“En las últimas décadas se ha promovido e implantado un sistema de agricultura industrial a gran escala que crea más hambre en lugar de ayudar a solucionar el problema de la falta de alimentos y genera más desastres naturales en lugar de ayudar a solucionar los problemas medioambientales”, dice Henk Hobbelink.
El ingeniero agrónomo holandés y la ONG que coordina, GRAIN (Genetic Resources Action International), le declararon hace 20 años la guerra a ese sistema. La batalla es dura y desigual. Pero “contribuye a proteger la fuente de sustento y los derechos de las comunidades agrícolas, además de sacar a relucir las compras masivas de tierras de países en desarrollo por parte de inversores financieros internacionales”, se les reconoce ahora desde Estocolmo.
GRAIN es uno de los cuatro galardonados con el Right Livelihood Award 2011, más conocido como Premio Nobel Alternativo. “Sabíamos que estábamos nominados, pero que nos fueran a conceder el premio no nos lo esperábamos”, comenta Hobbelink.
Henk Hobbelink, coordinador de la ONG española GRAIN.
David contra el mercado
Cuando en 2008 cayó Lehman Brothers, explotó la burbuja inmobiliaria y el sistema bancario internacional empezó a tambalearse, los especuladores tomaron su dinero y se marcharon con él a puertos más seguros. “Los alimentos siempre se venden”, recuerda Hobbelink, ya sea para servirlos sobre un plato o para rellenar con ellos el tanque de un vehículo, “y los mismos que especulan con la comida lo hacen también con las superficies de cultivo”, añade el coordinador.
El negocio ya era lucrativo antes de la crisis financiera, sobre todo gracias al avance de los biocarburantes. “En los últimos años”, cuenta Hobbelink, “entre 60 y 80 millones de hectáreas han cambiado de manos en el mundo, lo que equivale a la mitad del área agrícola de la Unión Europea”. Atraídos por promesas de desarrollo, de nuevos puestos de trabajo y flamantes infraestructuras, muchos gobiernos venden o arriendan sus campos a inversores foráneos, por medio de contratos a los que nadie tiene acceso, se queja el agrónomo.
“Y al final, las promesas no se cumplen. Los campesinos se quedan sin su sustento, que es la tierra, y se los condena al hambre, porque las grandes plantaciones en manos de bancos y fondos de inversión no producen para el mercado local, sino para el internacional”, lamenta Hobbelink.
El impacto es tremendo
El precio del arroz se disparó en 2007, llegando a costar en Bangladés la mitad del sueldo medio.Desde su sede en Barcelona, GRAIN no apadrina proyectos concretos en terceros países, sino que su labor consiste en “ayudar a que otras organizaciones y movimientos sociales que ya trabajan sobre el terreno en la promoción de una agricultura alternativa, más local, ecológica y sostenible, puedan hacer su trabajo”, explica Hobbelink. GRAIN publica, por ejemplo, estudios como uno presentado recientemente acerca del impacto del sistema alimentario actual sobre el medio ambiente: “Teniendo en cuenta la cadena de producción completa, desde el cultivo hasta la venta en las grandes superficies comerciales, este tipo de agricultura es responsable de aproximadamente la mitad de las emisiones contaminantes del planeta”, expone el ingeniero agrónomo la conclusión a la que llega el documento.
“El impacto es tremendo”, sostiene Hobbelink. Acabar con el hambre y frenar el cambio climático pasan, en su opinión, por una transformación radical del modo en el que hoy por hoy se produce y se comercia con los productos alimenticios.
La producción agrícola a gran escala es según GRAIN responsable de la mitad de los gases contaminantes.
Más concienciación
Cuando en 2011 la industria automovilística trató de introducir en el mercado alemán un nuevo carburante llamado E10 -porque contenía un 10% de bioetanol- los conductores lo boicotearon hasta hacerlo desaparecer de las gasolineras. Las agrupaciones ciudadanas que buscan consumir preferentemente productos regionales proliferan en Alemania. GRAIN percibe mayor concienciación, y a esto le atribuye en parte la decisión tomada por el jurado sueco. Pero aún queda margen para que la cosa vaya más lejos.
“Los fondos que invierten en superficies agrícolas de países en desarrollo son muchas veces fondos de pensiones. Es decir, que esas transacciones se realizan con el dinero de la gente, de todos nosotros, y deberíamos ejercer más presión para que no se dedique a acaparar las tierras del sur. Y con respecto al problema energético tendríamos que plantearnos en primer lugar cómo reducir el consumo”, sostiene Hobbelink, y añade otra propuesta: “lo que desde luego ya es hora de que dejemos de hacer es buscar en el sur las soluciones a los problemas del norte”.
El problema de América Latina
El precio de los alimentos se disparó en Guatemala en 2008.Y es que el sur tiene sus propios problemas. “América Latina ha apostado fuerte en las últimas décadas por la agricultura industrial. La mitad del área agrícola argentina, por ejemplo, está dedicada a la soja transgénica: donde antes se producían alimentos, ahora se planta soja para exportar a Europa, Estados Unidos y cada vez más a China, y mantener así la industria ganadera de estas regiones”, describe Hobbelink. “Esto hace que, para poder comer, los países latinoamericanos tengan que importar cada vez más del exterior y dependan en aumento de los mercados internacionales”, afirma.
Tres de las escasas nueve personas que forman el equipo permanente de GRAIN se encuentran en América Latina: en Chile, Argentina y México. “El premio reconoce la labor de tanta gente en tantas partes del mundo”, afirma el coordinador refiriéndose al Nobel alternativo que podrá ir a recoger a la capital sueca el próximo 5 de diciembre.
Autora: Luna Bolívar
Editora: Emilia Rojas Sasse
madalbo@gmail.com
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