jueves, 15 de mayo de 2008

¿Sobrevivirá el capitalismo al cambio climático? Por Walden Bello


"Una forma de considerar el calentamiento global es verlo como una manifestación clave de la última etapa de un proceso histórico: el de la privatización de los bienes comunes por parte del capital. La crisis climática tiene que ser vista, así pues, como la expropiación del espacio ecológico de las sociedades menos desarrolladas o más marginadas por parte de las sociedades capitalistas avanzadas."
El calentamiento global es la privatización de los bienes comunes por el capital, que actualmente supone la expropiación de los espacios ecológicos del Sur. Una estrategia climática progresista debe reducir el crecimiento y la utilización de la energía, aumentando al propio tiempo la calidad de vida de las grandes masas de población.
Actualmente hay un sólido consenso en la comunidad científica de que si el cambio en la temperatura media global en el siglo XXI sobrepasa los 2,4 grados Celsius, los cambios en el clima del planeta serán a gran escala, irreversibles y desastrosos.
Además, el margen de actuación, el que marcaría la diferencia, es estrecho: es decir, los próximos 10 a 15 años.
En el Norte, sin embargo, hay una fuerte resistencia a cambiar los sistemas de consumo y producción que han originado el problema, y una preferencia por las «tecno-parches», como carbón « limpio », captura y almacenamiento del carbono, biocombustibles a escala industrial y energíanuclear.
Globalmente, las corporaciones transnacionales y otros operadores privados se resisten a las medidas impuestas por los gobiernos, como los cupos forzosos, y prefieren utilizar mecanismos de mercado como la compra y venta de « créditos de carbono » que, según los críticos, no son sino licencias para que los contaminadores granempresariales puedan seguir contaminando.
En el Sur, hay poca disposición por parte de las elites a apartarse del modelo de elevado crecimiento y elevado consumo heredado del Norte, así como un interesado convencimiento de que es el Norte el que debe empezar a hacer ajustes y cargar con el peso de los mismos, antes de que el Sur empiece a tomar medidas serias en punto a la limitación de sus emisiones de gas con efecto invernadero.
Perfiles del desafío
En las discusiones sobre el cambio climático, el principio de « responsabilidad común pero diferenciada » es reconocido por todas las partes; lo cual significa que el Norte global debe cargar con el peso del ajuste a la crisis climática, ya que es su trayectoria económica la que la ha provocado.
También se reconoce que la respuesta global no debe comprometer el derecho al desarrollo de los países del Sur global.
El demonio, empero, habita en el detalle. Como ha señalado Martin Khor, del Third World Network, la reducción global, para 2050, del 80% del volumen de gases de efecto invernadero que se emitían en 1990, una reducción que muchos consideran actualmente necesaria, debería traducirse en reducciones de por lo menos 150-200% en el Norte global, si los dos principios – « responsabilidad común pero diferenciada » y reconocimiento del derecho al desarrollo de los países del Sur – han ser respetados.
Pero ¿están preparados para estos compromisos los gobiernos y los pueblos del Norte?
Psicológica y políticamente es dudoso que por ahora el Norte esté preparado para afrontar el problema.
El presupuesto imperante es que las sociedades afluentes pueden comprometerse a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y seguir creciendo todavía y disfrutando de sus altos niveles de vida, si hacen un cambio hacia fuentes de energía de combustibles no-fósiles.
Además, la forma de llevar a cabo en un país las reducciones obligatorias acordadas multilateralmente por los gobiernos debe basarse en mecanismos de mercado, es decir, en el intercambio de permisos de emisión.
Se sobreentiende: los tecno-parches y el mercado de emisiones de carbono harán la transición relativamente indolora y –¿por qué no ?— también rentable.
Hay, sin embargo, evidencia creciente de que muchas de estas tecnologías están a décadas de distancia de una utilización viable, y de que, a corto y medio plazo, fiados principalmente a un cambio de dependencia energética hacia alternativas de combustibles no-fósiles, no resultan sostenibles las actuales tasas de crecimiento económico.
También es cada vez más evidente que la alternativa a dedicar más tierra a la producción debiocombustibles significa menos tierra destinada a cultivar alimentos y más inseguridad alimentaria globalmente.
Resulta cada vez más claro que el paradigma dominante de crecimiento económico es uno de los mayores obstáculos a cualquier esfuerzo serio para abordar el problema del cambio climático.
Pero lo cierto es que este paradigma desestabilizador y fundamentalista de crecimiento-consumoes, en sí mismo, más efecto que causa.
Está cada vez más claro que el problema central es un modo de producir, cuya principal dinámica es la transformación de la naturaleza viva en mercancías muertas, lo que causa enormes pérdidas durante el proceso.
El motor de este proceso es el consumo – o mejor dicho, el exceso de consumo –, y el motivo es el beneficio o la acumulación de capital; en una palabra, el capitalismo.
Ha sido la generalización de este tipo de producción en el Norte y su expansión desde el Norte hacia el Sur durante los últimos 300 años, lo que ha causado la quema acelerada de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo y una rápida deforestación, dos de los procesos humanos claves que andan detrás del calentamiento global.
El dilema del Sur
Una forma de considerar el calentamiento global es verlo como una manifestación clave de la última etapa de un proceso histórico: el de la privatización de los bienes comunes por parte del capital. La crisis climática tiene que ser vista, así pues, como la expropiación del espacio ecológico de las sociedadesmenos desarrolladas o más marginadas por parte de las sociedades capitalistas avanzadas.
Eso nos lleva al dilema del Sur: antes de que llegara a su colmo la desestabilización ecológica inducida por el capitalismo, se suponía que el Sur seguiría simplemente los « estadios del crecimiento » del Norte.
Un supuesto actualmente irrecibible, a menos que se esté dispuesto a llevar hasta el final un Armaguedón ecológico. China está ya a punto de alcanzar a los EEUU como mayor emisor de gases con efecto invernadero y, sin embargo, las elites chinas, así como las de la India y otros países en rápido proceso de desarrollo, están intentando reproducir el modelo norteamericano de capitalismoalimentado por el sobreconsumo.
Por lo tanto, para el Sur, las implicaciones de una respuesta global efectiva al calentamiento globalentraña no solo la necesidad de incluir a algunos países meridionales en el régimen de reducciones obligatorias de emisiones de gases con efecto invernadero, por muy importante que sea también eso: en la ronda actual de negociaciones climáticas, por ejemplo, China no puede seguir decidida a mantenerse fuera de un régimen obligatorio arguyendo que es un país en desarrollo.
Ni puede ser tampoco, según parecían pensar muchos en las negociaciones de Bali, que las oportunidades para la mayoría de los demás países en desarrollo se limiten a que el Norte haga transferencias de tecnología, a fin mitigar el calentamiento global, y aportaciones de fondos para ayudarles a adaptarse al mismo.
Desde luego que esos son pasos importantes, pero hay que verlos como meros pasos iniciales para una ulterior reorientación más amplia y más global del modelo económico capaz de proporcionar bienestar.
Aunque el ajuste deberá ser mucho mayor y más rápido en el Norte, para el Sur será esencialmente el mismo: una ruptura con el modelo de elevado crecimiento y elevado consumo, a favor de otro modelo para conseguir el bienestar común.
En contraste con la estrategia de las elites del Norte, consistente en separar el crecimiento de la utilización de energía, una estrategia climática de amplios horizontes y progresista debe consistir, tanto en el Norte como en el Sur, en una reducción del crecimiento y de la utilización de la energía que sea simultánea a la elevación de la calidad de vida de las grandes masas de población.
Entre otras cosas, eso significará situar la justicia económica y la igualdad en el centro del nuevo modelo económico.
La transición debe hacerse –hay que recordarlo— partiendo, no solo de una economía basada en loscombustibles fósiles, sino también de una economía impulsada por el consumismo.
El objetivo final debe ser la adopción de un modelo de desarrollo de bajo consumo, bajo crecimiento y alto nivel de igualdad que tenga como resultado una mejora del bienestar de la población, una mejor calidad de vida para todos y un mayor control democrático de la producción.
Es harto improbable que las elites del Norte y del Sur convengan en este tipo de respuesta de amplios horizontes. Cuando mucho, pueden llegar a los tecno-parches y a un sistema de comercio de cupos de emisiones fundado en el mercado . El crecimiento será sacrosanto, lo mismo que el sistema de capitalismo a escala planetaria.
Ello es que, enfrentada al Apocalipsis, la humanidad no puede autodestruirse.
Puede que sea un camino erizado de dificultades, pero podemos estar seguros de que la inmensa mayoría no consentirá un suicidio social y ecológico sólo para permitir que la minoría preserve sus privilegios.
Sea cual fuere la vía por la que se consiga, el resultado final de la respuesta de la humanidad a la emergencia climática y, más en general, a la crisis medioambiental, será una rigurosa reorganización de la producción, del consumo y de la distribución.
Amenaza y oportunidad
El cambio climático es, así pues, al mismo tiempo, una amenaza y una oportunidad para llevar a cabo las largamente pospuestas reformas sociales y económicas que han sido inveteradamente desviadas o saboteadas por las elites que buscaban preservar o aumentar sus privilegios.
La diferencia, hoy, es que la mera existencia de la humanidad y del planeta dependen de que se logre la institucionalización de sistemas económicos basados en la justicia y en la igualdad, no en las exacciones de renta de tipo feudal o en la acumulación de capital o en la explotación de clase.
La cuestión que se plantea con frecuencia en estos últimos tiempos es si la humanidad será capaz de actuar de consumo para responder con eficacia al cambio climático. Y aunque en un mundo pletórico de contingencias no existen prácticamente certezas, yo abrigo la esperanza de que sí lo será.
En el sistema social y económico que se forjará colectivamente, vaticino que habrá sitio para el mercado.
Pero la cuestión más interesante es esta: ¿habrá sitio para el capitalismo? ¿sobrevivirá el capitalismo en tanto que sistema de producción, consumo y distribución, al desafío de encontrar una solución efectiva al cambio climático? www.ecoportal.net
* Walden Bello es miembro del Transnational Institute, presidente de Freedom from Debt Coalition y analista senior en Focus on the Global South.
The Bangkok Post, 31 Marzo 2008
Traducción para www.sinpermiso.infoAnna Garriga Tarrés

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martes, 8 de abril de 2008

LA CONTROVERSIA DEL RÍO MAURI: ¿POR QUE BOLIVIA HA HOSTIGADO HISTÓRICAMENTE A CHILE EN LOS RÍOS FRONTERIZOS COMPARTIDOS?


-Ampliado y actualizado el 08 de abril de 2008-
YA CASI OLVIDADA POR LA HISTORIOGRÁFICA DE AMBOS PAÍSES, LA DISPUTA DEL RÍO MAURI, EN 1922, MARCÓ EL INICIO DE UNA ESTRATEGIA BOLIVIANA QUE SE VALE DEL REITERADO LEVANTAMIENTO ARTIFICIAL DE EXAGERADAS POLÉMICAS EN TORNO A LOS CAUSES HÍDRICOS COMPARTIDOS CON CHILE, PARA INTENTAR OBSTACULIZAR EL RIEGO DE LOS AMPLIOS SECTORES AGRÍCOLAS QUE EL ESFUERZO Y LA INICIATIVA HAN LOGRADO GERMINAR AL NORTE CHILENO, DONDE LA ESCASEZ DE AGUA DULCE HA SIDO SUPLIDA, PRECISAMENTE, CON EL APROVECHAMIENTO DE LOS RÍOS Y ARROYOS DEL DESIERTO. ESTA ESTRATEGIA TIENE, COMO ÚNICO OBJETIVO, SERVIR DE MONTURA A BOLIVIA PARA SENTAR ALLÍ SU VIEJA Y GASTADA PRETENSIÓN MARÍTIMA SOBRE TERRITORIO CHILENO. AQUÍ EXPONEMOS, SIN EMBARGO, CÓMO TAL ESTRATEGIA BOLIVIANA SE BASA EN UN ERROR DE EFICIENCIA DE LA ADMINISTRACIÓN POLÍTICA CHILENA, QUE HA HECHO CREER EN LA FALTA DE AGUAS PARA REGADÍO EN EL NORTE DEL PAÍS. EL PERÚ TAMBIÉN HA ACTUADO MUCHAS VECES  PROTEGIENDO SUS PROPIOS INTERESES HÍDRICOS EN LAS DISPUTAS LEVANTADAS POR BOLIVIA EN TORNO A CASOS COMO EL DEL MAURI.
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Naturaleza de la estrategia boliviana de presionar a Chile en ríos compartidos
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Los ríos compartidos en la frontera Norte son una de las pocas cosas que Chile y Bolivia mantienen en común, tras años de escaramuzas, polémicas y hasta dos sangrientas guerras a cuestas en sus relaciones exteriores. La geografía se ha encargado de obligar a compartir en esta vecindad, los escasos cursos de aguas que logran cruzar las cordilleras altiplánicas del desierto desde uno u otro lado, generalmente nacidos en los contornos de grandes salares o bien entre oasis de accesos que resultan extremadamente difíciles, incluso en nuestros días.
En el caso de Chile, la política de aprovechamiento de las aguas de estas fuentes fluviales ha estado presente desde los inicios de la conquista del desierto, especialmente para usos agrícolas, producto del empuje y la capacidad de vencer la naturaleza que, por períodos, han caracterizado a la sociedad chilena. Por el contrario, del otro lado de la cordillera andina, escasamente se han visto muestras de emprendimiento y conquista de suelos agrestes, prefiriendo la sociedad boliviana el autorrelegamiento en territorios del Altiplano que, con frecuencia, han significado pérdidas de territorios valiosos, como tierras ganaderas del noreste y los bosques caucheros. Pareciera ser, de hecho, que los políticos bolivianos han demostrado más interés y esfuerzos históricos por perturbar las obras de captaciones o aprovechamientos hídricos por parte de la actividad agropecuaria chilena, en vez de imitar similares proyectos que serían de inmenso valor para el desarrollo de las comunidades aymaras que viven de cultivos casi raquíticos de quinoa o papa en algunas zonas de agresivo clima altiplánico.
Es así como Chile ha logrado hacer, a fuerza de empuje e iniciativa, verdaderas maravillas en los valles desérticos de Azapa, Lluta, Camarones o Pica, y el total de 13.425 hectáreas cultivables de Tarapacá, a pesar de que éstas cuentan sólo con los 45.000 millones de metros cuadrados disponibles en todo el Altiplano de Arica. Por el contrario, el Altiplano de Bolivia dispone de la majestuosa cantidad de 950.000 millones de metros cuadrados sólo en el Titicaca, sin contar los millones y millones de medidas adicionales que les provee el Acuífero Aymará del Collao y el sistema hídrico de Oruro que los ancestros incaicos aprovecharan con una ingeniería y una creatividad envidiables. A pesar de eso, el país altiplánico ha experimentado graves retrasos en su economía agrícola y continúa siendo una de las naciones con cierta periodicidad deben recibir ayuda internacional para suplir las crisis de alimento. Por irónico que suene, buena parte de sus abastecimientos agrícolas se realizan con productos chilenos de los antes citados valles de Tarapacá, regados casi por una gotera en comparación con el recurso de aguas del que dispone Bolivia.
En estas circunstancias, el aprovechamiento del desarrollo humano y agrícola chileno en los desiertos de estos cursos de aguas dulces, han representado para Bolivia un potencial de permanente e histórico hostigamiento, al que difícilmente se hubiese resistido en su interés por estar machacando constantemente el tema de su "mediterraneidad", para conseguir de Chile una cesión de territorio que pueda satisfacer sus más oscuras aspiraciones territoriales.
Cabe recordar que los proyectos de aprovechamiento de cursos hídricos del Altiplano comienzan hacia mediados del siglo XIX, cuando los peruanos se realizaban importantes trabajos de investigación para irrigar con aguas dulces los valles de Tacna y Arica, para entonces en la provincia de Moquehua. Estas iniciativas fueron sugeridas en Chile por personajes como Ricardo Salas Edwards, Emilio Rodríguez Mendoza y Luis Arteaga, a principios del siglo XX, de modo que han constituido por siglos, parte de la actividad tradicional y necesaria de la vida económica y la prosperidad de los territorios de esta parte de la región continental, donde la agricultura lucha con la inclemencia del clima desértico y altiplánico.
Mapa con la ubicación del río Mauri (fuente: "El Expansionismo de Chile en el Cono Sur", General Humberto Cayoja Riart, La Paz - Bolivia. 1998)

La cuestión del río Mauri. Verdadera intención del reclamo
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La idea de la irrigación de Tacna y de Arica fue tomada hacia 1920, cuando se formó una sociedad chilena para iniciar trabajos de aprovechamiento de las aguas del río del Uchusuma y del río Mauri, llamado también Maure o Maurí, afluente del Desaguadero, casi en la frontera de la actual región de Tarapacá, en la zona de Laguna Blanca, y en los tiempos en que Chile estaba aún en posesión de esa zona tacneña, hasta la firma del Tratado de 1929. Otro proyecto similar de captaciones se tenía contemplado sobre el río Caquena, un poco más al sur.
El año de 1922, se produciría el primer intento paceño por sabotear el uso de aguas dulces compartidas del que se tenga registro en la historia diplomática de estos países, cuando Bolivia, a la sazón gobernada por Bautista Saavedra, presentó una queja formal contra Chile por haberse otorgado a una empresa privada de regadíos los derechos del Mauri, que serían utilizados para una industria azucarera establecida en Tacna. Según su reclamo, la captación de aguas serían perjudiciales para el caudal que entraba a territorio boliviano y afectarían en forma notoria todas las actividades que del otro lado del límite, crecían y se mantenían gracias a las aguas de esta cuenca.
Aunque la denuncia intentaba aventurarse en detalles sobre las consecuencias concretas que arrastraría, supuestamente, este proyecto de captación, lo cierto es que en ninguna parte el Gobierno de Bolivia osó comprometerse con pruebas concretas sobre los temores señalados de que el caudal se viese dramáticamente perjudicado. En una de sus conocidas obras, Guillermo Lagos Carmona explicaba esta situación de la siguiente manera:
"En aquel entonces, el Mauri tenía un caudal de 500 litros por segundo al entrar en territorio chileno y salía con 50.000 litros por segundo. El concesionario sólo estaba autorizado para usar 3.000 litros por segundo. La desviación y utilización de las aguas para fines agrícolas de este río internacional, no navegable, no perjudicaban a los países ribereños. Sin embargo, Bolivia reclamó sosteniendo que la concesión atentaba sus derechos".
Para entender el contexto de este reclamo, vale recordar que, sólo dos años antes, Bolivia había entrado a la Liga de las Naciones, organismo desde el cual comenzó de inmediato a alegar la revisión de los límites fijados por el Tratado de 1904, aprovechando la desventajosa posición diplomática en la que quedó Chile al ser identificado internacionalmente como país simpatizante de los germanos, durante la Primera Guerra Mundial que acababa de terminar. Por esta razón, entonces, además del perjuicio que significaría al desarrollo económico del Norte de Chile el bloqueo de esta clase de proyectos, se fabricaba un esquema comunicacional largamente mantenido por el país altiplánico y que le ha permitido presentar a Chile ante la comunidad internacional como un país expansionista violador del patrimonio ajeno; en este caso, los ríos internacionales.
Claramente, La Paz tenía la intención de trasladar también este problema a la asamblea, desde donde pretendía sacar votos para la revisión de la frontera y la "recuperación" del litoral, pues se había embarcado precisamente en esos meses a la búsqueda de apoyo de la Casa Blanca, luego de que el Presidente Saavedra enviara nota directa al Presidente Harding, el 21 de enero, para que fuese incluida Bolivia en las negociaciones que por entonces Chile y Perú llevaban en Washington para resolver la situación de Tacna y Arica. Al respecto, es notable que mucha de la actitud mantenida por Bolivia con respecto a Chile con respecto a su reclamo portuario, haya sido forjada precisamente tras las varias veces en que el Palacio Quemado ha partido a golpear las puertas de Washington en busca de apoyo y forjando con ello la estructura esencial de sus pretensiones marítimas, al contrario de la imagen que sus gobernantes han intentado proyectar de sí mismos con respecto a su distancia hacia la intervención de los Estados Unidos en el resto del continente, en tiempos posteriores.
Al no obtener respuestas inmediatas por sus denuncias contra las captaciones del Mauri, el Palacio Quemado volvió a insistir en mayo, y finalmente ante la propia Liga en septiembre. Sin embargo, nuevamente sería sin éxito.

Fracasa la intentona. Caso del Mauri inspira cuestión del Lauca
 y del SilalaVOLVER A SUBTITULOS

Antes de que el asunto del Mauri pasara al foro internacional, Chile respondió a través del Embajador en La Paz, Emilio Rodríguez Mendoza, haciendo añicos el reclamo boliviano en una contundente nota donde quedaba demostrado que la proporción de aguas que serían captadas por la parte chilena resultaban ínfimas e irrelevantes como para afectar el curso del resto del río y el de la cuenca hídrica en general.
La molestia comprobadamente infundada de La Paz, si bien amenazaba con subir como el suflé al calor de los ánimos revanchistas y de las pretensiones bolivianas de revisar su situación limítrofe con Chile, comenzó, sin embargo, a mermar paulatinamente y cayó en el olvido sin generar necesidad alguna de solución. En otras palabras, murió de hambre y abandono, pues es bien sabido de todas las pretensiones bolivianas siempre han requerido de una buena dosis de atención y de interés por parte de la comunidad internacional para que puedan prosperar y acercarse a los objetivos diplomáticos concretos que motivaron su producción. Además, la falta de solución a la controversia de Tacna y Arica entre Chile y Perú mantuvo en suspenso muchas de las actividades que se planificaban con las captaciones del Mauri, las que no prosperaron. Esto demuestra que La Paz sólo tenía la intención de aliñar con tal reclamo su fracasado intento de hacer que la Liga de las Naciones diera pie a la revisión de los acuerdos con Chile, resolviéndose entonces en la asamblea que Bolivia no tenía derecho a exigir revisión del Tratado de 1904.
Río Mauri sería, no obstante, un valioso antecedente anunciando lo que iba a ocurrir años después, como parte de una cíclica y constante reiteración odiosa de La Paz, por provocar de la nada conflictos limítrofes sobre los cuales montar sus reclamos por salida al mar ante los foros internacionales. Echando a perder se aprende, y la siguiente embestida de Bolivia tendría enormes alcances que consiguieron con creces lo que la polémica del Mauri ni siquiera estuvo cerca de lograr.
En 1939, por iniciativa del Presidente Pedro Aguirre Cerda (y a largos 25 años ya desde la firma del Tratado de 1904), el Gobierno de Chile inició estudios destinados a conseguir el riego de cerca de 2.000 hectáreas del Valle de Azapa, en Arica, con las aguas del sistema hídrico del río Lauca, en Parinacota. Las intenciones del gobierno fueron anunciadas por el propio mandatario chileno durante una visita a Arica del 1º de junio de 1939. Lamentablemente, las condiciones estaban dadas, esta vez, para que Bolivia pudiese iniciar lo que ha sido una de sus más petulantes y persistentes campañas diplomáticas de la historia de las relaciones con Chile.
El solo anuncio de que Argentina tenía en proyecto presentar un Tratado de Derecho de Navegación Comercial Internacional, en esos días, abrió una amplia perspectiva a La Paz para preparar una feroz carga de reclamaciones y denuncias contra Chile, recordando el tema de su "mediterraneidad" y usando un molde perfeccionado de lo que fuera la cuestión del río Mauri. Así comenzó, entonces, la famosa controversia del río Lauca, que duraría -con interrupciones- por varias décadas, representando el caso más claro de la animosidad y de la intención altiplánica de valerse de la excusa de supuestas controversias sobre ríos compartidos para meter en ellas su reclamo marítimo. El mismo esquema de controversia por aguas compartidas volverá a ser repetido por Bolivia unos años después con respecto al caudal del río Silala, negándole a Chile los mismos derechos que, sin embargo, el Altiplano reclamaba propios en los casos del Mauri y del Lauca, en otra demostración de la adaptabilidad moral de la diplomacia boliviana.
De este modo, la cuestión del río Mauri marcó el inicio de una estrategia de reclamación de Bolivia que se ha mantenido hasta nuestros días y que, como su propia aspiración litoral, tendrá mucho tiempo más de vida.
Mapa con la ubicación de río Lauca. La misma estrategia que se intentó en el Mauri, fue llevada después por La Paz a este río, representando hasta ahora el caso más famoso y emblemático de controversias por aguas fronterizas entre ambos países.

Contenidos estratégicos detrás del reclamo del Mauri y de otros análogosVOLVER A SUBTITULOS

Hemos dicho que existe un criterio estratégico de parte de Bolivia para presionar diplomáticamente a Chile cada vez que este último país intenta desarrollar actividades de captaciones de aguas fronterizas o recursos hídricos compartidos, tendencia que fue inaugurada con el intento de levantar un escándalo en el río Mauri. Esto se hace evidente al ver repetida la fórmula, como hemos dicho, en los casos del Lauca, Caquena, Silala en incluso en intentos de levantar polémicas en sobre las napas subterráneas del sector del Chungará, como veremos.
Sin embargo, también hay una parte muy alta de responsabilidad en la permanente imprevisión chilena y en la tendencia a concentrar hasta nuestros días el aprovechamiento principalmente en los recursos fluviales de los sistemas hídricos ya existentes y no en las inmensas capacidades del sistema pluvial cordillerano u otras posibilidades, como si no se hubiese sacado ninguna lección de este primer caso de disputa entre ambos países por las aguas de un río compartido.
Dicho de otro modo, la falta de tino y de astucia por parte de Chile ha permitido a Bolivia el desarrollo constante de políticas de presión y hostigamiento valiéndose de aquellos ríos compartidos e incluso de las napas subterráneas de agua, como sucedió durante el año 2005, cuando se echó a correr el rumor infundado de que Chile habría estado realizando captaciones de este tipo en las profundidades de las ciénagas del Lauca (ocasión en la que un Diputado chileno se puso públicamente del lado del vecino país). Existe incluso el mito de que el Norte de Chile se encontraría desabastecido de aguas, mañosa leyenda que ha sido refregada constantemente por algunos entreguistas chilenos y supuestos ecologistas solidarios con las pretensiones marítimas de Bolivia y con la ilusa idea de intercambiarle costas por agua dulce a este último país.
La verdad es, sin embargo, que el recurso de aguas del Norte de Chile está subexplotado y subvalorado, perdiéndose en su mayor parte a pesar de los vergeles en que se hayan convertido Azapa, Camarones, bajo Lluta y otros sectores que ya hemos mencionado. Las medidas de captación de aguas como las del Mauri o el Lauca se remontan a la época en que no existían ni los estudios ni los conocimientos para mejorar, por ejemplo, la captación pluvial directa o la de las vertientes andinas.
Los actuales datos científicos permiten una mirada muy distinta sobre las posibilidades de aprovechamiento del recurso hídrico de la Región de Arica-Parinacota. El río San José, por ejemplo, desplaza 450 litros por segundo de agua, y el Lluta 350 litros. El geógrafo chileno Alejandro Pavez Wellmann ha hecho notar que la utilización total de estos recursos hídricos de Arica no superan los 50 millones de metros cúbicos anuales, constituyendo sólo un 15% del total de las aguas superficiales y apenas el 2% de los pluviales, es decir, de las aguas provenientes de lluvias y escurrimientos desde la alta cordillera. Otros autores ha propuesto la posibilidad de instalar, adicionalmente, plantas de desalinización que permitirían también una reserva permanente de agua potable y dulce para la región.
Estos datos demuestran que lo que falta en el Norte de Chile no es agua, sino proyectos e iniciativas de aprovechamiento de los recursos, tanto de napas subterráneas como del inmenso potencial de las lluvias. Cabe señalar también que, según los Anuarios de Estudio de los Balances Hídricos de Chile y Bolivia, toda la lluvia del Altiplano y especialmente la que cae sobre Bolivia, proviene de la influencia de los sistemas Atlántico y Amazónico, totalmente independientes del Pacífico.
Queda demostrado, entonces, que la falta de diversificación de las matrices proveedoras de agua es el origen no sólo del mito de la falta de agua en el Norte de Chile, sino también la llave para que Bolivia pueda asir sus pretensiones marítimas sobre los reiterados reclamos por el uso de recursos fluviales fronterizos, que comenzaron con la experiencia del río Mauri en 1922.

Bolivia condenó a Chile por los mismos hechos que hoy le perdona al Perú
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Sin embargo, existe otra indiscutible prueba de la orientación política de estas reclamaciones bolivianas y de su intención en dañar proyecciones de desarrollo chilenas, más que de proteger intereses propios, como procederemos a ver.
A principios de los años noventas, el Gobierno del Perú negoció proyectos de canalización y desvíos del Mauri que superaban con creces las escuálidas proporciones de la captación planificada por Chile tantos años antes y que provocara la descrita gritadera en La Paz sobre el Mauri. El plan peruano quedó en manos de compañía Proyecto Especial Tacna (PET), que realizó obras de captación y desvíos en los ríos Mauri y Uchusuma. En menos de diez años, esta intervención había provocado un daño extraordinario sobre la cuenca del río Desaguadero y aguas abajo del Calacoto en pleno territorio boliviano, al punto de aumentar la salinización por la reducción del caudal que, además, disminuyó notoriamente al lago Poopó, a consecuencia de lo cual la actividad agrícola sostenida por indígenas muy pobres del entorno Sur del Titicaca ha terminado profundamente dañada.
Lo que sorprende en este caso es la actitud complaciente y casi cómplice de las autoridades bolivianas que, a diferencia del escándalo a cuatro vientos que intentaron instalar contra Chile por la cuestión del Mauri, aquí toleraron con inaudita irresponsabilidad la grave intervención que el Perú ha dirigido precisamente contra el mismo río y la misma cuenca que el escándalo de 1922. También han actuado con silencio inexplicable muchos de los grupos ecologistas e indigenistas que con frecuencia agitan movimientos independentistas de comunidades indígenas en Sudamérica. Sólo algunos investigadores y representantes aymaras parecen haberse interesado en este tema.
Otro aspecto que pone en evidencia el caso de la PET, es que el territorio que realmente está desabastecido de agua dulce para riego no es el Norte de Chile, como hemos comentado, sino más bien el Sur del Perú, tal cual fue reconocido el Día Mundial de Agua en un reportaje del diario peruano "El Comercio" (martes 22 de marzo de 2005). Según este trabajo, las reservas de agua del Perú llegarían sólo a 20 años más antes de entrar en crisis. La cifra aparece confirmada por la UNESCO y el Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inrena), además de otros estudios sobre el impacto del cambio climático demostrando que entre 1982 y 2005, el área de glaciares de la cordillera peruana se había reducido en más del 25%.
Las vertientes hidrográficas principales del Perú provienen de tres redes específicas: el sistema Pacífico, el sistema Amazónico-Atlántico y y la cuenca del lago Titicaca, a través de 106 ríos principales. Según los articulistas, si se juntara todo este complejo a las 12.200 lagunas, las decenas de glaciares y las aguas subterráneas disponibles para el Perú, sumarían todos unos 74.546 mt.3 anuales por cada habitante. Si bien esta proporción hace que la UNESCO coloque al Perú en el lugar 17º entre 180 países con mayor acceso al recurso del agua, la verdad es que el 98% de éstas corresponden a los ríos que corren por los territorios de la sierra y de la selva, mientras que apenas un 1,7% corresponde a las aguas que circulan por la costa y que están integradas al consumo en todas sus formas (alimentación, higiene, riego, industria, etc.). Un 1,7% que, sin embargo, sirve al 65% de la población peruana, que vive principalmente en las áridas zonas de la región litoral del país. Según el asesor de la Intendencia de Recursos Hídricos del Inrena, Jorge Benites, estas especificaciones harían que el Perú bajara al lugar 128º en la escala de la UNESCO.
En lo que sí hay analogías con el caso chileno, es que existe también en Perú una gran cantidad de desaprovechamiento y derroche del recurso hídrico, a juzgar por los datos del Inrena publicados en el mismo artículo: el 54% de las aguas retorna al océano y el 46% usado en el consumo se distribuye en la agricultura (80%), población (18%) y minería (2%). Según estos datos, los agricultores peruanos derrochan aproximadamente un 20% del agua durante las faenas de riego, y en el uso doméstico el derroche llega a un 50%, ya sea por tuberías en mal estado o por procedimientos inadecuados.
Esto explicaría, por ejemplo, que el Perú se haya puesto del lado de Bolivia cuando se levantaron las acusaciones contra Chile por las supuestas exploraciones de napas subterráneas en Arica, pues también sería un grande y forzoso interesado en los recursos hídricos de la región. De hecho, ese mismo año de 2005, el Gobierno de Alejandro Toledo había iniciado un proyecto de inversiones en Tacna para poder ampliar el volumen de agua disponible para consumo humano y regadío, en una de las aristas que conectan este caso de los recursos hídricos con las pretensiones peruanas de alterar el límite marítimo con Chile.
Cabe advertir, no obstante, que las autoridades de Chile no se anotan muchos puntos de diferencia frente a la indolencia de Bolivia para con sus propios recursos explotados por Perú. La misma empresa PET opera en territorio fronterizo con Chile para extraer aguas de los pozos subterráneos de El Ayro, lo que está secando Laguna Blanca según las reiteradas renuncias formuladas por la Alcaldía de General Lagos y por las comunidades indígenas de Visviri, el poblado más septentrional de Chile.
A pesar de ello, el indolente Gobierno Central chileno no se ha pronunciado al respecto y se ha hecho cómplice por omisión de este posible desastre.
 

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sábado, 1 de marzo de 2008

Agrocombustibles: Potenciales impactos sobre los bosques por el cambio de uso de la tierra en Bolivia




David Cruz Choque*
* David Cruz Choque es Doctor en Ingeniería Agronómica por la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, Bolivia.
davidcruzchoque@yahoo.com.ar



Resumen
Los Agrocombustibles para ser rentables deben ser producidos en grandes extensiones de monocultivos, que generalmente están en propiedad de unos pocas empresas agroindustriales o directamente en propiedad de grandes multinacionales. La producción de Agrocombustibles en Bolivia, conllevaría la pérdida de bosques tropicales (deforestación), la emisión de Gases de Efecto Invernadero, degradación, contaminación y desertificación de los suelos, además de la pérdida de su riqueza en biodiversidad. Por sus numerosas ventajas comparativas, de todas las potenciales especies de oleaginosas para la producción de Agrocombustibles, se prevé que la soja será la oleaginosa utilizada para la producción de este energético en Bolivia. En este contexto, y utilizando los siguientes supuestos básicos: Consumo anual Diesel Oil de origen fósil en Bolivia 850.000m3; densidad del aceite 0,923; 18% aceite grano soja y rendimiento de soja 2.200 (kg/ha), se estima como resultado que la expansión de la frontera agrícola (deforestación) será de 39.624 y 99.059 hectáreas, utilizando una proporción de mezcla con Diesel Oil de 2% y 5% respectivamente.
La ampliación de las mencionadas áreas de cultivo sobre los bosques de la zona, representaría la emisión a la atmósfera de 12.317.080 y 30.792.391 toneladas de Dióxido de Carbono respectivamente, con los consecuentes impactos posteriores sobre el calentamiento global.

 

 

Introducción
Un ecosistema de bosque está conformado por una o más comunidades bióticas (seres vivos) asociadas con el medio físico (recursos abióticos) que le rodea, en una zona determinada, los cuales proporcionan muchos bienes y servicios cruciales para los individuos y las sociedades. Entre ellos se encuentran: i) el suministro de madera, alimentos, fibras, forraje, abrigo, medicamentos y energía; ii) servicios ambientales como el procesamiento y almacenamiento de carbono y nutrientes (alrededor de un 46% del total del carbono terrestre está almacenado en los bosques, IUCN, 2001); iii) asimilación de los desechos; iv) purificación del agua, regulación de la escorrentía de agua y moderación de las crecidas; v) formación de suelos y atenuación de la degradación de los suelos; vi) oportunidades para realizar actividades recreativas y turismo; vii) alojamiento de las especies de la Tierra y de la diversidad genética. Además, por el hecho de existir, los ecosistemas naturales de bosque tienen valores culturales, religiosos, estéticos e intrínsecos.
Los bosques juegan un papel preponderante en el ciclo global del carbono (C) ya que almacenan grandes cantidades de C en su biomasa (tronco, ramas, corteza, hojas y raíces) y en el suelo (mediante su aporte orgánico). La vegetación terrestre compuesta principalmente por bosques contiene aproximadamente 2,477 Gt de C (1 Gt = mil millones de toneladas) como stock, de los cuales 466 Gt de C corresponde a la biomasa aérea y subterránea y 2,011 Gt de C al suelo (IPCC, 2000).  Según la misma fuente, los bosques tropicales contienen el 46% de la biomasa total del  mundo (212 Gt de C) y el 10.7% del carbono del suelo (216 Gt de C).
Cuando los stocks de carbono aumentan en un bosque, el flujo neto de la atmósfera hacia el ecosistema se presenta positivo, entonces se habla de sumidero de carbono; en sentido opuesto, se habla de fuente de emisión de carbono. Los bosques intercambian C con la atmósfera a través de la fotosíntesis y respiración, son fuentes de emisión de C cuando son perturbados por causas humanas o naturales, por ejemplo incendios forestales, utilización de malos sistemas de aprovechamiento, corta y quema (chaqueo) para transformación en usos no forestales, principalmente ampliación de la frontera agrícola y se convierten en sumideros de C atmosférico (es decir, transferencia neta de CO2 desde la atmósfera a la tierra) durante el abandono de las tierras y su regeneración tras la perturbación producida por el chaqueo.
En Bolivia, la actividad humana libera considerables cantidades de carbono a consecuencia de las actividades de cambio de uso de la tierra (chaqueo), talando y quemando los bosques principalmente para el establecimiento de cultivos industriales o pastizales para la ganadería en la zona tropical. El año 2000 la deforestación en Bolivia alcanzó a 200,660 hectáreas, liberando a la atmósfera 46,172 Giga gramos de Dióxido de carbono (PNCC, 2003). A nivel mundial, la deforestación de bosques tropicales representa cada año la emisión de 1 a 2 Giga toneladas de CO2 o, lo que  es lo mismo aproximadamente el 20% de las emisiones mundiales de CO2 por cada año (ONF, 2001).
Los bosques que se talán y queman anualmente, con fines agrícolas y ganaderos (cambio de uso de la tierra por expansión de la frontera agrícola) se incrementaron en Bolivia de 168,012 hectáreas por año en la década de 1990 (Mapa Forestal de Bolivia, MDSMA, 1995), a mas 270.000 hectáreas/año en la década del 2000 (Bolfor, 2004 y la Superintendencia Forestal. 2006, Killeen et al., 2006), tal como se puede apreciar en la Figura 1.
De acuerdo con estas fuentes, una de las principales causas de la deforestación en Bolivia es la expansión de la frontera de las tierras agrícolas para cultivar soja destinada a la exportación. El 75% de esta deforestación esta localizada en el Departamento de Santa Cruz, y es realizada por agroindustriales cultivadores de soja poseedores de grandes propiedades (mayores a 25 hectáreas). Actualmente, la deforestación, sobrepasa las 300.000 ha por año.
Actualmente en Bolivia, las tierras utilizadas para cultivos suman 2.5 millones de hectáreas (MDRAyMA, 2007), de las cuales 1.4 millones son utilizados por los pequeños productores campesinos, indígenas y originarios del occidente y oriente del  país, las que están destinadas a la producción de alimentos básicos para el consumo de la población (cereales, frutas, tubérculos, y hortalizas) y 1.1 millones están destinadas a la producción de cultivos industriales empresariales (soya, algodón, sorgo, caña de azúcar y otros).
Por otra parte, los bosques tienen también capacidad para influir en el cambio climático, particularmente cuando son perturbados por el hombre como producto del cambio de uso de la tierra. Por ejemplo, la transformación de los bosques en otros tipos de cubierta del terreno como cultivos, puede afectar al clima debido a los cambios del albedo o reflectividad del terreno. Además, la destrucción de la biomasa forestal por el fuego libera Gases de Efecto Invernadero como el dióxido de carbono (CO2), y productos secundarios de combustión incompleta, como el metano (CH4), el monóxido de carbono (CO), el óxido nitroso (N2O), y óxidos de nitrógeno (NOx) entre otros, los cuales originan el calentamiento global.

Definiciones
Al respecto de las definiciones cabe aclarar, que durante años se ha popularizado el término “biocombustibles” para referirse a los combustibles obtenidos a partir de biomasa, incluyendo cultivos, leña, y otros productos. El término aparentemente está revestido de aspectos positivos, en tanto hace referencia a fuentes de energía renovables (inagotables), de menor impacto ambiental en comparación con los hidrocarburos, hidroeléctricas o nuclear, y con imágenes que invocan a la Naturaleza. Asimismo, teóricamente se ha postulado que estos “biocombustibles” serían un paso adelante hacia el desarrollo sostenible. En el presente estudio, se utilizarán las siguientes definiciones:
Bioenergía: Energía obtenida a partir de seres vivos, en forma directa (como por ejemplo la tracción animal) o indirecta (por ejemplo, la quema de la leña derivada de un árbol).
Biocombustibles: Combustibles renovables de origen biológico, que incluye a la leña, carbón de leña, estiércol, biogás, biohidrógeno, bioalcohol, biomasa microbiana, desechos agrícolas, cultivos para combustibles, etc.
Agrocombustibles: Biocombustibles obtenidos a partir de monocultivos, tales como soja, caña de azúcar, maíz, etc. En este caso, la energía se obtiene a partir de materias primas de origen agrícola.
Los Agrocombustibles que se derivan de cultivos industriales incluyen:
  • Biodiesel de semillas oleaginosas (por ejemplo, de soja, palma africana, girasol, jatropha, colza, etc.).
  • Etanol (o metanol) que es el producto de la fermentación de los granos, pasto, paja o madera (incluyendo, por ejemplo, maíz, caña de azúcar, remolacha, etc.).
El Biodiesel es un Agrocombustible derivado de aceites vegetales o grasas animales que puede ser utilizado como sustituto total o parcial del Diesel Oil en motores de diesel convencional. El biodiesel es un éster (similar al vinagre) que puede ser obtenido de diferentes tipos de aceites o grasas animales o vegetales como soya, colza, palma aceitera, etc. El biodiesel funciona en cualquier motor diesel y puede mezclarse con diesel de origen fósil.
El Etanol (C2H5OH), también conocido como alcohol etílico o de grano, se obtiene a partir de tres tipos de materia prima: los productos ricos en sacarosa como la caña de azúcar, la melaza y el sorgo dulce; las fuentes ricas en almidón como cereales (maíz, trigo, cebada, etc.) y tubérculos (yuca, camote, papa); y mediante la hidrólisis de los materiales ricos en celulosa como la madera y los residuos agrícolas. El etanol es un líquido inflamable, incoloro y es el alcohol de menor toxicidad. Se utiliza en las bebidas alcohólicas, al igual que como desinfectante o disolvente. Posee un alto octanaje y una mayor solubilidad en gasolina que el metanol.

Impactos
Deforestación
Los agrocombustibles para ser rentables deben ser producidos en grandes extensiones de monocultivos, que generalmente están en propiedad de unos pocos agroindustriales o directamente en propiedad de las grandes multinacionales.
Estados Unidos no será capaz de producir domésticamente biomasa suficiente para satisfacer su apetito de agroenergía, en consecuencia América Latina es la primera opción para ampliar el área con cultivos energéticos, donde  probablemente serán sembrados grandes plantaciones de caña de azúcar, palma africana y soja, que actualmente ya están suplantando bosques y pastizales en Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador, Paraguay y Bolivia. El cultivo de soja ha causado ya la deforestación de 21 millones de hectáreas de bosques en Brasil, 14 millones de hectáreas en Argentina, 2 millones en Paraguay y 600.000 en Bolivia. En respuesta a la presión del mercado global, próximamente se espera, sólo en Brasil, la deforestación adicional de 60 millones de hectáreas de territorio (Bravo, 2006).
Desde 1995, el total de tierras destinadas a la producción de soja en Brasil se incrementó en un 3.2% anual (320.000 hectáreas por año). Hoy la soja junto a la caña de azúcar ocupa un territorio mayor que cualquier otro cultivo en Brasil con un 21% del total del área cultivada. El territorio total utilizado en el cultivo de soja se ha multiplicado 57 veces desde 1961, y el volumen de producción se ha multiplicado 138 veces. El 55% de la soja, o 11.4 millones de hectáreas, son cultivadas con variedades genéticamente modificadas (Altieri y Pengue 2006). Según estos mismos investigadores, en el Paraguay, la soja ocupa más del 25% de toda la tierra de agricultura. La deforestación en este país se dio principalmente en buena parte del bosque atlántico.
En Colombia la palma africana fue introducida deforestando miles de hectáreas de bosque tropical húmedo, en donde gran parte de estas tierras se encuentran bajo control militar. En este país el 2003 contaba con 118.000 hectáreas de palma africana, tres años más tarde se incrementó a 285.000 hectáreas, y para el 2010 pretenden llegar al millón de hectáreas (Vaneeckhaute, 2007).
En Malasia, entre 1985 y 2000, la explotación de plantaciones de palma africana fue responsable del 87% de la deforestación de ese país. (Amigos de la Tierra, 2005, cit. FOMODADE 2007). En Sumatra y Borneo, unas 4 millones de hectáreas de bosque se han convertido en cultivo de palmeras.
En el caso de la soja en Bolivia, ésta constituye un baluarte del modelo agroindustrial de desarrollo establecido a mediados de los años 80 y avalado por la Banca Internacional y los organismos de cooperación multilateral (PROBIOMA, 2007). El crecimiento del área de cultivo fue impulsado por grupos constituidos fundamentalmente por empresarios brasileños como es el grupo Unisoya y Grupo Mónica que tienen fuerte influencia en el gremio de productores afiliados a la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo – ANAPO. Actualmente, el área establecida con este cultivo, sobrepasa las 700.000 hectáreas. En la Tabla 1 se puede apreciar la evolución del área cultivada con esta oleaginosa en Bolivia.
Con relación al cultivo de la caña de azúcar, la actividad agroindustrial azucarera se inicia en Bolivia en 1941 y para entonces ya existían en el departamento de Santa Cruz alrededor de 3.000 hectáreas cultivadas de caña de azúcar; con ella se producía azúcar “baya” o “negra” y alcohol. Fue en 1944 cuando se fabricó por primera vez azúcar blanca cristalizada. Paralelamente a la producción local, también se importaba azúcar. En la década de los 60, Bolivia se autoabastece de azúcar e inicia una etapa de exportación; en las décadas siguientes la importación sólo ocurrió en casos excepcionales por cuestiones climatológicas o bajas en los precios internacionales. Actualmente, el área de producción de caña de azúcar en el departamento de Santa Cruz está ubicada en 9 municipios: Andrés Ibáñez, La Guardia, El Tomo, Cotoca, Warnes, Portachuelo, Montero, Mineros y General Saavedra. Esta zona abarca más de 100.000 hectáreas cultivadas que, de acuerdo a su extensión, las propiedades se clasifican en pequeñas, hasta 20 has.; medianas, de 20 a 50 has., y grandes, mayores a 50 has.; las pequeñas y medianas propiedades abarcan el 35% y las grandes el 65% (CPT y RSJDH, 2007). En la Tabla 2 se puede apreciar la evolución del área cultivada en Bolivia con este potencial agroenergético.
Emisión de gases de efecto invernadero
Dado que el insumo principal para la producción de Agrocombustibles del tipo Biodiesel es el aceite vegetal, los litros de aceite que se obtienen por hectárea y por año, dependerán del cultivo (Tabla 3), del lugar y de los tratamientos industriales a los cuales son sometidos.
En el contexto internacional, los Agrocombustibles del tipo Biodiesel, se derivan principalmente de semillas de oleaginosas industriales como la soja, palma africana, girasol, etc., sin embargo por sus numerosas ventajas comparativas, de todas las potenciales especies de oleaginosas para la producción de Biodiesel, la soja continúa siendo la más utilizada para la producción de este energético en América y el mundo, y se prevé que esta tendencia no cambiará en Bolivia. Es usado principalmente por que tiene una cadena productiva bien estructurada, su aceite puede ser utilizado tanto para consumo humano, producción de Biodiesel, además que de la soja se produce alimento proteínico utilizado para la formulación de raciones en animales. Su grano puede ser almacenado por largos periodos de tiempo (permite esperar mejores precios). El Biodiesel producido de aceite de soja, no presenta restricciones de uso tanto para climas calientes y fríos, a pesar de que su estabilidad oxidativa y su alto índice de yodo restrinjan su comercialización en Europa y finalmente es uno de los aceites más baratos.
En este contexto, y utilizando los siguientes supuestos básicos: Consumo anual Diesel Oil de origen fósil en Bolivia 850.000 m3; densidad del aceite 0,923; 45 % aceite grano girasol; rendimiento de girasol 1.500 (kg/ha); 18% aceite grano soja y rendimiento de soja  2.200 (kg/ha), se estima como resultado que la expansión de la frontera agrícola para el caso de la soja será de  39.624 y 99.059 hectáreas, utilizando una proporción de mezcla con Diesel Oil de 2% y 5% respectivamente. En el caso del girasol, el área de expansión será de  23.246 y 58.115 hectáreas, utilizando una proporción de mezcla con Diesel Oil de 2% y 5% respectivamente (ver Tabla 4).
La ampliación de las mencionadas áreas de cultivo sobre los bosques de la zona, representaría la emisión a la atmósfera de 12.317.080 y 30.792.391 toneladas de dióxido de carbono respectivamente para el caso de la soja, con los consecuentes impactos posteriores sobre el calentamiento global.
Sin embargo su expansión también se puede dar en tierras que ya están bajo explotación agropecuaria, o bien invadiendo áreas silvestres para convertirlas a la agricultura. En este caso, la expansión de la producción de agrocombustibles podría profundamente el problema del hambre, sobre todo en países como Bolivia donde la alimentación se basa en productos que podrían ser empleados en la fabricación de agrocombustibles.
Con relación a la anterior figura y cuadro, el Diesel Oil de origen fósil que se consume en Bolivia alcanzó a 1.022.316 m3 el 2005 y se incremento a 1.122.474 m3 el 2006 (Superintendencia de Hidrocarburos, 2007), de las cuales el 65% es producido internamente y un 35% proviene principalmente de importaciones de Venezuela y Argentina. En la actualidad, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), importa 250.000 barriles mensuales de diesel, es decir, aproximadamente 8.300 barriles por día, lo que suma hasta este año 2007 un total de 140 millones de dólares.
Degradación del suelo
Los monocultivos agroindustriales provocan una degradación del suelo y erosión. Según la FAO, hasta 500 millones de hectáreas de tierras arables desaparecerán en el tercer mundo a causa de estas inadecuadas prácticas de cultivo.
La erosión es la pérdida de suelo fértil, debido a que el agua y el viento normalmente arrastran la capa superficial de la tierra. Las practicas agrícolas para el establecimiento de monocultivos industriales, podrían acelerar la pérdida de suelos fértiles por la destrucción de la cubierta vegetal, producto de malas técnicas de cultivo (monocultivos), quema de vegetación o tala del bosque. Es importante destacar que la erosión del suelo, además de afectar y alterar los ecosistemas, afecta seriamente a los actores sociales y a la economía de un lugar. Hay una relación directa entre la disminución de la capacidad productora del suelo y la disminución de los ingresos de las comunidades.
Por otra parte, cuando se siembra la misma especie cada año, la tierra se deteriora y degrada de forma significante. El sistema de monocultivo agota los nutrientes del suelo. Si se continúa cultivando la misma especie en la misma tierra, disminuye la producción cada año. Además de agotar las tierras, el monocultivo multiplica algunas plagas y enfermedades fitopatológicas, pues éstas pueden contar siempre con el tipo de alimento al que están adaptadas y en el caso de las enfermedades se incrementa el potencial de inóculo del fitopatógeno año tras año.
Otro problema asociado a la degradación de suelos es su compactación, producto del incremento de la mecanización agrícola por el establecimiento de cultivos agroenergéticos, que de forma repetida pasan por el mismo lugar. Esto provoca la desaparición de los espacios existentes entre las partículas del suelo, lo cual disminuye la cantidad de oxígeno presente y por ende la microflora y microfauna.
La degradación de los suelos es como una crisis silenciosa que esta avanzando tan rápidamente en América Latina que pocos países tienen la esperanza de alcanzar una agricultura sostenible en un futuro próximo. Es un problema que, a pesar de estar amenazando la subsistencia de millones de personas en la región, tiende a ser ignorado por los gobiernos y la población en general.
La degradación del suelo reviste gran importancia, porque su regeneración es en extremo lenta. En zonas agrícolas tropicales y templadas, se requiere de un promedio de 500 años para la renovación de 2,5 centímetros de suelo.
De acuerdo con la institución RALLT (2008), la producción de soya da lugar a la severa degradación de suelos. El cultivo de soya “absorbe” la fertilidad de los suelos, dejándolos degradados y empobrecidos. Esto se debe a que el cultivo de soya es muy extractivo y generalmente se cultiva en sistemas de monocultivos consecutivos donde la aplicación de fertilizantes y plaguicidas sintéticos es elevada. En Bolivia, la producción de soya ya ha dejado cien mil hectáreas de suelos severamente degradados por compactación, erosión y contaminación por agroquímicos. Por lo tanto, los sistemas alimentarios locales no disponen del recurso básico (suelo fértil). Por ello, cada vez se debe invertir en mayores cantidades de fertilizantes sintéticos. La degradación de suelos que la soya provoca es tan severa, que después de pocos años de su cultivo, los suelos sólo son aptos para la producción ganadera extensiva.
Contaminación de suelos
La agroindustria utiliza de forma masiva agroquímicos como los fertilizantes, pesticidas y herbicidas, que causan una paulatina contaminación de los suelos. Los suelos poseen una cierta capacidad para asimilar las intervenciones humanas sin entrar en procesos de deterioro. Sin embargo, esta capacidad ha sido ampliamente sobrepasada en muchos lugares, como consecuencia de la producción y acumulación de residuos agroindustriales. Algunos de estos agroquímicos permanecen en el suelo contaminado, y desde allí se integran a las cadenas alimenticias, aumentando su concentración a medida que avanzan de nivel trófico.
Desertificación
La desertificación es la intensificación de la aridez. Cabe destacar que este término se utiliza para describir procesos antrópicos, es decir  causados por los seres humanos. En cambio, otro concepto llamado "desertización", se utiliza para describir el proceso natural de la formación de desiertos. La desertificación, definida como la intensificación de las condiciones desérticas y el decrecimiento paulatino de la productividad de los ecosistemas, es generada principalmente por el ser humano, que actúa sobre un medio frágil y lo explota en exceso para obtener productos agrícolas, en este caso del tipo agrocombustibles.
Cuando se tala la vegetación nativa para despejar tierras y habilitarlas para el establecimiento de cultivos (ampliación de la frontera agrícola), la capa fértil del suelo es expuesta a la lluvia y al sol, la corteza del suelo se endurece y se seca, impidiendo la infiltración de más agua. Así comienza el proceso de desertificación, ya que disminuye la filtración acuosa a depósitos subterráneos, y la capa de suelo superficial se erosiona y se convierte en estéril.
Las principales causas de desertificación son la agricultura de secano y riego, la erosión hídrica y eólica, los cambios climáticos, el sobrepastoreo, la deforestación por expansión de la frontera agrícola, los incendios forestales, la extinción de especies nativas de flora y fauna, y la expansión urbana.
De acuerdo con la institución RALLT (2008), la expansión del cultivo de soya en Bolivia durante los últimos 15 años ha sido del 411% a costa de la deforestación de más de un millón de hectáreas de bosque. La tasa de desmonte para habilitar tierras para el cultivo de soya es de casi 60 mil hectáreas por año. Si este ritmo de deforestación continúa, los bosques de las zonas soyeras corren el riesgo de desaparecer. Este es el caso de San Julián, uno los principales municipios productores de soya de Santa Cruz, donde si el actual nivel de deforestación continúa, los bosques de San Julián estarán extintos en menos de nueve años. La actual deforestación está causando la alteración del ciclo hidrológico, especialmente el ciclo pluvial. Por eso, no es de extrañar que en esta última temporada de lluvias, San Julián haya sido severamente afectada por inundaciones. Tampoco será de extrañar la probable sequía y la inevitable erosión de sus suelos.
Impactos sobre la Biodiversidad
La producción de Agrocombustibles conlleva la pérdida de bosques tropicales y de su riqueza en biodiversidad, puede presentar un riesgo a las fuentes naturales de agua y humedales. Los principales impactos se refieren a la pérdida de hábitat y en consecuencia de alimento y refugio para la fauna y flora, además de problemas con los ruidos de la maquinaria en la época de nidificación  para las aves. Se ha verificado la devastación ecológica y social generada por la agroindustria, que ha resultado en la pérdida de 75% de la biodiversidad a lo largo del último siglo, según la FAO (2007).
Durante una de las últimas reuniones del organismo de asesoramiento científico de la ONU llevada a cabo en julio de 2007 en París, una amplia mayoría de gobiernos de Europa, Asia y Latinoamérica, expresaron su grave preocupación ante los riesgos que la producción en gran escala de agrocombustibles pueden implicar para bosques, ecosistemas, pueblos indígenas y comunidades locales. Varios gobiernos pidieron que se aplicara el principio de precaución en el tema de los agrocombustibles.

Referencias
Altieri, M.A.; Pengue, W. 2006 GM soybean: Latin America’s new colonizer. Seedling January issue.        [ Links ]
Bravo, E. 2006. Biocombustibles, cultivos energéticos y soberanía alimentaria: encendiendo el debate sobre biocombustibles. Acción Ecológica, Quito, Ecuador.        [ Links ]
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martes, 6 de noviembre de 2007

TIPNIS: Evaluación económica de la construcción de la carretera...


Evaluación económica de la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos, dentro el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS)(*)

Por: Lia Peñarrieta Venegas

La construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos, es un proyecto de integración entre los departamentos de Cochabamba y Beni, y forma parte de la infraestructura vial que el Estado boliviano tiene previsto desarrollar. Este estudio consiste en un análisis costo-beneficio de esta inversión, tomando en cuenta sus posibles impactos en un área protegida de importancia nacional, el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).

El TIPNIS fue creado en 1965 con el fin de conservar las cuencas hidrográficas, las nacientes de los ríos para la navegación, la riqueza de los recursos naturales y la belleza escénica. En 1990 fue declarado Territorio Indígena de los pueblos Mojeño, Yuracaré y Tsimane. Este decreto reconoció los asentamientos existentes de los colonos en la región sur y se fijó “la línea roja”, que establece un límite a la zona de colonización para reducir conflictos por el uso de tierras entre indígenas y colonos. En 1997 se otorga la Tierra Comunitaria de Origen (TCO) como dotación provisional a la subcentral del TIPNIS.

El área protegida tiene una superficie de 1.236.296 hectáreas, y se encuentra ubicada al sur del departamento del Beni y al norte del departamento de Cochabamba, entre las provincias Moxos y Chapare respectivamente. Se caracteriza por su extraordinaria diversidad de ecosistemas debida a su amplio rango altitudinal, que va desde los 180 hasta los 3.000 m.s.n.m.

El análisis costo-beneficio es un instrumento fundamental para la evaluación de inversiones. Sin embargo, muchas veces los costos ambientales no son considerados en este tipo de análisis. En el presente estudio se proyectaron los posibles impactos y efectos generados por la construcción de la carretera, para determinar la factibilidad económica y ambiental de la construcción de la misma.

Las alternativas consideradas en el presente análisis fueron:

Alternativa 0: Transporte vía la actual carretera pavimentada Cochabamba-Trinidad, con una longitud de 899km.

Alternativa 1: Propuesta de las prefecturas (hoy Gobernaciones) de Beni y Cochabamba, que atraviesa el TIPNIS en línea recta, con una longitud de 522km.

La carretera propuesta por las prefecturas cruza por la zona núcleo del Parque en una longitud de 18km. Esta es la zona menos intervenida del TIPNIS, por la poca presencia de asentamientos humanos. En esta región está prohibida la construcción de infraestructura, de acuerdo al Plan de Manejo del Parque.

Los impactos ambientales negativos potenciales de la construcción de la carretera dentro el TIPNIS son: la deforestación, el cambio de cursos de agua, afectación de drenajes naturales y pérdida y disminución de la biodiversidad. A nivel social y económico, los posibles efectos son: la colonización, conflictos sobre la tierra y avasallamiento. Los impactos culturales pueden incluir: la pérdida de identidad en los pueblos originarios de la zona (transculturización, pérdida de costumbres y tradiciones).

El desmonte directo del bosque, con 50m de derecho de vía a cada lado, sería de 460 hectáreas, que corresponden a los bosques de alto aluvial, pedemontano, bajo de inundación estacional, rivereño de dinámica erosional, rivereño de terrazas antiguas, palmar pantanoso, de Mauritia flexuosa. La deforestación total sería mucho más extensiva, debido a que colonos, especuladores de tierras, madereros y agricultores utilizarían la carretera para acceder al bosque, sin respetar los territorios indígenas ni áreas protegidas. Algunos estudios comparativos han constatado que se coloniza un total de 2 a 12km perpendiculares a una nueva carretera; la deforestación a lo largo de la carretera para 2km sería de 9.200 hectáreas, y para 12km sería de 110.400 hectáreas del bosque.

Para la evaluación económica se han considerado los datos de tráfico del Plan Maestro de Transporte por Superficie de 127 vehículos por día. Los datos de costos de inversión, mantenimiento y construcción de obras de arte también han sido tomados del mismo documento.

De acuerdo a la evaluación económica realizada en el presente estudio, la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos no es viable tal como está planteada actualmente por las Prefecturas. El valor actual neto calculado es igual a -44,84 millones de dólares. Un incremento en el tráfico hasta 350 vehículos por día resultaría en que la propuesta de las Prefecturas sea viable. En el análisis de riesgo se observa que la probabilidad de que la propuesta de las Prefecturas sea factible es de 0%, considerando los supuestos. Es importante señalar que los costos ambientales no fueron incluidos en estos cálculos. Al incluirlos, los resultados económicos serían aún menos favorables.

En un futuro, la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos podría ser factible económicamente a medida que se incremente el tráfico entre las ciudades de Cochabamba y Trinidad y se consolide la gestión efectiva del TIPNIS. Pero, antes de invertir fondos públicos escasos en proyectos viales costosos, se debe tomar en cuenta otras inversiones con mayor beneficio y con menor amenaza ambiental, y que sean más equitativas para la sociedad en su conjunto.



(*) CONSERVACIÓN ESTRATÉGICA. Valoración económica de recursos naturales en Áreas Protegidas de Bolivia. Serie Académica Nº2. Junio de 2008. Págs. 24-27. Transcripción: Alan E. Vargas Lima – Responsable del Blog Jurídico. TREN FUGITIVO BOLIVIANO. Mayor información sobre conservación estratégica, puede encontrarse en: http://conservation-strategy.org/es 


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