La Razón , 05/06/2011
Opinión , M1
Qué mejor que el Día del Medio Ambiente para alertar sobre una de las principales amenazas que se cierne sobre nuestra biodiversidad: la carretera Villa Tunari - San Ignacio de Moxos, cuya construcción (defendida obstinadamente por el Gobierno central, en teoría defensor de los derechos de la Madre Tierra) amenaza con cercenar el Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), uno de los reservorios más importantes del planeta, ubicado entre los departamentos del Beni y Cochabamba. Actualmente, la carretera que une las ciudades de Trinidad y Cochabamba tiene una longitud de 834 km, el nuevo trazo propuesto es mucho menor: 274 km; un trayecto que disminuiría significativamente los tiempos y costos de viaje entre ambos departamentos. Sin embargo, este proyecto fue licitado llave en mano a la empresa constructora brasilera OAS, sin la elaboración de estudios de factibilidad económica ni ambiental, imprescindibles para evaluar el costo de oportunidad y la pertinencia del trayecto exigido por la Administradora Boliviana de Carreteras (ABC) en relación a otras opciones. Sencillamente se resolvió unir las ciudades de Cochabamba y Trinidad siguiendo la ruta más corta; pero que es también la más perniciosa, pues fragmentará en dos el Parque Nacional Isiboro Sécure. Allí, ecosistemas únicos y diversos se han arraigado en una zona que permanece inundada gran parte del año, gracias a un complejo sistema hidrológico, compuesto por ríos de serranía con pendientes altas y aguas transparentes, y ríos de llanura muy dinámicos de aguas blancas y oscuras. En ese medio húmedo de 12.363 km de superficie, la vida literalmente revienta a borbotones. Bosques de piedemonte con suelos profundos y bosques húmedos de llanura cobijan a más de 108 especies de mamíferos (el 30% del total de las especies del país), y a más 470 especies de aves, correspondientes al 34% del total nacional, varios de éstos en peligro de extinción. En la zona sur, un camino en el TIPNIS permitiría el avance de la colonización y la expansión del cultivo de coca; la parte norte sería aprovechada por cazadores y grandes madereros que hace ya varios años quieren ingresar por los "manchones" de mara que persisten en la zona. Diferentes instituciones, entre ellas los pueblos indígenas que habitan el lugar, han sugerido trazos medioambientalmente más amigables en el diseño de la carretera, con el fin de preservar este extraordinario universo. Empero, estas exigencias (necesarias, justas y legítimas) han caído en sacos rotos u oídos sordos. En el mundo árabe, los jóvenes y no tan jóvenes están empleando las redes para defender su aspiración a un sistema más justo. Algo similar ocurre en Europa. ¿No deberíamos seguir su ejemplo y unirnos para preservar una zona cuyo valor biológico resulta incalculable para el país y, si me apuran, para el mundo?
madalbo@gmail.com
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