relaciones Públicas para promover los organismos genéticamente modificados y el desmalezador tóxico glifosato, principal ingrediente químico del Roundup, que algunos científicos están invitando a beber en Twitter o en aulas ante los estudiantes para que “prueben” su inocuidad y escondiendo el hecho de que es dañino para los seres humanos y el medio ambiente.
La semana pasada*, New York Times publicó una sensacional nota sobre el modo en que Monsanto y la industria de la biotecnología reclutaban a supuestos científicos de la universidad pública en una campaña engañosa destinada a presionar a legisladores del estado de Pennsylvania, inmiscuirse en votaciones en Oregon y Colorado y ocultar riesgos presentes en el empleo de pesticidas en la isla de Kauai, del archipiélago hawaiano.
Según Eric Lipton, periodista de investigación de New York Times, a medida que ha ido calentándose el debate sobre la rotulación de los OGM en Estados Unidos en los últimos tres años, Monsanto y sus “socios industriales han reorganizado sus estrategias de grupos de presión y de relaciones públicas para destacar a un escaso grupo de defensores: académicos presentados por el barniz de imparcialidad y autoridad que conlleva el historial de profesor”.
¿Por qué querría hacer esto Monsanto? Porque los científicos independientes provenientes de la universidad pública llegan con halo importante, algo que los principales lobbistas de Monsanto mencionan una y otra vez en los mensajes electrónicos –publicados recientemente– que envían a los científicos independientes graduados en la universidad pública.
Encender una luz sobre Monsanto y la corrupción de algunos científicos de universidades públicas
La nota de Lipton describe la forma en que Bruce Chassy, profesor de la Universidad de Illinois y promotor durante mucho tiempo de los OGM, utilizó su conexión con Monsanto para presionar a la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) con el fin de que abandonara sus acciones en favor del reforzamiento de las regulaciones relacionadas con las semillas de OGM tratadas con insecticidas. Si se examinan los correos de Chassy es posible comprobar el reclutamiento de una ex asesora de George W. Bush y Hilary Clinton, Nina Federoff, en sus intentos de influir en las políticas de la EPA.
En sus correos electrónicos, las acciones de Chassy para presionar a la EPA con el fin de conseguir normas de regulación más laxas fueron alentadas por un lobbista de Monsanto incluso mientras estaba negociando el final de su colaboración con la empresa.
Para tener un antecedente de la forma en que se inició esta historia actual es necesario remontarse al pasado 6 de agosto, cuando la publicación científica internacional Nature informó de que más de 4.600 páginas de mensajes electrónicos del científico Kevin Folta, de la Universidad de Florida, “revelan su estrecha vinculación con el gigante del agronegocio Monsanto... y con otros intereses de la industria biotecnológica”.
El artículo de Nature provocó una pequeña tormenta en las redes sociales cuando los correos del profesor de la Universidad de Florida y promotor de Monsanto Kevin Folta fueron filtrados a Keith Kloor –de Nature– para controlar los daños.
Si bien es cierto que Folta todavía no ha sido acusado por falta de ética científica ni por mala conducta, esos correos electrónicos revelan y hacen públicas por primera vez una estrecha relación y una vinculación económica con Monsanto. La reciente información sobre la vinculación económica y la comunicación regular de Folta con ejecutivos y lobbistas de Monsanto se contradice con los insistentes desmentidos anteriores de Folta respecto de cualquier relación con el gigante de la biotecnología y la producción de semillas con sede en Saint Louis, Missouri, responsable de la producción de productos químicos tóxicos causantes de cáncer como el PCB, el agente naranja, la dioxina y, últimamente, del 80 por ciento de los cultivos genéticamente modificados que forman parte de nuestro abastecimiento alimentario.
“Los documentos demuestran que Monsanto pagó los viajes hechos por Folta para hablar ante estudiantes, granjeros, políticos y medios de prensa”, según señala Keith Kloor, de Nature. Tal como se informó, en 2014 Folta percibió una ayuda económica de libre disponibilidad pagada por Monsato por un monto de 25.000 dólares; un representante de la empresa declaró que ese dinero podía ser utilizado por Folta “a discreción para financiar sus investigaciones y proyectos”.
La información sobre la donación de 25.000 dólares hecha por Monsanto solo se hizo pública gracias una solicitud del grupo de defensoría pública U.S. Right to Know, hechas en el marco de la Ley de Libertad de Información (FOIA, por sus siglas en inglés). USRK presentó la solicitud después de enterarse de las frecuentes respuestas de Folta en un sitio web pro-industria OGM financiada por miembros del Consejo para la Información Biotecnológica (CBI, por sus siglas en inglés), integrado por las empresas BASF, Bayer CropScience, Dow AgroSciences, Dupont, Monsanto y Syngenta.
Según los correos publicados por New York Times, Kevin Folta parece ansioso por complacer a los ejecutivos de Monsanto diciéndoles “Me alegra colaborar en lo que pueda, o escribir lo que gusten”; para obtener su cheque de 25.000 dólares, Folta sostiene claramente que “les agradezco esta oportunidad; les prometo corresponder con solidez su inversión”. ¿Qué inversión estaba haciendo en realidad Monsanto?
Dos días más tarde, Monsanto confirmó el pago a Kevin Folta en una carta oficial.
Por otra parte, los correos electrónicos revelan una comunicación casi constante entre Kevin Folta, los principales lobbistas de Monsanto, la firma Ketchum –de relaciones públicas en situaciones críticas– y un puñado de científicos estadounidenses que trabajan entre bambalinas para manipular la percepción pública respecto de la seguridad de los organismos genéticamente modificados y Roundup, el emblemático herbicida de Monsanto, al menos desde 2013.
Los correos intercambiados por Folta, Monsanto y Ketchum PR son especialmente condenatorios ya que indican que los empleados de la firma neoyorkina de relaciones públicas para el manejo de la crisis redactaron respuestas destinadas específicamente a Folta, respuestas que él editaba después (mediante el procedimiento de cortar y pegar) para subir al sitio web GMO Answers firmadas con su propio nombre. Un examen rápido de las respuestas públicas de Folta en el sitio web administrado por la industria biotecnológica demuestra que él empezó en julio de 2013 a responder preguntas relacionadas con los OGM.
En el sitio web GMO Answers, Folta figura como “experto independiente” y como profesor y director de departamento de Ciencias de la Horticultura de la Universidad de Florida. Uno se pregunta qué haría el profesor Folta o la Universidad de Florida si sorprendieran a Monsanto y a los empleados de Ketchum PR escribiendo documentos o estudios científicos para sus estudiantes que luego los presentan con su propio nombre. En la mayor parte de los casos, esto se resolvería con acusaciones de plagio contra los estudiantes y su posible expulsión de la universidad, pero el resultado para las respuestas enlatadas de Kevin Folta es un cheque por 25.000 dólares librado por Monsanto que, según declara el mismo Folta, son para pagar sus “viajes científicos” personales.
En los últimos años, Kevin Folta ha sostenido repetidamente que no está vinculado, de ningún modo, con Monsanto y ataca ferozmente a quienquiera que insinúe lo contario en las redes sociales. No obstante, lo que revelan los correos electrónicos conocidos es otra cosa.
Los engañosos reclamos de Folta que niegan toda relación con Monsanto no cuadran
El pasado 4 de junio, el actor y comediante Joe Rogan entrevistó a Folta, quien fue categórico: “No tengo nada que ver con Monsanto” y “No soy un mercachifle”**, lo que hizo reír a Rogan y sonreír al propio Folta. Para entonces, Folta ya llevaba tres años de estrecha comunicación con los principales lobbistas y ejecutivos de Monsanto y había empezado a gastar los 25.000 dólares de “libre disponibilidad” recibidos de Monsanto. Entonces, ¿por qué ocultarlo?
Por qué el disimulado conflicto de intereses de Monsanto y los científicos de universidades públicas hace daño a la ciencia y a la transparencia
Mientras Folta proclama su independencia, sus comentarios públicos reflejan con exactitud los temas de Monsanto. La pasada primavera, cuando la Agencia de Investigación del Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud, declaró el glifosato –principal ingrediente químico del herbicida Roundup, de Monsanto– como “probable carcinógeno para los seres humanos”, la respuesta de Monsanto fue inmediata y dijo que el informe de la IARC-OMS era un “cachivache científico”.
En lugar de observar objetivamente el nuevo informe, Kevin Folta lo desestimó desdeñosamente y después se ofreció para beber medio litro de glifosato frente a sus alumnos en la Universidad del estado de Iowa en la que supuestamente transmite su maestría en “ciencias de la comunicación”. Como nacido en el estado de Iowa, estoy del todo seguro que los estudiantes de la universidad son demasiado listos para caer en un truco tan idiota como ese.
Según la organización inglesa de control GMWatch, que ha documentado los repetidos ataques contra los críticos de los OGM y las declaraciones falsas, sus dichos sobre la inocuidad del glifosato están sencillamente equivocados.
Esto no tendría demasiada importancia si Folta fuese solo un fanfarrón autopromocionado presente en Internet, pero teniendo el respaldo de Monsanto y estrechos vínculos con una firma de relaciones públicas como Ketchum, los científicos de universidades públicas como él tienen acceso a los grandes medios de comunicación y algunos son utilizados como peones para promocionar la inocuidad de los productos de Monsanto y sus pares de la industria biotecnológica.
Por primera vez ahora, con las peticiones públicas, los estadounidenses preocupados por la forma en que se producen nuestros alimentos empiezan a tener información de primera mano de las tácticas secretas utilizadas por corporaciones como Monsanto en unión con firmas de relaciones públicas y algunos científicos de universidades públicas para crear un engaño sobre los temas de la seguridad potencial de los OGM y los pesticidas.
En realidad, esta recientemente desvelada colusión entre Monsanto y algunos científicos de universidades públicas envenena el diálogo público y pone en riesgo la salud y la seguridad de los estadounidenses mediante el empleo de tácticas ya empleadas por la industria tabacalera.
En 1994, siete ejecutivos de esta industria testificaron ante las cámaras del Congreso negando que manipularan la fórmula de su marca para hacer que los cigarrillos fuesen más adictivos y engañaron a los congresistas sobre las pruebas científicas que asociaban su producto con el cáncer. Exactamente 20 años más tarde, el 10 de diciembre de 2014, un grupo de apologistas de la industria biotecnológica siguió el mismo guión mientras prestaba declaración en el Congreso para tratar de bloquear la aprobación de leyes del todo razonables y dictadas por el sentido común con la finalidad de regular el etiquetado de los organismos genéticamente modificados, una leyes apoyadas periódicamente por más del 90 por ciento de los estadounidenses en sondeos de opinión pública.
No cabe la menor duda; los esfuerzos actuales de Monsanto para reclutar a científicos de la universidad pública no tienen nada que ver con la divulgación de la ciencia sino con la manipulación de la opinión pública tal como en su día lo hizo la industria tabacalera.
Lo trágico de este escenario es que, indirectamente, los contribuyentes están ayudando a financiar una campaña de desinformación pública que en última instancia trata de negar a la gente su derecho fundamental de saber qué hay en los alimentos que consume y desbaratar el movimiento nacional que trabaja por la rotulación de los alimentos genéticamente modificados. Es lícito preguntarse durante cuánto tiempo más las Grandes Tabacaleras podrán seguir engañando al Congreso y al público estadounidense en general reclutando a algunos “científicos independientes” más que encuentren disponibles, que es el caso de Chassy y Folta.
Notas:
* La fecha de publicación del original en ingles de esta nota es 12 de septiembre de 2015. (N. del T.)
** Cualquier interesado en la entrevista –en inglés– puede verla en https://youtu.be/SD1J6KiGAWU (N. del T.)
Fuente: http://ecowatch.com/2015/09/12/scientists-conspire-monsanto-gmos/
Para mayor información comunicate con nosotr@s al mail: madalbo@gmail.com
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