La gente y su ingenio contra los combustibles fósiles
TomDispatch
Traducido del inglés por Carlos Riba García. |
Un Paraíso perdido, ¿o encontrado?
Introducción de Tom Engelhardt
En octubre de 2014 hubo una marcha multitudinaria contra el cambio climático en la ciudad de Nueva York –se estimó que asistieron unas 400.000 personas–; yo estuve allí con mi familia. Había tanta gente, como lo describí en su momento, que mi grupo necesitó una hora y media solo para empezar a caminar, y tres horas y media para llegar al punto donde iba a empezar la marcha. Todd Gitlin, que en los sesenta fue presidente del grupo Estudiantes por una Sociedad Democrática, es un hombre que sabe un par de cosas sobre movimientos y la forma de reconocerlos. Después de haber marchado en ese encuentro de octubre para salvar al planeta, escribió una nota para TomDispatch en la que dejó sentado lo que vio: “un auténtico movimiento contra el cambio climático mundial” (“llamadme converso, pero está aquí; es grande, es real, es importante”).
Y todo lo que pasado desde entonces –desde el movimiento cada vez más extendido para promover la desinversión en la explotación de los combustibles fósiles hasta la encíclica del papa Francisco sobre un planeta en franca declinación o la invitación a unirse a su causa hecha a los más conocidos activistas comprometidos con el cambio climático y a la escritora Noami Klein– indica que Gitlin estaba en lo cierto. Sin embargo, no tienes por qué fijarte en el vicario de Dios o en los activistas más famosos o en las multitudinarias manifestaciones en una gran ciudad con las pancartas más inimaginables para convencerte de que algo está pasando. En una Tierra que este año ya ha tenido los cinco meses más cálidos de la historia, está pasando algo (aunque usted no sepa del todo de qué se trata, señor Jones*). Si quieres comprobar que esto es así y que no tiene nada que ver con personas de perfil alto ni con titulares en cuerpo 50 puedes seguir a Bill McKibben, el fundador de 350.org hasta la Vermont profunda para enterarte de las distintas formas en que unos estadounidenses de a pie están adecuando su casa para adelantarse a un nuevo futuro energético. O podrías acompañar a la colaboradora de TomDispatch Ellen Cantarow en un paseo por el paisaje campestre de Estados Unidos para ver cómo unos ciudadanos corrientes están luchando valerosamente –y con mucho ingenio– contra las empresas de la Gran Energía que están tratando de convertir este país en un “Estados Unidos Saudí” propio de un mundo en el que la consigna es: “perfora-muchacho-perfora”.
En la zona de los lagos Finger del estado de New York, una zona de la que tal vez nunca has oído hablar, Cantarow te invita a que eches un vistazo a las formas –en pequeña escala– con que los estadounidenses del lugar se enfrentan con las corporaciones de la Gran Energía. Ella describe cómo esta gente pone en juego toda su inventiva para responder al reto del momento y asegurar que nuestros hijos y nietos puedan vivir en un planeta capaz de albergarlos.
* * *
El pasado combate contra el futuro en el lago Seneca
Corrijamos un verso de la letra de Yellow Taxi de Joni Mitchell para que encaje en el momento que hoy está viviendo la región de los lagos Finger en el estado de New York. Aquí, la corporación de la Gran Energía parece determinada a convertir el paraíso, no en un parking, pero si en una zona de almacenamiento de gas natural extraído mediante el fracking. No obstante, hay algo en lo que la canción no encaja del todo con la realidad. Mitchell se hizo famosa cuando escribió “¿No parece siempre como si no supieras lo que tienes hasta que lo pierdes?”. Sin embargo, como parte de la lucha global entre las empresas de la Gran Energía y los movimientos centrados en la creación de un futuro libre de combustibles fósiles, los residentes de la zona de los lagos Finger piensan que ellos saben lo que tienen y han resuelto que no quieren perderlo. Como resultado de ello, están librando una lucha local contra una corporación decidida a producir –con sus combustibles fósiles– cambios de humor no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo. Y lo harán cuando y donde sea necesario con tal de proteger el planeta en que vivimos.
Es difícil imaginar un paisaje más pintoresco, más tranquilo, más bucólico, que la región de los lagos Finger. Cada año llegan a esta zona decenas de miles de turistas para contemplar las cascadas de Watkins Glen, para navegar en las profundas aguas de los lagos con sus kayaks y canoas, para comer en las rústicas mesas de sus restaurantes y gozar de la sencilla hospitalidad de sus mesones. Los exuberantes viñedos susurran junto a las faldas arboladas de las sierras; la revista Wine Enthusiast concedió el año pasado los máximos honores a los vinos producidos aquí, diciendo que es “una de las más vibrantes y prometedoras regiones vinícolas del mundo”. Hay aquí granjas en las que se cultiva fruta, verdura e incluso el arce azucarero. En 2013, el estado de New York fue el segundo productor de jarabe de arce, solo superado por Vermont.
Los 11 lagos Finger están entre las maravillas del mundo natural. Con sus 61 kilómetros de longitud, el lago Seneca es el segundo más largo de ellos; sus 16.000 hectómetros cúbicos proporcionan agua potable a 100.000 personas. En las partes menos profundas viven peces de aguas templadas como la lubina y la perca amarilla. Las aguas más profundas dan albergue a la trucha lacustre y al salmón del Atlántico; además, estas aguas han creado un microclima único en la zona alrededor del lago, ni demasiado frío en invierno ni demasiado cálido en verano, lo que permite una próspera agricultura.
Tal vez inspirados por la maravilla ecológica que es la zona, muchos de los viñedos y las granjas hortícolas los lagos Finger confían en métodos sustentables de producción. Al mismo tiempo, las bodegas, cientos de comercios y las familias han empezado a pasar del empleo de combustibles fósiles a las energías alternativas. El condado de Tompkins, junto al lago Seneca, incluso ha puesto en marcha un programa de energía solar que ha estimulado la aparición de programas similares en condados de todo el estado. Hay una granja eólica programada para empezar a funcionar en 2016. Lo limpio y lo verde parece ser el rasgo distintivo de la región, pero todo esto podría cambiar rápidamente... y pronto.
La batalla del lago Seneca
Se avecina una batalla entre el pujante futuro de las energías limpias adoptadas por esta comarca y las fuentes de energía sucia con las que este planeta ha estado funcionando desde la Revolución Industrial. En los últimos seis años, Crestwood Midstream Partners, una corporación con sede en Texas, viene insistiendo con la construcción junto al lago Seneca de un depósito de almacenamiento y un centro de transporte para proveer de gas a todo el noreste de Estados Unidos. En su informe, la empresa cuenta con que alojará su negocio “encima del yacimiento no convencional Marcellus”, un conflictivo sitio de fracking. Sus planes son tender gasoductos para transportar dos tipos de gas extraídos mediante esa tecnología –metano y gas de petróleo licuado– probablemente provenientes de zonas del yacimiento Marcellus en Pennsylvania, Ohio y West Virginia. El gas sería almacenado en cavernas de sal abandonadas –explotadas industrialmente en el siglo XIX–, que son el recuerdo de la presencia del océano en esta zona hace 300 millones de años.
Para enfrentarse al proyecto se ha reunido una variopinta coalición de granjeros, vinicultores, médicos y abogados, empresas de energías limpias y activistas del bricolaje, todos ellos centrados en la protección de esta maravilla ecológica. Su objetivo: llevar esta región hacia un futuro libre de combustibles fósiles a pesar de los profundos bolsillos y el sentido común de una empresa energética de fuera del estado.
Crestwood ya está almacenando 42,47 millones de metros cúbicos de metano en el lago y acaba de obtener la aprobación de la Comisión Federal Reguladora de la Energía (FERC, por sus siglas en inglés) para almacenar otros 15 millones de metros cúbicos más. Además, Crestwood está tratando de hacer lo mismo con enormes volúmenes de dos gases licuados de petróleo altamente volátiles como el propano y el butano en las cavernas de sal. Mientras la jurisdicción de la FERC comprende la parte del plan correspondiente al metano, al Departamento de Conservación del estado de New York le atañe la parte relacionada con los gases licuados de petróleo, y su decisión continúa estando pendiente. A pesar de que los científicos advirtieron acerca de la probabilidad de serios problemas como las fugas de gas o el colapso de las cavernas de sal debido a la presión del gas, el pasado mayo la FERC aprobó la parte del plan relacionada con el almacenamiento del metano.
El plan de Crestwood implicará la industrialización a gran escala de la orilla del lago en las cercanías de Watkins Glen; entre otras cosas, una fosa descubierta de 5,66 hectáreas para contener la salmuera de alta concentración proveniente de las cavernas de sal como consecuencia de la inyección del gas; una antorcha de 20 metros de altura para quemar gas sobrante; un playón de carga ferroviario de seis vías capaz de cargar y descargar 24 vagones tanque –con 114 metros cúbicos de gas de petróleo licuado cada uno– cada 12 horas; y un aparcamiento de camiones en la que se descargarán entre cuatro y cinco semirremolques por hora. Trenes compuestos de 32 vagones tanque atravesarán un puente de caballetes de 75 años que cruza una de las maravillas naturales del país, la garganta de Watkins Glen, con sus escalones de pizarra y sus cascadas.
El plan está plagado de posibilidades de accidente. Por ejemplo, las filtraciones de salmuera pueden hacer que el agua del lago se vuelva impotable (entre 1964 y 1984, cuando se almacenó propano en dos de esas cavernas, la salinidad del lago se disparó). Este es apenas uno de los problemas potenciales; otras posibilidades incluyen accidentes con los camiones tanque y los trenes de transporte de gas, explosiones, emisiones de compuestos tóxicos y/o carcinogénicos en las estaciones de bombeo y otros sitios del complejo industrial, contaminación del aire y el impacto en la fauna de la región debido a la deforestación y la polución.
Las cavernas de sal, que están a 100 metros o más de profundidad han sido utilizadas para el almacenamiento de gas desde la mitad del siglo pasado y en su historia hay tanto luces como sombras. Los planes de Crestwood fueron analizados en enero de 2015 sobre la base de documentos provenientes de científicos independientes y un geólogo de la industria; el análisis realizado recopiló 20 incidencias serias o extremadamente serias en las instalaciones de almacenamiento de Estados Unidos en el período comprendido entre 1972 y 2012. Diez de ellas tuvieron que ver con incendios de grandes proporciones y explosiones: seis, con pérdidas de vidas o heridas graves; ocho, la evacuación de entre 30 y 2.000 residentes; y 13, pérdidas materiales extremadamente serias o catastróficas.
Según este informe, si se aprueba la propuesta de Crestwood, los peores escenarios podrían incluir la muerte de personas, la pérdida del lago como fuente de agua potable, y evacuaciones temporarias e incluso permanentes de la población local. “La mayor parte de otras industrias reguladas con una tasa de incidentes serios a extremadamente serios en sus instalaciones de una magnitud como la señalada tendrían que o bien ser cerradas o bien discontinuadas voluntariamente”, escribió el redactor del informe, Rob Mackenzie, un médico que es miembro del colegio estadounidense de ejecutivos de la asistencia sanitaria (ACHE, por sus siglas en inglés).
Las cavernas del lago Seneca en las que Crestwood tiene proyectado almacenar gas de petróleo licuado son preocupantemente inestables. Una fue sellada y abandonada hace una década después de que un ingeniero comprobara que su techo había colapsado durante un movimiento sísmico menor en los sesenta. Lo que cayó desde la parte superior de la caverna no eran unos pedruscos: el trozo de roca pesaba 400.000 toneladas y era del tamaño de cuatro portaviones como el Nimitz. Otra caverna está debajo de una formación rocosa que está sujeta a derrumbes intermitentes y debilitada por unas fallas.
Aun así, Crestwood está avanzando con sus planes de almacenar 70.000 metros cúbicos de propano líquido en la primera caverna y 180.000 en la segunda. El geólogo H.C. Clark, autor del informe de 2013 sobre la fragilidad de las cavernas de sal ha acusado tanto a la FERC como a Arlington Storage –subsidiaria de Crestwood– de estar “cometiendo un error increíble” en su afín de seguir adelante con su proyecto.
Luchando por lo bueno
Cientos de comercios, organizaciones y personas individuales locales que se oponen al proyecto han formado una asociación para parar los planes de Crestwood; 23 municipios y cinco de las seis ciudades alrededor del lago Seneca también se han declarado contra el proyecto. En abril de 2013, 12 manifestantes montaron una actuación teatral dentro de un sitio vallado de Crestwood y fueron detenidos por “entrar sin autorización a una propiedad privada”. “Mi pequeño y pacifico acto de entrada en propiedad ajena tenía la intención de impedir otro mayor y más violento: la polución del aire y el agua con sustancias químicas peligrosas y la intrusión de la infraestructura del fracking en nuestros queridos lagos Finger”, dijo la bióloga y escritora Sandra Steingraber, líder de la resistencia local.
“El 65 por ciento de nuestro cuerpo es agua”, les dijo a los manifestantes y periodistas. “El lago Seneca es la fuente de agua potable para 100.000 personas. Es por eso que 100.000 personas formadas por el agua del lago caminamos alrededor del Seneca. Es su sangre, el fluido de su médula espinal, el vapor que sale de su boca en el invierno.” Con estos argumentos en la mente, Steingraber y otros crearon la fundación ‘Somos el lago Seneca’ una flexible agrupación de gente que ha venido organizando bloqueos ciudadanos en el lugar. Los manifestantes firman en el sitio de la demostración y después recitan un compromiso de resistencia que termina de esta manera:
“Me comprometo a proteger el lago Seneca, que nutre la vitalidad y el disfrute de las comunidades a su alrededor; a impedir la destrucción y el envenenamiento del agua, el aire y los alimentos de los que depende la seguridad, la salud y la prosperidad económica de nuestras comunidades y las de las generaciones futuras.”
Las protestas han sido temáticas: un bloqueo ‘geniecillo y Papá Noel’ en las navidades de 2014; un bloqueo ‘granja y alimentos’ en enero de 2015, que reunió a gourmets, granjeros, chefs, panaderos, vinicultores, restauradores y autores de libros de cocina ante las puertas de Crestwood; un bloqueo de gente religiosa; y otro en honor de Peter Seeger.
En mayo, estuve en un bloqueo dedicado a las energías renovables; nos disfrazamos de empleados de Renvus, una pequeña empresa del ramo de las renovables con sede en Ithaca. El presidente y los empleados de esa firma llamaron la atención sobre las docenas de empleos que tienen disponibles, en espectacular contraste con los ocho o 10 puestos de trabajo que al decir de Crestwood crearía el tacaño proyecto de almacenamiento de gas.
Según Sujata Gibson, un abogado que trabaja voluntariamente para ‘Somos el lago Seneca’, hasta este momento ha habido más de 270 detenidos. Muchos manifestantes han sido condenados a 15 días de reclusión por invasión de propiedad privada, una infracción que en el estado de New York no constituye delito. Will Ouweleen, secretario fundador de la asociación de comerciantes del vino de los lagos Finger, fue el primero de los varios vinicultores en ser llevados a comisaría. “No fue una broma que me hiciera detener”, dice. “Era nuestro último recurso para hacernos oír por los funcionarios surgidos de las elecciones.”
Los cargos de 60 personas fueron desestimados en “interés de la justicia”, una disposición de la ley de procedimientos criminales del estado de New York. Gibson dice que esos rechazos son “una gran victoria... Fueron hechos por cuatro jueces distintos en cuatro tribunales distintos, una especie de público reconocimiento de lo que de verdad requiere la justicia en estas circunstancias”. Además, ha habido otras 84 peticiones de denegación cuya decisión está todavía pendiente.
En la página web de ‘Somos el lago Seneca”, es posible leer las palabras de cientos de manifestantes de entre 19 y 90 años, entre ellos, granjeros, médicos, sacerdotes, ediles municipales, un jefe pastelero y un ama de casa. Con sus declaraciones ponen en negro sobre blanco su oposición a los combustibles fósiles y su apoyo a un mundo con energías renovables. “El estudio Muskat es mi paraíso creativo”, escribe Barbara Peace, de 68 años, propietaria de la tienda Muskat, donde es posible comprar –“a precios razonables”– libros de poesía, objetos de arte, fotografías y esculturas. Sara Ferguson, de 44, escribe “Mi hijo Lucian acaba de cumplir seis años; él es el futuro. Los combustibles fósiles no son el futuro. Soy una superviviente del cáncer y no quiero volver a enfermarme. Tengo que criar a un niño”.
¿Un pasado sucio o un futuro limpio?
“Una de las consecuencias estimulantes de las protestas”, me dijo Sujata Gibson, “es que nuestra comunidad se ha animado a empezar a buscar formas de vivir sostenibles sin utilizar combustibles fósiles.” En 2013, por ejemplo, el vecino condado de Madison se convirtió en el primer municipio del estado de New York que implementó un programa de energía solar –Solarize Madison– con 35 instalaciones domiciliarias. Al año siguiente, alentados por Madison, tres ciudades del condado de Tomkins –Carolina, Danby y Dryden– pusieron en marcha Solarize Tomkins Southeast, una iniciativa para educar a sus residentes en la energía solar y ayudar a que muchos de ellos dijeran basta a los combustibles fósiles y se pasaran a la generación de electricidad con paneles solares.
Ya hace tiempo que las tres ciudades han prohibido el fracking en su jurisdicción (finalmente, en diciembre de 2014, estas prohibiciones hicieron que el gobernador del estado de New York Andrew Cuomo se viera a prohibir el fracking en todo el territorio de su estado). “Lo realmente interesante”, dice Don Barber, supervisor de la ciudad de Caroline, “fue que algunas personas que tenían posiciones opuestas en relación con las perforaciones para extraer gas no convencional empezaron atrabajar juntas cuando se puso en marcha el programa de energía solar.”
En 2014, Solarize Tomkins Southeast completó su trabajo y se constituyó una nueva organización –Solar Tomkins– para llevar adelante una campaña por la energía solar en todo el condado. “Gracias a los dos programas”, dice Jonathan Comstock, investigador en horticultura de la Universidad Cornell y director del equipo de Solar Tomkins, “en materia de energía solar residencial hemos más que triplicado lo conseguido antes en el condado.”
La mayor parte del trabajo de Solar Tomkins es la formación de los ciudadanos en todo el condado. El de la energía solar es un concepto nuevo para la mayoría de la gente, puntualiza Comstock. “La formación técnica y la participación de la comunidad han aportado más confianza; en estos momentos, la gente piensa que la energía solar es algo para todo el mundo, no solo para unos pocos... Ahora esperamos que cuando todos conozcan a alguien que está en lo de la energía solar se creen un proceso continuo de formación.”
El pasado enero empezó la instalación de paneles solares en 400 casas de Tompkins; la competencia entre instaladores mantuvo los precios relativamente reducidos. Solar Tompkins lanzó otro programa –el HeatSmart Tompkins– para instalar bombas subterráneas y aéreas. Aproximadamente las tres cuartas partes de la energía de la región –mayormente basada en combustibles fósiles– está destinada a la calefacción. Las bombas, que pueden funcionar tanto con combustibles fósiles como con energías renovables, son “supereficientes”, según Comstock.
“Dado que consumen poca electricidad”, dice, “hacen que la calefacción con energía renovable sea al mismo tiempo posible y práctica. Son un paso importante en el camino de lograr viviendas con producción de carbón igual a cero.”
Otro proyecto de renovables de la región que pronto empezará a funcionar es Black Oak Wind Farm. Los dueños de la granja son inversores locales; ninguna empresa está involucrada en el proyecto, dice Comstck, que es uno de los participantes en Black Oak. En el ámbito del estado, la Comisión de Servicios Públicos de New York (NYPSC, por sus siglas en inglés) ha lanzado un programa –Reformar la Visión de la Energía (REV, por sus siglas en inglés)–, que promueve el uso de energías como la eólica y solar. “Mediante el uso de altas tecnologías, hay muchas maneras de mejorar la red donde se pueden acomodar eficazmente muchas formas discontinuas de producción de energía”, dice Comstock; “esto es lo que esperamos de REV.”
Un estudio de 2013 realizado por Marc Jacobson, de la Universidad de Stanford, demostró que en 2030 las energías renovables podrían satisfacer la totalidad de las necesidades del estado de New York. Mientras que al principio la conversión podría implicar importantes costos, la eliminación de los combustibles fósiles haría muchísimo por reducirlos a medida que pasara el tiempo. Como comentario del desarrollo realizado hasta ahora en el estado en materia de energías renovables, sobre todo en la región de los lagos Finger, Jacobson escribió en un correo electrónico: “Creo que cada vez que hacemos una instalación para obtener energía eólica, hidráulica o solar... en New York, damos un paso más en la dirección correcta en cuanto a que ese paso reemplazará a los combustibles convencionales, que hoy día provocan más de 3.000 muertes prematuras y centenares de miles de enfermos en nuestro estado cada año por respirar aire contaminado”. Agregó que la conversión a las renovables “creará más de 80.000 nuevos puestos de trabajo en el estado” y que “estabilizará los precios de la energía porque el costo del viento, del agua y de la luz solar es igual a cero”.
A pesar de los desarrollos de Crestwood y del crecimiento de la oposición que suscitan, el plan de ampliar el almacenamiento de metano continúa adelante; mientras tanto, la empresa está en espera de una decisión sobre los gases de petróleo licuados. En el ínterin, otras corporaciones siguen construyendo infraestructura adecuada para el fracking (incluyendo gasoductos y estaciones de bombeo) en el estado. La suerte de las energías renovables en el estado de New York depende en gran parte del Plan Energético del Estado de NY para 2015, en cuyo borrador –para decepción de los críticos– se incluye un incremento de la dependencia del gas natural –léase, gas no convencional extraído mediante el fracking– y fondos para fortalecer la infraestructura necesaria para un aumento en el consumo de gas.
Tal como escribió la economista Janette Barth: “Es una insensatez que el estado de New York aliente la construcción de una infraestructura para el gas natural que durará entre 30 y 50 años cuando ya estamos viviendo las consecuencias del cambio climático; es probable que el aumento de la producción y consumo del gas no convencional tenga un impacto pernicioso en el entorno, la salud y nuestra economía en el estado de New York. La alternativa energética libre de combustibles fósiles en mucho mejor; [el plan] debería centrarse inmediatamente en la transición a esta alternativa mejor y prescindir de los combustibles fósiles”.
Muchos residentes de la zona del los lagos Finger están haciendo justamente eso: centrarse en las tecnologías energéticas limpias mientras un gigante de la energía proveniente de otro estado trabaja para convertir las tranquilas costas del lago Seneca en un centro de almacenamiento de gas extraído mediante el fracking. Se trata de una batalla cuyo resultado podría brindarnos una señal de hacia dónde se dirige la zona, el estado y quizás el país entero. “Estamos en medio de la crisis climática. Finalmente, la energía solar y la eólica se están abriendo camino”, dice Sandra Steingraber, activista del lago Seneca. “En algunos años, cuando hablemos de ‘energía’ la idea de que esta pueda originarse en los combustibles fósiles parecerá tan absurda como si hoy dijéramos ‘telecomunicaciones’ y pensáramos en la máquina de escribir eléctrica.”
* El autor se refiere a Ballad of a thin man, la canción que BobDylan cantaba en la segunda mitad de los sesenta. (N. del T.)
Ellen Cantarow, colaboradora habitual de TomDispatch, informó sobre Israel y Cisjordania desde 1979 hasta 2009 para The Village Voice, Mother Jones, Inquiry y Grand Street, entre otras publicaciones. Durante los últimos cinco años ha escrito sobre los desastres medioambientales ocasionados por las industrias del petróleo y el gas. Agradecemos la ayuda del periodista Peter Mantius, del DC Bureau.
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/176021/tomgram%3A_ellen_cantarow%2C_paradise_lost_--_or_found/#more
Para mayor información comunicate con nosotr@s al mail: madalbo@gmail.com
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