El biólogo e investigador Marco Octavio Ribera afirma que existen alternativas interesantes para generar energía y descartar la construcción de megarepresas, un proyecto vigente, pese a las advertencias sobre las posibles consecuencias negativas para el medio ambiente.
Brasil está impulsando la construcción de dos megarepresas (Jirau y San Antonio), sobre el río Madera, que comparte con Bolivia. Según el Foro Boliviano del Medio Ambiente (FOBOMADE), esto se hace a pesar de que la autoridad competente ambiental brasileña, el IBAMA, ha establecido en mayo de 2007 riesgos transfronterizos y ha recomendado una ampliación de estudios ambientales para Bolivia e incluso el Perú.
Foto: Río Bermejo
Los estudios que existen actualmente en torno al tema han sido impulsados principalmente por la cooperación internacional o instituciones privadas.
En ese marco se encuentra el diagnóstico de Ribera, que fue hecho con el impulso del Observatorio Ambiental de Lidema, y cuyas conclusiones advierten que la figura es más crítica en el caso boliviano.
En este momento hay cuatro proyectos de construcción de represas: Cachuela Esperanza, El Bala (con afectación al Parque Nacional Madidi y la Reserva de Pilón Lajas), Río Grande-Rositas y Cambarí sobre el río Bermejo. El justificativo es que generarían 800 megawats de energía sólo en Cachuela Esperanza.
No existe la seguridad de que, “generando 800 megawats en Cachuela Esperanza, vamos a aumentar el desarrollo de la Amazonía y del país. Las minirepresas o microrepresas que pueden generar 17 a 20 megawats son suficientes para dar energía a Guayaramerín, Riberalta, Yata, Chorro, Puerto Rico, Riberalta, Trinidad, etcétera”, dice el investigador.
A diferencia de estos planes, países vecinos como Chile, Argentina y Brasil están empezando a generar parques eólicos. Esta alternativa sería interesante en Bolivia, que tiene un territorio cubierto de vientos en la altura y en los llanos orientales.
El biólogo Ribera dice que las energías fotovoltaica y eólica tienen como mínimo 30 años de desarrollo, y a estas alturas ya han superado dificultades para su aplicación en industrias y a nivel doméstico. Actualmente es energía accesible y resulta más ventajosa que construir una megarepresa.
Levantar una megaestructura tampoco redunda en un mayor empleo o desarrollo para la región porque todo el control del funcionamiento se hace a través de sistemas computarizados. El proyecto de la represa Rositas, por ejemplo, sobre los ríos Grande y Abapó tiene la finalidad de generar 400 megawats de energía y proveer de riego a extensas zonas cultivadas con soya, en Masicurí.
Ribera dice que la construcción de grandes infraestructuras no se hace tanto por la necesidad energética, como por ganar réditos políticos. Y es que Brasil tiene centenas de pequeñas y antiguas represas que, según otros estudiosos, podrían generar la misma o mayor cantidad de energía que Jirau y San Antonio si funcionaran en toda su capacidad.
La situación mejoraría todavía más si ese país aplicara un plan de ahorro energético doméstico e industrial. El gran problema es que, como sucede con los comodity, puede que la energía que aún no generan ambas megarepresas ya esté vendida a empresas transportadoras de la energía, asegura el investigador.
La construcción de represas es un tema, dentro de ocho estudios de caso, en el que trabajó el Observatorio Ambiental de Lidema en 2008.
Datos de contacto: El biólogo e investigador Marco Octavio Ribera puede ser contactado en el correo: marcor@lidema.org.bo
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