30/09/2011
Esto quiero
decírselo a quien le interese, pero de manera especial a mis amigos y
compañeras del MAS, sobre todo a quienes han declarado, después de los últimos
acontecimientos, que Rafael Puente ya se pasó a la oposición.
Para decepción de algunos tengo que decirles
que no, no me pasé a la oposición. Junto con todo el colectivo urbano del que
soy parte, sigo diciendo que nos sentimos y manifestamos militantes del proceso
de cambio y reconocemos en el Gobierno actual a nuestro gobierno, y en el
presidente Evo a nuestro presidente.
Pero precisamente
por eso me siento obligado a decir una palabra crítica cuando creo que estamos
actuando equivocadamente, que estamos olvidando nuestros propios principios,
que estamos ofreciéndole a la derecha opositora -tanto la derecha oligárquica
como la derecha aymara (la de Víctor Hugo Cárdenas y Fernando Untoja)-
excelentes pretextos para que nos ataquen y para que ahora aparezcan como
defensores de una naturaleza que ellos sólo supieron depredar y de unos pueblos
indígenas que sólo les interesaron para servirse de ellos. Es repugnante, pero
la culpa es nuestra.
¿O es que la
lealtad a una causa implica el silencio cómplice ante las inconsecuencias?
Llevo años afirmando que la formación política significa la formación de la
conciencia crítica; es decir, significa la capacidad de preguntar y preguntarse
todo, y de llamar a las cosas por su nombre. Con el servilismo y la obsecuencia
no se hace avanzar un proceso de cambio.
Y a propósito de
esta última crisis -todavía irresuelta- en torno a la carretera por el TIPNIS,
una actitud crítica tiene que abarcar todas las posiciones, desde el
oportunismo de la derecha hasta la inconsecuencia de nuestro Gobierno, pasando
por las falencias de la propia marcha indígena (también nuestra). En esta
última hallamos poca coherencia en su pliego petitorio cada vez más disperso,
poca claridad en las condiciones para el diálogo, insuficiente democracia
interna (que se expresa en la retirada, por ejemplo, de 80 marchistas del
TIPNIS porque no se sentían escuchados por el comité de la marcha) y también
faltas de lealtad (como la retirada de la APG). Pero estas debilidades no
justifican que nuestro Gobierno descalifique a quienes han constituido uno de
los sujetos fundamentales de este proceso, menos aún que los insulte y en
ningún caso que los reprima (las anteriores siete marchas indígenas no fueron
reprimidas, ni siquiera por gobiernos neoliberales y racistas). Como tampoco se
justifica que se hable de diálogo a la vez que se afirma que la carretera igual
se va a hacer, pese a quien pese; y menos aún que se envíe al canciller a dialogar
pero sin potestad para cambiar la decisión ya tomada, y peor aún a comunicar
que -por decisión suprema- el diálogo será con los colonizadores de Yucumo'
¿Es que todo esto
no se debe decir? Miren el resultado del silencio de ustedes, ya van cinco renuncias
en el alto nivel del Gobierno y el Presidente que ha tenido que pedir
disculpas, y que ha tenido que suspender la construcción de la carretera, y los
pueblos indígenas que ya no le creen... ¿No les recuerda al gasolinazo,
cuando los dirigentes le aseguraban al Presidente que el pueblo apoyaría la
medida y luego fue al revés? ¿Es que no aprendemos?
Ustedes saben,
porque me lo han dicho varias veces, que lo peor que le pasa a nuestro
Presidente son los llunk’us que lo rodean. Yo me precio de no haber sido
nunca un llunk’u, y eso el compañero Evo lo sabe; cuando ha sido
necesario he discrepado, aunque ello me costara tener que dejar mis
responsabilidades en el Gobierno. Pues bien, ahora también me veo obligado a
discrepar, y discrepo junto con otras muchas personas que están con el cambio y
que lo que quieren es que se corrijan los errores, y que se revierta esa
tendencia a la creciente pérdida de apoyo social a nuestro Gobierno. Pero eso
no significa que nos pasemos a la oposición, significa -por el contrario- que
seguimos apasionados por el cambio, pero por un cambio real.
madalbo@gmail.com
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