viernes, 11 de septiembre de 2015

Solidaridad con Japón y rechazos a la energía nuclear

Ahora que muchos gobiernos han puesto en manos de la energía nuclear la fuente para la energía eléctrica de la población de sus paises, también crecen voces en rechazo a este modo de obtención de energía y a la política de fabricación de bombas atómicas. Greenpeace es un movimiento ecologista que lucha en este camino. A raíz de la crisis nuclear  en Japón, junto a muchas otras organizaciones, levantan más que nunca su posición con comunicados y movilizaciones.
  • ¿QUÉ PODRÍA CONLLEVAR EL ACCIDENTE NUCLEAR EN JAPÓN?

Rebelión
Desde Greenpeace queremos, en primer lugar, expresar nuestras condolencias a los familiares de las víctimas del terrible terremoto que ha sufrido Japón.
Estamos profundamente preocupados por las posibles consecuencias que el terremoto y el tsunami puedan tener sobre la seguridad de las instalaciones nucleares de Japón, así como de otras industrias peligrosas como las refinerías de petróleo o fábricas de productos químicos, y sobre sus potenciales efectos sobre la salud pública y el medio ambiente.

no_nucleraesLa situación en varias centrales nucleares, en especial en la de Fukushima-1, es muy preocupante. Catorce centrales nucleares situadas en la costa noreste de Honsu, la isla principal de Japón, están cerradas, probablemente muy dañadas todas ellas, como consecuencia del terremoto de ayer, de magnitud 8,9 en la escala de Richter. Las centrales japonesas, un país con requerimientos muy estrictos en cuanto a resistencia a riesgos sísmicos, estaban diseñadas para soportar como máximo terremotos de intensidad 7,5. La fuerza del que asoló ayer Japón es más de 10 veces superior.

Al iniciarse el terremoto, esas centrales nucleares fueron llevadas a situación de parada. Pero, y este es uno de los inconvenientes de una tecnología tan peligrosa como la nuclear, el riesgo de sufrir un accidente no acaba ahí, puesto que incluso con la central parada, el combustible nuclear sigue activo, sigue habiendo reacciones nucleares que, además de radiactividad, generan mucho calor. Aún en situación de parada, es necesario seguir refrigerando el núcleo del reactor, el combustible nuclear, durante muchas horas, para evitar un accidente nuclear.

Los sistemas de refrigeración de emergencia del núcleo del reactor funcionan con electricidad. Pero el terremoto afectó al suministro eléctrico externo de las centrales de Fukushima-1 y 2 (al menos, de estas dos), dejando a éstas sin aporte eléctrico, lo que se llama en la jerga nuclear un station black-out. En ese caso, tendrían que haber entrado en funcionamiento inmediatamente los generadores diesel de emergencia de la central. Pero estos, quizá por efecto del terremoto, no funcionaron. Entonces, empezó la cuenta atrás.

El combustible nuclear, sin ser refrigerado activamente, empezó a sobrecalentarse. El agua en el interior de la vasija del reactor empezó a evaporarse, el vapor a aumentar la presión del interior de la vasija, el combustible a quedarse al descubierto, sin agua que lo enfriase. Es el principio de un LOCA (Loss of Coolant Accident), el accidente por pérdida de refrigerante, el peor que se puede dar en una central nuclear. De esos que, según la industria nuclear, nunca pueden ocurrir.

Las primeras horas son críticas, si no se actúa se puede llegar a una situación de fusión del núcleo (cuando las varillas metálicas que encierran las pastillas de combustible de uranio se derriten, funden y se mezcla todo con el altamente radiactivo combustible nuclear) y entonces se liberan en gran cantidad los isótopos radiactivos que hay en el combustible. Fukushima-1 es un reactor como el de Garoña (Burgos), con un pésimo sistema de contención. Ante la ausencia de suministro eléctrico externo queda algún sistema de mucha menor capacidad que funciona con aporte de baterías propias. Con ello, por ejemplo, tratarían de usar el agua del condensador para refrigerar el núcleo, para ganar algo de tiempo, mientras esperaban generadores diesel que iban a traer los militares norteamericanos. Pero esa maniobra tiene un efecto muy limitado y no logró revertir la situación. Las horas pasaban y el combustible nuclear se estaba quedando al descubierto, al menos parcialmente, sin agua a su alrededor: la temida fusión del núcleo.

Al aumentar la temperatura, se incrementaba la presión en el interior de la vasija. Así los responsables de la central y, se supone, las autoridades niponas, decidieron abrir las válvulas de alivio y soltar vapor radiactivo al la atmósfera exterior para rebajar la presión, con idea de evitar un desastre mayor. De estos hechos ya no cabe duda. Hasta el Consejo de Seguridad Nuclear español (CSN) ha reconocido hoy que en la central nuclear de Fukushima-1 se forzó deliberadamente el escape a la atmósfera de gases contaminados radiactivamente procedentes del reactor. Los niveles de radiación en la zona se han elevado, según fuentes, entre 300 y 1.000 veces por encima de lo permitido. Hubo que ordenar evacuar a la población, 45.000 personas.

Evidentemente, cualquier cantidad de radiación que se libere a la atmósfera pone en riesgo la salud de las personas de la zona, la salud pública y el medio ambiente. Lo que ya está claro es que en Fukushima-1 han fallado claramente las medidas de protección física diseñadas para aislar la radiactividad del medio ambiente.

Además, una explosión en la mañana del sábado (hora española) en la central parece haber dañado seriamente la estructura de la contención secundaria y hay informaciones contradictorias sobre si alguna parte de la estructura se ha derrumbado. La situación del reactor es crítica y aún no está controlada, a la hora de escribir estas líneas. La magnitud final del escape radiactivo dependerá, por supuesto, de que se pueda estabilizar el reactor, y se pueda refrigerar el núcleo. En estos momentos, parece ya claro que el accidente podría ser ya de la gravedad del que ocurrió en Three Mile Island (EE.UU.) en 1979, el segundo más grave en la historia de la industria nuclear, sólo después de la catástrofe de Chernobyl.

A pesar de todas las incertidumbres causadas por la falta de información, causada en parte por el lógico caos que vive el país pero también por el secretismo nuclear de las autoridades, nos enfrentamos a un escenario en el que podría ocurrir una liberación ingente de radiactividad del reactor Fukushima-1.

De momento, no se puede descartar que la situación pueda avanzar hacia una fusión total del núcleo de la central, como se dio en Chernobyl. Todo este proceso podría ir muy rápido o tardar varios días, dependiendo del estado del sistema de refrigeración. Las consecuencias de tal accidente sería tremendas, como ya se comprobó en el de Chernobyl.

De hecho, según parece el Gobierno japonés está ampliando la zona de evacuación hasta un diámetro de 40 kms. alrededor del complejo nuclear Fukushima Daiichi (donde está el reactor Fukushima-1 y otros 5 más), así como ha establecido una zona de exclusión de 20 km alrededor de la instalación Fukushima-Daini (con 4 reactores). Esto indica que hay una amenaza inmediata no sólo entorno al reactor Fukushima-1, sino que la situación no está del todo bajo control en los demás reactores y que podrían llegar a darse más accidentes allí también.

La incertidumbre sobre lo que está ocurriendo en las centrales nucleares de Japón impone cierta prudencia a la hora de plantearse escenarios futuros. Sin embargo, una conclusión es clara: los reactores nucleares son intrínsecamente peligrosos. La industria nuclear nos dice que accidentes como este no pueden pasar con reactores modernos, pero hoy Japón está en medio de una crisis de consecuencias potencialmente devastadoras por culpa de la energía nuclear.

Las energías limpias de verdad, las renovables, no crean problemas de seguridad nacional. Y en caso de desastres naturales no añaden un problema más a una población ya fuertemente afectada por la fuerza de la naturaleza. La nuclear no se puede incluir, como muchos pretenden, en un modelo energético limpio, seguro y sostenible.

Carlos Bravo
Responsable de la Campaña de Energía Greenpeace


Ver comunicado de prensa de Greenpeace , 12 de marzo de 2011


  • ACTIVISTAS ANTI-NUCLEARES ¿CUÁNDO SURGIERON?


La Guerra Fría y la carrera armamentista impulsaron al movimiento anti-nuclear, que evolucionó hasta exigir la desaparición de esta fuente de energía no sólo del campo militar, sino de toda actividad humana.

De hecho, este movimiento se entremezcló con los pacifistas y puede ser considerado como el embrión de los movimientos ecologistas.

Apoyo de famosos

La utilización militar de la energía atómica preocupó a científicos y filósofos de renombre.

Los críticos de la energía nuclear nacieron con la aparición misma de esta fuente. Hombres de la talla de Albert Einstein o Bertrand Russell estuvieron en estas filas.

Después de que Estados Unidos lanzara la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, Einstein llegó a decir que si hubiera sabido que sus teorías iban a conducir a ese poder destructivo se hubiera dedicado a relojero.

Russell, por su parte un pacifista apasionado, fue uno de los fundadores de la Campaña Para el Desarme Nuclear (CND, por sus siglas en inglés), una organización nacida en 1958 que aboga por la abolición de las armas atómicas.

Los 70 y 80


Greanpeace está entre los movimientos anti-nucleares más activos.

La década de los años 70 dio más impulso al movimiento, que pasó de la oposición a las armas atómicas al rechazo de la energía nuclear como fuente de poder.

Organizaciones ecologistas como Greenpeace están entre sus más activos miembros y para los años 80 el movimiento tenía miles y miles de adherentes.

El debate

¿Hasta qué punto los argumentos del movimiento anti-nuclear son racionales y hasta qué punto pasionales?

El dinosaurio nuclear de Greanpeace.

Quienes defienden a la energía nuclear afirman que sus detractores no tiene bases científicas y que los adelantes tecnológicos han logrado disminuir los riesgos en su utilización.

Por otro lado, el tema económico se cruza en este punto, dada las inversiones que hay en las plantas nucleares y su posible contribución al desarrollo.

En algunos países, como los de Europa del Este, es la única fuente de energía disponible y es difícil encontrar alternativas.

Los activistas anti-nucleares contestan afirmando que el factor humano sigue siendo el eslabón más débil de la cadena nuclear y que nunca se podrá evitar el riesgo.

El accidente en la planta de Tokaimura volvió a dar argumentos al movimiento anti-nuclear.

Apoyan sus argumentos en accidentes como Chernobyl o el más reciente de Tokaimura, Japón, con sus dramáticas consecuencias en el medio ambiente y los seres humanos.

Mientras en países como Japón, la utilización de esta energia está en pleno debate, varias naciones europeas ya han renunciado a ella o están en proceso de abandonarla.

Al final del Siglo XX el movimiento anti-nuclear hizo sentir su voz. Y, seguramente, dará que hablar en el próximo milenio.
http://www.bbc.co.uk/spanish/seriesigloxx04d.shtml

  • OTRAS MANIFESTACIONES ANTINUCLEARES:





Para mayor información comunicate con nosotr@s al mail: madalbo@gmail.com

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