Por LUIS CHRISTIAN RIVAS SALAZA |
Si ese presidencialismo asfixiante preocupaba a Mendoza de la Tapia y Aguirre dentro de la República, ¡imaginémonos su parecer en el Estado Plurinacional! Prácticamente el Presidente lo es todo, y los demás órganos políticos no son nada. El Presidente deja de ser presidente del Ejecutivo para ser Jefe de Estado, prácticamente es jefe de todos los otros órganos que componen el Estado Plurinacional, está por encima de los otros presidentes de los Órganos Judicial, Legislativo, ni que decir, Electoral. Presidencialismo rígido.
Entonces, el Presidente es héroe o villano para el boliviano, aquel puede salvar o enterrar todo un país según las medidas personales que tome. No por nada, los diferentes grupos de presión piden dialogar directamente con el Presidente y para éste último, la única manera de no manchar su imagen es enviando ministros bajo instrucciones personales, al final son válvulas intercambiables según el éxito o fracaso de las negociaciones. Así cuida su imagen para las próximas elecciones.
Otrora, el federalismo ha sido una propuesta seria para descentralizar el poder, pero hoy en día este modelo ha sido envenenado y vilipendiado. Hablar del modelo federalista es pensar en separación, y los dirigentes cívicos utilizan las banderas federalistas meramente como amenaza, no agitan esas banderas con convicción de proponer un cambio profundo y viraje de timón. Esta actitud resta todo respeto al modelo federalista, de descentralización, reducción y límite de poder; pareciera que se están haciendo la burla de las ideas de Aguirre y Mendoza de la Tapia.
Algunos analistas desapasionados no se han dejado llevar por los hechos violentos y penosos a los que han sido sometidos los potosinos mientras el Presidente jugaba fútbol, y han tratado de explicar este problema atribuyendo al modelo extractivista el atraso de Potosí; otros analistas hablan nuevamente de la “maldición de los recursos naturales”. Pero parte del atraso se debe a la mentalidad estatista-mercantilista que impera en los bolivianos. No podemos dejar de levantar la mano como pordioseros al papá Estado, esperamos que nos cuide desde la cuna a la tumba, le imploramos que nos construya hospitales y empresas para sobrevivir como si no tuviéramos manos. Obviamente, este paternalismo omnipresente sólo puede cumplir nuestras promesas en la medida que reciba nuestros propios tributos.
El autor es vicepresidente del Instituto Libertad, Democracia y Empresa.
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