jueves, 16 de octubre de 2014

Entrevista con Alberto Acosta sobre el Sumak Kawsay


"El Buen Vivir, en definitiva, es la búsqueda de la vida en armonía"

¿Qué es para Ud. una Filosofía de vida?
La Filosofía de vida es la sabiduría y la capacidad que tiene un pueblo y un individuo para relacionarse, caminar y valorar los principios y leyes constitutivas de la vida, es decir, de la naturaleza. Esto se cristaliza en una cosmovisión y una ideología que permite una conciencia social sobre su existencia y su realidad en un tiempo y espacio determinado. Es decir, en la forma de percibir y concebir el compromiso que tiene cada ser humano o colectivo consigo mismo, con la Humanidad y con la Naturaleza, como parte intrínseca de ella. Dentro de este contexto, todos tenemos algo que decir y algo que hacer para aprender a estar y fluir en la vida.

¿Qué es para Ud. el Sumak kawsay?

El sumak kawsay o Buen Vivir es una visión del mundo de los pueblos americanos y al mismo tiempo es una propuesta que surge desde los marginados de los últimos 500 años . Se plantea como una oportunidad para construir otro “sistema-mundo”, a partir del reconocimiento de los diversos valores culturales existentes en el mundo y del respeto a la Naturaleza. Esta concepción desnuda los errores y las limitaciones de las diversas teorías del llamado progreso y desarrollo. Desde diversos ángulos, no solo desde el mundo indígena, aparecen respuestas a las demandas no satisfechas por las visiones tradicionales de la modernidad.

Se ha llegado a una conclusión, no solo en Ecuador sino en varias partes del mundo, que el estilo de vida actual, pregonado y practicado por los países ricos y al que aspiran los países pobres, es insustentable e inviable en el mediano y largo plazo.

Cada vez vemos como con creciente fuerza aparecen problemas que están poniendo en riesgo la vida misma del ser humano en el planeta: los cambios climáticos y el calentamiento global son apenas una muestra de que no podemos seguir por la misma senda que provoca estos destrozos ambientales.

En ese contexto, creemos que hay que replantearse el estilo de vida mismo. Ese es el meollo del asunto. No podemos seguir por la vía del progreso tradicional, entendido como un proceso de acumulación permanente de bienes materiales. El objetivo no puede ser tener siempre cada vez más bienes materiales; como dicen los sabios andinos: rico no es aquel que tiene muchas cosas materiales sino el que tiene menos necesidades. En realidad no interesa cuantas cosas una persona pueda producir en su vida, sino cómo las cosas a las cuales tiene acceso esa persona van a hacer de su vida, una vida sabia. Esto conduce, por cierto, a un decrecimiento y a una redistribución de esas cosas acumuladas en pocas manos para conseguir una vida equitativa en términos familiares, nacionales y mundiales. Esto implica un cambio filosófico fundamental. Se pone en entredicho aquella idea de la Ilustración que se difundió con mucha fuerza desde hace más de dos siglos, a través de la cual se creía que el ser humano está obligado a dominar y controlar a la Naturaleza. Ya vemos que eso es imposible.

Desde esa perspectiva se propone el Buen Vivir andino o amazónico (sumak kawsay en kichwa; suma qamaña en aymara), sintonizando esta propuesta con otras propuestas más o menos similares provenientes de diversos sectores y regiones del planeta. El concepto del Buen Vivir no solo tiene un anclaje histórico en el mundo indígena, se sustenta también en algunos principios filosóficos universales: aristotélicos, marxistas, ecológicos, feministas, cooperativistas, humanistas...

Para entender lo que implica estos Buenos Convivires, que no puede ser simplistamente asociado al

“bienestar occidental”, hay que empezar por recuperar la filosofía y la cosmovisión de los pueblos y nacionalidades indígenas. Eso, de plano, no significa negar una forma propia de modernización, incorporando muchos y valiosos avances tecnológicos de la Humanidad. Es más, una de las tareas fundamentales recae en el diálogo permanente y constructivo de saberes y conocimientos ancestrales con lo último del pensamiento universal, en un proceso de continua descolonización del saber y el ser, para poder estar en la vida, siendo no más, como dice nuestra gente.

El Buen Vivir , en definitiva, es la búsqueda de la vida en armonía del ser humano consigo mismo, con sus congéneres y con la Naturaleza, y entendiendo que todos somos Naturaleza y que somos interdependientes unos con otros, que existimos a partir del otro. Buscar esas armonías no implica desconocer los conflictos sociales, las diferencias sociales y económicas, tampoco negar que estamos en un sistema que es ante todo depredador, como el capitalista. Por lo tanto, a diferencia del mundo del consumismo y de la competencia extrema, lo que se pretende es construir sociedades en donde lo individual y lo colectivo coexistan en complementariedad entre sí y en armonía con la Naturaleza, donde la racionalidad económica se reconcilie con la ética y el sentido común. La economía tiene que reencontrase con la Naturaleza, para mantenerla y no para destruirla, para retornar a su valor de uso y no al valor de cambio.

¿En las condiciones actuales, cómo ir más allá de un Buen Vivir que en cierto sentido se resume en el acceso a servicios básicos, un ambiente sano, etc. Y en este caso, cómo proyectar a Ecuador a una vida de este tipo?

El Buen Vivir no se resume en satisfacer las necesidades básicas y garantizar un ambiente sano, simplemente. Para empezar no se trata de emular los estilos de vida consumistas de los países ricos. Países por lo demás maldesarrollados en muchos ámbitos, como demuestra el gran sociólogo José María Tortosa. Lo que se propone con el Buen Vivir es organizar la vida de otra manera, a partir de otros principios, como son la complementariedad, la correspondencia, el consenso, la solidaridad, el respeto, la reciprocidad, la equidad, la simbiosis, la homeostasis... En definitiva son otras formas de percibir y organizar la vida en el continuum de la naturaleza y no en el capricho del ego humano. Ese es el gran reto que tenemos entre manos y que paulatinamente se transforma en el reto del mundo entero. La idea del Buen Vivir , de la vida en armonía, del paso atrás, tendrá que ser asumida por el mundo entero si no queremos poner en riesgo la vida del ser humano en el planeta.

Entonces, por qué no centrarnos en la búsqueda del Buen Vivir y evitar perder el tiempo en confrontaciones como las que se dan actualmente en los sectores políticos que detentan el poder. Eso lamentablemente no es posible, ante todo porque los conflictos y las confrontaciones son inherentes a una sociedad inequitativa, injusta desde sus raíces, como lo es la capitalista. Si tenemos un grupo muy reducido de la población que aglutina la mayor parte de los beneficios de la economía, como resultado de un modelo que no es sustentable ni económica ni ambientalmente, se van a dar confrontaciones y enfrentamientos. Ese no es el problema de fondo.

El problema es que muchas de esas confrontaciones pueden ser estériles cuando no están dentro de una propuesta estratégica de acción para producir una transformación realmente estructural. Confrontaciones verbales sin políticas y acciones concretas no ayudan a procesar un cambio de la modalidad de acumulación y del patrón de decrecimiento y redistribución de la riqueza. Si dicho patrón no es afectado, los ricos seguirán siendo cada vez más ricos. Los pobres pueden en algunos casos mejorar sus condiciones de vida gracias a una serie de ejercicios clientelares del Estado, pero seguirán marginados y dependientes. Si no se cambia el modelo de acumulación extractivista y se afecta la excesiva concentración de la riqueza no se cambiará la realidad. El productivismo no acaba con la pobreza más bien la acentúa a mediano plazo, como vemos con la crisis europea actual. Los discursos no son suficientes. Se requieren acciones concretas y sobre todo coherentes. Y muchas de esas acciones hacen falta todavía en el Ecuador.

¿Bajo las actuales condiciones políticas, qué posibilidades existen de llegar a

un Estado de bienestar?

Aclaremos que con el Buen Vivir no se pretende construir un Estado de bienestar. La preocupación central no es solo acumular para entonces distribuir. Para entender lo que implica el Buen Vivir , que no puede ser simplistamente asociado al “bienestar occidental”, sino el tener otra noción de la riqueza y la pobreza, entendiendo que la riqueza es el equilibrio natural y la pobreza es su alteración. En las sociedades indígenas, sin tratar de idealizar lo que allí sucede, no existe, por ejemplo, el concepto acumulador de desarrollo, ni de pobreza en los términos convencionales. Es más, el concepto de desarrollo viene aparejado a un índice de pobreza medido por lo material, es inconcebible como la Humanidad se dejó manejar por el mercado.

En su opinión, ¿hay una alternativa a este tipo de civilización en la que vivimos actualmente?

Dentro del sistema capitalista definitivamente no hay alternativa. Se pueden resolver algunos problemas, pero las grandes inequidades económicas, sociales y ambientales son en esencia propias de este sistema. Los valores fundamentales del capitalismo se nutren de la desigualdad, de la inequidad, de la explotación de la mano de obra y de la Naturaleza. Entonces, mientras no se supere este sistema será imposible resolver los problemas de fondo. Pero tampoco hay remedio, ya sabemos que si seguimos en el mismo ritmo de acumulación capitalista el mundo va a ser insuficiente y va a colapsar. Más nos vale entender y ayudar a que esas nuevas maneras de mirar al mundo tengan un proceso poco traumático.

Por eso no podemos cruzarnos de brazos y esperar que el capitalismo colapse para recién entonces ponernos a trabajar. El reto, ahora y no mañana, es comenzar a producir cambios desde dentro del mismo capitalismo. Eso ya lo están haciendo, desde hace mucho tiempo atrás, muchas comunidades indígenas y en la actualidad también los denominados grupos anti-sistema que están viviendo un nuevo mundo, una nueva sociedad, y paralelamente accionando políticamente para dar salidas a la crisis y por ende salir del capitalismo y el eurocentrismo.

No vamos a salir del capitalismo de la noche a la mañana. No lo vamos a superar por decreto. La tarea es introducir los cambios necesarios y posibles, incluso creando las condiciones para que estos cambios sean cada vez más radicales, pero conscientes que las grandes transformaciones se lograrán cuando se supere el sistema capitalista.

El camino será largo. Pero habrá que transitarlo. Y para lograrlo hay que desatar un verdadero proceso de democratización en todos los ámbitos de la vida del ser humano. Siempre más democracia, nunca menos. Es fundamental entender que si el proceso de construcción no es democrático y consensuado, el resultado tampoco lo será. Si se aplica un estilo de política autoritario, el resultado tendrá rasgos autoritarios, como el que vive el Ecuador con el correísmo.

Dentro de esta perspectiva ¿Por qué el desarrollo sustentable es una trampa del capitalismo?

Porque no se cuestiona al capitalismo y solo se pretende mejorarlo, es la idea de salir de un capitalismo salvaje por uno verde o sustentable, lo cual es un eufemismo, pues el capitalismo nunca podrá ser sustentable per se. La idea del desarrollo sustentable se asienta en un concepto básico, que intrínsecamente es cuestionable. No se puede asumir el desarrollo como un proceso permanente de acumulación material de bienes. Tener cada vez más bienes materiales, como símbolo de progreso y bienestar, es un espejismo inalcanzable para todos los habitantes del planeta. Es más, cada vez es mayor la brecha entre los que tienen todo y les sobra todo, pero quieren siempre más, y los que ansían conseguir aunque sea la migajas de ese todo.

En la actualidad ya es ampliamente aceptado que ese concepto del desarrollo no tiene futuro. Se habla de posdesarrollo. Esto no debe conducirnos a bajar la guardia, menos aún a tolerar que un grupo reducido de la población mundial, que no llega al 20 por ciento, siga acumulando y destrozando las bases de la vía, mientras el resto frena sus aspiraciones de mejorar su calidad de vida para no afectar los equilibrios ecológicos y sociales globales.

No tenemos y no podemos en realidad aspirar a tener el estilo de vida de los países más ricos, por el contrario ellos tienen que decrecer para equilibrarse material y espiritualmente como personas, pues ya vemos las graves limitaciones psicológicas en que viven. Pero si tenemos la obligación de mejorar las cualidades de vida, que no son de cantidades como el estilo de vida de vida occidental sino de calidades y calideces. En los países ricos es cada vez más imperiosa una revisión estructural de sus estilos de vida; ya no cuenta tanto la eficiencia como la suficiencia.

Con el Buen Vivir se pretende buscar opciones de vida digna y sustentable, que no representen la reedición caricaturizada del estilo de vida occidental y menos aún sostener estructuras signadas por una masiva inequidad económica, social y ambiental.

La gran mayoría de la población, condenada sistémicamente a la exclusión e incluso a la pobreza, sobre todo en la grandes urbes, no reflexiona sobre estas cuestiones. Por el contrario, sin preguntarse si es o no posible y conveniente, bombardeada con masivos mensajes que predisponen al consumo, aspira permanentemente a vivir con los niveles de vida que tienen esos grupos acomodados a nivel mundial y nacional. Parecería que a los pobres se les hubiese incorporado en la cabeza un chip consumista de aspiraciones elevadas, pero que no puede cumplirlas por carecer de los recursos para financiarlas o porque, si esto se produjera masivamente, se ahondarían los problemas ambientales globales…

El gran reto de la Humanidad es cómo procesamos una nueva forma de organizar la vida, reconociendo los límites naturales y asegurando una sustantiva y sustentable decrecimiento de los grupos enriquecidos y estabilizando las cualidades de vida los grupos empobrecidos.

¿Este tipo de mentalidad se debe en gran medida a modelos culturales impuestos por las grandes potencias?

No me atrevería a cargar las culpas en términos maximalistas. Sin embargo, la cultura actual es un producto del sistema capitalista y del eurocentrismo (que no es ser antieuropeo). Este sistema, esta civilización, tal como lo entendía el economista austríaco Joseph Schumpeter, es un sistema de valores sustentado en la desigualdad y en la explotación. En el esquema neoliberal, que es una fase extrema del capitalismo, este sistema se ha convertido en la civilización de la desigualdad por excelencia.

No hay duda, en estas décadas neoliberales la cultura del individuo individualizado –como productor y consumidor- se ha extendido con mucha fuerza. No interesa solo desarmar las políticas neoliberales, algo indispensable por lo demás. Es urgente dar paso a una suerte de revolución cultural para reducir los efectos perversos del individualismo extremo y del consumismo depredador.

¿Cómo combinar los logros del “eurocentrismo” con saberes propios de nuestra cultura “ancestral”?

No confundir eurocentrismo con europeidad. El gran reto en este momento es cómo aprovechar todos los conocimientos disponibles. No podemos cerrarnos a los avances de la ciencia, especialmente la quántica y la relativista. Como pocas veces en la historia de la Humanidad la información y los avances tecnológicos han alcanzado niveles inimaginables hace solo pocas décadas. Hay que tener la capacidad para saber discernir cuál es la información relevante. El actual bombardeo mediático no es necesariamente positivo. La sobresaturación de determinada información, controlada y mediatizada por determinados grupos e intereses de poder transnacional o nacional, hace mucha de esa información inservible. La relativamente excesiva información oculta, consciente o inconscientemente, aquellas informaciones que realmente contribuirían a la liberación del ser humano.

El mundo se asemeja cada vez más a una suerte de medioevo tecnocrático. Reducidos grupos humanos concentran la riqueza y los avances tecnológicos manteniendo crecientes exclusiones sociales, en medio de insospechadas tensiones políticas y sociales, así como con un marcado deterioro ecológico. Siempre hay que tener presente que la tecnología per se no resuelve nada, no vivimos un problema tecnológico sino uno de tipo político estructural.

Sin negar para nada los veloces avances tecnológicos alcanzados en las últimas décadas y que nos seguirán sorprendiendo día a día, hay que tener presente que no toda la Humanidad accede por igual al mundo de la informática, por ejemplo. Todavía la mitad o más de habitantes del planeta, al empezar el nuevo milenio, no tenían contacto con un teléfono, no se diga con el internet. Y, de conformidad con estimaciones de especialistas, realizadas al finalizar el siglo XX apenas una de cada dos personas tendría acceso a la interconexión digital.

Esta constatación, sin minimizar el papel de las tecnologías de punta y su masiva difusión, nos remite al valor que tiene el papel y el lápiz como herramientas de liberación. Esto, adicionalmente, nos dice que muchos de los retos futuros siguen siendo los mismos de antaño y que la posibilidad de una Edad Media de alta tecnología, pero excluyente en extremo, es una posibilidad amenazadora en ciernes o quizás ya en pleno proceso de construcción...

Pero como todavía hay pueblos conscientes y personas críticas, hay como confiar en un futuro humano, de convivencia armónica con la Naturaleza. Una cosa importante es pelear en los espacios locales, y ayudar a que esos grupos que han manejado durante mucho tiempo una forma diferente de relación con el entorno, puedan hacerse cada vez más fuertes. Hay como seguir bregando para que la Humanidad no tenga que incursionar a través de esa pesadilla tecnológica totalitaria. Para lograrlo requerimos otros niveles de organización plural de las sociedades mundiales desde donde se podrá plantear con mayor claridad y profundidad soluciones globales. Y en ese campo el Buen Vivir o los Buenos Convivires son también una propuesta para toda la Humanidad.

Nota: Esta entrevista fue realizada inicialmente por Manuel Antonio Piedra, editor de Sophia. Luego la entrevista fue completada a fines del 2013. Ver versión inicial en http://www.revistasophia.com/index.php?option=com_content&view=article&id=707%3Ala-filosofia-desumak-kawsay&catid=41%3Aentrevistas&Itemid=65

tambien lo encuentras en : http://madalbo.blogspot.com/2014/01/entrevista-con-alberto-acosta-sobre-el.htmlhttp://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Pueblos_Indigenas/La_Filosofia_del_Sumak_kawsay_o_Buen_Vivir
Foto: Entrevista con Alberto Acosta sobre el Sumak Kawsay
"El Buen Vivir, en definitiva, es la búsqueda de la vida en armonía"

¿Qué es para Ud. una Filosofía de vida?
La Filosofía de vida es la sabiduría y la capacidad que tiene un pueblo y un individuo para relacionarse, caminar y valorar los principios y leyes constitutivas de la vida, es decir, de la naturaleza. Esto se cristaliza en una cosmovisión y una ideología que permite una conciencia social sobre su existencia y su realidad en un tiempo y espacio determinado. Es decir, en la forma de percibir y concebir el compromiso que tiene cada ser humano o colectivo consigo mismo, con la Humanidad y con la Naturaleza, como parte intrínseca de ella. Dentro de este contexto, todos tenemos algo que decir y algo que hacer para aprender a estar y fluir en la vida.

¿Qué es para Ud. el Sumak kawsay?

El sumak kawsay o Buen Vivir es una visión del mundo de los pueblos americanos y al mismo tiempo es una propuesta que surge desde los marginados de los últimos 500 años . Se plantea como una oportunidad para construir otro “sistema-mundo”, a partir del reconocimiento de los diversos valores culturales existentes en el mundo y del respeto a la Naturaleza. Esta concepción desnuda los errores y las limitaciones de las diversas teorías del llamado progreso y desarrollo. Desde diversos ángulos, no solo desde el mundo indígena, aparecen respuestas a las demandas no satisfechas por las visiones tradicionales de la modernidad.

Se ha llegado a una conclusión, no solo en Ecuador sino en varias partes del mundo, que el estilo de vida actual, pregonado y practicado por los países ricos y al que aspiran los países pobres, es insustentable e inviable en el mediano y largo plazo.

Cada vez vemos como con creciente fuerza aparecen problemas que están poniendo en riesgo la vida misma del ser humano en el planeta: los cambios climáticos y el calentamiento global son apenas una muestra de que no podemos seguir por la misma senda que provoca estos destrozos ambientales.

En ese contexto, creemos que hay que replantearse el estilo de vida mismo. Ese es el meollo del asunto. No podemos seguir por la vía del progreso tradicional, entendido como un proceso de acumulación permanente de bienes materiales. El objetivo no puede ser tener siempre cada vez más bienes materiales; como dicen los sabios andinos: rico no es aquel que tiene muchas cosas materiales sino el que tiene menos necesidades. En realidad no interesa cuantas cosas una persona pueda producir en su vida, sino cómo las cosas a las cuales tiene acceso esa persona van a hacer de su vida, una vida sabia. Esto conduce, por cierto, a un decrecimiento y a una redistribución de esas cosas acumuladas en pocas manos para conseguir una vida equitativa en términos familiares, nacionales y mundiales. Esto implica un cambio filosófico fundamental. Se pone en entredicho aquella idea de la Ilustración que se difundió con mucha fuerza desde hace más de dos siglos, a través de la cual se creía que el ser humano está obligado a dominar y controlar a la Naturaleza. Ya vemos que eso es imposible.

Desde esa perspectiva se propone el Buen Vivir andino o amazónico (sumak kawsay en kichwa; suma qamaña en aymara), sintonizando esta propuesta con otras propuestas más o menos similares provenientes de diversos sectores y regiones del planeta. El concepto del Buen Vivir no solo tiene un anclaje histórico en el mundo indígena, se sustenta también en algunos principios filosóficos universales: aristotélicos, marxistas, ecológicos, feministas, cooperativistas, humanistas...

Para entender lo que implica estos Buenos Convivires, que no puede ser simplistamente asociado al

“bienestar occidental”, hay que empezar por recuperar la filosofía y la cosmovisión de los pueblos y nacionalidades indígenas. Eso, de plano, no significa negar una forma propia de modernización, incorporando muchos y valiosos avances tecnológicos de la Humanidad. Es más, una de las tareas fundamentales recae en el diálogo permanente y constructivo de saberes y conocimientos ancestrales con lo último del pensamiento universal, en un proceso de continua descolonización del saber y el ser, para poder estar en la vida, siendo no más, como dice nuestra gente.

El Buen Vivir , en definitiva, es la búsqueda de la vida en armonía del ser humano consigo mismo, con sus congéneres y con la Naturaleza, y entendiendo que todos somos Naturaleza y que somos interdependientes unos con otros, que existimos a partir del otro. Buscar esas armonías no implica desconocer los conflictos sociales, las diferencias sociales y económicas, tampoco negar que estamos en un sistema que es ante todo depredador, como el capitalista. Por lo tanto, a diferencia del mundo del consumismo y de la competencia extrema, lo que se pretende es construir sociedades en donde lo individual y lo colectivo coexistan en complementariedad entre sí y en armonía con la Naturaleza, donde la racionalidad económica se reconcilie con la ética y el sentido común. La economía tiene que reencontrase con la Naturaleza, para mantenerla y no para destruirla, para retornar a su valor de uso y no al valor de cambio.

¿En las condiciones actuales, cómo ir más allá de un Buen Vivir que en cierto sentido se resume en el acceso a servicios básicos, un ambiente sano, etc. Y en este caso, cómo proyectar a Ecuador a una vida de este tipo?

El Buen Vivir no se resume en satisfacer las necesidades básicas y garantizar un ambiente sano, simplemente. Para empezar no se trata de emular los estilos de vida consumistas de los países ricos. Países por lo demás maldesarrollados en muchos ámbitos, como demuestra el gran sociólogo José María Tortosa. Lo que se propone con el Buen Vivir es organizar la vida de otra manera, a partir de otros principios, como son la complementariedad, la correspondencia, el consenso, la solidaridad, el respeto, la reciprocidad, la equidad, la simbiosis, la homeostasis... En definitiva son otras formas de percibir y organizar la vida en el continuum de la naturaleza y no en el capricho del ego humano. Ese es el gran reto que tenemos entre manos y que paulatinamente se transforma en el reto del mundo entero. La idea del Buen Vivir , de la vida en armonía, del paso atrás, tendrá que ser asumida por el mundo entero si no queremos poner en riesgo la vida del ser humano en el planeta.

Entonces, por qué no centrarnos en la búsqueda del Buen Vivir y evitar perder el tiempo en confrontaciones como las que se dan actualmente en los sectores políticos que detentan el poder. Eso lamentablemente no es posible, ante todo porque los conflictos y las confrontaciones son inherentes a una sociedad inequitativa, injusta desde sus raíces, como lo es la capitalista. Si tenemos un grupo muy reducido de la población que aglutina la mayor parte de los beneficios de la economía, como resultado de un modelo que no es sustentable ni económica ni ambientalmente, se van a dar confrontaciones y enfrentamientos. Ese no es el problema de fondo.

El problema es que muchas de esas confrontaciones pueden ser estériles cuando no están dentro de una propuesta estratégica de acción para producir una transformación realmente estructural. Confrontaciones verbales sin políticas y acciones concretas no ayudan a procesar un cambio de la modalidad de acumulación y del patrón de decrecimiento y redistribución de la riqueza. Si dicho patrón no es afectado, los ricos seguirán siendo cada vez más ricos. Los pobres pueden en algunos casos mejorar sus condiciones de vida gracias a una serie de ejercicios clientelares del Estado, pero seguirán marginados y dependientes. Si no se cambia el modelo de acumulación extractivista y se afecta la excesiva concentración de la riqueza no se cambiará la realidad. El productivismo no acaba con la pobreza más bien la acentúa a mediano plazo, como vemos con la crisis europea actual. Los discursos no son suficientes. Se requieren acciones concretas y sobre todo coherentes. Y muchas de esas acciones hacen falta todavía en el Ecuador.

¿Bajo las actuales condiciones políticas, qué posibilidades existen de llegar a

un Estado de bienestar?

Aclaremos que con el Buen Vivir no se pretende construir un Estado de bienestar. La preocupación central no es solo acumular para entonces distribuir. Para entender lo que implica el Buen Vivir , que no puede ser simplistamente asociado al “bienestar occidental”, sino el tener otra noción de la riqueza y la pobreza, entendiendo que la riqueza es el equilibrio natural y la pobreza es su alteración. En las sociedades indígenas, sin tratar de idealizar lo que allí sucede, no existe, por ejemplo, el concepto acumulador de desarrollo, ni de pobreza en los términos convencionales. Es más, el concepto de desarrollo viene aparejado a un índice de pobreza medido por lo material, es inconcebible como la Humanidad se dejó manejar por el mercado.

En su opinión, ¿hay una alternativa a este tipo de civilización en la que vivimos actualmente?

Dentro del sistema capitalista definitivamente no hay alternativa. Se pueden resolver algunos problemas, pero las grandes inequidades económicas, sociales y ambientales son en esencia propias de este sistema. Los valores fundamentales del capitalismo se nutren de la desigualdad, de la inequidad, de la explotación de la mano de obra y de la Naturaleza. Entonces, mientras no se supere este sistema será imposible resolver los problemas de fondo. Pero tampoco hay remedio, ya sabemos que si seguimos en el mismo ritmo de acumulación capitalista el mundo va a ser insuficiente y va a colapsar. Más nos vale entender y ayudar a que esas nuevas maneras de mirar al mundo tengan un proceso poco traumático.

Por eso no podemos cruzarnos de brazos y esperar que el capitalismo colapse para recién entonces ponernos a trabajar. El reto, ahora y no mañana, es comenzar a producir cambios desde dentro del mismo capitalismo. Eso ya lo están haciendo, desde hace mucho tiempo atrás, muchas comunidades indígenas y en la actualidad también los denominados grupos anti-sistema que están viviendo un nuevo mundo, una nueva sociedad, y paralelamente accionando políticamente para dar salidas a la crisis y por ende salir del capitalismo y el eurocentrismo.

No vamos a salir del capitalismo de la noche a la mañana. No lo vamos a superar por decreto. La tarea es introducir los cambios necesarios y posibles, incluso creando las condiciones para que estos cambios sean cada vez más radicales, pero conscientes que las grandes transformaciones se lograrán cuando se supere el sistema capitalista.

El camino será largo. Pero habrá que transitarlo. Y para lograrlo hay que desatar un verdadero proceso de democratización en todos los ámbitos de la vida del ser humano. Siempre más democracia, nunca menos. Es fundamental entender que si el proceso de construcción no es democrático y consensuado, el resultado tampoco lo será. Si se aplica un estilo de política autoritario, el resultado tendrá rasgos autoritarios, como el que vive el Ecuador con el correísmo.

Dentro de esta perspectiva ¿Por qué el desarrollo sustentable es una trampa del capitalismo?

Porque no se cuestiona al capitalismo y solo se pretende mejorarlo, es la idea de salir de un capitalismo salvaje por uno verde o sustentable, lo cual es un eufemismo, pues el capitalismo nunca podrá ser sustentable per se. La idea del desarrollo sustentable se asienta en un concepto básico, que intrínsecamente es cuestionable. No se puede asumir el desarrollo como un proceso permanente de acumulación material de bienes. Tener cada vez más bienes materiales, como símbolo de progreso y bienestar, es un espejismo inalcanzable para todos los habitantes del planeta. Es más, cada vez es mayor la brecha entre los que tienen todo y les sobra todo, pero quieren siempre más, y los que ansían conseguir aunque sea la migajas de ese todo.

En la actualidad ya es ampliamente aceptado que ese concepto del desarrollo no tiene futuro. Se habla de posdesarrollo. Esto no debe conducirnos a bajar la guardia, menos aún a tolerar que un grupo reducido de la población mundial, que no llega al 20 por ciento, siga acumulando y destrozando las bases de la vía, mientras el resto frena sus aspiraciones de mejorar su calidad de vida para no afectar los equilibrios ecológicos y sociales globales.

No tenemos y no podemos en realidad aspirar a tener el estilo de vida de los países más ricos, por el contrario ellos tienen que decrecer para equilibrarse material y espiritualmente como personas, pues ya vemos las graves limitaciones psicológicas en que viven. Pero si tenemos la obligación de mejorar las cualidades de vida, que no son de cantidades como el estilo de vida de vida occidental sino de calidades y calideces. En los países ricos es cada vez más imperiosa una revisión estructural de sus estilos de vida; ya no cuenta tanto la eficiencia como la suficiencia.

Con el Buen Vivir se pretende buscar opciones de vida digna y sustentable, que no representen la reedición caricaturizada del estilo de vida occidental y menos aún sostener estructuras signadas por una masiva inequidad económica, social y ambiental.

La gran mayoría de la población, condenada sistémicamente a la exclusión e incluso a la pobreza, sobre todo en la grandes urbes, no reflexiona sobre estas cuestiones. Por el contrario, sin preguntarse si es o no posible y conveniente, bombardeada con masivos mensajes que predisponen al consumo, aspira permanentemente a vivir con los niveles de vida que tienen esos grupos acomodados a nivel mundial y nacional. Parecería que a los pobres se les hubiese incorporado en la cabeza un chip consumista de aspiraciones elevadas, pero que no puede cumplirlas por carecer de los recursos para financiarlas o porque, si esto se produjera masivamente, se ahondarían los problemas ambientales globales…

El gran reto de la Humanidad es cómo procesamos una nueva forma de organizar la vida, reconociendo los límites naturales y asegurando una sustantiva y sustentable decrecimiento de los grupos enriquecidos y estabilizando las cualidades de vida los grupos empobrecidos.

¿Este tipo de mentalidad se debe en gran medida a modelos culturales impuestos por las grandes potencias?

No me atrevería a cargar las culpas en términos maximalistas. Sin embargo, la cultura actual es un producto del sistema capitalista y del eurocentrismo (que no es ser antieuropeo). Este sistema, esta civilización, tal como lo entendía el economista austríaco Joseph Schumpeter, es un sistema de valores sustentado en la desigualdad y en la explotación. En el esquema neoliberal, que es una fase extrema del capitalismo, este sistema se ha convertido en la civilización de la desigualdad por excelencia.

No hay duda, en estas décadas neoliberales la cultura del individuo individualizado –como productor y consumidor- se ha extendido con mucha fuerza. No interesa solo desarmar las políticas neoliberales, algo indispensable por lo demás. Es urgente dar paso a una suerte de revolución cultural para reducir los efectos perversos del individualismo extremo y del consumismo depredador.

¿Cómo combinar los logros del “eurocentrismo” con saberes propios de nuestra cultura “ancestral”?

No confundir eurocentrismo con europeidad. El gran reto en este momento es cómo aprovechar todos los conocimientos disponibles. No podemos cerrarnos a los avances de la ciencia, especialmente la quántica y la relativista. Como pocas veces en la historia de la Humanidad la información y los avances tecnológicos han alcanzado niveles inimaginables hace solo pocas décadas. Hay que tener la capacidad para saber discernir cuál es la información relevante. El actual bombardeo mediático no es necesariamente positivo. La sobresaturación de determinada información, controlada y mediatizada por determinados grupos e intereses de poder transnacional o nacional, hace mucha de esa información inservible. La relativamente excesiva información oculta, consciente o inconscientemente, aquellas informaciones que realmente contribuirían a la liberación del ser humano.

El mundo se asemeja cada vez más a una suerte de medioevo tecnocrático. Reducidos grupos humanos concentran la riqueza y los avances tecnológicos manteniendo crecientes exclusiones sociales, en medio de insospechadas tensiones políticas y sociales, así como con un marcado deterioro ecológico. Siempre hay que tener presente que la tecnología per se no resuelve nada, no vivimos un problema tecnológico sino uno de tipo político estructural.

Sin negar para nada los veloces avances tecnológicos alcanzados en las últimas décadas y que nos seguirán sorprendiendo día a día, hay que tener presente que no toda la Humanidad accede por igual al mundo de la informática, por ejemplo. Todavía la mitad o más de habitantes del planeta, al empezar el nuevo milenio, no tenían contacto con un teléfono, no se diga con el internet. Y, de conformidad con estimaciones de especialistas, realizadas al finalizar el siglo XX apenas una de cada dos personas tendría acceso a la interconexión digital.

Esta constatación, sin minimizar el papel de las tecnologías de punta y su masiva difusión, nos remite al valor que tiene el papel y el lápiz como herramientas de liberación. Esto, adicionalmente, nos dice que muchos de los retos futuros siguen siendo los mismos de antaño y que la posibilidad de una Edad Media de alta tecnología, pero excluyente en extremo, es una posibilidad amenazadora en ciernes o quizás ya en pleno proceso de construcción...

Pero como todavía hay pueblos conscientes y personas críticas, hay como confiar en un futuro humano, de convivencia armónica con la Naturaleza. Una cosa importante es pelear en los espacios locales, y ayudar a que esos grupos que han manejado durante mucho tiempo una forma diferente de relación con el entorno, puedan hacerse cada vez más fuertes. Hay como seguir bregando para que la Humanidad no tenga que incursionar a través de esa pesadilla tecnológica totalitaria. Para lograrlo requerimos otros niveles de organización plural de las sociedades mundiales desde donde se podrá plantear con mayor claridad y profundidad soluciones globales. Y en ese campo el Buen Vivir o los Buenos Convivires son también una propuesta para toda la Humanidad.

Nota: Esta entrevista fue realizada inicialmente por Manuel Antonio Piedra, editor de Sophia. Luego la entrevista fue completada a fines del 2013. Ver versión inicial en http://www.revistasophia.com/index.php?option=com_content&view=article&id=707%3Ala-filosofia-desumak-kawsay&catid=41%3Aentrevistas&Itemid=65

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