Marco Octavio Ribera Arismendi
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Biólogo y ecologista
Abril 2015
El proyecto de la represa de El Bala es tan obsoleto,
que se remonta a la década de los años 50, en la que fue impulsado a partir de estudios
aún más antiguos realizados por la Universidad de Berlín (Plataformaenergetica.org,
26 abril 2011). La idea del megaproyecto fue reactivada a fines de los años 80,
cuando diversos gobiernos de turno privilegiaron la idea y la elevaron incluso
a rango de Ley como prioridad nacional. A fines de los años 90, bajo el signo
del neo liberalismo y del gobierno del exdictador Hugo Banzer, el megaproyecto
fue activamente promovido por Luis Alberto Valle, a cargo de la prefectura del
departamento. Existen datos de dicha época, sobre la disposición de la
China a ejecutar el Proyecto
Hidroeléctrico de El Bala y que para ello envió una misión técnico-comercial
que tenía auspicio del Banco Central Chino, bajo la idea del gobierno de Banzer
de impulsar llave en mano la obra (El Diario, 21 de agosto del 2011).
Felizmente, dificultades políticas y económicas del momento, así como la
resistencia de los movimientos sociales y ambientalistas, hicieron fracasar el megaproyecto
de tan elevado riesgo ambiental. El proyecto quedó archivado hasta mediados del año
2007.
En
julio del 2007, ocurrió la gran paradoja, el Gobierno del MAS que ya pregonaba
en los foros internacionales el respeto a la Madre Tierra, emitió el Decreto
Supremo 29191, por el cual se reeditaba el proyecto de la megarepresa de El
Bala, dándole nuevamente rango de prioridad nacional. A partir de entonces, El
Bala fue agendado por ENDE y siguen apareciendo un sinfín de comunicados
relativos a las proyecciones de expansión energética del país, juntamente con
los megaproyectos Cachuela Esperanza y la binacional de Cachuela Riberâo. El último comunicado hace referencia a la
enorme preocupación del primer mandatario del Estado, respecto al empantanamiento
y no avance del megaproyecto, y la decisión de impulsar su concreción (La Razón
16 de abril de 2015). En dicha nota, se hace referencia a la
exorbitante inversión, de 7.000 millones de dólares, lo que significaría con
seguridad un terrible endeudamiento. La reactivación del proyecto es un hecho
consumado y se plasma en la licitación realizada por ENDE para el Estudio de
Identificación del Proyecto con un costo de casi 25 millones de bolivianos.
Considerando
las proyecciones oficiales de generación de energía en Bolivia con varias
iniciativas que no tienen tanto costo, ni económico ni socioambiental, el país
va asegurando su abastecimiento interno e incluso un margen de exportación.
Pero bajo la visión extractivista de exportar en grande (en este caso muchos
megavatios) El Bala resulta atractivo a las políticas del gobierno y a las
corrientes tecnócratas reaccionarias. Ya se ha hablado, que la exportación de
energía estaría dirigida al mercado del Brasil, considerando los costos de
transmisión y la fluctuación del precio del kilovatio en el país vecino, es muy
posible que el balance resultante sea tan negativo, que para el caso de
Cachuela Esperanza. Si existen expectativas de que algo de la energía producida
se quede en la región del norte de La Paz y el Beni, estarían interpuestas a la
angurria exportadora, y en caso de quedar un remanente para la población local,
sería una energía más cara que la que actualmente pagan los vecinos de
Rurrenabaque o San Buenaventura, tal como está ocurriendo en el río Madeira en
el Brasil. Con todas estas
consideraciones, seguir impulsando El Bala parece únicamente un
capricho. Un capricho destructor de la Madre Tierra.
Si se construye esta megarepresa, tendría
una altura cercana a los 150
metros en el estrecho denominado El Bala, y formaría un
reservorio de agua que inundaría de más de 200.000 hectáreas
(2.000 Km2) en los valles del los ríos Beni, Tuichi y Quiquibey, los
cuales desparecerían bajo el agua, luego de los tres años previstos para el
llenado total del reservorio. Las áreas protegidas más espectaculares y de
mayor riqueza natural y cultural del país, el Parque Nacional y Área de Manejo
Integrado Madidi y la Reserva
de Biosfera y TCO (Tierra Comunitaria de Origen) Pilón Lajas, recibirían el
mayor impacto de inundación del megaproyecto hidroeléctrico de El Bala.
El gobierno reactiva la megapesadilla de El
Bala, con lo cual se abriría un conflicto que podría superar al del camino que
quiere partir en dos al TIPNIS.
En rojo la megarepresa y la zona de
devastación por inundación
Ambas áreas protegidas en las cuencas de los
ríos Beni, Tuichi y Quiquibey son hogar tradicional de las culturas indígenas
Tacana (Josesano), Tsimane, Mosetene y Esse Eja, además de comunidades
campesinas interculturales. Esto significaría que más de doscientas familias
indígenas y campesinas de dichas zonas, sean expulsadas de sus bosques y
tierras tradicionales, las cuales quedarían bajo el agua, al final de cuentas, sería
una forma de genocidio.
Además de la pérdida cultural, morirían
miles de plantas y animales silvestres, es muy posible que pueda incluso
provocarse la extinción de más de una especie. Todas las actividades de
ecoturismo que se desarrollan, o podrían desarrollarse en dichas zonas,
quedarían eliminadas, así como los demás emprendimientos sostenibles.
Si a
la construcción de la represa, se suman eventos de lluvias extremas, que pueden
darse bajo fenómenos Niño-Niña (como en 2007-2008) o por otros fenómenos climáticos
globales fuera del Niño-Niña, como los del 2013-2014, la amplificación de la
inundación ocasionaría escenarios de desastres mayores en la cuenca del río
Beni y sus tributarios. Los efectos de las inundaciones se extenderían río
arriba hasta la región de Alto Beni por más de 150 Km . de curso fluvial,
pudiendo afectar incluso las zonas de Muchanes, Inicua, Sararia o Santa Ana de
Mosetenes.
Si en vez, ó además de El Bala, se llega a
considerar la alternativa de una o más grandes o medianas represas (en cadena)
en los estrechos de Susi, Chepite y Beu, situación alternativa que ya fue
expectada en los años 90, los impactos de inundación podrían ser menores en
comparación a si se construye la mega represa de El Bala. Sin embargo, los
riesgos de inundación normal del reservorio, pero especialmente las expansiones
por eventos extremos, podrían extenderse a lo largo del río Alto Beni y afectar
muchas comunidades ribereñas (Inicua, Muchanes, Sararia, Santa Ana) e incluso poblaciones
mayores como Sapecho o Palos Blancos.
Como
referencia, se debe considerar el caso de las represas brasileras de pequeño
porte como Balbina o Samuel (250 y 215 Km2 respectivamente), en las
cuales, la dimensión originalmente prevista de los reservorios en los estudios
de impacto, se duplicó en el curso de los siguientes años. De hecho, se prevé
que las dimensiones de los embalses previstos originalmente para las dos
megarepresas Jirau y San Antonio en el Madeira, superarán ampliamente en los
próximos años las previsiones de los proyectos originales.
La idea peregrina de que el inmenso lago
formado por la represa serviría para fines de turismo, posiblemente se aplique para
un turismo desinformado y poco exigente, que no le importaría navegar en un
lago putrefacto, hediondo y criadero de millones de mosquitos, pero no para un
ecoturismo mínimamente responsable. En este caso hay otro problema de principios,
pues este lago artificial, además de eliminar una extraordinaria riqueza de
biodiversidad, sería un mega emisor de gases de efecto invernadero,
especialmente metano y contribuiría con mucho al calentamiento global, aspecto
ya comprobado para otras grandes represas de la Amazonía. Esto significa que la
pretensión de asumir que las megarepresas constituyen fuentes de energía
limpia, es una total falacia y desvirtúa la realidad.
Aguas abajo, la represa impediría el flujo
natural del río Beni, y si bien se reduciría el riesgo de inundaciones, la
represa y la modificación del curso del río, afectaría la dinámica reproductiva
de los peces, con la posible desaparición del recurso y la actividad de pesca
en los siguientes años, ocasionando un considerable daño económico a la región. La reducción del caudal del río,
especialmente en la época seca, ocasionaría problemas a la navegación, en
especial en los años más secos. Pero la megarepresa interrumpiría además, un
proceso o dinámica ecológico natural a partir de la cual evolucionó la Amazonía,
pues dejaría de arrastrar y depositar los lodos ricos en minerales que
fertilizan cada año o cada evento grande de inundación, los suelos de muchas zonas
de selvas y pampas, lo cual afectaría negativamente, a mediano y largo plazo, a
los ecosistemas y a la producción agrícola y ganadera de indígenas y campesinos
que viven aguas abajo. El argumento del gobierno y los partidarios de la
megarepresa, en sentido de que se logrará un control de las inundaciones, no
justifican en absoluto la enorme perturbación de la dinámica hidrológica y el
resto de devastaciones ecológicas y culturales que se ocasionarán.
Los riesgos socioambientales no terminan
aquí y es curioso que los estudios geotécnicos realizados no hayan manifestado
esta situación. En el margen derecho del estrecho de El Bala, es decir en la
pared rocosa oriental o este de la serranía subandina, se puede observar una falla
tectónica que indica un fenómeno antiguo de una gran remoción o corrimiento en
masa y posiblemente deslizamientos más recientes, lo cual merecería una
especial atención y más detallados análisis geológicos. Esto indicaría que la
pared de la serranía del este, no es estable y esencialmente anularía la
posibilidad de construcción segura. De realizarse la construcción, a pesar del
riesgo, (lo cual no sería una sorpresa), y aún más, si se llega a abaratar los
costos de construcción, el riesgo futuro de un colapso de la mega estructura se
torna mucho más probable. Si un desastre de esta naturaleza llegará a ocurrir,
el vaciamiento del reservorio y la inmensa y súbita inundación consecuente, ocasionaría
una gran catástrofe que devastaría las poblaciones y comunidades del río Beni. Considerando
estos elementos, sería muy importante un análisis de gestión integral de
riesgos para el nefasto megaproyecto de El Bala.
Tomando en cuenta todas estas
consideraciones, ahora más que nunca, ya sería hora de que el gobierno asuma el
principio precautorio, el cual establece que se deben asumir decisiones responsables de paralizar o no aprobar un proyecto que puede ocasionar problemas ambientales y
sociales extremadamente graves o críticos, es decir de muy alto riesgo
que devastarían áreas protegidas, culturas indígenas, muy alta riqueza de
biodiversidad, grandes ecoregiones, procesos y funciones ecológicas y dese
luego, una vez más, la imagen del propio gobierno.
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1 comentario:
Es importante recalcar que Bolivia tiene un alto potencial para energía hidroelectrica en toda la vertiente oriental de la Cordillera Real. Hay ríos medianos, pequeños y grandes con diferentes caudales y diferentes pendientes. Cada caso va a diferir en cuanto al costo por megavatio, (costo económico, costo social, cultural, y ambiental). Al priorizar El Bala se estaría arrancando con el de mayor escala, con el mayor impacto ambiental, y un tremendo impacto social, sin haber evaluado NINGUNA alternativa.
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