HORA 25 ENTREVISTA A PABLO VILLEGAS, AUTOR DE “GEOPOLÍTICA DE LAS CARRETERAS Y EL SAQUEO DE LOS RECURSOS NATURALES”
(Hora 25).- Pablo Villegas es autor del libro “Geopolítica de las carreteras y el saqueo de los recursos naturales”, publicado por el CEDIB, una obra necesaria para comprender el proceso de recolonización de Bolivia y Latinoamérica en este tercer milenio. En la siguiente entrevista con Hora 25 (*), el investigador detalla el proceso de recolonización que vive el país por Brasil. Con un agudo análisis, escapa de las tradicionales investigaciones y opiniones a las que nos tienen acostumbrados los “librepensantes” cobijados por los medios tradicionales.
P. ¿Cuál es la importancia de la categoría Geopolítica para analizar la situación neocolonial de Bolivia? Mencionas en tu libro el Tratado de 1904 y el Plan de Petrópolis como hitos de una configuración neocolonial del país.
R. Geopolítica es quién controla el territorio; y el que lo controla decide cómo se usa y a quién pertenece; o sea que no es sólo cuestión de economía sino también de guerra y de paz. La historia de Bolivia lo confirma trágicamente. La geopolítica ayuda a entender el contexto en que el país se encuentra más allá de sus fronteras, esto es justamente para enfrentar la situación colonial. Es un concepto que se aplica en el orden internacional.
Pero hay quienes lo usan en el orden exclusivamente interno, -hasta provincial diríamos- y les importa un comino las cuestiones internacionales. Ese uso le han dado las oligarquías nacionales para el control interno del territorio, para apagar la resistencia social. En el fondo eso es la Doctrina de la Seguridad Nacional. Se identifica el peligro interno, sea un sector social, un grupo o persona y se lo acusa de amenazar la existencia del país, y así se justifica cualquier abuso, cualquier pisoteo de la legislación, porque se supone que estás salvando la patria.
De ahí vienen las desapariciones, las torturas, etc. Por eso es alarmante que el gobierno considere que el camino del TIPNIS es la medida geopolítica más importante del último medio siglo, porque esto hace que la resistencia de los pueblos del TIPNIS se conviertan en el problema geopolítico de Bolivia, en una amenaza para el país o para su desarrollo que es lo mismo. Con ese pensamiento no es raro que el gobierno se haya sentido justificado para cometer todas las fechorías que cometió -y claro- si va a continuar con esto, va en el mismo camino de la doctrina de seguridad nacional y es mejor que nos preparemos para algo peor.
Esta es la geopolítica de las pulgas. ¿Qué geopolítica pueden tener las pulgas si ellas van a donde las lleva el perro? Es también la geopolítica de los que llamamos presidentes progresistas, con sus discursos antiimperialistas, antineoliberales, no son más que las pulgas hablando mal del perro. Por más que lo hagan, ellas van donde las lleva y este es un perro capitalista. Esa es la realidad pero no debe desanimarnos, porque la verdad es el mejor suelo para construir por más dura que sea, en cambio construir sobre mentiras, sobre ilusiones, es para que nuestro propio techo se caiga sobre nosotros.
La geopolítica tiene también importancia para entender el pensamiento porque es ahí donde se producen los peores efectos. Un ejemplo es el caso de los ferrocarriles del tratado de 1904, que eran parte de nuestra derrota, pero hoy todavía hoy mucha gente cree que fueron una compensación, y esto se ha convertido en una forma de pensamiento, porque aun hoy no falta quien siempre este tratando de verle el factor “compensación” a todas las imposiciones de que somos víctimas.
Carlos Montenegro dice que para destruir un país es clave liquidar en su gente el sentimiento de su vinculación al “todo nacional”. El 2008 estábamos a punto de dividirnos como país por problemas regionales que fueron hábilmente aprovechados por el imperio y las trasnacionales petroleras, la visión de país se debilitó terriblemente, desde entonces quedó cada uno aferrado a su región, reclamando “sus regalías” y su autonomía para rifar “sus recursos naturales”. Pero felizmente vino la 8va marcha del TIPNIS, y entonces todos, sin importar “nuestra región” de origen hicimos del TIPNIS una cuestión nacional; tal vez ahí ha comenzado un nuevo proceso, una nueva forma de pensamiento.
P. Mencionas el Tratado de 1904 y el Plan de Petrópolis como hitos de una configuración neocolonial del país.
R. Sí, se trata de un hito en la imposición de un modelo económico. Por tanto, sus consecuencias van más allá que una simple usurpación territorial, se trata de un modelo de desarrollo para decirlo en términos usados actualmente, un modelo que deriva de la colonia. Es importante entender que el problema marítimo no se explica por los chilenos malos, los bolivianos buenos y los peruanos maricones, como nos enseñaron desde niños. Esas ideas nos impusieron las oligarquías para encubrir sus consabidos amoríos con Chile contra Perú, como los de Arce y Montes, y que también tuvieron lugar recientemente, cuando el gobierno actual se parcializó abiertamente contra Perú cuando este presentó su demanda contra Chile en la Haya.
Los tratados de 1904 y de Petrópolis son parte de una época en que el capitalismo rebalsa sus fronteras nacionales y se torna en imperialismo, iniciando una recolonización que llega mucho más profundo y lejos que el viejo colonialismo. El uso del término imperialismo no es necesariamente marxista, también los filósofos estadounidenses de las invasiones de Irak y Afganistán entre otros, lo utilizan. Este rebalse o imperialismo da lugar a una reconfiguración de fronteras y lógicamente a la resistencia social. Una de las formas más importantes que tomó fue una larga serie de movimientos milenarios.
Lo del Pacífico y el Acre es parte de este avance del imperialismo, es parte de la misma época; específicamente por su dependencia del mercado internacional, el mercado de materias primas del nuevo capitalismo. No es un fenómeno solo de las partes fronterizas sino también interno, por ejemplo la conquista y reparto de las tierras de la Amazonia y del Chaco a gente de la oligarquía y a las transnacionales en el siglo pasado es parte de esa conquista, a la cual se lanza la oligarquía con su respectivo régimen de tierras, hecho a su medida, para participar del negocio mundial de los recursos naturales llegando al extremo de utilizar el territorio nacional como un recurso de capital. Este uso se convirtió en una forma de pensamiento con Aramayo, -un hombre célebre entre esos vendepatrias que llamamos cancilleres-, quien dijo que para solucionar el problema geográfico de Bolivia había que desechar formas extremas de patriotismo. Con eso se refería a los que se oponían a la entrega de los recursos naturales y de territorio.
Se trata de un modelo económico -“modelo de desarrollo” como se llama hoy- caracterizado por la producción de materias primas para su exportación; modelo cuya importancia se sobrepone a cualquier otro objetivo nacional, e históricamente ha estado detrás de la inestabilidad institucional y democrática, y la violencia, aparte de la pobreza. Eso no quiere decir que para resolver las injusticias cometidas contra Bolivia en cuestión territorial tengamos primero que cambiar el modelo y después negociar. Pero la hegemonía de este modelo en nuestras relaciones internacionales implica que el sector privado, las trasnacionales y las potencias extranjeras tienen una influencia que pretende volcar estas relaciones a su favor y lógicamente en contra del pueblo boliviano. Por ejemplo, los intereses en energía de la mina San Cristóbal fueron un factor que reavivaron las relaciones con Chile, otro factor fue el proyecto de exportación de gas por ese país, todo relacionado con intereses privados.
Así también las necesidades de tropas extranjeras para apoyar la ocupación de Haití iniciada por los EE.UU. llevaron a Bolivia a poner este asunto como parte de las relaciones con Chile en el marco de la Agenda de los 13 puntos. Algo similar ocurre en las relaciones entre Perú y Chile. Por eso es importante que los pueblos latinoamericanos comprendan que la integración va a progresar solo cuando el pueblo de cada país agarre a su oligarquía nacional y la ponga en su lugar.
P. ¿Por qué hablas que estos acuerdos profundizaron el regionalismo en Bolivia?
R. Porque desintegraron al país, y en las zonas que quedaron marginadas y arruinadas como el Chaco y Santa Cruz, se creó un resentimiento contra las áreas que “progresaron”, en vez de que cundiera socialmente la comprensión del origen del problema, en vez de que se viera que las nuevas regiones también estaban siendo saqueadas y que las diferencias internas, que iban surgiendo, eran consecuencia del sometimiento a la economía de enclave, que es el modelo primario exportador, hoy llamado extractivista.
Los EE.UU., sus aliados y las oligarquías regionales siempre han achacado el regionalismo a las condiciones naturales, al aislamiento natural. Sin embargo el concepto de región con zonas ecológicamente homogéneas como el Chaco o Santa Cruz es moderno. Antes de la colonia, en zonas extensas estaban diferentes pueblos entrecruzados entre sí y con sus territorios o áreas de influencia entrecruzados a lo largo de varios pisos ecológicos; ¿en esas condiciones podía caber ese concepto de región ecológicamente homogénea? Esto es que el concepto de región corresponde a las condiciones de la época. No es un concepto que depende de la naturaleza, principalmente, y que por tanto sería invariable, sino que depende de lo económico y social. Veamos por ejemplo, que una de las características centrales del regionalismo es el resentimiento de una región contra otra (o contra el estado central) por la distribución de recursos.
Las desigualdades regionales son parte de la economía de enclave. Esta economía hace “progresar” la zona donde opera hasta que un día la deja en ruinas y se va a hacer “progresar” otro nuevo enclave; y entonces contra este se resiente la región que queda abandonada, como Sucre contra La Paz; La Paz contra Santa Cruz, etc. El problema es que con este modelo, -diferencias más, diferencia menos-, Bolivia como país ha quedado atrás de toda Latinoamérica, excepto Haití, pero Haití es un país ocupado.
Desde que surgió la demanda de autonomías el 2008, nos preguntábamos si querían autonomía para cambiar el modelo económico o si sólo se trataba de la vieja pelea por el reparto de las migas que nos deja la exportación de materias primas; y la misma pregunta hay que hacerse ahora cuando se están redactando los estatutos autonómicos, ¿van a cambiar el modelo o seguimos con lo mismo?
Con estos antecedentes, podemos decir que el regionalismo es una manifestación del subdesarrollo y este tiene tal gravedad para Bolivia que ya es una cuestión del derecho a la vida, porque nuestra esperanza de vida es de 13-14 años menos que en Chile, Costa Rica y Cuba, y eso ya no deja lugar a las palabritas sofisticadas de los expertos, o a la búsqueda de los lados positivos de los problemas que nos aquejan porque esto ya es cuestión de vida o muerte.
Volviendo a los acuerdos como el de 1904, -recordando la época en la que se dan- estos muestran que el capitalismo, (más propiamente imperialismo) contradice constantemente el concepto de país con la soberanía que un país implica. Esto, porque los mercados internacionales son siempre inestables, y por tanto, no pueden soportar que los recursos naturales pertenezcan sin excepción a esas entidades tan estables como son los países, porque los mercados requieren que los territorios se adapten a su caos. Pero si esto fuera posible los países se harían y desharían de acuerdo a las variaciones de los precios de materias primas, a las demandas que mueren y a las nuevas, a la caída y al surgimiento de mercados y eso no es posible porque no habría paz que dure.
Pero el objetivo de sustituir a los Estados o a los países ha sido declarado en los tiempos del embargo petrolero, cuando Rockefeller dijo que había llegado el momento de que un grupo de intelectuales y banqueros gobiernen el mundo y reemplacen a los Estados nacionales. En esa época se formó la Trilateral, una entidad que reúne a los ricachones más poderosos de Europa, Norteamérica y Japón. En realidad es ahí donde se gesta el neoliberalismo con todo su paquete, incluyendo cuestiones geopolíticas, sociales y culturales.
Rockefeller dijo aquello en un momento en que cunde el consenso de que la economía de las trasnacionales se había tornado más importante que las de los países. Hoy hasta CNN lo dice, -como algo positivo claro-, pero a nosotros debería preocuparnos. Entonces ¿qué puede sustituir a los estados/país? Una cosa es lo que ocurrió recientemente con Yugoslavia, que se disgregó en un montón de mini países, pero también están las nuevas formas de territorialidades, formas más sutiles que la anterior, por ejemplo, los acuerdos de minería trasfronteriza; de mercado energéticos transfronterizos y la regiones descentralizadas como se conciben en el marco de la IIRSA, es decir, desprendidas de sus soberanías nacionales dando prioridad a sus características exportadoras y a los mercados internacionales; todo esto es tratado en el libro.
P. ¿Plan Bohan, TIPNIS, son partes del mismo proceso de neocolonización de Bolivia?
R. El TIPNIS es parte de una franja, -la franja que corre al este de Los Andes cuya colonización era parte del Plan Bohan y de posteriores planes de colonización como el de traer racistas sudafricanos a las zonas de Rurrenabaque-Isiboro Sécure en los años 70. A esto se suma el Chapare que es también consecuencia del neoliberalismo y el incremento del narcotráfico.
Entonces tenemos una mancha deforestada que avanza desde el sur, otra desde el norte y la tercera desde el Chapare, al medio está el TIPNIS. El móvil de la cooperación estadounidense a la colonización era básicamente satisfacer los mercados internacionales, -incluyendo el de narcóticos que fue estimulado por la CIA en EE.UU.- y estos mercados llevan como siempre a la población a asentarse y trabajar para dar de comer a esa ese mercado internacional, allí donde a éste le conviene, quedando medioambiente, salud pública, y toda consideración de importancia nacional fuera de eso que se llama costos de producción.
Para ser precisos, los planes de colonización vienen de fines del siglo 19, y estaba previsto colonizar con la raza blanca, pero los falso-blancos bolivianos no lograron convencer a los blancos verdaderos de Europa. Luego vino el Plan Bohan y fueron los norteamericanos que hicieron posible la colonización. Se la hizo pero ya con la población de las tierras altas liberada por la reforma agraria, e ignorando a los dueños de las tierras bajas, que antes se llamaban silvícolas. Los colonizadores en la historia, aunque también fueran pobres, muchas veces sirvieron de grupo de choque para desplazar a los silvícolas o como se los llame a los antiguos pobladores del territorio de colonización, como ocurrió en Brasil de una forma sangrienta. Este el rol al que se pretende empujar a los colonizadores bolivianos, por eso en el caso del TIPNIS sostengo que la carretera sólo nos conduce al enfrentamiento entre pobres y al fin de cuentas a la caída de las Áreas Protegidas y los territorios indígenas. ¿Quién se beneficiará con esto? Es simple, a partir de los anuncios del gobierno, de sus acciones y de sus leyes en proyecto, concluyo que esto es para entregar esa franja de los Andes a las trasnacionales.
Esa afirmación la fundamento debidamente en el libro. Hay que aclarar que esta agresividad contra los indígenas es parte de una corriente internacional, lo mismo hizo Alan García en Perú, lo mismo es en Colombia, por ejemplo. La diferencia es sólo de grado. Pero ojo que no hay que satanizar a los colonizadores, porque como sector social, ellos han sido atrapados por grandes fuerzas económicas fuera de su control, y que ahora los manipula políticamente.
Si cae el TIPNIS seguramente se beneficiará una elite pero quién sabe si al resto de cocaleros no les toca otra suerte, como en décadas pasadas. O sea que el TIPNIS tiene en sus antecedentes el plan Bohan, y otros planes pero también en la actualidad esta nueva ofensiva del capital sobre los recursos naturales que está llegando a los últimos rincones, a las zonas más aisladas e inaccesibles que es justamente donde se mantuvieron los pueblos indígenas.
Esto es que a pesar del paso del tiempo el Plan Bohan y el neoliberalismo (y si vamos más atrás el 1904) nos siguen cobrando su tributo en conflictos sociales, ahí tenemos los problemas regionales, el TIPNIS y la colonización. El tributo es a menudo el sacrificio de lo que se llama “sectores minoritarios” acusados de oponerse al desarrollo. A los indígenas los masacraron de tiempo en tiempo y ahora los están liquidando como pueblos. Pero no son solo los indígenas, los mineros eran también un sector minoritario y lo liquidaron, y así también pasa con los jubilados, los maestros, los médicos, etc… El resultado es que con las derrotas de esos sectores minoritarios perdemos todos porque esas minorías somos todos cayendo derrotados uno por uno. Eso es que lo del TIPNIS no es sólo una cuestión indígena sino nacional; el pueblo parece haberlo entendido de esa manera al movilizarse a nivel nacional como lo hizo en torno a la 8va Marcha.
Hegemonía del Brasil
P. ¿Qué es la IIRSA y cómo se configura históricamente este proyecto?
R. La IIRSA es una red de transporte, energía y telecomunicaciones que se dirige hacia las fuentes de materias primas y de ahí a la exportación extracontinental. Pero es erróneo pensar que los caminos son sólo caminos, sin importar dónde y cuándo se construyen, porque con este pensamiento uno puede llegar a creer que éste o aquel camino de todos modos lo habrían construido la gente de la derecha o la de izquierda, como si los caminos fueron entidades a-históricas, a-económicas. La IIRSA entonces es la columna vertebral del neoliberalismo; es parte de un modelo económico opuesto a la industrialización; parte de un modelo de integración comercial que es el de las trasnacionales, no el de los pueblos.
Su ejecución tuvo que ser asumida por los gobiernos nacionales porque el capital privado no lo hizo como se esperaba, pero eso no cambió su carácter de estar al servicio del sector privado, como todo el resto de infraestructuras, incluyendo también la energética. Los Estados asumen las deudas por su construcción pero las ganancias por construirlas, administrarlas y utilizarlas deben beneficiar a las empresas privadas. Debido a su extensión y al modelo económico que la sustenta, sus impactos no perjudican sólo a los indígenas y al medio ambiente. Sus impactos son nacionales y regionales, y debería servirnos para entender que nuestro destino va unido al de los países vecinos.
El primer impacto de IIRSA es que se sobrepone a las necesidades nacionales de transporte y comunicación; los corredores de exportación se ponen por encima de lo nacional. Las necesidades de los productores de Brasil están por encima de los productores nacionales. Sin embargo, no se trata sólo del paso de una carretera, sino de que nosotros nos endeudamos pagando la construcción de la carretera y manteniéndola, y los que la transitan un día se hacen de las tierras a lo largo del camino, conquistan los mercados internos, y terminan interviniendo en política interna; lo mismo que sucedió con los ferrocarriles impuestos por los tratados de 1904 y Petrópolis. Pero además, viene el impacto general en la economía nacional, que es la entrega de nuestros recursos naturales y el sometimiento de toda la economía nacional a las necesidades de la producción de materias primas.
Por otra parte la IIRSA tiene un impacto en la democracia, no solo porque es inconsulta sino porque se sobrepone a las instituciones nacionales (gobierno, parlamento, etc.), porque estas tienen que elegir entre los acuerdos internacionales que vienen como parte del paquete o su pueblo y ya sabemos cuál eligen. También es necesario aclarar que con el paso de IIRSA a COSIPLAN el proyecto no ha cambiado su carácter, siguen los mismos planes y la misma gente.
P. Explícanos en qué consiste el Complejo Río Madera.
R. Es un viejo plan brasilero que como otros muchos viene a integrarse a la IIRSA. Aunque no figura entre sus proyectos económica y estructuralmente es parte de la misma. El Complejo consta de tres partes principales:
- La construcción de una hidrovía de 4.200 km. De largo, que con núcleo en el río Madera conectará las hidrovías de las cuencas del Orinoco, del Amazonas y del Plata;
- Cuatro represas hidroeléctricas con exclusas para la navegación, dos en el Brasil, una en aguas boliviano-brasileras, y otra en Cachuela Esperanza, en el interior de Bolivia; y
- Una línea de transmisión de 2.500 km.
La parte hidrovía permitirá la integración de la región Perú–Bolivia–Brasil; la integración interoceánica Atlántico–Pacífico. La vía se conectará a Puerto Maldonado en el Perú por el Madre de Dios (Bolivia) y de ahí con el eje Perú–Brasil. Por el otro lado se conectará por Puerto Villarroel, sobre el Mamoré, al eje interoceánico. El área de influencia del proyecto es sobre todo territorio boliviano y territorio que antes de la guerra del Acre fue parte de Bolivia. Su función es sobre todo el traslado de la producción agroindustrial brasilera al Pacífico y la generación de electricidad destinada sobre todo a grandes proyectos extractivos. Es el uso de la energía para subvencionar al capital invertido en esas actividades.
Aparte de las vías de comunicación, el proyecto ha estimado, a lo largo de la hidrovía Madera–Iténez en Bolivia un potencial de 8 millones de hectáreas para el cultivo de soya. Varios autores, Marco Rivera entre ellos, han manifestado que tal superficie de tierras con aptitud agrícola no existe en el país, lo que quiere decir que se forzarán las aptitudes naturales del medio ambiente y las consecuencias las sufriremos nosotros.
El proyecto evitará una distancia de 3600 millas náuticas que actualmente recorre la soya brasilera para llegar a los mercados del Asia. El año 2006, se calculaba que este acortamiento de la ruta generaría un ahorro de 30 dólares por tonelada transportada, algo muy importante para la competitividad del producto dada su composición de costos y el objetivo del Brasil de convertirse en el primer productor del mundo. Más tarde se sumó la cuestión de los agrocombustibles que vino a dar un impulso extra a la agroindustria.
El proyecto del Madera ha tenido también un enorme impacto en la política económica del gobierno, porque esta se conformó en las negociaciones del Madera y la nacionalización de los hidrocarburos con Brasil. De allí surgió un amplio espectro de acuerdos, desde los militares, donde Bolivia reconoce la ocupación de Haití, hasta los de infraestructura, energía y política agraria, que le dieron a Brasil la hegemonía sobre Bolivia.
Nacionalización e industrialización
P. ¿Cómo analizas la “nacionalización” de los hidrocarburos del Gobierno del MAS y qué buscan las transnacionales petroleras en Bolivia?
R. El análisis debe partir de qué es nacionalización. Nacionalización no es solo un cambio patrimonial, sino el ejercicio mismo por parte del Estado de la actividad en cuestión que por su carácter estratégico y social no puede estar en manos del sector privado. Aquí, en Bolivia, lo único que se ha hecho es gritar en el papel que los hidrocarburos son nuestra propiedad. Si eso es nacionalismo tendríamos que decir que fue Carlos Mesa quien nacionalizó porque anuló aquel decreto de Goni que daba la propiedad de los hidrocarburos en boca de pozo a las trasnacionales, pero sería ridículo reducir a eso la nacionalización. ¿De qué me sirve tener el título de propiedad de un lote si ese lote está ocupado por un intruso que lo explota y me ha hecho dependiente de las limosnas que me da para comer?
¿Cuál fue realmente el producto de la tal nacionalización? Fue la elevación de las contribuciones de las trasnacionales, el IDH. ¿Y qué fue del IDH? ¡Una gran parte se destina a importar combustibles! Eso es lo que queda de ese glorioso movimiento que culminó en octubre de 2003.
Con la proporción de la producción y reservas que tienen las trasnacionales, -más del 80%- el gobierno está prácticamente en sus manos por más que los papeles digan a gritos que los hidrocarburos son nuestros, y si las trasnacionales quieren parar, el gobierno no tiene hidrocarburos propios suficientes para resistir porque no tiene una empresa que pueda hacerles frente. Eso se vio con el gasolinazo, el gobierno cayó en sus manos y por eso salió a convencernos de que las pobrecitas transnacionales estaban atravesando muchas dificultades y era necesario garantizarles beneficios.
El caso de los combustibles nos está mostrando que no hay nacionalización sin industrialización. La nacionalización busca apoderarse del valor que se genera más allá de la simple venta de la materia prima, el que se da en el proceso de industrialización, es ahí donde está el verdadero negocio. Busca además construir una base industrial capaz de sustentar en los hechos una política económica nacional independiente, lo que incluye que sea capaz de soportar un bloqueo, pero actualmente ni siquiera producimos suficientes alimentos para nosotros.
La corrupción surgida en torno a la tal nacionalización muestra también que no hay nacionalización asociándose a las trasnacionales. La corrupción en el gobierno en el rubro de hidrocarburos surgió en actos vinculados a los negocios con el sector privado, en especial con las trasnacionales; ahí tenemos los petrocontratos y el caso Ramírez, entre otros.
Al imperio no le agrada las nacionalizaciones pero ojo, que si no las puede evitar, lo que quiere es que de todos modos le sigamos vendiendo la materia prima, pero por esa vía resultamos en una situación parecida a la de los cooperativistas mineros que venden su mineral a las grandes empresas y éstas quedan libres de la incomodidad de producir ellas mismas con una empresa propia. La política aplicada por el gobierno es exactamente la que los norteamericanos postulan para las empresas nacionales, en pocas palabras, que contribuyan al saqueo de los recursos y que se pongan al servicio de las trasnacionales y de los mercados internacionales. Así es que si no industrializamos y seguimos vendiendo materia prima, no somos gran molestia para el imperialismo.
P. ¿Y qué buscan las transnacionales petroleras en Bolivia?
R. En cuanto a lo que quieren las trasnacionales en Bolivia, -aparte de lo dicho anteriormente- es apoderarse del mercado interno, y para ello exigen que los precios se liberen y se fijen según estándares internacionales, que es lo que iba a pasar con el gasolinazo. No quieren la industrialización pero sí que se continúe dando preponderancia a la producción de materia prima para la exportación; quieren que bajen o desaparezcan los impuestos y regalías pero que se les de incentivos; que se cree entidades paralelas a YPFB o descentralizadas, hasta despojarla de la efectividad que requiere para ejercer la propiedad de los hidrocarburos por cuenta del Estado.
P. ¿Por qué afirmas que la exportación colonial de minerales es superada por la actual exportación de minerales?
R. Lo dicen las cifras; el saqueo colonial de metales preciosos en América Latina entre 1503 y 1660, en 157 años, habría sido de unos 185 mil kilos de oro y unos 16 millones de kilos de plata (ODG, 2006); pero en estos tiempos, sólo el año 1995 la producción de oro fue de 255.000 kilos. En Bolivia, país muy conocido por la plata y por Potosí, sólo el año 2010 se extrajeron 1.259.388 kf. Esto quiere decir que en sólo 12,7 años, Bolivia igualará la suma que se extrajo de toda Latinoamérica durante la colonia.
En estas condiciones, continuar hablando de la colonia y de la descolonización es para ocultar la realidad actual, que no tienen vistas de solucionarse. En el último periodo de 20 años, hasta el 2015, se habrá duplicado la producción minera de Latinoamérica. Este tipo de economía no puede darse sin degradar las condiciones laborales de los mineros.
En el régimen cooperativista, que en realidad es un sistema capitalista salvaje, no sólo que no existen derechos laborales para los peones sino que ya se llega al extremo de que tienen que pagar para tener el derecho de trabajar. Y no es solo un problema de los trabajadores mineros sino general, porque este sistema que valora sobre todo la producción de materia prima para la satisfacción de mercados externos, devalúa de una manera general al ser humano que trabaja y vive en los países exportadores, y esto tiene que expresarse específicamente en el régimen laboral porque es a través de su trabajo que la gente tiene algún valor para el capital.
P. ¿Vivimos un proceso de recolonización por el Brasil?
R. Por Brasil y por el imperialismo a través de Brasil. Brasil controla más del 60% de reservas y producción de hidrocarburos de Bolivia, controla la política hidroeléctrica que va a quintuplicar la potencia del país para que esa energía se exporte en gran parte a Brasil; la política de transporte, que es la construcción de IIRSA, con financiamiento brasilero y empresas brasileras.
Brasil construye las represas del río Madera que le van a dar una gran influencia en nuestro territorio; Brasil es nuestro acreedor bilateral más grande. Y en la cuestión agraria, al mismo tiempo que el gobierno en sus primeros años tenía un discurso revolucionario, antiimperialista, antineoliberal, y a favor de la madre tierra, firmó con Brasil los acuerdos que mostramos en el libro para la producción de biocombustibles, transgénicos y otras barbaridades como la introducción de ganado en la provincia Vaca Diez, por lo que podemos decir que la influencia de Brasil también es central en la política agraria boliviana.
La prensa derechista ayudó al gobierno a encubrir estas acciones acusándole de estar manejado por Hugo Chávez de Venezuela. La realidad es otra, como lo demuestra el hecho de cuando el gobierno se deshizo de su compromiso con OAS para la carretera del el TIPNIS, el 23 de abril, 2012, Dilma Rousseff, presidente del Brasil, le dijo que las buenas relaciones entre Brasil y Bolivia “pasan por la capacidad de las empresas brasileras de hacer negocios en Bolivia”, ¿Podía la señora Dilma haber sido más clara?
Cuando un país tiene tanta influencia en otro y hegemoniza sus sectores estratégicos obviamente no estamos ante un caso de integración, ni de socialismo del siglo 21 ni ante un movimiento al socialismo, sino ante la colonización.
P. ¿Por qué la dedicatoria de tu libro a Enrique Mariaca Bilbao?
R. No sólo a Mariaca, también a los caídos en el camino de la construcción de la Agenda de Octubre, y no podría haber sido de otra manera, porque no se puede escribir un libro de este tipo sin pensar en ellos y valorarlos; porque lucharon por una agenda que pretendía quebrar el curso que siguió el país en las últimas décadas; porque Octubre fue la culminación de un proceso nacional, que como muestro en el libro tuvo un gran impacto en el cono sur de Sudamérica.
La cuestión de la energía es esencial para el destino de cualquier país, y Mariaca, en Bolivia, era quien mejor entendía los problemas que ello implica, no solo por su formación técnica sino también política. Pudo callarse o moderarse para no perder los ingresos que podía haber obtenido por su capacidad profesional. Recordemos que cuando vio que el gobierno había decidido ocultar las auditorías a las empresas, él decidió hacerlas públicas poniendo el interés supremo del país por delante. Cualquier otro en su lugar habría preferido callar, con los acostumbrados pretextos: “no quemarse”, “de algo hay que vivir”, etc.
En vez de callarse eligió contribuir a la construcción de ese movimiento que nos llevó a octubre 2003, y como sabemos, continuó luchando después, hasta el final. Muchos de los que cabalgaron sobre ese movimiento terminaron comprados con las pegas y emporcados en su vanidad, pero él se mantuvo fiel hasta el último día, y siempre sencillo y respetuoso con todos, sin los aires que pudo darse por su capacidad intelectual y su liderazgo. Esto es importante valorar en estos tiempos en que mucha gente cree que las poses, los estilos estudiados son necesarios para ser líder político, y que esto está por encima de cualquier reparo moral.
Pero como hemos visto muchas veces, cuando esta señal aparece anuncia la traición, la corrupción y la estupidez que caracteriza a los líderes cuando ya están en el poder, o creen estar cerca.
* Fuente: http://www.hora25.net/content/742
Para mayor información comunicate con nosotr@s al mail: madalbo@gmail.com
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